Kyuhyun rompió más leyes de exceso de velocidad de las
que quería contemplar, llevó a Sungmin a su loft y luego usó su teléfono de
pared para llamar a Shindong.
–¿Qué haces en la ciudad? –Shindong demandó.
–Me dijeron que estabas tratando de ubicarme.
–¿Dicho por quien? Pensé que mis instrucciones eran
claras. Tenías que quedarte en tu cabaña con el joven.
Kyuhyun frunció el ceño. Esto era raro. Ara nunca se
había equivocado antes, ni le había mentido.
–Lo hiciste, pero entonces, –hizo una pausa mientras
trataba de entender la situación. ¿Que estaba pasando aquí?
–¿Sí?
–Nada, T-Rex, creo que te malinterpreté.
–Entonces, ¿por qué estás aun al teléfono conmigo?
–preguntó–. Debes llevarlo de regreso a tu cabaña. Ahora.
Kyuhyun no se preocupó por su tono arrogante. Shindong podía
ser evasivo y molesto, pero nunca antes había sido un estúpido autoritario.
–No puedo, T-Rex. Algo extraño esta pasando. Tengo que
dejarlo aquí.
–¿Por qué?
Kyuhyun miró alrededor para estar seguro que Sungmin no
podía oír la conversación.
–Él es mi esposo.
–¿Perdón?
Kyuhyun bajó aun más la voz.
–Creo que Sungmin es Shengmin reencarnado.
–Bien, ¿no es esto interesante?
–Sí, y no puedo protegerlo más. Necesito que alguien más
la vigile, ¿OK?
–Sí, puedo ver tu dilema.
Kyuhyun frunció el ceño. ¿Dilema? Esa no era la clase de
palabra que Shindong usaba.
–¿Hay algo mal contigo, T-Rex?
–No. Sólo estoy preocupado por esta situación. ¿Estás
dejándolo ahora?
–Debo hacerlo.
–Tal vez deberías esperar hasta mañana por la noche.
–¿Qué?
–No puedo llevar a nadie allí esta noche. ¿Por qué no
continúas protegiéndolo hasta que pueda traer a alguien más para encargarse?
Realmente no confío en Yesung para vigilarlo, ¿Tu sí?
–Demonios, no. Tienes razón. Definitivamente no quiero
dejarlo aquí sin protección.
–Sí. Podría ser un problema. Pasa el día allí, y mañana
me encargaré del problema.
El teléfono quedó muerto. Kyuhyun colgó con un
sentimiento extraño en su estómago. Algo acerca de esta conversación no parecía
correcto.
Pero mientras miraba a través del cuarto, sus
preocupaciones estaban eclipsadas por la vista de Sungmin canturreando una
suave melodía.
Era el arrullo de Shengmin. La misma canción que solía
cantar mientras trabajaba. En contra de su voluntad, se acercó. Se arrodilló
ante él, colocó su cabeza en su regazo y lo abrazó fuertemente, agradecido de
tenerlo con él, no importa cuán diferente se veía o actuaba.
Su Shengmin estaba de regreso.
Sungmin estaba aturdido por la familiaridad de sus
acciones.
–¿Que sucede, Kyuhyun?
–Desearía poder decírtelo. –Levantó la cabeza para mirarlo.
El tormento en esos ojos negros la alcanzó e hizo que su corazón latiera por
él.
Kyuhyun se hizo para atrás. Ahora que sabía quién era,
hacía que dejarlo fuera casi imposible.
Pero no había nada que pudiera hacer. Sungmin tendría que
vivir esta vida con alguien más. ¿Qué elección tenía él? Nunca haría nada o lo
lastimaría. No otra vez.
Lo había matado una vez, no lo haría otra vez. No había
forma de que pudieran estar juntos mientras siguiera atado a la maldición.
Theo jugó con su teléfono celular mientras pensaba sobre
su conversación con Kyuhyun. Él sonrió. ¡Oh, era maravilloso!. Kyuhyun ya sabía
que Sungmin era su esposo muerto reencarnado. Perfecto. Simplemente perfecto,
la mentira no podía haber tenido más esperanzas. Todo iba adelante según sus
planes.
