El baño
había ayudado algo, pero no lo suficiente para permitirle moverse con
facilidad. Heechul fue lentamente hasta una de las cuatro sillas parecidas a
tronos que estaban frente al enorme hogar y se reunió con Janghoon. El empezó
la lección donde la habían dejado el día anterior. Ahora comenzó a hablar en
noruego, que Heechul entendía porque ese idioma fue lo primero que Janghoon le
enseñó.
¿De veras hacía menos de un año que recibieron las noticias de la isla de Gyeongsang? Parecía mucho más tiempo. La noticia había sido un golpe tremendo y frenó a todos de miedo. Fue dos días atrás que su padre envió por él y Ie habló de la solución para su apurada situación. Heechul ni siquiera sabía que se encontraban en apuros.
En su mente veía claramente aquella reunión. Acababa de regresar de una cabalgata matinal con Gibok, su yegua color gris plata, cuando le avisaron que su padre quería verlo.
— Tendréis que casaros con un jefe escandinavo, hijo — fueron las primeras palabras de lord de su padre.
— Y tendré veinte hermosos hijos para que vengan a asolar nuestras costas — respondió Heechul.
Su padre,
Sooman, no rió de la réplica y lo serio de su expresión hizo que a Heechul se
le helará la sangre. Aferró los brazos de su sillón y esperó tensamente que él
se desdijera de su afirmación anterior.
El suspiró
con cansancio, como si todos sus años, y más, le hubieran caído encima de
repente.
— Quizá
vengan a asolar nuestras costas, pero no a atacarnos a nosotros.
Heechul no
pudo evitar, que sus aprensiones se traslucieran en su voz.
— ¿Qué habeis hecho papá?
— El
intermediario se puso encamino ayer. Viajará a Noruega y hará un pacto con los
vikingos...
Heechul se
puso de pie de un salto
— ¿Los
vikingos que atacaron la isla de Gyeongsang?
— No, no
necesariamente los mismos. El hombre buscara un jefe que quiera tomaros por
esposo. Un hombre con poder.
— ¿Me
ofreceréis de puerta en puerta? — lo acusó Heechul y miró desde arriba a su
padre con sus ojos muy dilatados, sintiendo, por primera vez en su vida, que no
conocía a este hombre que lo había engendrado.
— ¡No
seréis ofrecido de puerta en puerta, Heechul! — dijo Sooman con convicción,
sintiendo que, por todo lo que era sagrado para él, había actuado correctamente
pese lo mucho que le dolía— . El hombre actuará con discreción. Envié a Fergus.
El es hombre diplomático. Hará averiguaciones. Encontrará un hombre poderoso
que todavía no tenga pareja y a él le hará el ofrecimiento. No seréis ofrecido
como una mercancía. A Fergus se le dijo que preguntara sólo una vez. Si no
tiene suerte, regresará y se acabó. Pero que el cielo nos ayude si regresa sin
el nombre de vuestro futuro marido.
Heechul
vio ante sus ojos todo rojo, rojo como la sangre.
— ¿Cómo
pudisteis hacerme esto a mí?
— Es la única, forma, Heechul.
— ¡No, no
lo es! — estalló— . Estamos a milla s de la costa. ¡Nada tenemos que temer!
— Los
vikingos se vuelven más atrevidos cada año que pasa — trató de explicar Sooman
— Las primeras noticias de su audacia vinieron antes de que yo naciera. La
guerra frente a nosotros esta en sus manos. Al norte, nuestros hermanos les
sirven, al este de Bretaña, donde se han establecido. Y ahora, por fin, han
llegado a nuestras costas. Será solamente cuestión de tiempo
antes de que hagan incursiones tierra adentro... quizás el año que viene.
¿Querríais ver nuestra aldea arrasada completamente? ¿Nuestros hombres muertos,
nuestras parejas convertidas en esclavas?
— ¡No
tendría por qué suceder! — gritó— . Sois un caballero diestro en las artes
guerreas. Me habéis entrenado en tus normas arces. Podemos combatirlos,
padre... vos y yo!
— Ah, Heechul, mi Heechul — suspiró él—. Soy
demasiado viejo para pelear. Vos podríais matar a muchos, pero no los
suficientes. Los escandinavos son una raza de gigantes. No hay otros como
ellos. Son feroces, sin misericordia. Yo querría veros vivir, no morir. Y
protegería al pueblo.
—
¡Sacrificándome a mí! — siseó fuera de
sí por la cólera — ¡A un viejo caudillo, quien, según vuestras propias
palabras, será feroz y sin misericordia!
