Ha dicho Shindong para qué quería verme
mi padre, Wook?
–No, señor –Wook, su nuevo ayuda,
regresó del vestidor con dos chaquetas para que eligiera.
Sungmin negó con la cabeza y se
sintió fatal al ver la expresión dolorida de Wook. Llevaba dos semanas en casa
y no se acostumbraba a que le sirvieran a todas horas. Se miró en el espejo y
retocó un poco su cola de caballo. Hacía días que no se arreglaba, pero su
padre requería su presencia y tenía que verlo perfecto.
–¿No le gusta lo que he elegido, joven?
–Me encanta –ofreció a Wook una
sonrisa–. Pero hace calor. ¿Por qué no te tomas la tarde libre? Ve a ver a tu
novio.
El joven inclinó la cabeza y Sungmin
dejó escapar un suspiro. Odiaba estar en casa.
Odiaba las frías paredes de piedra
del palacio que le parecía una prisión. Apenas había visto a su padre desde su
llegada, lo que no era malo, pero había tenido demasiado tiempo para pensar.
El sol de verano que entraba por la
larga fila de ventanas góticas hacía que se sintiera mal. El cielo tendría que
estar gris, no azul.
Su hermano había muerto. Los deberes
reales que siempre había evitado habían recaído en él y no había escapatoria.
Como había dicho su padre, la gente necesitaba esperanza en tiempos tan
oscuros. Querían que él los sacara de la tristeza que había causado la muerte
de su hermano. Además, su padre le había comunicado que estaba enfermo. Algún
día, antes de lo que había esperado, sería rey, un pensamiento abrumador.
Sungmin no sabía nada de dirigir un
país. Montones de gente dependiendo de él. Que no supiera nada se debía en gran
medida al chauvinismo de su padre, que veía a las mujeres y jóvenes como
trofeos, no como líderes. Sin embargo, tenía que confiar en él para preservar
el futuro de Ilsan como entidad económicamente viable.
También estaba el problema de su
galería. Estaba cerrada durante el mes de agosto, pero no había decidido qué
hacer con ella. En el fondo, sabía que tendría que cerrarla. Era devastador ver
que la vida que había creado para sí se esfumaba. Como si Seul ya no tuviera
importancia.
Controlando la respiración, forzó una
sonrisa y entró en la antesala del despacho de su padre.
–Lo espera, Alteza –dijo el
secretario.
–Gracias, Shindong.
Intentó relajar el rostro mientras Shindong
abría la puerta del despacho. Su padre estaba tras el enorme escritorio. Se
veía más pálido y serio de lo normal.
–¿Querías verme? –preguntó Sungmin
intentando que su voz no denotara preocupación.
–Sí, Sungmin. Siéntate.
–Empiezo a preocuparme –Sungmin se
sentó frente a él–. ¿Has recibido malas noticias del médico?
–No. He recibido noticias
inquietantes del experto en seguridad que te trajo desde Corea.
Kyuhyun.
El corazón de Sungmin dio un brinco.
Durante dos semanas había llenado su pensamiento antes de dormir y al despertarse.
Sungmin suspiró. Tenía que dejar de
recordar las horas que habían pasado en la cama. Kyuhyun probablemente ni
recordaba su nombre.
Él en cambio, podía conjurar su
imagen e incluso su aroma selvático y masculino. Tanto que él podría haber
estado allí mismo.
–¿Qué tiene que ver Kyuhyun con
nosotros?
Intentó sonar indiferente pero, de
repente, temió que su padre supiera que se había acostado con él. Si la prensa
rosa publicaba algo así, la salud de su padre tal vez no lo resistiera.
–Tengo que ver con muchas cosas,
Alteza.
La voz grave y familiar llenó su
cabeza. Tuvo que girar en el asiento para verlo de pie, al otro la de la
habitación, cerca de las ventanas.
–Pero en este caso se trata de su
seguridad.
