The Lover -4




«Idiota», se castigó. «Por supuesto que no es un cualquiera, aunque la acabes de tratar como tal. Por supuesto que compró este lujoso, pecaminoso e irresistible pijama para su marido, el hombre al que adoraba... y adora todavía. ¡Era su marido, maldita sea! Es de esperar que lo amara» .

Se abrochó el último botón con un ademán violento.

—Lo único que te pido es que no lo lamentes —dijo con brusquedad—. No podría soportarlo.

Donghae alzó sus ojos con sorpresa, atrapándolo en sus profundidades perplejas. Impotente, Hyukjae fue incapaz de desviar la mirada.

—No lo lamento —dijo lentamente, pasado un momento. Se cuadró de hombros y se enderezó—. De verdad, no lo lamento.
—Ojalá pudiera creerlo. Pero no tienes por qué preocuparte, ya me voy. No tengo por norma violar a jóvenes viudos desconsolados.

Hyukjae tomó los pantalones.

Donghae interceptó su mano y, con la otra, giró su barbilla hacia él para poder mirarlo a los ojos una vez más. Hyukjae trató de volver la cabeza, convencido de que su rostro reflejaba todas sus emociones turbulentas y su absurdo agravio infantil. Pero Donghae lo retuvo y lo miró con atención. Pasado un largo momento, susurró:

—No lo lamento — y lo besó.

Donghae tenía razón... aquello era mejor, tanto mejor que antes, que todo pensamiento de irse se disipó al momento.

En aquella ocasión, la lengua de Donghae buscó la de él, rodeándola y acariciándola en profundidad. Mientras lamía y mordisqueaba alternativamente sus labios, Hyukjae gimió y le bajó el pantalón de la pijama para tomar en sus manos la suave redondez de sus glúteos. Donghae se apretó aún más contra su pecho y, sin dejar de atormentarlo con la lengua, frotó su entrepierna contra la de Hyukjae, que se endurecía con rapidez.

Hyukjae lo levantó, y Donghae le rodeó la cintura con las piernas antes de bajar con fuerza y tomarlo dentro. Con un brazo alrededor del cuello de Hyukjae, Donghae bajó los labios para atrapar un pezón tenso cubierto de seda. Gimió mientras él lo penetraba, tensando los músculos de su canal ardiente y resbaladizo alrededor de la pujante virilidad de él.

Jadeando, Hyukjae lo rodeó con los brazos y lo condujo de nuevo hacia la cama. A cada paso, mecía las caderas para tomarlo aún más dentro. Cuando, por fin, lo tumbó sobre las sábanas y se colocó sobre él, ya estaba ansioso por la liberación.

En aquella ocasión, consiguió contenerse. Lo penetró hasta el fondo, se quedó inmóvil y se inclinó para lamer lentamente y mordisquear los pezones mientras él se retorcía bajo su peso, intentando balancear las caderas.

Hyukjae lo mantenía sujeto mientras saboreaba su piel. Cuando la respiración de Donghae se redujo a débiles jadeos, cuando su pecho quedó cubierto por una fina capa de humedad, solo entonces elevó su cuerpo y se retiró lentamente hasta la punta, para volver a penetrarlo despacio. Donghae movió las caderas con urgencia y se aferró a sus hombros.

—Por favor —susurró—. ¡Por favor!

Clavándose las uñas de los pulgares en la palma para contenerse, Hyukjae incrementó el ritmo paulatinamente. Donghae permaneció tumbado, los ojos cerrados, arqueándose hacia él. Hyukjae se inclinó para lamer de nuevo sus pezones tensos y Donghae gritó, ya punto estuvo de destruir su control.

—Hyukjae —jadeó mientras lo penetraba más deprisa—, llámame Hyukjae.

—Hyukjae —susurró Donghae—. ¡Oh, Hyukjae! —hasta que, finalmente, él sollozó su nombre y Hyukjae dejó que sus convulsiones dulces y exquisitas suscitaran las de él.

