Pasión Nocturna (DH8)- 23




Envolviéndose los brazos alrededor del estómago, Shin se deslizó hasta el suelo.
El dolor… estaba destrozándolo aún más. No podía respirar. No podía pensar. Los gritos resonaron en su cabeza hasta que llevaron lágrimas a sus ojos. Sin su orden, Simi salió de su brazo.
—Akri —dijo, arrodillándose a su lado—. ¿Qué te lastima, akri?
—Sim —jadeó él, entre las violentas puñaladas—. No p-puedo… —sus palabras se apagaron en un gruñido.
Ella se dobló en tamaño y se transformó de una joven mujer a su forma de demonio. Su piel y cuernos eran rojos, y su cabello y labios negros, mientras que sus ojos brillaban en la oscuridad con un opaco amarillo.
Ella lo apartó de la cripta lo suficiente para deslizarse entre él y la piedra, y luego envolvió su cuerpo alrededor de Shindong. Sus alas de medianoche se doblaron sobre ambos como si fuesen un manto protector.
Los labios de Shin castañeteaban por la agonía, mientras las lágrimas fluían de sus ojos. Sentía como si algo estuviese rompiéndose dentro de él. Tenía que bloquear los gritos, o estaría inutilizado.
Simi apoyó su mejilla contra la de él, y tarareó una antigua canción de cuna mientras lo acunaba tranquilizadoramente.
—Simi te tiene, akri, y hará que las voces se vayan.
Shin se recostó en sus brazos y rezó por que tuviera razón. Porque, si ella no lo restauraba pronto, no habría nadie para reparar lo que estaba siendo destruido.


Heechul fue inundado por una repentina sensación de dolor que lo detuvo allí mismo. Jadeando, se estiró hacia Siwon, que caminaba junto a él.
—¿Heechul? ¿Sucede algo?
—Boa —jadeó, con el corazón sufriendo un dolor tan profundo que no estaba seguro de cómo mantenía su postura—. Algo le sucedió. Lo sé.
—Hee…
—¡Lo sé! —chilló, aferrándose a la camisa de él—. ¡Oh, dios, no!
Tomó su teléfono y comenzó a marcar el número de Boa mientras corría hacia la tienda de su hermana. Estaban a sólo seis cuadras.
Nadie respondió.
Llamó a Leeteuk, con el corazón latiendo violentamente mientras corría. Esto no podía estar sucediendo. Tenía que estar equivocada.
¡Tenía que estarlo!
—¿Heechul? —escuchó las lágrimas en la voz de Leeteuk.
—Es verdad, ¿no es así? ¿También lo sientes?
—Kangin no me deja salir de casa. Dice que es demasiado peligroso.
—No te preocupes, estoy en la calle y te llamaré en cuanto sepa algo.
Heechul aferró el teléfono en su mano mientras se acercaban a la oscura tienda. Todo parecía normal…
Siwon caminó más lento mientras sentía la muerte. Había una capa de maldad colgando sobre el negocio. Había sido Dark Hunter el tiempo suficiente como para saber eso sin habilidades psíquicas.
Heechul intentó abrir la puerta del frente, que estaba trabada.
—¡Boa! —gritó, golpeándola—. ¿Aún estás aquí?
Nadie respondió.
Lo condujo hacia atrás, a un pequeño patio. La puerta trasera de la tienda había quedado entreabierta.
Siwon contuvo la respiración ante la confirmación de sus miedos. Heechul se desaceleró hasta caminar cautelosamente.
—¿Boa? —llamó otra vez.
Siwon lo apartó de la puerta trasera.
—Quédate detrás de mí.
—¡Ella es mi hermana!
—Y yo soy inmortal. Quédate detrás de mí.
Afortunadamente, él asintió.
Siwon abrió la puerta cuidadosamente mientras buscaba a alguien que los atacara.
Nadie lo hizo.
La habitación trasera se veía completamente normal. Nada estaba fuera de lugar. Estaba igual que unas semanas antes, cuando Boa lo había atendido allí.


