—Hee, no vas a regresar a los Estados Unidos así que deja de tratar de empacar tu maldita ropa —gruñó Donghae. Interceptó a Hee y le arrebató los pantalones que estaba cargando hacia una maleta abierta, la cual se encontraba recostada caprichosamente atravesada en la gran cama. Hee lo ignoró firmemente y dio media vuelta hacia el armario para buscar más de su ropa.
—¿Podrías
por favor simplemente hablar conmigo? ¿Por favor? —La voz de Donghae estaba
empezando a asumir un gemido chillón.
—Oh,
santo cielo. Por el amor de los oídos sanos en todo el mundo, deja tus
chillidos —espetó Hee, la ropa en sus manos tornándose más arrugada cada
segundo—. Donghae, no hay nada de qué hablar, ¿de acuerdo? Es lo que es.
Donghae
levantó las manos en el aire mientras exhalaba con fuerza.
—No,
no es lo que es, sea lo que sea que significa esa mierda. Es total y
jodidamente más complicado que “es lo que es”.
Donghae
estaba empezando a desesperarse, y aunque cuando Hee comenzó este pequeño
truco, Donghae pensó que tirar su maleta por la ventana podría ser drástico…
sí, ya no lo era tanto.
Mientras
Hee continuaba lanzando la ropa en la maleta, Donghae decidió que los tiempos
desesperados necesitaban medidas desesperadas.
—Pon
la maleta en el suelo, aléjate de ella lentamente, y nadie saldrá herido —dijo Hee
entre dientes mientras salía del armario.
—Lo
siento, Hee, pero no puedo dejar que te vayas. Así que voy a arriesgarme a tu
ira y a lo que sea necesario para mantener tu cascarrabias, malhumorado,
continuamente enojado trasero en Corea.
Hee
dio un paso hacia Donghae y la maleta estaba ahora tambaleándose peligrosamente
en la cornisa de la ventana abierta.
—Retrocede
como el infierno, Heechul Kim. —Donghae inclinó la maleta hacia atrás como para
dejarla caer.
Hee
siguió tomando pasos lentos y calculados hacia Donghae, pensando que su amigo
usualmente sensato no se atrevería a soltar la maleta… Estaba equivocado,
muy equivocado.
Donghae
no sólo dejó ir la maleta, le dio un gran empujón justo cuando Hee se lanzó a
agarrarla. Donghae saltó hacia atrás, llevándose de golpe sus manos sobre su
boca. Estaba tan sorprendido de sí mismo como lo estaba Hee.
—¿Qué…
cómo… por qué? —farfulló Hee mientras miraba a Donghae con incredulidad—.
¡Perra! —finalmente logró escupir.
—Es
por tu propio bien, Hee. Realmente lo es —le dijo Donghae, alejándose del enfurecido.
Hee
se asomó por la ventana abierta y vio el destino de su ahora desparramada
maleta y ropas. Miró de nuevo a Donghae, todavía sorprendido que su amigo se
hubiera sacado un truco así. Sacudiendo la cabeza, se dio la vuelta y se
dirigió hacia la puerta del dormitorio.
—¿A
dónde vas? —preguntó Donghae.
—Fuera
—gruñó Hee mientras abría la puerta.
—Por
lo menos lleva un abrigo. ¡Hace frío! —gritó Donghae a la figura de Hee ya
retirándose.
Donghae
sólo se quedó de pie mirando fijamente. No sabía si había hecho lo correcto, pero
sabía que Hee no tenía necesidad de irse. No podría explicar la sensación, pero
algo en él le decía que algo malo le pasaría a Hee si abandonaba Corea en
estos momentos.
No
trató de darle sentido a la sensación; sólo lo aceptó por lo que era… por ahora.
Hee
bajó enfurecido por la larga escalera, tomando dos escalones a la vez, todo el
tiempo esperando que no se cruzara con nadie para así no tener que hablar. Una
vez en la planta baja se giró a la derecha y se dirigió por un largo pasillo.
