Tuan, Junio
del año 1171
Mark frenó a
su caballo y se detuvo para mirar hacia el valle que tenía debajo. Las verdes
colinas daban paso a la propiedad de su padre. La estructura de madera rodeada
por un muro de piedra había albergado un fuerte romano. Aunque el fuerte no
seguía en pie, la estructura que aún quedaba servía para el mismo propósito:
proteger el valle y a sus habitantes. Por un acto de valentía que no podía
recordar.
Miró a su
marido. Había desenvainado la espada y cabalgaba con el arma en la mano. Los
cinco hombres que había llevado al norte con ellos habían hecho lo mismo. Tras
acercar su caballo al de Jackson, le tocó el brazo.
—No necesitas
la espada.
La mirada que
él le dirigió le cortó la respiración: una expresión de puro odio convirtió su
rostro en una irreconocible y diabólica máscara. Un demonio salido de sus
peores pesadillas había tomado forma dentro de su esposo.
¿Cómo podía
ese mismo hombre mirarle de ese modo tan espantoso? Tiró de las riendas del
caballo y se apartó de él.
Jackson
sacudió la cabeza y parpadeó como si estuviera despertando de un sueño.
—Lo siento.
¿Qué has dicho?
—Nada —casi
con miedo de mirarlo, respiró hondo antes de apartar la mirada del idílico
escenario que se extendía bajo ellos. La máscara ya había desaparecido y sólo
quedaba una inquisidora mirada.
—Me miras como
si temieras que fuera a morderte. ¿Qué has dicho?
¿Habría
malinterpretado esa expresión cargada de odio? ¿El sol le habría cegado
impidiéndole verlo con claridad?
—De verdad,
nada de importancia —dijo mirando hacia otro lado—. Es sólo que me preguntaba
por qué se te ve tan en batalla.
—Hace muchos
años que no vengo a Tuan. No tengo forma de saber qué clase de recibimiento me
espera.
—Estoy seguro
de que mi padre te recibirá con los brazos abiertos.
Él enarcó una
ceja.
—Tu certeza no
tiene más peso que mi instinto. Preferiría estar preparado para lo peor.
—¿Así que
piensas llegar a las puertas de mi padre blandiendo una espada? —aunque su
padre podía recibirlo bien, los hombres que guardaban las puertas se mostrarían
hostiles al ver jinetes armados aproximándose.
—Hasta no
estar seguro de que tú, mis hombres y yo no corremos peligro, sí, llevaré un arma
en la mano.
—Como quieras
—espoleó al caballo para que avanzara y por encima del hombro añadió—: Pero si
te atacan desde los muros no me culpes a mí.
—Mark, para
—le gritó él.
Estaba ansioso
por llegar a su casa pero algo en su tono de voz le hizo detener al caballo en
seco.
—¿Estás
buscando que me maten? —le dijo una vez lo alcanzó.
¿Qué le había
hecho pensar eso?
—Por supuesto
que no. ¿Por qué me preguntas algo así?
—¿Qué harán
los guardias si creen que te estoy siguiendo?
No había
pensado en ello. Los guardias lo protegerían si consideraban que estaba en
peligro. Miró el arma.
—Si tus
hombres y tú enfundarais vuestras armas, los guardias de mi padre no tendrían
motivos para pensar que estoy en peligro.
La miró y no
dijo nada, pero la expresión de sus ojos bastó para decirle que no cedería ante
la propuesta.
Mark no podía
esperar a ver a su padre. No porque existiera un profundo amor entre los dos si
no porque quería que le dijera que era inocente. Estaba absolutamente seguro de
que no había tenido nada que ver en la captura de Jackson pero tal vez si su
marido descubría lo mismo podría dejar de lado el desprecio que sentía hacia su
padre.
Por el
momento, cabalgaría al lado de Jackson como un diligente esposo y no volvería a
mencionar el tema.
Señaló un
pequeño río que corría por detrás de la fortaleza.
—Si nos
quedamos aquí el tiempo suficiente, me gustaría enseñarte las cascadas.
—Espero estar
aquí lo suficiente para que los hombres y los caballos descansen antes de
dirigirnos a Wang.
—Podemos
quedarnos aquí todo el tiempo que quieras.
—¿Estás
hablando en nombre del señor de Tuan?
Mark quiso
gritar. Dijera lo que dijera, todo acababa centrándose en su padre y en el odio
que Jackson sentía hacia él. Tal vez había sido un error ir allí. Cada paso que
la acercaba más a las puertas ensombrecía la actitud de Jackson. De seguir así,
cuando llegaran al salón ya estaría preparado para derramar la sangre de su
padre.
No. Seguro que
no cometería semejante locura. Los guardias de Tuan acabarían con él en el
momento en que se atreviera a amenazar a su señor.