Con la mano sobre la daga que llevaba en la cintura, se acercó cuidadosamente a la puerta de la tienda, que también estaba apenas entreabierta. La abrió y se quedó helado al ver el par de zapatos sobresaliendo desde atrás del mostrador.
Su corazón se detuvo.
—Quédate aquí, Heechul.
—Pero…
—¡Maldita sea, Heechul, quédate!
—¡No soy tu perra, General, y no me hables de ese modo!
Él sabía que era el miedo lo que lo hacía enojar tanto. Jamás sabía cómo hacer frente a las emociones fuertes.
—Por favor, Heechul. Quédate aquí mientras voy a ver.
El asintió.
Siwon se apartó y caminó con cuidado por el piso, hacia donde había visto los zapatos. Mientras se acercaba más, vio el resto del cuerpo.
Mierda.
Con el pecho anudado y doliendo, dio vuelta a Boa para encontrarse con los ojos vidriosos mirando la nada. Su cuello estaba abierto como si un Daimon la hubiese atacado, pero su alma aún estaba allí. Podía sentirla.
¿Por qué un Daimon no tomaría su alma?
Mientras se inclinaba para cerrarle los ojos, se dio cuenta de algo. Heechul no estaba con él.
El pánico amenazó con consumirlo. No era habitual en él prestarle atención. Levantándose rápidamente, regresó corriendo al cuarto de almacenamiento, donde lo encontró sentada ante una consola de video de vigilancia que mostraba las oscilantes imágenes en blanco y negro de la muerte de Boa.
Heechul estaba sentado allí, con lágrimas cayendo de sus ojos mientras tenía las manos cruzadas sobre los labios. Sus sollozos eran silenciosos, pero sacudían todo su cuerpo.
—Lo siento tanto, Heechul —susurró Siwon antes de apagar el monitor y tomarlo en sus brazos.
—¡No puede estar muerta! —gimió mientras se aferraba a él—. Esto no es cierto. No mi hermana. Ella no está muerta. ¡No lo está!
Él no habló mientras lo acunaba suavemente en sus brazos. Heechul gritó de dolor antes de empujarlo y correr hacia el frente de la tienda.
—¡Heechul, no! —exclamó él, reteniéndola antes de que viera el cuerpo de Boa—.No necesitas verla de ese modo.
Giró hacia él con un chillido y le dio un empujón.
—¡Malditos sean! Malditos sean todos ustedes por esto. ¿Por qué no  me mataron a mí? ¿Por qué mataron a mi hermana? ¿Por qué…? —Sus ojos se ensancharon con horror—. Oh, dios, irán por mi familia.
Extrajo su teléfono, indudablemente para llamar a Leeteuk otra vez.
Mientras llamaba a su familia, él extrajo su Nextel para notificar a los demás de lo que había sucedido.
—Código Rojo para todos —dijo, con la voz tensa—. Park Boa ha sido asesinada dentro de su tienda. Todos deben apartarse y poner a salvo a sus familias.
Uno por uno, los Dark Hunters y Escuderos chequearon: Kennie, Minho, Kyl, Rogue, Hara, Jean-Luc, Jonghyun, Janice, Kassim; incluso Kyuhyun, Kangin, y Hyukjae. Pero no había señales de Shindong.
Siwon intentó ubicarlo con el beeper, luego lo llamó. No había respuesta.
Su sangre se heló. ¿Los Daimons ya habrían llegado a Shindong y lo habrían lastimado otra vez?
—Te quiero, Teukkie —dijo Heechul mientras sus labios temblaban por el  dolor—.Cuídate, ¿sí? Voy a encontrar a ese bastardo y voy a asesinarlo esta noche.
Siwon miró hacia la pantalla ahora vacía.
—¿Sabes quién la mató? —preguntó.
Heechul asintió.
—Fue Jonghyun, y ahora voy a matarlo.

