Había actuado en contra de sus
principios y se estaba arrepintiendo. Se había arrepentido desde que había
bajado el último escalón del porche tras dejar la nota. Una extraña fiebre
debía haberse apoderado de él sin que se diera cuenta. ¿Por qué otra razón si
no iba a sabotear su vida ordenada invitando a que su vecino y su perro loco se metieran en ella? ¿Y para qué iba a perder la mayor parte de la tarde
intentando arreglar la casa para que tuviera mejor aspecto? Colocó una mesa de
picnic que había conocido tiempos mejores sobre la hierba y unas servilletas de
papel.
Se sirvió una copa de vino de la
cubitera y se dirigió a la barandilla desde la que se veía el mar. Eran casi
las siete y cuarto. Había tenido la impresión de que él era puntual, así lo más
probable era que hubiera cambiado de idea. Y le parecía bien. La comida no se
iba a echar a perder, porque la energía que había empleado para preparar la
cena le había abierto el apetito.
Era curioso cómo podía cambiar el humor
de una persona. Aquella tarde, al encender el fuego del horno, se había
sorprendido silbando entre dientes. Había deseado que llegara la tarde, para
verlo sonreír y reír.
Después de un tiempo, uno se cansaba de
oír su propia voz y de tener los mismos pensamientos rondándole por la cabeza.
¿Volvería a andar de nuevo? ¿Había acabado su carrera como experto al que todo
el mundo llamaba?
Necesitaba distraerse y, en
circunstancias normales, lo habría hecho con otras personas. Con mujeres o
jóvenes, aunque no con uno en concreto porque eso siempre traía complicaciones.
Lee Ryeowook le había hecho un favor
cancelando la cita, sin duda. Si empezaba a invitarlo a comer se mudaría a su
casa en menos que cantaba un gallo. Le parecía muy casero y la prueba era que
había cocinado para él. Nunca había preparado pastas integrales, pero se las
arreglaba para preparar cualquier otra cosa, lo que era lo mismo.
Tomó otro sorbo de vino y se frotó la
mejilla rasurada con irritación. Afeitarse después de tantos días le había
dejado la piel irritada como el trasero de un bebé y eso también era culpa de su
vecino. Sí no se hubiera alojado en la casa contigua, habría permanecido como
un ermitaño satisfecho, en lugar de intentar tener un aspecto decente, cuando
solo disponía de una ducha de agua fría y un espejo minúsculo sobre el
fregadero de la cocina.
Por el rabillo del ojo, apreció un
movimiento a la izquierda del porche, algo rojo y negro, seguido por el sonido
de unas pezuñas subiendo por la rampa de madera y el aroma inconfundible de las
moras.
Para contrarrestar la súbita y
completamente absurda satisfacción que amenazaba con barrer su mal humor, se
hundió más en la silla y miró hacia el sol que se ponía por el oeste. ¿Por qué
diablos no se había quedado en su casa?
-Lo siento, llegamos tarde —se disculpó
sosteniendo la tarta con una mano e intentando controlar a Melo con la otra.
—No me había dado cuenta —mintió Yesung,
aparentemente demasiado hipnotizado por los trazos de lavanda y rosa que
surcaban el horizonte como para percatarse de la hora, y menos de su vecino—,
¿Ya son las siete?
—Casi y media. Temí que no me esperaras.
—Nunca se me pasó por la cabeza —replicó
levantándose un poco y mirando dentro de la copa—. Estaba demasiado ocupado
disfrutando de mi soledad.
¿Así que iba a ser así? Apretando los
labios molesto, agradeció en silencio no haberse arreglado demasiado para lo
que prometía ser una farsa.
—Espero que mi llegada no te haya
molestado.
—En absoluto. Ambos necesitamos
alimentarnos, pero eso no implica que unir nuestras fuerzas se vaya a convertir
en una costumbre —sentenció lanzando una mirada de sorpresa exagerada a la
tarta—. ¡Has preparado una tarta! ¿Por qué no me sorprende? Ponla sobre aquella
encimera y mientras tanto sírvete una copa de vino. Me levantaría para hacerte
los honores pero...
—¡Por favor! Ni se me ocurriría esperar
que te dignaras a moverte.
A pesar de lo obtuso que era, incluso él
captó el tono de su voz.