Pasó la biblioteca, una sala de estar y la sala de entretenimiento, para llegar
a su destino finalmente. Sin llamar, abrió la puerta y entró.
—Hee,
¿qué puedo hacer por ti? —preguntó Junjin mientras levantaba la mirada desde su
escritorio.
Antes
de responder cerró la puerta detrás de él. Luego, tomando una respiración
profunda, se volvió de nuevo hacia Junjin.
—No
puedo quedarme aquí.
Junjin
no se vio sorprendido por su admisión y no respondió. En su lugar, esperó a que
continuara.
Hee
volvió a respirar hondo y soltó el aire lentamente.
—Mira,
sé que sabes lo que el doctor Lee me dijo sobre los resultados de mi sangre.
Independientemente de eso, no puedo cambiar lo que siento por cierto lobo. No
puedo cambiar el hecho de que, ya sea que tengo sangre de lobo o no, no soy su
compañero, y dicho lobo no quiere tener nada que ver conmigo. ¿Cómo puedo saber
esto, preguntas? —continuó antes que Junjin pudiera Decir una palabra—. Porque
él sólo se levantó y se fue. Nada tanto como un “hasta luego, Hee”, “cuídate, Hee”,
“adiós, Hee”, “ten una agradable maldita vida sin mí, Hee”.
Hee
de repente se llevó su mano sobre su boca, avergonzado de haber derramado todo
eso a Junjin.
Sabía
que la única razón por la que estaba discutiendo esto con el padre de Kangin
era porque estaba desesperado por escapar de este lugar. Para alejarse del
único hombre, que había llegado a darse cuenta en el último par de meses, que
amaba.
Después
que el doctor Lee le reveló que tenía un pequeña, muy diminuta cantidad de
sangre de hombre lobo en él, había pensado que tal vez había una oportunidad
para él y la bola de pelos.
Esa
esperanza había sido rápidamente apagada cuando dicha bola de pelos se levantó
y desapareció. Una semana después de la ceremonia de Teuk y Kangin, Siwon se
había metido en su Hummer y, sin mirar atrás, se alejó conduciendo lejos de la
mansión de la manada. Y sesenta y dos días, cuatro horas y veintidós minutos
más tarde, todavía no había regresado. Pero, ¿quién está contando?
—¿No
acabas de cumplir los dieciocho años, Hee? —le preguntó Junjin.
Hee
pareció un poco confundido por su elección de respuesta.
—Umm,
sí. Creo que ese ruidoso barullo que escuchó hace un par de semanas fue la idea
de Donghae y Teuk de una fiesta de cumpleaños. ¿Qué tiene eso que ver conmigo
yéndome?
—Si
tienes dieciocho años, Hee, eres un adulto. No puedo hacer que te quedes aquí.
Si quieres irte, si realmente piensas que es lo mejor para ti, entonces puedes
irte. Te permitiré utilizar el avión de la manada para volver a los Estados
Unidos si eso es realmente lo que quieres —explicó Junjin.
Hee
ladeó la cabeza hacia un lado, con los ojos entrecerrados en el Alfa sentado
tranquilamente frente a él.
—¿Así
de fácil? ¿Sin tratar de convencerme de quedarme, o Decirme que no renuncie, o
bla, bla, bla chorradas de mierda?
—Sin
“bla, bla, bla chorradas de mierda” —estuvo de acuerdo.
—Eh,
está bien entonces. Vamos a hacer esto —afirmó él.
—¿Ahora?
—Sí,
ahora. ¿Es eso un problema?
Junjin
tomó el teléfono, sin apartar los ojos de él.
—Yunho,
¿podrías venir a mi oficina?
Hee
tomó asiento en una de las sillas frente al escritorio de Junjin. Apoyó las
manos sobre los brazos de la silla, no pudo contener sus piernas de rebotar
hacia arriba y abajo mientras esperaba a que Yunho llegara.
