Kangin se despertó poco tiempo después. Al levantarse se dio
cuenta de que la mayor parte de las heridas habían desaparecido. Se quitó las
vendas manchadas de sangre y las tiró a la papelera, situada junto a la puerta.
–¿Leeteuk? –lo llamó, asomándose al pasillo.
Nadie contestó. En la casa no se escuchaba ningún sonido,
todo estaba en silencio. Aún estaría fuera.
Cogió su ropa y entró al baño. No tardó mucho en ducharse,
afeitarse y vestirse. Una vez aseado, volvió a la habitación. Se detuvo en la
puerta al ver a Leeteuk. Llevaba unos vaqueros muy ajustados y una sudadera
negra que ocultaba esas curvas que él se moría por acariciar. El pelo suelto le
daba una apariencia muy sugerente.
Se acercó en silencio a él, que estaba de espaldas, y vio
que estaba mirando la papelera. Sin hablar, inclinó la cabeza y le mordisqueó
el cuello.
En cuanto sus labios la rozaron captó su aroma. No era
Leeteuk.
Era Heechul.
Kangin retrocedió, alejándose, mientras Heechul se giraba
para mirarlo frente a frente. Aún tenía la cara magullada por la paliza que le
habían dado los secuaces de Changsu y llevaba un apósito sobre los puntos de
sutura. Se agachó, medio cojeando, y adoptó una postura de ataque.