—¿Qué esperas exactamente, Ryeowook?
¿Que te trate como si fueras una cita? Porque, si es así, te vas a llevar una
desilusión. Resulta que he pescado lo suficiente para dos y, como eres mi
vecino más próximo, te invité para que compartieras el festín. Que seas
bastante joven y no muy feo no tiene nada que ver. Habría hecho lo mismo si
tuvieras setenta y nueve años y te faltaran los dientes.
—Oír eso me alivia más de lo que
imaginas —replicó—. Porque, y siento herir tu enorme ego, si hubieras pensado
que era una cita, me habría visto obligado a declinar tu invitación. No eres mi
tipo.
—¿Y cuál es tu tipo? —preguntó—. Alguien
con dos piernas que pueda perseguirte por toda la isla, para después llevarte a
hombros y tumbarte en su cama.
—No. Alguien a quien le funcione el
cerebro, y empiezo a sospechar que no han sacado el tuyo de su caja.
Su comentario le sorprendió bebiendo y
le hizo toser porque se atragantó.
—Está bien —graznó cuando consiguió
recuperar el aliento—. Has ganado esta partida. Admito que estaba molesto
porque parecía que no ibas a venir y me he comportado como un idiota. ¿Podemos
empezar de nuevo si prometo mejorar mis habilidades como anfitrión?
—No estoy seguro —contestó aunque sabía
que mantener su expresión de enfado era causa perdida ante semejante confesión,
sobre todo si Melo hacía carantoñas al objeto de su enfado—. No puedo decir que
me halagara cómo me has descrito.
Rodeando la hamaca Yesung se dirigió
hacia la estantería donde estaba la vieja lámpara de queroseno de Jongjin y la
encendió. Por un instante, antes de que se girara hacia Ryeowook, la luz dorada
iluminó sus facciones mostrando una leve sonrisa.
—¿Te refieres a la parte de que no estás
mal?
—No fue eso lo que dijiste, pero como
vamos a empezar otra vez no discutiré sobre semántica.
—En ese caso —dijo bajando la rampa
hacia el césped—. Si no te importa servir el vino, yo encenderé el fuego, así
podremos charlar y admirar la puesta de sol mientras esperamos a que hierva el
agua.
Por alguna razón dudaba que Kim Yesung
fuera de los que pierden el tiempo charlando. Estaba demasiado lleno de energía
contenida por las condiciones físicas que tenía que soportar. No solo le
observaba por fuera sino también por dentro, con una mirada fría que exploraba
sus pensamientos más íntimos.
En cuanto se reunió con él junto al
fuego empezó el interrogatorio.
—Salud —brindó levantando la copa y
antes de que tuviera tiempo de brindar y menos de beber, continuó
—. Cuéntame
cómo acabó tu marido en una silla de ruedas.
—¿Cómo?
Ryeowook miró ofendido e incrédulo. ¿Es
que era insensible al dolor de los demás?
—Háblame de tu esposo. Tengo curiosidad.
—Eso es obvio. Me pregunto por qué
quieres saberlo.
—Tenemos que hablar de algo y la última
vez que estuviste aquí comentaste que entendías mi frustración por estar en
este maldito armatoste, porque lo habías visto pasar por lo mismo. Pero si
hablar sobre ello te disgusta, podemos hablar de la desaparición de la capa de
ozono o de la migración de la pulga de la nutria.
—No sabía que las nutrias tuvieran
pulgas —replicó con seriedad.
Inclinándose hacia él, apoyó un codo en
el brazo de la silla y la barbilla en el puño y le lanzó una de sus miradas
inquietantes.
—Su muerte aún te duele después de dos
años, ¿verdad?
—Nunca será fácil, pero ya lo he
superado.
—¿Qué sucedió? ¿Un accidente?
—No, tuvo esclerosis lateral
amiotrófica.
—Sí, la conozco. Es una de esas cosas...
en fin, qué te voy a decir a ti. Tú la viviste. ¿Cuánto tiempo estuvo tu
marido...?
—Siete años. Solo llevábamos dieciocho
meses casados cuando se la diagnosticaron.
—Apenas habías pasado la etapa de luna
de miel. Debías de ser casi un niño. ¿Y aguantaste todo aquello?
