The Lover- 7




—Me reuniré contigo todas las noches hasta mi marcha, pero a mi regreso, tendré las veladas más... ocupadas. Mi joven hermano se presenta este año en sociedad, como ya te he comentado en alguna ocasión.

—Sí. Debes respaldarlo, por supuesto.

Hyukjae hizo una mueca.

—Temo que sí, aunque preferiría soportar cien tediosas cenas políticas a bailar una sola noche en Almack's.

—¿Estás seguro de que no estarás... demasiado ocupado? No querría ser un estorbo para tus obligaciones familiares. Ya te he acaparado bastante. Quizá fuera mejor que dejáramos...

— ¡No! —exclamó Hyukjae, preso de una intensa alarma—. No —repitió con más calma, mientras se frotaba unas palmas repentinamente húmedas sobre los pantalones—. Tendré menos tiempo libre, pero no tengo intención de sacrificar la compañía de mis... queridos amigos solo para apoyar el debut de mi hermano —todavía conmocionado, ansiando la seguridad de la proximidad de Donghae, lo atrajo hacia sus brazos—. Pero basta de charlas —murmuró junto a su frente, y lo besó. Impulsado por una necesidad abrumadora demasiado compleja para explicarla, profundizó el beso con avidez. La llamarada instantánea de deseo de Donghae lo tranquilizó y lo serenó.

No podía hacer nada para resolver la incertidumbre del futuro, pero el presente era de ellos. Lo aprovecharía al máximo. Lo apretó contra su pecho, sin dejar de besarlo, y lo llevó al segundo piso.



Varios días después, Donghae bajaba de su dormitorio al comedor. Hyukjae estaba de viaje y experimentaba la, de repente, extraña sensación de desayunar solo. Las comidas se hacían aburridas sin su animada conversación, y las veladas, más tediosas aún.

¿Hacía solo tres meses que lo conocía? Al recordar su brazo fuerte en la cintura, su lenta sonrisa, tuvo que sonreír. Hyukjae había procurado tanta alegría a su, hasta entonces, monótona existencia, que no se explicaba cómo había pasado antes los días sin él.

O las noches. Se había despertado en sueños, añorando el calor de su cuerpo y la satisfacción plena de acurrucarse junto a su hombro, saciado, tras la pasión.

Pero su relación no era más que un amorío temporal e ilícito. Aquel pensamiento inesperado le arrebató la sonrisa complaciente del rostro. Debía alegrarse de que no pudiera visitarle con tanta frecuencia a su regreso. El final era inevitable. Cuanto antes se protegiera de la tentadora debilidad de depender de él, mejor.

Heechul, que entraba con el té, sorprendió su expresión lúgubre y frunció el ceño.

—Por todos los santos, ya veo que está suspirando por el señor, y no me extraña. Pero no estará mucho tiempo fuera, querido. Se marchó con un suspiro tan hondo, que era como si dejara su alma atrás. Y su alegría también, ¿eh? — le guiñó el ojo a Donghae con sagacidad.

Todavía agitado, Donghae respondió con más aspereza de la pretendida.

—Tonterías. Ninguno de los dos está suspirando. Yo tengo que cuidar de mi negocio y él tiene asuntos que atender.

Heechul se encogió de hombros, sin arredrarse.

—Negocios o no, no tardará en volver. Por el señor siente un amor grande. Veo la ternura en sus ojos —se dio una palmadita—. Yo creo que, dentro de muy poco, lo tomará como esposo.

Como esposo. Donghae fue presa del alborozo al imaginarse caminando con orgullo, abiertamente, de su brazo. La cruda realidad echó a perder aquella feliz visión.

— ¡No digas tonterías, Heechul! —exclamó, aún más enojado consigo mismo por haber albergado, por un momento, una esperanza tan absurda—. ¿El gran conde de Eunhyuk pidiendo la mano de un tendero? Ni la más inimaginable ternura de su mirada, si es que dicha ternura existe, que dudo, puede cegarlo ante la imposibilidad de tal enlace. Casarse tan por debajo de su posición significaría el escándalo y la ruina para su familia. Ten por seguro que no ocurrirá.