Yesung se había tragado el anzuelo y se había dejado
incriminar. Kyuhyun ahora estaba adecuadamente distraído por su esposo. Siwon
estaba bajo el control de Dionisio.
Y Shindong...
Bueno, tenía algo muy especial planeado para ese. Como
las personas francesas Cajún de Nueva Orleáns dirían, Laissez Les Jeux
Commencer... Que comience el juego.
–Supongo que ahora te iras –dijo Sungmin quedamente, aún
cuando parte de él no quería que se fuera. Era hora que continuaran por caminos
separados. ¿Por qué, entonces, le dolía tanto pensar que nunca lo volvería a
ver otra vez?
Kyuhyun asintió.
–Si, creo que sí. –Soltó su mano y comenzó a dirigirse hacia
la puerta. Podría encontrar algún lugar para dormir en la construcción
abandonada de al lado. Encontrar un piso que no estuviese demasiado lejos de
éste a fin de poder continuar su vigilancia hasta el amanecer. Luego podría
quedarse en el edificio hasta mañana por la noche.
Sería más fácil así. Más fácil para los dos si rompía la
relación ahora.
Sungmin sufría mientras alcanzaba la manija de la puerta.
Él se estaba yendo.
Estaba terminado.
No podía respirar. Un dolor cruel le apuñaló en el
estómago ante el pensamiento de no verlo nunca más. No podía sentarse aquí y
dejarlo ir de esta forma.
–¿Kyuhyun?
Él se detuvo y se volvió a mirarlo.
–¿Por qué no te quedas esta noche? Sé que no puedes
regresar a casa antes de la salida del sol.
–No, mejor no.
–¿Pero donde irás?
Él se encogió de hombros.
Déjalo ir...
No podía. No así. No parecía correcto.
–Vamos. Estaré fuera del loft mañana temprano y tendrás
el lugar todo para ti mientras trabajo. Nadie te molestará. Lo prometo.
Kyuhyun vaciló.
Vete.
La orden hizo eco en su cabeza. Lo necesitaba.
No podía.
–¿Estas seguro que no te importa? –preguntó.
–Para nada.
Kyuhyun inspiró profundamente y se volvió hacia él. Su
esposo.
Su última salvación. Su última destrucción.
Shengmin había sido todo para él. Había pensado todos
estos siglos que estaba a salvo de sus emociones. A salvo del dolor que venía
con los recuerdos de su esposo.
Ahora todo regresaba. Aún más doloroso que antes.
–¿Hay algo mal? –Sungmin preguntó.
–Solo estoy cansado –dijo, sacándose la chaqueta y
colocándola sobre el sillón.
Sungmin tragó ante la vista, el hombre tenía el mejor
trasero que el cuero podía vestir. Sus piernas eran largas, bien formadas, y
magníficas, recordaba muy bien como se sentían cuando se enredaban con las suyas.
Pero había una pared entre ellos ahora. Como si le
hubiera cerrado parte de sí mismo. Se había ido el hombre tierno con el que
había compartido su cuerpo y risa. Ahora veía a la bestia poderosa que había
golpeado a sus asaltantes y los había hecho salir corriendo aterrorizados.
Cómo extrañaba su lado más suave
–¿Te has puesto todo tieso conmigo, no?
Le arqueó una ceja desconcertado y se vio perplejo por la
pregunta.
–Joven, yo me pongo rígido cada vez que te acercas a mí.
–No quise decir esa clase de rigidez. A pesar que esa
clase de rigidez sea mucho mejor que la otra. Al menos con esa sé que te gusto.
Kyuhyun gimió mientras Sungmin miraba hacia sus pantalones
donde estaba seguro que su erección era totalmente visible. Sintió sus barreras
desmoronándose. Con Shengmin había sido él mismo. Su esposo nunca había
esperado que él fuera otra cosa que su amigo.
Nunca había visto al patético chico que era escupido y
rechazado. El que había tenido que asearse después de sus superiores.
Al que habían forzado a comportarse servilmente. Nunca
había visto al muchacho de corazón frío en quien se había convertido porque
estaba cansado de ser golpeado y abusado.
Siendo niño, había endurecido su corazón y había
aprendido a recibir los puñetazos. Había aprendido a devolverlos y derribar a
todos los envidiosos o a quien hiciera un comentario ya fuese de él, su madre o
su hermana.
