¿Dónde estaba?
Lo había estado buscando todo el día. El sol se estaba poniendo y, una vez que
la noche cayera, no tendría otra opción que suspender la búsqueda.
Tendría que
haberlo seguido cuando salió de la sala. Teniendo en cuenta el estado en que se
encontraba, podría haberle pasado cualquier cosa; podría haber caído al arroyo
y haberse golpeado la cabeza con una roca. Podría haber caído por una de las
colinas que rodeaban Tuan y encontrarse herido e indefensa.
Enrolló las
riendas del caballo en sus manos.
—Te volverás
loco, basta.
Jackson se
volvió y miró a Tuan.
—Si hubiera
salido tras él en lugar de quedarme en la sala con vos, esto no habría
sucedido.
—Culparte no
te servirá de nada. Es un chico listo, estará bien.
Tras respirar
hondo y ver que eso tampoco había logrado calmarlo, miró a sus hombres y les
ordenó:
Cuando los
demás se marcharon, Jackson volvió hacia el arroyo. Pasaría la noche en la
cueva y si por la mañana Mark no había ido allí también, entonces retomaría la
búsqueda.
Cada fibra de
su cuerpo le decía que estaba vivo, pero que se encontraba en problemas. Le
necesitaba, sin embargo no sabía dónde podía encontrarlo.
El cielo se
abrió y la lluvia cayó sobre él; fue como si las nubes estuvieran derramando
las lágrimas que él estaba conteniendo. Ató a su caballo al denso cobijo que
proporcionaban los árboles antes de refugiarse en la cueva donde esperaba que
apareciera, porque de lo contrario se sentiría perdido.
—¡Milord!
Ante el grito
de Jooheon. Jackson se levantó y salió al exterior con la esperanza de recibir
buenas noticias.
—Milord, os
necesitan en el torreón.
—¿Se trata de Mark?
—Sí, tenemos
noticias.
En lugar de
esperar la explicación del hombre montó en su caballo y salió al galope en
dirección al torreón sin dejar de pensar en un siniestro final.
Cuando entró
en la sala de Tuan los ojos rojos del hombre y sus temblorosas manos no
hicieron más que incrementar su pavor.
—Esto ha
llegado con un mensajero.
El hombre le
entregó un pergamino; las palabras escritas en él le hicieron derrumbarse sobre
un banco.
—¿Cuándo ha
llegado?
—Cuando
estábamos buscándolo —Tuan le dio una copa de vino, que él rechazó.
—¿Alguien ha
visto quién la ha entregado?
—Me han dicho
que ha sido un chico joven. Se la entregó al guardia de la puerta y se marchó.
Volvió a mirar
la misiva y unas lágrimas cargadas de rabia y miedo le nublaron la vista ante
las siguientes palabras:
“Tu esposo
será una buena adquisición para mi casa”.
Iban acompañadas
de una firma con la letra «A».
Aryth tenía
retenido a su esposo.
—¿Jackson? —le
preguntó Tuan—. ¿Quién es este hombre que firma con una «A»?
Se levantó y
fue hacia la puerta.
—Es mi antiguo
amo.
El grito
estrangulado de Tuan y el sonido de su copa al caer al suelo siguieron a Jackson
hasta el gran salón.
Antes de
entrar en él Tuan lo alcanzó.
—¿Qué vas a
hacer? ¿Cómo lo liberarás? Lo liberarás, ¿verdad?
—Sí, lo
liberaré. Pronto volverá a vuestro lado.
—¿Necesitas a
mis hombres? ¿Hay algo que pueda hacer?
—No, no
necesito a nadie. Pero sí hay algo que podéis hacer.
Para su
asombro. Tuan se arrodilló ante él.
—Lo que sea.
A pesar de lo
mal que le había tratado a él y lo duramente que había tratado a su único hijo,
no podía odiar a ese hombre. Estaba claro que su hija le importaba mucho,
aunque no había tenido tiempo de descubrir si esa preocupación era algo nuevo o
si ya había existido desde antes.