Heechul defendió su postura:

—El señor no es de tan pobre cuna, ¿eh? El enlace podría tener lugar, solo con que le dijera...

— ¡No le diremos nada! —preso de una intensa alarma, Donghae agarró a Heechul del brazo con las dos manos—. No debes decirle nada, nunca, ¿me entiendes? ¿Y si se le ocurriera intervenir? ¡Podríamos perderlo todo! ¿Cómo puedes ni tan siquiera pensar en poner en peligro lo que nos es más preciado?

La posibilidad era tan terrible, tan evocadora de sus peores pesadillas, que experimentó el sabor amargo e intenso del miedo. Las lágrimas anegaron sus ojos.

— ¡Calle, querido! —Heechul frotó los nudillos blanqueados de las manos que lo agarraban. — No estoy loco, ¿no? ¡Jamás pondría en peligro a su querido hijo!

Donghae inspiró trémulamente.

—No, por supuesto que no. Pero lord Eunhyuk es muy listo. Si le dejas caer un nombre, un lugar, enseguida desentrañará el misterio. Así que no debes decirle nada. Nada de nada, Heechul. Prométemelo.

El doncell suspiró.

—No es buena idea, porque él es tan listo que acabará averiguándolo, ¿no? Pero ya tiene bastantes preocupaciones, querido. No le daré más. Prometido.

Donghae también temía que, tarde o temprano, Hyukjae descubriera todos los detalles sobre su nacimiento. Con inquietud, recordó su mirada dolida, casi ultrajada, al oír su verdadero nombre. Bueno, afrontaría esa circunstancia si llegara a producirse.

Estaba a punto de proseguir con su té, cuando una conmoción en el vestíbulo atrajo su atención.

—Cielos, qué alboroto. Heechul, ¿quieres...?

—Sí, señora, voy.

Donghae acababa de tomar un sorbo, cuando Heechul exclamó:

—¡Madre de Dios!

Donghae se levantó al instante de la silla.

—¿Qué ocurre, Heechul? ¿Hay alguien...? La escena en la que irrumpió hizo que el resto de la frase muriera en sus labios.


A la luz tenue del amanecer, Hyukjae guió a su caballo por la calle tranquila donde se encontraba la casa de Donghae. No imaginó que regresaría a Londres tan pronto, pero la resistencia de Ryeowook se había desmoronado al invocar la magia del nombre de Yesung. Como la temporada exigía un nuevo ropero, apenas perdieron tiempo en hacer las maletas. Viajaron sin contratiempos, y llegaron a Londres la noche del día anterior.

Después de dejar las maletas en la casa, y a Ryeowook en manos de su madre y de su hermano, Hyukjae había pasado casi toda la noche en el despacho leyendo informes sobre municiones. Debía volver a casa y dormir, pero una necesidad más intensa que la fatiga lo impulsaba a ver a Donghae.

Seguramente estaría despierto, pero si no, se deslizaría entre las sábanas y lo acariciaría hasta desperezarlo. Su cuerpo reaccionó con ansiedad ante la idea.

Absorto en aquella grata contemplación, bajó de la silla sin apenas fijarse en lo que ocurría a su alrededor. Entonces, un hombre se detuvo bajo la sombra del portal de Donghae: un visitante, al parecer.

Llevado por la curiosidad, Hyukjae ató las riendas a un poste y se acercó. Un anciano caballero con atuendo de clérigo lo miró con expresión inquisitiva. Por detrás del pastor, se asomó una cabeza morena y Hyukjae vio...

¡Aquel rostro! El de la miniatura: luminosos ojos verdes por debajo de cejas oscuras y arqueadas, labios siempre sonrientes... La estupefacción paralizó a Hyukjae, que se aferró a la balaustrada sin poder respirar, pensar o moverse.