Después, lo acurrucó contra su pecho, deleitándose con el contacto de su piel sudorosa.

—Donghae, cariño, no lo lamentes nunca — murmuró, mientras deslizaba las manos sobre sus caderas. Donghae se apretó contra él y Hyukjae le masajeó la espalda y los hombros, disfrutando del puro placer de tocarlo.

Donghae se estiró, con la languidez de un gato, y posó una pierna sobre la de él. Momentos después, su respiración relajada y regular le indicó que estaba dormido.

Aunque no había necesidad, Hyukjae siguió acariciándolo con suavidad. Sintió una profunda satisfacción porque, en aquella ocasión, le había dado placer, y también admiración al pensar en la intensidad del placer que le procuraba.

Debía despertarlo, permitirle que lo vistiera y marcharse. Nunca pasaba la noche con sus amantes. En cuanto la unión se consumaba, solía estar ansioso por irse. Parecía que, en eso, también él era diferente, porque no tenía el más leve deseo de moverse de su cama. Sentía una satisfacción plena solo de abrazar su sedoso cuerpo y contemplar cómo la luz de la luna jugaba con sus facciones.

Parecía tranquilo, y feliz. Así quería que se sintiera cuando estuviera con él: a salvo, feliz y satisfecho. Fue su último pensamiento antes de que él, también, se quedara dormido.

Más tarde, cuando se despertó, el alba pintaba de rosa el cielo del balcón. Donghae, estaba sentado a su lado, en la cama. Al ver que se despertaba,  sonrió.

—Buenos días, milord. ¿Le apetecería un café antes de irse? Heechul ha preparado un poco, pues ya casi es la hora de abrir la tienda.

Hyukjae casi gimió de frustración. Aunque no era mucho más tarde de la hora a la que, a veces, regresaba de sus salidas nocturnas, Donghae era una persona de negocios y debía levantarse temprano. Con sutileza, lo prevenía de que no debía retrasarse.

Hablaba en tono práctico, y tanto la tristeza como el contento habían desaparecido.

—No, será mejor que me vaya enseguida —repuso, todavía extrañamente reacio a partir. Aun así, dejó que lo ayudara a ponerse la camisa. Mientras él le abotonaba, Hyukjae se inclinó para besar la suavidad de su cuello.

—Donghae  —susurró. Él se puso rígido. Luego, con cierta torpeza, le rodeó el cuello con los brazos y lo abrazó.

Después de vestirse, lo acompañó al piso de abajo, a través del despacho y hasta la puerta de la entrada.

—Ciérrala bien —le aconsejó Hyukjae, mientras descorría el cerrojo. — ¿Te veré esta noche?

Donghae ladeó la cabeza para mirarlo.

—Si así lo desea.

—Sabes que lo deseo. Donghae, cariño, no puedo ocultar lo mucho que te deseo —profirió una carcajada y se pasó la mano por el pelo alborotado—. Creo que es dolorosamente obvio. Tal vez sea un estúpido —prosiguió— , pero quería que tú también me desearas. Si no es así, lo respetaré —acertó a sonreír—. No me agradará, pero lo respetaré, A no ser que, de verdad, lo desees —articuló las palabras contra la voluntad de sus labios—, no volveré.

A pesar de su pose indiferente, el pulso se le aceleró y brotaron gotas de sudor en su frente, mientras aguardaba la respuesta. Donghae sonrió débilmente, y él empezó a respirar otra vez.

—Deseo que regrese tan a menudo como le plazca, durante tanto tiempo como le plazca.

La alegría devolvió la sonrisa al rostro de Hyukjae.

—Disfrutaré enormemente de venir a la menor oportunidad. Pero, ten cuidado con lo que deseas. Si viniera a visitarte tan a menudo como quisiera, me tendrías siempre pegado a tus botas.

Donghae se limitó a sonreír y él se inclinó para darle un beso largo, que él devolvió, pensó Hyukjae, con cierto entusiasmo.