Se quitó un
anillo del dedo y se lo entregó.
—Enviad esto
junto con mis hombres al rey Enrique. Él se ocupará de que a mi esposo lo
traten bien y de que no le falte de nada.
—Lo haré. Te
lo juro —tomó el anillo y se puso en pie preguntándole—: ¿Qué va a hacer?
Jackson se
encogió de hombros.
—Lo único que
puedo hacer. Cambiar mi vida por la suya.
Al día siguiente
por la mañana, Jackson había encontrado el campamento. Desde su caballo vio las
tiendas desperdigadas por el valle que había al otro lado de la aldea de Tuan.
Un vacío
sobrecogedor lo invadió, pero fue bien recibido ya que arrastró con él el frío
temor que había experimentado desde que supo de la desaparición de Mark. Ese
vacío le resultó familiar y lo dejó insensible para poder enfrentarse a lo que
el futuro le deparara.
—Mi señor.
Aunque no
había oído al jinete aproximarse no necesitó darse la vuelta para reconocer la
voz de Yugyeom.
—¿Qué estás
haciendo aquí? ¿No se te ordenó que fueras a Wang?
—No logramos
llegar —se situó a su derecha.
—¿También
tienen a tu esposo? —Jaebum de Goyang se situó a su izquierda.
Ante la
pregunta de Goyang, Jackson se volvió sorprendido y asintió.
—Sí. Diría que
me alegro de verte pero dadas las circunstancias…
Jaebum se
encogió de hombros y Yugyeom hizo lo mismo.
—Los dos
deberíais marcharos. No hay necesidad de sacrificar vuestras vidas cuando soy
yo al que quieren.
—Me anima ver
que no has cambiado la elevada opinión que tienes de ti mismo —Jaebum se
dirigió a Yugyeom al preguntar—: ¿Ha sido así durante los dos últimos años?
—Así es. El
conde no ha cambiado un ápice.
—¿Así que
conde? Había oído rumores pero no había tenido tiempo de investigar.
Jackson apretó
los dientes y ese vacío que antes había sentido comenzó a llenarse de rabia.
¿Cómo podían estar bromeando en un momento así?
—Morderte los
dientes sólo hará que te duela la mandíbula —Jaebum se inclinó hacia él—. Jackson,
amigo mío, lo único que queremos es animarte un poco.
—Lo único que
siento es ira.
—Pues tu ira
hará que nos maten.
—No puedo
contemplar mis últimos momentos de libertad con otra cosa que no sea ira y
pesar.
Cuando Jackson
hizo intención de moverse, Yugyeom le quitó las riendas de la mano.
—No.
Discúlpame, pero no te dejaremos hacer esto solo. No así.
Jaebum colocó
su caballo delante de Jackson, bloqueándole el paso.
—¿Ira y pesar?
¿Crees que eres el único que está sufriendo?
—No —miró a Yugyeom—.
Nuestras parejas están sufriendo mientras nosotros estamos aquí conversando.
—Esperarán
—dijo Jaebum—. No pueden hacer otra cosa.
—¿Y mientras
tanto?
—Mientras
tanto debemos planear qué hacer, a menos que ya hayas pensado en eso.
—Tengo la
intención de ofrecerme a cambio de mi esposo.
—No pienses
que lo harás —Jaebum sacó la espada de Jackson de su funda y señaló a Yugyeom—.
Llévatelo de aquí hasta que podamos descubrir dónde se ha dejado el sentido
común.
Su furia
aumentó al ver que lo estaban tratando como a un jovencito insensato, con la
diferencia de que ahora esa furia estaba dirigida a dos hombres que creía que
eran sus amigos. Su enfado era tal que lanzó un puñetazo contra Jaebum. El
hombre bien podría haberlo esquivado pero no hizo nada y recibió el golpe en el
centro del pecho. Se balanceó sobre la silla, pero enseguida se enderezó.
—Eso ya está
mejor.
