Changmin había levantado la mano para llamar
cuando la puerta de su hija se abrió. Sunny lo contempló, con los mismos ojos
de su padre.
Yunho. Changmin ya lo extrañaba.
Los bucles rubios de Sunny estaban
enmarañados, el vestido arrugado, lo cual no era en absoluto típico en ella.
Medias lunas oscuras pendían debajo de sus ojos, opacando su brillo normal.
—Imagino que es la hora —dijo Sunny.
Changmin quedó impactado de que le hablara,
después de sufrir el silencio de su hija durante tanto tiempo.
—¿Qué hora?
—Para que mueras.
—¿Has visto eso?—Changmin odiaba que su hija
estuviera invadida por visiones del futuro, pero nunca había considerado que
tendría que soportar ver la muerte de su propio appa.
—He visto muchas cosas. Demasiadas. —Sunny
retrocedió, dejando a Changmin dar un paso dentro de la suite. El mobiliario
lleno de volantes parecía marchito hoy, su normalmente brillante rosa, insípido
y opaco.
Changmin se acomodó en el delicado sofá.
—No me quedaré mucho. Sé que las cosas están
tensas entre nosotros, pero me sentí obligado a verte otra vez.
—Nada entre nosotros ha cambiado —dijo Sunny—.
No puedo de pronto olvidarlo porque hayas decidido matarte, ¿cómo podría?
—No pido tu perdón. Sólo esperaba que… me
dejaras abrazarte una vez más.
—No soy una niña. Tú me has atrapado dentro
del cuerpo de esta niña, pero no soy una niña.
—Siempre serás mi niña. Al igual que Jessica
lo es.
—Jessica no habla conmigo de ti. Se niega.
—¿Hablas con Jessica?
—A veces. Cuando tiene miedo.
Changmin odiaba la idea de su niñita teniendo
miedo, pero Jessica había tomado sus propias decisiones. Tenía que vivir con
las consecuencias, tal como Changmin lo hacía.
—¿Le dirás que todavía la amo?—preguntó Changmin.
—No me creerá. No cree que puedas amar a
alguien que no tiene alma.
—Por supuesto que tiene un alma.
—Jessica no lo cree. Dice que se la
arrebataste cuando nos rasgaste por la mitad mientras estábamos todavía en tu
vientre.
—Lo que os hice fue estúpido. Necesitábamos
que más parejas llenaran nuestras filas. Pensé que tener niñas gemelas nos
ayudaría a ganar la guerra.
—Jessica y yo no estábamos destinadas a ser
gemelas. Tomaste a la niña indefensa creciendo dentro de tu cuerpo y la
cortaste por la mitad. ¿Cómo pudiste hacer algo así? ¿Cómo pudiste desgarrar un
alma diminuta en dos cuando eras el único encargado de protegerlo?
—No pretendí que fuera así. Nacen gemelos todo
el tiempo. No me di cuenta de que estaba haciendo algo antinatural.
—Tú no lo comprendiste. ¿Así como no
comprendiste lo que estabas haciendo la noche que Max murió?
Changmin negó con la cabeza. La pena por su
hijo todavía le atormentaba por dentro, aún después de todos estos años.
—Fue otro error. Uno de tantos. Lamento tanto
que tú y Jessica se quedaran para sufrir por mis elecciones. Sólo intentaba
protegeros.
—Lo haces sonar tan razonable, como si
cualquier appa hubiera hecho lo mismo.
—No sabía lo qué les ocurriría. Lo juro.
—¿Cómo podrías no haberlo sabido? Llegaste a
nosotros aquella noche, nos despertaste de un sueño muerto para ese propósito
exclusivo.
—No. No fue así. Necesitaba abrazarlos, agarrar
a mis dos niñas vivas y asegurarme de que estaban bien.
—Esa no es la manera en la que lo recuerdo. Te
recuerdo tambaleándote en nuestro cuarto. Recuerdo que estabas llorando. Jessica
y yo nos asustamos. No sabíamos lo que sucedía y tú estabas llorando demasiado
fuerte para hablar. Te abrazamos, intentando a nuestra manera infantil
reconfortarte. Habríamos hecho cualquier cosa por hacerte sentir mejor, y tú
usaste eso para exprimir de nosotras una promesa que no comprendíamos.
—No supe lo que hacía.
—¿Cómo podrías no haberlo sabido? Nos miraste
de frente a cada una de nosotras cuando dijiste: Prometed a appa que nunca
crecerán. Sabías el poder que la promesa tendría sobre nosotras.
