Era,
sin duda alguna, una casa preciosa. Un precioso nido de amor en el que un
hombre rico podría instalar a su amante. Mientras pasaban de habitación en
habitación, la angustia y la indignación de Donghae fueron creciendo hasta que,
cuando Hyukjae abrió con una reverencia la puerta de un dormitorio tan
exquisito que Donghae sintió deseos de llorar, no pudo soportarlo más.
Se
desembarazó de su mano, caminó hasta la ventana, y fijó la vista en la calle
para mantener la voz firme.
—No la
quiero. ¡No pienso vivir aquí! ¿No te lo
había dicho ya?
—Pero,
querido mío, creía que estabas muy satisfecho con los progresos de tu
sombrerería
—No
pienso... —las palabras de Hyukjae penetraron el muro de su furia, y se
interrumpió—. ¿Mi sombrerería? ¿Qué tiene que ver la tienda con esto?
—Todo,
por supuesto. ¿En qué creías que estaba pensando? Ven, siéntate.
Antes
de que Donghae pudiera resistirse, lo tomó del brazo y lo condujo a un elegante
sofá georgiano. Con el semblante cándido de un monaguillo, se sentó a su lado.
—¿No
has dicho en más de una ocasión lo frustrante que es para ti diseñar un
sombrero y ver cómo tu cliente lo echa a perder combinándolo con un traje o
vestido desastroso? ¿ y lo mucho que te gustaría crear el atuendo completo?
—¿Y no
has comentado que, para llevar a cabo esa empresa, requerirías más espacio: probadores,
una sala de trabajo para las costureras y sus ayudantes, un almacén para telas
y materiales, y un despacho más grande para tus diseños.
Donghae empezó a seguir su razonamiento.
—Sí,
he soñado con crear un establecimiento como el que describes y, sí, la tienda
ofrecería espacio suficiente si pudiera reformar las habitaciones en las que me
alojo en este momento. Pero, ni en sueños, podría reunir los fondos para dar
ese paso en estos momentos.
—Donghae,
¿cómo crees que se expanden los negocios? y no me mires como si fuera un
aristócrata ocioso. Sé algo sobre negocios, y muy pocos de los que confían
prosperar esperan a reunir todos los fondos necesarios para embarcarse en una
nueva empresa. Con su proyecto, talento y valor, convencen a los inversores de
que adelanten el dinero — hizo una pausa efectista—. Bueno, querido, da la
casualidad de que yo soy ese inversor... en diferentes negocios y mi olfato me
dice que invertir en la expansión de «Mr Donghae» sería un gran acierto.
Donghae
lo miró de hito en hito, con el ceño fruncido.
—¿Tú?
¿Mi inversor?
—Los
aristócratas tenemos que lucrarnos de alguna manera, ya que no podemos ensuciar
nuestras ociosas manos con un negocio — lo sobresaltó levantándole la barbilla
con el dedo—. ¿Y bien? Te desafío a que encuentres un fallo en mi propuesta.
Donghae
no sabía cómo expresar sus objeciones sin ofenderlo. Hyukjae se ponía rígido a
la menor referencia a la deuda que tenía con él, y en su mirada esperanzada y
expectante se leía que, por fin, creía haber hallado un regalo que estaría
encantado de aceptar.
—Para
empezar, no sé cuánto capital necesitaría, ni cómo me las arreglaría para
devolverle el dinero a mi... inversor. Y, aunque quisiera expandir el negocio,
no sé cómo podría permitirme una casa tan preciosa como esta.
—Déjame
que te lo explique —a grandes zancadas, se acercó a un pequeño escritorio y
extrajo un documento del cajón—. He mandado redactar unos papeles en los que se
detalla la cantidad de la inversión, la garantía exigida y la repartición de
beneficios. El alquiler de esta casa se incluye en el total. Mi notario lo
verificará.
Dudoso,
Donghae se puso en pie y vagó por el dormitorio, hasta detenerse junto a la
ventana. Sin pensar, alargó la mano para acariciar el suave terciopelo de las
cortinas de intenso color azul.
—No
sé, no me parece correcto que tú... inviertas en mi negocio. No cuando somos...
cuando yo... —sus palabras se perdieron en el aire y se sonrojó.
