La simiente estaba plantada y Minki
no podía apartar su pensamiento del asunto. Su appa había bromeado acerca de la
posibilidad de embarcarse subrepticiamente, pero en lo que había dicho había un
pequeño grano de verdad, y era imposible ignorarlo. Heechul tenía audacia
suficiente para esa aventura, Minki podía ser igualmente temerario. Podía
conservar su libertad y evitar a Jihoon en el mismo acto, y eso sería una
aventura. Lo que le excitaba era precisamente el pensamiento de la aventura.
La idea tenía un solo problema.
Le habían prohibido ir, y cuando regresara afrontaría una situación infernal.
Pero en su entusiasmo, Minki rehusó pensar en eso, y tampoco
permitió que Seungkwan se detuviese en el tema cuando supo lo que se proponía
hacer. Seungkwan se sorprendió, pero en todo caso, él había perdido su afición
a la aventura apenas saliera de la niñez. No era el caso de Minki.
Los jóvenes estaban arriba, en
la habitación de Minki; era el único lugar que les permitía separarse de la
fiesta de despedida que se celebraba abajo. Esa noche la tripulación dormiría
en la sala. Seungkwan había ido con su padre para despedirse de su hermano Mingyu,
pues él había estado allí los últimos días para ayudar en los preparativos.
Minki se alegraba de que él
fuese miembro de la partida, pues eran íntimos amigos. Incluso había intentado
enseñar a Mingyu algunas de las lenguas que él había aprendido cuando ambos
eran más jóvenes, aunque había tropezado con el inconveniente de que el chico
no era un alumno muy dispuesto. Mingyu probablemente era el único que
defendería a Minki cuando Junhui y sus tres primos, que también eran miembros
de la tripulación, comenzaran a reprenderlo por su temeridad.
Ciertamente, Junhui se
irritaría, y lo mismo podría decirse de los primos Scoup, y Seungcheol. Pero si estaban bastante lejos de tierra cuando fuese
descubierto, y no hubiera posibilidades de devolverlo, todos se calmarían
después de descargar sobre él su cólera. A lo sumo lo insultarían, pues nadie
se atrevería a ponerle la mano encima; sabían que no era un joven dispuesto a
soportar los golpes sin hacer lo posible para devolverlos.
-¿Por qué, Minki? – preguntó Seungkwan
tan pronto conoció los planes -. Tu appa sufrirá. Tu padre sin duda se
encargará de.... – Hizo una pausa y se estremeció. – Temo pensar lo que hará.
Minki sonrió a su amigo.
-No hará nada hasta que yo
regrese. Y mi appa nunca llora. No se preocupará por mí si tú le explicas dónde
estoy. Sospechará lo que hice cuando no pueda hallarme, pero se inquietará
mientras no sepa a qué atenerse. Por eso he confiado en ti.
-¡Ojalá hubieses confiado en
otra persona! Tu padre se enfurecerá.
-Pero no contigo, Seungkwan. Y
debes prometerme que les dirás mañana que he partido con Junhui, antes de que
comiencen a inquietarse.
-Lo haré, Minki, pero todavía no
entiendo por qué deseas desafiarlos. Antes nunca quisiste navegar con tu
hermano.
-Por supuesto, quise hacerlo,
pero nunca contemplé la posibilidad de pedirlo. Y con respecto a la razón, te
advierto que ésta es mi última posibilidad de navegar con Junhui. El año
próximo mi padre me llevará al sur para encontrar marido... si no encuentro uno
yo mismo – agregó con una sonrisa.
-¿Hablabas en serio cuando
dijiste que buscarías marido lejos de aquí? – preguntó asombrado Seungkwan.
-¿Creíste que bromeaba?
-Por supuesto. Significaría
vivir lejos de aquí, lejos de tus padres.
-No importa con quién me case,
siempre tendré que salir de este lugar.
-Pero si te casaras con Hyungsik,
vivirías cerca de tu hogar.
-Pero Seungkwan, no estaría
profundamente enamorado. Preferiría estar muy enamorado aunque viviese en el
lejano este. Pero olvidas que mi padre es dueño de dos grandes naves y de otra
más pequeña. ¿Crees que no me visitarán, no importa cuán lejos esté?
-Si, por supuesto, irán a verte.
Había olvidado eso.
