La
respiración de Heechul se cortó mientras escuchaba la voz de su hermano desde
las escaleras. Giró la cabeza lentamente, casi temeroso de que fuera otro
espectro.
No
lo era.
Leeteuk
estaba allí, con el rostro pálido, el cabello desarreglado y la pijama manchada
de sangre.
¡Pero
estaba vivo!
Chillando,
Heechul corrió hacia él y lo atrajo a sus brazos, abrazándolo fuerte mientras
sus lágrimas fluían una vez más, sólo que esta vez por felicidad.
¡Leeteuk
estaba vivo! Las palabras resonaron en su mente.
—¡Te
quiero, te quiero, te quiero! —susurró contra el cuello de su hermano—. Y si
vuelves a morir, ¡te mataré por completo!
Los
dos se quedaron allí parados, atrapados en un abrazo.
Siwon
sonrió al verlos, agradecido por el bien de Heechul que Leeteuk estuviera sano.
Su
sonrisa murió cuando su mirada se encontró con la de Kangin, mientras el griego
descendía las escaleras con Shindong detrás. No había nada excepto un abierto
odio en los ojos del griego.
—¿Dónde
está Kassim? —preguntó Kennie.
—Está
muerto —dijo Shin, cansado—. Está arriba, en el cuarto de niños.
Heechul
soltó a Leeteuk al ver a Kangin.
—Estabas
muerto —susurró—. Te vi.
—Los
dos estaban muertos —dijo Shin mientras pasaba entre los gemelos y se
encaminaba al living.
Estiró
la mano y la apretó en un puño.
El
cuerpo de Changsu se desvaneció instantáneamente.
—¿Eres
un dios? —le preguntó Siwon, mientras lo que Shin había dicho antes finalmente
se filtraba en su mente.
Shin
no respondió. No necesitaba hacerlo.
—¿Por
qué nunca nos dijiste? —preguntó Kangin. Shin se encogió de hombros.
—¿Por
qué debería hacerlo? Mañana ninguno de ustedes recordará que supieron esto de
mí.
Heechul
frunció el ceño.
—No
comprendo.
Shin
respiró hondo.
—El
universo es una cosa extremadamente complicada. Todo lo que ustedes necesitan
saber es que Leeteuk y Kangin ahora son inmortales. Nadie podrá volver a
matarlos.
—¿Qué?
—preguntó Leeteuk, apartándose de Heechul. Shin miró a Kangin.
—Prometí
que no te dejaría morir y estoy obligado por mi promesa.
—¡Espera!
—dijo Heechul—. Eres un dios. ¡Puedes traer de regreso a Boa!
El
rostro de Shin se puso pálido.
—¿Boa
está muerta?
—¿No
lo sabías?
—No
—dijo Shin con calma. Tenía esa expresión ausente, como si estuviese escuchando
algo muy débil—. No se suponía que muriera esta noche.
—¡Entonces,
sálvala!
Él
parecía tan enfermo como Heechul se sentía.
—No
puedo ayudar a Boa. Su alma ha continuado. No puedo forzarla a regresar a su
cuerpo contra su voluntad. Las almas de Leeteuk y Kangin se rehusaron a
abandonar a su hija, y llegué a tiempo para restaurarlas.
—¿Y
qué hay de mi bebé? —preguntó Leeteuk—. ¿Fue lastimado por esto?
Shin
sacudió la cabeza.
—Está
bien, y dice que apreciaría muchísimo que bebieras más jugo de manzana.
Shin
levantó las manos y todo en la casa regresó a como estaba antes de que los
Daimons llegaran.
Nada
estaba fuera de sitio.
—Shin
—dijo Heechul, yendo a pararse a su lado—. Por favor, trae a Boa de regreso,
por mí.
Él
acunó su rostro con la palma.
—Desearía
poder hacerlo, Hee. Realmente. Pero debes saber que está cuidándote, y que te
ama.