—Como
inversor prudente que soy, escojo los proyectos que más pHenryabilidades tienen
de resultar rentables. ¿Por qué iba a privarme de invertir en ti, solo porque
mantenemos una relación... íntima? Te aseguro que, tanto tus derechos de
propietario como los míos de inversor quedan protegidos en las cláusulas.
Mientras
reflexionaba, Donghae reparó de repente en la suavidad de la cortina que
acariciaba con los dedos. Una desconcertante sospecha cobró forma en su mente.
Lo miró con ojos penetrantes.
—¿Es
que las viviendas londinenses siempre se alquilan amuebladas con tanta
exquisitez?
Hyukjae
estudió la manga de su chaqueta, quitando con los dedos una invisible mota de
polvo.
—Puede
que haya dado algunas instrucciones sobre el mobiliario.
—¿Algunas
instrucciones? —Donghae volvió a pasear la mirada por la estancia, en aquella
ocasión, fijándose con más detalle en la disposición de los muebles: el sillón
de orejas junto a la chimenea, un pequeño escritorio portátil sobre la mesa
próxima a la ventana, justo donde solía colocar el suyo en sus diversos
alojamientos por España. y sus colores favoritos. Consolidada la sospecha, se
volvió hacia él—. ¿No habrá participado Heechul, por un casual, en esas
«instrucciones»?
—Bueno,
sí, le consulté. Tras confiarle una pequeña parte de mi plan, le pedí que
visitara varias casas disponibles, para que eligiera la que creyera que sería
más de tu agrado, y que me aconsejara sobre cómo amueblarla. ¿Es de tu agrado?
— inquirió con una sonrisa.
Donghae
se negó a dejarse distraer.
—Estabas
tan seguro de que me persuadirías que te confabulaste con mi ayudante a mis
espaldas, sin consultarme declaró, con furia creciente.¿ y si no accedo a tus
deseos ? ¿Qué harás con esta mansión y sus elegantes muebles?
La
sonrisa de Hyukjae se extinguió al estudiar su rostro borrascoso.
—¿No
te gusta?
—¿Que
si me gusta? —barbotó Donghae—. ¡Por supuesto! Es maravillosa, como tú bien
sabes. Pero es que...
Hyukjae
se acercó para tomarle la mano.
—¡Lo
sé, Donghae! Piensas que obré con precipitación y presunción al organizar todo
esto, e incluso al implicar a Heechul, sin pedir tu aprobación. Pero es un
paso tan lógico y acertado económicamente, y tú habías soñado tanto en voz alta
con darlo, que me arriesgué. Trabajas tanto, que quise ahorrarte la pérdida de tiempo
y las molestias, y darte una sorpresa que te agradase. Nunca fue mi
intención... decidir por ti. Si te he ofendido, lo lamento.
La ira
ascendente de Donghae se paralizó. Era cierto que había expresado el deseo de
ampliar su negocio de aquel modo. Y, de querer realizar su sueño, contar con
aquella casa ya amueblada, le ahorraría interminables horas de negociaciones
con los agentes de la propiedad y los almaceneros.
Estudió
el rostro de Hyukjae, que reflejaba un pesar sincero. Aunque la irritaba su actitud
dominante al organizarlo todo sin su consentimiento, también debía reconocer el
cariño que había puesto en tratar de ayudarle y agradarle. Un regalo tal vez
más valioso que la casa en sí.
—Una
vez más, eres amable en extremo —dijo por fin.
—Entonces,
¿aceptarás el reto? ¿Pondrás de inmediato en marcha la ampliación?
Hyukjae
no podía haber elegido mejores palabras para persuadirlo.
—Tendré
que hablar con tu notario, como tú mismo has sugerido. Pero, si las cifras
están en orden y tengo la certeza de poder dar el paso, lo daré.
Hyukjae
le apretó la mano.
—No
dudes en visitarlo, hazle las preguntas que desees y, luego, decide — se llevó
los dedos de Donghae a los labios—. Lo que más deseo en el mundo es que seas
feliz.
La
profunda emoción de su voz era inequívoca y, una vez más, a pesar de la cautela
que intentaba imponer a sus emociones, Donghae se sintió conmovido. Incapaz de
articular una respuesta, permitió que lo estrechara en sus brazos.