Minho caminaba por Ursulines, dirigiéndose a la casa que había compartido con su madre. Luego de escuchar la llamada de Siwon  acerca de Boa, había ido inmediatamente a chequear a su madre, que trabajaba hasta tarde en El Empire.
Como había planeado quedarse dando vueltas fuera del bar para cuidar hasta que llegara la hora en que ella salía, prácticamente había estado allí cuando se produjo la llamada.
En cuanto había llegado al bar, le habían dicho que su madre había salido temprano del trabajo porque no se estaba sintiendo bien. Minho había estado absolutamente furioso con el oso, hasta que le dijo que Jonghyun había estado de acuerdo en escoltarla hasta la casa.
De cualquier modo, tomando en cuenta las costillas golpeadas de Minho, su mamá estaba mucho más a salvo con un Dark Hunter de lo que estaría con él. Aún así, tenía una necesidad interna de asegurarse de que estaba bien.
Sólo habían sido ellos dos toda su vida. Embarazada por un criminal cuando tenía sólo quince años, su madre había sido echada de su casa para valerse por sí misma. Él no la habría culpado si lo hubiese dado en adopción, pero no lo había hecho.
“Eres lo único en mi vida que hice bien, Minho, y le agradezco a dios todas las noches por haberme dado a ti”.
Por eso era que él la amaba tanto.
Minho jamás había conocido a ninguno de sus abuelos. Demonios, sólo había visto a su padre un par de veces, y sólo una que recordara realmente. Había sido cuando Minho tenía diez años, y su padre necesitaba un lugar para quedarse por el período más largo de libertad que había tenido siendo adulto; tres meses enteros.
En un mal cliché, su padre se había mudado, bebió cerveza constantemente, y los maltrató a los dos hasta que uno de sus amigos criminales lo había convencido de que intentara con el robo de bancos, donde su padre había matado a cuatro personas sólo por puro gusto. Había sido rápidamente condenado y había  muerto un año más tarde, cuando algún presidiario le había cortado la garganta durante un motín en la prisión.
Choi Jaehee dejaba mucho que desear en cuanto a su gusto por los hombres pero, como madre…
Era perfecta.
Y Minho haría cualquier cosa en el mundo por ella.
Escuchó la estática de su Nextel, y esperó que fuera Kennie molestándolo otra vez. No era.
La voz acentuada de Siwon rompió la quietud.
—Minho, ¿estás ahí?
Justo lo que necesitaba esa noche. Haciendo una mueca, sacó de un tirón el teléfono de su cinto.
—¿Qué? —dijo con brusquedad.
—Quería informarte que Jonghyun es Changsu. Ya mató a Boa. No sé quién sigue, pero creo que querrías chequear con tu madre.
De pronto, la voz de Siwon cambió a otra que heló su sangre.
—Oh, espera… —dijo Changsu provocativamente—, está muerta —hizo un sonido como chasqueando los labios—. Hmmm, tipo O negativo. Mi favorita. Por supuesto, te alegrará saber que sus últimos pensamientos fueron hacia ti.
Minho dejó de moverse un instante antes de dejar caer el teléfono y comenzar a correr lo más rápido que podía hacia su casa.
Una y otra vez, veía imágenes de su madre en su mente. Bromeando amablemente con él mientras crecía. El orgullo en su rostro cuando le dijo que iría a la universidad.
Sus apaleadas costillas dolían y daban punzadas, pero no le importaba si se desgarraba ambos pulmones.
Tenía que llegar hasta ella.
Para el momento en que alcanzó el portón en el camino de entrada, temblaba tanto que apenas pudo ingresar el código.
—¡Abre, maldita sea! —exclamó, cuando el primer código fue rechazado. Lo reingresó.
Las puertas se abrieron lentamente. Ominosamente.
Jadeando por el miedo y el esfuerzo, se apresuró hacia la puerta trasera.
Estaba destrabada. Minho entró, preparado para pelear. Se detuvo en la cocina para tomar su Glock.31 del cajón junto a la estufa. Controló el revólver para asegurarse que estaba totalmente cargado con las diecisiete descargas.
—¿Mamá? —llamó mientras deslizaba el arma hacia el interior—. Mamá, soy Minho, ¿estás en casa?
Sólo el silencio le respondió.
Con el corazón martilleando, Minho avanzó con cautela por la casa, habitación por habitación, esperando ser atacado.
No encontró absolutamente nada, hasta que llegó a la sala de estar de la planta alta. A primera vista, parecía que su madre estaba sentada en su silla, como lo había estado un millón de veces antes, cuando él llegaba a la casa para encontrarla esperándolo.
Había comprado esta casa sólo por esa habitación. Su madre amaba leer novelas románticas. Toda su vida había soñado con ser dueña de una casa en la que tendría una perfecta habitación pentagonal, para leer sus libros en paz. La pared del fondo estaba alineada con estanterías hechas por encargo.
Cada centímetro de cada estante tenía un libro de bolsillo, que ella había elegido y guardado amorosamente.
—¿Mamá? —dijo, con la voz convirtiéndose en un sollozo. Su mano temblaba mientras sostenía el arma y miraba fijamente con los ojos nublados el cabello rubio que podía ver por encima de la reclinadora de cuero—. Por favor, dime algo, mamá, por favor.
Ella no se movía.
Él luchó contra sus lágrimas mientras se movía lentamente hacia adelante, hasta que pudo tocarla. Aún así, ella estaba en silencio.
Minho gritó con dolor mientras enterraba la mano en el suave cabello y veía la palidez de su rostro. La violenta herida en forma de mordida en su cuello.
—¡No, mami, no! —sollozó mientras se arrodillaba junto a ella—. Maldita sea, mamá, ¡no estés muerta!