-Bien. De modo que no intentes
hacerme cambiar de idea, pues no podrás lograrlo. Deseo pasarlo
maravillosamente bien, y no preocuparme por las consecuencias hasta que
regrese. No sabes qué lugares tan interesantes son las ciudades comerciales,
pues nunca has ido a visitarlas. Yo era pequeño cuando estuve en ellas, y me
interesaban únicamente las mercancías que se ofrecían, no los hombres. Pero a
esos lugares acuden hombres de todos los lugares del mundo. Encontraré al
hombre a quien amar, y lo traeré a casa conmigo, y eso calmará la cólera de mi
padre.
-Si tú lo dices – observó Seungkwan
con escepticismo.
-En efecto. Ahora, vayamos con
ellos, pues de lo contrario se comerán los mejores trozos de carne.
Ingresaron a la sala ruidosa, y
ofrecieron una grata visión a los hombres turbulentos. Hyungsik palmeó el
trasero de Minki cuando él pasó cerca y el joven se volvió para sacarle la
lengua. El hombre le siguió para castigar su atrevimiento, pero él lo esquivó. Minki
deseaba que Hyungsik también partiese en el barco, pero él y sus hermanos
estaban ayudando a su padre, Hyukjae, a agregar algunas habitaciones a la casa
que habitaban, y además cuidaban de las cosechas.
Su primo Seungcheol lo retuvo y aferró por la cintura para alzarlo en el aire y después lo bajó para darle
un beso húmedo.
-Niño, eso fue para atraer la
suerte – le dijo con voz alcoholizada. Minki rió. El insistía en llamarlo niño
aunque ya no lo era, sólo porque tenía diez años más. Su padre era uno de los
tíos abuelos de Minki. El y sus hermanos vivían con su tío Yunho. Su primo
hermano Taeyong no partiría en la expedición pues era el único hijo de Yunho, y
el tío insistía en mantenerlo en su casa.
-¿Necesitas suerte sólo para
comerciar en el este? – preguntó él.
-Un vikingo siempre necesita
suerte cuando navega, no importa adónde vaya. -le guiñó un ojo después de
comunicarle esa información.
Minki meneó la cabeza. Ya estaba
bastante bebido, y la noche era joven. Tendría los ojos enrojecidos cuando
empuñase los remos, por la mañana. Y él lo compadecería mientras esperaba en su
refugio, entre la carga de la nave.
- Déjalo, Seungcheol, antes de
que muera de hambre – gritó alguien. Seungcheol obedeció la indicación, pero
antes también él descargó una palmada sobre el trasero del joven.
Minki le dirigió una mueca, y
después siguió caminando a lo largo de la mesa, alrededor de la cual estaba
sentada su familia. Nunca había podido entender por qué su trasero provocaba
tantas palmadas, pero después de cada festín terminaba con moretones que
duraban la semana entera. De todos modos, no le importaba, porque lo hacían con
buen humor.
Rodeó la mesa, pero no pasó del
lugar que ocupaba su padre porque él extendió los brazos y lo sentó sobre sus
rodillas.
- Muñequito, ¿estás enojado
conmigo?
Le miraba con el ceño fruncido,
pero en realidad era un gesto de inquietud. Su appa ya había hablado con él, y
nuevamente había recibido un rechazo; no deseaba que fuese en el barco. Sus ojos
se fijaron en los suyos y él, y rodeando con los brazos el cuello del padre.
-¿Acaso he estado alguna vez
enojado contigo?
-Muchas veces, según puedo
recordar, y siempre fue cuando no te salías con la tuya.
Minki se echó a reír.
-Esas veces no cuentan.
-¿Comprendes por qué no puedes
ir con Junhui? – preguntó amablemente el padre.
-Sí, sé por qué no quieres que
vaya. – Suspiró. – A veces desearía ser tu hijo varón. – Al oír esto, el hombre
echó atrás la cabeza y rió de buena gana. Minki lo miró con irritación. – No
veo qué tiene eso de divertido.
-Muñequito, te pareces a tu appa
más de lo que crees – dijo él -. La mitad de su vida él hizo todo lo posible
para ser varón. Y me siento muy agradecido porque tengo un hijo joven, y tan
hermoso como tú.
-Entonces, ¿me perdonarías si
yo... si hiciera algo que tú no aprobases? -El le miró sonriente.
-¿Qué clase de pregunta es ésa?
¿Has hecho algo?
-No. – Por el momento, ésa era
la verdad.