Hasta que comprendió que la figura que acompañaba al clérigo no era una aparición. No se trataba del hombre alto, de hombros anchos y chaqueta roja, sino de un niño vestido con gorra y prendas de algodón. Un muchacho con el rostro del soldado. Sin duda, su hijo.

El hijo de Donghae.

Durante un instante, a Hyukjae le zumbaron los oídos y tomó aire con dificultad. Como en sueños, vio al mayordomo abrir la puerta y hacer señas, y al clérigo, hablar:

—¡Señor! Señor, ¿se encuentra bien? Hyung, ayúdame a llevar al caballero a la casa.

Enmudecido, vio la mano del niño en su manga. Los pies le funcionaban, porque, con el clérigo a un lado y el niño al otro, atravesó el umbral y se adentró en el vestíbulo.

Desde lejos, se percató del movimiento de labios del mayordomo, del ademán áspero de una orden que se daba, de una doncella que desaparecía deprisa. Y el niño mirándolo, con la mirada sonriente reemplazada por un ceño fruncido.

Su rostro. Aquel rostro.

Hyukjae se volvió y vio a Heechul y, paralizado detrás de él, a Donghae. Durante unos instantes, se miraron entre sí.

—¡Appá, qué casa tan bonita! ¡Me alegro tanto de que nos hayas dejado venir a visitarte! —el niño soltó el brazo de Hyukjae y correteó hasta arrojarse a los brazos de Donghae. El se inclinó y lo estrechó con fuerza, acariciándole el pelo moreno con la mejilla.

Manteniéndolo a su costado, se enderezó y volvió a mirar a Hyukjae con semblante inexpresivo.

—Ya veo que conoces a mi hijo. Y este instruido caballero es su tutor, el padre Siwon. Permitidme que os presente al conde de Eunhyuk. Hyung, haz una reverencia.

—Es un honor —murmuró el clérigo, y el niño repitió el saludo e hizo una reverencia impecable. Hyukjae, aturdido, inclinó la cabeza.

El pastor miró con nerviosismo a Hyukjae y, luego, a Donghae.

—¿Hemos venido en un mal momento, señor Park?

Donghae apenas vaciló un instante.

—En absoluto, padre. Estoy encantado de darle la bienvenida a mi casa —enfatizó ligeramente el posesivo—. Heechul, ¿quieres hacerles pasar al comedor? Le pedí al cocinero que preparara un pastel de grosellas especialmente para la ocasión. Enseguida me reuniré con vosotros.

—Por supuesto, señor.

— ¡Hee! —gritó el muchacho, que se soltó del brazo de Donghae y corrió hacia Heechul. Este lo levantó y, haciendo una seña al pastor para que los precediera, se los llevó.

En silencio, Donghae se volvió y entró en el salón. Hyukjae lo siguió, se acercó al bar y se sirvió un coñac.

Donghae esperó mientras tomaba un trago.

—¿Es mi casa?

—Tu... ¡claro que lo es! —Hyukjae dejó la copa en la mesa, se acercó a grandes zancadas y lo apremió, no con mucha gentileza, a sentarse en el sofá, donde él también se acopló—. Por supuesto que es tu casa, Donghae, puedes invitar a quien quieras. Pero ¿por qué, Donghae? ¿Por qué no me dijiste que tenías un hi... hijo? —tartamudeó al pronunciar la palabra.

«El hijo de él», gritaba su mente. «El hijo de tu amado marido». Unos celos cegadores ascendieron en espiral por todo su cuerpo, impidiéndole casi hablar.

—Creía que éramos amigos, amigos íntimos —dijo en voz baja—. Pensé que nos conocíamos. Al menos, tú lo sabes casi todo sobre mí. Que te cambiaras el nombre, puedo comprenderlo, tal vez. ¿Pero un hijo? ¿Cómo has podido pensar que no me interesaría saber ese pequeño detalle? ¿Creías que conocer mi existencia lo corrompería?

—¡No, no es eso! —exclamó Donghae—. Es... más complicado.