—¡Claro que sí! —protestó con
indignación—. ¿Qué creías? ¿Que le había dado la espalda porque no siguió
siendo el espécimen perfecto y sano con el que me había casado?
—Muchos lo habrían hecho, los votos
matrimoniales de permanecer juntos en la salud y en la enfermedad no se
mantienen.
—Si crees eso, es evidente que no sabes
mucho del amor.
—Quizá no, pero conozco a muchas mujeres
y jóvenes.
Se lo quedó mirando, sorprendido por la
amargura que impregnaba su comentario.
—Supongo que no querrás hablar sobre
ello —dijo curioso por su pasado.
—La verdad es que no.
Con dificultad, se agachó para arrojar
otro trozo de madera al fuego. El podría haberlo hecho en la mitad de tiempo
que Yesung, pero era mejor no ofrecerle ayuda.
—El agua va a tardar un poco en hervir
—informó Yesung—. Pero tengo nueces y aperitivos para picotear mientras
esperamos. Si quieres ser útil, ve a buscarlos, están en la cocina, y saca otra
botella de vino del frigorífico.
Había limpiado el lugar en su honor.
Había barrido el suelo y la encimera estaba vacía excepto por una caja de
cartón que contenía cubiertos, platos y servilletas de papel, una rebanada de
pan, un paquete de ensalada lista para servir y unos paquetes de nueces y
galletitas saladas.
Encontró el vino y un sacacorchos y
sirvió los aperitivos en un cuenco de madera. Cuando regresó fuera, el fuego se
había avivado y Yesung estaba sentado con la mirada fija en las llamas
calentando la olla ennegrecida, mientras Melo dormía cerca de la silla.
Sentándose en la mesa de picnic, tomó un
puñado de nueces antes de pasarle el cuenco a Yesung. El se lo agradeció y
durante un rato nada interrumpió el silencio aparte del graznido de una gaviota
y el crujido de la madera en la lumbre. El cielo se había tornado amarillo
pálido al ponerse el sol y las primeras estrellas brillaban levemente por el
este.
Desde donde estaba sentado podía ver el
mar y las montañas lejanas y más cerca la mata de cabello oscuro de su
anfitrión.
«¿Qué te ocurrió que te hizo temer tanto
a la gente?» deseó preguntar, y sintió el deseo de tocarlo. Su figura emanaba
soledad y necesidad de afecto.
—Tú no eres el único que ha estado casado.
Yo también lo estuve una vez —habló de repente, como si supiera que él ardía de
curiosidad. Lanzó la información como un reto, como deseando que él continuara
con el tema.
—¿De verdad? —preguntó débilmente.
Como Yesung no respondió inmediatamente,
lo dejó estar y, por un momento, el silencio se hizo más profundo que la noche.
Las llamas se hicieron más brillantes, más altas y una nube de vapor surgió de
la olla. Melo se revolvió para adoptar una posición más cómoda hozando en el
reposapiés de la silla.
—Por si te lo estás preguntando, estoy
divorciado.
Por el tono cáustico de su voz, debió
habérselo imaginado. Así que optó por decirle que lo sentía.
—¡Yo no! Me considero afortunado por
haberme librado de él.
—¿No lo encuentras triste?
—¡Cielos, no! ¿Por qué debería?
—Porque seguramente estuvisteis
enamorados una vez, y cuando esos sentimientos murieron, perdisteis algo
precioso.
—Perdí un parásito comedor de dinero. Él
tenía una calculadora en lugar de un corazón. Su afición preferida era evaluar
cuánto valía un hombre y si se podía permitir mantenerlo. El amor no formaba
parte de la ecuación.
—En ese caso, ¿por qué te casaste?
—Durante años me pregunté lo mismo y
nunca encontré una explicación que tuviera sentido. Digamos que fue una
combinación de lujuria y ceguera por mi parte, y una brillante actuación por la
suya. Cuando descubrí que no era lo que parecía al principio, él decidió que no
le gustaban las exigencias de mi trabajo y encontró consuelo en los brazos de
otro mientras yo estaba fuera trabajando. Lo último que supe fue que lo había
dejado por alguien con una billetera más llena.
—No puedo imaginar a alguien comportándose
así —afirmó Ryeowook preguntándose si su frialdad solo ocultaba un corazón
herido.
