The Lover- 6




Era, sin duda alguna, una casa preciosa. Un precioso nido de amor en el que un hombre rico podría instalar a su amante. Mientras pasaban de habitación en habitación, la angustia y la indignación de Donghae fueron creciendo hasta que, cuando Hyukjae abrió con una reverencia la puerta de un dormitorio tan exquisito que Donghae sintió deseos de llorar, no pudo soportarlo más.

Se desembarazó de su mano, caminó hasta la ventana, y fijó la vista en la calle para mantener la voz firme.

—No la quiero. ¡No pienso vivir aquí!  ¿No te lo había dicho ya?

—Pero, querido mío, creía que estabas muy satisfecho con los progresos de tu sombrerería

—No pienso... —las palabras de Hyukjae penetraron el muro de su furia, y se interrumpió—. ¿Mi sombrerería? ¿Qué tiene que ver la tienda con esto?

—Todo, por supuesto. ¿En qué creías que estaba pensando? Ven, siéntate.

Antes de que Donghae pudiera resistirse, lo tomó del brazo y lo condujo a un elegante sofá georgiano. Con el semblante cándido de un monaguillo, se sentó a su lado.

—¿No has dicho en más de una ocasión lo frustrante que es para ti diseñar un sombrero y ver cómo tu cliente lo echa a perder combinándolo con un traje o vestido desastroso? ¿ y lo mucho que te gustaría crear el atuendo completo?

—Bueno, sí, pero no sé que...

—¿Y no has comentado que, para llevar a cabo esa empresa, requerirías más espacio: probadores, una sala de trabajo para las costureras y sus ayudantes, un almacén para telas y materiales, y un despacho más grande para tus diseños.

 Donghae empezó a seguir su razonamiento.

—Sí, he soñado con crear un establecimiento como el que describes y, sí, la tienda ofrecería espacio suficiente si pudiera reformar las habitaciones en las que me alojo en este momento. Pero, ni en sueños, podría reunir los fondos para dar ese paso en estos momentos.

—Donghae, ¿cómo crees que se expanden los negocios? y no me mires como si fuera un aristócrata ocioso. Sé algo sobre negocios, y muy pocos de los que confían prosperar esperan a reunir todos los fondos necesarios para embarcarse en una nueva empresa. Con su proyecto, talento y valor, convencen a los inversores de que adelanten el dinero — hizo una pausa efectista—. Bueno, querido, da la casualidad de que yo soy ese inversor... en diferentes negocios y mi olfato me dice que invertir en la expansión de «Mr Donghae» sería un gran acierto.

Donghae lo miró de hito en hito, con el ceño fruncido.

—¿Tú? ¿Mi inversor?

—Los aristócratas tenemos que lucrarnos de alguna manera, ya que no podemos ensuciar nuestras ociosas manos con un negocio — lo sobresaltó levantándole la barbilla con el dedo—. ¿Y bien? Te desafío a que encuentres un fallo en mi propuesta.

Donghae no sabía cómo expresar sus objeciones sin ofenderlo. Hyukjae se ponía rígido a la menor referencia a la deuda que tenía con él, y en su mirada esperanzada y expectante se leía que, por fin, creía haber hallado un regalo que estaría encantado de aceptar.

—Para empezar, no sé cuánto capital necesitaría, ni cómo me las arreglaría para devolverle el dinero a mi... inversor. Y, aunque quisiera expandir el negocio, no sé cómo podría permitirme una casa tan preciosa como esta.

—Déjame que te lo explique —a grandes zancadas, se acercó a un pequeño escritorio y extrajo un documento del cajón—. He mandado redactar unos papeles en los que se detalla la cantidad de la inversión, la garantía exigida y la repartición de beneficios. El alquiler de esta casa se incluye en el total. Mi notario lo verificará.

Dudoso, Donghae se puso en pie y vagó por el dormitorio, hasta detenerse junto a la ventana. Sin pensar, alargó la mano para acariciar el suave terciopelo de las cortinas de intenso color azul.

—No sé, no me parece correcto que tú... inviertas en mi negocio. No cuando somos... cuando yo... —sus palabras se perdieron en el aire y se sonrojó.

