Luna Negra (DH10)-10



Hyungsik luchó cuando Juhak arrancó el cuerpo de Yewoon de sus brazos. No quería dejarla ir, pero con el collar puesto, era virtualmente un humano sin poderes y sin la fuerza necesaria para hacer algo más que maldecirlos.

Heejun le agarró y con ayuda de los bastardos de sus colegas pudo tirar a Hyungsik al suelo y atarle las manos a la espalda. Intentó usar de nuevo sus poderes, pero el collar lo evitó y en forma humana no era ni de lejos tan fuerte como en forma de lobo.

Kevin estaba en el suelo a poca distancia de él, también atado.

Dongjoon se abrió camino a empujones a través del gentío que los rodeaba, su cara tenía expresión de asco cuando miró a Juhak.

—¿Puedo hablar a su favor?

Juhak contestó a su pregunta con un cruel golpe de revés. Dongjoon se tambaleó por el golpe, el labio y la nariz le sangraban abunSiwanmente.

—Sólo si quieres unirte a su castigo.

La rabia pura que reflejaban los ojos de Dongjoon era abrasadora, encontró la mirada fija de Hyungsik y el pesar y la pena que había en ella cogió a Hyungsik por sorpresa. ¿Por qué mierda tendría que importarle un carajo si algo les pasaba?

Limpiándose la boca con la mano, Dongjoon retrocedió gradualmente y apartó la mirada.

—¿Señor? —esta vez fue Liam quien dio un paso adelante.

Juhak le lanzó una mirada furiosa y él se retiró.

—¿Hay algún otro bastardo que quiera morir con ellos? —Juhak echó a todos una mirada rabiosa.

Hyungsik no esperaba que nadie saliera en su defensa y no le desilusionaron.

Incluso Heejin inclinó la cabeza y se retiró. Eso en cuanto a querer aparearse con él. Bruja cobarde.

Juhak bajó el cuerpo de Yewoon mientras Heejun y George los ponían de pie.

—Como Regis de este clan, proclamo a Kevin y Hyungsik traidores a nuestro pueblo. Kevin ayudó a un Dark-Hunter a proteger a un humano —escupió la palabra como si fuera la cosa más repugnante que se podía imaginar.

Hubo una inspiración bien definida cuando esas palabras fueron dichas.

Hyungsik se volvió hacia Heejin quien rehusó aceptar su fija mirada. Sus mejillas eran de un rojo intenso. Su propia cólera creció al comprender que ella le había traicionado. ¿Por qué le habría contado alguna vez eso?

Maldita sea, debería haber tenido mejor criterio.

¿Cuándo aprendería que las personas y los animales sólo traicionaban? Nadie había sido nunca tan leal a él como él a ellos.

Juhak los señaló.

—Los dos han combatido contra los Daimons para ayudar a los Dark-Hunters y a los dos se les ha visto conspirando con esos que cazan y matan a nuestros primos, los Daimons. Como venganza por su acción los Daimons han atacado nuestro pueblo y han amenazado la existencia de todos nosotros —gesticuló hacia sus pies donde yacía el cuerpo sin vida de Yewoon —. Mi hija está muerta por su culpa.

La hipocresía de esa declaración encendió la ira de Hyungsik.

—¿Hija? Nunca antes la has reclamado como tal. ¡No hicimos nada malo! Los Dark-Hunters intentaron protegernos mientras tú corrías.

—¡Silencio! —Juhak hizo un movimiento con la mano y apareció una mordaza sobre la boca de Hyungsik—. Como líder y protector de nuestro clan, os ordeno a todos una timoria.

Juhak desgarró la parte trasera de la camisa de Hyungsik mientras George rasgó la de Kevin.

Hyungsik encontró la mirada de su hermano.

“Lo siento tanto, Kevin” le dijo mentalmente.

Kevin se esforzó por ofrecerle una sonrisa abierta.

“Saldremos de esta. No te preocupes”.

Hyungsik quería compartir su optimismo, pero sabía la verdad.

Ambos iban a morir esta noche.



Dongjoon se hizo a un lado cuando sus hermanos fueron atados a un árbol y golpeados.

Coléricos y amargos recuerdos le desgarraron cuando recordó al pueblo de su madre haciéndole lo mismo, aunque en su caso había sido su madre quien encargó su timoria.

