Pasión Nocturna (DH8)- 25


La respiración de Heechul se cortó mientras escuchaba la voz de su hermano desde las escaleras. Giró la cabeza lentamente, casi temeroso de que fuera otro espectro.
No lo era.
Leeteuk estaba allí, con el rostro pálido, el cabello desarreglado y la pijama manchada de sangre.
¡Pero estaba vivo!
Chillando, Heechul corrió hacia él y lo atrajo a sus brazos, abrazándolo fuerte mientras sus lágrimas fluían una vez más, sólo que esta vez por felicidad.
¡Leeteuk estaba vivo! Las palabras resonaron en su mente.
—¡Te quiero, te quiero, te quiero! —susurró contra el cuello de su hermano—. Y si vuelves a morir, ¡te mataré por completo!
Los dos se quedaron allí parados, atrapados en un abrazo.
Siwon sonrió al verlos, agradecido por el bien de Heechul que Leeteuk estuviera sano.
Su sonrisa murió cuando su mirada se encontró con la de Kangin, mientras el griego descendía las escaleras con Shindong detrás. No había nada excepto un abierto odio en los ojos del griego.
—¿Dónde está Kassim? —preguntó Kennie.
—Está muerto —dijo Shin, cansado—. Está arriba, en el cuarto de niños.
Tanto Siwon como Kennie dieron un respingo.
Heechul soltó a Leeteuk al ver a Kangin.
—Estabas muerto —susurró—. Te vi.
—Los dos estaban muertos —dijo Shin mientras pasaba entre los gemelos y se encaminaba al living.
Estiró la mano y la apretó en un puño.
El cuerpo de Changsu se desvaneció instantáneamente.
—¿Eres un dios? —le preguntó Siwon, mientras lo que Shin había dicho antes finalmente se filtraba en su mente.
Shin no respondió. No necesitaba hacerlo.
—¿Por qué nunca nos dijiste? —preguntó Kangin. Shin se encogió de hombros.
—¿Por qué debería hacerlo? Mañana ninguno de ustedes recordará que supieron esto de mí.
Heechul frunció el ceño.
—No comprendo.
Shin respiró hondo.
—El universo es una cosa extremadamente complicada. Todo lo que ustedes necesitan saber es que Leeteuk y Kangin ahora son inmortales. Nadie podrá volver a matarlos.
—¿Qué? —preguntó Leeteuk, apartándose de Heechul. Shin miró a Kangin.
—Prometí que no te dejaría morir y estoy obligado por mi promesa.
—¡Espera! —dijo Heechul—. Eres un dios. ¡Puedes traer de regreso a Boa!
El rostro de Shin se puso pálido.
—¿Boa está muerta?
—¿No lo sabías?
—No —dijo Shin con calma. Tenía esa expresión ausente, como si estuviese escuchando algo muy débil—. No se suponía que muriera esta noche.
—¡Entonces, sálvala!
Él parecía tan enfermo como Heechul se sentía.
—No puedo ayudar a Boa. Su alma ha continuado. No puedo forzarla a regresar a su cuerpo contra su voluntad. Las almas de Leeteuk y Kangin se rehusaron a abandonar a su hija, y llegué a tiempo para restaurarlas.
—¿Y qué hay de mi bebé? —preguntó Leeteuk—. ¿Fue lastimado por esto?
Shin sacudió la cabeza.
—Está bien, y dice que apreciaría muchísimo que bebieras más jugo de manzana.
Shin levantó las manos y todo en la casa regresó a como estaba antes de que los Daimons llegaran.
Nada estaba fuera de sitio.
—Shin —dijo Heechul, yendo a pararse a su lado—. Por favor, trae a Boa de regreso, por mí.
Él acunó su rostro con la palma.
—Desearía poder hacerlo, Hee. Realmente. Pero debes saber que está cuidándote, y que te ama.
El se puso furioso ante esas palabras.
—Eso no es lo suficientemente bueno para mí, Shin. La quiero de regreso.
—Lo sé, pero ahora mismo hay otras personas de las que debo ocuparme.
—Pero mi hermana…
Shin tomó la mano de Heechul y la colocó sobre la de Siwon.
—Tengo que irme, Heechul —giró hacia Kennie—. Jean-Luc está vivo, pero seriamente herido. Necesito que tú y Minho lo lleven de vuelta a su barco…
—No sabemos dónde está Minho —dijo Kennie en voz baja—. Encontré muerta a su madre.
Shin desapareció inmediatamente.
—Realmente odio cuando hace eso —dijo Kangin mientras tomaba a una Sora ahora dormida en sus brazos.
Heechul no se movió mientras su hermano se sentaba en el suelo y comenzaba a llorar.
Heechul se sentó a su lado y lo abrazó.
—Qué día —sollozó Leeteuk—. Vi a mi esposo asesinado. Kassim… Boa, y ahora Jaehee.
—Lo sé —dijo Heechul—. No estoy tan seguro de que seamos quienes ganaron esta vez.
—No —dijo Kangin mientras se unía a ellos en el piso—. Aún estamos aquí, y ellos no. Para mí, eso es ganar.
Atrajo a su esposo contra su pecho y le besó la  cabeza.  Heechul giró para ver a Siwon yendo hacia la puerta con Kennie.
Para el momento en que los alcanzó, él y Kennie estaban fuera de la casa.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó.
—No queríamos entrometernos en un momento familiar —dijo él con    calma—.Tu hermano te necesita.
—Y yo te necesito a ti.
Siwon estaba asombrado mientras Heechul iba hacia sus brazos.
Envolvió los suyos alrededor de él y lo sostuvo con fuerza mientras Kennie apagaba el auto de Heechul.
—Dejaré las llaves puestas, nos veremos más tarde —dijo antes de subir a su Jaguar e irse.
—Gracias —susurró Heechul mientras acurrucaba la cabeza bajo el mentón de Siwon—. No hubiese podido pasar esta noche sin ti.
—Lamento no haber sido de más ayuda, y lo siento muchísimo por Boa.
Él sintió las lágrimas de Heechul escaldando su pecho a través de la camisa.
—Tu madre dijo que quería que fueras a su casa.
Heechul asintió.
—Sí, necesito ir a verla. Ella toma su fuerza de nosotros —se apartó mientras Leeteuk salía al porche—. Iré a ver a mamá.
Leeteuk asintió.
—Dile que estaré allí mañana por la mañana. No quiero que me vea así.
Heechul observó la pijama ensangrentada de Leeteuk.
—Sí, es lo último que necesita.
Entonces Leeteuk hizo la cosa más sorprendente del mundo: se estiró y abrazó con fuerza a Siwon.
—Gracias por venir, Siwon, y por mantener a Heechul a salvo. Realmente lo aprecio.
Le dio un beso en la mejilla antes de apartarse.
Siwon jamás había estado tan sorprendido en su vida. En ese momento, sintió una extraña sensación, casi de pertenecer a algún sitio. Era una sensación tan rara y ajena a él, que no estaba seguro de cómo manejarla.
—Es un placer para mí, Leeteuk.
El le palmeó el brazo y regresó a su hogar.