Sólo que esta vez no encontraba ningún consuelo en su contacto. Ninguna voz suave y amorosa que le dijera que los hombres no lloraban. Que no demostraban su sufrimiento.
Pero, ¿cómo podía un hombre resistir este brutal tipo de agonía?
Esto era culpa suya. Todo culpa suya. Él era el idiota que se había hecho amigo de los Dark Hunters. Si le hubiese dicho alguna vez la verdad… Igual no hubiese tenido posibilidad.
—Mami —susurró contra su frío rostro mientras la acunaba en sus brazos—. Lo siento tanto. Lo siento tanto. No quise lastimarte. No quise. Por favor, despierta, por favor. Oh, por favor, mamá, no me dejes —y entonces su furia tomó el control. Ardió en sus venas y gritó en olas hechas añicos que lo desgarraron—.   ¡Artemisa!—gritó—. Te invoco en tu forma humana. ¡Ahora!
Ella apareció casi instantáneamente, con los brazos en la cadera y resentida. Al menos, hasta que vio el cuerpo de su madre.
—¿Qué es esto? —preguntó, frunciendo el labio como si la imagen de la muerte le desagradara—. Eres el amigo de Shindong, Minho, ¿verdad?
Minho recostó a su madre en la silla, se quitó las lágrimas de los ojos con el dorso de la mano, y se puso lentamente de pie.
—Exijo venganza sobre el Daimon que hizo esto, y la exijo ahora.
Ella hizo un rudo sonido de desestimación.
—Puedes exigir todo lo que quieras, humano, no vas a obtenerlo.
—¿Por qué no? Se lo das a cualquier otro idiota que te lo exige. Conviérteme en Dark Hunter. Me lo debes.
Ella inclinó la cabeza y arqueó una ceja.
—No te debo nada, humano. Y en caso de que no te hayas dado cuenta, imbécil, tienes que estar muerto antes de poder convertirte en un Dark Hunter —dejó escapar un suspiro irritado—. ¿No has aprendido nada de Shindong?
Artemisa dio un paso atrás, con la intención de regresar a su hogar en el Olimpo, pero antes de que pudiera, el humano se arrodilló en el piso y tomó un arma.
—Conviérteme en Dark Hunter —gruñó un instante antes de apretar el gatillo.
Artemisa se quedó helada ante el fuerte y resonante sonido del disparo. No podía respirar mientras veía al hombre muerto a sus pies.
—Oh, no —dijo, sin respiración, mientras su corazón latía violentamente. El amigo humano de Shindong se había suicidado… ¡justo frente a ella! ¿Qué iba a hacer? Sus aterrados pensamientos se aceleraron—. Él me culpará por esto.
Jamás la perdonaría. Jamás. Aunque no fuese su culpa, Shindong encontraría algún modo de culparla de todo, de decirle que debería haberlo sabido y haberlo detenido.
Miró con horror la sangre coagulada que manchaba el frente de su vestido blanco. Jamás había visto algo semejante.
—Oh, piensa, Artemisa, piensa…
Pero no podía pensar con claridad. Lo único que podía oír era el sonido de Shindong en su cabeza mientras le decía porqué Minho y su madre significaban tanto para él.
“Jamás lo comprenderás, Artie. No tenían nada más que a sí mismos, y en lugar de culparse uno al otro por arruinarse la vida, lo que mucha gente haría, ellos se unieron. La vida de Jaehee ha apestado y, sin embargo, aún es buena y generosa con todos los que conoce. Un día, Minho va a casarse y darle una casa llena de nietos que amar. Zeus lo sabe, ambos lo merecen”.
Sólo que ahora Minho yacía muerto a sus pies. Muerto por su propia mano, y era católico.
Ya podía oler el azufre.
—¡Shindong! —lo llamó, permitiendo que su voz viajara por todas las dimensiones. Tenía que decirle antes de que fuera demasiado tarde. Sólo él podía arreglar esto. Pero no respondió—. ¡Shindong! —intentó otra vez. Nuevamente, estaba en silencio—. ¿Qué hago?
Tenía prohibido convertir en Dark Hunter a un suicida. Pero si dejaba muerto a Minho, su alma sería reclamada por Lucifer y pasaría la eternidad en el infierno, siendo atormentado.
De cualquier modo, ella perdería. Shindong la culparía por permitir que su amigo sufriera. Pensaría que lo había hecho a propósito sólo para lastimarlo.
Y si salvaba a Minho…
Ni siquiera valía la pena pensar en las consecuencias.
Pero mientras estaba allí parada, indecisa, una imagen llegó y se quedó en su mente. La expresión en el rostro de Shindong el día que le había dado la espalda en su dolor.
Era lo único en su vida que verdaderamente lamentaba. Lo único que cambiaría si pudiera.
No había opciones. No podía lastimar a Shindong de ese modo otra vez. Nunca.
Arrodillándose, acercó el cuerpo de Minho hacia ella, y lo restauró a lo que había sido antes del disparo. Le apartó el cabello del rostro y pronunció las palabras prohibidas de una civilización muerta mucho tiempo atrás.
La piedra apareció en su mano. Sintió su calor mientras el alma entraba en ella.
Dos segundos más tarde, los ojos de Minho se abrieron. Ya no eran azules, sino negro azabache. Siseó de dolor mientras la luz perforaba sus ojos ahora sensibles.
—¿Por qué no llamaste a Shindong en lugar de a mí? —le preguntó con calma.
—Él estaba enojado conmigo —dijo Minho, ceceando por los colmillos a los que aún tenía que acostumbrarse—. Dijo que debería matarme y ahorrarle el trabajo.
Artemisa dio un respingo ante esas palabras. Su pobre Shindong. Jamás se perdonaría por esto. Ni la perdonaría a ella. Minho se puso de pie.
—Quiero mi venganza.
—Lo siento, Minho —susurró Artemisa—. No puedo otorgártela. No te ceñiste al curso del pacto.
—¿Qué?
Antes de que pudiera decir algo más, ella levantó una mano y lo envió a una habitación especial en su templo.
—¿Dónde estás, Shindong? —susurró.
El mundo estaba cayéndose a pedazos y él no estaba en ningún sitio. Él no solía ser tan indiferente.
Con temor que algo malo le hubiese sucedido, cerró los ojos y lo buscó.


