The Lover- 8



Con un suspiro, Donghae dejó a un lado el libro que llevaba sin leer desde hacía largo rato. Era más de medianoche, una hora en la que un tendero que debía levantarse al alba tendría que estar durmiendo. Aun así, el desasosiego lo mantenía despierto.

Hyukjae llevaba sin ir a verlo desde hacía cuatro días, desde la mañana en la que había sorprendido a Hyung. Se mostró ofendido, casi furioso por no haberle confiado la existencia de su hijo. ¿Seguiría enfadado?

¿O sería aquella furia, simplemente, un catalizador del principio del fin? ¿O el fin en sí mismo?

Como nunca había tenido un amorío, no sabía cómo terminaban. Pensándolo bien, suponía que las visitas de Hyukjae se irían haciendo cada vez menos frecuentes hasta que cesaran de forma definitiva, seguramente, con un intento por su parte de hacerle un lujoso regalo de despedida, que él rechazaría con rotundidad.

Pero tal vez no fuera así. Tal vez terminaría sin más, bruscamente, sin previo aviso. Tal vez no volviese a verlo, ni a sentir sus caricias, ni a oír el cautivador sonido de su risa. Fue preso de un abatimiento tan profundo e inesperado que se quedó sin aliento.

—Donghae.

Inspiró con aspereza al oírlo, creyendo al principio que había imaginado su voz. Luego, Hyukjae apareció en el círculo de luz de la vela. Con un pequeño grito, Donghae saltó de la cama y corrió hacia él, mientras el libro resbalaba, olvidado, al suelo.

Hyukjae lo estrechó y lo apretó contra él; luego, tomó su mejilla en la mano mientras le besaba el pelo, la frente.

—Donghae, cariño —suspiró junto a sus cabellos—. Lo siento, querido mío. De haber sabido lo complicado que era todo este asunto de los debuts, habría huido del país —mientras lo acariciaban, sus dedos tropezaron con la humedad que resbalaba de sus párpados y se pararon en seco—. ¿Qué ocurre? ¿Qué te preocupa?

Donghae se secó las lágrimas con impaciencia.

—Ahora nada. Creía que seguías enfadado, que tal vez, no... no volvería a verte otra vez.

Hyukjae lo miró durante un momento, como si sus palabras fueran incomprensibles. Luego, sus ojos se iluminaron con ternura y sus labios esbozaron una sonrisa.

—Ah, cariño —susurró—. Jamás te dejaría, jamás. Si alguna vez nos separamos, será porque tú me apartes de tu lado.



El alba era una leve promesa de luz en la ventana, cuando unos golpes insistentes en la puerta arrancaron a Donghae de su profundo sueño.

—¡Lord Eunhyuk! ¡Soy Rain! ¡Por favor, milord, debe venir enseguida!

Preso de la alarma, agitó el hombro desnudo de Hyukjae. Cuando él abrió los ojos con somnolencia, los golpes de Rain se oyeron otra vez.

—¡Por favor, milord! Traigo un mensaje urgente.

La llamada penetró en su cerebro y Hyukjae abrió los ojos de par en par.

—Enseguida voy, Rain. Dame un minuto.

Hyukjae saltó de la cama y rebuscó sus pantalones entre la maraña de prendas de la silla. Mientras se los ponía a duras penas, Donghae buscó un pedernal y encendió una lámpara. Dándole las gracias con un movimiento de cabeza, Hyukjae la tomó y se dirigió hacia la puerta, abriéndola solo un poco para ocultar a Donghae con su cuerpo.

—Gracias a Dios que lo he encontrado, milord. Hace una hora que llegó un mensajero y provocó un gran revuelo en la casa. Le trajo esta carta.

Hyukjae le arrancó la nota de las manos, rompió el sello y acercó la vela para leer.

—Santo Dios —susurró al terminar, y cerró los ojos con fuerza, como si se resintiera de un golpe. Plegó la nota con manos trémulas e inspiró hondo.