— En
cuanto a eso no tengo que temer por vos. Sé que podéis cuidaron muy bien.
— ¡No
lo haré! —
exclamó Heechul— .
¡No consentiré ese matrimonio!
El ceño del
hombre se ensombreció en toma amenazadora.
— ¡Lo
haréis! Fergus lleva consigo mi palabra de honor.
— ¿Por qué
no me dijisteis esto ayer? Sabíais que yo hubiera detenido a Fergus, ¿verdad?
— Sí, lo
sabía, hijo. Pero lo que está hecho no puede deshacerse. Y esto es en parte a
causa de vos, Vos estáis disponible. Jaejoong no, y vuestra tía, aunque todavía
bella, es demasiado vieja. El vikingo esperara una novia joven.
— No me
echéis la culpa a mí, padre! Todo eso es obra vuestra, no mía.
— He
puesto ante vos cantidades de hombres, hombre s con riquezas, con títulos y de
gallarda apariencia, ¡pero no quisisteis aceptar a ninguno!
— le recordó lord Sooman con energía— . Hubierais podido casaron hace tiempo,
pero en ese caso, desafortunadamente, habríamos acabado condenados.
—No me
mostrasteis más que vanidosos aburridos y petimetres guapos. ¿Esperabais que yo
eligiera de ese puñado de tontos?
— Os conozco, Heechul, No os hubierais decidido no importa lo que os hubiera puesto delante. La sola idea del matrimonio os desagrada, aunque no entiendo por qué.
— En eso tenéis razón. mi señor — repuso con sequedad.
— De modo
que he decidido por vos. Os casaréis con
el hombre que encuentre Fergus. Ya esta decidido –Heechul giró en redondo y quedó de frente al fuego.
Su mente
se rebelaba ante la idea pero se sentía completamente impotente. Él, que había
sido entrenado para pelear, no podía encontrar una forma de combatir contra
esto. Antes de rendirse, buscó un último recurso.
— Otro puede tomar mi lugar — dijo en tono esperanzado — .Nadie se
enterará.
— ¿Haríais
pasar a un sirviente por un joven señor? —
preguntó Sooman con incredulidad — Si hiciéramos una cosa semejante, los
vikingos se nos echarían encima, furiosos, para desatar la peor de sus venganzas.
Fergus ensalzará vuestras virtudes, Heechul. ¡Os ensalzará a vos! ¿Qué sirviente,
de aquí o de cualquier parte, posee vuestra belleza, vuestros modales o vuestro
coraje! Llevaría años enseñar vuestras cualidades a un sirviente. Sois de
origen noble, un joven señor en todos los aspectos, gracias a las gentiles
enseñanzas de vuestra tía. Agradezco el día que vino Boah y os tomó en sus
manos, pues de otro modo no seriáis digno de casaros con nadie, y menos con un escandinavo.
— ¡Bueno,
yo maldigo ese día por lo que me ha deparado! — gritó Heechul.
— ¡Heechul!
Inmediatamente
se arrepintió de sus palabras. Amaba a su tía profundamente. Huérfano de madre
desde el nacimiento, Heechul se había aferrado al amor de la hermosa Boah
cuando ella llegó hacía cuatro años, después de la muerte de su marido. Boah era
la hermana menor de Sooman; se conducía y tenía el aspecto de una mujer de
veinte años, en vez de los cuarenta que tenía. Había tomado a Heechul a su
cuidado, aunque era demasiado tarde para enderezar los modales de varón que
tenía el jovencito.
Había sido
para él como una segunda madre, mientras que su madrastra sólo se dirigía a él
para regañarlo. Hasta Sooman lamentaba amargamente haberse casado con esa
mujer. Pero por lo menos su presencia no tuvo que ser soportada más que tres
inviernos, porque murió un año después de la llegada de Boah. Sin embargo, dejó
tras ella a su joven hijo Jaejoong, quien heredó los modales regañones de su
madre.
— Lo
siento, padre — dijo Heechul en voz baja, con sus ojos plateados fijos en el
suelo y los hombros caídos en una actitud de derrota— Es que detesto esta
decisión que habéis tomado.
—Sabía que
os disgustaría, Heechul, pero no imaginé que sería para tanto — replicó Sooman y se puso de pie para rodear
con un brazo los hombros de su hijo — . Animo, muchacho. Admiráis el coraje y
la fuerza y nadie tiene más de eso que los escandinavo. Algún día me
agradeceréis este casamiento que os impongo.