El
se puso furioso ante esas palabras.
—Eso
no es lo suficientemente bueno para mí, Shin. La quiero de regreso.
—Lo
sé, pero ahora mismo hay otras personas de las que debo ocuparme.
—Pero
mi hermana…
Shin
tomó la mano de Heechul y la colocó sobre la de Siwon.
—Tengo
que irme, Heechul —giró hacia Kennie—. Jean-Luc está vivo, pero seriamente
herido. Necesito que tú y Minho lo lleven de vuelta a su barco…
—No
sabemos dónde está Minho —dijo Kennie en voz baja—. Encontré muerta a su madre.
Shin
desapareció inmediatamente.
—Realmente
odio cuando hace eso —dijo Kangin mientras tomaba a una Sora ahora dormida en
sus brazos.
Heechul
no se movió mientras su hermano se sentaba en el suelo y comenzaba a llorar.
Heechul
se sentó a su lado y lo abrazó.
—Qué
día —sollozó Leeteuk—. Vi a mi esposo asesinado. Kassim… Boa, y ahora Jaehee.
—Lo
sé —dijo Heechul—. No estoy tan seguro de que seamos quienes ganaron esta vez.
—No
—dijo Kangin mientras se unía a ellos en el piso—. Aún estamos aquí, y ellos
no. Para mí, eso es ganar.
Atrajo
a su esposo contra su pecho y le besó la
cabeza. Heechul giró para ver a Siwon
yendo hacia la puerta con Kennie.
Para
el momento en que los alcanzó, él y Kennie estaban fuera de la casa.
—¿Qué
estás haciendo? —le preguntó.
—No
queríamos entrometernos en un momento familiar —dijo él con calma—.Tu hermano te necesita.
—Y
yo te necesito a ti.
Siwon
estaba asombrado mientras Heechul iba hacia sus brazos.
Envolvió
los suyos alrededor de él y lo sostuvo con fuerza mientras Kennie apagaba el
auto de Heechul.
—Dejaré
las llaves puestas, nos veremos más tarde —dijo antes de subir a su Jaguar e
irse.
—Gracias
—susurró Heechul mientras acurrucaba la cabeza bajo el mentón de Siwon—. No
hubiese podido pasar esta noche sin ti.
—Lamento
no haber sido de más ayuda, y lo siento muchísimo por Boa.
Él
sintió las lágrimas de Heechul escaldando su pecho a través de la camisa.
—Tu
madre dijo que quería que fueras a su casa.
Heechul
asintió.
—Sí,
necesito ir a verla. Ella toma su fuerza de nosotros —se apartó mientras Leeteuk
salía al porche—. Iré a ver a mamá.
Leeteuk
asintió.
—Dile
que estaré allí mañana por la mañana. No quiero que me vea así.
Heechul
observó la pijama ensangrentada de Leeteuk.
—Sí,
es lo último que necesita.
Entonces
Leeteuk hizo la cosa más sorprendente del mundo: se estiró y abrazó con fuerza
a Siwon.
—Gracias
por venir, Siwon, y por mantener a Heechul a salvo. Realmente lo aprecio.
Le
dio un beso en la mejilla antes de apartarse.
Siwon
jamás había estado tan sorprendido en su vida. En ese momento, sintió una
extraña sensación, casi de pertenecer a algún sitio. Era una sensación tan rara
y ajena a él, que no estaba seguro de cómo manejarla.
—Es
un placer para mí, Leeteuk.
El
le palmeó el brazo y regresó a su hogar.
Siwon
ayudó a Heechul a subir a su estropeado auto y, por una vez, tomó el asiento
del conductor. No dijo ni una palabra mientras le daba indicaciones hacia la
casa de su madre.
Ninguno
de los dos habló en todo el camino. El corazón de Siwon sufría por Heechul.