Admiró los pantalones negros y la
camisa blanca de vestir. Se había cortado el pelo y eso resaltaba su perfecta
estructura ósea. La mirada caramelo recorrió su rostro, deteniéndose en sus
labios un instante. Sungmin sintió que lo abrasaba.
–¿Qué pasa con mi seguridad?
–Sr Kyuhyun tiene noticias sobre tu
accidente de coche la mansión de Hyukjae.
Sungmin captó el tono de censura de
su padre, y adivinó que estaba enfadado porque no le había contado lo del
accidente él mismo.
Kyuhyun fue hacia él con paso
increíblemente grácil. Dominaba la habitación. A Sungmin se le desbocó el
corazón. Tuvo que hacer uso de años de práctica para no revelar lo que sentía
estando con su amante de una noche y su padre en la misma habitación.
–Ayer hablé con el mecánico que
reparó su coche –le informó él con cierta fiereza.
–¿Por qué ibas a hacer eso?
–Una corazonada. No tuvo el accidente
por falta de concentración. Se estrelló porque habían echado una ampolla de
permanganato de potasio y glicerina en el cilindro del freno.
–¿Hay una versión simplificada de
eso? –Sungmin arrugó la frente.
–Manipularon los frenos.
–Tal vez estuvieran desgastados.
–Sí, gracias a un compuesto químico
que, cuando se calentó lo bastante, inutilizó los frenos.
–¿Crees que mi coche fue saboteado?
–a Sungmin le costaba digerir lo que oía. Era una idea ridícula. Ilsan había
tenido conflictos con Triole, un país vecino, pero hacía años de eso. De hecho,
su hermano iba a casarse con la princesa de Triole.
–No solo eso –interpuso su padre–.
Ahora sabemos que lo de Sungjin no fue accidental.
–¿Qué? –Sungmin miró a su padre–.
Yo... ¿Cómo puede ser eso posible?
–Alteraron una sección del rotor de
modo que el piloto no pudiera detectarlo –explicó Kyuhyun.
–¿Sugieres que Sunji fue asesinado?
–No lo sugiero. Lo afirmo. Y
quienquiera que lo hiciese, fue a por usted también.
–Eso es absurdo –Sungmin presionó una
mano contra el estómago–. ¿Quién haría algo así?
–Enemigos. Locos. Acosadores. ¿Quiere
que siga? –la voz de Kyuhyun sonó dura y seria.
–Sr. Kyuhyun ha aceptado amablemente
hacerse cargo de la investigación.
–Kyuhyun –corrigió él.
Sungmin lo miró atónito. Había
corregido a su padre. Nadie hacía eso. Le sorprendió ver a su padre asentir. “Iguales”
pensó.
–¿En serio? ¿Te has ofrecido
voluntario? –Sungmin no ocultó su incredulidad–. ¿Por qué?
–¡Sungmin! –lo recriminó su padre–. Kyuhyun
no se ha ofrecido. Lo he contratado.
“Claro”, pensó. “¿Por qué iba un
experto en aventuras superficiales y breves ofrecerse a ayudar a un joven con el
que ha acabado?”
Lo irritó recordar cuántas veces
había mirado el móvil por si tenía una llamada perdida de Kyuhyun. Podría
haberlo llamado él, pero su orgullo se lo había impedido. Habría demostrado que
seguía pensando en la noche que él ya había olvidado.
–¿Por qué, señor? –Sungmin le dio la
espalda a Kyuhyun para bloquear la atracción sexual que sentía por él–. ¿Por
qué no usar a la policía local?
–Es cuestión de confianza, Alteza
–dijo Kyuhyun.
–¿Ahora no confiamos en nuestra
propia policía? –la formalidad de él le molestaba sobremanera–. Somos una
nación pacífica, Sr. Kyuhyun. No hay altercados políticos.
–Cierto. Pero en esta situación no se
sabe quién quiere hacerle daño. Yo no se lo haré.