—¡Créeme, sucede! Solo porque tú pasas
el tiempo abrillantando tu aura no creas que los demas hacen lo mismo.
—¡Me ofendes! —replicó mientras la
compasión que había despertado en él se evaporaba tan rápidamente como había
surgido—. Mi devoción por Eric no tenía nada de sufrimiento. Yo lo quería y él
a mí, y los dos respetábamos nuestros votos de matrimonio. Así que no creas que
porque tu matrimonio se rompiera, el mío solo se mantenía por pena, porque no
fue así. Era bastante sólido como para durar, a pesar de lo que la vida le
deparó.
—Y terminó antes de que la presión se
hiciera insoportable.
—¿Cómo puedes...? ¡Bruto insensible!
—Así soy yo —aseguró sin inmutarse por
su dolor—. Dar lustre a egos débiles no es una de mis virtudes, prefiero lidiar
con la realidad.
—¿A quién crees que estás engañando?
Estás tan empeñado en ignorar que eres un discapacitado, que no puedes aceptar
un poco de ayuda sin perder los papeles. Podrías dar lecciones sobre cómo
fomentar egos frágiles porque es lo que haces con el tuyo.
Se agachó para acariciarle una oreja a Melo.
—Eso es lo que hacen los de su género,
amigo Melo. Van directamente a la yugular. Acepta mi consejo y
aléjate de la
mayoría de ellos.
Melo apoyó la pata en su regazo y lo
miró con adoración. La escena le revolvió el estómago.
—Estoy empezando a preguntarme por qué
acepté a venir aquí —afirmó.
Yesung soltó otra de sus risitas de
autocomplacencia.
—Es demasiado tarde para volver atrás.
El agua está hirviendo y hay que echar los cangrejos a la olla.
—Te ofrecería mi ayuda, pero me temo que
podría sucumbir al deseo de arrojarte a ti también.
Él se rió y se acercó al fuego.
—¡Mira, Ryeowook! El aura se te está
difuminando, aunque debo de admitir que me gusta más así. De hecho, si las
cosas fueran distintas, podría haber intentando flirtear contigo.
Su arrogancia solo era superada por su estupidez.
No tenía sentido sentirse halagado por ese cumplido ni preguntarse si le
costaría mucho cambiar su opinión sobre el amor y el matrimonio. Era un soltero
empedernido y sería un marido insoportable. No era que quisiera encontrar uno.
Estaba contento de permanecer soltero, a pesar de lo que creyeran sus amigos.
«Dos años es suficiente para dejar el
luto y seguir con tu vida, Ryeowook», le habían dicho, y habría estado de
acuerdo con ellos si no fuera porque eso significaba encontrar otro hombre. No
habían entendido que necesitaba tiempo para si mismo.
—Por si no te has dado cuenta, te he
dicho un cumplido —señaló Yesung echando el último cangrejo a la olla—. ¿Así que
a qué viene esa cara de enfado?
—Estaba pensando.
—Si te cuesta tanto, quizá no deberías
molestarte en hacerlo.
—Muy gracioso. ¿Alguna vez mantienes una
conversación sin lanzar unos cuantos insultos?
—Relájate, Wook. Solo era una broma.
¿Qué malos pensamientos te han atrapado tan de repente?
—Estaba pensando en mis amigos. En su
opinión, es hora de que me case otra vez.
—¡Espero que no me estés considerando
como un candidato!
—No te hagas ilusiones, Kim. La razón
por la que vine a la isla fue para escapar de tanto consejo bienintencionado. Y
aunque me sintiera inclinado a seguirlos, tu nombre sería el último de la
lista.
—Eso es un alivio. Creí que dijiste que
tu matrimonio fue bien.
—Lo fue.
—¿Entonces por qué eres tan reacio a
intentarlo de nuevo?
—No estoy diciendo que quiera permanecer
soltero el resto de mi vida. Pero no tengo prisa por encontrar
un marido.
—¿Porque sigues de luto?
—No como te imaginas.
Ryeowook Suspiró al no estar muy seguro
de que quisiera explicárselo ni de que él fuera a entenderlo.
¿Cómo podía explicarse con palabras la
tragedia de un hombre vital marchitándose, o el triunfo de la dignidad humana
sobre el sufrimiento? ¿Cómo explicar que el valor de Eric había sido su
inspiración para mantenerse a flote los meses después de su muerte?