Se había dicho a sí mismo que no necesitaba el amor o el
cuidado de nadie. Y así es que había aprendido a vivir como un animal feroz,
siempre en condición de dar golpes a cualquiera que lo trataba de tocar.
Hasta Shengmin. El había domesticado a la bestia en él.
Con su esposo sólo había sido el hombre que quería que alguien lo amara. Que
quería amar a alguien.
Había pasado mucho tiempo desde que Kyuhyun había sido él
mismo con alguien.
Sus hermanos Dark Hunter recurrían a él para ser
aconsejados. Shindong dependía de él por su fuerza, sabiduría, y su liderazgo
sereno.
Ninguno de ellos, ni siquiera Henry, lo conocía
realmente. Nunca había abierto su corazón a alguien aparte del joven que estaba
sentado a su lado en este momento.
Un joven al cual no se atrevía abrirse a sí mismo, en
esta vida.
–¿Eres insaciable, no? –preguntó Sungmin.
–Sólo contigo, nunca pude resistir tocarte. Estar dentro
de ti. Sentir tu respiración en mi piel. Tus bellas manos en mi cuerpo.
Sungmin tembló ante sus palabras.
Se acercaba como si fuera una gran bestia asechando. Su
cuerpo era una sinfonía de movimiento. Su perfume y la esencia del cuero,
invadieron sus sentidos e hizo agua su boca.
Su cabeza se elevó para su beso, pero lo empujó hacia
atrás, perpleja por su comentario.
–Lo dices como si me hubieras conocido por mucho tiempo.
¿Por qué es eso?
–Siento como si te conociera de siempre. Como si te
hubiera mantenido en mi corazón por siglos.
Sungmin tembló ante las palabras. Éste era el hombre que
le obsesionaba en sueños. El poeta Celta y jefe del clan. El hombre que
recordaba que cabalgaba a la batalla, y luego cabalgaba a casa para amarle.
Pero no podía ser este hombre, ¿Podía?. Había algo
extraño en todo esto. No podía ser posible, y eso que viviendo con su padre y
su madre, había visto muchas cosas imposibles. Había poderes etéreos trabajando
en este mundo.
Se alejó del beso de Kyuhyun e inclinó su cabeza para ver
la piel justo debajo de su oreja derecha.
Había una cicatriz pequeña allí. Una cicatriz pequeña que
él, como Shengmin, le había hecho cuando pescaban siendo niños. La cicatriz en
forma de estrella estaba todavía allí. Tal como siempre había estado.
Tal como estaba ahora. No, no era posible. ¿Podía serlo?
Sungmin tembló con incertidumbre.
Sus ojos estaban entrecerrados mientras le miraba
ávidamente. Su respiración caía suavemente contra su cara. Podía sentir los
latidos de su corazón bajo sus manos, sentir cómo su fuerza y calor llegaban a él.
–Te he extrañado tanto, Shen...
Sungmin se heló mientras él se echaba atrás instantáneamente.
Por su cara, se podía decir que estaba tan sorprendido como Sungmin.
–¿Cómo me llamaste?
–Nada.
De acuerdo, esto era demasiado jodidamente extraño. Y él
quería, no él necesitaba, una explicación.
–Kyuhyun –dijo, dejando la silla y parándose frente a
él–. Dime qué pasa. ¿Sabes quien es Shengmin?
Sus ojos de obsidiana brillaron.
–¿Tu sí?
¡Oh Dios, era cierto! Lo conocía. De alguna forma él
recordaba el pasado también.
No había cambiado nada. No podía estar a la luz del día.
No era un ciudadano americano y aun así...
Oh, no hacía falta un científico espacial para aclarar
esto. De alguna forma, Kyuhyun era el esposo de Shengmin. Él era un vampiro o
un inmortal o algo por el estilo. Lo sabía.
–¿Cómo me recuerdas? –Sungmin le preguntó.
–¿Cómo te podría haber olvidado alguna vez?
Sungmin evadió sus labios y lo empujó hacia atrás otra
vez.