—Te
daría la luna, si tú me dejaras —susurró Hyukjae junto a su pelo—. Pero esto no
es un regalo... te lo has ganado con tu esfuerzo. No lo rechaces solo porque es
mi ímpetu lo que lo hace realidad — lo apartó un poco y sonrió, con rostro
radiante de entusiasmo—. He mandado revisar las cuentas una y otra vez. No
lamentarás dar este impulso a tu negocio. Y, hablando de negocios, señor, su
primer accionista estima que debe volver al suyo para atender a la clientela.
Espero unos cuantiosos beneficios para mi inversión.
Hyukjae
lo condujo hacia la puerta, pero antes de que la abriera, Donghae lo retuvo.
—Gracias,
Hyukjae, por creer en mí —y se puso de puntillas para besarlo.
Fue un
beso largo, dulce, suave. Cuando Donghae separó los labios de los de él, Hyukjae
le levantó la barbilla y lo miró con una expresión tan infinitamente tierna,
que se quedó sin aliento.
Entreabrió
los labios, como si fuera a decir algo, vaciló y luego, susurró:
—Mi Donghae.
Hyukjae
se detuvo en el umbral de Silver. Era la hora del almuerzo, y una comida
gustosa podría distanciarlo un poco de las emociones intensas que Donghae
despertaba en él.
Vio a Cho
Kyuhyun junto al fuego y, sonriendo, lo llamó.
—¿Hyuk?
—Kyuhyun sacó sus impertinentes y lo inspeccionó con aspavientos, mientras Hyukjae
se acercaba. —¡Dichosos los ojos, amigo mío! —le tendió la mano— .Hacía tanto
tiempo que no te veía, que temí que te hubieras hecho monje o que hubieras
partido en una misión secreta.
Hyukjae
experimentó una leve irritación.
—Cuentista.
He estado... — hizo un ademán despectivo — trabajando demasiado, supongo.
Además, las reuniones sociales son todas parecidas.
—No es
un comentario elegante, pero sí cierto —Kyuhyun rió y lo asió del codo—. Ven,
mientras buscamos algo con lo que tentar a tu exigente paladar, puedes hablarme
de tus correrías —al oír el balbuceo evasivo de Hyukjae, Kyuhyun se volvió para
mirarlo—. ¿No quieres que haga preguntas? —escrutó el rostro de Hyukjae—. Ah,
¿la relación progresa?
A
pesar de su agitación, Hyukjae no pudo reprimir una sonrisa.
—Como
la seda.
—Entonces,
tu ausencia se debe a que has estado en la campiña.
—¿En
la campiña? —perplejo, Hyukjae frunció el ceño.
—¿No
has ido a KRY a buscar a Ryeowook? Pensé... Tu madre dijo en la cena de los
Cunningham el mes pasado que esperaba que fueras por él de un momento a otro.
Hyukjae
sintió una punzada desagradable. Recordaba vagamente a su madre insistiendo
sobre el tema, pero había estado tan... absorto en las últimas semanas, que no
se había percatado del paso del tiempo. A decir verdad, comprendió con
sobresalto, la temporada empezaría pronto.
—¿Vas
a traerlo a Londres? —preguntó Kyuhyun.
—Sí,
por supuesto. Antes de que se alistara en el ejército, le prometí a Yesung que
cuidaría de su hermano, ¿no es así? Además, ya es hora de que deje de esconderse.
—Cierto.
Es tan alegre y encantador que, pasado un tiempo, uno apenas advierte su
cojera.
—
Cuento contigo para que me ayudes a convencerlo de que así es.
—Será
un placer. ¿Cuándo partes para KRY, entonces?
Maldición.
Tendría que darse prisa si pensaba darle tiempo a Ryeowook para que encargara trajes
y demás complementos. Recordó haber pagado recientemente varias facturas para
su hermana Taemin, que también iba a hacer su debut. Pero ¿cómo decirle a Donghae
que debía irse, y por qué?
—¡Zeus,
menuda expresión! ¿He dicho alguna inconveniencia?
—En
absoluto. Gracias por recordármelo. Me he... descuidado. Tendré que partir esta
misma semana, imagino.
Kyuhyun
rió.