—Entonces,  te  agradecería  enormemente  que  te  tomaras  la  molestia  de explicarme esa complicación.

Donghae suspiró pesadamente. Entrelazó las manos y empezó a hablar en voz baja.

—Ya sabes casi todo. Que me fugué para casarme, que las dos familias desaprobaban el enlace. Que mi suegro ni siquiera se molestó en ir a ver a su hijo moribundo. Al no tener noticias de él, pensé que el contacto había terminado —con el rostro vuelto hacia la ventana, y la mirada perdida en la distancia, prosiguió—. Así que me sorprendió recibir un mensaje de él meses después de la mu... muerte de Spencer. Comprendí que veía su fallecimiento como una oportunidad para controlar a su nieto como nunca había podido controlar a su hijo.

Se volvió hacia Hyukjae, tan apasionado en aquellos momentos como frío se había mostrado antes.

—¡No imaginas las historias que contaba mi marido sobre su niñez! Las palizas, la crueldad deliberada alternada con la indiferencia. Spencer  se reía, aseguraba que su padre ya no tenía poder sobre O. Pero vi su rostro cuando le dio la noticia de nuestro casamiento. Con las palabras más hirientes que se pueda imaginar, le prohibió casarse conmigo. Nunca olvidaré lo triste, lo... abatido que se quedó. Supe que, costara lo que costara, no debía permitir que ese hombre me arrebatara a nuestro hijo. Así que huí.

El fuego pareció abandonarlo. Sus hombros cayeron hacia delante y exhaló un profundo suspiro.

—Sé que, al final, tendré que ponerlo en sus manos. Cuando Hyung complete sus estudios con el padre Siwon, cuando vaya a Oxford, ya no podré seguir escondiéndolo. Y su abuelo lo reclamará —elevó la barbilla, apretó los dientes, y miró a Hyukjae con el desafío que, según él imaginaba, mostraría a su suegro ausente—. Pero hasta entonces, crecerá rodeado de afecto, sabiendo que estoy orgulloso de él. Sabiendo que es querido.

Se encaró con él, con el cuerpo tenso y los puños cenados, como si... como si temiera que Hyukjae pudiese arrebatarle la seguridad y a su hijo.

—Juré sobre la tumba de Spencer que no permitiría que su padre maltratara a nuestro hijo como lo había maltratado a él. Y moriré, si es necesario, para cumplir ese juramento.

—¡Donghae, cariño, yo jamás te haría daño! Deberías saberlo.

—Si, sé que nunca me harías daño conscientemente. Pero él sigue ahí, buscándome — suspiró y relajó las manos, derrotada—. Cuantas menos personas conozcan la verdad, más difícil será dejar escapar un nombre o un lugar, y más seguros estaremos.

Al percatarse del significado de sus palabras, Hyukjae lo miró fijamente, ofendido.

—¿Crees que divulgaría información? Me alegro de que el ejército tenga más confianza en mí.

—No, no te tengo por indiscreto! Pero... —arrancó la mirada de él— pensé que no había necesidad de contártelo, que nuestra... amistad terminaría antes de que hiciese falta hacerlo.

Aquello era incluso peor que sus dudas sobre su buen juicio y discreción. En dos zancadas, se acercó a él y le tomó las manos.

—No voy a... a irme sin más, Donghae. Ni ahora, ni nunca.

Donghae lo miró fijamente, con ojos cautelosos y defensivos. Lentamente, su expresión se suavizó con una sonrisa.

—Hyukjae, ninguno de los dos puede hacer promesas eternas.

Cuando resbaló la segunda lágrima, Hyukjae lo estrechó con brusquedad: el único consuelo que podía darle. Su afirmación era innegable.


Después de dejar a su caballo exhausto en las caballerizas, Hyukjae tomó un coche de alquiler para regresar al despacho. No quería entrometerse en la pequeña fiesta que Donghae le había prometido a su hijo.