–Muy dulce, pero eso no contesta a mi pregunta. Hay algo
realmente extraño contigo, Kyuhyun. Y no tiene sentido que estés ahora como los
estás en mis sueños. Ni siquiera yo parezco el mismo. Pero tu sí. ¿Por qué?
Kyuhyun quería decirle, pero no podía encontrar las
palabras. Después de tu muerte vendí mi alma por venganza a una diosa griega
quien ahora me posee a fin de que pueda pasar la eternidad cazando y
aniquilando vampiros. Aun a él le costaba creer la verdad de esa declaración y
había vivido esa realidad por mil quinientos años.
Sungmin le gruñó.
–Estas rígido otra vez.
–¿Puedes dejarlo por el momento? ¿Me aceptas como soy?
–Ok. Pero contéstame una cosa.
–¿Qué?
–¿Cuándo te graduaste de la escuela secundaria?
Él se vio incómodo con su pregunta.
–No me gradué.
–¿Entonces en que año abandonaste?
Kyuhyun se alejó de él. Éstas eran cosas a las que no
podía contestar. Cosas que se rehusaba a contestar. El dolor en sus ojos tiraba
de su corazón.
–¿Cuál es el problema, Kyuhyun? No soy estúpido. Nadie es
tan alérgico a la luz del sol que ni siquiera pueda caminar frente a una
ventana. Y no pienses que se me ha escapado el detalle que nunca enseñas tus
dientes. Si me acerco demasiado cuando nos besamos, entonces inmediatamente te
apartas.
Kyuhyun deseaba atreverse a usar sus poderes para hacerlo
olvidarlo. Para cambiar este tema a algo menos volátil.
–¿Qué? ¿Quieres que admita que soy un vampiro? ¿Que aúllo
a la luna cuando está llena?
–¿Lo eres? ¿Lo haces? –se aproximó a él y colocó su mano
en su barbilla como si fuera a forzarlo a abrir la boca–. Muéstrame tus
dientes, Kyuhyun. –Él dio un paso atrás.
–No puedo.
Sungmin le dirigió una mirada significativa.
–Eres el Señor, ¿no? De alguna forma eres tú. Tú, al que
veo cuando sueño. ¿No es así?. –Él apartó la mirada–. No le diré a nadie
–insistió, suavizando su voz–. Sólo necesito saber.
–¿Qué diferencia habría? –explotó, cansándose de esta
conversación–.¿Me echarías?
–No –dijo él sin aire, sonando reconciliador–. No creo
que alguna vez pudiera echarte.
–¿Entonces por qué tienes que saber?.
–Porque quiero que seas abierto y honesto conmigo,
compartir tu vida.
Sus palabras lo desgarraron. Amargos deseos crecieron en
su corazón mientras recordaba qué tan desesperado había estado por tenerle en
su vida humana. En aquel entonces sólo la posición social y las habladurías
habían estado en medio de ellos. Ahora el universo entero estaba unido para
mantenerlos separados.
–¿Qué te hace pensar que quiero compartir mi vida? Tal
vez solo te estoy usando para tener sexo.
Con cara afligida, se separó de él.
–¿Lo haces?
El dolor en sus ojos lo desgarró. No quería lastimarlo.
–¿Lo haces tu? –preguntó él, devolviéndole la pregunta.
–Dime ¿qué quieres de mí, Sungmin?
–Honestamente no sé. Parte de mí se siente atraído por ti
y otra parte se siente asustado. Hay algo muy oscuro en tus ojos. Si quisiera
conocerte mejor, ¿me dejarías?
–No –dijo apretando los dientes–, no podemos.
–Entonces me debes una razón de por qué no podemos.
Sabes, no soy ningún niño que necesita de un padre para que tome sus
decisiones. Pensé que me respetabas.
–Lo hago.
–Entonces trátame como un adulto. Dime por que te rehúsas
a contestar aún la pregunta más básica acerca de ti mismo.
Lo que él pedía era imposible. Nunca podría contarle
sobre su vida actual, no a menos que Shindong o Artemisa lo liberaran de su
juramento.
–Si te digo quién soy, entonces tu vida estará en
peligro.
–Vivo en Nueva Orleans sobre uno de los clubes más
populares de la ciudad y estaciono mi coche en un callejón donde dos hombres
fueron asesinados anoche. Mi vida está siempre en peligro.