—Como inversor prudente que soy, escojo los proyectos que más pHenryabilidades tienen de resultar rentables. ¿Por qué iba a privarme de invertir en ti, solo porque mantenemos una relación... íntima? Te aseguro que, tanto tus derechos de propietario como los míos de inversor quedan protegidos en las cláusulas.

Mientras reflexionaba, Donghae reparó de repente en la suavidad de la cortina que acariciaba con los dedos. Una desconcertante sospecha cobró forma en su mente. Lo miró con ojos penetrantes.

—¿Es que las viviendas londinenses siempre se alquilan amuebladas con tanta exquisitez?

Hyukjae estudió la manga de su chaqueta, quitando con los dedos una invisible mota de polvo.

—Puede que haya dado algunas instrucciones sobre el mobiliario.

—¿Algunas instrucciones? —Donghae volvió a pasear la mirada por la estancia, en aquella ocasión, fijándose con más detalle en la disposición de los muebles: el sillón de orejas junto a la chimenea, un pequeño escritorio portátil sobre la mesa próxima a la ventana, justo donde solía colocar el suyo en sus diversos alojamientos por España. y sus colores favoritos. Consolidada la sospecha, se volvió hacia él—. ¿No habrá participado Heechul, por un casual, en esas «instrucciones»?

—Bueno, sí, le consulté. Tras confiarle una pequeña parte de mi plan, le pedí que visitara varias casas disponibles, para que eligiera la que creyera que sería más de tu agrado, y que me aconsejara sobre cómo amueblarla. ¿Es de tu agrado? — inquirió con una sonrisa.

Donghae se negó a dejarse distraer.

—Estabas tan seguro de que me persuadirías que te confabulaste con mi ayudante a mis espaldas, sin consultarme declaró, con furia creciente.¿ y si no accedo a tus deseos ? ¿Qué harás con esta mansión y sus elegantes muebles?

La sonrisa de Hyukjae se extinguió al estudiar su rostro borrascoso.

—¿No te gusta?

—¿Que si me gusta? —barbotó Donghae—. ¡Por supuesto! Es maravillosa, como tú bien sabes. Pero es que...

Hyukjae se acercó para tomarle la mano.

—¡Lo sé, Donghae! Piensas que obré con precipitación y presunción al organizar todo esto, e incluso al implicar a Heechul, sin pedir tu aprobación. Pero es un paso tan lógico y acertado económicamente, y tú habías soñado tanto en voz alta con darlo, que me arriesgué. Trabajas tanto, que quise ahorrarte la pérdida de tiempo y las molestias, y darte una sorpresa que te agradase. Nunca fue mi intención... decidir por ti. Si te he ofendido, lo lamento.

La ira ascendente de Donghae se paralizó. Era cierto que había expresado el deseo de ampliar su negocio de aquel modo. Y, de querer realizar su sueño, contar con aquella casa ya amueblada, le ahorraría interminables horas de negociaciones con los agentes de la propiedad y los almaceneros.

Estudió el rostro de Hyukjae, que reflejaba un pesar sincero. Aunque la irritaba su actitud dominante al organizarlo todo sin su consentimiento, también debía reconocer el cariño que había puesto en tratar de ayudarle y agradarle. Un regalo tal vez más valioso que la casa en sí.

—Una vez más, eres amable en extremo —dijo por fin.

—Entonces, ¿aceptarás el reto? ¿Pondrás de inmediato en marcha la ampliación?

Hyukjae no podía haber elegido mejores palabras para persuadirlo.

—Tendré que hablar con tu notario, como tú mismo has sugerido. Pero, si las cifras están en orden y tengo la certeza de poder dar el paso, lo daré.

Hyukjae le apretó la mano.

—No dudes en visitarlo, hazle las preguntas que desees y, luego, decide — se llevó los dedos de Donghae a los labios—. Lo que más deseo en el mundo es que seas feliz.

La profunda emoción de su voz era inequívoca y, una vez más, a pesar de la cautela que intentaba imponer a sus emociones, Donghae se sintió conmovido. Incapaz de articular una respuesta, permitió que lo estrechara en sus brazos.