—Hasta esta noche, entonces.

Antes de que Hyukjae pudiera apartarse, Donghae lo retuvo tocándole la mejilla con los dedos.

—Me había olvidado de lo hermoso que puede ser el amor —dijo con suavidad—. Gracias... Hyukjae.

El ánimo de Hyukjae se elevó hasta el cielo.

—Cuenta conmigo siempre que quieras.

Le dio un último beso y se resignó a salir. Después de dar unos pasos por la acera, se volvió. Donghae lo despidió con la mano, cerró la puerta, y echó el cerrojo.

Hyukjae tuvo que contenerse para no dar media vuelta y llamar.



Algunas horas más tarde, Donghae alzaba la vista de su mesa de trabajo con perplejidad.

—Déjalas sobre el escritorio, supongo —le dijo al chiquillo que sostenía el ramo de flores envuelto en papel.

—¿Dónde, señor? Si ya tiene un montón de flores ahí.

A decir verdad, la superficie de su pequeño escritorio había quedado prácticamente enterrada bajo una avalancha floral. Los ramos, algunos pequeños, otros grandes, empezaron a llegar a primera hora de la mañana, y el desfile no cesaba. Hacía tiempo que Heechul se había quedado sin jarrones, y los últimos presentes reposaban en una extraña mezcla de cacharros, tazas y boles.

—Dámelas a mí.

El muchacho se las entregó, pero cuando Donghae se metió la mano en el bolsillo para extraer una moneda, la desdeñó con un ademán.

—El hombre que las envía pagó bien, y me ofreció otra buena propina si no intentaba sacarle nada —inclinó el ala de su mugrienta gorra, le enseñó un hueco entre los dientes al sonreír y salió de la tienda.

Heechul entró al despacho desde la cocina, y enarcó las cejas.

—¡Madre del amor hermoso! Señor, su noble señor debe de estar muy complacido — con ojos centelleantes, se inclinó para darle una palmadita a Donghae en la mejilla—. Y el joven señor tiene el aspecto de una persona bien amada.

—Ya es suficiente, Heechul.

—Ah, el joven señor gruñe, pero yo, yo pienso que está muy bien —repuso Heechul, sin perder un ápice de su buen humor—. Está cansado, ¿verdad, señor? Descanse, y yo atenderé a la clientela. Luego, prepararé otra cena especial.

—Lord Eunhyuk no está invitado a cenar —replicó Donghae con rigidez.

—Pero esta noche viene, lo sé como que me llamo Heechul —dijo con sagacidad—. Vaya a descansar, señora. No debe ver su belleza desmejorada. Llévese las violetas y duerma. Dejé arriba un jarrón.

A decir verdad, estaba cansado. Con un suspiro, consintió que Heechul lo empujara hacia las escaleras.

—Está bien, pero solo durante una hora.

—Bien, lo despertaré —accedió—. El amor da mucha hambre, ¿sí? Esta noche, prepararé una suculenta paella.

—Si puedes encontrar algo en lo que cocinarla... —murmuró Donghae mientras se alejaba.


Allegar a su habitación vio su reflejo en el espejito apoyado sobre la pared. Unos ojos solemnes, con leves ojeras, tal vez, lo miraban por encima de una nariz recta y estrecha y unos labios generosos. «No parezco distinto», pensó. ¿Acaso el haberse convertido en una perdida no dejaba ninguna señal tangible?

Se acorazó y tomó la miniatura que descansaba sobre un minúsculo caballete junto al espejo. Desafiando las convenciones, Spencer quiso que lo retratara en una pose relajada, en lugar de formal. Tenía el cuello de la chaqueta del uniforme abierto, y el pelo, sin gorra, ondeaba al viento. Donghae había logrado captar el brillo de sus ojos esmeralda, y su sonrisa alegre con un rastro de picardía, idéntica a la del granuja de Hen, su hermano y compañero en el ejército.

«Oh, Spencer, ¿qué pensarías de mí ahora?»

