Con un
suspiro, Donghae dejó a un lado el libro que llevaba sin leer desde hacía largo
rato. Era más de medianoche, una hora en la que un tendero que debía levantarse
al alba tendría que estar durmiendo. Aun así, el desasosiego lo mantenía
despierto.
Hyukjae
llevaba sin ir a verlo desde hacía cuatro días, desde la mañana en la que había
sorprendido a Hyung. Se mostró ofendido, casi furioso por no haberle confiado
la existencia de su hijo. ¿Seguiría enfadado?
¿O
sería aquella furia, simplemente, un catalizador del principio del fin? ¿O el
fin en sí mismo?
Como
nunca había tenido un amorío, no sabía cómo terminaban. Pensándolo bien,
suponía que las visitas de Hyukjae se irían haciendo cada vez menos frecuentes
hasta que cesaran de forma definitiva, seguramente, con un intento por su parte
de hacerle un lujoso regalo de despedida, que él rechazaría con rotundidad.
Pero
tal vez no fuera así. Tal vez terminaría sin más, bruscamente, sin previo
aviso. Tal vez no volviese a verlo, ni a sentir sus caricias, ni a oír el
cautivador sonido de su risa. Fue preso de un abatimiento tan profundo e
inesperado que se quedó sin aliento.
—Donghae.
Inspiró
con aspereza al oírlo, creyendo al principio que había imaginado su voz. Luego,
Hyukjae apareció en el círculo de luz de la vela. Con un pequeño grito, Donghae
saltó de la cama y corrió hacia él, mientras el libro resbalaba, olvidado, al
suelo.
—Donghae,
cariño —suspiró junto a sus cabellos—. Lo siento, querido mío. De haber sabido
lo complicado que era todo este asunto de los debuts, habría huido del país
—mientras lo acariciaban, sus dedos tropezaron con la humedad que resbalaba de
sus párpados y se pararon en seco—. ¿Qué ocurre? ¿Qué te preocupa?
Donghae
se secó las lágrimas con impaciencia.
Hyukjae
lo miró durante un momento, como si sus palabras fueran incomprensibles. Luego,
sus ojos se iluminaron con ternura y sus labios esbozaron una sonrisa.
—Ah,
cariño —susurró—. Jamás te dejaría, jamás. Si alguna vez nos separamos, será
porque tú me apartes de tu lado.
El
alba era una leve promesa de luz en la ventana, cuando unos golpes insistentes
en la puerta arrancaron a Donghae de su profundo sueño.
—¡Lord
Eunhyuk! ¡Soy Rain! ¡Por favor, milord, debe venir enseguida!
Preso
de la alarma, agitó el hombro desnudo de Hyukjae. Cuando él abrió los ojos con
somnolencia, los golpes de Rain se oyeron otra vez.
—¡Por
favor, milord! Traigo un mensaje urgente.
La
llamada penetró en su cerebro y Hyukjae abrió los ojos de par en par.
—Enseguida
voy, Rain. Dame un minuto.
Hyukjae
saltó de la cama y rebuscó sus pantalones entre la maraña de prendas de la
silla. Mientras se los ponía a duras penas, Donghae buscó un pedernal y
encendió una lámpara. Dándole las gracias con un movimiento de cabeza, Hyukjae
la tomó y se dirigió hacia la puerta, abriéndola solo un poco para ocultar a Donghae
con su cuerpo.
—Gracias
a Dios que lo he encontrado, milord. Hace una hora que llegó un mensajero y
provocó un gran revuelo en la casa. Le trajo esta carta.
Hyukjae
le arrancó la nota de las manos, rompió el sello y acercó la vela para leer.
—Santo
Dios —susurró al terminar, y cerró los ojos con fuerza, como si se resintiera
de un golpe. Plegó la nota con manos trémulas e inspiró hondo.
—Haz
que los establos enganchen los dos caballos más veloces y prepárame una bolsa
con lo imprescindible. ¿Le dijiste a mi madre dónde...?