—Te daría la luna, si tú me dejaras —susurró Hyukjae junto a su pelo—. Pero esto no es un regalo... te lo has ganado con tu esfuerzo. No lo rechaces solo porque es mi ímpetu lo que lo hace realidad — lo apartó un poco y sonrió, con rostro radiante de entusiasmo—. He mandado revisar las cuentas una y otra vez. No lamentarás dar este impulso a tu negocio. Y, hablando de negocios, señor, su primer accionista estima que debe volver al suyo para atender a la clientela. Espero unos cuantiosos beneficios para mi inversión.

Hyukjae lo condujo hacia la puerta, pero antes de que la abriera, Donghae lo retuvo.

—Gracias, Hyukjae, por creer en mí —y se puso de puntillas para besarlo.

Fue un beso largo, dulce, suave. Cuando Donghae separó los labios de los de él, Hyukjae le levantó la barbilla y lo miró con una expresión tan infinitamente tierna, que se quedó sin aliento.

Entreabrió los labios, como si fuera a decir algo, vaciló y luego, susurró:

—Mi Donghae.



Hyukjae se detuvo en el umbral de Silver. Era la hora del almuerzo, y una comida gustosa podría distanciarlo un poco de las emociones intensas que Donghae despertaba en él.

Vio a Cho Kyuhyun junto al fuego y, sonriendo, lo llamó.

—¿Hyuk? —Kyuhyun sacó sus impertinentes y lo inspeccionó con aspavientos, mientras Hyukjae se acercaba. —¡Dichosos los ojos, amigo mío! —le tendió la mano— .Hacía tanto tiempo que no te veía, que temí que te hubieras hecho monje o que hubieras partido en una misión secreta.

Hyukjae experimentó una leve irritación.

—Cuentista. He estado... — hizo un ademán despectivo — trabajando demasiado, supongo. Además, las reuniones sociales son todas parecidas.

—No es un comentario elegante, pero sí cierto —Kyuhyun rió y lo asió del codo—. Ven, mientras buscamos algo con lo que tentar a tu exigente paladar, puedes hablarme de tus correrías —al oír el balbuceo evasivo de Hyukjae, Kyuhyun se volvió para mirarlo—. ¿No quieres que haga preguntas? —escrutó el rostro de Hyukjae—. Ah, ¿la relación progresa?

A pesar de su agitación, Hyukjae no pudo reprimir una sonrisa.

—Como la seda.

—Entonces, tu ausencia se debe a que has estado en la campiña.

—¿En la campiña? —perplejo, Hyukjae frunció el ceño.

—¿No has ido a KRY a buscar a Ryeowook? Pensé... Tu madre dijo en la cena de los Cunningham el mes pasado que esperaba que fueras por él de un momento a otro.

Hyukjae sintió una punzada desagradable. Recordaba vagamente a su madre insistiendo sobre el tema, pero había estado tan... absorto en las últimas semanas, que no se había percatado del paso del tiempo. A decir verdad, comprendió con sobresalto, la temporada empezaría pronto.

—¿Vas a traerlo a Londres? —preguntó Kyuhyun.

—Sí, por supuesto. Antes de que se alistara en el ejército, le prometí a Yesung que cuidaría de su hermano, ¿no es así? Además, ya es hora de que deje de esconderse.

—Cierto. Es tan alegre y encantador que, pasado un tiempo, uno apenas advierte su cojera.

— Cuento contigo para que me ayudes a convencerlo de que así es.

—Será un placer. ¿Cuándo partes para KRY, entonces?

Maldición. Tendría que darse prisa si pensaba darle tiempo a Ryeowook para que encargara trajes y demás complementos. Recordó haber pagado recientemente varias facturas para su hermana Taemin, que también iba a hacer su debut. Pero ¿cómo decirle a Donghae que debía irse, y por qué?

—¡Zeus, menuda expresión! ¿He dicho alguna inconveniencia?

—En absoluto. Gracias por recordármelo. Me he... descuidado. Tendré que partir esta misma semana, imagino.

Kyuhyun rió.