Pero Yesung no tenía intención de
cambiar de tema.
—Ahora me ha picado la curiosidad. ¿Te
importaría explicármelo?
—Amaba a mi esposo, pero su muerte fue
un alivio. Observar cómo se deterioraba me vació. Sabía cuánto odiaba depender
de otros. Dolía ver cómo los viejos amigos desaparecían y observar cómo se
aislaba cada vez más en la prisión de su enfermedad. ¿Cómo podía asegurar que
lo amaba y al mismo tiempo desear egoístamente que siguiera vivo?
—No podías elegir. Eras tan prisionero y
tan víctima de su enfermedad como él.
Su capacidad para ir a la raíz de los
hechos de un modo que ni sus amigos habían sido capaces de hacer la conmovió.
—Sí. Nos preparamos para su muerte
juntos, y después, dispuse todo como habíamos acordado para empezar una nueva vida.
Pero hablar es fácil. Lo difícil es hacer. Mientras la tristeza por su muerte
disminuía, me puse tan furioso por el modo en que habíamos bromeado... Habíamos
compartido muchos sueños para el futuro y descubrí que no podía olvidarlos. Me
aferré a ellos porque así mantenía su recuerdo vivo en mi corazón. No quería
recordarlo como había estado al final.
—Es normal querer recordar los buenos
tiempos, Ryeowook. Es lo que nos mantiene en pie cuando el dolor amenaza con
ganar.
—Lo sé. Pero supuso que, después de
aceptar la pérdida de mi marido enfermo, pasé otro año llorando por el hombre
que había sido tan vital, el que me había esperado en el altar, que me había
llevado a Paris de luna de miel, con el que había jugado al tenis y montado en
elefante en Tailandia.
No se había dado cuenta de que estaba
llorando hasta que las lágrimas cayeron sobre su camiseta. Buscó un pañuelo en
el bolsillo y, al no encontrarlo, se secó las lágrimas con los dedos mientras Yesung
lo observaba sentado.
—Al menos podrías ofrecerme algo con que
limpiarme la nariz.
—Hay una caja de pañuelos en la mesa.
Agradecido por tener una excusa para
escapar, salió corriendo para limpiarse. Cuando salió otra vez, llevó los
platos y otras cosas para la cena. Yesung estaba sacando los cangrejos de la
olla y poniéndolos en una bandeja de metal, pero se detuvo para observar cómo
él colocaba todo sobre la mesa.
—¿No te ha dicho nadie que mirar así es
de mala educación? —protestó irritado intentando no temblar.
—Es bueno llorar. Todo el mundo lo hace
alguna vez.
—Tú no. Apuesto a que no recuerdas la
última vez que lloraste.
—Por primera vez no estamos hablando de
mí. Y tampoco tenemos que hablar de ti, si es tan doloroso.
Se quedó parado, no tanto por lo que
había dicho sino por cómo lo había dicho. Una vez más su amabilidad le había
pillado desprevenido.
—No lo es. No sé qué me ha hecho llorar
—mintió, pero no le diría que su comprensión había sido la causa del llanto—.
Lo que la mayoría de la gente no entiende es que, una vez que ha pasado el luto,
una persona necesita reponerse antes de pasar a la siguiente fase. Solo hace
seis meses que he salido del túnel, pero mis amigos inmediatamente emprendieron
la misión de emparejarme con otro posible marido. No pueden aceptar que estoy
contento de estar solo.
—A mí me parece que tiene mucho sentido
—afirmó señalando la bandeja—. La cena está lista. Podemos comer dentro si
tienes frío.
—Aquí fuera se está bien.
Yesung arrojó más leña al fuego y
después se acercó a donde él estaba sentado.
—¿Y qué más eres aparte de viudo?
—preguntó rellenando las copas—. ¿Qué haces cuando no estás de vacaciones?
—Soy el director de préstamos de un
banco en Seul. Volví al trabajo justo después del funeral. En aquel momento me
pareció lo mejor, estar ocupado y todo eso, pero desde comienzos de año, tuve
un resfriado tras otro y en mayo sufrí una gripe que se convirtió en neumonía.
Mi médico me recomendó un cambio por un tiempo, así que me tomado una
excedencia de tres meses. He pensando no hacer nada además de tomar el sol y holgazanear
hasta septiembre. ¿Y tú? ¿Por qué estás aquí?