Se quedó
mirando a los dos que no parecían estar inquietos por nada. Se les veía
calmados.
Sin embargo,
alguien que los conociera bien podría fijarse en el apenas perceptible tic de
la mandíbula de Yugyeom y en el intenso brillo de los ojos de Jaebum.
E incluso
alguien que no los conociera podría darse cuenta de las armas adicionales que
llevaban atadas a sus espaldas y a las sillas. Habrían visto que en lugar de
una cota de malla, llevaban jubones cortos de piel.
Jaebum y Yugyeom
estaban preparados para luchar. Él, por el contrario, ya no tenía energía para
hacerlo. No sabía adónde había ido su fuerza, pero no podía desenterrarla de
las profundidades donde quisiera que se hubiera hundido.
—Jackson
escúchame. Sé que creíamos que esos días ya habían pasado, pero no podemos
cambiar lo que nos espera. Lo único que podemos hacer es enfrentarnos a ello y
vencer —dijo Jaebum en voz baja y calmada.
Yugyeom apretó
el hombro de Jackson y añadió:
—O morir
intentándolo.
—No puedes
cambiar tu vida por la de tu esposo. Piensa.
—Ya he
pensado. Lo es todo para mí.
—¿Su vida
tiene más valor?
Jackson miró a
Yugyeom y asintió.
—Sí, lo es. No
lo comprendéis.
—No —le
respondió Jaebum—. Eres tú el que no lo comprende. Aunque puede ser verdad que Yugyeom
aún no tenga unos sentimientos profundos hacia su esposo, yo llevo casado cerca
de diez años y he amado a mi pareja. Pero el día que regresé a casa, lo encontré teniendo al hijo de otro hombre.
Jackson sintió
dolor por su amigo que durante su cautiverio no había dejado de pensar en su esposo
ni un solo día. ¿Cómo había sido capaz de perdonarlo?
Con un
suspiro, Jaebum prosiguió:
—El amor fue
una lección dura de aprender con las semanas que siguieron… tanto para él como
para mí. Y ahora no sólo él estaba cautivo, sino que nuestro hijo ha sido
raptado. Conozco tu miedo y sé por qué no te resulta algo familiar.
—Pero yo ya he
conocido el miedo antes.
—Sí —Yugyeom
le apretó el hombro con más fuerza—, pero era un miedo que sentías sólo por ti.
Jackson eras un niño cuando te llevaron al palacio de Morigatte. No habías
conocido el amor y nunca habías tenido la oportunidad de ser un hombre. Nunca
habías sido responsable de las vidas y del bienestar de otras personas como lo
eres ahora. El rey no te hizo un gran favor al nombrarte conde y en una tierra
y hombres, te dio responsabilidades añadidas que no habías tenido antes.
—Yo atiendo
mis responsabilidades.
—Sí, y muy
bien además. No puedes decirme que no te preocupas por Wang y por las vidas de
los que viven y trabajan allá. No podrías convencerme de que no estas
aterrorizado por el bienestar del joven Mark.
—Tu miedo
harán que lo maten.
La verdad en
los ojos de sus amigos lo golpeó. Cerró los ojos. Ofrecerse a cambio de Mark no
sería suficiente. Aryth mentiría y al final los tendría a los dos.
Jackson
preferiría la muerte de los dos antes que permitir que cualquiera de ellos
cayera bajo el poder de ese hombre.
—Necesito una
daga y una espada corta —supo que había elegido bien a su capitán cuando Yugyeom
le entregó una daga bien afilada y una espada con una longitud que no superaba
la de su antebrazo.
Mientras Yugyeom
ataba los caballos al árbol, él se quitó la camisa y la hizo jirones. Después
de quitarse las botas usó las tiras de tela para envolverse las piernas, desde
el tobillo hasta la rodilla. Eso le protegería más que únicamente su piel.
Seguro de que
la tela no se movería de su sitio, se levantó y dio un paso hacia la luz del
sol. Tras tomar la daga en una mano y la espada corta en la otra estiró los
hombros, miró al cielo y dejó que la calidez del sol lo envolviera. Tal y como
era costumbre, los dos hombres le flanquearon e hicieron lo mismo.
