Envolviéndose
los brazos alrededor del estómago, Shin se deslizó hasta el suelo.
El
dolor… estaba destrozándolo aún más. No podía respirar. No podía pensar. Los gritos
resonaron en su cabeza hasta que llevaron lágrimas a sus ojos. Sin su orden,
Simi salió de su brazo.
—Akri
—dijo, arrodillándose a su lado—. ¿Qué te lastima, akri?
—Sim
—jadeó él, entre las violentas puñaladas—. No p-puedo… —sus palabras se
apagaron en un gruñido.
Ella
se dobló en tamaño y se transformó de una joven mujer a su forma de demonio. Su
piel y cuernos eran rojos, y su cabello y labios negros, mientras que sus ojos
brillaban en la oscuridad con un opaco amarillo.
Ella
lo apartó de la cripta lo suficiente para deslizarse entre él y la piedra, y
luego envolvió su cuerpo alrededor de Shindong. Sus alas de medianoche se
doblaron sobre ambos como si fuesen un manto protector.
Los
labios de Shin castañeteaban por la agonía, mientras las lágrimas fluían de sus
ojos. Sentía como si algo estuviese rompiéndose dentro de él. Tenía que
bloquear los gritos, o estaría inutilizado.
Simi
apoyó su mejilla contra la de él, y tarareó una antigua canción de cuna
mientras lo acunaba tranquilizadoramente.
—Simi
te tiene, akri, y hará que las voces se vayan.
Shin
se recostó en sus brazos y rezó por que tuviera razón. Porque, si ella no lo
restauraba pronto, no habría nadie para reparar lo que estaba siendo destruido.
Heechul
fue inundado por una repentina sensación de dolor que lo detuvo allí mismo. Jadeando,
se estiró hacia Siwon, que caminaba junto a él.
—¿Heechul?
¿Sucede algo?
—Boa
—jadeó, con el corazón sufriendo un dolor tan profundo que no estaba seguro de
cómo mantenía su postura—. Algo le sucedió. Lo sé.
—Hee…
—¡Lo
sé! —chilló, aferrándose a la camisa de él—. ¡Oh, dios, no!
Tomó
su teléfono y comenzó a marcar el número de Boa mientras corría hacia la tienda
de su hermana. Estaban a sólo seis cuadras.
Nadie
respondió.
Llamó
a Leeteuk, con el corazón latiendo violentamente mientras corría. Esto no podía
estar sucediendo. Tenía que estar equivocada.
¡Tenía
que estarlo!
—¿Heechul?
—escuchó las lágrimas en la voz de Leeteuk.
—Es
verdad, ¿no es así? ¿También lo sientes?
—Kangin
no me deja salir de casa. Dice que es demasiado peligroso.
—No
te preocupes, estoy en la calle y te llamaré en cuanto sepa algo.
Heechul
aferró el teléfono en su mano mientras se acercaban a la oscura tienda. Todo
parecía normal…
Siwon
caminó más lento mientras sentía la muerte. Había una capa de maldad colgando
sobre el negocio. Había sido Dark Hunter el tiempo suficiente como para saber
eso sin habilidades psíquicas.
Heechul
intentó abrir la puerta del frente, que estaba trabada.
—¡Boa!
—gritó, golpeándola—. ¿Aún estás aquí?
Nadie
respondió.
Lo
condujo hacia atrás, a un pequeño patio. La puerta trasera de la tienda había
quedado entreabierta.
Siwon
contuvo la respiración ante la confirmación de sus miedos. Heechul se
desaceleró hasta caminar cautelosamente.
—¿Boa?
—llamó otra vez.
Siwon
lo apartó de la puerta trasera.
—Quédate
detrás de mí.
—¡Ella
es mi hermana!
—Y
yo soy inmortal. Quédate detrás de mí.
Afortunadamente,
él asintió.
Siwon
abrió la puerta cuidadosamente mientras buscaba a alguien que los atacara.
Nadie
lo hizo.
La
habitación trasera se veía completamente normal. Nada estaba fuera de lugar.
Estaba igual que unas semanas antes, cuando Boa lo había atendido allí.
Con
la mano sobre la daga que llevaba en la cintura, se acercó cuidadosamente a la
puerta de la tienda, que también estaba apenas entreabierta. La abrió y se
quedó helado al ver el par de zapatos sobresaliendo desde atrás del mostrador.
Su
corazón se detuvo.
—Quédate
aquí, Heechul.
—Pero…
—¡Maldita
sea, Heechul, quédate!