—Haz que los establos enganchen los dos caballos más veloces y prepárame una bolsa con lo imprescindible. ¿Le dijiste a mi madre dónde...?

—No, milord. No le dije nada a milady sobre dónde lo encontraría. Supuse que estaría aquí o en el despacho. Probé primero aquí.

Hyukjae asintió.

—Bien. Ahora, vete. Quiero partir enseguida.

—Sí, milord —después de lanzar una mirada subrepticia por encima del hombro de Hyukjae, el ayuda de cámara desapareció.

Hyukjae cerró la puerta. Alcanzó la silla en dos zancadas, dejó la lámpara y empezó a recoger su ropa. Donghae corrió a ayudarlo.

—¿Puedo hacer algo? —preguntó, mientras le abotonaba el puño de la camisa.

—Nada. Se trata de Yesung.

—¿Tu amigo? ¿El que está en el ejército?

—Sí. He recibido una nota del cirujano del regimiento. Yesung está herido, quizá mortalmente. Lo evacuaron junto a otros soldados en un paquebote que llegó al puerto anoche. Les dijo a los médicos que se pusieran en contacto conmigo. Debo ir enseguida.

—Por supuesto. No sabes cuánto lo siento.




—Señor, ¿está bien? —se oyó la voz de Heechul desde detrás de la puerta. Donghae se apresuró a abrirla.

—Dile a Jenins que ensille el caballo de lord Eunhyuk enseguida.

Heechul vislumbró la actividad frenética de la habitación y se hizo la señal de la cruz.

—Inmediatamente, señor.

Donghae siguió a Hyukjae a la, planta baja, y lo ayudó a ponerse el abrigo. El se inclinó para darle un beso rápido e intenso.

—No sé cuánto tiempo estaré ausente. Te lo haré saber en cuanto pueda.

—Viaja con cuidado. Rezaré por él... y por ti.

Hyukjae se llevó los dedos de Donghae a los labios, los apretó, abrió de par en par la puerta de la entrada y desapareció en la noche.



Tras un largo, glacial y agotador viaje a caballo, durante el que solo paró para cambiar de montura y recobrar las fuerzas con un poco de pan, carne y humeantes tazas de té, Hyukjae llegó a la costa. Encontró la posada donde se encontraba Yesung sin dificultad, y en seguida lo condujeron a una pequeña estancia privada. Un cirujano le abrió la puerta.

—¿Lord Eunhyuk? ¡Gracias a Dios que ha llegado!

—¿Cómo se encuentra?

—El capitán tiene fiebre y, ahora mismo está dormido, aunque confío en que vuelva en sí. Insistía mucho en hablar con usted.

—¿Se recuperará? —preguntó Hyukjae. El cirujano movió la cabeza.

—No puedo darle muchas esperanzas. Sinceramente, me sorprende que haya resistido tanto tiempo. Será mejor que se despida de él.

Hyukjae sintió una fuerte opresión en el pecho; Se trataba de Yesung, su mejor amigo desde la niñez, el hombre con el que había apostado, pescado y cazado. Yesung no podía estar muriéndose.

Pero el hombre de rostro ceniciento, empapado en sudor, que dormía con intranquilidad en el lecho parecía más un actor maquillado con los rasgos de Yesung que su queridísimo amigo.
Estupefacto, Hyukjae se detuvo junto a la cama. Movió la cabeza, todavía sin querer dar crédito a la predicción del médico. Si no pensaba en ella, no la harta realidad.

Se acercó y le dio la mano.

—Yesung, soy Hyukjae. Ya estoy aquí. He venido a llevarte a casa. El herido se removió y abrió los ojos.

—¿Hyukjae?

Hyukjae se inclinó sobre su amigo.

—Estoy aquí, Yesung. Descansa.

—No. Tenemos... hablar.

—No te canses. Ya hablaremos después.