—Fueron simplemente palabras. No quería que
crecieran y se unirían a la lucha. No quería que murieran como su hermano lo hizo un poco antes aquella noche.
—Teníamos ocho años. No comprendimos lo qué
esa promesa nos costaría. Recuerdo dártela y sentir el aliento siendo aplastado
en nuestros pulmones. Recuerdo el pánico que nos cogió mientras esa promesa
penetró en nuestras almas, enjaulándonos en estos cuerpos diminutos.
—Lo siento tanto, Sunny. Nunca tuve la
intención de lastimarte.
Una risa vacía se alzó, demasiado vieja para
el cuerpo del que llegó.
—Hiciste un excelente trabajo sin siquiera
proponértelo.
—Un día lo entenderás.
—¿Cómo? —demandó Sunny— ¿Cuándo crezca y tenga
un hijo propio? Me has arrebatado eso. Me has quitado todo lo que debería haber
tenido, incluyendo el alejar a Jessica, la otra mitad de mí misma.
—No. No hice eso.
—Lo hiciste. Se fue porque no podía soportar
verte. No podía soportar el recuerdo de lo que deberíamos haber tenido, lo que
deberíamos haber llegado a ser.
—Eligió cambiar de bando.
—No. Eligió escapar, y el único lugar donde
estaría a salvo era con nuestro enemigo. No es como si ella pudiera haber
vivido por su cuenta.
—Nos traicionó —dijo Changmin, sabiendo que Jessica
había aprendido eso de él.
—Tú nos traicionaste. Tus acciones pusieron
todo eso en marcha. Estoy segura que el daño que has hecho aún no se ha
extinguido, al menos no para mí y Jessica.
—Si pudiera deshacer lo que hice, lo haría.
—Es muy tarde para eso. Tu tiempo está casi
terminado.
—Así es que puedes verlo, ver mi futuro.
Sunny asintió con la cabeza.
—¿Y tu padre?
—Tendrías que preguntarle a Jessica. Es su
turno.
—Desearía poder verla otra vez antes de morir
—dijo Changmin.
—No te preocupes —dijo Sunny—. La verás.
El corazón de Yesung iba a estallarle del
cuerpo. Primero tuvo el orgasmo más poderoso de su vida, y ahora Wook gritaba
de dolor mientras se retorcía entre los brazos.
—¡Henry! —gritó, extendiendo la mano como si
de verdad pudiera ver a su hermano.
—Wook, regresa a mí. —No sabía lo que le
ocurría a Henry, pero sabía con seguridad que no quería a Wook en ninguna parte
cerca de eso, ya fuera en cuerpo o mente.
Se quedó quieto, entonces abrió los ojos y le
miró. Las lágrimas se filtraron por los rabillos, mojando el pelo claro en sus
sienes.
—Estuvo aquí. Sólo un minuto. Lo están
lastimando.
Wook todavía se estaba agarrando firmemente el
vientre. Las piernas estaban dobladas hacia arriba apretadas contra su cuerpo,
y Yesung estaba seguro de que sabía el porqué.
—Está con los dolores. No hay nada que puedas
hacer.
Wook se apartó de él, saltando de la cama. Sus
ropas estaban enredadas sobre una silla, y se apresuró a ponérselas.
—Tengo que encontrarlo.
—¿Cómo? Todo lo que sabemos es que fue hacia
el sureste.
—Me llamó una vez. Lo hará de nuevo.
Yesung comenzó a vestirse, porque sabía que
saldría impetuosamente de aquí en cualquier momento, y no quería seguirlo con
el culo desnudo a lo largo del vestíbulo y asustar a todos los niños humanos.
—Y estará incapacitado por el dolor otra vez.
Wook se puso una camiseta por la cabeza.
—No me importa. Estaré preparado para eso la
próxima vez.
Yesung quería obligarlo a quedarse aquí. Era
demasiado precioso para arriesgarlo. Sabía que daría la vida por su hermano en
un latido y no podía dejar que eso ocurriera. No quería que Henry muriera, pero
si lo hiciera, no quería que se llevara a Wook con él.
—¿Exactamente qué piensas que ganarás
corriendo despavorido? Necesitamos ir a ver a Shindong y hacer esto en la forma
correcta.
—¿Cuánto tiempo crees que eso nos llevará?
¿Cuánto tiempo crees que tiene Henry? No puedo esperar.
Yesung agarró su brazo, siendo cuidadoso de no
sujetarlo demasiado duro.
—¿Qué bien hará que lo encuentres si no lo
puedes sacar vivo? Tenemos que reunir a los hombres.
—Bien. Habla con Shindong. Reúne a quien
quieras, pero nos vamos ahora.
