Cuando el atlante se marchó, sintió un inexplicable deseo de hacer lo que
Shindong le sugirió.
Siwan se dirigió fuera del área de vendedores, hacia la escalera
mecánica. Apenas había llegado cuando sintió el aroma. Giró bruscamente a la
izquierda, esperando ver a quien pertenecía.
No estaba allí.
Sin embargo, él estaba duro. Listo. El animal que llevaba dentro rugía
por probar el sabor de ese cuerpo.
Se dirigió a la escalera mecánica para escapar del aroma. Parecía que
fuera más fuerte.
Bajó la cabeza, exploró la multitud pero ninguno de su especie estaba
ahí. Cerrando los ojos, olfateó el aire. La fragancia era
sutil ahora. Y estaba...
Él hizo un rodeo.
No había ninguna pareja, sólo Romeo, y él apestaba. Siwan no pudo evitar
olfatear a Romeo, quien inmediatamente lo apartó de un empujón.
—Hombre, odio cuando haces eso. Y no lo hagas en público. Alguien podría
formarse una idea equivocada de nosotros.
Él ignoró el tono de reprimenda de su hermano.
—¿Dónde está? —demandó Siwan.
—Fuera de alcance.
El aroma lo inundaba, incluso con más fuerza que antes. Su cuerpo estaba
tenso. Deseoso. Cada parte de él le ansiaba.
Y no iba a aceptar un no por respuesta.
—¿Dónde? —rugió él.
Romeo negó con la cabeza.
Pero no era necesario que se lo dijera. Todas las hormonas de su cuerpo
lo sentían. En contra de su voluntad, Siwan se lanzó en una carrera, mientras
atravesaba la multitud, hacia el ascensor.
Sin pensar, se proyectó desde el vestíbulo al décimo sexto piso.
El aroma era aún más fuerte allí. Más deseable.
Más intenso.
Siwan siguió rastreando por el pasillo hasta que encontró su puerta. No
pudo respirar cuando su aroma llenó todo su ser. Apoyando la cabeza contra la
madera, cerró los ojos y luchó contra el repentino impulso de patear la puerta
y entrar.
Eso probablemente lo espantaría y, por otro lado, no quería tener público
para lo que intentaba hacer.
Golpeó la puerta con el puño cerrado y esperó hasta que un pequeño joven
pelinegro le abrió. Respiraba con dificultad, cuando lo miró, deseándolo con
cada parte de él.
Pero a pesar de toda su hambre sexual, sabía que ahora le tocaba al joven
realizar su movida...
Heecheol no pudo respirar cuando miró fijamente a la sexy pantera en la
entrada de su puerta. Personificaba todo lo que era básico y masculino. Sus
manos estaban a ambos lados del marco mientras le miraba con una intensidad tan
cruda, que le estremeció. Su poder masculino y su gracia letal emanaban por
todos los poros de su magnífico cuerpo.
Su rostro estaba elegantemente tallado e incluso tenía una áspera calidad
que evitaba que fuera bonito. Vestía unos jeans negros y una camiseta negra. Había
algo eterno y antiguo en él. Algo que se extendía a hacía que todo su cuerpo
ardiera en llamas.
Sin que lo invitara, entró a la habitación e inclinó su cabeza para que
él pudiera frotar su rostro contra su pelo.
Heecheol jadeó cuando esa simple acción le hizo temblar entero. La
respiración de él le quemaba toda su piel extra sensible, que lo único que
deseaba era su contacto. Sus pezones se endurecieron ante la expectativa de lo
que estaba por venir.
—Gataki —murmuró él la palabra griega para “gatito”, mientras aspiraba su
pelo.
Su mitad humana deseaba alejarse de un empujón. La parte animal se
rehusaba. Sólo quería abrazarlo. Arrancarle las ropas y saber de una vez por
todas lo que era tener sexo.
La puerta de su habitación se cerró de un portazo por voluntad propia.
Heecheol anduvo en círculos a su alrededor, frotando su cuerpo contra el
de él, al mismo tiempo que resistía el impulso de gritar de placer.
—¿Me aceptas? —preguntó él en forma retórica.
En teoría, era la pareja la que elegía a su amante, pero cuando estaba
sexualmente consciente del macho, realmente no había escapatoria.
Todo lo que pudo hacer Heecheol fue asentir con la cabeza. Su cuerpo
nunca le dejaría rechazarlo. Él era demasiado viril. Demasiado apasionado.
Demasiado de lo que necesitaba.