—Ahora. Las cartas... de Ryeowook. Nunca... quiso Londres. No debí... obligarlo. Llévalo... casa, ¿lo harás?

—Por supuesto. Si quiere ir a casa, lo llevaré.

—Tan... dulce. Necesita... un buen hombre. Si... si muero...

—¡No vas a morir!

—Si muero... cásate con él. Prométemelo.

Hyukjae guardó silencio. Una fragancia de lavanda y el susurro de una voz emergieron en su mente. Donghae.

Yesung lo agarró del brazo, con una fuerza inesperada.

—Cásate... con él. ¡Promételo!

Hyukjae tragó saliva.

—Te lo prometo.

La mano que lo aferraba se relajó.

—Bien —una fugaz sonrisa asomó a los labios resecos de Yesung—. Que Dios te bendiga... amigo.

Volvió a cerrar los ojos y un suspiro zarandeó su cuerpo febril, como si le hubieran quitado un gran peso de encima.

Hyukjae veló a su amigo enfermo durante toda la noche, sin apartarse ni un momento de su lado. Cuando los pájaros, con los primeros destellos de la mañana, empezaron a trinar, mientras Hyukjae sostenía la mano de Yesung en la suya, el alma de su amigo partió de este mundo.



Hyukjae regresó a Londres en el carruaje, junto al cuerpo de su amigo. De vez en cuando, releía una parte de la carta que el cirujano le había dado, al parecer, la última que había escrito Yesung antes del ataque en el que resultara herido.

¡Maldita sea, Hyuk! ¡La mitad de las cajas del último envío estaban vacías cuando las recibimos! ¿Qué creen esos imbéciles de Horse Guards que podemos disparar a los franchutes? ¿Piedras? Si no recibimos más munición antes del próximo combate, solo podré repartir un puñado de balas a cada hombre.

Hyukjae plegó la carta y miró, sin ver, por la ventanilla. La lucha había sido confusa, le había dicho uno de los otros heridos. Como siempre, los fusileros de la noventa y cinco atacaron primero, arrasando las columnas francesas que se acercaban, mientras la infantería, con rifles en los hombros, esperaba a que el enemigo entrara en el radio de alcance. Pero, antes de que la distancia se acortara lo suficiente para que la infantería disparara, dio la impresión de que los fusileros hacían una pausa. Los fusiles les estallaban en las manos, mucho más de lo normal. De repente, sin previo aviso, la columna francesa giró y cargó contra ellos, con el fuego de los fusileros casi extinguido. Los franceses los derribaron como una guadaña la alta hierba.

¿Acaso la munición era defectuosa, como parecían indicar los fallos de los fusiles? ¿Se habían quedado sin pólvora? ¿Había muerto Yesung porque algún cargo público había abusado de su confianza y había vendido la pólvora y las balas que podrían haber salvado su vida y la vida de los muchos caídos aquel día?

«Lo averiguaré, Yesung», prometió Hyukjae en silencio. «Si eso es lo que ocurrió, lo averiguaré... Y el culpable pagará por ello».

Hyukjae pasó los dos días siguientes como en una nebulosa. Con la precisión metódica por la que tanta fama tenía, Hyukjae notificó a sus amigos y familiares, organizó el funeral, llevó a cabo los trámites necesarios con los notarios y permaneció de pie, junto a un Ryeowook estoico, recibiendo visitas de condolencia. Ryeowook saludaba a los dolientes con calma serena, y solo Hyukjae sabía lo que debía costar a su frágil fortaleza presentar un rostro valiente al mundo.

Las noches las pasaba en el despacho, reuniendo todos los detalles posibles sobre la orden y el envío de munición para los fusiles Baker abriendo un dossier con los nombres y puntos de contacto. El día del funeral de Yesung, despidió a su amigo y colega Xia Junsu, que partía para Portugal con órdenes de recabar, en silencio, información sobre cada hombre de la lista.