Junjin
no dijo nada mientras esperaron y eso estaba muy bien con Hee. No quería
escuchar más razones sobre por qué debería quedarse. Oyó la puerta abrirse y
cerrarse, y luego Yunho se paró a su lado.
—¿Qué
puedo hacer por ti, Alfa? —le preguntó a Junjin.
—Hee
ha decidido que quiere volver a los Estados Unidos —comenzó Junjin, y para
crédito de Yunho no hizo más que un parpadeo en dirección a Hee—. ¿Podrías, por
favor, arreglar que el avión esté listo? Conseguir sus cosas, llevarlo a la
pista de aterrizaje, y asegurarte que suba al avión con seguridad.
—Por
supuesto —respondió Yunho como si Junjin no acabara de decirle que Hee estaba
partiendo a tan sólo dos meses después de llegar.
Mientras
Hee se ponía de pie, detuvo a Yunho de irse con una mano en su brazo.
—Por
favor, no es necesario recoger mis cosas. —Yunho comenzó a objetar pero Hee lo
interrumpió—. De verdad, estoy listo para irme. Ahora mismo. —Se volvió hacia Junjin,
en busca de algún tipo de confirmación de que eso estaba bien. Después de un
momento de mirarlo a los ojos, Junjin se volvió hacia Yunho y asintió.
Cuando
empezaron a salir de la oficina, Hee se volvió hacia Junjin.
—No
se lo dirás a nadie, ¿verdad? Quiero Decir, ¿me dejarás llamarlos una vez que
regrese a Estados Unidos?
Junjin
sonrió suavemente.
—No
voy a Decir ni una palabra.
Hee
soltó el aliento que había estado conteniendo.
—Gracias.
Hee
se sentó en el lado del pasajero de otra Hummer, envuelta en un anorak que Yunho
le había dado.
—¿Qué
pasa con ustedes los lobos y los Hummers? —murmuró malhumorada.
—Funcionan
bien en este clima —contestó Yunho, sin apartar la vista del camino.
Hee
lo miró brevemente, luego miró por la ventanilla del pasajero. Su mente vagó
hasta cierto magnífico hombre lobo alto, moreno, que tan desesperadamente
quería ver, pero al que anhelaba apuñalar en la mano con un cuchillo de
mantequilla a la vez… curioso cómo esa tentación parecía aplicarse sólo a él.
Junjin
esperó hasta que oyó que Yunho se apartó de la calzada antes de levantar su
teléfono otra vez.
—Tengo
que hablar contigo. —Escuchó la voz en el otro extremo—. No, no necesariamente
justo en este momento, en la siguiente hora estaría bien. — Finalizando la
llamada, inmediatamente marcó otro número y esperó una respuesta, se oyó una
voz en la línea—. Detenlo —fue todo lo que dijo.
Junjin
se recostó en su silla, cruzando las manos sobre su regazo. Negó mientras se
reía. Hyesung le iba a regañar por entrometerse, como lo llamaría, pero él
era el Alfa. Era su trabajo entrometerse, y era bueno en eso.
Una
hora y media más tarde…
Kangin
levantó el trozo de papel que su padre le entregó. Miró a su padre, luego de
vuelta al papel en la mano.
—¿Quieres
que le diga a mi compañero que esperaste una hora y media para informarme que
su mejor amigo se fue para abordar un avión dirigido a los Estados Unidos?
—gruñó Kangin.
—No
esperé. Te llamé al minuto que en se fue. Tú no llegaste por una hora y media
—respondió Junjin, completamente imperturbable por el gruñido en la voz de Kangin.
—Con
el debido respeto, Alfa, podrías haber mencionado la razón por la que querías
verme.
—No,
no podía. Le dije a Hee que no diría una palabra —subrayó Junjin.
—¿Hee
no captó ese pequeño indicio? —preguntó Kangin, con las cejas levantadas.
—¿No
crees que deberías Decirle a tu compañero lo que está pasando? No sé cuánto
tiempo más Yunho puede detener el avión antes de que Hee se dé cuenta que algo
está pasando.