—No,
milord. No le dije nada a milady sobre dónde lo encontraría. Supuse que estaría
aquí o en el despacho. Probé primero aquí.
Hyukjae
asintió.
—Bien.
Ahora, vete. Quiero partir enseguida.
—Sí,
milord —después de lanzar una mirada subrepticia por encima del hombro de Hyukjae,
el ayuda de cámara desapareció.
Hyukjae
cerró la puerta. Alcanzó la silla en dos zancadas, dejó la lámpara y empezó a
recoger su ropa. Donghae corrió a ayudarlo.
—¿Puedo
hacer algo? —preguntó, mientras le abotonaba el puño de la camisa.
—Nada.
Se trata de Yesung.
—¿Tu
amigo? ¿El que está en el ejército?
—Sí.
He recibido una nota del cirujano del regimiento. Yesung está herido, quizá
mortalmente. Lo evacuaron junto a otros soldados en un paquebote que llegó al
puerto anoche. Les dijo a los médicos que se pusieran en contacto conmigo. Debo
ir enseguida.
—Por supuesto.
No sabes cuánto lo siento.
—Señor,
¿está bien? —se oyó la voz de Heechul desde detrás de la puerta. Donghae se
apresuró a abrirla.
—Dile
a Jenins que ensille el caballo de lord Eunhyuk enseguida.
Heechul
vislumbró la actividad frenética de la habitación y se hizo la señal de la
cruz.
—Inmediatamente,
señor.
Donghae
siguió a Hyukjae a la, planta baja, y lo ayudó a ponerse el abrigo. El se
inclinó para darle un beso rápido e intenso.
—No sé
cuánto tiempo estaré ausente. Te lo haré saber en cuanto pueda.
—Viaja
con cuidado. Rezaré por él... y por ti.
Hyukjae
se llevó los dedos de Donghae a los labios, los apretó, abrió de par en par la
puerta de la entrada y desapareció en la noche.
Tras un
largo, glacial y agotador viaje a caballo, durante el que solo paró para
cambiar de montura y recobrar las fuerzas con un poco de pan, carne y humeantes
tazas de té, Hyukjae llegó a la costa. Encontró la posada donde se encontraba
Yesung sin dificultad, y en seguida lo condujeron a una pequeña estancia
privada. Un cirujano le abrió la puerta.
—¿Lord
Eunhyuk? ¡Gracias a Dios que ha llegado!
—¿Cómo
se encuentra?
—El
capitán tiene fiebre y, ahora mismo está dormido, aunque confío en que vuelva
en sí. Insistía mucho en hablar con usted.
—¿Se
recuperará? —preguntó Hyukjae. El cirujano movió la cabeza.
—No
puedo darle muchas esperanzas. Sinceramente, me sorprende que haya resistido
tanto tiempo. Será mejor que se despida de él.
Hyukjae
sintió una fuerte opresión en el pecho; Se trataba de Yesung, su mejor amigo
desde la niñez, el hombre con el que había apostado, pescado y cazado. Yesung
no podía estar muriéndose.
Pero
el hombre de rostro ceniciento, empapado en sudor, que dormía con
intranquilidad en el lecho parecía más un actor maquillado con los rasgos de Yesung
que su queridísimo amigo.
Estupefacto,
Hyukjae se detuvo junto a la cama. Movió la cabeza, todavía sin querer dar
crédito a la predicción del médico. Si no pensaba en ella, no la harta
realidad.
Se
acercó y le dio la mano.
—Yesung,
soy Hyukjae. Ya estoy aquí. He venido a llevarte a casa. El herido se removió y
abrió los ojos.
—¿Hyukjae?
Hyukjae
se inclinó sobre su amigo.
—Estoy
aquí, Yesung. Descansa.
—No.
Tenemos... hablar.
—No te
canses. Ya hablaremos después.
—Ahora.
Las cartas... de Ryeowook. Nunca... quiso Londres. No debí... obligarlo. Llévalo...
casa, ¿lo harás?
—Por supuesto.
Si quiere ir a casa, lo llevaré.