En ese momento
una fría determinación reemplazó la furia y el miedo.
—¿Listos? —les
preguntó.
Ya habían
luchado una vez consiguiendo así su libertad. Y volverían a hacerlo. El fracaso
no sería una opción… lo lograrían.
Yugyeom lanzó
un gruñido y los labios de Jaebum se torcieron en la sonrisa más diabólica que Jackson
había visto en muchos meses.
—Vamos.
Con los brazos
apretados fuertemente alrededor de sus rodillas. Mark estaba sentado sobre el
sucio suelo balanceándose hacia delante y hacia atrás.
Desde que Huitaek
y su compañero lo habían llevado allí, nadie lo había molestado. Tras ordenarle
que no saliera de la tienda bajo ninguna circunstancia, Huitaek le había dicho
que le sirviera de consuelo el hecho de que no lo querían a él.
¿Cómo había
podido equivocarse tanto con Huitaek? Había pensado que era su amigo y, aparte
de Youngjae había sido la única persona en Poitiers en la que había confiado.
¿Consuelo?
¿Creía que lo consolaría saber que los hombres que habían tenido cautivo a Jackson
querían devolverlo a la esclavitud?
¿Qué clase de
consuelo podía darle eso?
Si finalmente
lograban su propósito de capturarlo, preferiría morir. Apoyó la frente sobre
las rodillas. Suicidarse era pecado y, aunque no estaba seguro, probablemente
sólo el contemplar esa posibilidad también lo era.
Sí, ya sabía
que todos los días alguna pareja tenía que aprender a vivir sin el amor de su
marido, pero él no podía imaginarse cómo. Sólo pensarlo hacía que se le cayera
el alma a los pies.
Unos fuertes
gritos se oyeron en la tienda que había junto a la suya. Algo en la voz del
ocupante le resultaba familiar. Era una voz conocida.
—¡Sal de aquí,
hijo del diablo! ¡Mi marido te arrancará la cabeza con sus propias manos!
Junbi. ¿Cómo lo
habían capturado? ¿Significaba eso que también tenían a Yugyeom? ¿Estaría Jackson
con él?
Mark levantó
la lona de la tienda y miró por debajo. La tienda de al lado se encontraba a
menos de un brazo de distancia. Escarbó en la tierra y encontró unas piedras
las guardó en la mano y esperó. Al instante, vio unos pies dirigirse hacia la
tienda de Junbi. Los gritos del joven fueron silenciados con un fuerte golpe.
Se estremeció,
pero mantuvo la boca cerrada. Esperó hasta ver que los pies salían de la tienda
y tras contar hasta veinte, lanzó unas piedrecitas hacia la tienda.
Esperó y tiró
unas más. Después de arrojar la quinta, un borde de la tienda de Junbi se alzó.
—¿Mark?
—Shh. Sí.
¿Está Yugyeom con vos?
—No, cuando me
atraparon Yugyeom estaba recogiendo leña y dándome un momento para entrar en
razón… Habíamos discutido.
—Oh, Junbi, lo
siento —y era cierto. Verse forzado a un matrimonio no deseado no podía ser
fácil.
—Yugyeom no
estaba muy enfadado habría regresado enseguida. ¿Y Jackson?
—No. Él estaba
en el torreón.
Los labios
ensangrentados de Junbi temblaban.
—¿Creéis que
vendrán a buscarnos?
—Por supuesto.
Intentad estar callado hasta entonces —oyó voces aproximándose, le hizo una
señal para que volviera al interior de la tienda, bajó el extremo de la lona y
volvió a sentarse.
Wonpil y Huitaek
entraron con una cuerda.
—Pensamos que
te gustaría presenciar el entretenimiento.
—No. La verdad
es que estoy bien aquí.
Wonpil fue
hacia él y lo levantó del suelo sin ningún tipo de miramiento. Le colocó los
brazos por detrás y le ató las muñecas.