Sonó seguro y confiado. Sungmin deseó
sentir su seguridad. Tras pasar dos semanas soñando con él le resultaba
imposible. Él bajó las pestañas, velando su mirada.
–No sé si creer esto –miró a su
padre–. Podría ser una coincidencia.
–La utilización de compuestos
químicos mitiga esa posibilidad, Alteza –dijo Kyuhyun.
–Confío en el buen juicio de Kyuhyun,
Sungmin.
–Bien –agitó la mano con
indiferencia–. ¿Es eso todo, señor? –necesitaba salir de allí. Volver al
santuario de sus aposentos.
La acerada indiferencia de Kyuhyun
era como agitar un trapo rojo ante un toro enfurecido. Por un lado, se alegraba
de que lo tratara como a un desconocido, pero no podía dejar de recordar su
cuerpo unido al suyo, esas manos en su piel.
Sungjin había sido asesinado. Alguien
podía intentar hacerle lo mismo a él.
–No, no es todo –dijo su padre–.
También quiero a Kyuhyun como tu guardaespaldas personal.
–Creo que no he oído bien, señor –Sungmin
se quedó sin respiración.
Kyuhyun lo miró atónito.
¿Guardaespaldas personal de Sungmin? El rey le había pedido que organizara su
seguridad, no que se hiciera cargo en persona. No tenía tiempo para ese trabajo
además de sus responsabilidades empresariales. Y proteger a un joven que ya
ocupaba demasiado espacio en su mente era mala idea.
–Sé que no te gusta tener
guardaespaldas, Sungmin –dijo el rey–. Pero las cosas han cambiado. Ahora eres el
príncipe heredero y necesitas protección a todas horas. Es muy importante.
–Tenemos nuestro propio equipo de
seguridad.
–Creo que contratar a alguien del
exterior es lo mejor hasta que se resuelva esta situación –su padre suspiró,
como si esperara una batalla–. Kyuhyun viene muy recomendado como amigo
personal de Hyukjae.
–No estoy de acuerdo –aseveró Sungmin,
firme.
Kyuhyun sintió un cosquilleo en la
nuca y resistió al impulso de rascarse. Había intentado convencerse de que las
noches en vela pensando en Sungmin se debían a su corazonada respecto al
accidente. Había supuesto que cuando investigara e informara al rey volvería a
su rutina normal.
Pero el impacto de volver a Sungmin
le decía que no era así. No era el accidente lo que lo había desvelado durante
dos semanas. Era él. Se preguntó si había revivido la noche tanto como él y si
le gustaría retomar el asunto.
Se burló de sí mismo. Por como lo
miraba, Sungmin habría preferido atravesarlo con una espada.
–Es obvio que Kyuhyun está muy
ocupado, señor. Seguro que hay otra persona igual de capaz.
Kyuhyun pensó que era cierto que
estaba ocupado, pero no podía confiarle a nadie la vida de Sungmin. Admitiendo
que no tenía opción, hizo un gesto afirmativo al rey, aceptando la tarea.
–¡No!
–Sungmin, esto no está abierto a
discusión –el rey lo miró con irritación–. Mi palabra es la ley. Ya es hora de
que entiendas tu responsabilidad, tu deber, hacia el país. Y la cumplirás.
Kyuhyun se preguntó si Sungmin rechazaba
la tarea. No le habría extrañado. Estaba junto a la ventana, con los brazos
cruzados, y el sol tornaba su cabello de un brillante castaño oscuro. Kyuhyun
percibía su furia, su frustración, en su postura.
–Necesitaré tener control absoluto
–le dijo al rey, centrándose en su profesionalidad y no en lo que sentía al
verlo–. Acceso a todo. A cada rincón y entrada secreta al castillo. A la agenda
de Sungmin y a su itinerario. Mi chef se encargará de sus comidas, y quiero
tener la última palabra sobre todo lo que haga y la gente a la que vea.
–Pides mucho.
