Mio -Capítulo 18




Hyukjae gruñó y el sonido que salió de sus labios transmitió una sensación entre el placer y el tormento. Puso la mano sobre la suya.

—Móntame, cariño.

Se quitó los calzoncillos que acababa de estrenar pero que ya eran sus favoritos y los tiró al suelo. Donghae levantó la cabeza para mirarlo a los ojos mientras él lo rodeaba con los brazos y lo tumbaba sobre su cuerpo.

—¿Estás seguro?

Lo que más quería en el mundo en ese momento era meterse ese falo y contemplarle gozar bajo su peso, pero le angustiaba mucho hacerle revivir otro mal recuerdo.

—Sí. Quiero ver cómo cabalgas sobre mí. Quiero contemplar tu rostro cuando te corras por mi verga —respondió con determinación y necesidad.

Le montó a horcajadas, pero se detuvo vacilante con el corazón a cien por hora. ¿Podría Hyukjae hacerlo así? No era necesario.

—No tienes que demostrarme nada. No tenemos que hacerlo.

—Métetela, cariño. Necesito follarte. Te necesito —bufó con una voz ronca plagada de deseo. «Te necesito».


Bastaron esas dos palabras para que Donghae levantara las caderas, le cogiera el falo empalmado y colocara la punta en la abertura de su cavidad. Entonces le invadió una tremenda necesidad de que lo penetrara, un deseo visceral de sentirlo dentro, lo más dentro que pudiera. Apoyó las manos en su pecho y empezó a subir y bajar para metérsela poco a poco. Bajó todo lo que pudo metiéndosela casi por completo y volvió a elevar las caderas para tratar de llegar hasta el fondo.

Sus manos lo agarraron de las caderas para que descendieran justo en el momento en que él elevaba las suyas, de modo que sus cuerpos chocaron y, por fin, lo penetró hasta el final, llenándolo por completo. Siguió sujetándole de las caderas para estirar y abrir su cavidad mientras sus cuerpos permanecían ensartados con la verga metida hasta el fondo.

—¡Dios mío! ¡Me muero de placer! ¡Lo tienes tan estrechito y caliente! ¡Qué ganas tenía de estar dentro de ti! —exclamó con desenfreno y pasión.

Lo observó con atención, buscando cualquier señal de que la postura lo estaba incomodando, pero lo único que vio en su rostro fue placer. Sus ojos se clavaron en los de él atrapando su mirada. Hyukjae guiaba sus caricias con las manos mientras elevaba las caderas embistiéndolo con fuerza.

Mientras se miraban a los ojos Donghae derramó una lágrima al darse cuenta de que no había temor alguno en su rostro y de que reconocía perfectamente a su amante.

—Solo tú, Donghae. Tú siempre has sido el único —le dijo mientras su pecho se hinchaba y deshinchaba—. Estás precioso. No te cortes. Cabalga sobre mí. Córrete para mí.

Donghae cerró los ojos mientras Hyukjae lo empalaba, sujetándolo de las caderas con sus robustas manos. Echó la cabeza hacia atrás para dejarse llevar por las fricciones de su falo, por las embestidas furiosas de sus caderas y por la sensación de que lo hacía suyo una y otra vez. Sus pechos rebotaban con cada una de sus arremetidas y Donghae se los sujetó con las manos y empezó a pellizcarlos con delicadeza.

—Sí, haz todo lo que quieras, cariño. Todo lo que necesites —jadeó dándole con más ímpetu y metiéndosela aún más.

Cuando Hyukjae lo agarró con más fuerza y sus manos se volvieron más exigentes, Donghae empezó a acariciarse su miebro. Lo cabalgó con frenesí, apretando su cuerpo contra el de él y metiéndosela tan al fondo que sintió escalofríos.

Volvió a echar la cabeza hacia atrás y explotó derramandose en el pecho de Hyukjae: los músculos de las paredes de su cavidad se tensaron y destensaron varias veces, exprimiendo el miembro que lo invadía. Mientras se estremecía, Donghae sintió que el cuerpo de Hyukjae se tensaba bajo su peso.

En el momento en que se corrió sus miradas se cruzaron y Donghae se quedó observando a ese ser salvaje y perfecto. Estaba tremendo. Jamás había oído un sonido más bello que el gemido que salió de la garganta de Hyukjae.

Una explosión de fluidos cálidos le llenó y los dos se desplomaron. Donghae notaba cómo temblaba Hyukjae bajo su cuerpo, que le cubría como una manta.