La
cabeza de Kangin se alzó de golpe con las palabras de su padre.
—¿No
se ha ido todavía?
—¿De
verdad crees que lo dejaría marcharse?
«Angel, necesito hablar
contigo. ¿Podrías venir por favor a la oficina de mi padre?»
Kangin
envió a Teuk su pregunta a través de su vínculo. Se había vuelto tan fuerte
desde su apareamiento que él era una presencia constante y confortante en su
mente.
«¿Por qué escucho
preocupación en tu voz, hombre lobo?» le preguntó Leeteuk
con suspicacia. Sin responder a su compañera, miró enojado a su padre.
—Voy
a vengarme por esto, Alfa. Sólo para advertirte con tiempo.
Junjin
guiñó un ojo a su hijo.
—Una
pequeña lección de tratar los conflictos con tu compañero va a ser buena para
ti.
Kangin
miró a su Alfa con asombro.
—Padre,
te das cuenta con quién estoy emparejado, ¿verdad?
Junjin
se aclaró la garganta.
—Tienes
un punto en eso. —Pero aun así no ofreció ninguna disculpa por su
despreocupación en el asunto.
La
puerta de la oficina se abrió cuando un frustrado Teuk irrumpió con un
preocupado Donghae justo detrás de él.
—¿Qué
está pasando, Kangin?
—En
primer lugar, no es tan malo como parece —comenzó Kangin. Teuk levantó la mano
para interrumpir a su compañero.
—Dilo
de una vez, bola de pelos.
—Yunho
llevó a Hee al avión de la manada para volar de regreso a Estados Unidos.
—¡QUÉ!
—gritaron Teuk y Donghae al mismo tiempo, haciendo que los dos lobos hicieran
muecas de dolor debido a su sensibilidad auditiva.
Hee
se sentaba en el avión, bebiendo la segunda Coca-Cola que Yunho le había traído
mientras esperaba a que la pista fuera despejada. Al parecer, Corea en
diciembre se cubría de hielo.
Figúrate.
En
realidad no se preocupaba por la pista o el avión estando libre de hielo, sólo
sabía que cuanto más tiempo se sentara aquí, no en el aire, sin moverse hacia
Norteamérica, más nervioso se volvía debido a que sería descubierto por su dos
mejores amigos neuróticos que sabía tenían buenas intenciones, pero no
entendían por qué tenía que irse.
Cada
día Hee despertaba con la esperanza de que bajaría las escaleras y encontraría
a Siwon; se iba a la cama todas las noches preguntándose por qué se fue. No
tenía idea de si él sabía de su sangre de lobo, y estaba al punto de que no
quería que le importara.
Más
fácil Decirlo que hacerlo, pensó. ¿Por qué no podía enamorarse de un chico
normal, alguien que no fuera peludo a su voluntad? No. Eso sería demasiado
apestosamente fácil.
Inclinó
la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Su mente vagó de nuevo a la noche de la
ceremonia de unión de Teuk y Kangin. Su vida cambió para siempre cuando el
doctor Lee había explicado que la prueba de sangre que había hecho después del
accidente de auto había resultado anormal.
Anormal
como en no humano. Hee recordaba sentir que las paredes de la habitación
estaban cerrándose
en él.
—¿Qué
quieres Decir con “no humano”? —había pedido a
Hongki.
—Tienes
sangre de hombre lobo. Aunque es una cantidad muy diminuta —había contestado Hongki.
Donghae
había estado sentado a su lado, y su reacción había sido lo que Hee quería Decir:
—¡CÁLLATE!
—gritó Donghae, causando que todos a su alrededor se detuvieran y miraran. Hee
no lo había notado realmente. Lo único en que había sido capaz de centrarse era
en un cierto lobo a quien había estado echando un vistazo toda la noche.
—¿Qué
significa eso exactamente?