El motivo para eso había sido equivalente a éste, no porque amenazaran al clan, no porque hubieran hecho algo incorrecto.

Fue simplemente por el hecho de haber nacido de padres que los odiaban.

La culpabilidad le carcomía por dentro, quería detener esto, protegerlos, pero… ¿cómo podría hacerlo?

La manada se volvería también en su contra y mientras él y Liam habían intentado hablar en defensa de ellos, nadie hablaría en la suya. Estaría como antes, le atacarían y dejarían para morir.

Si tuviera suerte…

Así que dio un paso atrás, su pasividad le hacía tan culpable de esto como de los demas en contra de sus hermanos.

Al menos esta vez no eres tú.

La excusa de un cobarde. Dongjoon quería ser mejor, ser tan valiente como ellos, ponerse a su lado y aguantar con ellos lo que viniera.

Pero no lo era, el miedo superó su valor y dio un paso atrás aunque supiera que debía hacer algo. Intentó descargar la conciencia diciéndose que tampoco le habrían defendido.

Quizás fuera cierto.

Hyungsik le odiaba, lo sabía. Desde el día en que Dongjoon se había unido al clan, no se habían entendido nunca, eran demasiado parecidos.

Y eso hacía esto aún más duro. Él se vio reflejado en los ojos de Hyungsik, el dolor… la traición… el odio brutal.

Pero sobre todo vio la injusticia.

—Esto es ridículo —gruñó Liam a su lado—. Deberíamos hacer algo.

—¿Algo como qué?

Liam apartó la mirada con el labio fruncido.

—No nos irá bien una vez que no estén. Heejun estará al cargo ahora, es indiscutible.

—Entonces desafía a Juhak.

Liam bufó.

—No soy lo suficientemente fuerte.

Y Dongjoon tampoco lo era, aunque podría luchar con Juhak con pura fuerza animal, no era contrincante para la magia de su padre porque le habían echado del clan de su madre poco después de la pubertad y nadie le había enseñado la forma de controlar sus poderes. Oh, si… podía cambiar de forma, viajar a través del tiempo y el espacio, pero eso era todo. E incluso algunas de estas cosas no siempre podía controlarlas bien.

Dongjoon se estremeció cuando desataron a Hyungsik y Kevin, sus cuerpos estaban destrozados por los látigos con púas hasta el extremo de darle náuseas.

Cayeron sobre sus rodillas, jadeando y sangrando. Su estómago se revolvió ante la visión. Estar atrapado en forma humana y no poder cambiar a lobo era una tortura en sí mismo, pero estar herido y mantener esa forma…

Él sólo podía imaginar lo atroz que sería su dolor.

Y aún así continuaban juntos, no se enfrentaban uno al otro culpándose de lo que les ocurría.

Eso era lo que envidiaba Dongjoon, una unión pura y cariñosa que nunca había experimentado o comprendido.

Kevin y Hyungsik eran hermanos.

Hasta el final.

Con mano temblorosa, Kevin intentó alcanzar a Hyungsik quien yacía inmóvil, su cara estaba deformada por la angustia.

—¿Hyungsik?

El tormento y el miedo que había en esa débil llamada trajeron lágrimas a los ojos de Dongjoon.

Hyungsik cerró su mano alrededor de la de Kevin.

El alivio en la cara de Kevin fue intenso y de breve duración ya que Heejun y George los pusieron de pie y volvieron a atarles las manos a la espalda.

No había piedad o remordimiento en la cara de Juhak.

—Llévalos al pantano y déjaselos a los caimanes.

Esas brutales palabras dejaron claro a Dongjoon que había estado en lo correcto al decidir no decirle nunca a su padre que él era su hijo. Tal carencia de misericordia y de amor…

Su madre había tenía razón, Juhak era un auténtico animal, pero ella era igual que él. El instinto maternal había pasado de largo con tanta rapidez que no había dejado ni una marca sobre su intolerante corazón.

Dongjoon iba a irse cuando oyó un susurró traído por el viento y vio a Juhak hablando a Heejun al oído.

—Cuélgalos de un árbol, conjura a los Daimons para rematarles y diles que se tomen tiempo con ellos. Quiero que sufran.

Heejun dobló su cabeza con sumisión mientras la cólera rompía a través de Dongjoon.