—Te quiero —masculló suspirando sobre su pecho.

Hyukjae lo rodeó con los brazos y lo apretó contra su cuerpo. Estaban sudados y exhaustos, pero se sentía completo y dichoso. Después de un rato logró normalizar la respiración y apaciguar su acelerado corazón y se separó del cuerpo de Hyukjae para tumbarse a su lado, pero no le dejó: le dedicó un gruñido y volvió a colocarlo encima de él.

—Quieto.

Debería cabrearse porque le hubiera dado una orden como quien se la da a un perro, pero lo había dicho con tal anhelo que, en lugar de enfadarse, sonrió. Además, estaba tan satisfecho que apenas se podía mover.

Acurrucó la cabeza en su hombro y se dijo que, en cuanto recobrara la energía, se apartaría, porque, de lo contrario, acabaría aplastando al pobre hombre.

Hyukjae comenzó a respirar de forma más pausada y regular y, a pesar de que siguió abrazándolo, se le relajaron los músculos.

«Se ha dormido. Acabamos de acostarnos en la postura que lo tenía traumatizado y se ha quedado dormido conmigo tumbado encima».

Le dio un vuelco el corazón y sintió un dolor profundo que le cruzaba el cuerpo entero. Se fiaba tanto de él que podía estar totalmente relajado en la postura en la que más vulnerable se consideraba. Giró la cabeza para darle un beso ligero mientras era consciente de que el amor que sentía por ese hombre desbordaba su pecho.

Un hombre para el que sus necesidades eran lo primero. Un hombre que confiaba en él.

Un hombre que haría cualquier cosa para complacerlo. Un hombre del que estaba enamorado. Siempre valoraría su confianza por encima de todas las cosas y trataría de cultivarla como algo precioso. Pues lo era.

El agotamiento le cerró los ojos y le relajó el cuerpo. «Quítate de encima, de verdad. Así no podréis dormir».

Su respiración se fue haciendo más profunda hasta que imitó el ritmo de la del hombre que tenía tumbado debajo.

A la mañana siguiente se levantaron en la misma postura. Descansados y a gusto.



Hyukjae se paseaba por el patio del lujoso complejo turístico con el ceño fruncido. ¿Estaba a punto de cometer un grave error? ¿Y si le decía que no? Las últimas seis semanas habían sido los días más felices de su vida. ¿De verdad estaba dispuesto a arruinarlo todo?

Se quedó contemplando el agua mientras suspiraba satisfecho reviviendo algunos de esos bellos recuerdos.

«No quiero meter la pata, pero lo necesito. Quiero que sea mío».

La necesidad de apoderarse de él, de demostrarle al mundo que era suyo, le superaba.

Miró a la puerta de la suite y sintió un escalofrío. ¡Joder! ¿Por qué le costaba tanto esto? Donghae y él lo compartían todo. No había un rincón de su corazón o de su alma que él no conociera.

Le vibró el móvil en el bolsillo de la chaqueta. Llevaba traje y corbata aunque no estaba en la oficina. Habían ido a Japón, ni más ni menos que a Disney, para hacer realidad uno de los sueños de Donghae.

Llevaba en la mano el último corazón de cartón que le quedaba y apretó el puño hasta que prácticamente se quedó sin circulación y la palma se le puso blanca.

Aún le restaba un deseo. El otro lo había gastado para convencerlo de que hicieran un viaje en las vacaciones de primavera. Un mes antes le había dado el corazón de cartón y le había dicho que deseaba llevarlo al lugar que él eligiera de vacaciones.

Sí, es cierto, pensaba que elegiría París, Londres, incluso África, pero, en lugar de esos destinos, Donghae había mascullado que siempre había querido ir al parque Disney, la propuesta de Donghae había dejado a Hyukjae pasmado.

¡Concedido!

Y la verdad es que se lo habían pasado en grande. Donde más había disfrutado Hyukjae había sido en las atracciones, porque, cuando Donghae se asustaba, se lanzaba a sus brazos gritando y riéndose encantado. Esa era la última noche que pasarían en el complejo y pensaba llevarlo a cenar a uno de los mejores restaurantes. Ojalá tuvieran algo importante que celebrar.

Sacó el móvil del bolsillo y miró la pantalla: «Kim, Kangin».

—¿Qué? —respondió con brusquedad.

—¿Se lo has pedido ya?

A Hyukjae casi le da la risa al percibir cierto nerviosismo en la voz de su hermano. Kangin se comportaba como si aquella respuesta le importara tanto como a Hyukjae.