—¡Eso sí que es bueno! ¿Hyukjae el organizador descuidando algo? —al comprender, su sonrisa se disipó—. Ah. ¿Es que... mm, el otro joven sigue ocupando todo tu tiempo? —Hyukjae emitió un gruñido evasivo y desvió la mirada—. Y es él quien... con quien has estado escondiéndote estos dos últimos meses —dijo Kyuhyun en voz baja, casi para sí—. Rayos y centellas, Hyuk, nunca, desde que te conozco ... —una expresión semejante a la estupefacción asaltó su rostro, y la frase se perdió en el aire—. Eso complica un poco las cosas.

—Tonterías —repuso Hyukjae, con más aspereza de la pretendida—. No hay relación entre ellos. Mamá cuidará de Taemin y de Ryeowook durante su presentación en sociedad. Yo me limitaré a acompañarlos en algunas fiestas aburridas.

—Por supuesto —corroboró Kyuhyun con excesivo énfasis—. Es mejor que colmes tu cupo de... otras distracciones antes de atarte para siempre. Además, Ryeowook te conoce desde que era niño. Y no se cree toda esa basura sobre caballeros andantes. Seguro que conquista a algún otro para que se case con él.

Hyukjae se sorprendió sin saber qué decir. De repente, la idea de una comida tranquila, con Kyuhyun parloteando sobre cuestiones que prefería no afrontar en aquellos momentos, perdió todo su encanto.

—Creo que, después de todo, no tengo tiempo para almorzar. Me alegro de verte, Kyuhyun. —Se volvió para irse. Kyuhyun le puso una mano en el brazo.

—Lo siento, Hyuk. No era mi intención entrometerme en tus asuntos. Hyukjae se contuvo de apartar la mano de Kyuhyun.

—No es necesario que te disculpes. Lo siento, pero debo irme.

—¿Cenamos juntos esta noche? —al ver que Hyukjae movía la cabeza en señal de negativa, Kyuhyun retiró la mano—. Entonces, espero verte pronto. He echado de menos tu compañía.

—Pronto —prometió Hyukjae, que estaba ansioso por escapar de allí. Los ojos de Kyuhyun recorrieron el rostro de Hyukjae, consternados.

Hyukjae le brindó una sombra de sonrisa y se despidió. Sintió la mirada de Kyuhyun en la espalda durante todo el tiempo qué tardó en alcanzar la salida.



Encorvándose sobre el libro de cuentas, Hyukjae se esforzó por concentrarse en las entradas. El caleidoscopio de imágenes seguía distrayéndolo. Ryeowook en KRY diciéndole, a finales de septiembre, que confiaba en él para que le aconsejara durante la ausencia de Yesung.

Kyuhyun en la sala de miembros de Silver, mirándolo estupefacto. La sonrisa despreocupada de un soldado con casaca roja.

Apretó los dientes en el último pensamiento. Donghae había adorado a su difunto marido. Exactamente, ¿qué sentía hacia Hyukjae? Apartó la pregunta.

Debía cumplir su promesa a Yesung y persuadir a Ryeowook de asistir a la temporada londinense que había estado rehuyendo. Aquel año no podría hallar objeciones razonables: podría charlar con su hermano y con sus amigos; Su madre estaría allí para apoyarlo, y él mismo la protegerío.

Aunque no dudaba en cumplir con su obligación, tampoco tenía intención de abandonar a Donghae. Tendría que hacer juegos malabares para acomodar sus prioridades a las de su familia, pero ya era un experto en eso. Pensaba disfrutar del increíble regalo que eran el cuerpo y la amistad de Donghae durante todo el tiempo que durara su romance.

En cuanto al final de la temporada, podían ocurrir muchas cosas en pocos meses. Su pasión ardiente por Park Donghae podía apagarse... como había ocurrido otras veces. O, como Kyuhyun había predicho, un caballero sagaz pasaría por alto la cojera de Ryeowook y descubriría al joven dulce y amable que era. Algún otro caballero sagaz.

¿Y si no? «Siempre puedes casarte conmigo, Wook».

Una desagradable mezcla de ansiedad y mal presagio se aferró a su estómago al recordarlo.

Hizo caso omiso de aquella sensación. No podía obrar de otro modo: debía apadrinar a Ryeowook y debía ver a Donghae. Como no podía hacer nada para alterar los hechos, no echaría a perder el presente preocupándose por el futuro. Sin duda, todo se arreglaría.