Y en ese momento, Dongjoon supo lo que tenía que hacer…



Hyungsik echó la cabeza hacia atrás mientras todo su cuerpo latía y ardía, colgado de la rama de un árbol por una delgada cuerda que le cortaba profundamente las muñecas, enviando ríos de sangre por sus antebrazos. La sangre goteaba directamente desde sus codos hasta la turbia agua y aunque no tendría que haber escuchado el sonido de la misma, juró que lo hacía.

Una y otra vez, vio en su mente los acontecimientos que los habían llevado hasta allí y se sintió completamente como la mierda.

—Lo siento tanto, Kevin. Juro que no era mi intención matarnos así.

Kevin gruñó cuando volvió a caer al tratar de alzarse. Hyungsik podía decir que le dolían los brazos por la tensión de levantar noventa kilos de puro músculo solo con los huesos de sus muñecas.

Hyungsik inspiró profundamente, tratando de ignorar el fuerte dolor de sus muñecas mientras latían y ardían.

—No te preocupes, Hyungsik. Nos sacaré de ésta.

Hyungsik le escuchó, pero realmente no registró las palabras. Se sentía demasiado mal por la situación. Había sido su culpa. La muerte de Yewoon, su captura. Debería haber sabido que su padre lanzaría algún tipo de mierda.

¿Por qué no lo había visto venir?

Podría haber luchado con más fiereza. Tendría que haber luchado con más fiereza. ¿Cómo pudo dejar que saltaran sobre él tan fácilmente?

Ahora iba a provocar también la muerte de Kevin…

¿Cuándo aprendería?



Kevin tensó la cuerda afilada que ataba sus manos juntas por encima de su cabeza, atado a la delgada rama de un viejo ciprés mientras colgaba precariamente sobre la parte más oscura, más sucia, del agua del pantano que había visto nunca. No sabía que era peor, la idea de perder las manos, su vida o caer en ese asqueroso y lodoso hueco infestado de caimanes.

Aunque, sinceramente, estaría muerto antes de tocarlo solo por el hedor. Incluso en la oscuridad del bayou de Louisiana, podía ver lo asqueroso y podrido que era.

Había algo seriamente mal en alguien que quisiera vivir aquí en el pantano. Finalmente tenía la confirmación de que el Dark-Hunter, Kyuhyun de los Morrigantes, era un idiota de primera clase.

Hyungsik estaba atado a una rama igual de fina en el lado contrario del árbol donde les habían dejado colgados sorprendentemente en medio del gas del pantano, las serpientes, insectos y caimanes.

Con cada movimiento que Kevin hacía, la cuerda cortaba la carne de sus muñecas. Si no conseguía soltarse pronto, esa cuerda cortaría de un lado al otro a través de los tendones y huesos, y cercenaría sus manos.

Sería el último error que cometería alguna vez su padre.

Al menos lo sería si Kevin pudiera sacar sus culos de ese condenado pantano sin ser comidos.

Ambos estaban en su forma humana, y atrapados por los finos collares plateados de metriazo, que llevaban alrededor del cuello y enviaban impulsos eléctricos. Estos los mantenían en su forma humana. Algo que su padre creyó les debilitaría.

Era cierto en el caso de Hyungsik.

En el de Kevin, no.

Aun así, los collares amortiguaban su habilidad para esgrimir la magia y manipular las leyes de la naturaleza. Y eso realmente le cabreaba mucho.

Como Hyungsik, Kevin estaba vestido sólo con un par de vaqueros ensangrentados. Por supuesto, nadie esperaba que vivieran. Los collares no podían ser quitados salvo con magia, la cual tampoco podían utilizar mientras los llevaran puestos y aunque por algún milagro se descolgaran del árbol, había ya un numeroso grupo de caimanes que podían oler su sangre. Caimanes que simplemente estaban esperando que cayeran al pantano y hacer de ellos una sabrosa comida lobuna.

—Hombre —dijo Hyungsik irritado—. Dongjoon tenía razón. Nunca deberías confiar en algo que sangra durante cinco días y no se muere. Tendría que haberte escuchado. Me dijiste que Heejin era una perra, ¿pero te escuche? No. Y ahora míranos. Juro que si salgo de esta, voy a matarla.

—¡Hyungsik! —chasqueó cuando su hermano siguió maldiciendo mientras Kevin trataba de manejar algunos poderes incluso a través de los dolorosos golpes de corriente en su cuello —. Deja el festival de culpa y déjame concentrarme aquí, de lo contrarío vamos a estar colgados de este maldito árbol durante una eternidad.