-Ah, ¿entonces te limitas a
“suponer”? Entonces supón que te perdono prácticamente todo... lo que sea
razonable – agregó con una mirada a medias severa y a medias divertida.
Mikni se inclinó hacia delante y
lo besó.
-Te quiero mucho – dijo en voz
baja, y como respuesta recibió un fuerte pellizco que le cortó el aliento y la
indujo a gritar- ¡Padre!
Su padre lo retiró de sus
rodillas con una palmada y la orden:
- Consíguete algo de comer antes
de que no quede nada.
La voz era áspera, pero la
expresión demostraba amor. Minki ocupó su lugar a la mesa, entre el appa y Junhui,
que inmediatamente le presentó un jarro de licor humeante.
-Ki, ¿no te enojarás, verdad? –
preguntó él -. No necesito recordar tu cara enfurruñada todo el viaje.
Minki sonrió al ver que él se
disponía a llenarle un plato, pues era raro que él procediese así a la mesa.
-Junhui, ¿me compadeces, verdad?
Junhui emitió un rezongo.
-Como si tú permitieras que
alguien te compadeciese...
-No, no lo permitiría, de modo
que no lo hagas. Y a lo sumo, lamentaré tener que despedirme de ti esta noche
porque, a decir verdad, no deseo verte partir sin mí por la mañana.
-Avergüénzate, Minki – se burló Heechul
-. Si deseabas que él se sintiera culpable porque te deja aquí, lo has
conseguido.
-Tonterías. – Minki sonrió
implacable a Junhui, pero dijo a su appa - Ni siquiera lo echaré de menos.
Junhui lo miró, hosco, cuando
oyó la expresión de ese sentimiento tan poco fraterno, y se volvió para decir
algo a Taeyong, sentado enfrente. Minki suspiró, pues Junhui aún no sabía cuán
ciertas serían sus palabras, aunque tal vez las recordara cuando viese que
había embarcado con el resto de la tripulación.
Heechul equivocó el sentido del
suspiro de Minki.
-¿Realmente lamentas tanto la
decisión de tu padre?
-Appa, habría sido una aventura
interesante antes de mi matrimonio – replicó sinceramente Minki -. Tuviste
aventuras antes de casarte, ¿verdad?
-Sí, y también aventuras
peligrosas.
-Pero un viaje comercial no es
peligroso. Y mi padre dijo que soy muy parecido a ti.
-Sí, ya lo oí – sonrió Heechul
-. Y mira, no se equivocó. Hice todo lo posible para ser el hijo que mi padre
nunca tuvo. Pero tu padre tiene tres varones hermosos y le complace su única
hijo joven. No trates de ser sino lo que eres.
-Sólo deseaba la aventura –
reconoció Minki.
-Entonces, no continúes
deseándola, porque ella legará a ti cuando menos lo esperes.
-¿Cómo te sucedió a ti?
-No lamento la aventura que me
trajo aquí, pero lo lamenté entonces. Y con el tiempo harás tu viaje, aunque tu
padre aún no lo sabe – dijo Heechul en un murmullo -. Cuando la casa se
tranquilice, le diré que no quieres a Hyungsik, y eso lo decepcionará. El y Hyukjae
deseaban mucho esa unión.
-Lo siento, appa.
- No lo sientas, querido. Todos
deseamos que seas feliz, y si no puedes serlo con Hyungsik, así son las cosas.
Te encontraremos un hombre a quien puedas amar.
Si yo no lo encuentro primero,
pensó Minki mientras se inclinaba hacia delante para despedirse con un beso de
su appa y después del padre, con la esperanza de que ambos entendiesen y
perdonasen lo que se proponía hacer.
– Te quiero mucho, appa.
La tormenta denunció la
presencia de Minki; y no fue una tormenta tan grave, por lo menos en ese
momento. Pero apenas la nave comenzó a balancearse sobre las olas encrespadas, él
sintió deseos incontenibles de vomitar. ¡Vaya marinero que era! Había olvidado
que le había sucedido la última vez que navegó. La más mínima agitación del
mar, y ya no podía retener el contenido de su estómago.
Alguien lo oyó vomitar, y abrió
la escotilla de la bodega. Después de echar una ojeada, el marinero cerró la
escotilla con un fuerte golpe. Minki ni siquiera supo quién era, y por el
momento no le importaba, pues el balanceo del barco era cada vez más intenso.