Tomando su mano, la sostuvo en silencio, en la oscuridad, mientras él miraba
hacia fuera por la ventanilla del lado del acompañante.
Cuando
llegaron a la casa de su madre, él bajó y le abrió la puerta.
Heechul
respiró entrecortadamente mientras contemplaba el hecho de enfrentar a su
madre. Por una vez, su coraje había desaparecido.
Siwon
le alcanzó las llaves.
Frunció
el ceño mientras él se apartaba.
—¿Qué
estás haciendo?
—Iba
a regresar.
—No
me dejes, Won. Por favor.
Él
pasó tiernamente su mano contra su fría mejilla y asintió. Mantuvo las manos en
los hombros de Heechul y, a decir verdad, él necesitaba sentir su contacto
mientras golpeaba a la puerta.
Su
padre atendió, con el rostro lúgubre. Su severa expresión se suavizó, y las
lágrimas llenaron sus ojos al verlo y atraerlo en un abrazo como para quebrarle
las costillas.
—Gracias
a dios que al menos tú estás bien. Tu madre ha estado desquiciada de miedo por
ti.
Heechul
le devolvió el abrazo.
—Estoy
bien, papi, y Leeteuk y Kangin también.
Su
padre lo soltó y entrecerró los ojos al mirar a Siwon.
—¿Quién
eres tú?
—Él
es mi novio, papi, por favor, sé agradable con él.
La
bondad era lo último que Siwon esperaba, así que, cuando el padre estiró la
mano, se quedó asombrado.
Siwon
la estrechó y entonces fue conducido al interior de una casa llena del clan Park.
Y mientras pasaba a la sala, Siwon sintió algo que jamás había sentido en toda su vida.
Sintió
como si hubiese llegado a casa.
Shin
ingresó al templo de Artemisa en el Olimpo sin ningún preámbulo. En medio del
enorme salón principal, que estaba rodeado por columnas, ella estaba reclinada
en un trono blanco que era más parecido a una chaise longue.
Sus
koris, que habían estado cantando y tocando el laúd, salieron corriendo inmediatamente
de la habitación, y mientras un kori bastante alto y rubio pasaba junto a él, Shin
se detuvo y se dio vuelta para mirarlo.
—¿Qué
estás haciendo aquí? —preguntó Artemisa, y por una vez su tono fue vacilante.
Él
se dio vuelta para enfrentarla y se pasó la mochila de un hombro al otro.
—Quería
agradecerte lo que hiciste esta noche, pero mientras tomaba en cuenta eso, me
di cuenta de que ni una sola vez en once mil años has hecho algo gratis por mí.
Sólo el puro factor de miedo de esa comprensión hizo que viniera a buscarte.
Entonces, ¿qué quieres?
Artemisa
se abrazó mientras se sentaba en su trono blanco.
—Estaba
preocupada por ti.
Él
rió amargamente.
—Nunca
te preocupas por mí.
—Sí
que lo hago. Te llamé y no me respondiste.
—Casi
nunca te respondo —ella apartó la mirada, recordándole a Shin a una niña
acobardada que había sido atrapada haciendo algo malo—. Lárgalo, Artemisa.
Tengo un montón de porquería que limpiar esta noche, y no te quiero encima de
ella.
Ella
respiró hondo.
—Muy
bien, no es como si pudiese ocultártelo.
—¿Ocultarme
qué?
—Un
nuevo Dark Hunter nació esta noche.
Su
sangre se heló al escucharla. Literalmente.
—¡Maldita
seas, Artemisa! ¿Cómo pudiste hacerlo?
Ella
bajó de su trono preparada para la batalla.
—No
tenía elección.
—Sí,
claro.
—No,
Shindong. No tenía elección.
Mientras
Artemisa hablaba, su mente se conectó con la de ella y las imágenes de ella
junto a Minho lo atravesaron.
—¿Minho?
—susurró, con el corazón rompiéndose en pedazos.
¿Qué
había hecho?