–Así es –Kyuhyun sabía que el rey
estaba diciendo: “Es mi hija, no te excedas”.
–¿Tal vez Sr. Kyuhyun también quiera
quedarse con mi primogénito? –dijo Sungmin con insolencia, golpeando el suelo
con el pie.
El rey dio su consentimiento a Kyuhyun
antes de dirigirse a su rebelde hijo.
–He organizado un baile en honor de
tu hermano el fin de semana que viene, necesitarás seguridad para eso.
–Es demasiado pronto –musitó Sungmin,
abrazándose. A Kyuhyun se le encogió el corazón.
–No lo es. Y el baile, además de
honrar la vida de tu hermano, es para buscarte esposo.
“¿Esposo?”
Los ojos de Kyuhyun se clavaron en el
rostro de Sungmin, que se había vuelto ceniciento. Él mismo se sentía como si
hubiera recibido un golpe físico.
–Puedo encontrar a mi propio esposo,
señor.
–No, ahora que eres el joven príncipe
heredero–sentenció el rey–. Las cosas han cambiado, Sungmin. Has tenido tiempo
de sobra para encontrar pareja; Ilsan necesita una celebración y un heredero.
La tensión del ambiente era
insoportable. Kyuhyun pensó en su isla paradisíaca, que había querido visitar
la semana siguiente. En el agua azul. En las hamacas junto a la piscina.
–¿Hará falta mi asistencia, señor? –Sungmin
alzó la nariz–. Odiaría interferir con los planes reales.
–Cuidado, Sungmin –los ojos del rey
se endurecieron–. Tienes un deber que cumplir.
–¿Acaso es culpa mía no estar
preparado para cumplir ese deber? –replicó él.
Kyuhyun captó una sutil
vulnerabilidad en sus palabras que despertó su instinto protector, amenazando
con interferir en su empeño de mantenerse impasible en todo momento. Era un
aspecto de su naturaleza que nunca había estado en peligro antes. Decidió
centrarse en lo que oía y veía. En los hechos.
–Elegiste pasearte por Seul durante
ocho años –aseveró el rey, con el rostro enrojecido.
–Porque aquí no tenía ninguna
oportunidad –le devolvió Sungmin con tono gélido.
–No discutiré contigo, Sungmin.
Necesitas un esposo. Alguien que entienda el negocio y pueda apoyarte cuando lo
necesites –levantó su vaso de agua y Kyuhyun notó que le temblaba la mano–. Kyuhyun,
¿puedes acompañar a mi hijo a sus aposentos? Seguro que querrás descubrir
cuanto antes la mejor manera de cumplir tus tareas.
Kyuhyun solo estaba seguro de que su
necesidad de Sungmin era mayor que nunca y de que convertirse en su
guardaespaldas personal era una locura.
–“ Necesitaré tener control absoluto.
Acceso a todo” –se burló Sungmin, ácido, en cuanto llegaron a su sala de estar
privada–. ¿Estás de broma?
Kyuhyun no pudo evitar recorrer sus
curvas con la mirada cuando se detuvo en el centro de la habitación, vibrante
de tensión.
Le pareció que había perdido peso.
Tenía las mejillas sonrojadas y sus ojeras indicaban que había dormido tan poco
como él. Aun así, estaba magnífico. Deseó tomarlo entre sus brazos y besarlo
con pasión, pero se contuvo.
–Es por tu propio bien.
–Según algunos, también lo es el
aceite de ballena, pero no me verás disparando un arpón.
Kyuhyun suspiró, comprendiendo que la
reunión iba a ser aún más difícil de lo que había pensado.
–Sungmin, esto no tiene por qué ser
incómodo.
–No confundas mi furia con
incomodidad, Kyuhyun –se alejó de él–. No puedo creer que hayas aceptado este
trabajo –lo miró a los ojos–. Si querías volver a verme podrías haberme llamado
–lo retó con sus brillantes ojos negros.