Siwon ayudó a Heechul a subir a su estropeado auto y, por una vez, tomó el asiento del conductor. No dijo ni una palabra mientras le daba indicaciones hacia la casa de su madre.
Ninguno de los dos habló en todo el camino. El corazón de Siwon sufría por Heechul. Tomando su mano, la sostuvo en silencio, en la oscuridad, mientras él miraba hacia fuera por la ventanilla del lado del acompañante.
Cuando llegaron a la casa de su madre, él bajó y le abrió la puerta.
Heechul respiró entrecortadamente mientras contemplaba el hecho de enfrentar a su madre. Por una vez, su coraje había desaparecido.
Siwon le alcanzó las llaves.
Frunció el ceño mientras él se apartaba.
—¿Qué estás haciendo?
—Iba a regresar.
—No me dejes, Won. Por favor.
Él pasó tiernamente su mano contra su fría mejilla y asintió. Mantuvo las manos en los hombros de Heechul y, a decir verdad, él necesitaba sentir su contacto mientras golpeaba a la puerta.
Su padre atendió, con el rostro lúgubre. Su severa expresión se suavizó, y las lágrimas llenaron sus ojos al verlo y atraerlo en un abrazo como para quebrarle las costillas.
—Gracias a dios que al menos tú estás bien. Tu madre ha estado desquiciada de miedo por ti.
Heechul le devolvió el abrazo.
—Estoy bien, papi, y Leeteuk y Kangin también.
Su padre lo soltó y entrecerró los ojos al mirar a Siwon.
—¿Quién eres tú?
—Él es mi novio, papi, por favor, sé agradable con él.
La bondad era lo último que Siwon esperaba, así que, cuando el padre estiró la mano, se quedó asombrado.
Siwon la estrechó y entonces fue conducido al interior de una casa llena del clan Park. Y mientras pasaba a la sala, Siwon sintió algo que jamás había sentido  en toda su vida.
Sintió como si hubiese llegado a casa.