–Esos no eran hombres y no fueron asesinados. –Kyuhyun no
sabía por qué se le había escapado eso.
–¿Entonces qué eran?
Díselo...
La orden era tan intensa. Ni una vez había roto su Código
de Silencio. Nunca.
«Los Daimons querían divertirse con tu novio, Celta. No
lo dejes sin protección».
Sungmin tenía derecho a saber qué había afuera queriendo
cazarlo.
–Kyuhyun. –Dio un paso entre sus brazos y colocó sus
manos en su cara. Su contacto era reconfortante y caliente.
Casi tuvo éxito en quebrarlo.
–Confía en mí. Cualquier cosa que sea, nunca diré nada.
–No puedo, Sungmin. No puedo.
–No quieres, Kyuhyun. No quieres. –Respiró irritadamente
y dejó caer las manos–. Bien. Conserva tus secretos. Sigue adelante y hazme a
un lado. Vive una vida feliz y haz lo que sea que haces.
Se alejó de él. Kyuhyun trató de alcanzarlo, pero eludió
su mano.
–Sungmin...
–No me toques. Estoy enojado contigo.
–Por favor no estés enojado conmigo.
Él negó con la cabeza.
–Oh, eres bueno con esos ojos de cachorrito. Esa nota
profunda en tu voz. Pero estoy muy mal para que me importe. Sólo vete.
Él se sobresaltó ante el dolor en su voz y su orden. Le
hirió hasta su corazón.
En ese momento, se dio cuenta de algo. Yesung y Shindong
tenían razón, estaba asustado. Asustado de irse y asustado de quedarse. Lo
último que quería era perder a Shengmin otra vez y aún así cuando miraba a Sungmin,
emergía en él el pensamiento que a pesar que tenía el alma de su esposo, él no
era su esposa.
Era alguien más. Alguien nuevo y exasperante. Shengmin
nunca se había enfurecido con él. Ni aún cuando se había merecido su cólera.
Siempre había sido tímido y vergonzoso. No atrevido y exigente como lo era Sungmin.
Si él decía que dejaran el problema, entonces Shengmin inclinaba la cabeza y
cambiaba de tema. Nunca habría dado con la rodilla a un Daimon o habría peleado
con un lagarto.
Pero lo más asombroso, era que tenía que admitir que le
gustaba el fuego en Sungmin. Su habilidad para hacerle frente y a todo el mundo
a su alrededor.
–¿Qué? –preguntó él, parpadeando como si no pudiera creer
lo que veía–.¿Aun estás aquí? Pensé que te di una orden.
Él sonrió a pesar de sí mismo.
–No quiero dejarte, Sungmin. ¿No puedes aceptarme como
soy?
Sungmin miró para otro lado.
–Me gusta lo poco que sé de ti Kyuhyun, pero el problema
es justamente qué tan poco yo sé de ti. Vives en el pantano, parece que tienes
un montón de dinero y ningún apellido, y te gustan los lagartos grandes y
espeluznantes y tienes a un tipo llamado Minho que te hace recados. Eso es
todo...
...Esa es la extensión de mi conocimiento sobre Kyuhyun y
es una lista realmente corta –. enfrentó su mirada.– Me rehúso a tener una
relación con un hombre que ni siquiera me confía su vida básica. Ahora si todo
lo que quieres es tener relaciones sexuales, entonces allí está la puerta. Si
realmente quieres quedarte, entonces cuéntame algo sobre ti. Alguna cosa
significativa.
–¿Cómo qué?
–Dime el nombre de tu mejor amigo.
–Henry Lau.
Horrorizado, dejó caer su mandíbula.
–Oh mi Dios, acabas de responder una pregunta. Pienso que
el mundo puede acabarse en cualquier momento.
–No eres gracioso. ¿Entonces puedo quedarme?
Sungmin frunció los labios mientras pensaba en eso por un
minuto.
–Muy bien, pero sólo porque sé que no puedes regresar a
casa antes de que el sol se levante.
Decidido a mantener distancia entre ellos hasta que él
respondiese a sus preguntas, Sungmin dio la vuelta y fue a su dormitorio.
Agarró una almohada y la manta de su cama, luego regresó a la sala de estar y
se las dio a él.