Él se volvió con un feroz rugido cuando lo agarró para darle un candente
beso. Heecheol gimió al sentir su sabor. Nadie lo había besado nunca. Estaba
prohibido para cualquier hombre tocar a una pareja que no fuera su pariente
hasta que ésta tuviera su primer ciclo.
Incluso entonces, había sido un adolescente, sus amigos y él habían
susurrado sobre lo que deseaban de su primer aparejamiento y a quién elegirían.
Heecheol había esperado que Lucas fuera el primero. Con casi
cuatrocientos años de edad, él era legendario entre su gente por su valor y
habilidad de enseñar a un joven-pantera sobre su pasión.
Pero su apostura palidecía en comparación con el extraño que tenía ante él.
Este hombre sabía a vino y a decadencia. A un poder y conocimiento místico y
exótico.
Él recorrió su lengua contra la suya, al mismo tiempo que su cuerpo se
calentaba febrilmente.
—¿Eres Siwan? —le preguntó, mientras le mordisqueaba sus firmes labios.
—Sí.
Bien. Al menos no lo compartiría. Era un pequeño alivio saber eso.
—¿Cómo te llamas, gataki?
—Jung Heecheol.
Él retrocedió para sonreírle.
—Heecheol —ronroneó él mientras enterraba sus manos en su pelo antes de
aspirar la carne sensible de su cuello, para después lamerlo lentamente.
Juguetonamente—. ¿Y qué sorpresas estás ocultando del mundo en tu caja, Heecheol?
No pudo responder cuando él continuó lamiendo su piel. Sus rodillas se
doblaron. Sólo la fuerza de los brazos que lo rodeaban evitó que se cayera.
Siwan sabía que debería irse. Debería proyectarse a una ducha fría en
cualquier parte.
Pero no pudo.
Era demasiado hipnótico. Demasiado tentador. El animal en él se negó a
irse hasta que lo hubiera saboreado.
Y él sería el primero. Podía oler su estado inocente.
Ese solo conocimiento fue suficiente para hacerlo rugir. Nunca había
tomado a un joven virgen antes. En cuanto a eso, rara vez había tomado a una pareja
de su propia especie. Una pantera era violenta por naturaleza. Tenía que ser
dominada, y si un hombre no era lo bastante rápido, podría ser mutilado o
asesinado durante el apareamiento.
Una vez que sucumbía al orgasmo, la ferocidad de ello le convertiría en
una fiera. Se volvería contra su amante con garras y dientes. En el caso de los
Katagari, se convertiría a su forma animal y atacaría a su amante.
El hombre tendría que estar listo para retroceder y transformarse a su
forma animal o no sería capaz de defenderse contra su repentina sobrecarga
hormonal y psíquica.
Eso te hacía pensar.
Siwan nunca le había gustado demasiado el apareamiento violento. Prefería
tomarse su tiempo para complacer a su amante. Para probar cada pulgada de su
cuerpo a su conveniencia.
Siempre le había gustado el sabor de un joven. Su aroma. La sensación de
su suave cuerpo frotándose con el de él, que era más áspero. Siempre le gustó
escuchar los sonidos de su éxtasis haciendo eco en sus oídos cuando lo llevaba
al clímax una y otra vez.
Y Heecheol...
El sería distinto a cualquier joven que había conocido. Su primer
arcadiano.
Su primer joven virgen.
Besándolo profundamente, él desprendió las ropas que los cubrían a ambos
para que no hubiera nada entre sus manos y su dulce y suculenta piel.
Heecheol tembló en sus brazos.
—Está bien, gataki —dijo él, deslizando una mano por su flexible
espalda—. No voy a lastimarte.
Sus palabras reflejaron su pánico.
—Tú eres un macho Katagari.
Él mordisqueó su hombro, deleitándose con el sabor de su suave y salada
piel. Realmente, era decadente. Un regalo muy apetitoso para saciar la bestia
dentro de él.
—Y no voy a lastimarte —reiteró él, mientras le mordisqueaba desde el
hombro hasta el omóplato, bajando por su espalda.
Luego al frente para poder saborear su pecho.
Heecheol gritó en el instante que él cerró su boca alrededor de un
endurecido y sensible pezón. Su cuerpo se sacudió y ardió.
¿Qué era esto? Todo lo que podía pensar era tenerlo dentro. Tener toda
esa piel dura yaciendo sobre él, al mismo tiempo que le enseñaba lo que
realmente significaba ser amado por un hombre.
Todo él era puro músculo. Fuerza. Poder. Perversidad.
Y por el momento, era todo suyo...
Él retrocedió con un gruñido, antes de llevarlo a la cama. Se sentía tan
deseado dentro de sus brazos.