–Que aceptara el trabajo no tiene
nada que ver con que quisiera o no volver a verte. Y creo recordar que fuiste
tú quien canceló la cena.
–No veía sentido a salir contigo
cuando fue una invitación surgida del remordimiento.
Kyuhyun analizó su respuesta. Se
preguntó si esa era la razón de que hubiera cancelado la cita.
–No fue por remordimiento.
–¿No? –Sungmin arqueó una ceja–.
Entonces, ¿por qué te fuiste antes del amanecer?
Kyuhyun apretó los labios al captar
su tono de aburrimiento. Era el mismo que había utilizado con su padre unos
minutos antes.
–Me fui porque tenía que dar
instrucciones a dos de mis hombres antes de que salieran a hacer otro trabajo
–no le dijo que también había querido sorprenderlo sustituyendo su móvil roto
con uno de los suyos.
El lo miró un instante, como si no
hubiera considerado esa posibilidad. En realidad, Kyuhyun entendía que lo hubiera
disgustado despertarse solo tras la noche de pasión compartida. De hecho, esa
era otra de las razones por las que Kyuhyun se había ido. Se había despertado
sintiéndose tan bien que su instinto lo había llevado a distanciarse. Era su
actitud habitual y no lo había cuestionado. Pero, si miraba la situación desde
el punto de vista de Sungmin, su reacción aquella mañana tenía mucho más
sentido.
–Lo siento si te herí –murmuró,
sincero.
–¿Herirme? Tú no me heriste, Kyuhyun
–Sungmin alzó la barbilla–. Me hiciste un favor, no tenía tiempo para cenar
contigo –encogió los hombros–. En cualquier caso, ya es demasiado tarde.
“¿Lo es? Sí, claro que sí”, pensó Kyuhyun.
–Tienes razón –para empezar, era su
guardaespaldas y él su cliente. Además, lo deseaba demasiado para sentirse
cómodo–. Ese barco partió definitivamente –Kyuhyun paseó por la alfombra,
agitado por la situación en la que se había metido si pretenderlo–. ¡Y tu padre
quiere que te cases! –eso sin duda lo alejaría de su órbita.
–¡Algo que tú nunca harás! –la
afirmación de Sungmin pareció casi una pregunta.
–Algo que nunca haré –corroboró él.
Había pasado su vida adulta evitando el matrimonio, sin sentir la necesidad de
reconsiderar su opinión.
Sungmin asintió, como si fuera la
respuesta previsible. Kyuhyun apretó los dientes. Su atracción física por él
iba a convertir su trabajo en una tortura. Nunca antes se había sentido tan a
merced de sus emociones, odiaba la sensación de no tener tanto control como
deseaba.
Sungmin empezó a pasear ante las
altas ventanas, como si tuviera un exceso de energía.
–¿Eres consciente de que si mi padre
supiera lo que ocurrió entre nosotros no permitiría que te encargaras de mi
protección?
–Dime, ¿vas a decírselo tú o se lo
digo yo? –preguntó él, irritado consigo mismo y con su testarudez –. ¿Puedes
sentarte de una vez?
–¿Otra orden? Voy a dejarte algo
claro, Sr. Kyuhyun –apoyó las manos en sus sensuales caderas–. Si crees que voy
a hacer todo lo que me digas, lo tienes difícil.
Kyuhyun pensó de nuevo en aquella
noche. Soltó el aire lentamente.
–Lo creas o no, intento ayudarte.
–Sí, claro. Mi protector personal.
Kyuhyun se cruzó de brazos a esperar
a que se le pasara la ira. No iba a discutir más con él.
–Dime, ¿yo también podré darte
órdenes a ti? –preguntó Sungmin, empeñado en irritarlo.
–Trabajo para tu padre.
–Sois como dos gotas de agua. Muy
familiar –él apretó sus sensuales labios.
–Toda esa energía que estás quemando
te agotará innecesariamente –ofreció él, amable.
