—¡Arrojadlo por la bor...!
Donghae lo enmudeció momentáneamente
clavándole un codo en las costillas. La furia centelleante que le brillaba en
los ojos confundió a su hermano por un momento más. Y Hae estaba furioso de
verdad, no sólo con él, sino también con Hyukjae. ¡Condenados idiotas!
¿Cómo se
atrevían a ignorar por completo su voluntad, como si no fuera el futuro de él
el que allí se jugaba?
—¡Basta ya, Kim Hyukjae! —gritó hacia
abajo, en el momento en que otro marinero salía despedido por los aires.
—¡Baja de ahí, Donnie!
—¡No puedo! —repuso Donghae. Quería agregar
“Todavía no”, pero él no le dio tiempo.
—¡Lo que no puedes hacer es abandonarme!