Lo miró
intentando ver al hombre por el que había llegado a sentir algo verdaderamente
profundo y tratando de esquivar la evidente furia que le cubría el rostro.
—Jackson, no
os deseo ningún daño ni a ti ni a mi padre. No tenemos por qué detenernos en Tuan
si no deseas hacerlo.
Intentó
controlarse. Asustar a Mark de antemano no le serviría de mucho.
—Ya estamos
aquí.
—Sí, pero dime
qué plan tienes. ¿Tengo que empezar a temer por tu seguridad? —miró hacia la
fortaleza—. ¿O por la de mi padre?
Una parte de
él quería asegurarle que todo iría bien que era normal que se preocupara por su
padre, pero una fastidiosa voz dentro de su cabeza no dejaba de preguntarse si
era tan culpable como lo era su padre.
Había llegado
a pensar que ése no era el caso, que era inocente ya que le había creído cuando
le había dicho que únicamente había acudido a su padre para pedirle una ayuda
que asegurara el futuro de los dos como matrimonio.
Sin embargo,
ahora ya no estaba tan seguro y quería preguntarle directamente si había tomado
parte en su captura.
Alargó la mano
y sujetó la barbilla de Mark, que se había detenido enfrente de él.
—Te propongo
un trato.
Mark esbozó
una pequeña sonrisa y frotó la mejilla contra la mano de Jackson.
—¿Y qué
propones esta vez?
—Si tu padre
puede jurar su inocencia, yo juro no provocarlo.
—¿Y si no
logra convencerte?
Jackson le
recorrió los labios con los dedos antes de quitarle la mano de la cara.
—Durante un
tiempo lo único que buscaba en su muerte. Ahora ya no, Mark.
—También
pensabas, y le equivocabas, que yo participé en tu captura aquella noche,
¿también deseabas mi muerte?
Consideró la
pregunta antes de responder.
—¿Tu muerte?
Jamás. Para ti tenía otros planes.
—¿Otros planes?
¿Algo peor que la muerte?
Jackson se
maldijo a sí mismo; había hablado demasiado. Con un movimiento brusco, hizo
avanzar a su caballo.
Tras un
instantes oyó los cascos del caballo de Mark tras él.
—Jackson, ¿y
ahora? —le gritó—. ¿Qué planes tienes ahora?
Cuando estuvo
cerca de las puertas, detuvo a su caballo para que pudiera alcanzarlo y le
dijo:
—Date a
conocer.
Mark le lanzó
una mirada que le habría cortado en pedazos de no ser porque llevaba una
armadura, pero le obedeció y saludó a uno de los guardias situados en la torre
de la puerta.
—¿Joven Mark?
—dijo un hombre mayor.
—Así es, Raymond
—al cruzar la puerta le preguntó—: ¿Está mi padre aquí?
—No. No
sabíamos que fuerais a regresar a casa —respondió el hombre con voz
entrecortada mientras descendía por las escaleras—. Él y unos cuantos más han
salido de caza esta mañana. No regresarán hasta mañana por la mañana, mi joven
señor.
Mark desmontó
del caballo y le dio las riendas a un muchacho. Asintió hacia Jackson.
—Raymond, éste
es mi marido, Jackson, el conde de Wang.
Por un momento
Jackson se preguntó si el hombre le reconocería, aunque no era probable ya que
sólo había pasado en Tuan unas horas cuando no era más que un niño.
El guardia se
quedó con la boca abierta y a continuación inclinó la cabeza.
—Milord,
bienvenido a Tuan —se volvió hacia Mark—. ¿No le habéis hablado a vuestro padre
de este matrimonio, verdad?
—¿No era por
eso por lo que me envió a Poitiers?
—Sí, Joven
Mark, pero vuestro padre no ha bendecido esta unión.
La voz del
hombre se había teñido de un tono acusatorio y Jackson desmontó, le entregó las
riendas al mozo de cuadra e hizo amago de agitar la espada antes de meterla en
su funda.
—Dudo que Tuan
se negara a que su hijo hubiera elegido un conde como esposo.
Raymond
retrocedió.
—No, milord no
era mi intención ofenderos.
—No le
importará, Raymond. Jackson y yo ya…
Jackson lo
agarró del codo y comenzó a llevarlo al interior del recinto mientras terminaba
su frase:
—Ya nos
conocíamos.
Una vez en el
patio, se detuvo y miró al hombre.
—Ocúpate de
mis hombres.
—Por supuesto,
milord.
Cuando el
guardia se retiró y ellos siguieron avanzando, Mark se apartó de él y le dijo:
—No había
necesidad de ser tan prepotente con Raymond.
—¿Prepotente?