El descubrimiento de la existencia del niño era todavía demasiado nuevo para analizar lo que sentía y, aún más, para determinar cómo debía comportarse con el niño. Un recordatorio viviente de un marido héroe, mucho más poderoso que una miniatura dispuesta sobre un tocador. Los celos volvieron a paralizarlo entre sus garras, merodeando por un desierto de dolor, perplejidad y... miedo.

Donghae consideraba tan pasajera su relación, que creía innecesario revelarle la existencia de su hijo. Hyukjae nunca se había detenido a pensar seriamente sobre la duración de su amorío. Al principio, se quedó demasiado deslumbrado para pensar, y en aquellos momentos...

¿Qué sentía Donghae por él, y él por Donghae? Donghae parecía estar encariñado, a juzgar por la sonrisa que asomaba a sus labios cuando él entraba en la habitación, las pequeñas y tiernas caricias que a veces le daba, la fiera intensidad de la pasión. Pero nunca había expresado con palabras ninguna emoción. Quizá no se tratara más que de un fuerte deseo templado con un poco de afecto, y no de la emoción profunda, intensa y asombrosa que él sentía hacia ella.

Demasiado agitado para permanecer atrapado en los confines malolientes del vehículo, dio bastonazos en el techo. Después de bajar y pagar al perplejo cochero el doble de la tarifa, se alejó a grandes zancadas.

A su llegada a Londres después de Oxford, concibió un intenso apego hacia un encantador bailarin de ópera. Su obsesión, sin embargo, se disipó de forma considerable en cuanto aplacó su pasión, y se extinguió después de varias veladas con le superficial señor.

En los años siguientes, nunca sintió de nuevo aquella atracción inmediata e irresistible. Ningún joven de su clase le inspiró algo más que caluroso afecto. Cuando Yesung embarcó hacia la guerra, Hyukjae le prometió sin reparos cuidar de Ryeowook, ya que había concluido que la emoción profundamente conmovedora que los poetas celebraban no se hallaba en su ser.

Luego, Donghae irrumpió en su vida como una estrella fugaz, cautivándolo desde el primer instante. El tiempo pasado con él no había hecho sino incrementar su atracción inicial y convertirla en un vínculo más complejo y múltiple, que volvía desagradable la sola idea de estar con otra pareja, al tiempo que fundía la hoja afilada de la pasión en algo más puro y duradero que el deseo.

Donghae... su amado. Las palabras encajaban a la perfección. Su corazón se elevó ligero, y rió de puro deleite.

Donghae, el tendero de clase media. Su sonrisa se disipó.

Un propietario de una importante compañía, lo mismo que un conde, no permitiría que su propio joven hijo trabajara en un establecimiento. Hyukjae nunca había oído que un hombre con título se casara con un joven que se ganaba el pan con el sudor de su frente. Era peor que una fortuna amasada de forma ilícita, era... impensable.

«Qué listo soy», pensó Hyukjae, dando una patada con rabia a una piedra. Por fin había descubierto lo que era el amor. Era tan listo, de hecho, que su afecto apasionado no solo lo inspiraba un joven señor de cuyos sentimientos no tenía certeza alguna, sino uno con el que su clase social no le permitiría casarse. Las ramificaciones de aquella conclusión eran tan desalentadoras, que se negó a seguir pensando en ello. Maldiciendo su estupidez, apretó el paso.


Pocos días después, ayudaba a Ryeowook, hermosamente ataviado con uno de sus trajes nuevos, a subir las escaleras para asistir a su primera fiesta. Una cena ofrecida por uno de los amigos de su madre, seguida de un baile informal, a la que acudirían solo los conocidos más próximos, para suavizar la tímida entrada del protegido de lady Eunhyuk en sociedad.

A pesar de tales precauciones, Ryeowook guardaba un silencio inusual mientras ascendían, paso a paso, por los peldaños. Se había mostrado sumiso desde su llegada a Londres, sin hacer gala de su animación acostumbrada ni siquiera cuando Taemin lo había pinchado para que luciera algunos de sus nuevos trajes. Y su cojera era más pronunciada que nunca, un claro síntoma de angustia.