Heechul
sonrió con cansancio porque había perdido la voluntad de discutir. Dos semanas
más tarde fue presentado a Janghoon, un mercader escandinavo que se había
establecido en la Isla. Se le pagaría generosamente por instruir a Heechul en
la lengua y costumbres noruegas, a fin de que «no entrase a ciegas en la
guarida del león», como dijo su padre.
Para la
época de la cosecha, Fergus regresó con el nombre del prometido,
sellando definitivamente el destino del joven. El futuro esposo de Heechul no
era el jefe de su clan como Sooman había esperado, pues era imposible encontrar
hombres así que todavía no se hubieran casado. Era un príncipe mercader, hijo
de un jefe poderoso que ya había servido sus años en la guerra y ahora estaba
abriéndose camino en el mundo. Choi Siwon era el nombre.
No, Fergus
no lo había visto personalmente porque el mercader estaba comerciando en el
este. Sí, Siwon regresaría el próximo verano y vendría por su novio antes del
otoño
— Todo quedó arreglado.
¡Arreglado,
arreglado, arreglado, sin ninguna escapatoria!
Después de
eso, Heechul contó los días con melancólico ánimo, hasta que sus energías
juveniles lo impulsaron a borrar de su mente el desagradable futuro. Sólo sus
lecciones diarias se lo recordaban constantemente. Sin embargo, a medida que
fue pasando el tiempo, decidió sacar el mejor partido posible de la situación.
Impondría su voluntad a su marido y sería libre de hacer lo que quisiera. Una
nueva tierra, sí, pero no un nuevo Heechul.
La
atención de Heechul volvió a Janghoon, quien ahora se preparaba a resumir la
lección del día.
— Y así,
Odín, Señor del Cielo, es el jefe de todos los dioses, dios de toda la
sabiduría, conocedor del futuro. También el dios de la guerra. Odín, con su
ejército de guerreros muertos, reunidos a su alrededor por las walkirias,
cabalga a través de las nubes montado en Sleipnir, su incansable corcel de ocho
patas. El sueño de todo vikingo es reunirse con Odin en el Walhalla, estancia
del banquete eterno donde uno lucha todo el día y se regala durante toda la
noche con jabalí sagrado, servido por las walkirias, hijas adoptivas de Odín.
Mañana aprenderéis de los dioses menores, Heechul
— Oh, Janghoon — suspiró Heechul—, ¿Cuándo
terminarán estas lecciones? —preguntó él
con gentileza sorprendente en un hombre tan grande.
—Claro que
no — repuso ella prestamente — . Os e stimo
mucho. Si todos los vuestros son como vos, nada tendré que temer
El sonrió, casi con tristeza.
— Desearía
que fuera así, Heechul. Pero, en verdad ser llamado vikingo. Muchos años han
pasado desde que abandoné mi tierra. Vosotros, los cristianos. me habéis
domesticado. Sois un estudiante aplicado, mi querido Heechul. Sabéis tanto de
mi pueblo como de vuestros propios antepasados celtas. En adelante, hasta que
llegue vuestro prometido, sólo repasaremos lo que ya habéis aprendido.,
— ¿Podéis
hablarme más de ese clan al que ingresaré por mi casamiento? — preguntó.
— No mucho
más de lo que ya os he contado. Yo sólo conocí al abuelo de vuestro prometido, Kangsi
el Astuto. Fue un hombre de gran coraje. Kangsi gobernó con mano de hierro y
luchó con Loki a su lado. Pero era un hombre extraño. Antes que enfrentarse a
su hijo, Kangsi abandonó a su familia y dejó todas sus tierras a su hijo Kangta
el Ansioso. Kangta era fiel a su nombre. Estaba muy ansioso por convertirse en
jefe del clan. No fue muy lejos. sabéis. Sólo a unas pocas millas del fiordo, a
una sección de sus tierras que no estaban en uso. Allí, con caballos, veinte
cabezas de ganado y un puñado de servidores, construyó una casa como ninguna
otra en Noruega. Fue construida sobre los acantilados del fiordo, con piedra
traída de las islas Frisias. Es un lugar grande, aunque no tan vasto como
vuestra mansión de aquí, y con un hogar en cada habitación.
— Pero eso no es diferente de aquí, Janghoon —
Señaló Heechul.
—Excepto
que las casas de madera noruegas no tienen hogares como las conocéis vosotros,
sólo grandes fogones en el centro de la estancia, sin que el humo pueda salir
como no sea por una puerta abierta.
— ¡Qué
feo,
— Sí, y mas molesto para los ojos y la nariz
— ¿Tendré que vivir en una casa de madera como las que habéis descrito?
— Es muy
probable. Pero es una condición a la que pronto os acostumbraréis.