Todos los Suju disponibles y un puñado de Zea
estaban dentro de los vehículos, en caravana hacia el sureste. Yesung abría la
marcha, buscando en el paisaje cualquier cosa que le resultara familiar.
Los recuerdos de Henry continuaban moviéndose
en la cabeza a pesar de que no necesitaba volver a verlos para recordarlos.
Habían estado conduciendo durante horas y el
atardecer se acercaba, faltaba poco más o menos dos horas. Kangin, Leeteuk y Changmin
estaban en el asiento de en medio, con Kevin, Zhoumi y Yunho en la parte
trasera.
—¿Reconoces algo? —preguntó Wook desde el asiento
del pasajero de la camioneta.
Había preguntado lo mismo cada pocos minutos
desde que habían salido, pero Yesung se negó a perder la paciencia con él.
—No. ¿Suerte en tu objetivo?
—En realidad no. De vez en cuando creo que me
estoy acercando, como si estuviera debilitándose, pero entonces se va y ya no
puedo sentirlo.
Yesung había estado vigilando cuidadosamente
el reloj cada vez que sentía el aleteo de excitación de
Wook a través del
vínculo. Después de ver el intervalo entre ellos disminuir lentamente, estaba
convencido de que las defensas mentales de Henry bajaban cada vez que había una
contracción.
Había cerca de seis minutos de diferencia ahora, según su cálculo.
Lanzó una mirada a la parte trasera de la
camioneta, donde Kevin se ocultaba del sol. Se encontró con la mirada de hielo
del Zea.
—¿Tienes un plan para cuando lo encontremos?
—Ninguno de nosotros sabe qué esperar —dijo Kevin—,
pero sin duda no será la primera persona embarazada que he tratado. Haré lo que
deba para mantenerlo con vida.
No hubo mención de la descendencia, y Yesung
adivinó que fue intencional.
—Ahí está él otra vez —dijo Wook, la voz era
alta por la excitación—. Casi puedo…
Sus palabras se interrumpieron con un grito de
dolor. Se encorvó hacia delante en el asiento de manera tan rápida que el
cinturón de seguridad lo atrapó y lo abrazó.
Yesung miró el reloj. Habían pasado sólo cinco
minutos. Se les acababa el tiempo.
Puso una mano en el hombro de Wook y pisó el
acelerador. Detestaba verlo sufrir así, pero sólo había una manera aceptable de
acabar con esto ahora: Encontrar a Henry.
Wook jadeaba por el dolor y sintió un aumento
en el flujo de energía entre ellos. Su relación se había fortalecido a un ritmo
increíble en las últimas horas, como si Wook supiera exactamente cómo hacer que
ocurriera. Por supuesto, el hecho de que los colores de la Luceria se hubieran
acomodado en un blanco brillante como la nieve podría haber tenido que ver con
eso.
Estaban ineludiblemente vinculados ahora, al
menos durante el tiempo que Yesung viviera. La única forma en que sería capaz
de dejarlo ir con un hombre más digno de él ahora sería tras la muerte.
—No va a pasar —dijo Wook con los dientes
apretados—. Me quedo contigo. Sólo contigo.
Por mucho que le gustara oír eso, no estaba
seguro de cómo se sentiría si él no pudiera salvar a Henry. La ira y el
resentimiento eran sentimientos feos y podrían crecer más rápidamente que el
cáncer. Lo había visto suceder antes.
—Sólo conduce. Nos enfrentaremos a eso más
tarde —le dijo Wook.
Yesung le sonrió. Le gustaba que su pequeño
asumiera automáticamente que tendrían un más tarde. No lo estaba alejando
todavía.
Tal vez nunca lo haría. La idea fue suficiente
para hacerle fantasear como un niñito, pero no había tiempo para eso ahora.
Tenía un hermano que rescatar.
—¿Alguna noticia de Siwon o Heechul? —preguntó
con voz lo suficientemente alta para que Zhoumi le oyera desde atrás.
—Todavía no. Les he dejado diez mil mensajes,
así que estoy seguro que llamarán cuando vuelvan a tener cobertura para el
móvil. Tengo un informe de Taeheon, sin embargo. Interrogó a Shan y encontró
signos de mancha Sasaeng en la mente del muchacho. El chico no tiene ni idea de
dónde está Henry. Lo único que sabía era que se le ordenó llevar a Wook a un centro
comercial, donde alguien lo recogería.
Yesung miró en el espejo retrovisor para
decirle algo a Zhoumi, pero las palabras le desaparecieron de la cabeza. Detrás
de él, la configuración del terreno, la pendiente de la ladera que habían
subido, encajaba perfectamente con uno de los recuerdos de Henry.