—Tan...
dulce. Necesita... un buen hombre. Si... si muero...
—¡No
vas a morir!
—Si
muero... cásate con él. Prométemelo.
Hyukjae
guardó silencio. Una fragancia de lavanda y el susurro de una voz emergieron en
su mente. Donghae.
Yesung
lo agarró del brazo, con una fuerza inesperada.
—Cásate...
con él. ¡Promételo!
Hyukjae
tragó saliva.
—Te lo
prometo.
La
mano que lo aferraba se relajó.
—Bien
—una fugaz sonrisa asomó a los labios resecos de Yesung—. Que Dios te
bendiga... amigo.
Volvió
a cerrar los ojos y un suspiro zarandeó su cuerpo febril, como si le hubieran
quitado un gran peso de encima.
Hyukjae
veló a su amigo enfermo durante toda la noche, sin apartarse ni un momento de
su lado. Cuando los pájaros, con los primeros destellos de la mañana, empezaron
a trinar, mientras Hyukjae sostenía la mano de Yesung en la suya, el alma de su
amigo partió de este mundo.
Hyukjae
regresó a Londres en el carruaje, junto al cuerpo de su amigo. De vez en
cuando, releía una parte de la carta que el cirujano le había dado, al parecer,
la última que había escrito Yesung antes del ataque en el que resultara herido.
¡Maldita sea, Hyuk! ¡La mitad de
las cajas del último envío estaban vacías cuando las recibimos! ¿Qué creen esos
imbéciles de Horse Guards que podemos disparar a los franchutes? ¿Piedras? Si
no recibimos más munición antes del próximo combate, solo podré repartir un
puñado de balas a cada hombre.
Hyukjae
plegó la carta y miró, sin ver, por la ventanilla. La lucha había sido confusa,
le había dicho uno de los otros heridos. Como siempre, los fusileros de la
noventa y cinco atacaron primero, arrasando las columnas francesas que se
acercaban, mientras la infantería, con rifles en los hombros, esperaba a que el
enemigo entrara en el radio de alcance. Pero, antes de que la distancia se
acortara lo suficiente para que la infantería disparara, dio la impresión de
que los fusileros hacían una pausa. Los fusiles les estallaban en las manos, mucho
más de lo normal. De repente, sin previo aviso, la columna francesa giró y
cargó contra ellos, con el fuego de los fusileros casi extinguido. Los
franceses los derribaron como una guadaña la alta hierba.
¿Acaso
la munición era defectuosa, como parecían indicar los fallos de los fusiles?
¿Se habían quedado sin pólvora? ¿Había muerto Yesung porque algún cargo público
había abusado de su confianza y había vendido la pólvora y las balas que
podrían haber salvado su vida y la vida de los muchos caídos aquel día?
«Lo
averiguaré, Yesung», prometió Hyukjae en silencio. «Si eso es lo que ocurrió,
lo averiguaré... Y el culpable pagará por ello».
Hyukjae
pasó los dos días siguientes como en una nebulosa. Con la precisión metódica
por la que tanta fama tenía, Hyukjae notificó a sus amigos y familiares,
organizó el funeral, llevó a cabo los trámites necesarios con los notarios y
permaneció de pie, junto a un Ryeowook estoico, recibiendo visitas de
condolencia. Ryeowook saludaba a los dolientes con calma serena, y solo Hyukjae
sabía lo que debía costar a su frágil fortaleza presentar un rostro valiente al
mundo.
Las
noches las pasaba en el despacho, reuniendo todos los detalles posibles sobre
la orden y el envío de munición para los fusiles Baker abriendo un dossier con
los nombres
y puntos de contacto. El día del funeral de Yesung, despidió a su amigo y
colega Xia Junsu, que partía para Portugal con órdenes de recabar, en silencio,
información sobre cada hombre de la lista.
—Nada
de heroicidades —advirtió a Junsu en un intento brusco por bromear—. Limítate a
reunir datos. No puedo permitirme perder a otro amigo.