—¡No
soy tu perra, General, y no me hables de ese modo!
Él
sabía que era el miedo lo que lo hacía enojar tanto. Jamás sabía cómo hacer
frente a las emociones fuertes.
—Por
favor, Heechul. Quédate aquí mientras voy a ver.
El
asintió.
Siwon
se apartó y caminó con cuidado por el piso, hacia donde había visto los
zapatos. Mientras se acercaba más, vio el resto del cuerpo.
Mierda.
Con
el pecho anudado y doliendo, dio vuelta a Boa para encontrarse con los ojos
vidriosos mirando la nada. Su cuello estaba abierto como si un Daimon la
hubiese atacado, pero su alma aún estaba allí. Podía sentirla.
¿Por
qué un Daimon no tomaría su alma?
Mientras
se inclinaba para cerrarle los ojos, se dio cuenta de algo. Heechul no estaba
con él.
El
pánico amenazó con consumirlo. No era habitual en él prestarle atención.
Levantándose rápidamente, regresó corriendo al cuarto de almacenamiento, donde
lo encontró sentada ante una consola de video de vigilancia que mostraba las
oscilantes imágenes en blanco y negro de la muerte de Boa.
Heechul
estaba sentado allí, con lágrimas cayendo de sus ojos mientras tenía las manos
cruzadas sobre los labios. Sus sollozos eran silenciosos, pero sacudían todo su
cuerpo.
—Lo
siento tanto, Heechul —susurró Siwon antes de apagar el monitor y tomarlo en
sus brazos.
—¡No
puede estar muerta! —gimió mientras se aferraba a él—. Esto no es cierto. No mi
hermana. Ella no está muerta. ¡No lo está!
Él
no habló mientras lo acunaba suavemente en sus brazos. Heechul gritó de dolor antes
de empujarlo y correr hacia el frente de la tienda.
—¡Heechul,
no! —exclamó él, reteniéndola antes de que viera el cuerpo de Boa—.No necesitas
verla de ese modo.
Giró
hacia él con un chillido y le dio un empujón.
—¡Malditos
sean! Malditos sean todos ustedes por esto. ¿Por qué no me mataron a mí? ¿Por qué mataron a mi
hermana? ¿Por qué…? —Sus ojos se ensancharon con horror—. Oh, dios, irán por mi
familia.
Extrajo
su teléfono, indudablemente para llamar a Leeteuk otra vez.
Mientras
llamaba a su familia, él extrajo su Nextel para notificar a los demás de lo que
había sucedido.
—Código
Rojo para todos —dijo, con la voz tensa—. Park Boa ha sido asesinada dentro de
su tienda. Todos deben apartarse y poner a salvo a sus familias.
Uno
por uno, los Dark Hunters y Escuderos chequearon: Kennie, Minho, Kyl, Rogue, Hara,
Jean-Luc, Jonghyun, Janice, Kassim; incluso Kyuhyun, Kangin, y Hyukjae. Pero no
había señales de Shindong.
Siwon
intentó ubicarlo con el beeper, luego lo llamó. No había respuesta.
Su
sangre se heló. ¿Los Daimons ya habrían llegado a Shindong y lo habrían
lastimado otra vez?
—Te
quiero, Teukkie —dijo Heechul mientras sus labios temblaban por el dolor—.Cuídate, ¿sí? Voy a encontrar a ese
bastardo y voy a asesinarlo esta noche.
Siwon
miró hacia la pantalla ahora vacía.
—¿Sabes
quién la mató? —preguntó.
Heechul
asintió.
—Fue
Jonghyun, y ahora voy a matarlo.
Minho
caminaba por Ursulines, dirigiéndose a la casa que había compartido con su
madre. Luego de escuchar la llamada de Siwon
acerca de Boa, había ido inmediatamente a chequear a su madre, que
trabajaba hasta tarde en El Empire.
Como
había planeado quedarse dando vueltas fuera del bar para cuidar hasta que
llegara la hora en que ella salía, prácticamente había estado allí cuando se
produjo la llamada.
En
cuanto había llegado al bar, le habían dicho que su madre había salido temprano
del trabajo porque no se estaba sintiendo bien. Minho había estado
absolutamente furioso con el oso, hasta que le dijo que Jonghyun había estado
de acuerdo en escoltarla hasta la casa.
De
cualquier modo, tomando en cuenta las costillas golpeadas de Minho, su mamá
estaba mucho más a salvo con un Dark Hunter de lo que estaría con él. Aún así,
tenía una necesidad interna de asegurarse de que estaba bien.