Hasta ese momento había tenido
suerte. Consiguió deslizarse en secreto a la habitación de sus hermanos, detrás
del establo, y tomar un conjunto de prendas de Munjui, con el fin de usarlas en
el viaje; pero también llevó algunas de sus propias túnicas, para vestirlas
cuando llegasen a los centros comerciales.
Introducirse en la bodega del
barco había sido la parte más fácil, pues sólo había quedado un hombre como
guardián, y aunque estaba sentado cerca de la bodega, se lo veía cabeceando y
adormecido. Minki, ágil y diestro, había aprovechado la oportunidad. Y en su
escondite se había sentido bastante cómodo, pese a la oscuridad que allí
reinaba. El lugar estaba ocupado por pilas de suaves pieles que le permitían
ocultarse y preparar una cama agradable.
Así habían pasado dos días.
Había confiado en que dispondría por lo menos de un día más antes de revelar su
presencia, pues el alimento que llevaba duraría ese lapso. Pero no sucedió así.
La tormenta lo había denunciado. Y aunque aún nadie había ido a buscarlo, lo
harían más tarde o más temprano.
Tenía la sensación de que el
tercer día había pasado antes de que abriesen nuevamente la escotilla y la luz
del día entrase a raudales. Se preparó para luchar, por lo menos en la medida
en que su cuerpo debilitado se lo permitiera, lo cual no era mucho. Aún se
sentía mal, pese a que la tormenta se había calmado.
Junhui bajó a la bodega. Minki
yacía en el lugar donde había caído después del último vaivén de la nave,
prácticamente a los pies de su hermano. La luz le hería los ojos, y no podía
levantar la cabeza y mirar a Junhui. La voz de su hermano, áspera a causa de la
cólera, le reveló quién era.
-Minki, ¿sabes lo que has hecho?
-Lo sé – respondió con voz
débil.
-¡No, no lo sabes!
Se protegió los ojos en un
esfuerzo por ver la expresión de su hermano, pero no lo consiguió.
- Junhui, por favor, todavía no
puedo soportar la luz.
El se puso en cuclillas al lado
de su hermano, y aferró la gruesa chaqueta de piel que se había puesto sobre la
túnica de cuero. Con gesto sombrío los ojos de Junhui recorrieron las perneras
bien aseguradas y las botas altas de suave piel. Minki se había puesto un ancho
cinto, la gran hebilla adornada con esmeraldas.
-¿Dónde conseguiste estas cosas?
– preguntó, refiriéndose a las ropas.
-No son tuyas – aseguró Minki -.
Las tomé prestadas de Munjui, porque su estatura es parecida a la mía, y...
-¡Cállate, Minki! – rugió Junhui
-. ¿Sabes lo que pareces?
-¿Un hombre de tu tripulación? –
se aventuró a decir, tratando de suavizar la cólera de su hermano.
Pero no tuvo efecto. Parecía que
deseaba golpearlo, y que tenía que apelar a todas sus reservas para contenerse.
-¿Por qué, Minki? ¡Nunca has
hecho nada tan absurdo!
-Hay varias razones. – Ya podía
ver claramente a su hermano, que se había inclinado y estaba a su mismo nivel, pero evitó la mirada cuando
agregó:
-Una razón fue la aventura. Esa
fue sólo una razón. También está el hecho de que deseo casarme, pero en nuestra
región no quiero a nadie. Abrigaba la esperanza de conocer a muchos hombres
nuevos en los grandes centros comerciales.
-Nuestro padre te habría
llevado – afirmó él fríamente.
-Ya lo sé. Appa me dijo que
podría hacerlo cuando regresaras, o por lo menos en la primavera.
-Pero decidiste que no podías
esperar. ¡Y eso es todo! – Chasqueó los dedos. – Desafías...
-Espera, Junhui. Había otra
razón. Hubo alguien, no diré el nombre, de modo que no lo preguntes, decidido a
forzarme al matrimonio y decidido también a apoderarse de mí.
-¡Jihoon! – explotó Junhui.
-No he dicho nombres, Junhui.
Pero no podía revelar a nadie la actitud de este hombre, porque si lo hacía
nunca podría hacer nada por mí mismo. Padre se habría
ocupado de él, pero no lo habría matado, porque todavía no hizo ningún daño. Y
hablarle o castigarlo... bien, no creo que eso lo hubiese convencido. Y habría
perdido mi libertad, de modo que me pareció que lo más conveniente era alejarme
un tiempo, y si de ese modo podía encontrar marido, tanto mejor.