El incremento de actividad en el ministerio y distintas peticiones de su madre para que los acompañara a visitar a varios parientes antes de las presentaciones oficiales, habían ocupado todo el tiempo de Hyukjae desde su regreso a Londres.

No había vuelto a ver a Donghae desde la fugaz visita en la que conociera a su hijo, y ya le rechinaban los dientes ante la perspectiva de soportar aquella interminable cena y baile consiguiente. Pasado el cual, prometió, pasara lo que pasara, iría a ver a Donghae.

Pero Ryeowook lo necesitaba en aquellos momentos así que, una vez más, enterró sus preocupaciones.

—Apóyate en mi brazo y no cargues tanto peso en la rodilla, Wook —murmuró—. Y no te preocupes. Estas reluciente, como un joven príncipe. Como harán todos los invitados de esta noche.

Ryeowook le brindó una sonrisa fugaz y forzada, en su rostro de una palidez impropia en él.

—Hasta que me vean cojear como un torpe juguete mecánico. Oh, ¿por qué le prometí a Yesung que haría esto? Sé que soy un cobarde, pero haré que se sientan violentos, como ese pobre terrateniente y su esposa, en KRY, a los que no se les ocurre nada que decir cuando nos vemos, o se reirán de mí. Quizá no a la cara, pero a mi espalda. Como los niños del pueblo de KRY, que me echan guijarros cuando paso —bajó la voz hasta un susurro con la amenaza de las lágrimas—. Os avergonzaré a todos.

—Esos pilluelos deberían ser azotados — repuso Hyukjae, horrorizado por su crueldad—. Me atrevo a decir que aquí nadie te despreciará.

Ryeowook le apretó la mano, y su sonrisa creció hasta la pálida imitación del brillo deslumbrante que recordaba.

—No con mi padrino al lado, tal vez — su sonrisa se disipó—. Pero no puedes estar conmigo en todo momento.

—No es necesario. En cuanto la gente te conozca, te apreciarán por tu forma de ser. ¿Cómo podrían resistirse a tu encanto?

Pero, al tiempo mismo que lo animaba con sinceridad, su mente buscaba furiosamente alguna forma de reducir el nerviosismo de Ryeowook. Se le ocurrió una cuando llegaron a lo alto de las escaleras. Si le angustiaba tener que caminar delante de todo el mundo, ¿por qué tenía que hacerlo?

—Wook, en cuanto saludemos a nuestra anfitriona, te ayudaré a sentarte a un costado. No tienes obligación de dar vueltas por la sala... yo te llevaré a los invitados. Los que merezca la pena que conozcas, por supuesto —añadió con un guiño—. Y, cuando se anuncie la cena, entraremos los últimos. Como casi todo el mundo se habrá sentado a la mesa, apenas advertirán tu entrada. ¿Te parece bien?

Las lágrimas que anegaban los ojos de Ryeowook los hacían parecer aún más azules cuando lo miró.

—Sí. Eres tan bueno y tan listo, Hyukjae. No me extraña que Yesung confíe tanto en ti.

Incómodo ante aquella adoración, Hyukjae desvió la mirada.

—Entonces, decidido. Se lo diré a mamá y a Taemin. Con los amigos de Taemin a tu alrededor, solo tendrás tiempo para pensar en lo mocosos que son.

Así, tras intercambiar unas palabras con su madre, se entretuvo conduciendo a amigos y conocidos. De hecho, pensó con ironía, pedir a los invitados que fueran a saludarlo incrementaba la importancia de Ryeowook. Pasada media hora, advirtió con satisfacción, daba la impresión de estar más relajado; había recuperado el color y exhibía parte de su animación acostumbrada.

Justo antes de la cena, al acordar con un amigo político que acompañara a Ryeowook hasta la mesa, advirtió un pequeño revuelo en el grupo congregado en torno a sus familiares. Preocupado, se acercó y vio a su hermano abrazando con entusiasmo a un joven con oscilantes tirabuzones castaños y enormes ojos cafe.