—Porque ahora no soy muy útil en el
trabajo. Creí que era evidente.
—Solo para quien sepa exactamente el
tipo de trabajo que realizas. Por lo poco que me has contado, adivino que eres
algo así como ingeniero.
—¡Bingo! Eres el mejor de la clase, Wook.
—Pero seguro que tu trabajo consiste en
algo más que reparar plataformas petrolíferas.
—Tienes razón. No todo es trabajo de
campo. Paso cierto tiempo en mi oficina de Seul dibujando planos. Pero volvamos
a ti.
—Aunque suene gracioso me gusta, brindar
una nueva dimensión de sensibilidad al trabajo. Pedir dinero prestado nunca es
fácil —explicó mojando un trozo de cangrejo en mantequilla derretida.
—¿Crees que los varones no pueden ser
sensibles?
—Claro que sí. Y si no lo hubiera
creído, esta noche tú me has demostrado que estaba equivocado.
—¡No intentes ablandarme o esa será tu
última copa de vino! El que haya prestado atención para variar, no cambia las
normas básicas que me he impuesto sobre no involucrarme en la vida de los
demás.
—¿Por qué te cuesta tanto reconocer que
puedes demostrar más que malos modos y una actitud agresiva? ¿Es porque tienes
miedo de que, si bajas la guardia, me aproveche de ti?
Yesung dejó escapar una carcajada.
—¡Eso sería gracioso! Puede que esté en
una silla de ruedas, pero aún puedo correr si tengo que hacerlo.
Se inclinó hacia Yesung.
—No te preocupes, Yesung —susurró—. Tu
querida soltería está a salvo conmigo. No intentaré convertir la invitación
para cenar en algo más de lo que se suponía que iba a ser. Y para probarlo ni
siquiera voy a ofrecerme a fregar los platos antes de marcharme.
—Pero a lo mejor quieres lavarte la
cara. Te has manchado la barbilla con la mantequilla —señaló.
—¿Siempre tienes que decir la última palabra?
¿Siempre tienes que responder con alguna frase despectiva?
—¿Preferirías que no te lo hubiera
dicho? La mayoría de los jovenes son lo bastante vanidosos como para querer
saber esas cosas.
—Pero yo no soy uno de ellos. No me
conoces en absoluto.
Durante un instante, él lo observó, su
mirada subió de las muñecas hasta su rostro y se quedó fija en la boca. Como
si, a pesar de todos sus comentarios corrosivos, le encontrara atractivo.
—Tienes razón. Ni te conozco ni tengo
intención de hacerlo. Las circunstancias nos han hecho vecinos, pero eso no nos
convierte en amigos. En algún momento nos marcharemos de aquí cada uno por su
lado. Por lo que a mi respecta, cuanto antes suceda, mejor.
Ryeowook se marchó poco después de
aquello. Aquel último comentario no invitaba a seguir conversando.
Se había alegrado de que se marchara.
Pedirle que fuera a su casa había sido un error que se aseguraría de no volver
a repetir. Había observado su silueta desvanecerse en la noche casi con alivio.
Era una pena no poder apartarlo del
mismo modo de su mente. Mucho tiempo después de que la luz de su dormitorio se
hubiera apagado y de que el fuego se hubiera extinguido, él permanecía fuera, a
solas con el recuerdo de Ryeowook.
Él había dicho que no era uno de esos
jóvenes.
«No», pensó él levantando la cabeza para
mirar hacia las estrellas, «él era diferente a los demás». Demasiado sincero y
vulnerable.
Cuando había llorado, se había
enfadado por su incapacidad para levantarse e ir hacia él. En esos momentos, los
jóvenes y mujeres necesitaban que los abrazaran. Ryeowook llevaba mucho tiempo
sin que lo abrazara un hombre, sin un cuerpo firme y fuerte en el que apoyarse.
Tampoco había sido capaz de aceptar el
reto. Ryeowook no necesitaba otro inválido, y lo último que él necesitaba era
la distracción de un joven como él. Quizá le divertía su ardor, el ánimo con
que retaba sus opiniones y su actitud, pero su amabilidad lo aterrorizaba.