—Lo
condenaste —dijo Artemisa con calma—. Lo siento tanto.
Shin
apretó los dientes mientras la culpa lo consumía. Sabía que no le convenía
hablar mientras estaba enojado.
Su
voluntad, incluso cuando no lo pensaba bien, se hacía realidad. Una palabra
incorrecta…
Había
condenado a su mejor amigo.
—¿Dónde
está?
—En
el salón privado —Shin comenzó a alejarse, pero Artemisa lo detuvo—. No sabía
qué más hacer, Shindong. No lo sabía.
Ella
estiró la mano y un amuleto verde oscuro apareció. Se lo pasó a él.
—¿Cuántos
latigazos? —preguntó amargamente, pensando que era el alma de Siwon lo que le
ofrecía.
Una
sola lágrima cayó por la mejilla de Artemisa.
—Ninguno.
Es el alma de Minho, y no tengo derecho a tenerla —dijo presionándola contra la
mano de él.
Shin
estaba tan aturdido que no sabía qué decir. Él la colocó en su mochila.
Artemisa
tragó con fuerza mientras lo veía guardarla con cuidado.
—Ahora
aprenderás.
—¿Aprender
qué?
—La
pesada responsabilidad que es un alma.
Él
la miró con sequedad.
—Aprendí
eso hace mucho tiempo, Artie.
Y
con eso, salió y se trasladó a voluntad a la prisión de Minho. Abrió la puerta
lentamente, para encontrar a su amigo en posición fetal en el piso.
—¿Minho?
Minho
levantó la mirada, sus ojos negros estaban bordeados de rojo. La furia y el
dolor que Shin vio y sintió provenir de Minho lo desgarró.
—Mataron
a mi madre, Shin.
Una
nueva ola de culpabilidad lo azotó. En un ataque de rabia y con nada más que
una simple oración, había alterado sus destinos, y le había quitado a Minho y a
Heechul a dos personas que no deberían haber perdido.
Era
todo su culpa.
—Lo
sé, Minho, y lo siento —lo lamentaba más de lo que Minho jamás sabría—. Jaehee
era una de las pocas personas decentes en este mundo. Yo también la quería.
Quería
al grupo de Nueva Orleáns mucho más de lo que debería. El amor era una emoción
inútil, que jamás le había ofrecido otra cosa que miseria.
Incluso
Simi…
Shin
pasó la mano sobre su tatuaje mientras luchaba contra sus emociones. Se
entumeció, y se estiró hacia Minho.
—Vamos.
—¿Adónde
vamos?
—Te
llevaré a casa. Tienes mucho que aprender.
—¿Acerca
de qué?
—Cómo
ser un Dark Hunter. Todo lo que crees que sabes sobre luchar, sobrevivir, no es
nada. Tengo que enseñarte a usar tus nuevos poderes y ver correctamente con
esos ojos.
—¿Y
si no quiero aprender?
—Entonces
morirás, y no tendrás modo de regresar esta vez.
Minho
tomó su mano y le permitió ayudarlo a ponerse de pie. Shin cerró los ojos y
llevó a Minho a casa.
Jamás
había esperado con ansias entrenar a un nuevo Dark Hunter, pero éste… Este le
dolía más que ninguno.
Siwon
abandonó la casa de los Park una hora antes del amanecer. Heechul finalmente se
había quedado dormido, y él lo había cargado escaleras arriba a la habitación
que había compartido con Leeteuk cuando eran pequeños.
Luego
de dejarlo sobre la cama, había pasado más tiempo del que debía observando las
viejas fotos en la pared, de ellos dos juntos.
De
ellos con sus hermanas.
Su
pobre Heechul. No sabía si alguna vez sanaría.
Llamó
a un taxi para que lo dejara en su casa. El lugar estaba completamente oscuro.
Ahora no había nadie allí, y se dio cuenta de lo mucho que había llegado a
confiar en Heechul.