—Hyukjae —lo llamó Taemin—. Ven, tienes que conocer a Kim Jungjin, mi mejor amigo del colegio. Jungjin, este es mi hermano Hyukjae, conde de Eunhyuk, pero, como puedes ver, su título no lo ha vuelto un engreído.

—Un rasgo notable dada mi avanzada edad —repuso Hyukjae con una sonrisa, mientras el joven hacía una reverencia—. Es un placer, joven Kim. ¿Conoce al protegido de mi madre, el joven Ryeowook?

—Sí —contestó Ryeowook en su lugar—. Nos hemos visitado en varias ocasiones, y el joven ha sido muy agradable.

Hyukjae reparó en el soldado que permanecía solo y rígido junto a la pared, medio oculto por un corrillo de invitados, justo cuando el joven Kim le hacía señas.

—He traído a alguien a quien quería que el joven Ryewook conociera: mi hermano, el capitán Kim Jongwoon. Jongwoon...

El joven de ojos café lo miró con expresión suplicante. Cuando el soldado, con evidente contrariedad, se volvió hacia ellos, Hyukjae vio que la manga izquierda de la chaqueta de su uniforme colgaba vacía. Tenía el semblante pálido y contraído, y arrugas de dolor en torno a sus ojos, boca y frente, como si las heridas fueran bastante recientes.

—Tengo que aprovechar esta oportunidad — les confió el joven Kim mientras el soldado, con cuerpo rígido, como si desfilara, se acercaba a ellos—. Jongwoon ha venido esta noche porque el hijo de nuestra anfitriona es uno de sus mejores amigos de Oxford. Normalmente, no consigo persuadirlo para que me acompañe.

Después de las presentaciones y reverencias, su anfitriona los llamó a cenar.

—En la mesa estaremos separados, pero debes hablar con el joven Ryeowook después de la cena, Jongwoon —lo apremió su hermano—. Su hermano Yesung está con los fusileros de la noventa y cinco.

Una chispa de interés saltó en los sombríos ojos grises, aunque se extinguió enseguida.

—Una unidad valerosa, joven señor. Mis felicitaciones para su hermano.

—Me encantaría hablar con usted —repuso Ryeowook—. Las cartas de Yesung son fascinantes, pero tan plagadas de historias fantásticas que la mitad de lo que me escribe es pura invención. Quizá usted podría...

—No me quedaré después de la cena —le dirigió a su hermano una mirada furiosa—. No bailo.

Se volvió para irse. Ryeowook alargó la mano para detenerlo y atrapó la manga ... la vacía. El joven se quedó inmóvil y, luego, fijó la mirada en el guante blanco que aferraba su tela de color sangre. Ryeowook se ruborizó, pero no lo soltó.

—Yo tampoco bailo —dijo con suavidad. Alzó la mirada y le brindó aquella sonrisa luminosa y angélica que Hyukjae recordaba tan bien de antes del accidente—. ¿No podría quedarse? Añoro tanto a mi hermano... Seria un gran consuelo hablar con alguien que sabe... a lo que se enfrenta.

—Jongwoon, por favor —añadió su hermano en tono apremiante.

Durante un momento, el soldado guardó silencio, y un músculo se contrajo en su mejilla hundida. Si podía resistirse a la sonrisa de Ryeowook, pensó Hyukjae, aquel hombre había perdido algo más que el brazo.

—Muy bien —dijo con aspereza—. Supongo que podría quedarme unos momentos.

—Lord Eunhyuk, ¿si es tan amable? —su anfitriona lo llamó para que escoltara a su invitada de mayor rango. Mientras Hyukjae se alejaba para cumplir con su deber, volvió la cabeza para asegurarse de que el acompañante de Ryeowook había llegado y seguía sus instrucciones. Advirtió que el soldado también esperaba junto a su hermano, quizá para emplear la misma táctica moratoria que él y pasar desapercibido al llegar a la mesa.