Primero, debía ir en busca de Ryeowook, y pronto. ¿Cómo dar la noticia?

Aquella era la última tarde que Donghae atendía en el local. A partir del día siguiente, se retiraría a su despacho de diseño en los cuartos reformados del segundo piso, mientras sus costureras empezaban a transformar sus bocetos en los primeros atuendos completos de «Mr Donghae»

Debía pedirle a Heechul que preparara una cena especial. Después, cuando los dos estuviesen saciados y repletos, informaría a Donghae sobre el viaje inminente. El era tan sereno e independiente, que no se disgustaría porque tuviese que partir para cumplir con... una obligación familiar. En cualquier caso, regresaría en pocos días.

La idea de estar separado de él le produjo una opresión inesperada en el pecho. Como debía partir, lo mejor sería que adelantara el trabajo en la oficina. Espantó una intranquilidad persistente y se dispuso a trabajar.



Varias horas más tarde, Hyukjae entraba en silencio en la tienda. Donghae estaba de pie, en el rincón del fondo. Como siempre, al verlo se tranquilizaba. Como no deseaba interrumpir, se recostó en la pared con intención de esperar.

La campanilla tintineó a su espalda, y una mujer y elegantemente vestido entró en el local. Hyukjae la observó distraídamente, y vio cómo la pluma de su sombrero se mecía mientras estudiaba los sombreros del escaparate.

Un movimiento brusco de la pluma captó su atención, al tiempo que la mujer profería una exclamación y se llevaba la mano al pecho.

— ¡Aiden! —gritó la mujer con deleite—. ¡Mi querido Aiden, eres tú!

Daba la impresión de que arrollaría a Donghae en su ansia por alcanzar a la clienta a la que debían de ir dirigidos sus comentarios. Antes de que Hyukjae pudiera apartarlo del camino de la  impetuosa mujer, Donghae se volvió hacia el joven y, para sorpresa de él, extendió las manos en un gesto de bienvenida.

—Queridísima Cecelia —dijo Donghae, al tiempo que la mujer lo abrazaba—. Es maravilloso volverte a ver.

Hyukjae se detuvo y contempló, inmóvil, cómo la recién llegada apartaba a Donghae para inspeccionarlo con avidez.

—¡Ya veo que estás tan encantador como siempre! ¡Y cuánto me alegro de verte, Aiden! Cuando te quedaste atrás con Spencer, perdimos todo el contacto: nadie en el regimiento sabía a dónde habías ido. Ah, y nos entristeció tanto saber que... —hizo una pausa para tomar aliento y tragó saliva—. Bueno, ya sabes. Roger no lo ha superado del todo. ¡Pero no importa! Ahora que te he encontrado, debes venir a tomar el té a mi casa para que nos contemos las novedades.

Antes de que Donghae pudiera responder, la clienta, que contemplaba a Donghae y a la recién llegada con un aire de creciente indignación, carraspeó ruidosamente.

—Mr Donghae, por maravilloso que pueda ser saludar a sus... amistades, debo insistir en que termine primero conmigo. Tengo que hacer varias visitas esta tarde y no puedo entretenerme con su charla.

Durante un momento, Donghae se quedó inmóvil, mientras la recién llegada miraba alternativamente a la clienta y a su amigo, con el ceño fruncido con evidente confusión.

Donghae desenredó con suavidad los dedos de las manos de su vieja amiga. Entonces, aparentemente por primera vez, advirtió la presencia de Hyukjae junto al umbral. Un leve rubor cubrió sus altos pómulos. Enseguida, volvió a fijar la vista en la recién llegada.

—Me encantaría que charláramos en otro momento, Cecelia. ¿Por qué no le das a Heechul tu dirección, para que pueda ir a visitarte? Me temo que ahora yo... debo atender el negocio.

La joven lo miró boquiabierta.

—¿Tú... Mr Don...? ¡Oh! —la amiga se sonrojó también al encajar todas las piezas—. Sí, debes continuar con tu tra... trabajo. Yo... hablaré con Heechul.

Heechul apareció de inmediato, como si hubiese estado rondando cerca de la puerta. Con un murmullo en portugués, llamó a la joven. Con una última mirada de asombro hacia Donghae, la recién llegada siguió a Heechul.