Hyungsik gruñó mientras también intentaba alzarse, pero tenía incluso menos éxito que Kevin. Por alguna razón simplemente no podía conseguir subirse mucho más.

Malditos por esto. Miró a su hermano y suspiró.

—Bien, no eternamente. Creo que sólo tenemos cerca de media hora antes de que las cuerdas cercenen nuestras muñecas. Hablando de mis muñecas, realmente me duelen. ¿Qué tal las tuyas?

Hyungsik hizo una pausa mientras Kevin inhalaba profundamente y sintió el diminuto movimiento de la cuerda que descendió aflojada.

También escuchó el crujido de la rama.

A Hyungsik le entró el pánico ante el sonido del crujido y la imagen del caimán que esperaba para tragarlos enteros. Incapaz de ocuparse de ello, reaccionó del único modo que podía. Con palabras.

—Juro que nunca voy a decirte que me muerdas el culo. La próxima vez que me digas algo, voy a escucharte, sobre todo si es sobre una hembra.

Kevin gruñó.

—Entonces, ¿podrías empezar a escucharme cuando te digo que te calles?

—Guardo silencio. Solo odio ser humano. Esto absorbe. ¿Cómo lo soportas?

—¡Hyungsik!

—¿Qué?

Kevin puso los ojos en blanco. Era inútil. Siempre que su hermano estaba en su forma humana, la única parte de su cuerpo que hacía algo de ejercicio era su boca. ¿Por qué su jauría no había amordazo a Hyungsik antes de colgarles?

—¿Sabes?, si estuviéramos en forma de lobo sólo tendríamos que roer nuestras patas. Claro que si estuviéramos en forma de lobo, las cuerdas no nos sujetarían, entonces…

—Cállate —lo regañó Kevin de nuevo.

Hyungsik hizo una mueca mientras seguía intentándolo y levantando las piernas, pero era inútil. Todo su cuerpo estaba entumecido y no podía soportar las agudas y dolorosas puñaladas que provocaba la falta de circulación.

—¿La sensibilidad vuelve alguna vez después de que las manos se entumezcan así? Esto no ocurre cuando somos lobos. ¿Les ocurre a menudo a los humanos?

Kevin cerró los ojos asqueado. Así que de esta manera iba a acabar su vida. No en una gloriosa batalla contra un enemigo o su padre. Ni tranquilamente en su sueño.

No, lo último que escucharía sería a Hyungsik jodiendo.

En sentido figurado.

Inclinó la cabeza de modo que pudiera ver a su hermano a través de la oscuridad.

—Sabes, Hyungsik, por un minuto vamos a echar la culpa. Estoy harto de estar aquí colgado por tu maldita bocaza que se decidió a explicar a su último juguete masticable como protegí al compañero de un Dark-Hunter. Muchas gracias por no saber cuándo demonios cerrarla.

—Sí, bien, ¿cómo podía saber que Heejin correría a Juhak y le contaría que estabas con Sungmin y que él pensaría que por eso los Daimons nos atacaron? Perra de dos caras. Heejin dijo que quería emparejarse conmigo.

—Todas las parejas quieren emparejarse contigo, estúpido, es la naturaleza de nuestra raza.

—¡Vete a la mierda!

Kevin soltó el aliento aliviado mientras finalmente Hyungsik se calmaba. La rabia de su hermano le daría un alivio cercano a los tres minutos mientras Hyungsik hervía para un regreso más imaginativo y mejor expresado. Sólo pedía que sus huesos le sujetaran durante más tiempo sin separarse.

Enlazando los dedos, Kevin alzo las piernas. Más dolor atravesó sus brazos mientras la cuerda cortaba más profundamente su carne. Sólo rezaba porque sus huesos aguantaran un poco más sin separarse.

Más sangre se deslizó por sus antebrazos mientras alzaba las piernas hasta la rama que había sobre su cabeza.

Si sólo pudiera envolverlas… alrededor…

Golpeó ligeramente la madera con el pie descalzo. La corteza contra la que se arrastro su suave empeine estaba fría y quebradiza. Ahueco su tobillo alrededor de la madera.

Solo un poco… un trocito…

Más.

Hyungsik le gruño:

—Eres tan idiota.

Bien, eso en cuanto a la creatividad.