Después de acomodar a su anciana viuda, Hyukjae volvió la cabeza por segunda vez y sorprendió la mirada atónita del soldado cuando, haciéndose a un lado para dejar pasar a Ryeowook, este, apoyándose en el brazo de su acompañante, pasó cojeando delante de él.

Varias horas después, consumido por la impaciencia, Hyukjae acompañó a lso jóvenes y a su madre a casa.

—Sí, madre, una cena deliciosa —respondió. Con la ceja levantada, su madre observó cómo despachaba a mayordomo cuando este se volvía para tomar su chaqueta.

—¿Vas a salir? —preguntó.

—Imagino que querréis poneros cómodos para criticar el atuendo y la personalidad de todos los invitados. Una actividad que, como sin duda me daréis la razón, realizaréis con más libertad sin mi ayuda.

—Seguramente, querrá volver a ese horrible despacho —dijo Taemin con un gemido—. No sé qué hay ahí que pueda ocuparlo tanto tiempo. Creo que está haciendo penitencia por el crimen de permanecer a salvo en Inglaterra, mientras Yesung combate entre el calor y el barro de la Península.

Una parte de aquella afirmación dio en la diana con tal precisión, que Hyukjae hizo una mueca. Pero, antes de que pudiese replicar, Ryeowook se adelantó.

— ¡Debería darte vergüenza, Taemin! Sabes que Hyukjae habría ido también si le hubiese sido posible. Además, deben quedar hombres inteligentes en Inglaterra para respaldar al ejército. Yesung dice en sus cartas que el trabajo de Hyukjae en el departamento de municiones es, quizá, la labor más importante de los civiles aquí. Y hace días que no lo atiende por acompañarnos de visita en visita —le sonrió, aquella sonrisa melancólica y dulce de Ryeowook—. No te entretendremos más tiempo, Hyukjae. Y gracias otra vez por... bueno, ya sabes —le guiñó el ojo con complicidad y tomó la mano de Taemin—. Ven, ayúdame a subir las escaleras. Tienes que hablarme de ese joven, el amigo del capitán Kim, que te encontró tan fascinante.

Su madre se quedó rezagada, con su mirada sagaz puesta en Hyukjae.

Hyukjae permaneció callado, sin querer negar ni confirmar la predicción de Taemin de que se dirigía a su despacho, y el deseo de salir de la casa y estar junto a Donghae le producía un dolor
casi físico. Por fin, su madre se limitó a decir:

—Buenas noches, hijo mío.

—Buenas noches, madre —hizo una reverencia, y giró sobre sus talones, murmurando al pasar al lado del mayordomo que no ordenara a ningún lacayo que lo esperara levantado. Cuando la pesada puerta principal se cerró a su espalda, su madre seguía en la escalera, observándolo con mirada especulativa.



2 comentarios:

  1. Excelente capítulo!
    Me encantó!
    Tantas cosas!!!
    Apareció Siwonshis y el hijo de Hae~
    Aparición del Yewok(?)
    Pero...si.. Wook...
    Ay ya me hice bolas!
    Y la mamá de Eun ya sospecha algo!
    Ay no! Que no le haga escándalos a Hae!!! Noooo

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  2. Forma tan linda de saber que Hae tiene un hijo y conocerlo esa misma noche....pero así tan rapido es menos el dolor..supongo.
    No importa la cosa es que ya sabe de Hyung y ya conocimos una parte de la historia.
    Toca esperar que el abuelo del niño no lo siga buscando o que Hae pueda protegerlo,no queremos que ese niño sufra.
    Uy.....la mamá de Hyuk no es tonta y sabe que por ahí hay algo.

    Já....despues de la forma de responderme la pregunta me quede pensando,pense en Spencer,en Hae,en Hyuk y en Yesung...y sabia que habia algo que no me estaba diciendo...y en efecto,mis sospechas tuvieron fundamento con la apariciendo del soldado Jong.....^^

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...