Con la cabeza bien alta, Donghae se volvió hacia su clienta.

—Ahora, dígame, lady Jieun, ¿son de su agrado?

Quizá fuera la conmoción de verlo abrazada a una extraña que la llamaba por un nombre que él desconocía, o la indignación de lady Jieun, hija de un comerciante que había comprado un marido con título para su hija, que intentaba poner a Donghae en su sitio, la cuestión fue que, de repente, Hyukjae montó en cólera.

—Mr Donghae —se acercó y le hizo una profunda reverencia—. Mi madre le envía sus felicitaciones y desea expresar su deleite por su última creación.

Al instante, la expresión agraviada de la clienta se aplacó.

—¡Lord Eunhyuk, qué honor!

Hyukjae inclinó ligeramente la cabeza.

—Lady Jieun.

—Enseguida lo atiendo, milord —dijo Donghae, rehuyendo su mirada.

—¡Necia criatura, no debes hacer esperar a lord Eunhyuk! —lady Jieun le dio la espalda a Donghae y sonrió a Hyukjae—. Usted primero, milord, se lo ruego. Yo no tengo ninguna prisa.

—Es usted muy amable, señora —Hyukjae concedió a lady Jieun otra inclinación de cabeza infinitesimal—. Pero jamás se me ocurriría interrumpir el trabajo de una artista como Mr Donghae. Esperaré de buen grado. Por favor, señor, continúe.

—Como desee milord —todavía sin mirarlo a los ojos, Donghae hizo una reverencia.

—Esperaré en su despacho, si no es molestia —al oír el murmullo de aceptación de Donghae, Hyukjae le hizo otro saludo elaborado—. Y Lady Jieun —al despedir a la advenediza con una mirada tan fugaz que resultaba ofensiva, las mejillas de la mujer enrojecieron, y Hyukjae entró en el despacho.

Todavía temblando por la violencia de sus emociones, se detuvo junto a la mesa. Entonces, se le ocurrió que debía continuar hasta la cocina y alcanzar a la amiga de Donghae. La mujer había revelado el nombre del difunto marido de Donghae, información que el joven viudo no había dejado caer ni una sola vez en todos los meses que estaban juntos. Tal vez la amiga pudiera aportarle más datos.

Antes de que pudiera moverse, el ruido de la puerta de atrás al cerrarse lo informó de la posible marcha de la mujer. Heechul entró en el despacho solo.

—¿Té, milord?

—Sí, por favor —el doncel hizo una reverencia y se retiró al tiempo que, frustrado, Hyukjae se dejaba caer en la silla de detrás del escritorio.

Aiden. El precioso nombre resonaba en su cabeza. ¿Acaso el joven que tanto lo cautivaba, su Donghae, se llamaba, en realidad, Aiden? De ser así, ¿por qué no le había confiado un dato tan básico como su verdadero nombre? Agradecería una taza de té que le calmara los nervios, aunque se tranquilizaría más obteniendo algunas respuestas.

El tintineo de la campanilla señaló la marcha de lady Jieun. Donghae, con la cabeza gacha, entró en el despacho. A pocos pasos del escritorio, se detuvo para mirarlo, escrutando su rostro como si quisiera discernir su humor. Lo que vio le hizo bajar los párpados y enmascarar de nuevo sus ojos. Con un profundo suspiro, se acercó a la mesa de trabajo y dejó el sombrero inacabado sobre la percha. Le temblaban los dedos.

—¿Va a traer Heechul el té? —preguntó por fin, de espaldas a él. Hyukjae no pudo soportarlo más, la necesidad de tocarlo, de arrancarlo físicamente de otra vida en la que él no había tomado parte, lo impulsó a levantarse. Lo alcanzó con una sola zancada.

—Ven, siéntate. Debes de estar cansado — Donghae murmuró, pero no se resistió cuando lo atrajo hacia la silla y él se encaramó al escritorio.

Durante unos momentos, después de que Heechul regresara con el té, se concentraron en aquel pequeño ritual. Reinó el silencio una vez más, pero Hyukjae no pudo contenerse por más tiempo.