Estas
últimas semanas… Habían sido milagrosas. Él era milagroso.
Ahora
su tiempo juntos había terminado.
Siwon
abrió la puerta de su casa y escuchó el silencio. Cerró y trabó la puerta, y
luego subió las escaleras hacia el solarium donde la estatua de Liu esperaba.
Rellenó
el aceite de su lámpara antes de comprender lo estúpido que había sido, tanto
como hombre como Dark Hunter.
No
había sido capaz de proteger a Liu o a Heechul del sufrimiento que era la vida.
Tal
como no podía protegerse a sí mismo.
Pero,
bueno, quizás la vida no se trataba de protegerse. Quizás se trataba de otra
cosa.
Algo
incluso más valioso. Era acerca de compartir.
No
necesitaba a alguien que lo protegiera del pasado. Necesitaba el contacto de
una persona cuya calidez ahuyentara a esos demonios. Alguien cuya presencia
hiciese soportable lo insoportable.
Y,
en todos esos siglos, aún no había aprendido lo más valioso de todo. Cómo
decirle “te amo” a alguien.
Pero,
al menos, ahora comprendía el sentimiento que significaba.
Con
el corazón rompiéndose en pedazos, tocó la fría mejilla de Liu. Era hora de
dejar ir al pasado.
—Buenas
noches, Liu —susurró.
Renunciando,
apagó la llama de un soplido y salió de la habitación que había sido sólo de
ella, hacia la que había aprendido a compartir con Heechul.
Heechul
despertó para encontrarse sola en su vieja cama. Cerró los ojos y deseó
regresar a su infancia. Regresar a los días en que todas sus hermanas habían
compartido esta casa con él. Regresar a la época en que su mayor temor era no
conseguir una cita para el baile de graduación.
Pero
el tiempo siempre era efímero. Y no había modo de regresar.
Suspirando,
se dio vuelta y se percató que Siwon no estaba con él. Sintió su ausencia
inmediatamente.
Se
levantó y se puso una bata que su madre debía haber dejado para él en la
habitación. Mientras pasaba frente al espejo, se detuvo y dio un paso atrás al
ver un anillo encima del mismo.
Su
corazón latió violentamente al reconocer el anillo de sello de Siwon, encima de
una nota doblada.
Tomándolo,
leyó las contadas palabras. “Gracias, mi joven señor Heechul. Por todo. Won.”
Heechul
frunció el ceño. ¿Era una despedida? Oh, sí, justo lo que necesitaba en ese
momento.
¿Por
qué no?
Estaba
casi furioso hasta que la leyó otra vez y se dio cuenta de que no había firmado
como “Siwon”.
Había
usado el sobrenombre que él le había dado. Un sobrenombre que odiaba.
Con
la garganta hecha un nudo, metió la nota en su bolsillo y besó el anillo que le
había dejado. Lo deslizó en su pulgar y fue a bañarse.
Estoy confundida, no voy a leer este capítulo porque no encuentro el cap 24 y no entiendo nada y siento que me perderé la emoción si leo este, así que dime donde lo escondiste JAJA
ResponderEliminarT_T
ResponderEliminarQuiero abrazar a Shin....lo quiero abrazar muy fuerte.
Pobre BoA,pero como dicen Shin,si su alma a dejado este mundo y no quiere regresar,él no puede hacer lo contrario.
Por un escaso momento,senti penita por Artemisa...por un efímero momento,que se disolvio cuando recordé los que le hará a Shin a cambio del alma de Siwon.
Ame cuando Teuk le dio un besos a Siwon. Eso tuvo que hacer mella en Kangin.
Uno tiene que ir por el otro...sí o sí.
Ay No!
ResponderEliminarAy No!!
Ahhh
Que emoción!!!
Que capítulo tan genial!!!
Mi Siwonshis al fin eataw sintiendo el amor, la compasión, cariño y más amor!!!