Redujo la velocidad de la camioneta, con
cuidado de no causar un accidente con los otros vehículos detrás de él. El
camino aquí no estaba dividido y estaba relativamente vacío.
—Viste algo, ¿no? —preguntó Wook.
—Sí. Espera.
Maniobró la camioneta, haciendo un cambio de
sentido. Detrás de él, el resto de la caravana le siguió.
Regresó por el camino por donde habían venido
y giró en una pista de grava que conducía a un terreno privado. La pista estaba
llena de baches, pero fue capaz de mantener la vista en la tierra que reconocía
y seguirla.
El sendero de grava terminó cerca de un
granero tan viejo que estaba cayéndose, y no había forma de que este vehículo
pasara sobre el suelo rocoso.
—Zhoumi, hazles saber a todos que estamos
cerca, pero vamos a tener que seguir a pie.
Estacionaron y saltaron de los vehículos.
Prepararse fue rápido y eficiente. Yesung ayudó a Wook a deslizarse dentro de
un abrigo de cuero blindado y una máscara, por si acaso. Él no tenía la
intención de dejar que se acercara lo suficiente a la lucha, pero no iba a
correr ningún riesgo.
Sus ojos llamearon un momento antes de que Wook
se doblara de dolor. Yesung lo agarró contra él y lo abrazó, mientras que el
espasmo pasaba.
—Está cerca —dijo Wook, respirando con
dificultad. El sudor había perlado su frente y todo el color
de su piel había
desaparecido—. Sabe que estamos aquí.
Eso significaba que los tipos malos también
podrían saberlo.
—Hora de moverse —gritó él.
Agarró fuertemente la cintura de Wook y lo
ayudó sobre el suelo rocoso.
A medida que se adelantaban, consiguió más
coincidencias entre el terreno y los recuerdos de Henry.
Había oscurecido
cuando lo habían traído aquí, pero había suficientes similitudes para que Yesung
no tuviera problemas en encontrar el camino que habían tomado. A unos cientos
de metros más adelante, la vegetación empezó a mostrar parches de desgaste
donde muchos pies habían pisoteado. Esas delgadas huellas comenzaron a
converger hasta que cayeron por el borde de un risco.
Yesung tuvo que saltar cerca de dos metros de
altura, pero tan pronto como lo hizo, vio la boca de la cueva. Parecía sin
cambios de la imagen que Henry le había dado, y acompañando a dicha imagen hubo
una explosión primitiva de miedo. Henry no había querido entrar. Incluso siendo
niño, había sabido temer esa oscuridad.
—Aquí —llamó al resto del grupo.
Se estiró por Wook, facilitándole el descenso
a su lado. Esperó hasta que el grupo estuvo listo, con sus espadas
desenvainadas, antes de entrar.
La oscuridad le engulló, junto con el fuerte
olor de animales y putrefacción. Este era sin duda el tipo de lugar donde a los
Sasaeng les gustaba ocultarse.
Yesung sacó suficiente energía del aire que le
rodeaba para alimentar su propia visión nocturna y silenciosamente le mostró a Wook
cómo hacer lo mismo a través de la conexión. Sintió el tirón sutil del poder
salir de él y supo que lo había captado sin problemas.
Le encantaba su mente y la velocidad del rayo
en la que se movía. Cada vez que su presencia estaba dentro de él, se sentía
más inteligente y más consciente del entorno. Esta vez no fue diferente. Estaba
allí, en el interior, una parte de él.
No creía que nunca volviera a sentirse entero
sin él.
Se movía lentamente por el túnel, en busca de
trampas o cualquier cosa que pudiera revelar su presencia. Tal vez los Sasaeng
ya sabían que estaban aquí, pero él no les iba a informar, si no lo sabían.
El túnel se hizo más angosto, curvándose a la
derecha. Acabó en una pequeña abertura, mostrando dos caminos alternativos que
podrían tomar. Uno de ellos era natural, y el otro había sido cavado por
herramientas y garras.
Se volvió hacia Wook.
—¿Alguna idea de por dónde?
Wook cerró los ojos y un pulso de poder fluyó
de él.
—No. Lo siento.
Yesung miró el reloj.
—Esperaremos un minuto. Podrás tener otra
oportunidad.
Su boca se abrió en estado de conmoción y una
débil línea de dolor se formó entre las cejas.
—Los dolores que siento. Son los dolores del
parto, ¿no?
—Eso es lo que creo. Cada vez son más
seguidos.
—¿Con cuánto tiempo? —preguntó Kevin.