El gran
hall era la estancia más brillante de la mansión a la hora de la cena. Nueve
llamas vacilantes danzaban en un ornamentado candelabro en el centro de una
larga mesa, y en cada pared había velones que contribuían a la abundante
iluminación del salón.
De las
paredes colgaban tapices ennegrecidos por el humo, incluido un paisaje a medio
acabar salido de las manos de la madre de Heechul, quien había muerto de parto
antes de poder terminarlo. Un tapiz tejido por Boah representaba un castillo
junto al mar; a su lado colgaba la escena de guerra de Jaejoong. El último
tapiz de la habitación era de belleza incomparable, venía del Lejano Oriente y
era un presente del duque de un reino vecino.
No era
sorprendente que ningún tapiz hecho por Heechul decorase las paredes, porque él
carecía de la paciencia necesaria para ese arte delicado. En realidad, no podía
soportar ninguna actividad que fuera exclusivamente jovencitos y mujeres. Los
primeros años de su vida, y los más impresionables, habían dejado su marca en él,
pues durante ese tiempo su padre lo trató como al hijo varón que había
esperado. El año que su cuerpo tomó figura mas delicada, fue una pesadilla para
Heechul, pues, chocaba violentamente con su mente masculina. La mente ganó. Heechul
ignoraba su cuerpo, a menos que le recordaran su significado. Jaejoong se
deleitaba haciendo que Heechul recordase su genero.
Jaejoong,
con su humeante pelo rojo y bien formada figura que se esforzaba por resaltar
con trajes de corte atrevido era el constante antagonista de
Heechul. Era un joven agradable mientras estuviera callado.
Heechul
comprendía las razones del mal carácter de su hermanastro y trataba con ahínco
de no perder la paciencia con él.
Sabia que Jaejoong
era desdichado. Tenía apenas veinte años y se había casado muy joven con
Yoochun por su propia voluntad. Al principio amó a su esposo y en aquellos días
fue una persona diferente. Pero por una razón que nadie conocía, excepto
Yoochun, ahora Jaejoong lo odiaba. Era este odio lo que lo hacia la criatura
venenosa que era.
Jaejoong
entró en el comedor y se reunió con Heechul ante la larga mesa. Momentos
después, los sirvientes trajeron la comida.
— ¿Dónde
está vuestra tía esta noche?
— Boah decidió que esta noche le daría de comer
a mi padre — respondió Heechul, hundiendo un cucharón en la gran olla de
guisado y llenando su plato.
— Vos
debierais estar haciéndolo y no vuestra tía — repuso Jaejoong. Heechul se
encogió de hombros.
— Fue idea de Boah — dijo.
— ¿Cómo
está mi padrastro?
— Si os
hubierais molestado en comprobarlo vos mismo, veríais que no ha mejorado.
— Mejorará
— dijo Jaejoong secamente — . Ese viejo vivirá más que todos nosotros. Pero no
os esperaba a vos aquí, en la comida. Tengo entendido que hoy mataron un jabalí
y que hay un festín en la aldea. Pensé que estaríais allí, con vuestros amigos
campesinos, como Janghoon y Fergus.
— Veo que
tu esposo también encuentra la aldea más de su agrado —dijo Heechul con
frialdad, recordando su caída mientras perseguía al jabalí—
Yo no quiero ni tocar la carne de ese maldito jabalí.
—Vaya,
estáis quisquilloso esta noche —replicó Jaejoong, con una sonrisa maliciosa en
sus hermosos labios. Deliberadamente, ignoró la referencia— ¿Podría ser, quizá,
que hoy Gikbo regresó a los establos mucho después que vos ¿O tal vez porque
falta poco para que llegue vuestro prometido?
— Tened
cuidado, Jae — dijo Heechul, con ojos sombríos — . Esta noche no tengo
paciencia para soportar tu lengua larga.
Jaejoong
miró a Heechul con ojos llenos de inocencia , y por el momento dejó pasar el
tema. Sentía amargos celos de su hermano menor y lo admitía sin reparos para sí
mismo. No siempre había sido así. Cuando Jaejoong y su madre llegaron a vivir
en esta hermosa mansión, Heechul tenía apenas nueve años.
Por
supuesto, desde el comienzo no simpatizaron pues había resentimiento por ambas
partes, y para hacer la brecha todavía más ancha, nada tenían en común. Sin
embargo, los dos vivieron juntos sin un estallido de hostilidades, y los años
fueron pasando.
Entonces Jaejoong
conoció a Yoochun, un hombre grande y musculoso que hizo estremecer su corazón.