El dolor era demasiado profundo. Dejó la miniatura en su soporte y vagó hacia el balcón. La pálida luz, una débil imitación del sol implacable y luminoso de la Península, bañaba el jardín con un suave resplandor.  

Le encantaba aquel pequeño jardín, un recuerdo tangible de los días luminosos y felices con Spencer. Cuando las cuentas no cuadraban, o discutía con un comerciante, o un cliente de buena cuna, demasiado petulante, lo humillaba, Donghae acababa sentado en el banco del jardín. Deslizaba los dedos por los tallos rígidos de color gris e inspiraba el aroma intenso y purificador de la lavanda. Siempre que algo lo preocupaba.

Como el hombre alto y bien parecido que regresaría aquella noche. Su amante.

Le ardieron las mejillas, sintió un sofoco y el pensamiento emergió antes de que pudiera revisarlo: «Lo siento».

«No seas idiota», se regañó, malhumorado. «Has escogido tu camino. Lo único que puedes hacer es sacarle el mayor partido posible. Solo los niños y los cobardes gimen y se lamentan.

Era demasiado sincero para negarse que las caricias de Eunhyuk le producían un placer intenso y largo tiempo añorado. Tampoco podía negar que la perspectiva de volver a recibirlas, muy pronto, enviaba una espiral de calor al centro mismo de su cuerpo.

Solo era su orgullo lo que se resentía, y viejos recuerdos que debía haber enterrado hacía tiempo. Debía ver el asunto con pragmatismo, como sugería Heechul. Un acuerdo de negocios sin complicaciones legales a largo plazo podía resultar muy provechoso. Y si el ardor de milord duraba hasta que alcanzara un desahogo económico que le protegiera de volver a verse en la misma situación, sería, como decía Heechul, bien recibido.

«¿Y en qué te convierte eso?», susurró una vocecita en su cabeza. Se apartó del jardín e intentó aplastar la desagradable palabra que resonaba, muda, en sus oídos.



Después de dejar a Donghae al alba, Hyukjae fue derecho a la cama. Demasiado espabilado para dormir, pronto abandonó el intento. A juzgar por la mirada de exasperación de su madre cuando salió del comedor, tras desayunar dos platos de huevos con jamón y salchichas y tres tazas humeantes de té, debió de perderse la mitad de su conversación.

Decidió que, en su presente estado de ensimismamiento, estrellaría su faetón contra un poste o dejaría que su tiro de purasangres se desbocara, así que despachó a su caballerizo y se decantó por ir andando a su despacho en Horse Guards. Pero, durante el paseo al ministerio, en lugar de revisar los detalles de las rutas de avituallamiento de Wellington, su mente evocaba una y otra vez los sonidos y las imágenes de la noche anterior. El timbre grave y aterciopelado de la voz de Donghae...

Con sobresalto, se percató de que estaba ante la puerta de su despacho. Moviendo la cabeza, entró, extrajo un libro de cuentas de provisiones del montón que tenía sobre el escritorio y se sentó para revisarlo.

Estaba mirando por la ventana, cuando su puerta se abrió y Xia Junsu, su colega y ayudante, entró en la estancia.

—Buenos días, Hyuk. ¿Has revisado ya las cuentas?

Hyukjae contempló la página abierta hacía al menos media hora y fue incapaz de recordar un solo total.

—No del todo —balbució. .

—Cuándo termines, ¿podrías repasar este recuento de pólvora y munición? He sumado las columnas tres veces, pero las cifras no concuerdan.

Ah, columnas. Con una sonrisa, Hyukjae evocó la columna esbelta y tersa del cuello de Donghae.

—No sé, hay algo que no encaja —proseguía Xia—. Te agradecería que le echaras un vistazo. Si no te importa, Hyuk. ¿Hyuk?

Hyukjae volvió a centrar su huidiza atención en el presente y en el secretario.

— S...¿Si? ¿Decías?

Su ayudante lo estudió con cierta preocupación.