Kevin centró su atención en sus propios latidos rápidos y se negó a escuchar los insultos de Hyungsik.

Cabeza abajo, envolvió una pierna alrededor de la rama y soltó el aliento. Kevin gruñó aliviado mientras se quitaba la mayor parte del peso de sus muñecas palpitantes, ensangrentadas. Jadeó por ello mientras Hyungsik continuaba con su diatriba sin ser escuchado.

La rama crujió peligrosamente.

Kevin contuvo de nuevo el aliento, con miedo a moverse no fuera a ser que eso provocara que la rama se partiera y le enviara en una caída en picado al pantano podrido, de aguas verdes bajo él.

Repentinamente, los caimanes se agitaron en el agua, entonces se fueron rápidamente.

—Oh, mierda —silbó Kevin.

Esa no era una buena señal.

Por lo que sabía, solo existían dos cosas que alejaran a los caimanes. Una era que Kyuhyun o Shindong los refrenaran. Pero desde que Kyuhyun estaba esa noche en French Quarter salvando el mundo y no en el pantano parecía extremadamente improbable. En cuanto a Shindong, no tenía ni idea de adonde había ido.

La otra opción mucho menos atractiva eran los Daimons… aquellos que eran muertos anSiwans, maldecidos a matar para mantener sus vidas artificialmente alargadas. Lo único de lo que se enorgullecían más de matar que a los humanos era a los Were-Hunter Katagaria. Teniendo en cuenta que las vidas de los Were-Hunter se extendían durante siglos y poseían habilidades mágicas, sus almas podrían mantener a un Daimon diez veces más que un humano promedio.

Incluso más impresionante que eso, una vez que el alma del Were-Hunter era reclamada, sus habilidades mágicas eran absorbidas dentro de los cuerpos de los Daimons quienes podían utilizar esos poderes contra otros.

Era un don especial ser el pequeño deleite de los no muertos.

Solo había una razón por la que los Daimons estarían aquí. Sólo un modo de que pudieran encontrarles a él y a Hyungsik en ese aislado pantano que los Daimons no pisaban sin una razón. Alguien había ofrecido a ambos como sacrificio de modo que los Daimons olvidaran a su jauría Katagaria.

Y no había dudas en su mente sobre quien había hecho esa llamada.

—¡Maldito! —gruñó Kevin en la oscuridad, sabiendo que su padre no podía oírle. Pero necesitando desahogarse de algún modo.

—¿Qué te hice? —Preguntó indignado Hyungsik—. Aparte de conseguir de todos modos que te maten.

—Tú no —dijo Kevin mientras ponía todo su esfuerzo en conseguir subir su otra pierna de modo que pudiera liberar sus manos.

Algo saltó desde el pantano al árbol por encima de él.

Kevin retorció su cuerpo para ver al alto y delgado Daimon que estaba justamente sobre él, recorriéndolo con la mirada con un brillo divertido en sus ojos hambrientos.

Completamente vestido de negro, el Daimon chasqueó la lengua.

—Deberías estar encantado de vernos, lobo. Después de todo, sólo queremos liberarte.

—¡Vete al infierno! —gruñó Kevin.

El Daimon se rió.


Hyungsik aulló cuando un Daimon hundió sus colmillos en su hombro. Probó a dar un cabezazo. Fue un asco. Se apiñaron sobre él como si fueran hormigas mientras no tenía forma de detenerles. Trató de patear y morder… cualquier cosa para atacarlos.

Nada funcionó.

Estaba impotente para protegerse.

Estaba impotente para proteger a Kevin. Ese conocimiento le dejó totalmente helado. Nunca había conocido ese sentimiento de completo desamparo. Era un luchador. Un soldado.

¿Cómo podía no ser capaz de proteger las cosas que más amaba? Yewoon se había ido y ahora Kevin…

—¡Apartad la mierda de mi! —le gruñó a los Daimons, haciendo su mejor intento para liberarse.

Hundieron los colmillos profundamente, desgarrando su carne. El dolor era insoportable. Tenía la impresión de que le estaban comiendo vivo.


Kevin vio como un grupo de diez Daimons descolgaba a Hyungsik del árbol. ¡Maldita sea! Su hermano era un lobo. No sabía cómo luchar contra ellos en forma humana. Al menos no mientras Hyungsik llevara puesto el collar.