Shin ingresó al templo de Artemisa en el Olimpo sin ningún preámbulo. En medio del enorme salón principal, que estaba rodeado por columnas, ella estaba reclinada en un trono blanco que era más parecido a una chaise longue.
Sus koris, que habían estado cantando y tocando el laúd, salieron corriendo inmediatamente de la habitación, y mientras un kori bastante alto y rubio pasaba junto a él, Shin se detuvo y se dio vuelta para mirarlo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Artemisa, y por una vez su tono fue vacilante.
Él se dio vuelta para enfrentarla y se pasó la mochila de un hombro al otro.
—Quería agradecerte lo que hiciste esta noche, pero mientras tomaba en cuenta eso, me di cuenta de que ni una sola vez en once mil años has hecho algo gratis por mí. Sólo el puro factor de miedo de esa comprensión hizo que viniera a buscarte. Entonces, ¿qué quieres?
Artemisa se abrazó mientras se sentaba en su trono blanco.
—Estaba preocupada por ti.
Él rió amargamente.
—Nunca te preocupas por mí.
—Sí que lo hago. Te llamé y no me respondiste.
—Casi nunca te respondo —ella apartó la mirada, recordándole a Shin a una niña acobardada que había sido atrapada haciendo algo malo—. Lárgalo, Artemisa. Tengo un montón de porquería que limpiar esta noche, y no te quiero encima de ella.
Ella respiró hondo.
—Muy bien, no es como si pudiese ocultártelo.
—¿Ocultarme qué?
—Un nuevo Dark Hunter nació esta  noche. 
Su sangre se heló al escucharla. Literalmente.
—¡Maldita seas, Artemisa! ¿Cómo pudiste hacerlo?
Ella bajó de su trono preparada para la batalla.
—No tenía elección.
—Sí, claro.
—No, Shindong. No tenía elección.
Mientras Artemisa hablaba, su mente se conectó con la de ella y las imágenes de ella junto a Minho lo atravesaron.
—¿Minho? —susurró, con el corazón rompiéndose en pedazos.
¿Qué había hecho?
—Lo condenaste —dijo Artemisa con calma—. Lo siento tanto.
Shin apretó los dientes mientras la culpa lo consumía. Sabía que no le convenía hablar mientras estaba enojado.
Su voluntad, incluso cuando no lo pensaba bien, se hacía realidad. Una palabra incorrecta…
Había condenado a su mejor amigo.
—¿Dónde está?
—En el salón privado —Shin comenzó a alejarse, pero Artemisa lo detuvo—. No sabía qué más hacer, Shindong. No lo sabía.
Ella estiró la mano y un amuleto verde oscuro apareció. Se lo pasó a él.
—¿Cuántos latigazos? —preguntó amargamente, pensando que era el alma de Siwon lo que le ofrecía.
Una sola lágrima cayó por la mejilla de Artemisa.
—Ninguno. Es el alma de Minho, y no tengo derecho a tenerla —dijo presionándola contra la mano de él.
Shin estaba tan aturdido que no sabía qué decir. Él la colocó en su mochila.
Artemisa tragó con fuerza mientras lo veía guardarla con cuidado.
—Ahora aprenderás.
—¿Aprender qué?
—La pesada responsabilidad que es un alma.
Él la miró con sequedad.
—Aprendí eso hace mucho tiempo, Artie.
Y con eso, salió y se trasladó a voluntad a la prisión de Minho. Abrió la puerta lentamente, para encontrar a su amigo en posición fetal en el piso.
—¿Minho?
Minho levantó la mirada, sus ojos negros estaban bordeados de rojo. La furia y el dolor que Shin vio y sintió provenir de Minho lo desgarró.
—Mataron a mi madre, Shin.
Una nueva ola de culpabilidad lo azotó. En un ataque de rabia y con nada más que una simple oración, había alterado sus destinos, y le había quitado a Minho y a Heechul a dos personas que no deberían haber perdido.
Era todo su culpa.
—Lo sé, Minho, y lo siento —lo lamentaba más de lo que Minho jamás sabría—. Jaehee era una de las pocas personas decentes en este mundo. Yo también la quería.
Quería al grupo de Nueva Orleáns mucho más de lo que debería. El amor era una emoción inútil, que jamás le había ofrecido otra cosa que miseria.
Incluso Simi…
Shin pasó la mano sobre su tatuaje mientras luchaba contra sus emociones. Se entumeció, y se estiró hacia Minho.
—Vamos.
—¿Adónde vamos?
—Te llevaré a casa. Tienes mucho que aprender.
—¿Acerca de qué?
—Cómo ser un Dark Hunter. Todo lo que crees que sabes sobre luchar, sobrevivir, no es nada. Tengo que enseñarte a usar tus nuevos poderes y ver correctamente con esos ojos.
—¿Y si no quiero aprender?
—Entonces morirás, y no tendrás modo de regresar esta vez.
Minho tomó su mano y le permitió ayudarlo a ponerse de pie. Shin cerró los ojos y llevó a Minho a casa.
Jamás había esperado con ansias entrenar a un nuevo Dark Hunter, pero éste… Este le dolía más que ninguno.