Huitaek se
acercó y le acarició la mejilla.
—Querido, si
desempeñaras el papel de un esposo sumiso y obediente todo te resultaría más
fácil.
—¿Sumiso?
¿Obediente? Vete al…
Lo que fuera
que iba a decir fue interrumpido cuando Wonpil lo amordazó. Huitaek lo agarró
de la camisa y le dijo:
—¿Te había
dicho que tú eras parte del entretenimiento? —rasgó la tela hasta la cintura
dejando su pecho casi completamente al descubierto.
—Es una pena
que Jackson haya venido. Habría disfrutado saboreando tus encantos en su
ausencia —deslizó un dedo sobre su pecho—. Aunque, ¿quién sabe? Tal vez aún
pueda hacerlo.
Mark gritó,
pero la mordaza hizo bien su trabajo.
Wonpil tiró de
la cuerda.
—Si te caes,
le arrastraré.
Se tropezó,
pero logró mantener el equilibrio mientras él lo sacaba de la tienda como si
fuera un animal.
Blandiendo sus
armas, Jackson, Yugyeom y Jaebum entraron en el campamento uno al lado del
otro. Las tiendas formaban un círculo dejando el área del centro vacía.
Jackson se
detuvo en medio de ella de frente a la tienda más grande.
—Aryth, vengo
a por mi esposo.
Jaebum tenía
razón. Ese devorador miedo que había sentido había sido por Mark y, en lugar de
centrar su energía en liberarlo, la había malgastado con una preocupación
inútil.
El amo del
antiguo esclavo de Morigatte salió de su tienda con lo que parecía ser una pata
de carne.
—¿Quién ha
interrumpido mi comida? —miró a los tres hombres y sonrió—. Oh, veo que las
ovejas perdidas han vuelto al redil —se rió con su propia broma—. ¿Es que no os
parece divertido?
—¿Dónde está Mark?
—¿Y Junbi?
—¿Y Jinyoung?
Aryth alzó la
mano y chasqueó los dedos. Los tres jóvenes fueron sacados de tiendas
distintas.
Jackson
mantuvo la cara inmóvil, no expresó ninguna clase de sentimiento y los otros
dos hombres hicieron lo mismo. Conocían bien a Aryth. Encontraría su debilidad
y la emplearía en su contra.
Jackson no
necesitó más que una breve mirada para ver que su esposo no estaba herido. Las
ataduras, la ropa rasgada y la mordaza no eran más que un artificio para
provocar en él una reacción.
Pero no caería
en la trampa.
—¿Qué me
daríais a cambio de las vidas de vuestros esposos?
—¿A cambio? —Jackson
enarcó una ceja—. No habrá intercambio. O nos lo devolvéis u os los quitamos.
Ya maté al último hombre que intentó capturarlo, unos pocos más no importan.
—Ah, me
preguntaba qué le habría pasado al imbécil que envié a Poitiers. No era tan
difícil capturar al joven que te había encantado y que serviría de cebo. Se
merece haber muerto por haber fracasado. Sin embargo, parece que tu libertad te
ha dado sentido del humor —le dirigió una terrible mirada—. Pero yo mismo me encargaré
de quitártelo.
—Mi día
estaría completo si lo intentaras —sabía que el amo de los esclavos jamás
pensaría en atacarlo. Al menos no sin unas cadenas que le sujetaran los
tobillos y unas esposas en sus muñecas. Aryth era un cobarde.
—¿De modo que
los tres pensáis luchar contra todo mi campamento para liberar a vuestras parejas?
Jackson y sus
compañeros asintieron.
El hombre dio
un paso atrás como si hubiera quedado impresionado.
—Tengo catorce
hombres.
—Que sean
dieciséis y que empiece la batalla.
—¿Dieciséis?
Jackson señaló
con la punta de su daga a los dos hombres que había detrás de Mark. Wonpil y Huitaek.