–Tendrías que alegrarte de que la use
andando de un lado a otro –le soltó.
El cuerpo de Kyuhyun se incendió al
oír eso. “Tranquilo, amigo. No se refiere a esa otra alternativa”, pensó él.
Seguramente eso ya no sería posible a partir de ese día. No podría serlo.
–Tómate tu tiempo –se sentó al borde
de un mullido sofá–. Tengo toda la noche.
–Pues yo no –cruzó los brazos en su pecho–.
Así que me gustaría que te marcharas.
–Antes necesito hacerte algunas
preguntas.
–Estás yendo demasiado lejos.
–Tal vez deberíamos aclarar las cosas
respecto a la noche de la boda de Hyukjae.
–¿Te refieres a nuestra sesión de
sexo?
Su tono frío e indiferente lo llevó a
preguntarse de nuevo con cuántos hombres había pasado la noche. Y eso
incrementó su malhumor. Se preguntó si era como su madre, una mujer que
aplacaba su lujuria con el primer hombre que tenía a mano. La mera idea lo
ponía enfermo.
–Sí –contestó.
–¿Qué hay que aclarar? –Sungmin alzó
las cejas y se apoyó en la repisa de una ventana–. ¿Has olvidado cómo se hace?
–Sungmin...
–Tranquilo, Kyuhyun. No voy a
quitarme la ropa y pedir una repetición. A no ser que eso sea lo que quieres.
¿Por eso has aceptado el trabajo? –su voz se convirtió en un seductor
ronroneo–. ¿Vas a ordenarme que me desnude, Sr. Kyuhyun?
–No me acuesto con mis clientes
–afirmó él con dureza, ignorando lo que le pedía el cuerpo–. Dime, príncipe,
¿qué es lo que más odias de que sea tu guardaespaldas, si no es lo que ocurrió
entre nosotros?
–¿Tienes un año para escuchar?
–¿Por qué no empezamos desde cero? –Kyuhyun
optó por hacerle una oferta de paz.
–¿Actuar como si no nos conociéramos?
–preguntó, dubitativo.
–Si crees que eso puede funcionar
para ti.
–Siempre que no me des órdenes, puedo
hacerlo –Sungmin encogió los hombros. Kyuhyun pensó que él, en cambio, no
estaba seguro de poder.
–Bien. Siéntate –señaló el sofá que
tenía enfrente–. Necesito hacerte algunas preguntas para mi investigación.
Al ver que no se movía, frunció el
ceño.
–¿Sungmin?
–Puedes llamarme señor. Y, si no me
equivoco, acabas de darme otra orden.
–Y tú a mí –rechinó él.
–Tú no has dicho que no pudiera
dártelas.
–Sungmin... Maldita sea, si no
cooperas no podré hacer mi trabajo –recordó la última vez que le había dicho
que ya sabía cómo hacerlo cooperar y tragó saliva. Con fuerza.
–Pues dimite.
–No.
–¿Por qué no?
–Le he dado mi palabra a tu padre y
no hay nadie más a quien quiera confiar tu seguridad.
–¿Qué te importa mi seguridad? Somos
un par de desconocidos.
Kyuhyun tragó aire. El hombre
agotaría la paciencia de un santo. Recordándose que debía mantener el control,
se recostó en el sofá. El gato que había en una esquina, se estiró, lo olisqueó
y se acomodó en su regazo.
–Hola, amigo –lo acarició–. Se diría
que has visto días mejores.
–Era de mi madre –su boca se curvó hacia
abajo, indicando que aún lo afectaba la pérdida.
–Retiro lo dicho –le dijo Kyuhyun al
gato, que se restregó contra su mano–. Estás muy bien para un tipo de tu edad
–cuando alzó la vista, vio que Sungmin lo observaba. Él se sonrojó y Kyuhyun se
preguntó qué había estado pensando.
–Creo que te odio –dijo.