Se casaron, y por una vez Jaejoong fue realmente feliz. Pero la felicidad de la
pareja duró apenas un año. Terminó cuando Boah insistió que, en ocasiones, Heechul
debía vestir ropas mas delicadas, y su esposo notó lo hermoso que era su cuñado.
Heechul, el maldito, ni siquiera se daba cuenta de que Yoochun lo miraba con
ojos cargados de deseo. Y él no se daba cuenta de que su
esposo lo sabía.
El sólo
sabía que su amor por Jaejoong había muerto aquel año. Los celos de Jaejoong se
mezclaban con odio, odio hacia su esposo y hacia Heechul. No podía atacar
abiertamente a Heechul, aunque muchas veces hubiera querido arrancarle los
ojos. Heechul era diestro en la pelea, gracias a su padre, y cuando se
encolerizaba hacía que a Jaejoong se le helara, la sangre. Habría matado
hombres sin pestañear.
Si bien Jaejoong
no osaba pelear con Heechul, podía dar a su hermanastro motivos para temer lo
único que todavía le faltaba experimentar, estar con un hombre. Jaejoong se
deleitaba enormemente describiendo Ios horrores, y no los placeres, de conocer
un hombre. Provocaba a Heechul en cada oportunidad disponible y gozaba con el
terror que asomaba a esos ojos negros. Era la única forma de vengarse que
tenía.
Heechul se
marcharía pronto entonces, en millas a la redonda, no quedaría ninguna pareja cuya
belleza pudiera comparársele, y Yoochun volvería a él. Jaejoong, empujó su
plato a un costado y miró a Heechul con ojos calculadores.
— Sabéis,
hermano, que ahora el barco del norte puede llegar en cualquier momento. Ya
está bien entrado el verano. ¿Estáis preparado para conocer a vuestro futuro
marido?
— Nunca
estaré preparado — replicó Heechul con fastidio, y también apartó su plato.
— Sí, la
princesa arrojada a los leones. Es lamentable que no os hayan pedido vuestro
parecer Yo no esperaba que vuestro padre os hiciera eso a vos. Después de todo,
yo pude escoger.
— ¡Sabéis
por qué lo hizo! — estalló Heechul.
— Sí, claro — Para salvarnos a todos
replicó Jaejoong, con la voz cargada de sarcasmo — . Por lo menos, sabéis lo
que os espera. Si yo hubiera sabido cómo sería habría sido como vos, que no deseáis casaros nunca.
i Oh, Dios, cómo temo la llegada de la noche , sabiendo el dolor que deberé
soportar!
Heechul,
le dirigió una mirada glacial.
— Hoy, en la aldea, vi un acoplamiento.
— ¿De veras? ¿Cómo fue eso?
— No
importa cómo. Lo que vi no fue tan horripilan te como vos queráis hacerme
creer.
— No lo
sabréis hasta que no lo sufrais personalmente — repuso Jaejoong, con vivacidad.
— Aprenderéis a soportar vuestro dolor en silencio, o el hombre os castigará.
Es asombroso que las parejas no se corten sus cuellos antes de someterse a esa
tortura todas las noches.
— ¡ Basta,
Jae ! No deseo escuchar mas
—
Agradeced que lo sabéis. Por lo menos, no llegaréis a vuestro lecho nupcial sin
sospecharlo.
Jaejoong
terminó y se levantó de Ia mesa. Ni bien estuvo fuera de la vista de Heechul,
sus labios se curvaron en una sonrisa.
¿De veras hacía menos de un año que recibieron las noticias de la isla de Gyeongsang? Parecía mucho más tiempo. La noticia había sido un golpe tremendo y frenó a todos de miedo. Fue dos días atrás que su padre envió por él y Ie habló de la solución para su apurada situación. Heechul ni siquiera sabía que se encontraban en apuros.
En su mente veía claramente aquella reunión. Acababa de regresar de una cabalgata matinal con Gibok, su yegua color gris plata, cuando le avisaron que su padre quería verlo.
— Tendréis que casaros con un jefe escandinavo, hijo — fueron las primeras palabras de lord de su padre.
— Y tendré veinte hermosos hijos para que vengan a asolar nuestras costas — respondió Heechul.
— ¿Qué habeis hecho papá?
— Os conozco, Heechul, No os hubierais decidido no importa lo que os hubiera puesto delante. La sola idea del matrimonio os desagrada, aunque no entiendo por qué.
El sonrió, casi con tristeza.
— ¿Tendré que vivir en una casa de madera como las que habéis descrito?
— ¿De veras? ¿Cómo fue eso?
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