Sólo
habían sido ellos dos toda su vida. Embarazada por un criminal cuando tenía
sólo quince años, su madre había sido echada de su casa para valerse por sí
misma. Él no la habría culpado si lo hubiese dado en adopción, pero no lo había
hecho.
“Eres
lo único en mi vida que hice bien, Minho, y le agradezco a dios todas las
noches por haberme dado a ti”.
Por
eso era que él la amaba tanto.
Minho
jamás había conocido a ninguno de sus abuelos. Demonios, sólo había visto a su
padre un par de veces, y sólo una que recordara realmente. Había sido cuando Minho
tenía diez años, y su padre necesitaba un lugar para quedarse por el período
más largo de libertad que había tenido siendo adulto; tres meses enteros.
En
un mal cliché, su padre se había mudado, bebió cerveza constantemente, y los
maltrató a los dos hasta que uno de sus amigos criminales lo había convencido
de que intentara con el robo de bancos, donde su padre había matado a cuatro
personas sólo por puro gusto. Había sido rápidamente condenado y había muerto un año más tarde, cuando algún
presidiario le había cortado la garganta durante un motín en la prisión.
Choi
Jaehee dejaba mucho que desear en cuanto a su gusto por los hombres pero, como
madre…
Era
perfecta.
Y
Minho haría cualquier cosa en el mundo por ella.
Escuchó
la estática de su Nextel, y esperó que fuera Kennie molestándolo otra vez. No
era.
La
voz acentuada de Siwon rompió la quietud.
—Minho,
¿estás ahí?
Justo
lo que necesitaba esa noche. Haciendo una mueca, sacó de un tirón el teléfono de
su cinto.
—¿Qué?
—dijo con brusquedad.
—Quería
informarte que Jonghyun es Changsu. Ya mató a Boa. No sé quién sigue, pero creo
que querrías chequear con tu madre.
De
pronto, la voz de Siwon cambió a otra que heló su sangre.
—Oh,
espera… —dijo Changsu provocativamente—, está muerta —hizo un sonido como
chasqueando los labios—. Hmmm, tipo O negativo. Mi favorita. Por supuesto, te
alegrará saber que sus últimos pensamientos fueron hacia ti.
Minho
dejó de moverse un instante antes de dejar caer el teléfono y comenzar a correr
lo más rápido que podía hacia su casa.
Una
y otra vez, veía imágenes de su madre en su mente. Bromeando amablemente con él
mientras crecía. El orgullo en su rostro cuando le dijo que iría a la
universidad.
Sus
apaleadas costillas dolían y daban punzadas, pero no le importaba si se
desgarraba ambos pulmones.
Tenía
que llegar hasta ella.
Para
el momento en que alcanzó el portón en el camino de entrada, temblaba tanto que
apenas pudo ingresar el código.
—¡Abre,
maldita sea! —exclamó, cuando el primer código fue rechazado. Lo reingresó.
Las
puertas se abrieron lentamente. Ominosamente.
Jadeando
por el miedo y el esfuerzo, se apresuró hacia la puerta trasera.
Estaba
destrabada. Minho entró, preparado para pelear. Se detuvo en la cocina para
tomar su Glock.31 del cajón junto a la estufa. Controló el revólver para
asegurarse que estaba totalmente cargado con las diecisiete descargas.
—¿Mamá?
—llamó mientras deslizaba el arma hacia el interior—. Mamá, soy Minho, ¿estás
en casa?
Sólo
el silencio le respondió.
Con
el corazón martilleando, Minho avanzó con cautela por la casa, habitación por
habitación, esperando ser atacado.
No
encontró absolutamente nada, hasta que llegó a la sala de estar de la planta
alta. A primera vista, parecía que su madre estaba sentada en su silla, como lo
había estado un millón de veces antes, cuando él llegaba a la casa para
encontrarla esperándolo.
Había
comprado esta casa sólo por esa habitación. Su madre amaba leer novelas
románticas. Toda su vida había soñado con ser dueña de una casa en la que
tendría una perfecta habitación pentagonal, para leer sus libros en paz. La
pared del fondo estaba alineada con estanterías hechas por encargo.
Cada
centímetro de cada estante tenía un libro de bolsillo, que ella había elegido y
guardado amorosamente.
—¿Mamá?