—¡Eso
sí que es bueno! ¿Hyukjae el organizador descuidando algo? —al comprender, su
sonrisa se disipó—. Ah. ¿Es que... mm, el otro joven sigue ocupando todo tu
tiempo? —Hyukjae emitió un gruñido evasivo y desvió la mirada—. Y es él
quien... con quien has estado escondiéndote estos dos últimos meses —dijo Kyuhyun
en voz baja, casi para sí—. Rayos y centellas, Hyuk, nunca, desde que te
conozco ... —una expresión semejante a la estupefacción asaltó su rostro, y la
frase se perdió en el aire—. Eso complica un poco las cosas.
—Tonterías
—repuso Hyukjae, con más aspereza de la pretendida—. No hay relación entre ellos.
Mamá cuidará de Taemin y de Ryeowook durante su presentación en sociedad. Yo me
limitaré a acompañarlos en algunas fiestas aburridas.
—Por
supuesto —corroboró Kyuhyun con excesivo énfasis—. Es mejor que colmes tu
cupo de... otras distracciones antes de atarte para siempre. Además, Ryeowook
te conoce desde que era niño. Y no se cree toda esa basura sobre caballeros
andantes. Seguro que conquista a algún otro para que se case con él.
Hyukjae
se sorprendió sin saber qué decir. De repente, la idea de una comida tranquila,
con Kyuhyun parloteando sobre cuestiones que prefería no afrontar en aquellos
momentos, perdió todo su encanto.
—Creo
que, después de todo, no tengo tiempo para almorzar. Me alegro de verte, Kyuhyun.
—Se volvió para irse. Kyuhyun
le puso una mano en el brazo.
—Lo
siento, Hyuk. No era mi intención entrometerme en tus asuntos. Hyukjae se
contuvo de apartar la mano de Kyuhyun.
—No es
necesario que te disculpes. Lo siento, pero debo irme.
—¿Cenamos
juntos esta noche? —al ver que Hyukjae movía la cabeza en señal de negativa, Kyuhyun
retiró la mano—. Entonces, espero verte pronto. He echado de menos tu compañía.
—Pronto
—prometió Hyukjae, que estaba ansioso por escapar de allí. Los ojos de Kyuhyun
recorrieron el rostro de Hyukjae, consternados.
Hyukjae
le brindó una sombra de sonrisa y se despidió. Sintió la mirada de Kyuhyun en
la espalda durante todo el tiempo qué tardó en alcanzar la salida.
Encorvándose
sobre el libro de cuentas, Hyukjae se esforzó por concentrarse en las entradas.
El caleidoscopio de imágenes seguía distrayéndolo. Ryeowook en KRY diciéndole,
a finales de septiembre, que confiaba en él para que le aconsejara durante la
ausencia de Yesung.
Kyuhyun
en la sala de miembros de Silver, mirándolo estupefacto. La sonrisa despreocupada de un soldado con casaca
roja.
Apretó
los dientes en el último pensamiento. Donghae había adorado a su difunto
marido. Exactamente, ¿qué sentía hacia Hyukjae? Apartó la pregunta.
Debía
cumplir su promesa a Yesung y persuadir a Ryeowook de asistir a la temporada
londinense que había estado rehuyendo. Aquel año no podría hallar objeciones
razonables: podría charlar con su hermano y con sus amigos; Su madre estaría
allí para apoyarlo, y él mismo la protegerío.
Aunque
no dudaba en cumplir con su obligación, tampoco tenía intención de abandonar a Donghae.
Tendría que hacer juegos malabares para acomodar sus prioridades a las de su
familia, pero ya era un experto en eso. Pensaba disfrutar del increíble regalo
que eran el cuerpo y la amistad de Donghae durante todo el tiempo que durara su
romance.
En
cuanto al final de la temporada, podían ocurrir muchas cosas en pocos meses. Su
pasión ardiente por Park Donghae podía apagarse... como había ocurrido otras
veces. O, como Kyuhyun había predicho, un caballero sagaz pasaría por alto la
cojera de Ryeowook y descubriría al joven dulce y amable que era. Algún otro
caballero sagaz.
¿Y si
no? «Siempre puedes casarte conmigo, Wook».
Una
desagradable mezcla de ansiedad y mal presagio se aferró a su estómago al
recordarlo.
Hizo
caso omiso de aquella sensación. No podía obrar de otro modo: debía apadrinar a
Ryeowook y debía ver a Donghae. Como no podía hacer nada para alterar los hechos,
no echaría a perder el presente preocupándose por el futuro. Sin duda, todo se
arreglaría.