-¡Odín nos ayude! – exclamó Junhui
-. No podía esperarse mejor razonamiento de un joven.
-¡Eres injusto, Junhui! Te dije
que la suma de todas estas razones fue lo que me decidió – afirmó Minki en
actitud defensiva.
-Es más probable que lo que te
decidió fuese sólo la excitación de la aventura, pues hay modos de tratar a un
hombre como el que tú describes, y lo sabes bien.
-Mi padre no lo había matado
sólo porque él me amenazó.
-Pero yo lo habría hecho.
Minki lo miró con los ojos
entrecerrados.
-¿Lo habrías matado sólo porque
me desea? ¿Estás dispuesto a matar a todos los hombres que me deseen?
-A todos los que crean que
pueden tenerte al margen de que digas sí o no.
Minki le dirigió una sonrisa,
consciente de que había hablado su verdadero hermano.
-En ese caso, no hay problema.
Tú serás toda la protección que necesito en las ciudades comerciales.
-Si fueses allí, pero no lo
harás – replicó él -. Volverás a casa.
-¡Oh, no, Junhui! Los hombres no
me perdonarían que pierdas tanto tiempo en esto.
-¡Todos coincidirán en que debes
volver a casa!
-Pero, ¿por qué? ¿En qué los
perjudica mi compañía? Lo único que deseáis es comerciar. – Ante la expresión
de furia de Junhui, los ojos de Minki se agrandaron porque de pronto concibió
una idea, y la excitación lo dominó. - ¡Es una expedición vikinga!
En ese momento apareció, primo
de ambos, que se había asomado a la abertura de la escotilla.
-¿Se lo has dicho, Junhui?
¡Thor! Fue una tontería – masculló el gigante.
-¡Idiota! – Junhui se puso de
pie y miró hostil al hombre más joven. - ¡Tú se lo dijiste! Antes sólo lo
sospechaba.
Scoup bajó a la bodega y miró en
los ojos a Junhui.
-Y ahora ¿qué harás? ¿Lo
devolverás a casa para que se lo diga a tu padre?
Junhui elevó los ojos al cielo.
-Juro, Scoup, que eres un
verdadero tesoro de información. Cómo les encantaría a Pledisros enemigos
apoderarse de tu persona.
- ¿Qué dije?
Junhui no se dignó contestar a
eso, y miró a Minki, que sonreía complacido.
-No se lo dirás a nuestro padre
¿verdad? – preguntó con el tono más esperanzado que Minki jamás le había oído.
-¿Qué te parece?
El gimió al oír esa respuesta,
pero descargó su cólera sobre Scoup, y le dio un puñetazo que envió al hombre
sobre la pila de pieles. Complementó el golpe arrojándose sobre Scoup, quien
replicó en el auténtico estilo vikingo.
Minki permitió que el combate
prosiguiese varios minutos antes de interrumpirlo en un tono suficientemente
alto, de modo que lo escuchasen por encima de los gruñidos de dolor.
-Si creéis que me sentiré
culpable, cuando mañana vea las caras de ambos golpeadas, os desilusionaré,
pues no os atribuiré mérito por el deporte que estáis practicando. -Junhui se apartó de su antagonista y gruñó a Minki.
-Minki, te arrojaría al mar, y
después diría a nuestros padres que te ahogaste, en lugar de tener que
confesarles que te llevé a una expedición vikinga. Creo que preferirían saber
que te ahogaste.
El avanzó a gatas hacia Junhui,
y le dio un beso en la mejilla que ya comenzaba a hincharse. Después se puso en
cuclillas y le sonrió.
-Reconoce tu derrota, hermano, y
dime adónde vamos.
-Eso es algo que no necesitas
saber, de modo que no vuelvas a preguntarlo. Permanecerás en el barco y fuera
de la vista de todos.
-¡Junhui! – Pero Junhui ignoró
el ruego y salió de la bodega. Minki se volvió hacia Scoup, quien comenzaba a
incorporarse.
-¿Tú me lo dirás?
-¿Y que me reprenda el resto del
viaje? Ten corazón, Minki.
-¡Oh, qué injustos! – exclamó Minki
a las espaldas de Scoup que ya comenzaba a subir a la cubierta.
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