—Nada de heroicidades —advirtió a Junsu en un intento brusco por bromear—. Limítate a reunir datos. No puedo permitirme perder a otro amigo.

Solo tuvo tiempo para enviar un breve mensaje a Donghae, comunicándole la muerte de Yesung y prometiendo ir a verlo lo antes posible. Trabajó hasta el agotamiento en su afán, no solo de no pensar en las consecuencias de su reciente promesa a Yesung, sino de mantener a raya su intenso dolor.

El día del funeral amaneció lloviznando, y Hyukjae dio gracias por ello. Un cielo azul y un sol luminoso habrían resultado incongruentes con la herida abierta de la pérdida de su amigo. Las ráfagas de tenue lluvia reflejaban el ánimo general y envolvían las ceremonias en una solemne dignidad. Aunque Taemin prorrumpió en sollozos en los brazos también llorosos de lady Sora y Hyukjae mismo tuvo que secarse las lágrimas, Ryeowook afrontó todo el funeral con los ojos secos, los hombros rectos y la cabeza erguida, sin desviar la atención ni un solo momento del féretro de su hermano. Entre los asistentes, una franja escarlata atrajo su atención, y vio al capitán Kim junto a su hermano, con su mirada sombría fija en Ryeowook.

Pero cuando regresaron a la casa después del oficio, Ryeowook se cayó mientras subía las escaleras. Cuando Hyukjae corrió a ayudarlo, el enorme peso de la pérdida rompió finalmente en pedazos su calma.

Rompió a llorar en los brazos de Hyukjae y no hubo palabras capaces de consolarlo. Se aferró a él, sollozando, mientras Hyukjae lo subía al dormitorio, donde siguió estrechándolo hasta que, por fin, las lágrimas se redujeron a hipo. Mientras lo acomodaba, apenas consciente, sobre la cama, su madre lo despachó para que comiese algo, mientras ella y la doncella desnudaban a Ryeowook y lo acostaban.

Aunque la comida resultaba insípida en su boca, Hyukjae agradeció el latigazo ardiente del oporto. Una botella que Yesung les había llevado durante su último permiso, recordó con otra oleada de crudo dolor. Fue preso de un deseo ardiente y desesperado de estar con Donghae, de aplicar el bálsamo curativo de su pasión y su proximidad al tajo que la muerte de Yesung había abierto en su vida. Aunque necesitaba dormir, y afeitarse, no podía esperar más.

Vació la copa y salió al pasillo. Al llegar al vestíbulo con la intención de pedir que le llevaran el abrigo, lady Sora apareció en el rellano.

—Hyukjae, querido, ¿puedo hablar contigo?

Por mucho que la quisiera, lo último que deseaba en aquel momento era una conversación hogareña con su madre.

—¿No podríamos dejarlo para más tarde, madre? Te veré en la cena.

—No te entretendré mucho tiempo. Dado que estás tan ocupado últimamente —enfatizó la palabra—, te agradecería mucho si pudiéramos hablar de inmediato.

Apretando los dientes en su fuero interno, le dio la única respuesta posible.

—Muy bien. Estoy a tu disposición, madre.

—¿De verdad? —con rostro solemne, lo miró de pies a cabeza—. Enseguida lo veremos.

Con aquellas palabras tan poco alentadoras, le hizo señas para que la siguiera al salón. Hyukjae entró y vaciló delante del sofá Luis _XV.

—Siéntate, por favor — lady Sora se acercó a una mesita baja, donde había dispuesta una bandeja con el té—. ¿Te apetece una taza?

—No, gracias, madre.

Lady Sora interrumpió su ademán de servir una taza y dejó la tetera en su sitio.

—Muy bien —con un crujido de faldas, se acercó para sentarse a su lado—. No creí que llegaría el día en que estarías demasiado ocupado para tomar el té conmigo.

—No es eso —protestó Hyukjae, irritado—. Acabo de comer, como recordarás. Y es cierto que tengo un asunto urgente que atender, así que te agradecería que expusieras sin rodeos lo que te preocupa.