El cobertor se apartó por sí solo para que él pudiera colocarle al centro
de la cama. El nerviosismo de Heecheol regresó cuando las frías sábanas rozaron
su enfebrecida piel.
Había esperado toda una vida por este momento. ¿Qué le sucedía? ¿Lo
cambiaría? ¿Lo haría él?
Siwan lo besó con ferocidad, mientras le levantaba los brazos por encima
de su cabeza. Dos segundos más tarde, algo envolvía las muñecas de Heecheol y
las mantenía ahí.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, aun más nervioso que antes.
Su suave tacto lo tranquilizó cuando él le masajeó sus tensos hombros.
—Quiero asegurarme que ninguno de nosotros saldrá herido, gataki . Nunca
has tenido un orgasmo antes y no tienes idea de lo que puede hacerte.
—¿Lastimará?
Él rió ante eso y con su mano envolvió su miembro.
—No te lastimará en lo absoluto.
Deseaba creerle. El animal en su interior no detectó una mentira así que
se relajó. Siwan podría no ser el hombre que eligió al principio, pero estaba
probando ser lo bastante gentil como para tranquilizar su parte humana.
Él se tendió a su costado, para poder estudiar su cuerpo. Deslizó una
mano callosa sobre su pecho, luego volvió a deslizarla más abajo para poder
juguetear con sus muslos.
Apretó los dientes cuando el fuego consumió su cuerpo. Ansiaba que esa
mano se moviera para que calmara el dolor quemante en su miembro hasta que
pudiera pensar con claridad de nuevo.
—Dime con qué sueñas, Heecheol —le dijo tranquilamente él, mientras un
dedo la punta de su miembro.
Se pasó la lengua por los labios cuando el placer le embargaba. Pero nada
parecía calmar el dolor despiadado y agridulce que sentía dentro.
Siwan sopló sobre su erecto pezón.
—¿Cómo acepta en su cuerpo un joven arcadiano a un hombre?
—¿No lo sabes?
Él se movió para quedar encima. Heecheol gimió ante la deliciosa
sensación de su piel desnuda presionando la suya. Era raro entre los arcadianos encontrar a un
hombre que estuviera tan a gusto con sus habilidades psíquicas. Habían
aprendido a ocultarlas a menos que estuvieran peleando con sus primos animales.
Siwan no parecía tener tales restricciones y Heecheol se preguntó si
todos los Katagari serían iguales a él.
Él afirmó con la cabeza cuando lo miró en una forma que le recordaba
tanto a una pantera que era casi aterrador.
Heecheol miró con cuidado sus ojos, buscando cualquier signo de que se
volviera contra él como una fiera y le hiciera daño.
—¿Vas a devorarme?
Su sonrisa fue perversa.
—Hasta que implores que me detenga.
Siwan se inclinó hacia adelante para poder presionar su mejilla contra la
de él y saborear la sensación de su delicada piel. Era totalmente delicioso.
Con los humanas, él había tenido que ocultar lo que era. Pero Heecheol
sabía perfectamente lo que era y, a diferencia de los jóvenes Katagari, no
estaba peleando con él. Respondía a sus caricias igual que lo haría un humano.
Con una delicada e inocente confianza.
Era refrescante y conmovía una parte extraña en él en forma profunda.
Deseaba complacerlo en una forma que nunca había querido complacer a
alguien más.
Extendiendo una mano entre ellos, para poder tocarlo íntimamente.
Él gritó de éxtasis.
Su respuesta lo encantó. Siwan utilizó sus poderes para cubrir los sonidos
que se escapaban de la habitación cuando él lo beso en forma descendente por
todo su cuerpo hasta llegar al lugar donde sus manos estaban jugueteando.
Y entonces, Heecheol sintió la cosa más increíble de todas. La boca de Siwan
atormentándolo. Siseando, tiró la cabeza hacia atrás y arqueó la columna
mientras su lengua ejercía esa magia increíble. Él hundió un largo y delgado
dedo en su interior mientras que su lengua continuaba explorando
cada tierno centímetro con una minuciosidad que era cegadora por su intensidad.
Siwan no podía quitarle los ojos de encima, al mismo tiempo que observaba
su cabeza girar hacia atrás y adelante sobre la almohada. No había nada que un
hombre de su especie valorara más que el sabor del clímax de un virgen.
Su especie era conocida por matar por el privilegio de tomar a un joven
virgen, y por primera vez en su vida, él entendió ese deseo básico.
La revelación lo impactó. Siempre se había dicho que una pareja no valía
la vida de otra pantera. Pero cuando observó su inocente y descarada reacción
ante su contacto, ya no estaba tan seguro.