Primero,
debía ir en busca de Ryeowook, y pronto. ¿Cómo dar la noticia?
Aquella
era la última tarde que Donghae atendía en el local. A partir del día
siguiente, se retiraría a su despacho de diseño en los cuartos reformados del
segundo piso, mientras sus costureras empezaban a transformar sus bocetos en
los primeros atuendos completos de «Mr Donghae»
Debía
pedirle a Heechul que preparara una cena especial. Después, cuando los dos estuviesen
saciados y repletos, informaría a Donghae sobre el viaje inminente. El era tan
sereno e independiente, que no se disgustaría porque tuviese que partir para
cumplir con... una obligación familiar. En cualquier caso, regresaría en pocos
días.
La idea
de estar separado de él le produjo una opresión inesperada en el pecho. Como
debía partir, lo mejor sería que adelantara el trabajo en la oficina. Espantó una
intranquilidad persistente y se dispuso a trabajar.
Varias
horas más tarde, Hyukjae entraba en silencio en la tienda. Donghae estaba de
pie, en el rincón del fondo. Como siempre, al verlo se tranquilizaba. Como no
deseaba interrumpir, se recostó en la pared con intención de esperar.
La
campanilla tintineó a su espalda, y una mujer y elegantemente vestido entró en el local. Hyukjae la
observó distraídamente, y vio cómo la pluma de su sombrero se mecía mientras
estudiaba los sombreros del escaparate.
Un
movimiento brusco de la pluma captó su atención, al tiempo que la mujer profería
una exclamación y se llevaba la mano al pecho.
— ¡Aiden!
—gritó la mujer con deleite—. ¡Mi querido Aiden, eres tú!
Daba
la impresión de que arrollaría a Donghae en su ansia por alcanzar a la clienta
a la que debían de ir dirigidos sus comentarios. Antes de que Hyukjae pudiera
apartarlo del camino de la impetuosa
mujer, Donghae se volvió hacia el joven y, para sorpresa de él, extendió las
manos en un gesto de bienvenida.
—Queridísima
Cecelia —dijo Donghae, al tiempo que la mujer lo abrazaba—. Es maravilloso
volverte a ver.
Hyukjae
se detuvo y contempló, inmóvil, cómo la recién llegada apartaba a Donghae para
inspeccionarlo con avidez.
—¡Ya
veo que estás tan encantador como siempre! ¡Y cuánto me alegro de verte, Aiden!
Cuando te quedaste atrás con Spencer, perdimos todo el contacto: nadie en el
regimiento sabía a dónde habías ido. Ah, y nos entristeció tanto saber que...
—hizo una pausa para tomar aliento y tragó saliva—. Bueno, ya sabes. Roger no
lo ha superado del todo. ¡Pero no importa! Ahora que te he encontrado, debes
venir a tomar el té a mi casa para que nos contemos las novedades.
Antes
de que Donghae pudiera responder, la clienta, que contemplaba a Donghae y a la
recién llegada con un aire de creciente indignación, carraspeó ruidosamente.
—Mr Donghae,
por maravilloso que pueda ser saludar a sus... amistades, debo insistir en que
termine primero conmigo. Tengo que hacer varias visitas esta tarde y no puedo
entretenerme con su charla.
Durante
un momento, Donghae se quedó inmóvil, mientras la recién llegada miraba alternativamente
a la clienta y a su amigo, con el ceño fruncido con evidente confusión.
Donghae
desenredó con suavidad los dedos de las manos de su vieja amiga. Entonces,
aparentemente por primera vez, advirtió la presencia de Hyukjae junto al
umbral. Un leve rubor cubrió sus altos pómulos. Enseguida, volvió a fijar la
vista en la recién llegada.
—Me
encantaría que charláramos en otro momento, Cecelia. ¿Por qué no le das a Heechul
tu dirección, para que pueda ir a visitarte? Me temo que ahora yo... debo
atender el negocio.
La
joven lo miró boquiabierta.
—¿Tú...
Mr Don...? ¡Oh! —la amiga se sonrojó también al encajar todas las piezas—. Sí,
debes continuar con tu tra... trabajo. Yo... hablaré con Heechul.
Heechul
apareció de inmediato, como si hubiese estado rondando cerca de la puerta. Con
un murmullo en portugués, llamó a la joven. Con una última mirada de asombro
hacia Donghae, la recién llegada siguió a Heechul.