—Aiden... es un nombre precioso. Te sienta bien.

El sufrimiento contrajo fugazmente las facciones de Donghae.

—Parecía de otra vida. Y Cecelia también. No había visto a nadie de mi... mis días de esposo de un militar desde... —dejó la frase incompleta. Por fin, lo miró directamente a los ojos. La angustia que Hyukjae vio en su rostro embotó la hoja afilada de su afrenta. Siguiendo su instinto, lo estrechó entre sus brazos.

Durante un largo momento, Donghae apoyó la cabeza en su hombro. Tenía los ojos llorosos cuando se apartó.

—Cuando mi marido murió, tuve que elegir entre dar la espalda para siempre a lo que había sido, aceptar la oportunidad que me ofrecían y sobrevivir, y aferrarme a mis aspiraciones y morir de hambre. Escogí sobrevivir. Pensé que una nueva vida merecía un nuevo nombre, así que me cambié el mío.

No había estado ocultando su pasado, simplemente había roto con una vida que no podía seguir llevando, nada más. La explicación fue como un bálsamo para la agitación de Hyukjae.

—¿Irás a visitar a tu amiga?

—Sí, aunque dudo que me reciba —inspiró hondo—. Ahora soy «Mr Donghae, tendero», y no el esposo de un oficial amigo.

La idea de que le desdeñaran los que antes habían sido sus iguales lo desgarró.

—Vales lo mismo, no, mucho más que ella —dijo con enojo—. Una persona menos valiente, cualquier otro joven, habría expirado en España, destituido y olvidado. Tú no solo sobreviviste, sino que estás floreciendo.

—Por un precio.

Las palabras fueron un susurro, pero tan irrefutable, que Hyukjae no tuvo respuesta para suavizar la cruda verdad, aunque deseara hacerlo con fervor. Lo atrajo hacia ella y le ofreció el calor y la fuerza de sus brazos, el único consuelo que podía darle que no sería una mentira.


Mucho después, en la nueva casa, tras disfrutar del vino y de una de las sabrosas paellas de Heechul, Donghae parecía haberse repuesto. Cuando le pidió que le aconsejara sobre algunas reformas que pensaba realizar en la tienda en los días siguientes, Hyukjae reconoció la oportunidad perfecta para darle la noticia. Inspiró hondo y trató de hablar con naturalidad.

—Me temo que tendré que irme de Londres al final de la semana. No por mucho tiempo, cariño.

¿Acaso la mirada de sorpresa que Donghae le dirigió contenía decepción? Eso esperaba, pero su voz serena no reflejó ninguna emoción.

—Entiendo. Entonces, ¿no te veré hasta tu regreso? Te deseo un feliz viaje.

Sin saber si alegrarse o irritarse por su calma, Hyukjae continuó.

—Me reuniré contigo todas las noches hasta mi marcha, pero a mi regreso, tendré las veladas más... ocupadas. Mi joven hermano se presenta este año en sociedad, como ya te he comentado en alguna ocasión.

—Sí. Debes respaldarlo, por supuesto.

Hyukjae hizo una mueca.

—Temo que sí, aunque preferiría soportar cien tediosas cenas políticas a bailar una sola noche en Almack's.

—¿Estás seguro de que no estarás... demasiado ocupado? No querría ser un estorbo para tus obligaciones familiares. Ya te he acaparado bastante. Quizá fuera mejor que dejáramos...



2 comentarios:

  1. Y todo drama es así... Todo tan terriblemente complicado ~
    Ay~ me duele mi corazoncillo ~

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  2. HyukJae no es nada tonto...no podia darle la casa así como así...no,tenia que encontrar la excusa y los argumentos perfectos para que Hae sopesará la noticia y aceptara....muy buena jugada.
    No le hace gracia dejar a Hae...y menos lo que se avecina...y mucho menos la situación en la que se vio Hae con la amiga y la clienta.
    Uy...le va a proponer dejarse de ver mientras resuelve sus asuntos...???

    *
    Bien,yo sé que gusta del YeWook y usted sabe que yo no pregunto cosas innecesarias a menos de que lo valgan...por eso justo ahora lo hago...¿como por qué Yesung y Wook son hermnos aquí?

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...