—Esta mañana pareces un poco exhausto, viejo amigo. ¿Has pasado una mala noche? ¿No perderías, para variar?

Una repentina visión de Donghae en sus brazos, y de él en Donghae, le produjo una oleada de satisfacción.

—Fue una noche maravillosa, y te puedo asegurar que no perdí. —Xia arqueó una ceja y rió;

—Ah, conque se trata de esa clase de noche... ¿Por qué no vas a dormir un poco? Aquí no eres de mucha utilidad.

—Te lo agradezco de corazón —repuso Hyukjae con una sonrisa—. Pero tienes razón, mi mente no está hoy para repasar cuentas. ¿ Te importa que pospongamos ese asunto para otro momento?

—Por supuesto –Xia le devolvió la sonrisa—. Y si el mozo es mínimamente responsable de esa sonrisa boba, yo diría que eres un tipo con suerte.

Mientras Hyukjae regresaba a su casa, la idea de otro regalo lo asaltó con absoluta claridad.

Aquella noche, no debía haber una pijama desdoblado e impregnado de recuerdos. No, aquella noche, Donghae acudiría a él envuelto en seda de color púrpura con un adorno de encaje. Su amante, vestido con un obsequio suyo, para crear recuerdos nuevos que solo fueran de ellos dos.

Tras acercarse de inmediato a la tienda de una de las lenceras más exclusivas de la ciudad, enseguida escogió la prenda. Sin embargo, cuando informó a madame de que no era necesario que la enviara, pues se la llevaría consigo, la mujer alegó que estaría encantada de cerciorarse de que llegaba a su destino.

Al advertir el destello especulativo de su mirada, Hyukjae comprendió que la costurera se moría de curiosidad por descubrir la identidad de su destinatario. Instintivamente, supo que su reservado y digno Donghae no acogería de buen grado que su nombre se difundiera. Rechazando con cordialidad el ofrecimiento de la lencera, la pagó con creces y salió de la tienda.

A decir verdad, la idea de proclamar que Donghae era su amante le parecía de mal gusto. Nunca había alardeado de sus parejas, pero Donghae era diferente, un tesoro que deseaba preservar para él solo. No toleraría que su relación fuese objeto de especulaciones vulgares en boca de Sehun y de los de su clase.

Y Donghae era una joya de múltiples facetas: elegante y recatado como el joven señor de más alta cuna.


Después de eludir las miradas curiosas de su madre durante el té, se vistió pronto para cenar y se escabulló de la casa para ir a su club. Sin duda, encontraría a alguien con quien jugar una partida de whist o de cientos, que ocupara las horas hasta que pudiera regresar a la tienda de Donghae.

—¡Hyuk, dichosos los ojos! —Cho Kyuhyun se levantó para saludarlo cuando Hyukjae entró en la sala de lectura. Anoche te eché de menos en Silver. ¿Significa eso que tu... eh, cita, fue un éxito?

Hyukjae sabía que estaba sonriendo de oreja a oreja; no podía evitarlo.

—Por completo.

Kyuhyun silbó.

—¡Enhorabuena! Ven —hizo una seña a un camarero—, brindemos con champán. Aunque me cuesta creerlo... Sehun estaba convencido de que no era un joven fácil.

Hyukjae retiró la mano que su amigo estrechaba con entusiasmo.

—Maldita sea, no te atrevas a describirlo en esos términos.

Estupefacto, Kyuhyun se limitó a mirarlo.

—Lo siento, Hyuk —dijo por fin—. No era mi intención faltarle al respeto.

Atónito consigo mismo por la intensidad de su indignación, Hyukjae forzó una sonrisa y condujo a Kyuhyun de nuevo a su silla.

—No quiero que esto se convierta en la comidilla de Londres... si entiendes lo que quiero decir.

Kyuhyun se enderezó, ligeramente ofendido.

—No soy de los que va por ahí chismorreando sobre mis amistades. Pensé que lo sabías. .