Simplemente le he dado una orden.
—Lo has
intimidado a propósito.
—Por supuesto
que lo he hecho. Pretendía reprender a mi esposo y tenía que saber que yo no
iba a permitírselo.
Cuando hizo
intención de abrazarlo, se apartó a un lado.
—¿Por qué no
querías que supiera que ya estábamos casados?
Jackson se detuvo
y miró tras ellos.
—¿Qué están
haciendo? —cuando Mark se detuvo para mirar, él aprovechó para tomarle la
mano—. Así mejor.
Incapaz de
liberarse, le ordenó:
—Suéltame.
Él le besó la
mano.
—Nunca.
Bastante
nervioso, suspiró antes de volver a preguntar:
—¿Por qué no
querías que Raymond supiera la verdad?
Tras llevarle
más a su lado, admitió:
—Porque quiero
ver la cara de tu padre cuando se entere de que no estoy muerto.
—Has dicho que
no lo provocarías.
—Y no romperé
la palabra que te he dado pero podré saber más de su expresión inicial que de
algún discurso que se prepare con tiempo.
Mark se quedó
en silencio, pero sus mejillas sonrojadas le dijeron lo suficiente.
—Mark, no
trames contárselo antes de que lo haga yo.
El color de
sus mejillas se intensificó.
—Sé que
demostrará su inocencia, así que no hay necesidad.
La certeza con
que le dijo esas palabras le hizo sentirse culpable, ya que él le había hecho
ese juramento sabiendo perfectamente que Tuan era culpable.
—¿Cuántos
hombres custodian Tuan?
—¿Estás pensando
en atacar?
—¿Atacar? —si
deseara atacar Tuan ya lo habría hecho—. No. Lo que quiero es cambiar de
conversación.
—Aquí residen
seis hombres y hay otros catorce que se dividen entre sus obligaciones aquí y
en su casa.
—¿Así que sólo
trece hombres custodian Tuan en todo momento?
—Así es. Antes
había muchos más, pero mi padre consideró que no necesitaba tantos.
Jackson
estudió el lugar, que se veía desprotegido en el espacio abierto. El muro de
piedra y argamasa estaba pobremente construido y probablemente lo habían
levantado los que residían allí en lugar de un picapedrero profesional de modo
que una única descarga de una catapulta derrumbaría la estructura. Miró al otro
lado del patio: construcciones alzadas al azar, establos, un pozo, una cocina y
una pequeña forja. Supuso que el área de tierra batida que había en el centro
del patio era la zona de prácticas de los hombres.
El otro lado
del patio daba cabida a seis cabañas y alrededor de cada una había tierras
plantadas con verduras. Una mujer corría gritando y sacudiendo su delantal
hacia los tres cerdos que hozaban en los jardines.
—¿Quién diseñó
la distribución?
—Aquí no se ha
diseñado ninguna distribución.
Eso ya se lo
había imaginado él.
—¿Cómo es que
tu padre lleva tanto tiempo en posesión de Tuan?
—Creo que como
nunca nos atacan y pagamos nuestros impuestos oportunamente deben de haberse
olvidado de nosotros. Tuan no está cerca de ningún puerto ni de ninguna calzada
principal y no hay ninguna zona de importancia.
Eso explicaba
que necesitaran tan pocos hombres.
—¿Nunca os han
atacado?
—No que yo
recuerde.
—¿De qué se
mantiene Tuan?
—De ovejas.
Jackson miró a
su alrededor.
—¿Ovejas?
—No están
aquí. La aldea está al otro lado del arroyo. Te la enseñaré más tarde.
Se detuvieron
delante de los escalones que llevaban al montículo de tierra sobre el que
estaba construido el torreón de madera de tres plantas.
—Una flecha en
llamas bien lanzada destruiría Tuan.
—A pesar de
las apariencias el muro fue levantado con cuidado. No sé desde dónde puedes
lanzar una flecha, pero ni nuestro hombre más fuerte podría dar en el torreón
desde el otro lado del muro. Ni siquiera con una ballesta.
—Algo en
llamas lanzado con una catapulta lo haría.
—¿Y cómo
traerían la catapulta hasta aquí?
Jackson se
detuvo. El camino que conducía a Tuan era empinado, y por lo que recordaba,
también lo eran todas las colinas que rodeaban el valle. Un enemigo tendría que
construir un arma de guerra justo fuera de los muros a vista de todos los
guardias y, a simple vista, Tuan merecía que nadie se tomara tanto esfuerzo.
—Tu padre no
es el ingenuo que aparenta ser.
—No. No lo es.
—Enséñame tu
casa.
Mark apoyó la
cabeza en su hombro.
—Preferiría
enseñarte las cascadas.