Cuando Heecheol se corrió, gritando su nombre, él sintió algo profundo en
su interior que lo llenó de orgullo y satisfacción.
Siwan le inmovilizó las caderas, esperando tener que alejarse de él.
No lo hizo. Carecía de las tendencias violentas de su especie. En vez de
atacarlo, yacía en la cama, jadeante y ronroneando mientras dejaba que el
clímax fluyera.
Heecheol no estaba seguro de lo que le había sucedido. Pero había sido
increíble. Maravilloso. Y lo dejó deseando más de él. Aún sentía los espasmos
de su cuerpo cuando Siwan continuó acariciando y atormentando hasta debilitarlo.
De repente, las manos de Heecheol quedaron libres, y las extendió y
hundió en el sedoso pelo de Siwan, mientras que él gentilmente lo giraba sobre
su estómago.
—Voy a mostrarte lo que se siente tener un hombre en tu interior, Heecheol.
El se estremeció ante la erótica imagen que pasó por su mente de Siwan embistiéndolo.
—Por favor, no me rompas el cuello.
Él le apartó el pelo y le dio un tierno beso en su nuca.
—Nunca te haré daño, gataki.
Se estremeció ante sus susurros.
Le levantó una pierna, luego se introdujo profundamente en él. Heecheol
gritó cuando lo llenó completamente. Él era largo y duro, y estaba tan dentro
que no podía ni respirar.
Nunca había sentido nada como su plenitud dentro de él. La intimidad de
su contacto en un lugar que nadie había tocado antes.
Más que eso, sintió que algo se rompía cuando una energía eléctrica lo
recorrió entera. Todo su cuerpo ardía y se estremecía.
Siwan hizo rechinar sus dientes cuando el placer lo embargó. Nunca había
sentido nada mejor que ese calor apretado y húmedo que lo envolvía. Todo lo que
quería hacer era penetrarlo fuerte y furiosamente hasta estar completamente
saciado.
Pero no quería asustarlo o herirlo de ninguna manera.
Apoyándose en un brazo, él recorrió con su lengua la sensible piel de la
oreja de Heecheol y respiró ligeramente sobre ella. Heecheol se estremeció bajo
él.
Él sonrió ante eso, mientras que su mano recorría su piel para volver a tomar
su duro e inflamado miembros.
Heecheol gemía ante la sensación de su mano moviéndose al mismo tiempo
que sus largas y gentiles caricias. Ningún hombre, arcadiano o de cualquier
especie, podía ser más tierno. Nunca hubiera creído que esto fuera posible por
parte de un animal.
Sólo que no era un animal quien lo estaba abrazando. Era más humano que
todos los que había conocido.
Y amable. No había dolor y se preguntó si él estaría utilizando sus
poderes para aumentar el placer que le entregaban sus caricias. Sólo quiso
haber conocido lo suficiente de sus nuevos poderes para devolverle el favor.
Él empezó a moverse lentamente. Luego más rápido. Más rápido. Y más
rápido aún.
Heecheol gritó ante la velocidad de sus embates mientras continuaban
aumentando. Gritando por el placer, balanceaba sus caderas contra las de él,
conduciéndolo aún más profundo hasta que todo lo que pudo hacer fue gritar.
Siwan rechinó los dientes cuando Heecheol se movió en sincronía con él.
Era exquisitamente demandante. Y cuando se corrió de nuevo, él rió hasta que la
sensación de su cuerpo que lo apretaba lo envió al borde y también llegó al
clímax.
Él rugió fuerte cuando el éxtasis lo embargó con olas y olas de placer.
Heecheol se colapsó bajo él un instante antes de que se pusiera de
espaldas.
Esperando su ataque, Siwan casi saltó de la cama. Pero él extendió un
brazo y le rodeó los hombros para acercarlo.
La sonrisa en su rostro entibió su corazón.
—Gracias —respiró Heecheol—. Es la primera vez en días que mi cuerpo se
siente como si me perteneciera de nuevo.
Siwan inclinó su cabeza hacia él, y luego tomó su pequeña mano para poder
darle un beso en los nudillos.
Jajajajajajajaja
ResponderEliminarwoow,pues que bien cuida y protege Romeo......ㄱㄱ
Pero supongo que "tenia que pasar" como siempre dice Shin....cierto.
Esta pareja es del futuro,supongo qur ya no atacan a sus amantes cuando el orgasmo los invade. Jajaja siwan y su salto del susto....pero cheol lo reconforto *0* ♥