Frustrado, atravesó el césped hasta el
camino que llevaba al muelle. ¡Lo que daría por arrojar la silla al agua y
levantarse con las dos piernas! ¡Por ser capaz de caminar otra vez, hacer lo
que quisiera cuando quisiera!
La lancha se mecía suavemente, pero se
fue hacia el bote. Se levantó sobre una pierna apoyándose en el extremo del
muelle para deslizarse sobre la bancada. Necesitaba ejercicio físico, algo
extenuante que le hiciera olvidar que estaba inválido.
Soltando las amarras, tomó los remos y
empujó. Bajo la sombra del muelle, la bahía estaba silenciosa y vacía, y el
agua tan plana como un espejo. Dedicado a su tarea, condujo el bote hacia
delante, describiendo una trayectoria paralela a la tierra.
Al rodear la roca que separaba las dos
calas, Ryeowook emergió del agua a no más de cinco metros completamente
desnuda.
Estaba de cara hacia la orilla y no lo
vio. Dejando los remos, observó cómo se quitaba con una mano el cabello húmedo
de la cara.
Estaba demasiado delgado, incluso de
noche le notó. Su cintura era como de niño. Aun así era precioso. Frágil como
la porcelana. Deseable.
El repentino deseo lo enfureció. No por
la respuesta de su cuerpo, sino porque desmentía lo que se había estado diciendo
toda la tarde. Lo deseaba. ¡Lo deseaba!
Como si hubiera dicho esas palabras a
voz en grito, Ryeowook se giró y lo sorprendió observándole.
Esos diálogos van a volverme loca....parecía una batalla de ingenio y mala onda.
ResponderEliminarYesung cuan doloroso tuvo que haber sido tu divorcio para volverte así de amargado.
El final me dejo boqueando como pecesito fuera del agua
jajaja estos tienen amor apache!!
ResponderEliminarYesung por que eres tan cruel es por tu divorcio o or que estas en silla de ruedas..
otra cosa que me causo gracia fue que Yeye se la pasaba diciendo no me gusta no me gusta y luego se le quedo viendo... hasta la baba se le caía....
el capítulo estuvo genial Yota, gracias por el mp!!! esperare la siguiente actualización!!
gracias por adaptar esta historia!!
cuídate!! hasta luego!!!
Estuvo genial la conversación me ponía loca Yeye era muy duro en ocasiones creia que wookie saldría corriendo pero me encanto y el final no me lo esperaba que pasara espero que yesung no ponga una excusa!!!
ResponderEliminarGracias por el mp esperare de nuevo
Cuidate!!
Rox Andres 05
No es por nada pero las conversaciones de estos dos son como un partido de pin-pon, cada uno tiene la respuesta para lo que dijo el otro, se la pasan peleando y luego aunque no lo quieren admitir, ninguno es indiferente para el otro.
ResponderEliminarEl final fue de infarto, con Wookie desnudo saliendo del agua y Yesung de espectador en primera fila xD
Gracias por el cap y el Mp.
Nos vemos en el siguiente ^^
Estos y su complicada vida, Yesung podra ser muy afilado con su lengua,pero Wook no se queda atras,se llevan taaaaaaaan bien
ResponderEliminarSon iguales por eso "no se soportan",claro que una cosa en un varon y otra un jovencito.
Jajajajaj seguro a Yesung,hasta ganas de nadar le dieron viendo a Wook de esa forma,y vaya que forma,pero BANG.......lo cacharon jajaja esto será aun mejor
qe son, ambos esperaban su "cita" y no pararon de alegar en todo el rato, ambos tienen tristes historias deverian ser mas amenas sus conversas aunque no sea muy facil hablar con yesung es muy testatudo n.n
ResponderEliminarWaaa yesung ya no puedes resistirte a wooki lo quieres Y mas viendolo como Diis lo echo al mundo jijiji pero te piyaron obsetvaando ya quiero leer q pasara n.n espero la actuu~~ ^^
rosaliehale:
ResponderEliminarAjah jah lo agarraron viendo desnudo a Wook, oh como reaccionara.
Que interesante, que interesante.
Ambos tenian desdeos (en el fondo) de que si fuera una "cita" normal, pero estan tan a la defensiva que terminan diciendo cosas tontas , sobre todo Yeye, es tan bipolar que dios!!! Pero bueh solo queda esperar que sucede.