Enfurecido, Kevin pateó con sus piernas. La rama se rompió al instante, lanzándole directo al agua estancada bajo él. Contuvo el aliento cuando el sabor pútrido, invadió su cabeza. Intento patalear hacía la superficie, pero no pudo.

No es que eso importara. Alguien le agarró por el pelo y tiró hasta la superficie.

Tan pronto como su cabeza estuvo por encima del agua, un Daimon hundió sus colmillos en el hombro desnudo de Kevin. Gruñendo furioso, Kevin codeó al Daimon en las costillas y utilizó sus dientes para devolver el mordisco.

El Daimon gritó y le soltó.

—Éste pelea —dijo una hembra mientras se dirigía hacia él—. Nos sostendrá más que el otro.

Kevin le pateó las piernas antes de que pudiera alcanzarle. Utilizó el cuerpo de ella como si fuera un trampolín para salir del agua. Como cualquier buen lobo, sus piernas eran lo bastante fuertes como para que le lanzaran desde el agua al tocón de un ciprés cercano.

Su pelo oscuro y mojado colgaba delante de su cara mientras su cuerpo latía por la pelea y la paliza que su jauría le había dado. La luz de la luna centelleó sobre su musculoso cuerpo mojado, mientras se agachaba con una mano sobre el viejo tocón de madera que se delineaba contra el telón de fondo del pantano. La oscura Barba Española colgaba de los árboles y la madera resaltada por la luna llena, escondida en la niebla, reflejando misteriosas hondas negras en las terciopeladas aguas.

Como el animal que era, Kevin observó a sus enemigos cerrar filas a su alrededor. No estaba cerca de entregarse a si mismo o a Hyungsik a esos bastardos. Podía no estar muerto, pero estaba igual de maldito que ellos e incluso más enfadado con el destino.

Subiendo las manos hasta la boca, Kevin utilizó los dientes para cortar la cuerda que rodeaba sus muñecas y liberar sus manos.

—Pagarás por esto —dijo un Daimon varón mientras se movía hacía él.

Con las manos libres, Kevin retrocedió lanzándose desde el tronco cortado hasta el agua. Se tiró a las profundidades turbias del agua hasta que consiguió arrancar un trozo de madera de un árbol caído que estaba allí sepultado. Se impulsó de camino de vuelta hasta la zona donde Hyungsik estaba siendo sujetado.

Salió del agua justo al lado de su hermano para encontrar a diez Daimons diferentes alimentándose de la sangre de Hyungsik.

Pateó una espalda, agarró a otro por el cuello y clavó la estaca improvisada en el corazón del Daimon. La criatura se desintegró al instante.

Los demás se volvieron hacía él.

—Coged número —les gruñó Kevin—. Hay lo suficiente de esto para todos.

El Daimon que estaba cerca de él se rió.

—Tus poderes están atados.

—Díselo al director de pompas fúnebres —dijo Kevin mientras se lanzaba hacía él. El Daimon saltó hacía atrás, pero no lo bastante lejos. Acostumbrado a luchar contra humanos, el Daimon no tuvo en cuenta que Kevin podía saltar diez veces más lejos.

Kevin no necesitaba sus poderes psíquicos. Su fuerza animal era suficiente para terminar esto. Apuñaló al Daimon y se giró para enfrentar a los demás mientras el Daimon se evaporaba.

Se apresuraron hacía él, pero no surtió efecto. La mitad del poder de un Daimon era la habilidad para golpear desprevenidamente y hacer que su víctima entrara en pánico.

Eso funcionaría si, como primo de los Daimons, Kevin no hubiera sido adiestrado en esa estrategia desde la cuna. No había nada acerca de ellos que le hiciera aterrorizarse.

Todo lo que su táctica hizo fue volverle frió y determinado.

Y, finalmente, eso le haría vencedor.

Kevin desgarró a dos más con su estaca mientras Hyungsik permanecía quieto en el agua. Su miedo comenzó a crecer, pero lo forzó a bajar.

Mantenerse tranquilo era el único modo de ganar una pelea.

Uno de los Daimons lo sorprendió con una explosión que le lanzó en espiral a través del agua. Kevin chocó contra un tronco cortado y gimió por el dolor que explotó en su espalda.

Por costumbre, golpeó con sus poderes sólo para sentir que el collar se apretaba y le electrocutaba. Maldijo por el nuevo dolor, entonces lo ignoró.