Solo
tuvo tiempo para enviar un breve mensaje a Donghae, comunicándole la muerte de Yesung
y prometiendo ir a verlo lo antes posible. Trabajó hasta el agotamiento en su
afán, no solo de no pensar en las consecuencias de su reciente promesa a Yesung,
sino de mantener a raya su intenso dolor.
El día
del funeral amaneció lloviznando, y Hyukjae dio gracias por ello. Un cielo azul
y un sol luminoso habrían resultado incongruentes con la herida abierta de la
pérdida de su amigo. Las ráfagas de tenue lluvia reflejaban el ánimo general y
envolvían las ceremonias en una solemne dignidad. Aunque Taemin prorrumpió en
sollozos en los brazos también llorosos de lady Sora y Hyukjae mismo tuvo que
secarse las lágrimas, Ryeowook afrontó todo el funeral con los ojos secos, los
hombros rectos y la cabeza erguida, sin desviar la atención ni un solo momento
del féretro de su hermano. Entre los asistentes, una franja escarlata atrajo su
atención, y vio al capitán Kim junto a su hermano, con su mirada sombría fija
en Ryeowook.
Pero
cuando regresaron a la casa después del oficio, Ryeowook se cayó mientras subía
las escaleras. Cuando Hyukjae corrió a ayudarlo, el enorme peso de la pérdida
rompió finalmente en pedazos su calma.
Rompió
a llorar en los brazos de Hyukjae y no hubo palabras capaces de consolarlo. Se
aferró a él, sollozando, mientras Hyukjae lo subía al dormitorio, donde siguió
estrechándolo hasta que, por fin, las lágrimas se redujeron a hipo. Mientras lo
acomodaba, apenas consciente, sobre la cama, su madre lo despachó para que
comiese algo, mientras ella y la doncella desnudaban a Ryeowook y lo acostaban.
Aunque
la comida resultaba insípida en su boca, Hyukjae agradeció el latigazo ardiente
del oporto. Una botella que Yesung les había llevado durante su último permiso,
recordó con otra oleada de crudo dolor. Fue preso de un deseo ardiente y
desesperado de estar con Donghae, de aplicar el bálsamo curativo de su pasión y
su proximidad al tajo que la muerte de Yesung había abierto en su vida. Aunque
necesitaba dormir, y afeitarse, no podía esperar más.
Vació
la copa y salió al pasillo. Al llegar al vestíbulo con la intención de pedir
que le llevaran el abrigo, lady Sora apareció en el rellano.
—Hyukjae,
querido, ¿puedo hablar contigo?
Por mucho
que la quisiera, lo último que deseaba en aquel momento era una conversación
hogareña con su madre.
—¿No
podríamos dejarlo para más tarde, madre? Te veré en la cena.
—No te
entretendré mucho tiempo. Dado que estás tan ocupado últimamente —enfatizó la
palabra—, te agradecería mucho si pudiéramos hablar de inmediato.
Apretando
los dientes en su fuero interno, le dio la única respuesta posible.
—Muy
bien. Estoy a tu disposición, madre.
—¿De
verdad? —con rostro solemne, lo miró de pies a cabeza—. Enseguida lo veremos.
Con
aquellas palabras tan poco alentadoras, le hizo señas para que la siguiera al
salón. Hyukjae entró y vaciló delante del sofá Luis _XV.
—Siéntate,
por favor — lady Sora se acercó a una mesita baja, donde había dispuesta una
bandeja con el té—. ¿Te apetece una taza?
—No,
gracias, madre.
Lady Sora
interrumpió su ademán de servir una taza y dejó la tetera en su sitio.
—Muy
bien —con un crujido de faldas, se acercó para sentarse a su lado—. No creí que
llegaría el día en que estarías demasiado ocupado para tomar el té conmigo.
—No es
eso —protestó Hyukjae, irritado—. Acabo de comer, como recordarás. Y es cierto
que tengo un asunto urgente que atender, así que te agradecería que expusieras
sin rodeos lo que te preocupa.