—No. Se está vistiendo. Vamos a salir a cenar.

—Ya ha pasado una semana. ¿A qué esperas?

—¿Y a ti qué te importa?

En realidad Hyukjae sabía de sobra por qué a Kangin le importaba tanto: si Donghae decía que sí, lo más probable era que Kangin volviera a ver a Park Leeteuk.

—Te hace bien. Lo necesitas. Y no tengo ganas de soportar tus malas pulgas si te dice que no.

No iba a decirle que no. No podía decirle que no. Si lo hiciera, tendría que convencerlo. No aceptaría un no por respuesta.

La puerta de la suite se abrió y Hyukjae perdió todo el interés en la conversación:

—Luego te llamo.

—Pídeselo.

Hyukjae colgó y se guardó el móvil en el bolsillo sin despegar la mirada del imponente joven que esperaba en la puerta de la suite.

«¡Madre mía! Es de ensueño. ¿Me acostumbraré algún día a su belleza?».

Probablemente… no. Daba igual dónde estuviera o qué llevara puesto, en cuanto lo veía, le palpitaba el cuerpo entero.

Esa noche llevaba un elegante traje traje de color negro. A Hyukjae se le cortó la respiración. La suave brisa del océano le arremolinaba algunos mechones negros.

—Estás precioso —le dijo con total sinceridad al llegar a su lado y plantarle un beso en los labios. «Pareces un dios». Es lo que pensaba todos los días. Cada vez que lo veía.

—Gracias. Usted también va muy elegante, señor Kim. ¿Estamos listos? —le preguntó con una sonrisa de felicidad.

«Yo, sí. Estoy listo para desnudarte y ver qué ropa interior llevas puesta. Después te la arrancaré con los dientes y te follaré hasta que pierdas el sentido».

La tenía dura como una piedra, pero eso no era ninguna novedad. Le pasaba todos los días, cada vez que le sonreía. Y también cuando no le sonreía. Y cuando fruncía el ceño. Y cuando discutía. ¡Joder! Su presencia era suficiente para que se empalmara. Y su voz. Y pensar en él. Maldita sea…, con Donghae estaba perdido.

—En un minuto. —Lo guio para que entrara de nuevo en la suntuosa habitación y cerró la puerta a sus espaldas—. Tengo que hablar contigo.

Su sonrisa se desvaneció y a Hyukjae le entraron ganas de darse a sí mismo una patada en el culo.

—¿Pasa algo? —preguntó preocupado.

—No. —Se puso cómodo en un sofá de cuero y cogió a Donghae para que se sentara a su lado—. Tengo que preguntarte una cosa.

«Hazlo de una vez. No le des más vueltas o te volverás loco».

Abrió el puño para mostrarle el último corazón de cartón que le quedaba.

—No lo malgastes pidiéndome sexo porque contigo estoy totalmente entregado—respondió riendo con suavidad.

Metió la mano en el bolsillo y sacó una cajita.

Donghae lo miró a los ojos, después al corazón de cartón y por último a la cajita. La cogió despacio y levantó la tapa.

—Deseo que te cases conmigo —pidió con su aterciopelada voz, vacilando entre la esperanza y el miedo.

—¡Dios mío, Hyukjae! No me lo esperaba. —Con dedos temblorosos sacó de la cajita de terciopelo el gigantesco diamante engarzado en una alianza de platino—. No sé qué decir.

—Di que sí. Por favor.

«Di que sí o me da un síncope». Lo miró perplejo:

—¿Quieres casarte conmigo? Pero si ni siquiera me has dicho que me quieres. Pensaba que no estabas preparado. Me has cogido por sorpresa.

¿Cómo era posible que no se lo esperara? Su corazón, su cuerpo y su alma eran suyos desde hacía una eternidad, o eso le parecía a él.

—Te quiero. Te quiero. Te quiero. —Estaba convencido de que ya se lo había dicho—. Es la verdad. No me puedo creer que no te lo haya dicho antes, pero tú ya lo sabías.

Donghae le sonrió.

—Lo sabía. Lo que no tenía claro es si estabas preparado para decirlo.

—Estoy de sobra preparado. Eres mío y quiero que sea oficial. —Le dedicó una apasionada mirada con el cuerpo entero en tensión—. Debería haberte dicho que te quiero. De ahora en adelante me aseguraré de decírtelo tan a menudo que acabarás harta de oírlo. Mereces que te lo diga todos los días. Quizá no lo haya verbalizado antes porque las palabras no pueden expresar lo que siento por ti. El amor no es suficientemente intenso, no se puede comparar con lo que siento. Sin embargo, me encanta cuando esas palabras salen de tus labios. Debería haberme dado cuenta de que tú también querías escucharlas. —Suspiró—. Eres mi vida, cariño. Sé mío. Sé mío para siempre.