Siwon abandonó la casa de los Park una hora antes del amanecer. Heechul finalmente se había quedado dormido, y él lo había cargado escaleras arriba a la habitación que había compartido con Leeteuk cuando eran pequeños.
Luego de dejarlo sobre la cama, había pasado más tiempo del que debía observando las viejas fotos en la pared, de ellos dos juntos.
De ellos con sus hermanas.
Su pobre Heechul. No sabía si alguna vez sanaría.
Llamó a un taxi para que lo dejara en su casa. El lugar estaba completamente oscuro. Ahora no había nadie allí, y se dio cuenta de lo mucho que había llegado a confiar en Heechul.
Estas últimas semanas… Habían sido milagrosas. Él era milagroso.
Ahora su tiempo juntos había terminado.
Siwon abrió la puerta de su casa y escuchó el silencio. Cerró y trabó la puerta, y luego subió las escaleras hacia el solarium donde la estatua de Liu esperaba.
Rellenó el aceite de su lámpara antes de comprender lo estúpido que había sido, tanto como hombre como Dark Hunter.


No había sido capaz de proteger a Liu o a Heechul del sufrimiento que era la vida.
Tal como no podía protegerse a sí mismo.
Pero, bueno, quizás la vida no se trataba de protegerse. Quizás se trataba de otra cosa.
Algo incluso más valioso. Era acerca de compartir.
No necesitaba a alguien que lo protegiera del pasado. Necesitaba el contacto de una persona cuya calidez ahuyentara a esos demonios. Alguien cuya presencia hiciese soportable lo insoportable.
Y, en todos esos siglos, aún no había aprendido lo más valioso de todo. Cómo decirle “te amo” a alguien.
Pero, al menos, ahora comprendía el sentimiento que significaba.
Con el corazón rompiéndose en pedazos, tocó la fría mejilla de Liu. Era hora de dejar ir al pasado.
—Buenas noches, Liu —susurró.
Renunciando, apagó la llama de un soplido y salió de la habitación que había sido sólo de ella, hacia la que había aprendido a compartir con Heechul.


Heechul despertó para encontrarse sola en su vieja cama. Cerró los ojos y deseó regresar a su infancia. Regresar a los días en que todas sus hermanas habían compartido esta casa con él. Regresar a la época en que su mayor temor era no conseguir una cita para el baile de graduación.
Pero el tiempo siempre era efímero. Y no había modo de regresar.
Suspirando, se dio vuelta y se percató que Siwon no estaba con él. Sintió su ausencia inmediatamente.
Se levantó y se puso una bata que su madre debía haber dejado para él en la habitación. Mientras pasaba frente al espejo, se detuvo y dio un paso atrás al ver un anillo encima del mismo.
Su corazón latió violentamente al reconocer el anillo de sello de Siwon, encima de una nota doblada.
Tomándolo, leyó las contadas palabras. “Gracias, mi joven señor Heechul. Por todo. Won.”
Heechul frunció el ceño. ¿Era una despedida? Oh, sí, justo lo que necesitaba en ese momento.
¿Por qué no?
Estaba casi furioso hasta que la leyó otra vez y se dio cuenta de que no había firmado como “Siwon”.
Había usado el sobrenombre que él le había dado. Un sobrenombre que odiaba.
Con la garganta hecha un nudo, metió la nota en su bolsillo y besó el anillo que le había dejado. Lo deslizó en su pulgar y fue a bañarse.


3 comentarios:

  1. Estoy confundida, no voy a leer este capítulo porque no encuentro el cap 24 y no entiendo nada y siento que me perderé la emoción si leo este, así que dime donde lo escondiste JAJA

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  2. T_T
    Quiero abrazar a Shin....lo quiero abrazar muy fuerte.
    Pobre BoA,pero como dicen Shin,si su alma a dejado este mundo y no quiere regresar,él no puede hacer lo contrario.

    Por un escaso momento,senti penita por Artemisa...por un efímero momento,que se disolvio cuando recordé los que le hará a Shin a cambio del alma de Siwon.

    Ame cuando Teuk le dio un besos a Siwon. Eso tuvo que hacer mella en Kangin.
    Uno tiene que ir por el otro...sí o sí.

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  3. Ay No!
    Ay No!!
    Ahhh
    Que emoción!!!
    Que capítulo tan genial!!!
    Mi Siwonshis al fin eataw sintiendo el amor, la compasión, cariño y más amor!!!

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...