—Significa
que en alguna parte de tu familia, generaciones atrás, hubo un hombre lobo. —El
doctor parecía desconcertado por esto—. Ni siquiera sé cómo es posible a menos
que todos sus descendientes se aparearan con humanos y la línea de sangre se
diluyera gradualmente.
Hee
y Donghae habían escuchado a el doctor explicar que tal vez algo tan traumático
como el accidente había activado el mismo gen latente. Tal vez por eso sus
heridas habían sanado tan rápidamente. Hee le preguntó si pensaba que iba a
desarrollar cualquier otra característica de hombre lobo. Hongki sintió que
dado que Teuk no lo había hecho, y él era medio lobo, Hee estaba a salvo. Pero
realmente no sabía lo que eso significaría para Hee o su futuro.
—Tú
eres el primer latente que he conocido —le dijo a Hee.
Durante
dos meses después de aprender acerca de la sangre de hombre lobo que yacía
latente en su sangre, había estado constantemente atento a cualquier otro
atributo de lobo. Lo único que sentía diferente era que podía sentir emociones.
Bueno, las emociones fuertes para ser exactos.
En
realidad no lo entendía del todo, pero casi podía olerlas y cada emoción olía
diferente. Se lo mencionó a Donghae y Teuk, y los dos habían querido que fuera
al doctor Lee. Nunca lo hizo.
Hee
escuchó una puerta de auto cerrarse de golpe, lo que lo trajo de vuelta al
presente, al maravilloso hecho de que estaba sentado en un avión, un avión que
lo llevaría lejos de todas estas cosas de hombre lobo.
Golpeó
el pie con impaciencia y tamborileó sus dedos sobre el brazo del asiento.
—¿Qué
podría estar tomando tanto maldito tiempo? —dijo al avión vacío.
Con
un bufido exagerado desabrochó el cinturón de seguridad y se levantó, cansado
de esperar. Era el momento de encargarse de las cosas por sus propias manos.
Miró
por la ventana y su aliento se congeló en sus pulmones por la vista. Donde sólo
había estado una Hummer negra, ahora estaban dos. De ninguna manera, pensó. No
es él. Junjin tiene, como, un millón de Hummers negras.
Hacía
mucho tiempo que había decidido que era una cosa de lobos.
Hee
se apartó de la ventana, tomando algunas respiraciones lentas y profundas.
Cerró los ojos y trató de recuperar su orientación. Yo puedo con esto.
Finalmente listo, se dirigió a la señal de salida.
A
qué, no lo sabía.
—No
crees que deberías llamarlo? —le preguntó Teuk a Kangin mientras caminaban
hacia el auto, moviéndose lentamente, tratando de no resbalar en el suelo
cubierto de nieve.
Kangin
abrió la puerta del copiloto para Teuk pero él no entró. Se dio cuenta que no
se movería hasta que respondiera a todas sus preguntas.
—Mi
padre será el que decida si Siwon debe ser llamado.
—Eso
no es lo suficientemente bueno —gruñó Teuk—. No cuando es mi amigo el que,
posiblemente, esté cometiendo el mayor error de su vida. —Se volvió y, extendiendo sus brazos para
mantener el equilibrio sobre el suelo resbaloso, se dirigió de vuelta a la
mansión.
Donghae
estaba parado junto a Kangin, con los brazos cruzados alrededor de su cintura
en un intento de protegerse del frío. Vio a su amiga irse.
—Va
a Decirle a tu padre lo que debe hacer, ¿verdad?
—Sigo
diciéndole que esto se le va a devolver uno de estos días.
Teuk
empujó abriendo la puerta del despacho de Junjin sin llamar. Hyesung estaba de
pie frente al escritorio de Junjin y Teuk se detuvo a su lado.
—No
se preocupen por mí. Continúen —les dijo Teuk cuando ambos dejaron de hablar
para mirarlo.
—¿El
concepto de tocar de alguna manera disminuyó cuando dejaste tu país? —Las cejas
de Junjin estaban elevadas.