–No soy tu enemigo, Sungmin –dijo él,
consciente de que el sentimiento no era mutuo.
Las palabras “pero alguien lo es”,
quedaron flotando en el aire, sin decir. Sungmin dejó caer los hombros, como si
cargara con el peso del mundo.
–¿No puede contestar las preguntas mi
padre?
–Eso depende de si sabe algo de tu
vida amorosa. Por lo que he visto antes, no parece que estéis muy unidos.
–¿Por qué quieres datos de mi vida
amorosa? –estrechó los ojos con suspicacia.
–Se investigará a toda la gente que
te rodea.
–¿Incluso a ti?
–Yo tengo coartada para la noche en
que asesinaron a Sungjin.
–¿En serio? –Sungmin se sentó por
fin, y cruzó las piernas–. ¿Cuál es?
–Y no tengo ningún motivo para
matarte –Kyuhyun la miró con ironía. “Aún”, pensó.
–¿Estoy irritándote? –Sungmin sonrió,
percibiendo su frustración.
–No te conviene irritarme, príncipe.
–No, me conviene que renuncies.
–Supéralo ya.
–¿Piensas investigar a mis artistas?
–de repente, la mirada de Sungmin se volvió seria.
–Claro que sí.
–Sé amable. Algunos son muy
sensibles.
–¿A diferencia de ti?
–A diferencia de mí.
Él no le creyó. Que se preocupara por
sus artistas le decía más que nada. También había visto su mirada de
preocupación cuando entró al despacho del rey. Tenía corazón, simplemente lo
guardaba bien. Eso lo entendía. Él había metido el suyo en una caja hacía
muchos años, y quería que siguiera allí. Tenía que mantener la cabeza clara.
–¿Quién fue tu último amante?
Sungmin le lanzó una mirada.
–Antes de eso –rezongó Kyuhyun.
–¿Quieres una lista?
–Sí –replicó él, que no la quería en
absoluto.
–Un americano encantador me libró de
mi virginidad a los dieciocho años, porque le pareció divertido acostarse con
un joven príncipe asiático. Después conocí a un novelista que quería escribir
una gran novela. Íbamos en serio, sin que mi padre lo supiera, pero hace tres
años comprendí que no queríamos lo mismo y rompimos.
Kyuhyun comprendió que ambos hombres
le habían herido, y deseó matarlos.
–¿Lo amabas? –era una pregunta
irrelevante, pero esperó que no se diera cuenta.
–¿Qué relevancia tiene eso?
–Si vas a cuestionarme cada dos por
tres, esto no funcionará –dijo él, maldiciendo para sí.
–Ya sabía que no funcionaría.
–Sungmin.
–Pensé que sí. Ahora... Ya no estoy
seguro.
Él deseó preguntar qué había ocurrido
para hacerlo dudar, pero prefirió no hacerlo.
–¿Y desde entonces?
Sungmin le dirigió una mirada que
hizo que a él se le formara un nudo en el estómago.
–Aparte del equipo de fútbol de Ilsan
al completo... –lo miró a los ojos–. Eres el último afortunado, Sr. Kyuhyun.
Kyuhyun tragó un litro de aire ante
su admisión, ignorando la pulla sobre el equipo de fútbol. Había querido pensar
que era tan sofisticado como él en el arte de la seducción. Así había sido más
fácil dejarlo marchar tras esa noche. Más fácil creer que entre ellos solo
había química sexual.
–Necesitaré ver tu itinerario de los
siguientes días –dijo él, poniéndose en pie.
–Le pediré a Wook que te lo envíe por
la mañana –le dijo, sin alzar la mirada.
Kyuhyun fue hacia la ventana. Por
increíble que fuera, le hacía feliz que nunca se hubiera acostado con Hyukjae.
Diablos. Si quería protegerlo tenía que dejar de pensar en él como una persona deseable.
Y, sobre todo, tenía que dejar de pensar que iba a casarse con el estúpido que
su padre eligiera.
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