Donghae se abalanzó a sus brazos y Hyukjae lo recibió encantado cerrando los ojos con fuerza, consciente de que su mundo entero se encontraba en ese momento en aquella habitación.

—Mío para siempre —le susurró al oído con incredulidad.

Hyukjae se apartó levemente para mirarlo a los ojos. Estaba llorando, un río inagotable de lágrimas le recorría las mejillas.

—No llores. No me gusta.

—Lo sé, pero son lágrimas de felicidad.

En cualquier caso estaba llorando y Hyukjae no soportaba verlo así. Tomó el anillo de sus dedos temblorosos y le cogió la mano con delicadeza para ponérselo en el dedo anular. El corazón se le aceleró mientras decía:

—Vas a casarte conmigo.

—Tan solo me has hecho una pregunta. —Le dedicó una mirada traviesa—. Aún no he respondido.

—Dime que sí —le advirtió con rudeza—. Dime que te casarás conmigo.

«Responde ya o me dará un ataque al corazón. ¡Dime que sí de una vez!».

Donghae le cogió el puño y se lo abrió para recuperar el corazón de cartón. Entonces, lo partió en pedazos y dejó que los trocitos se desperdigaran por el sofá.

—Deseo concedido.

Hyukjae respiró aliviado mientras el corazón le palpitaba con fuerza.

—¿En serio?

—Sí. Me casaré contigo. Yo también te quiero.

—Cuanto antes —exigió él.

—Ya veremos. Esto sí lo negociaremos

—¡No! —Lo cogió de la mano y besó el anillo que le acababa de poner en el dedo—. Esta vez no cederé ni un milímetro.

Donghae le rodeó el cuello con los brazos y le besó los labios mientras le acariciaba la nuca.

—¿Un poquito?

—No.

Donghae le tiró del pelo y lo abrazó con tal pasión y frenesí que Hyukjae acabó gruñendo y jadeando.

—Un poco sí que puedes ceder… —susurró con voz persuasiva.

Hyukjae gimió mientras Donghae deslizaba la mano por su pecho y la metía por dentro de los  pantalones. 

—¿Me estas seduciendo para que dé mi brazo a torcer? 

—Puede. ¿Funciona? —repuso con su irresistible voz en plan «fóllame». 

—¡Ya te digo! —exclamó abrazándolo—. Vale. Llegaremos a un acuerdo, pero ahora no. 

Hyukjae se puso de pie levantándolo también a él. 

Estaba entregado.

—Ahora no —accedió—. Después. 

Lo cogió de la corbata y tiró de él, que lo siguió encantado hacia el dormitorio. Quizá estar entregado no era tan malo. 

Obviamente, no llegaron al restaurante, sino que varias horas después pidieron servicio de habitaciones. Antes de celebrar su compromiso con una cena en la suite Hyukjae se dio cuenta de que ceder no siempre era un error y que estar entregado podía ser algo muy muy bueno.




3 comentarios:

  1. Mi eeacción en otro momento habría sido...*agarrenme que lo mato*...pero Junsu ya se encargo de eso...lo dejo así.
    Oh Hyukjae...comprensible su falta de confianza,cómo confiar cuando tu amigo es quien te traiciona...por supuesto no iba a decir más de lo que paso.
    Aaaawwwww...para no fallarle,compro de todo...Hyuk muy bien...así no hay riesgo de rechazo,aunque a Hae una tarjeta le hubiera bastado,la satisfacción de Hyuk de complacer a Hae y Hae al aceptar las cosas de Hyuk...vale más.
    Oooooohhhhhhhh
    Yo pago la boda traigan cerveza,vino lo que sea,hay que celebrar.
    Por cierto...no hay livestream de esa celebración privada....*cejas*
    *0*

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  2. Asdfghkkhhhgfsa
    Que emoción!!!!!!
    A pesar de todo dejo sus miedos por el amor...y bueno, las hormonas (?)
    Ahhhhhhh
    Abra boda!!!!
    Ahhhhhh
    Bodaaaaaaa!!!!
    Oh si!!!!

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  3. matrimonio y mortaja del cielo baja si monito dueño de pecesito

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...