—Cuatro, cuatro minutos y medio ahora.
La mano de Wook le agarró con fuerza del
brazo, pero esa fue la única señal que mostró del dolor que él sabía que
sentía. No hizo ningún ruido.
Cuando habló, estaba sin aliento.
—Por ahí. Está a nuestra derecha.
Yesung asintió con la cabeza.
—Iremos cuando estés listo.
Wook tragó saliva y enderezó su postura.
—Ya estoy listo.
Yesung no se opuso. Por mucho que lo odiara,
era el único camino.
Él los condujo dentro del túnel cavado. Había
varios lugares donde se estrechaba, pero todos pudieron pasar. Había más de una
docena de Suju detrás de él, listos y ansiosos de que este rescate terminara.
El túnel se inclinaba hacia abajo y después
hacia adelante, haciéndose accesible. Se detuvo y se volvió hacia Kangin, quien
estaba inmediatamente detrás de Wook.
—Voy a adelantarme para inspeccionar —susurró.
A Wook le dijo—: No te muevas un segundo; voy y vengo.
Para su crédito, Wook no discutió. Podía
sentir su agitación y el miedo, junto con la certeza de que el dolor volvería
de nuevo muy pronto.
Yesung avanzó tan silenciosamente como pudo,
ceñido a una de las paredes. Se asomó al área, energizando la visión para poder
ver con mayor claridad.
Era un dormitorio. Decenas de Sasaeng yacían
acurrucados en pilas como cachorros. No los reconoció. Estaba acostumbrado a
ver pieles y escamas, pero estas cosas ‑lo que sea que fuesen‑ tenían en su
mayor parte piel desnuda en su lugar. Ellos eran vagamente humanoides, aunque
más grandes que la mayoría de los hombres, tal vez dos metros si se ponían de
pie sobre sus patas traseras. Sus manos y pies eran enormes, y sus cabezas se
erizaban con mechones de pelo tieso. Al lado de cada montón de criaturas,
varias espadas estaban apoyadas contra escombros o la pared de la cueva.
Las espadas estaban estropeadas, oxidadas y
picadas por el uso, pero el hecho de que estuvieran allí era totalmente
inquietante. ¿Desde cuándo los monstruos habían empezado a usar armas en lugar
de dientes y garras?
No había señales de Henry, pero al otro lado
de la cueva, había un túnel que conducía a la derecha.
Yesung volvió al grupo.
—Hay una cueva más adelante llena de bestias
durmiendo. Tendremos que pasar a través de ellas.
—¿Cuántas? —preguntó Kangin.
—Treinta o cuarenta.
—¿Alguno amistoso? —preguntó Leeteuk.
—No.
—¿Cómo es de grande? —preguntó Kangin.
—Tal vez seis por nueve, más o menos.
Leeteuk sonrió.
—Lo tengo. Quedense atrás.
El y Kangin avanzaron. Unos segundos más
tarde, hubo una explosión de luz anaranjada, un susurro de calor y el sonido de
gritos animales. El humo se desvió por el túnel, pero Changmin levantó una mano
y lo desplazó sobre sus cabezas hacia la salida.
Wook siseó por el dolor y se agarró del brazo
duro de Yesung.
—Hay una especie de conmoción en torno a Henry.
Creo que ellos saben que estamos aquí.
Kangin y Leeteuk regresaron un minuto después.
—Área despejada. Yo no respiraría el humo, sin
embargo.
—Apartaré el humo lejos de nosotros —dijo Changmin—.
Vamos a acabar con esto. Si no lo recuperamos antes del atardecer, podrían
trasladarlo donde nunca lo encontráramos.
—No podemos permitir que eso suceda —dijo Wook,
jadeando.
—¿Puedes caminar? —preguntó Yesung.
Sentía que no estaba luchando contra el dolor,
dejándolo dentro ‑era el único vínculo que tenía con Henry, pero casi le dejaba
incapacitado.
Asintió con la cabeza, por lo que Yesung lo
ayudó a mantener su peso, siguiendo a Kangin y Leeteuk a la cámara.
Los cadáveres quemados eran montones
calcinados, como si ni siquiera hubieran tenido tiempo para moverse antes de
morir. Claramente, la capacidad de Leeteuk había crecido desde que se había
vinculado con Kangin hacía casi un año. A Yesung no le gustaría estar en el
extremo receptor del poder que ejercía.
Se trasladaron al siguiente túnel y habían
pasado algunos metros cuando Zhoumi dijo:
—Tenemos movimiento detrás de nosotros.