Con la
cabeza bien alta, Donghae se volvió hacia su clienta.
—Ahora,
dígame, lady Jieun, ¿son de su agrado?
Quizá
fuera la conmoción de verlo abrazada a una extraña que la llamaba por un nombre
que él desconocía, o la indignación de lady Jieun, hija de un comerciante que había
comprado un marido con título para su hija, que intentaba poner a Donghae en su
sitio, la cuestión fue que, de repente, Hyukjae montó en cólera.
—Mr Donghae
—se acercó y le hizo una profunda reverencia—. Mi madre le envía sus
felicitaciones y desea expresar su deleite por su última creación.
Al
instante, la expresión agraviada de la clienta se aplacó.
—¡Lord
Eunhyuk, qué honor!
Hyukjae
inclinó ligeramente la cabeza.
—Lady Jieun.
—Enseguida
lo atiendo, milord —dijo Donghae, rehuyendo su mirada.
—¡Necia
criatura, no debes hacer esperar a lord Eunhyuk! —lady Jieun le dio la espalda
a Donghae y sonrió a Hyukjae—. Usted primero, milord, se lo ruego. Yo no tengo
ninguna prisa.
—Es
usted muy amable, señora —Hyukjae concedió a lady Jieun otra inclinación de
cabeza infinitesimal—. Pero jamás se me ocurriría interrumpir el trabajo de una
artista como Mr Donghae. Esperaré de buen grado. Por favor, señor, continúe.
—Como
desee milord —todavía sin mirarlo a los ojos, Donghae hizo una reverencia.
—Esperaré
en su despacho, si no es molestia —al oír el murmullo de aceptación de Donghae,
Hyukjae le hizo otro saludo elaborado—. Y Lady Jieun —al despedir a la
advenediza con una mirada tan fugaz que resultaba ofensiva, las mejillas de la
mujer enrojecieron, y Hyukjae entró en el despacho.
Todavía
temblando por la violencia de sus emociones, se detuvo junto a la mesa.
Entonces, se le ocurrió que debía continuar hasta la cocina y alcanzar a la
amiga de Donghae. La mujer había revelado el nombre del difunto marido de Donghae,
información que el joven viudo no había dejado caer ni una sola vez en todos
los meses que estaban juntos. Tal vez la amiga pudiera aportarle más datos.
Antes
de que pudiera moverse, el ruido de la puerta de atrás al cerrarse lo informó
de la posible marcha de la mujer. Heechul entró en el despacho solo.
—¿Té,
milord?
—Sí,
por favor —el doncel hizo una reverencia y se retiró al tiempo que, frustrado, Hyukjae
se dejaba caer en la silla de detrás del escritorio.
Aiden.
El precioso nombre resonaba en su cabeza. ¿Acaso el joven que tanto lo
cautivaba, su Donghae, se llamaba, en realidad, Aiden? De ser así, ¿por qué no
le había confiado un dato tan básico como su verdadero nombre? Agradecería una
taza de té que le calmara los nervios, aunque se tranquilizaría más obteniendo
algunas respuestas.
El
tintineo de la campanilla señaló la marcha de lady Jieun. Donghae, con la
cabeza gacha, entró en el despacho. A pocos pasos del escritorio, se detuvo
para mirarlo, escrutando su rostro como si quisiera discernir su humor. Lo que
vio le hizo bajar los párpados y enmascarar de nuevo sus ojos. Con un profundo
suspiro, se acercó a la mesa de trabajo y dejó el sombrero inacabado sobre la
percha. Le temblaban los dedos.
—¿Va a
traer Heechul el té? —preguntó por fin, de espaldas a él. Hyukjae no pudo
soportarlo más, la necesidad de tocarlo, de arrancarlo físicamente de otra vida
en la que él no había
tomado parte, lo impulsó a levantarse. Lo alcanzó con una sola zancada.
—Ven,
siéntate. Debes de estar cansado — Donghae murmuró, pero no se resistió cuando
lo atrajo hacia la silla y él se encaramó al escritorio.
Durante
unos momentos, después de que Heechul regresara con el té, se concentraron en
aquel pequeño ritual. Reinó el silencio una vez más, pero Hyukjae no pudo
contenerse por más tiempo.