Levantándose, arremetió contra los dos varones que se dirigían hacía su hermano.

—Date ya por vencido —gruñó uno de los Daimons.

—¿Por qué no lo haces tú?

El Daimon se abalanzó. Kevin se metió rápidamente bajo el agua y tiró de los pies del Daimon bajo él. Pelearon en el agua hasta que Kevin le sorprendió con la estaca en el pecho.

El resto se fue corriendo.

Kevin estaba en la oscuridad, escuchándolos salpicar lejos de él. Con el corazón golpeando sus oídos dejó que la furia le consumiera. Echando la cabeza hacia atrás, dejó salir el aullido de su lobo que resonó misteriosamente a través del brumoso bayou.

Inhumano y maligno, era el tipo de sonido que hacía que incluso las sacerdotisas del vudú corrieran en busca de refugio.

Seguro ahora de que los Daimons se habían marchado, Kevin peinó su pelo mojado apartándolo de sus ojos mientras hacia el camino hasta Hyungsik, quien aún no se había movido.

Estrangulado por la pena tropezó mientras se movía ciegamente a través del agua con un único pensamiento en mente… que no esté muerto.

Una y otra vez, vio en su mente el cuerpo sin vida de su hermana. Sintió su frialdad contra su piel. No los podía perder a los dos. No podía.

Eso le mataría.

Por primera vez en su vida, deseo oír uno de los estúpidos comentarios de Hyungsik.

Nada.

Las imágenes pasaron como un relámpago por su mente cuando recordó la muerte de su hermana. Un inimaginable dolor se desgarró a través de él. Hyungsik tenía que estar vivo. Tenía que estarlo.

—Por favor, dioses, por favor —respiró al cerrar la distancia entre ellos. No podía perder a su hermano.

Esto no…

Los ojos de Hyungsik estaban abiertos, con la mirada perdida en la luna llena que les habría permitido saltar en el tiempo fuera del pantano si no hubieran llevado ambos los collares.

Tenía heridas abiertas de mordiscos por todo el cuerpo.

Una intensa y profunda pena se desgarró a través de Kevin, rompiendo en pedazos su corazón.

—Vamos, Hyungsik, no estés muerto —dijo, rompiéndose su voz cuando se esforzó por no llorar. En cambio, gruñó—. No te mueras sobre mí, tonto.

Tiró de su hermano hacía él y descubrió que Hyungsik no estaba muerto. Aun respiraba y temblaba incontrolablemente. Superficial y abrasiva, el vacío cavernoso de la respiración de Hyungsik fue una sinfonía en los oídos de Kevin.

Las lágrimas se revelaron mientras el alivio lo perforaba. Meció cuidadosamente a Hyungsik entre sus brazos.

—Vamos, Hyungsik —dijo con tranquilidad—. Di algo estúpido para mí.

Pero Hyungsik no habló. Sólo yació allí en un completo shock mientras temblaba entre los brazos de Kevin.

Al menos estaba vivo.

Por el momento.

Kevin rechinó los dientes mientras la cólera lo consumía. Tenía que sacar a su hermano de aquí. Tenía que encontrar un refugio para ambos.

Si semejante lugar existiera.

Con su rabia suelta, hizo lo imposible, desgarro el collar de Hyungsik quitándolo de su garganta con las manos desnudas. Al segundo, Hyungsik se convirtió en lobo.

Aún así, Hyungsik no volvió. No parpadeó o habló.

Kevin se tragó el nudo de dolor de la garganta y luchó contra las lágrimas que escocían sus ojos.

—Está bien, hermanito —murmuró al oído de Hyungsik mientras lo recogía de la maloliente agua. El peso del lobo marrón era doloroso, pero a Kevin no le importó. Ignoró el dolor de su cuerpo que protestaba al llevar a Hyungsik.

Mientras hubiera un hálito de vida en su cuerpo, nadie volvería a dañar a alguien al que Kevin cuidase.

Y llevaría la muerte a quienquiera que alguna vez lo intentara.



2 comentarios:

  1. TT___TT
    Recordar esta escena es tan doloroso!!!!
    Ahhh
    Noooo
    Jodidos chupa sangre!!!!
    Ay~ -se va a su rincón a llorar-

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  2. hyungsik no te mueras tu me caes muy bien esa padre tuyo es un maldito espero y lo mate tu madre

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...