—Aún es
temprano, ¿acaso hay razón para que no podamos hacer las dos cosas?
Las alargadas
sombras que rodeaban el arroyo indicaban la caída de la noche; enseñarle Tuan a
Jackson le había llevado más tiempo del que pensaba.
Le tiró de la
mano para llevarlo hasta el camino que los conduciría a las cascadas.
—Ven, vamos a
darnos prisa ahora que aún queda luz.
Dejó que lo
guiara por el embarcadero hasta las rocas planas que bordeaban el agua.
Ninguna de las
muchas cascadas que bordeaban el río eran inmensas, pero aquélla era la más
grande que había junto a Tuan y tras ella se encontraba una cueva. Mark sabía
que si se apresuraban, podría mostrarle una bella vista de la puesta de sol
tras una cortina de agua.
—¿Adónde
vamos?
Sintiéndose
diez años más joven, le preguntó:
—¿Es que no
confías en mí?
—Eso depende
—miró hacia la cascada—. Si lo que pretendes es ahogarme, puede que lo
consigas.
—No. Hay una
cueva detrás del agua. Tal vez nos mojemos pero juro no ahogarle.
Cuando
llegaron a la pared de la roca, le soltó la mano y añadió:
—Levanta la
cabeza.
Pegó la
espalda a la roca y fue arrastrando los pies a lo largo de un tronco hasta
entrar en una abertura que había tras el agua.
Jackson lo
siguió y al ignorar la orden que le había dado y bajar la cabeza, acabó
empapado. Rápidamente volvió a alzar la cabeza y se sacudió el agua del pelo.
Se adentró en
la boca de la roca donde fue recibido por la sonrisa de Mark.
—Ya te dije
que no bajaras la cabeza.
—Pero me
podrías haber dicho el porqué —volvió a sacudir la cabeza, se soltó el cinturón
donde llevaba la espada y se quitó la empapada túnica, que también tiró a suelo
de la cueva.
Mark casi se
atragantó de la risa.
—Así que te
parece divertido, ¿eh? —le dijo mientras caminaba hacia él. Cuando lo acorraló
contra la húmeda pared de la cueva, lo miró y le preguntó—: ¿Aún te parece
divertido?
Lo rodeó por
el cuello y mientras jugueteaba con su pelo, le susurró:
—No, milord,
en absoluto me parece divertido.
Él le abrazó
con fuerza.
—Te deseo.
Ese
desesperado anhelo evidente en su tono de voz despertó la pasión que ardía
dentro de él.
—Como yo te
deseo a ti.
Bajó las manos
y tiró de los cordones que sujetaban sus calzones a la vez que él lo desvestía.
—¿Tienes otro traje?
—Sí, pero…
—cerró los ojos al oír el sonido de la tela rasgándose—. Era uno de mis
favoritos.
—Te compraré
otro para que sea tu favorito.
—Teniendo en
cuenta tu falta de cuidado, tendrás que comprarme dos.
No había hecho
más que girarse hacia él cuando enseguida lo llevó a sus brazos y lo besó.
Ese beso no
tuvo nada de tierno fue el reflejo de un desesperado deseo que amenazaba con
dejarlo sin aliento. Sin preámbulos lo levantó en sus brazos antes de tenderlo
junto a él sobre el suelo de la cueva.
La humedad y
frialdad de la roca que tenía debajo fue una momentánea molestia, que olvidó en
el instante en que Jackson se arrodilló entre sus piernas.
Bañados por
los rojos, naranjas y oros del crepúsculo la contempló con una expresión de
asombro y desconcierto. Mark le acarició la cara y supo que, a pesar de todo,
amaba a ese hombre y que en ese mismo momento lo único que quería era compartir
ese amor del único modo que sabía.
—Jackson amor
mío, te deseo.
Sin dejar de
mirarlo, él se inclinó hacia delante y se adentró en su cuerpo con un único y
fluido movimiento. Cerró los ojos y gimió cuando un estallido de candente deseo
inundó sus sentidos. Unió los tobillos alrededor de su cintura y se alzó para
unirse más a él.
La delicadeza
y la ternura no tuvieron cabida en aquella ocasión. Ambos se entregaron con
frenesí hasta que las estrellas que brillaban tras sus párpados tomaron los
colores de la puesta de sol.
Jackson se
dejó caer encima y, tras recuperar la respiración, se apoyó en los codos y le
tomó la cara entre sus llanos. Después le susurró:
—Si esto es
amor, entonces quiero más.
Mark sonrió.
—Tendrás todo
lo que desees, milord.
Oh por Dios!!!
ResponderEliminarMilord que carajos estas haciendo!!!????? 😮 🤔 😒
Vas a lastimarlo..... 😭 😭 😭