—Con esos dos
ya seríais dieciséis —con mucho agrado les quitaría la vida porque no dudaba
que habían sido ellos los que habían llevado a Mark hasta allí.
Huitaek
palideció y dio un paso atrás.
—No, gracias
yo no lucho mano a mano.
Aryth alzó la
mano y dobló un dedo. Dos de sus hombres agarraron a Huitaek antes de que
pudiera escapar y lo llevaron a rastras hasta tirarlo a los pies del amo. Él le
tiró del pelo y, tras ponerle un cuchillo en la garganta, le dijo:
—Lucha y muere
con valentía o muere como un perro.
—Pero no
puedo… —la voz de Huitaek comenzó a apagarse a medida que el cuchillo se
deslizaba sobre su garganta dejando a su paso un borboteo de sangre.
Aryth soltó al
hombre muerto.
Jackson oyó a
una de las parejas caer al suelo, pero se negó a mirar para poder seguir
centrando su atención en Aryth.
—Bien,
entonces que sean quince —le dijo.
Wonpil corrió
y se arrodilló ante Aryth.
—Mi señor, soy
un hombre libre que os ha servido bien.
—Y me servirás
bien ahora, porque si no lo haces perderás el derecho a tu libertad.
—Estos hombres
me matarán.
—Les has
traicionado no esperaría que hicieran menos —y dirigiéndose a dos de sus
hombres añadió—: Lleváoslo y preparadlo para la lucha… de mañana.
—¿Mañana?
—preguntó Yugyeom.
—Sí. Me has
oído bien. Mañana. Mis hombres necesitan descansar. Podéis pasar la noche con
vuestros esposos o solos no me importa.
—Como conde de
este reino, quiero una tienda, comida y privacidad para mis compañeros y para
mí —le dijo Jackson.
—Por supuesto.
Jamás trataría mal a los hombres del rey… al menos, no aquí. Sin embargo espero
que no os importe que las tiendas estén vigiladas… —se detuvo para a
continuación añadir—: sólo para asegurarnos de que estéis a salvo.
—No. No habrá
guardias. Ya que sabes lo importante que soy para el rey, espero que me trates
como a un invitado.
—Que durmáis
bien —dijo Aryth antes de dirigirse a su propia tienda.
Cuando los
tres hombres fueron a reunirse con sus parejas. Jaebum susurró:
—¿Qué creéis
que está tramando?
—Creo que sabe
que esta noche no vamos a dormir, que estaremos despiertos pensando en la batalla,
preocupándonos por si nos atacan mientras dormimos o… yaciendo con nuestros
esposos —sugirió Jackson.
—No sé
vuestras parejas, pero me temo que la mía me matará antes de que llegue la
mañana —añadió Yugyeom con un suspiro.
Jackson miró a
Mark. Aún no había pasado el tiempo suficiente con Aryth para asustarse de
verdad. La única emoción que surcaba el rostro de su esposo en ese momento era
la furia. Y a juzgar por su mirada, parecía que estaba dirigida únicamente a
él.
Estaba claro
que no sabía que lo peor estaba aún por llegar. Deteniéndose delante de él, lo
miró mientras recogía el extremo de la cuerda que le colgaba por detrás de la
espalda.
Yugyeom hizo
lo mismo con Junbi mientras Jaebum levantaba del suelo a su esposo inconsciente
antes de decirles a sus amigos:
—Como ha dicho
Aryth, que durmáis bien. Hasta mañana —les dijo Jaebum y esperó a que un
guardia les indicara la dirección.
Como si no
estuviera seguro de qué hacer, Yugyeom enarcó las cejas a modo de pregunta. Jackson
se encogió de hombros antes de darle un tirón a la cuerda que tenía en las
manos.
—Vamos, esposo.
El abrió los
ojos de par en par, pero lo siguió hasta la tienda.
OMG
ResponderEliminarEstos que.... En que se van a meter... En que estánentudos!!!
Si hubiera escuchado al suegrito y se llevara a sus hombres no estarían en desventaja