—Zhoumi, tú, Simon y los otros hombres
desvinculados mantengan nuestra vía de escape —ordenó Yunho—. Tenemos que seguir
adelante.
Wook se apoyaba más fuerte ahora, y podía
sentir el dolor apretando más su cuerpo con cada paso.
—Nos estamos acercando —susurró—. Puedo
sentirlo.
Detrás de ellos, el sonido del combate
comenzó. Los gruñidos de los Sasaeng y el golpe de acero contra los huesos
aumentaron de intensidad mientras su única salida conocida estaba siendo
comprometida. Delante de ellos, un grito alto y de dolor se hizo eco en las
paredes de roca.
Henry había intentado mantenerse fuerte. Había
tratado de no llamar a Wook, pero había fallado. El dolor había sido demasiado
para aguantarlo, y con cada espasmo que le desgarraba el cuerpo, se había
quedado más débil y menos capaz de bloquear a Wook.
Sooman lo había atado a una mesa de metal,
incapaz de moverse. Estaba inmovilizado en la mesa preparado para que sacaran a
la cosa. Alrededor los demonios Sasaeng se agazapaban con ansiedad, como
esperando una comida. Tal vez eso era en lo que se había convertido, si este
parto lo mataba.
No tenía ni idea.
«Estamos aquí. Espera». La voz de Wook le
llegó como fresca y clara agua fluyendo sobre él.
—El está aquí —dijo Jessica—. Por fin. Y una
vez que tenga a Wook, estoy segura que Heechul no
estará lejos. Encantador.
El pánico se deslizó a través de Henry,
arañándolo. «Corre», trató de gritar en la mente, pero no estaba seguro de si Wook
podía oírlo. No podía concentrarse con tanto dolor retorciéndolo. Estaba seguro
de que la cosa que tenía dentro iba a partirlo en dos.
—Guardias —ordenó Sooman en un siseo casi
metálico de respiración—. Maten a los hombres. Sin ellos, las parejas serán
nuestras para tomarlos.
Henry no podía ver cuántos guardias había,
pero al menos veinte estaban en su línea de visión y podía oír más moviéndose
cerca. Había demasiados. No había manera de que Wook fuera capaz de pasar.
«Corre. Por favor», volvió a gritar, rogando
que Wook lo oyera.
Jessica frunció el ceño por un momento, ladeando
la rubia cabeza como si estuviera escuchando.
—Maten a Yunho primero o Changmin acabará con
todos nosotros.
—¿Sin sentimentalismos por tu propio padre?
—preguntó Sooman.
La cara de Jessica se volvió dura y fría.
—Ninguno. Matenlo.
Otro espasmo de dolor se apoderó del cuerpo de
Henry, estrujándole un grito. Le robó el aliento del pecho y le bloqueó los
pulmones. Sintió como algo abría su inchado vientre, todo lo demás desapareció
haciendo frente a tanto dolor. Todas las defensas cayeron. Wook apareció en la
mente, fuerte y tranquilizador.
Henry se agarró a ese sentimiento, como una
cuerda de salvamento. Sabía que su tiempo había terminado. La cosa llegaba. Wook
no había podido salvarlo, pero al menos estaba allí ahora. Por lo menos Henry
no tenía que morir solo.
Wook tropezó cuando la conexión que tenía con Henry
llameó a la vida, más fuerte de lo que había sido nunca. El dolor de su hermano
era el mundo entero, pero Wook se centró en excluirlo para poder concentrarse
lo suficiente como para encontrar la manera de salvarlo.
Yesung le ayudó a mantener el equilibrio sobre
los pies.
—¿Necesitas detenerte?
—No. Está delante. Cerca.
Wook instó a los ojos de Henry a abrirse,
ordenó a los músculos de su hermano a moverse para que pudiera mirar a su
alrededor y mostrar a Wook dónde estaba y cómo sacarlo. Lo que vio estaba lejos
de consolarlo.
—Sooman está con él. También Jessica.
Desde detrás de él, Wook oyó a Changmin
contener el aliento.
—Hay… —contó rápidamente—, por lo menos
treinta Sasaeng allí. Saben que nos acercamos, están a ambos lados de la
apertura.
Wook envió la información a Yesung con un
pensamiento, para que pudiera ver lo mismo.
—Kangin, toma el lado derecho. Yo me ocupo del
izquierdo —dijo Yesung.
Los dos hombres corriendo por delante, con las
espadas desenvainadas. Leeteuk estaba justo detrás de ellos, y Wook hizo todo
lo posible para mantenerse en pie. Podía sentir el calor de la mano de Yunho a
su lado. Él no lo tocó, pero estaba listo para atraparlo si se caía.