—Pido
disculpas, Alfa, pero es importante —respondió, y estaba orgulloso cuando su
voz salió sin vacilar.
Hyesung
pasó un brazo alrededor de los hombros de Teuk.
—¿Qué
es importante?
—Creo
que Junjin debe llamar a Siwon y Decirle que vaya a hablar con Hee. Creo que Hee
lo escuchará —explicó Teuk.
—¿Qué
te hace creer que Hee escuchará a Siwon? —preguntó Junjin—.Tenía entendido que
él era la razón por la que él se estaba yendo.
La
mandíbula de Teuk cayó abierta.
—¿El
te dijo eso? ¿Realmente te dijo cómo se siente acerca de él?
—Bueno,
no con tantas palabras, pero vi cómo lo miraba en tu ceremonia. Sólo hay una
razón por la que un joven mira a un hombre así. —Junjin le guiñó un ojo a su
compañero.
—Junjin,
deja de torturar a tu nuero —lo amonestó Hyesung—. Sigue y dile.
—¿Decirme
qué? —preguntó Teuk ansiosamente.
—Llamé
a Siwon justo después de que saliste de mi oficina.
—¿Lo
hiciste? —preguntó Teuk con el ceño fruncido—. ¿Qué dijo él? ¿Va a ir y
buscarlo? ¿Siquiera le importa?
—Reduce
la velocidad, pequeño. —Hyesung se rió entre dientes. Junjin se levantó de su
escritorio y caminó alrededor hacia Teuk.
—No
puedo hablar por los sentimientos de Siwon. Aunque, el gruñido que soltó cuando
le dije que Hee estaba yéndose lo llevaría a uno a creer que siente algo por él.
Y sí, él va a verlo. Esperemos que Yunho pueda seguir deteniendo el avión sin
que Hee empiece a sospechar.
—Mierda
—se quejó Teuk—. Probablemente ya se ha bajado del avión y decidió nadar hasta
Norteamérica. Es de Hee de quien estamos hablando. Sospecha de todo.
—Aconsejaría
que ustedes tres se queden aquí y dejen que Siwon se encargue de esto por ahora
—dijo Junjin sobriamente, dejándole claro a Teuk que esto realmente era más que
nada una orden.
Teuk
asintió y salió de su oficina en busca de Kangin y Donghae. Ellos estaban donde
los había dejado, de pie junto al auto.
—¿Y
bien? —lo apremió Donghae.
—Él
ya lo había llamado —les dijo Teuk.
—Hay
una razón por la que él es el Alfa —bromeó Kangin.
—Sí,
sí. Disfrútalo, hombre lobo —dijo Teuk, entrecerrando los ojos hacia su
compañero—. Tu padre aconsejó que nos quedemos aquí y dejemos que Siwon lo
maneje.
—Así
que, ¿él va a buscarlo? —Las cejas de Donghae se alzaron en sorpresa.
—Según
Junjin.
—Si
yo pudiera ser una mosca en ese avión… —dijo Donghae, mientras se frotaba las
manos.
—Lo
sé, ¿verdad? —concordó Teuk.
Este es un comienzo se historia de amor que de seguro me va a dar más de un dolor de cabeza y ganas de matar a uno de los protagonistas o a ambos
ResponderEliminarY por qué hp Siwon se fue por más de dos meses!!!
ResponderEliminarSi fuer Hee le patearía el trasero por idiota!!!
Ahh~
Si la partida de Hee y Siwon yendo a buscarlo es el comienso de su historia.....no quiero pensar que será cuando se verdad se presente el mehoyo del asunto.....dios nos ampare.
ResponderEliminarEn esa Hummer yo me imaginaba a Teuk y Hae alentando a Hee a irse,haciendo que Hee los mandara lejos y se quedara solo para hacerles la vida imposible....pero a estos últimos acontecimientos...espero algo más.
Hae y Teuk van....o no sé como haran algo para saber que pasa en el avión...seguro