Changsu caminaba por la calle como si le perteneciera. ¿Y por qué no? Así era.
Estiró los brazos y echó la cabeza atrás mientras escuchaba los gritos de los inocentes en su cabeza.
—Deberías estar aquí, Stryker —dijo riendo.
Sólo Stryker podría apreciar verdaderamente la belleza de esa noche. Pero el tiempo estaba terminándose.
Tenía que regresar con la niña Kim a medianoche, o la Destructora revocaría su cuerpo.
—¿Padre?
Giró ante el sonido de la voz de su hijo.
—¿Sí?
—Shindong  continúa    desaparecido,   tal  como             Stryker   prometió,   y  hemos encontrado el modo de entrar.
Changsu rió. Al fin podría vengarse de Leeteuk y Kangin.
Y, en cuanto entregara a la niña, terminaría el plato principal con Heechul como postre.


4 comentarios:

  1. O.o
    Pobre Boa!!!!
    Y la mami de Minho...no merecía eso!!! Que tristeza!!!! Y qué le hizo Artemisa a Minho!????
    Qué...??????
    Ahhhh!!!! Nooooo

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  2. MinHo porqué, algo me dice que Boa, MinHo y su mamá no serán los únicos que morirán esta noche.
    Me da mucha pena Shin parecería que el vaticinó lo que sucedió.

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  3. Aay hasta me senti triste por la mama de minho :(

    Maldito changsu!!!

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  4. Oh...oh.oh..oh
    Pero qué paso?
    BoA,la madre de Minho y este suicidandose y pidiendo venganza a Artemisa.
    Al menos saben de que va todo esto,saben a quien buscar y lo que quieren.
    Espero esten preparados y no se dejen avatir....y shin desaparecido...oh dios.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...