Lady Sora suspiró e hizo una pausa, como si quisiera poner en orden sus pensamientos. Demasiado cansado para intentar adivinarlos, Hyukjae contrajo la mandíbula y esperó.

—Ese «asunto urgente» que te ha mantenido tan ocupado en los últimos meses... es un joven, ¿verdad? Un joven indigno de ti. De lo contrario, hace tiempo que me lo habrías presentado.

Aquel ataque lo tomó por sorpresa y se quedó mirándola, intensamente dolido por su intromisión y por sus palabras, aunque, al mismo tiempo, se supiera incapaz de rebatirlas. ¿Cómo podía hablarle de su Donghae? ¿De su valor, su resistencia, su encanto y su fuego?

—Esto no es de tu incumbencia.

—Vamos, ¡no te cierres en banda! Comprendo que eres un hombre hecho y derecho, con una vida que no necesita de mi apHenryación. Reconocerás que jamás he cuestionado tus... aventuras. Pero esta es diferente, lo intuyo. Este... va en serio.

Hizo una pausa, como si esperara que él dijera algo. Como no deseaba decir nada, Hyukjae guardó silencio. Lady Sora suspiró.

—¿No quieres facilitarme las cosas, verdad? Lamento inmiscuirme en un asunto que, según tú, no es de mi incumbencia, pero debo preguntártelo. ¿Cuáles son, exactamente, tus intenciones con relación a ese... joven señor?

Como no disponía de una respuesta clara a esa pregunta, Hyukjae se aferró a duras penas a su dominio de sí, que tan rápidamente se le escapaba.

—No te ofendas, madre, pero repito, esto no es asunto tuyo.

—No me negarás que el bienestar de nuestra familia y el futuro de tu hermano sean asunto mío.

Hyukjae se puso rígido.

—Y tú, madre, no me negarás que no me preocupo de ambos.

—¿Te preocupas, Hyukjae? ¿Te has preocupado en estos últimos tres meses? Dime, ese joven señor al que tanto admiras... ¿sería considerado tu igual a los ojos del mundo?

—El mundo es un lugar frívolo y cínico, madre. En cualquier foro que juzgue el verdadero valor, lo sería.

Su madre suspiró profundamente.

—Hijo mío, ojalá viviéramos en un lugar así. Pero debemos afrontar el mundo tal como es. ¿Acaso estás considerando la posibilidad de... un enlace?

Al no expresar una negativa inmediata, lady Sora inspiró con aspereza y abrió los ojos con alarma.

—Entonces, esto es más serio de lo que creía. ¡Querido hijo! —se inclinó hacia delante y atrapó las manos de Hyukjae con las suyas—. ¿Es que no ves el efecto que tendría en tu familia un casamiento tan desigual? ¿En Ryeowook? ¿En tu hermano inocente?

—Madre, creo que esto ha ido demasiado lejos

— ¡Debes escucharme! ¡Me escucharás! — aferró sus manos cuando Hyukjae intentó retirarlas, y esperó hasta que, sintiendo tal estallido de furia en su pecho que apenas pudo resistirse a soltarse y largarse, él la miró a los ojos—. Ryeowook sería un esposo excepcional para ti, aunque no tengo especial empeño en él, si es que prefieres a otro de tu propio rango y condición. Pero, si desgraciaras a la familia con un matrimonio desigual como el que pareces contemplar... ¡Oh, Hyukjae! No es en mí en quien pienso, sino en Ryeowook y en Taemin... ¿qué sería de sus expectativas si nos conviertes en parias de la sociedad distinguida?

Tiró de la mano que ella todavía retenía, esforzándose por contener su furia.

—Creo que conozco bien las obligaciones de mi título para no hacer un mal casamiento. Pero tampoco veo una necesidad inmediata de casarme. Todavía no estoy decrépito, madre.

— Supongamos entonces, que mantienes una... relación informal, pero duradera con este joven señor. ¿Y si él concibiese?