—Lo sé, lo sé. Solo era un recordatorio.

—¿Al joven Park le preocupa su reputación? —preguntó Kyuhyun.

—No, a mí. No quiero que ningún imbécil se equivoque con él y vaya a molestarlo.

Kyuhyun lo estudió con atención y, luego, movió la cabeza.

—Debe de haberte dejado impresionado.

—Y tanto que sí.

Llegó el champán y, con un ademán exagerado, Kyuhyun le ofreció una copa.

—Por ti, el sinvergüenza más suertudo de todo Londres.

Después de vaciar la copa, Hyukjae se llevó una mano inquieta al bolsillo y frunció el ceño.

—Vaya, creo que me he dejado el reloj. ¿Qué hora es?

Kyuhyun dirigió los ojos hacia el reloj de la repisa, que se encontraba en el extremo opuesto de la sala.

—Casi las cinco, si no me equivoco. ¿Qué tal unas cuantas manos de cientos antes de que vayas a visitar al divino señor? Quizá hoy pueda desplumarte para aplacar mis celos.

Tan fuerte era la atracción que ejercía Donghae sobre él, que ni siquiera la perspectiva de pasar varias horas tomando buen vino en compañía de su mejor amigo lo seducía. Sabía dónde prefería estar; entonces, ¿por qué no ir allí?

—En otra ocasión, tal vez —contestó, decidiéndose de inmediato—. Creo que me pasaré por la tienda para asegurarme de que el guardia sigue en su puesto.

Kyuhyun sonrió.

—Cierto, será mejor que lo compruebes. Los guardias son tan poco eficientes...—esquivó el golpe burlón de Hyukjae—. Dale recuerdos al viudo de mi parte, sinvergüenza.

Ya a medio camino hacia la puerta, Hyukjae se limitó a asentir.



Al entrar sin hacer ruido en el local media hora después, Hyukjae vio a Heechul junto a la puerta del despacho, y a Donghae inclinado sobre su mesa de trabajo en la habitación. Cuando el rostro de Heechul se iluminó con una sonrisa de bienvenida, Hyukjae se llevó un dedo a los labios en señal de advertencia y le hizo señas para que se acercara.

—No interrumpas a tu señor —susurró cuando estuvo a su lado—. ¿Me perdonará si me invito a cenar?

—Nos honra con su presencia, milord —susurró. Sonriendo, Hyukjae le entregó una bolsa de monedas.

—Tendrás que hacer algunas compras. Dudo que suelas cocinar lo bastante para saciar el apetito de un hombre sano.

El doncell movió la cabeza con tristeza.

—No. Desde hace años. .

—Hazlo esta noche. Y, si hay un plato especial que a tu señor le guste especialmente, prepáralo.

—¡Ya sé cuál! —Heechul se metió la bolsa en el bolsillo, con un destello en sus ojos oscuros—. Ah, esta noche, ¡qué cena voy a preparar!

—Si se parece a la de anoche, puede que eche a mi chef y te rapte para mí. Antes de irte, ¿te importaría dejar esto arriba? —le entregó el paquete envuelto en papel de seda.

Hyukjae se acercó de puntillas a la puerta del despacho. Absorta en la tarea, Donghae trabajaba con ahínco.

Había un cuaderno de dibujo abierto sobre la mesa de trabajo. De tanto en cuando, Donghae lanzaba una ojeada al cuaderno, mientras, con sus largos dedos, daba forma a escarapelas y las prendía al sombrero.

Antes de que Hyukjae tuviese tiempo de reaccionar, Donghae se acercó al espejo para mirarse... y lo vio a su espalda en el reflejo. Profirió una exclamación y giró en redondo.

—¡Lord Eunhyuk!

Una vez más, al ver su belleza de frente, se quedó sin aliento. Durante un largo momento, no pudo sino permanecer de pie, mudo y torpe como un adolescente embelesado.

Donghae dejó enseguida el sombrero en su soporte.