—dijo, con la voz convirtiéndose en un sollozo. Su mano temblaba mientras
sostenía el arma y miraba fijamente con los ojos nublados el cabello rubio que
podía ver por encima de la reclinadora de cuero—. Por favor, dime algo, mamá,
por favor.
Ella
no se movía.
Él
luchó contra sus lágrimas mientras se movía lentamente hacia adelante, hasta
que pudo tocarla. Aún así, ella estaba en silencio.
Minho
gritó con dolor mientras enterraba la mano en el suave cabello y veía la
palidez de su rostro. La violenta herida en forma de mordida en su cuello.
—¡No,
mami, no! —sollozó mientras se arrodillaba junto a ella—. Maldita sea, mamá,
¡no estés muerta!
Sólo
que esta vez no encontraba ningún consuelo en su contacto. Ninguna voz suave y
amorosa que le dijera que los hombres no lloraban. Que no demostraban su
sufrimiento.
Pero,
¿cómo podía un hombre resistir este brutal tipo de agonía?
Esto
era culpa suya. Todo culpa suya. Él era el idiota que se había hecho amigo de
los Dark Hunters. Si le hubiese dicho alguna vez la verdad… Igual no hubiese
tenido posibilidad.
—Mami
—susurró contra su frío rostro mientras la acunaba en sus brazos—. Lo siento
tanto. Lo siento tanto. No quise lastimarte. No quise. Por favor, despierta,
por favor. Oh, por favor, mamá, no me dejes —y entonces su furia tomó el
control. Ardió en sus venas y gritó en olas hechas añicos que lo
desgarraron—. ¡Artemisa!—gritó—. Te
invoco en tu forma humana. ¡Ahora!
Ella
apareció casi instantáneamente, con los brazos en la cadera y resentida. Al
menos, hasta que vio el cuerpo de su madre.
—¿Qué
es esto? —preguntó, frunciendo el labio como si la imagen de la muerte le
desagradara—. Eres el amigo de Shindong, Minho, ¿verdad?
Minho
recostó a su madre en la silla, se quitó las lágrimas de los ojos con el dorso
de la mano, y se puso lentamente de pie.
—Exijo
venganza sobre el Daimon que hizo esto, y la exijo ahora.
Ella
hizo un rudo sonido de desestimación.
—Puedes
exigir todo lo que quieras, humano, no vas a obtenerlo.
—¿Por
qué no? Se lo das a cualquier otro idiota que te lo exige. Conviérteme en Dark
Hunter. Me lo debes.
Ella
inclinó la cabeza y arqueó una ceja.
—No
te debo nada, humano. Y en caso de que no te hayas dado cuenta, imbécil, tienes
que estar muerto antes de poder convertirte en un Dark Hunter —dejó escapar un
suspiro irritado—. ¿No has aprendido nada de Shindong?
Artemisa
dio un paso atrás, con la intención de regresar a su hogar en el Olimpo, pero
antes de que pudiera, el humano se arrodilló en el piso y tomó un arma.
—Conviérteme
en Dark Hunter —gruñó un instante antes de apretar el gatillo.
Artemisa
se quedó helada ante el fuerte y resonante sonido del disparo. No podía
respirar mientras veía al hombre muerto a sus pies.
—Oh,
no —dijo, sin respiración, mientras su corazón latía violentamente. El amigo
humano de Shindong se había suicidado… ¡justo frente a ella! ¿Qué iba a hacer?
Sus aterrados pensamientos se aceleraron—. Él me culpará por esto.
Jamás
la perdonaría. Jamás. Aunque no fuese su culpa, Shindong encontraría algún modo
de culparla de todo, de decirle que debería haberlo sabido y haberlo detenido.
Miró
con horror la sangre coagulada que manchaba el frente de su vestido blanco.
Jamás había visto algo semejante.
—Oh,
piensa, Artemisa, piensa…
Pero
no podía pensar con claridad. Lo único que podía oír era el sonido de Shindong
en su cabeza mientras le decía porqué Minho y su madre significaban tanto para
él.
“Jamás
lo comprenderás, Artie. No tenían nada más que a sí mismos, y en lugar de
culparse uno al otro por arruinarse la vida, lo que mucha gente haría, ellos se
unieron. La vida de Jaehee ha apestado y, sin embargo, aún es buena y generosa
con todos los que conoce. Un día, Minho va a casarse y darle una casa llena de
nietos que amar. Zeus lo sabe, ambos lo merecen”.
Sólo
que ahora Minho yacía muerto a sus pies. Muerto por su propia mano, y era
católico.