Las mejillas de Hyukjae se tiñeron con un rubor más intenso que su furia.

—¿Me tomas por un irresponsable?

—Hyukjae, ninguna medida de protección es del todo efectiva. Párate a pensarlo. Si tus... precauciones fallaran, ¿podrías quedarte al margen y permitir que tu hijo, el hijo de un joven que, por lo que parece, estimas profundamente, nazca fuera del matrimonio? ¿Puedes jurar que cumplirías con tu deber hacia tu familia incluso entonces?

Por primera vez, Hyukjae pensó en Donghae con un hijo suyo. Un hijo que desplazaría su fijación en el soldado, un hijo nacido de su cuerpo, el cuerpo que adoraba todas las noches que dormían juntos. Su propio hijo.

Y comprendió con inquebrantable certeza que nunca podría renunciar a esa criatura, ni consentiría que creciera como un bastardo. La convicción debió de reflejarse en su rostro, porque su madre movió la cabeza en silencio.

—¿Lo ves? Oh, querido, lamento el dolor que esto va a causarte, pero debes romper con él. ¡Es tu obligación! Ahora mismo, Hyukjae, antes de que ocurra algo... irreversible.




Que su madre tuviese razón, que lo estuviera obligando a afrontar todas las consecuencias de una verdad innegable y desagradable que Hyukjae no se había atrevido a considerar, hizo que se le revolvieran las tripas con una furia impotente. ¿Romper con Donghae? La sola idea le atravesaba el corazón con una lanza de agonía.

¿Primero Yesung, luego Donghae? No se podía perder tanto de uno mismo y seguir adelante. Hyukjae trató de escurrirse del dilema.

—¿No he hecho siempre lo necesario?

—Entonces, debes romper con él y formar un vínculo con otra persona... con Ryeowook o con otro, no importa, mientras sea de tu rango. Solo un compromiso formal impedirá que reanudes... unos lazos inapropiados. Querido mío, sé que este es un mal momento, todavía estamos penando por la muerte de Yesung. Pero más adelante, agradecerás haber tomado la decisión correcta —con ojos suplicantes, le apretó las manos.

Incapaz de tolerar su roce a causa de la rabia que lo zarandeaba, Hyukjae se apartó. Habló con suavidad, para impedir que la fiera que albergaba se liberara y la atacara.

—¿Te atreves a darme instrucciones sobre lo que debo hacer?

Su madre se arredró al oír la aspereza de su voz, y las lágrimas afloraron a sus ojos. Con labios trémulos, pero mirada implacable, dijo:

—Si sabes cuál es tu deber, hazlo. —Con un rugido, Hyukjae se puso en pie.

—Muy bien. Si debo casarme con alguien digno de mí —le espetó, dando a la palabra un énfasis salvaje—, entonces, que sea Ryeowook. Me declararé en cuanto se haya recuperado lo bastante para oírme. Tendrás tu boda socialmente aceptable, pero no me pidas nada más.

Lady Sora lo asió del brazo.

— Querido, no pretendía...

— ¡Suéltame! –gritó, y se desembarazó de sus dedos.

Llorando abiertamente, con los dedos en los labios, su madre asintió. Sin volver la cabeza, Hyukjae salió a grandes zancadas del salón.



2 comentarios:

  1. Lo que nos faltaba...
    Después de días por fin Hyuk regresa a casa de Hae,los dos se extrañaban a morir y llegan con la noticia de que me matan a Yesung....Hyuk llega solo para prometerle a su amigo que se casará con Wook cuando muera. Sigue sin ver a Hae y cuando se decide a ir llega la mamá y mete su cucharota.
    Yo...tengo una leve esperanza en Wook...T_T

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  2. TT___TT
    Ay~ Hyukkie~ perder tanto en tampoco tiempo...el pecesito te ama! No es justo! Maldita sociedad y sus clases(?)
    Ay~

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...