Hyungsik luchó cuando Juhak arrancó el cuerpo de Yewoon
de sus brazos. No quería dejarla ir, pero con el collar puesto, era
virtualmente un humano sin poderes y sin la fuerza necesaria para hacer algo
más que maldecirlos.
Heejun le agarró y con ayuda de los bastardos de sus
colegas pudo tirar a Hyungsik al suelo y atarle las manos a la espalda. Intentó
usar de nuevo sus poderes, pero el collar lo evitó y en forma humana no era ni
de lejos tan fuerte como en forma de lobo.
Kevin estaba en el suelo a poca distancia de él, también
atado.
Dongjoon se abrió camino a empujones a través del gentío
que los rodeaba, su cara tenía expresión de asco cuando miró a Juhak.
—¿Puedo hablar a su favor?
Juhak contestó a su pregunta con un cruel golpe de revés.
Dongjoon se tambaleó por el golpe, el labio y la nariz le sangraban abunSiwanmente.
—Sólo si quieres unirte a su castigo.
La rabia pura que reflejaban los ojos de Dongjoon era
abrasadora, encontró la mirada fija de Hyungsik y el pesar y la pena que había
en ella cogió a Hyungsik por sorpresa. ¿Por qué mierda tendría que importarle
un carajo si algo les pasaba?
Limpiándose la boca con la mano, Dongjoon retrocedió
gradualmente y apartó la mirada.
—¿Señor? —esta vez fue Liam quien dio un paso adelante.
Juhak le lanzó una mirada furiosa y él se retiró.
—¿Hay algún otro bastardo que quiera morir con ellos? —Juhak
echó a todos una mirada rabiosa.
Hyungsik no esperaba que nadie saliera en su defensa y no
le desilusionaron.
Incluso Heejin inclinó la cabeza y se retiró. Eso en
cuanto a querer aparearse con él. Bruja cobarde.
Juhak bajó el cuerpo de Yewoon mientras Heejun y George
los ponían de pie.
—Como Regis de este clan, proclamo a Kevin y Hyungsik
traidores a nuestro pueblo. Kevin ayudó a un Dark-Hunter a proteger a un humano
—escupió la palabra como si fuera la cosa más repugnante que se podía imaginar.
Hubo una inspiración bien definida cuando esas palabras
fueron dichas.
Hyungsik se volvió hacia Heejin quien rehusó aceptar su
fija mirada. Sus mejillas eran de un rojo intenso. Su propia cólera creció al
comprender que ella le había traicionado. ¿Por qué le habría contado alguna vez
eso?
Maldita sea, debería haber tenido mejor criterio.
¿Cuándo aprendería que las personas y los animales sólo
traicionaban? Nadie había sido nunca tan leal a él como él a ellos.
Juhak los señaló.
—Los dos han combatido contra los Daimons para ayudar a
los Dark-Hunters y a los dos se les ha visto conspirando con esos que cazan y
matan a nuestros primos, los Daimons. Como venganza por su acción los Daimons
han atacado nuestro pueblo y han amenazado la existencia de todos nosotros
—gesticuló hacia sus pies donde yacía el cuerpo sin vida de Yewoon —. Mi hija
está muerta por su culpa.
La hipocresía de esa declaración encendió la ira de Hyungsik.
—¿Hija? Nunca antes la has reclamado como tal. ¡No
hicimos nada malo! Los Dark-Hunters intentaron protegernos mientras tú corrías.
—¡Silencio! —Juhak hizo un movimiento con la mano y
apareció una mordaza sobre la boca de Hyungsik—. Como líder y protector de
nuestro clan, os ordeno a todos una timoria.
Juhak desgarró la parte trasera de la camisa de Hyungsik
mientras George rasgó la de Kevin.
Hyungsik encontró la mirada de su hermano.
“Lo siento tanto, Kevin” le dijo mentalmente.
Kevin se esforzó por ofrecerle una sonrisa abierta.
“Saldremos de esta. No te preocupes”.
Hyungsik quería compartir su optimismo, pero sabía la
verdad.
Ambos iban a morir esta noche.
Dongjoon se hizo a un lado cuando sus hermanos fueron
atados a un árbol y golpeados.
Coléricos y amargos recuerdos le desgarraron cuando
recordó al pueblo de su madre haciéndole lo mismo, aunque en su caso había sido
su madre quien encargó su timoria.