Lady Sora
suspiró e hizo una pausa, como si quisiera poner en orden sus pensamientos.
Demasiado cansado para intentar adivinarlos, Hyukjae contrajo la mandíbula y esperó.
—Ese
«asunto urgente» que te ha mantenido tan ocupado en los últimos meses... es un
joven, ¿verdad? Un joven indigno de ti. De lo contrario, hace tiempo que me lo
habrías presentado.
Aquel
ataque lo tomó por sorpresa y se quedó mirándola, intensamente dolido por su
intromisión y por sus palabras, aunque, al mismo tiempo, se supiera incapaz de
rebatirlas. ¿Cómo podía hablarle de su Donghae? ¿De su valor, su resistencia,
su encanto y su fuego?
—Esto
no es de tu incumbencia.
—Vamos,
¡no te cierres en banda! Comprendo que eres un hombre hecho y derecho, con una
vida que no necesita de mi apHenryación. Reconocerás que jamás he cuestionado
tus... aventuras. Pero esta es diferente, lo intuyo. Este... va en serio.
Hizo
una pausa, como si esperara que él dijera algo. Como no deseaba decir nada, Hyukjae
guardó silencio. Lady Sora suspiró.
—¿No
quieres facilitarme las cosas, verdad? Lamento inmiscuirme en un asunto que,
según tú, no es de mi incumbencia, pero debo preguntártelo. ¿Cuáles son, exactamente,
tus intenciones con relación a ese... joven señor?
Como
no disponía de una respuesta clara a esa pregunta, Hyukjae se aferró a duras
penas a su dominio de sí, que tan rápidamente se le escapaba.
—No te
ofendas, madre, pero repito, esto no es asunto tuyo.
—No me
negarás que el bienestar de nuestra familia y el futuro de tu hermano sean
asunto mío.
Hyukjae
se puso rígido.
—Y tú,
madre, no me negarás que no me preocupo de ambos.
—¿Te
preocupas, Hyukjae? ¿Te has preocupado en estos últimos tres meses? Dime, ese
joven señor al que tanto admiras... ¿sería considerado tu igual a los ojos del
mundo?
—El
mundo es un lugar frívolo y cínico, madre. En cualquier foro que juzgue el
verdadero valor, lo sería.
Su
madre suspiró profundamente.
—Hijo
mío, ojalá viviéramos en un lugar así. Pero debemos afrontar el mundo tal como
es. ¿Acaso estás considerando la posibilidad de... un enlace?
Al no
expresar una negativa inmediata, lady Sora inspiró con aspereza y abrió los
ojos con alarma.
—Entonces,
esto es más serio de lo que creía. ¡Querido hijo! —se inclinó hacia delante y
atrapó las manos de Hyukjae con las suyas—. ¿Es que no ves el efecto que
tendría en tu familia un casamiento tan desigual? ¿En Ryeowook? ¿En tu hermano
inocente?
—Madre,
creo que esto ha ido demasiado lejos
—
¡Debes escucharme! ¡Me escucharás! — aferró sus manos cuando Hyukjae intentó
retirarlas, y esperó hasta que, sintiendo tal estallido de furia en su pecho
que apenas pudo resistirse a soltarse y largarse, él la miró a los ojos—. Ryeowook
sería un esposo excepcional para ti, aunque no tengo especial empeño en él, si
es que prefieres a otro de tu propio rango y condición. Pero, si desgraciaras a
la familia con un matrimonio desigual como el que pareces contemplar... ¡Oh, Hyukjae!
No es en mí en quien pienso, sino en Ryeowook y en Taemin... ¿qué sería de sus
expectativas si nos conviertes en parias de la sociedad distinguida?
Tiró
de la mano que ella todavía retenía, esforzándose por contener su furia.
—Creo
que conozco bien las obligaciones de mi título para no hacer un mal casamiento.
Pero tampoco veo una necesidad inmediata de casarme. Todavía no estoy
decrépito, madre.
—
Supongamos entonces, que mantienes una... relación informal, pero duradera con
este joven señor. ¿Y si él concibiese?