—No lo esperaba tan pronto, milord.

Todas las galanterías y cultos cumplidos que había practicado se evaporaron.

—Me moría por venir —gimiendo para sus adentros ante tamaña torpeza, caminó hacia él—. Pero no es mi intención interrumpir tu trabajo. Por favor, termina lo que pensabas hacer esta tarde —se detuvo a un paso de distancia, consciente del intenso deseo de atraerlo a sus brazos. Apenas había pasado un minuto en su proximidad, y ya estaba perdido. Se conformó con besar sus dedos y con saborear su aroma y la suavidad de su piel.

Donghae sonrió ligeramente.

—No sé si podré trabajar teniéndolo tan cerca. Pero debo entregar este encargo mañana, así que debo intentarlo.

¿Podía Donghae sentir la atracción, aquel magnetismo que se creaba entre ellos, tanto como él? Hyukjae lo deseaba con fervor. Dio un paso hacia la mesa, obligándose a fijarse en algo que no fuera su cautivadora proximidad.

—¿Trabajas a partir de tus propios diseños? —al ver que asentía, señaló el cuaderno de dibujo—. ¿Puedo echar un vistazo a los bocetos?

—Si le apetece. Solo tardaré unos minutos.

Donghae manos a la obra. Hyukjae pasó las hojas del cuaderno, deteniéndose para estudiar varios bocetos de personas que le resultaban familiares. Tuvo que maravillarse de lo bien que había captado sus rostros y de la habilidad con que diseñaba cada sombrero para realzar sus mejores rasgos. Cuando llegó a la última página, se quedó helado.

Donghae había captado a la modelo en un momento pensativo, sentada, con una mano en la barbilla, mientras miraba hacia la lejanía. El color marfil de su pelo y  la expresión soñadora y medio sonriente estaban dibujados con tanta nitidez, que tuvo la impresión de que su madre estuviese a punto de hablarle desde el cuaderno.

—¡Este es extraordinario! —exclamó— Por favor, quiero quedármelo. ¿Puedo comprártelo?

Donghae volvió la cabeza

—¿El boceto de su madre? Quédeselo, si quiere. El sombrero ya está terminado.

—Debo pagarte por él.

—Tonterías, no es más que un pastel. Además, ya se ha gastado mucho dinero en mí. Si el parecido le agrada, me sentiría muy honrado de ofrecérselo como regalo.

Hyukjae vaciló, y a punto estuvo de replicar, pero la referencia indirecta a su deuda hacia él y la ligera elevación de su barbilla lo alertaron de que estaba en juego el orgullo de Donghae. «Acéptalo cortésmente», decidió. Podría pagárselo dé maneras que no descubriría: a través de Heechul que, al contrario que su señor, parecía más que dispuesto a aceptar su generosidad.

—Gracias, pues —tomó un cuchillo de la mesa de trabajo y cortó con cuidado el dibujo. Completada la tarea, volvió a mirarlo.



3 comentarios:

  1. Se quedo.....Hae lo detuvo.....*0*
    En verdad pense que Hyuk se iba a ir,le había dolido el no creerle a Hae que no se arrepentia del momento que habían pasado juntos....y que mejor demostración que repitiendo la sucedido......*0*
    No se aguanto las ganas y ya esta ahí para verlo....Hee ayudando a su señor...complice del lord...me gusta.

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  2. Que época aquella!
    La elegancia se sentía en el ambiente... Aunque claro, predominaban las personas de clase medía y baja...
    Ya que! Ay Mono! Te enamoraste y ni cuenta te diste; me encanta está adaptación!!!

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  3. La puta madre kdndnflfmfnkflemfifodk esto es demasiado hermoso para ser cierto, me huele a mucho sufrimiento jdndkdmfidkdid no quiero leer eso, siento que Donghae va a terminar lastimado tanto como Hyuk ㅠㅠ porque tanta felicidad sólo atrae problemas ㅠㅠ Ojalá no sea mucho dolor!!!

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...