El motivo para eso había sido equivalente a éste, no
porque amenazaran al clan, no porque hubieran hecho algo incorrecto.
Fue simplemente por el hecho de haber nacido de padres
que los odiaban.
La culpabilidad le carcomía por dentro, quería detener
esto, protegerlos, pero… ¿cómo podría hacerlo?
La manada se volvería también en su contra y mientras él
y Liam habían intentado hablar en defensa de ellos, nadie hablaría en la suya.
Estaría como antes, le atacarían y dejarían para morir.
Si tuviera suerte…
Así que dio un paso atrás, su pasividad le hacía tan
culpable de esto como de los demas en contra de sus hermanos.
Al menos esta vez no eres tú.
La excusa de un cobarde. Dongjoon quería ser mejor, ser
tan valiente como ellos, ponerse a su lado y aguantar con ellos lo que viniera.
Pero no lo era, el miedo superó su valor y dio un paso
atrás aunque supiera que debía hacer algo. Intentó descargar la conciencia
diciéndose que tampoco le habrían defendido.
Quizás fuera cierto.
Hyungsik le odiaba, lo sabía. Desde el día en que Dongjoon
se había unido al clan, no se habían entendido nunca, eran demasiado parecidos.
Y eso hacía esto aún más duro. Él se vio reflejado en los
ojos de Hyungsik, el dolor… la traición… el odio brutal.
Pero sobre todo vio la injusticia.
—Esto es ridículo —gruñó Liam a su lado—. Deberíamos
hacer algo.
—¿Algo como qué?
Liam apartó la mirada con el labio fruncido.
—No nos irá bien una vez que no estén. Heejun estará al
cargo ahora, es indiscutible.
—Entonces desafía a Juhak.
Liam bufó.
—No soy lo suficientemente fuerte.
Y Dongjoon tampoco lo era, aunque podría luchar con Juhak
con pura fuerza animal, no era contrincante para la magia de su padre porque le
habían echado del clan de su madre poco después de la pubertad y nadie le había
enseñado la forma de controlar sus poderes. Oh, si… podía cambiar de forma,
viajar a través del tiempo y el espacio, pero eso era todo. E incluso algunas
de estas cosas no siempre podía controlarlas bien.
Dongjoon se estremeció cuando desataron a Hyungsik y Kevin,
sus cuerpos estaban destrozados por los látigos con púas hasta el extremo de
darle náuseas.
Cayeron sobre sus rodillas, jadeando y sangrando. Su
estómago se revolvió ante la visión. Estar atrapado en forma humana y no poder
cambiar a lobo era una tortura en sí mismo, pero estar herido y mantener esa
forma…
Él sólo podía imaginar lo atroz que sería su dolor.
Y aún así continuaban juntos, no se enfrentaban uno al
otro culpándose de lo que les ocurría.
Eso era lo que envidiaba Dongjoon, una unión pura y
cariñosa que nunca había experimentado o comprendido.
Kevin y Hyungsik eran hermanos.
Hasta el final.
Con mano temblorosa, Kevin intentó alcanzar a Hyungsik
quien yacía inmóvil, su cara estaba deformada por la angustia.
—¿Hyungsik?
El tormento y el miedo que había en esa débil llamada
trajeron lágrimas a los ojos de Dongjoon.
Hyungsik cerró su mano alrededor de la de Kevin.
El alivio en la cara de Kevin fue intenso y de breve
duración ya que Heejun y George los pusieron de pie y volvieron a atarles las
manos a la espalda.
No había piedad o remordimiento en la cara de Juhak.
—Llévalos al pantano y déjaselos a los caimanes.
Esas brutales palabras dejaron claro a Dongjoon que había
estado en lo correcto al decidir no decirle nunca a su padre que él era su
hijo. Tal carencia de misericordia y de amor…
Su madre había tenía razón, Juhak era un auténtico
animal, pero ella era igual que él. El instinto maternal había pasado de largo
con tanta rapidez que no había dejado ni una marca sobre su intolerante
corazón.
Dongjoon iba a irse cuando oyó un susurró traído por el
viento y vio a Juhak hablando a Heejun al oído.
—Cuélgalos de un árbol, conjura a los Daimons para
rematarles y diles que se tomen tiempo con ellos. Quiero que sufran.