Las
mejillas de Hyukjae se tiñeron con un rubor más intenso que su furia.
—¿Me
tomas por un irresponsable?
—Hyukjae,
ninguna medida de protección es del todo efectiva. Párate a pensarlo. Si tus...
precauciones fallaran, ¿podrías quedarte al margen y permitir que tu hijo, el
hijo de un joven que, por lo que parece, estimas profundamente, nazca fuera del
matrimonio? ¿Puedes jurar que cumplirías con tu deber hacia tu familia incluso
entonces?
Por
primera vez, Hyukjae pensó en Donghae con un hijo suyo. Un hijo que desplazaría
su fijación en el soldado, un hijo nacido de su cuerpo, el cuerpo que adoraba
todas las noches que dormían juntos. Su propio hijo.
Y
comprendió con inquebrantable certeza que nunca podría renunciar a esa
criatura, ni consentiría que creciera como un bastardo. La convicción debió de
reflejarse en su rostro, porque su madre movió la cabeza en silencio.
—¿Lo
ves? Oh, querido, lamento el dolor que esto va a causarte, pero debes romper
con él. ¡Es tu obligación! Ahora mismo, Hyukjae, antes de que ocurra algo...
irreversible.
Que su
madre tuviese razón, que lo estuviera obligando a afrontar todas las
consecuencias de una verdad innegable y desagradable que Hyukjae no se había
atrevido a considerar, hizo que se le revolvieran las tripas con una furia
impotente. ¿Romper con Donghae? La sola idea le atravesaba el corazón con una
lanza de agonía.
¿Primero
Yesung, luego Donghae? No se podía perder tanto de uno mismo y seguir adelante.
Hyukjae trató de escurrirse del dilema.
—¿No
he hecho siempre lo necesario?
—Entonces,
debes romper con él y formar un vínculo con otra persona... con Ryeowook o con
otro, no importa, mientras sea de tu rango. Solo un compromiso formal impedirá
que reanudes... unos lazos inapropiados. Querido mío, sé que este es un mal
momento, todavía estamos penando por la muerte de Yesung. Pero más adelante,
agradecerás haber tomado la decisión correcta —con ojos suplicantes, le apretó
las manos.
Incapaz
de tolerar su roce a causa de la rabia que lo zarandeaba, Hyukjae se apartó.
Habló con suavidad, para impedir que la fiera que albergaba se liberara y la
atacara.
—¿Te
atreves a darme instrucciones sobre lo que debo hacer?
Su
madre se arredró al oír la aspereza de su voz, y las lágrimas afloraron a sus
ojos. Con labios trémulos, pero mirada implacable, dijo:
—Si sabes
cuál es tu deber, hazlo. —Con un rugido, Hyukjae se puso en pie.
—Muy
bien. Si debo casarme con alguien digno de mí —le espetó, dando a la palabra un
énfasis salvaje—, entonces, que sea Ryeowook. Me declararé en cuanto se haya
recuperado lo bastante para oírme. Tendrás tu boda socialmente aceptable, pero
no me pidas nada más.
Lady Sora
lo asió del brazo.
—
Querido, no pretendía...
—
¡Suéltame! –gritó, y se desembarazó de sus dedos.
Llorando
abiertamente, con los dedos en los labios, su madre asintió. Sin volver la
cabeza, Hyukjae salió a grandes zancadas del salón.
Lo que nos faltaba...
ResponderEliminarDespués de días por fin Hyuk regresa a casa de Hae,los dos se extrañaban a morir y llegan con la noticia de que me matan a Yesung....Hyuk llega solo para prometerle a su amigo que se casará con Wook cuando muera. Sigue sin ver a Hae y cuando se decide a ir llega la mamá y mete su cucharota.
Yo...tengo una leve esperanza en Wook...T_T
TT___TT
ResponderEliminarAy~ Hyukkie~ perder tanto en tampoco tiempo...el pecesito te ama! No es justo! Maldita sociedad y sus clases(?)
Ay~