Ya
podía oler el azufre.
—¡Shindong!
—lo llamó, permitiendo que su voz viajara por todas las dimensiones. Tenía que
decirle antes de que fuera demasiado tarde. Sólo él podía arreglar esto. Pero
no respondió—. ¡Shindong! —intentó otra vez. Nuevamente, estaba en silencio—.
¿Qué hago?
Tenía
prohibido convertir en Dark Hunter a un suicida. Pero si dejaba muerto a Minho,
su alma sería reclamada por Lucifer y pasaría la eternidad en el infierno,
siendo atormentado.
De
cualquier modo, ella perdería. Shindong la culparía por permitir que su amigo
sufriera. Pensaría que lo había hecho a propósito sólo para lastimarlo.
Y
si salvaba a Minho…
Ni
siquiera valía la pena pensar en las consecuencias.
Pero
mientras estaba allí parada, indecisa, una imagen llegó y se quedó en su mente.
La expresión en el rostro de Shindong el día que le había dado la espalda en su
dolor.
Era
lo único en su vida que verdaderamente lamentaba. Lo único que cambiaría si
pudiera.
No
había opciones. No podía lastimar a Shindong de ese modo otra vez. Nunca.
Arrodillándose,
acercó el cuerpo de Minho hacia ella, y lo restauró a lo que había sido antes
del disparo. Le apartó el cabello del rostro y pronunció las palabras
prohibidas de una civilización muerta mucho tiempo atrás.
La
piedra apareció en su mano. Sintió su calor mientras el alma entraba en ella.
Dos
segundos más tarde, los ojos de Minho se abrieron. Ya no eran azules, sino
negro azabache. Siseó de dolor mientras la luz perforaba sus ojos ahora
sensibles.
—¿Por
qué no llamaste a Shindong en lugar de a mí? —le preguntó con calma.
—Él
estaba enojado conmigo —dijo Minho, ceceando por los colmillos a los que aún
tenía que acostumbrarse—. Dijo que debería matarme y ahorrarle el trabajo.
Artemisa
dio un respingo ante esas palabras. Su pobre Shindong. Jamás se perdonaría por
esto. Ni la perdonaría a ella. Minho se puso de pie.
—Quiero
mi venganza.
—Lo
siento, Minho —susurró Artemisa—. No puedo otorgártela. No te ceñiste al curso
del pacto.
—¿Qué?
Antes
de que pudiera decir algo más, ella levantó una mano y lo envió a una
habitación especial en su templo.
—¿Dónde
estás, Shindong? —susurró.
El
mundo estaba cayéndose a pedazos y él no estaba en ningún sitio. Él no solía
ser tan indiferente.
Con
temor que algo malo le hubiese sucedido, cerró los ojos y lo buscó.
Changsu
caminaba por la calle como si le perteneciera. ¿Y por qué no? Así era.
Estiró
los brazos y echó la cabeza atrás mientras escuchaba los gritos de los
inocentes en su cabeza.
—Deberías
estar aquí, Stryker —dijo riendo.
Sólo
Stryker podría apreciar verdaderamente la belleza de esa noche. Pero el tiempo
estaba terminándose.
Tenía
que regresar con la niña Kim a medianoche, o la Destructora revocaría su
cuerpo.
—¿Padre?
Giró
ante el sonido de la voz de su hijo.
—¿Sí?
—Shindong continúa desaparecido, tal
como Stryker prometió,
y hemos encontrado el modo de
entrar.
Changsu
rió. Al fin podría vengarse de Leeteuk y Kangin.
Y,
en cuanto entregara a la niña, terminaría el plato principal con Heechul como
postre.
O.o
ResponderEliminarPobre Boa!!!!
Y la mami de Minho...no merecía eso!!! Que tristeza!!!! Y qué le hizo Artemisa a Minho!????
Qué...??????
Ahhhh!!!! Nooooo
MinHo porqué, algo me dice que Boa, MinHo y su mamá no serán los únicos que morirán esta noche.
ResponderEliminarMe da mucha pena Shin parecería que el vaticinó lo que sucedió.
Aay hasta me senti triste por la mama de minho :(
ResponderEliminarMaldito changsu!!!
Oh...oh.oh..oh
ResponderEliminarPero qué paso?
BoA,la madre de Minho y este suicidandose y pidiendo venganza a Artemisa.
Al menos saben de que va todo esto,saben a quien buscar y lo que quieren.
Espero esten preparados y no se dejen avatir....y shin desaparecido...oh dios.