Heejun dobló su cabeza con sumisión mientras la cólera
rompía a través de Dongjoon.
Y en ese momento, Dongjoon supo lo que tenía que hacer…
Hyungsik echó la cabeza hacia atrás mientras todo su
cuerpo latía y ardía, colgado de la rama de un árbol por una delgada cuerda que
le cortaba profundamente las muñecas, enviando ríos de sangre por sus
antebrazos. La sangre goteaba directamente desde sus codos hasta la turbia agua
y aunque no tendría que haber escuchado el sonido de la misma, juró que lo
hacía.
Una y otra vez, vio en su mente los acontecimientos que
los habían llevado hasta allí y se sintió completamente como la mierda.
—Lo siento tanto, Kevin. Juro que no era mi intención
matarnos así.
Kevin gruñó cuando volvió a caer al tratar de alzarse. Hyungsik
podía decir que le dolían los brazos por la tensión de levantar noventa kilos
de puro músculo solo con los huesos de sus muñecas.
Hyungsik inspiró profundamente, tratando de ignorar el
fuerte dolor de sus muñecas mientras latían y ardían.
—No te preocupes, Hyungsik. Nos sacaré de ésta.
Hyungsik le escuchó, pero realmente no registró las palabras.
Se sentía demasiado mal por la situación. Había sido su culpa. La muerte de Yewoon,
su captura. Debería haber sabido que su padre lanzaría algún tipo de mierda.
¿Por qué no lo había visto venir?
Podría haber luchado con más fiereza. Tendría que haber
luchado con más fiereza. ¿Cómo pudo dejar que saltaran sobre él tan fácilmente?
Ahora iba a provocar también la muerte de Kevin…
¿Cuándo aprendería?
Kevin tensó la cuerda afilada que ataba sus manos juntas
por encima de su cabeza, atado a la delgada rama de un viejo ciprés mientras
colgaba precariamente sobre la parte más oscura, más sucia, del agua del
pantano que había visto nunca. No sabía que era peor, la idea de perder las
manos, su vida o caer en ese asqueroso y lodoso hueco infestado de caimanes.
Aunque, sinceramente, estaría muerto antes de tocarlo
solo por el hedor. Incluso en la oscuridad del bayou de Louisiana, podía ver lo
asqueroso y podrido que era.
Había algo seriamente mal en alguien que quisiera vivir
aquí en el pantano. Finalmente tenía la confirmación de que el Dark-Hunter, Kyuhyun
de los Morrigantes, era un idiota de primera clase.
Hyungsik estaba atado a una rama igual de fina en el lado
contrario del árbol donde les habían dejado colgados sorprendentemente en medio
del gas del pantano, las serpientes, insectos y caimanes.
Con cada movimiento que Kevin hacía, la cuerda cortaba la
carne de sus muñecas. Si no conseguía soltarse pronto, esa cuerda cortaría de
un lado al otro a través de los tendones y huesos, y cercenaría sus manos.
Sería el último error que cometería alguna vez su padre.
Al menos lo sería si Kevin pudiera sacar sus culos de ese
condenado pantano sin ser comidos.
Ambos estaban en su forma humana, y atrapados por los
finos collares plateados de metriazo, que llevaban alrededor del cuello y
enviaban impulsos eléctricos. Estos los mantenían en su forma humana. Algo que
su padre creyó les debilitaría.
Era cierto en el caso de Hyungsik.
En el de Kevin, no.
Aun así, los collares amortiguaban su habilidad para
esgrimir la magia y manipular las leyes de la naturaleza. Y eso realmente le
cabreaba mucho.
Como Hyungsik, Kevin estaba vestido sólo con un par de
vaqueros ensangrentados. Por supuesto, nadie esperaba que vivieran. Los
collares no podían ser quitados salvo con magia, la cual tampoco podían utilizar
mientras los llevaran puestos y aunque por algún milagro se descolgaran del
árbol, había ya un numeroso grupo de caimanes que podían oler su sangre.
Caimanes que simplemente estaban esperando que cayeran al pantano y hacer de
ellos una sabrosa comida lobuna.
—Hombre —dijo Hyungsik irritado—. Dongjoon tenía razón.
Nunca deberías confiar en algo que sangra durante cinco días y no se muere.
Tendría que haberte escuchado. Me dijiste que Heejin era una perra, ¿pero te
escuche? No. Y ahora míranos. Juro que si salgo de esta, voy a matarla.