Wook envió lo que podría tranquilizar a su
hermano, observar a través de sus ojos como Kangin y Yesung despejaban el túnel
y atacaban a los guardias que les esperaban.
Un dolor mas fuerte golpeó a Henry y una
porción de la conciencia de Wook quedó ciega cuando su hermano cerró los ojos.
Tropezó en la pared y sintió la quemadura del tacto de Yunho mientras él lo
aguantaba.
Tenía que cortar la conexión con Henry si
quería tener alguna posibilidad de concentrarse lo suficiente como para
salvarlo.
«Estamos llegando. Te quiero», le dijo a Henry,
y luego dejó que la conexión se desvaneciera hasta que pudo sentir a Henry,
pero ya no podía escuchar sus pensamientos o ver a través de sus ojos.
En el momento en que Wook fue capaz de
moverse, Leeteuk ya estaba en la abertura de la cueva, luchando. Una columna de
fuego tan gruesa como un brazo se disparó de la mano de Leeteuk. Wook dio un
paso detrás de él justo a tiempo para ver que la llama destruía a un grupo de
tres Sasaeng. Se abrasaron rápidamente, cayendo al suelo antes de que sus
gritos hicieran eco en las paredes.
Ya que el fuego parecía funcionar, Wook no iba
a arriesgarse de nuevo. Envió la mente en busca de los Sgath o cualquier otra
criatura de aquí que él pudiera controlar.
Una especie de resonancia brilló alrededor de
uno de ellos, diciéndole que era su objetivo. No era un Sgath. Era alto,
erguido sobre dos piernas, y agarrando una espada en la mano, la cual terminaba
en largas y negras uñas. Nunca había visto nada como esto, pero eso importaba
poco. Lo que importaba era que su sangre fluía dentro de sus venas y hacía que
su mente fuera de él.
Wook dio un paso atrás en el túnel para no
estar en medio del camino, se despojó del cuerpo y se lanzó dentro de la cabeza
del monstruo.
Su mente era un lugar caluroso y extraño. El
hambre de sangre consumía sus pensamientos, pero el temor a Sooman le mantenía
en su lugar.
Tomó el control del cuerpo de la cosa,
empujándose entre los pensamientos y acciones. El monstruo rugió en desafío,
pero el único sonido que hizo estaba dentro de su propia mente.
Lo impulsó hacia adelante, moviendo el extraño
y delgado cuerpo torpemente hacia Sooman.
Iba a matarlo con su propio siervo antes de
que tuviera tiempo de entender siquiera lo que había sucedido.
Sooman se inclinó sobre Henry, aflojando las
restricciones que habían utilizado para sujetarlo. No lo vio llegar dentro del
cuerpo prestado del Sasaeng. Levantó la espada, preparándose para clavársela en
la espalda.
Desde unos metros de distancia, Jessica gritó
una advertencia.
Sooman se tiró a un lado cuando Wook golpeó.
La espada golpeó la mesa de metal, deslizándose a lo largo del borde. El
movimiento golpeó al monstruo de Wook haciéndole perder estabilidad y él no
tenía suficiente práctica moviendo su cuerpo para recuperarle. El monstruo cayó
al suelo en un montón torpe.
Wook lo puso de pie, pero cuando se volvió a
atacar a Sooman de nuevo, éste ya tenía su propia espada. Con una poderosa
oscilación, cortó la cabeza del monstruo.
Wook se empujó fuera de su mente antes de que
la cabeza golpeara el suelo. No podía ver, no podía sentir. La energía flotaba
a su alrededor, caliente y chisporroteando contra lo que tocara.
La desorientación duró un rato antes de que se
diera cuenta de que no había vuelto a su propio cuerpo. Saltar del monstruo tan
de repente lo había dejado tambaleando y sin un ancla.
Y entonces lo sintió. Yesung. Su poder
radiada, encendido como un faro. Wook siguió ese poder hasta que pudo llegar a
él.
Su mente era un lugar familiar. Reconfortante.
Incluso en medio de la batalla, cuando su cuerpo está trabajando duro y sus
pensamientos estaban en las tácticas de la matanza, todavía le aliviaba el
alma.
Quería quedarse dentro de él, acurrucado en su calor, pero había algo que
tenía que hacer.
Henry. Henry estaba aquí y estaba en
problemas. Wook tuvo que volver al cuerpo para que pudiera salvar a su
hermanito.
Utilizando el vínculo de la Luceria como marco
de referencia, Wook siguió la vía entre él y Yesung, encontró el cuerpo y se
relajó donde pertenecía. Le llevó un momento aclimatarse a su propia piel y
disfrutar de su entorno nuevo.