—Aiden...
es un nombre precioso. Te sienta bien.
El
sufrimiento contrajo fugazmente las facciones de Donghae.
—Parecía
de otra vida. Y Cecelia también. No había visto a nadie de mi... mis días de
esposo de un militar desde... —dejó la frase incompleta. Por fin, lo miró
directamente a los ojos. La angustia que Hyukjae vio en su rostro embotó la
hoja afilada de su afrenta. Siguiendo su instinto, lo estrechó entre sus
brazos.
Durante
un largo momento, Donghae apoyó la cabeza en su hombro. Tenía los ojos llorosos
cuando se apartó.
—Cuando
mi marido murió, tuve que elegir entre dar la espalda para siempre a lo que
había sido, aceptar la oportunidad que me ofrecían y sobrevivir, y aferrarme a
mis aspiraciones y morir de hambre. Escogí sobrevivir. Pensé que una nueva vida
merecía un nuevo nombre, así que me cambié el mío.
No
había estado ocultando su pasado, simplemente había roto con una vida que no
podía seguir llevando, nada más. La explicación fue como un bálsamo para la
agitación de Hyukjae.
—¿Irás
a visitar a tu amiga?
—Sí,
aunque dudo que me reciba —inspiró hondo—. Ahora soy «Mr Donghae, tendero», y
no el esposo de un oficial amigo.
La
idea de que le desdeñaran los que antes habían sido sus iguales lo desgarró.
—Vales
lo mismo, no, mucho más que ella —dijo con enojo—. Una persona menos valiente,
cualquier otro joven, habría expirado en España, destituido y olvidado. Tú no
solo sobreviviste, sino que estás floreciendo.
—Por
un precio.
Las
palabras fueron un susurro, pero tan irrefutable, que Hyukjae no tuvo respuesta
para suavizar la cruda verdad, aunque deseara hacerlo con fervor. Lo atrajo
hacia ella y le ofreció el calor y la fuerza de sus brazos, el único consuelo
que podía darle que no sería una mentira.
Mucho
después, en la nueva casa, tras disfrutar del vino y de una de las sabrosas
paellas de Heechul, Donghae parecía haberse repuesto. Cuando le pidió que le
aconsejara sobre algunas reformas que pensaba realizar en la tienda en los días
siguientes, Hyukjae reconoció la oportunidad perfecta para darle la noticia.
Inspiró hondo y trató de hablar con naturalidad.
—Me
temo que tendré que irme de Londres al final de la semana. No por mucho tiempo,
cariño.
¿Acaso
la mirada de sorpresa que Donghae le dirigió contenía decepción? Eso esperaba,
pero su voz serena no reflejó ninguna emoción.
—Entiendo.
Entonces, ¿no te veré hasta tu regreso? Te deseo un feliz viaje.
Sin
saber si alegrarse o irritarse por su calma, Hyukjae continuó.
—Me
reuniré contigo todas las noches hasta mi marcha, pero a mi regreso, tendré las
veladas más... ocupadas. Mi joven hermano se presenta este año en sociedad,
como ya te he comentado en alguna ocasión.
—Sí.
Debes respaldarlo, por supuesto.
Hyukjae
hizo una mueca.
—Temo
que sí, aunque preferiría soportar cien tediosas cenas políticas a bailar una
sola noche en Almack's.
—¿Estás
seguro de que no estarás... demasiado ocupado? No querría ser un estorbo para
tus obligaciones familiares. Ya te he acaparado bastante. Quizá fuera mejor que
dejáramos...
Y todo drama es así... Todo tan terriblemente complicado ~
ResponderEliminarAy~ me duele mi corazoncillo ~
HyukJae no es nada tonto...no podia darle la casa así como así...no,tenia que encontrar la excusa y los argumentos perfectos para que Hae sopesará la noticia y aceptara....muy buena jugada.
ResponderEliminarNo le hace gracia dejar a Hae...y menos lo que se avecina...y mucho menos la situación en la que se vio Hae con la amiga y la clienta.
Uy...le va a proponer dejarse de ver mientras resuelve sus asuntos...???
*
Bien,yo sé que gusta del YeWook y usted sabe que yo no pregunto cosas innecesarias a menos de que lo valgan...por eso justo ahora lo hago...¿como por qué Yesung y Wook son hermnos aquí?