Él se quedó como quien ve visiones mientras agarraba la
almohada y la colcha rosa.
–¿Qué es esto?
–Hasta que me confieses todo, puedes quedarte en el sofá.
–Estás bromeando.
–Oh no. Ni siquiera un poco. No voy a dejar que entres a
mi cama hasta que me dejes entrar a tu cabeza.
Kyuhyun se quedó completamente estupefacto mientras él
caminaba hacia la pared más alejada y bajaba las cortinas.
–Te conté sobre Henry, –dijo él.
Sungmin se volvió hacia él, con apariencia no muy
divertida.
–Me diste sólo un nombre. Oooohh. Eso me dice tanto de ti,
¿no? Bien, mis mejores amigos son Lee Sungjin y Choi Judith. Ahora qué te dice eso
sobre mí. Nada. Nada de nada. Ninguna cosa. Sólo quiere decir que tengo a
alguien a quien puedo llamar cuando me enojo, y créeme, si no fuera tan tarde
estaría marcando el número de uno de ellos como loco.
Kyuhyun gruñó, pero no lo desconcertó en lo más mínimo. El joven tenía absolutamente mucho descaro.
–Entonces, cuénteme sobre Henry –dijo lentamente, dando
un paso hacia él–.¿Qué hace para ganarse la vida? ¿Vive aquí en Nueva Orleáns?
¿Está casado? ¿Cuánto tiempo hace que lo conoces?
–Él vive en Minnesota y no está casado.
Sungmin se veía complacido y al mismo tiempo logró
dirigirle una mirada resentida también.
–¿Cómo lo conociste?
En Mardi Gras ciento dos años atrás cuando Henry había
sido trasladado a la ciudad por servicios temporales…, era algo que nunca
podría decirle a Sungmin.
Kyuhyun dejó escapar un suspiro exasperado.
–Lo he conocido por mucho tiempo.
–Oooh, –Sungmin suspiró otra vez. –Respuestas como esa te
llevaran al desván, pero no te pondrán de vuelta en mi cama. Y definitivamente
no te dejarán acercarte a mi cuerpo.
–Estás siendo irrazonable.
–¡Hah!
Esto era tan injusto. Trataba de protegerlo y aquí estaba
Sungmin pidiéndole algo que no le podía dar. Negándole su cuerpo porque no
quería verle sufrir.
¿Cómo podía hacerle eso?
Enojado por su continua insistencia, él gruñó,
–Soy tu marido.
Sungmin resopló y lo recorrió con la mirada.
–No en esta vida, amigo. –Levantó su mano izquierda para
mirarla–. No veo ningún anillo de boda en mi dedo, y la última vez que me fije,
no venías entrando al pueblo como un poseído a lomos de tu caballo de guerra
negro, levantándome en el aire y preguntándome si quería ser tuyo.
Kyuhyun se congeló ante sus palabras.
–¿Recuerdas eso?
Una parte de su cólera pareció desvanecerse mientras inclinaba
la cabeza asintiendo.
–Y quiero saber cómo es que tú lo recuerdas.
Él lanzó la manta y la almohada en el sofá y se acostó
rígidamente.
–Te lo dije, no puedo contarte eso.
–Entonces buenas noches, mi amor. Ten sueños agradables.
Se acercó para besarle la frente y caminó hacia su
cuarto.
Con su magnífica mirada a punto de explotar, Kyuhyun lo
observó mientras hacía el gran show de cerrar las cortinas. Esa hombre tenía
una forma de hacerlo arder y esta vez no era en el buen sentido.
Él estaba furioso.
Especialmente cuando prendió la luz de la mesa de noche y
él pudo ver su cuerpo explícitamente a través de la delgada tela.
Su corazón martillaba. No podía desprender su mirada de él
mientras se sacaba la ropa de su cuerpo exuberante y luego se subía desnudo a
la cama.
Podía sentir su suave trasero contra su ingle mientras se
deslizaba a sí mismo adentro y afuera de su cuerpo caliente. Sentía su cabeza
sujeta bajo su barbilla mientras enterraba su mano entre sus piernas y le
acariciaba con los dedos mientras le hacía el amor de la forma más dulce, más
tierna.