El suelo debajo de él era frío y duro. La
batalla se libraba delante. El humo ondulaba a lo largo del áspero y alto techo
de la cámara, la prueba del trabajo de Leeteuk. Los cuerpos sangrantes de los Sasaeng
desordenados por el suelo, cerca del túnel. Yunho, Kangin y Yesung estaban
reduciendo a
los demonios, cayendo uno por uno.
Kevin se abría paso hacia Henry. Su única
función esta noche era asegurarse de que el sobreviviera, y si algo le sucedía
a él, las posibilidades de supervivencia de Henry caerían en picado.
Wook luchó por aguantar. El mareo le molestaba
sin cesar, haciéndolo sudar y revolviéndole el estómago en una torsión
enfermiza.
Se apoyó contra la pared de roca, dejando que
le sostuviera. Había estado en la mente de Heechul suficientes veces para saber
lo que podría hacer. Wook no estaba seguro de si sus puntos fuertes estaban en
la misma área que los de Heechul, o si tratar de crear un escudo dolería tanto
como dolió jugar con fuego. De cualquier manera, valía la pena intentarlo.
Wook tiró del poder de Yesung, dejando que le
llenara. Mantuvo los ojos en Kevin y se imaginó una burbuja gigante formándose
alrededor de su cuerpo.
Un segundo después, Kevin se estrelló contra
un muro invisible.
Correcto. Wook necesitaba dejar que se
moviera, llevándose la burbuja con él.
Una hoja de Sasaeng bajó hacia la cabeza de Kevin.
Se deslizó fuera de la superficie ondulante del escudo que Wook había creado,
pero ese golpe resonó en la cabeza, como si una campana gigante le hubiera golpeado
contra la oreja.
El impacto del golpe le sacudió, y le tomó
cada pedacito de concentración que tenía para mantener la barrera constante.
A unos metros de distancia, Sooman envolvió
con sus dedos demasiado largos el tobillo de Henry.
Agarró a uno de sus propios
demonios y le abrió el pecho en canal. La sangre se derramaba de la bestia.
Algo brillante destelló en el puño de Sooman cuando lo empujó dentro del pecho
del demonio sangrante.
Una luz cegadora estalló dentro de la cueva, y
una oleada de aire estancado arrolló a Wook. Cuando pudo ver de nuevo, Sooman
se había ido. La mesa donde había estado Henry estaba vacía.
—Henry —gritó Wook, tropezando hacia donde su
hermano había estado sólo un segundo antes.
La mano fuerte de Changmin lo agarró del
brazo, deteniéndolo de arrojándose al combate.
—Se ha teletransportado lejos con él. Se han
ido.
—Tenemos que ir tras ellos. Sigámosles.
Los ojos negros de Changmin se apartaron, lleno
de vergüenza.
—Estoy demasiado débil. Lo siento.
Wook no iba a permitir que esto sucediera. No
había estado tan cerca de recuperar a su hermano sólo para perderlo así.
Tomó la cabeza de Changmin entre las manos y
aró su camino en la mente del otro hombre.
—Muéstrame —exigió—. Muéstrame cómo encontrarlo.
Lo haré yo mismo.
El conocimiento estaba dentro de la mente
desordenada de Changmin, junto con una montaña de información. No había tiempo
para detenerse en nada de eso, tan tentadora como era la idea. En cambio, Wook
fue directo a los conocimientos que necesitaba y los arrancó.
Los ojos de Changmin se ampliaron y un jadeo
horrorizado se congeló en sus labios.
Wook tenía lo que necesitaba. La semilla
brillante de conocimiento latía en su interior, listo para ser utilizado.
Necesitaba estar más cerca de Yesung y Kevin
para poder llevarlos con él. No podía hacerlo por su cuenta. Envió una llamada
a la mente de Yesung, gritándole que tomara a Kevin. Confiando en que él haría
lo que le pedía, extendió la mente, en busca de alguna señal de su hermanito.
El dolor le estalló en el cuerpo, agarrándolo
con tanta fuerza que no podía respirar. El dolor era peor que antes. Sentía el
miedo de Henry, sentía la desesperación.
«Espera», le rogó a su hermano. «Estamos
llegando».
Wook sintió a Yesung deslizarle la mano en la
suya, escuchó sus pensamientos susurrándole que estaba aquí con Kevin.
Wook agarró fuerte su mano, abrió el
conocimiento que le había robado a Changmin, y succionó una columna enorme de
poder.
El mundo se retorció, brilló y después todo se
volvió negro.
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