Cada hormona en su cuerpo restalló despertándose y su
ingle se endureció, demandándolo.
Shengmin nunca le habría hecho esto a él. Nunca le había
negado el acceso a él. Ni siquiera una vez. Todo lo que tenía que hacer era
doblar un dedo o levantar una ceja y su esposo gustosamente había entrado en
sus brazos.
En este momento, lo extrañaba mucho más de lo que alguna
vez lo había hecho.
–¿Sungmin?
–No, Kyuhyun –dijo firmemente, apagando la luz–. La
respuesta todavía es no.
–No te pregunté nada.
–Conozco esa nota en tu voz cuando dices mi nombre y sé
lo que quieres, y tu sabes lo que quiero. ¿Adivínemos cuál de los dos va a
tener que rendirse?. –hizo una pausa, luego agregó–, y para que conste, no seré
yo.
Él maldijo por lo bajo. Era tan malditamente terco en
esta vida. ¿Que había sucedido con su Shengmin amable, que le daba lo que fuera
que él quisiera, cuando quiera que él lo quisiera?
Muy bien, entonces, dejémoslo yacer allí sin ser
molestado y desnudo. Su cuerpo saltó ante la palabra.
Gimiendo, se dio vuelta y mirando la parte de atrás del
sofá a fin de no poderlo ver más. Él era un hombre crecido, podía manejar esto.
Podía controlarse.
¡Oh, maldito infierno! Ningún joven lo había rechazado
antes. Esto lo atormentaba y enfurecía.
Hundió el puño en la almohada mientras se endurecía aún
más. Era demasiado grande para el sofá y era malditamente incómodo, pero
dormiría aquí o moriría.
Sungmin escuchó a Kyuhyun moviéndose en el sofá. Casi
sintió lástima por él. Casi.
Pero estaba cansado de sus secretos. Cansado de sus
juegos secretos. Había fisgoneado bastante alrededor de su casa para enterarse
de que probablemente no fuese un vendedor de drogas, especialmente cuando ni
siquiera tenía una botella de Tylenol, pero tenía todo un género de cosas
electrónicas interesantes. Montones de cuero, cerveza importada, y bastantes
DVDs para hundir un barco de guerra. Sin mencionar las armas extrañas que había
encontrado. Gran parte de ellas de diseño muy antiguo.
Había algo muy extraño acerca de su vida y hasta que
supiera qué era, no se iba a permitir acercarse a él. Se lo debía a sí mismo,
saber algo mas de él antes de que sus ojos sentimentales le desviaran otra vez.
Se dio vuelta y se forzó a dormir. Necesitaba trabajar
mañana. A diferencia de él, no tenía un suministro interminable de ingresos.
Estos dioses malvados sí que las saben hacer.
ResponderEliminarHasta a mi me tienen confundida un poquito,aunque es evidente de que haran pagar a Kyuhyun junto con los demás darks.
Ok...esto es divertido,claro,claro,no la parte donde esos dioses estan detras de ellos para hacerlos pagar,y donde estan metiendo a todos los darks para cumplir con eso,bonita la parte donde Min y Kyu sabe quienes fueron y qué fueron en una de sus vidas pasadas......lo divertido es imaginar a estos peleando entre ellos por lo que quieren
Min quiere respuestas,Kyu quiere a Min en sus brazos....los dos lo desean y sé que los dos van a obtenerlo,sea como sea.
Sabía que algo raro estaba pasando, ese no es Shindong. Todo esculpa del maldito de Theo, lo peor es que todo le está saliendo tal y como lo ha planeado, todos desconfían de Yesung y aunque KyuHyun nota que algo anda mal, al estar con SungMin olvida todo lo demás ><
ResponderEliminarKyuHyun y SungMin se delataron solos ahora KyuHyun sabe que Min recuerda haber sido su esposo y Min que KyuHyun sabe lo de su vida pasada, además Min está muy cerca de saber la verdad, ya de por si se dio cuenta que está igual y que tiene la marca, eso sin contar que no se expone al sol y todo lo demás.
Me gusta que Min sea más fuerte y decidido que ShengMin, morí de risa con su coacción a KyuHyun, pobre sufre en ese sofá pero no le queda de otra.
Gracias por la actu.
Cuidate :D