—¡Hyungsik! —chasqueó cuando su hermano siguió
maldiciendo mientras Kevin trataba de manejar algunos poderes incluso a través
de los dolorosos golpes de corriente en su cuello —. Deja el festival de culpa
y déjame concentrarme aquí, de lo contrarío vamos a estar colgados de este
maldito árbol durante una eternidad.
Hyungsik gruñó mientras también intentaba alzarse, pero
tenía incluso menos éxito que Kevin. Por alguna razón simplemente no podía
conseguir subirse mucho más.
Malditos por esto. Miró a su hermano y suspiró.
—Bien, no eternamente. Creo que sólo tenemos cerca de media
hora antes de que las cuerdas cercenen nuestras muñecas. Hablando de mis
muñecas, realmente me duelen. ¿Qué tal las tuyas?
Hyungsik hizo una pausa mientras Kevin inhalaba
profundamente y sintió el diminuto movimiento de la cuerda que descendió
aflojada.
También escuchó el crujido de la rama.
A Hyungsik le entró el pánico ante el sonido del crujido
y la imagen del caimán que esperaba para tragarlos enteros. Incapaz de ocuparse
de ello, reaccionó del único modo que podía. Con palabras.
—Juro que nunca voy a decirte que me muerdas el culo. La
próxima vez que me digas algo, voy a escucharte, sobre todo si es sobre una
hembra.
Kevin gruñó.
—Entonces, ¿podrías empezar a escucharme cuando te digo
que te calles?
—Guardo silencio. Solo odio ser humano. Esto absorbe.
¿Cómo lo soportas?
—¡Hyungsik!
—¿Qué?
Kevin puso los ojos en blanco. Era inútil. Siempre que su
hermano estaba en su forma humana, la única parte de su cuerpo que hacía algo
de ejercicio era su boca. ¿Por qué su jauría no había amordazo a Hyungsik antes
de colgarles?
—¿Sabes?, si estuviéramos en forma de lobo sólo
tendríamos que roer nuestras patas. Claro que si estuviéramos en forma de lobo,
las cuerdas no nos sujetarían, entonces…
—Cállate —lo regañó Kevin de nuevo.
Hyungsik hizo una mueca mientras seguía intentándolo y
levantando las piernas, pero era inútil. Todo su cuerpo estaba entumecido y no
podía soportar las agudas y dolorosas puñaladas que provocaba la falta de
circulación.
—¿La sensibilidad vuelve alguna vez después de que las
manos se entumezcan así? Esto no ocurre cuando somos lobos. ¿Les ocurre a
menudo a los humanos?
Kevin cerró los ojos asqueado. Así que de esta manera iba
a acabar su vida. No en una gloriosa batalla contra un enemigo o su padre. Ni
tranquilamente en su sueño.
No, lo último que escucharía sería a Hyungsik jodiendo.
En sentido figurado.
Inclinó la cabeza de modo que pudiera ver a su hermano a
través de la oscuridad.
—Sabes, Hyungsik, por un minuto vamos a echar la culpa.
Estoy harto de estar aquí colgado por tu maldita bocaza que se decidió a
explicar a su último juguete masticable como protegí al compañero de un
Dark-Hunter. Muchas gracias por no saber cuándo demonios cerrarla.
—Sí, bien, ¿cómo podía saber que Heejin correría a Juhak
y le contaría que estabas con Sungmin y que él pensaría que por eso los Daimons
nos atacaron? Perra de dos caras. Heejin dijo que quería emparejarse conmigo.
—Todas las parejas quieren emparejarse contigo, estúpido,
es la naturaleza de nuestra raza.
—¡Vete a la mierda!
Kevin soltó el aliento aliviado mientras finalmente Hyungsik
se calmaba. La rabia de su hermano le daría un alivio cercano a los tres
minutos mientras Hyungsik hervía para un regreso más imaginativo y mejor
expresado. Sólo pedía que sus huesos le sujetaran durante más tiempo sin
separarse.
Enlazando los dedos, Kevin alzo las piernas. Más dolor
atravesó sus brazos mientras la cuerda cortaba más profundamente su carne. Sólo
rezaba porque sus huesos aguantaran un poco más sin separarse.
Más sangre se deslizó por sus antebrazos mientras alzaba
las piernas hasta la rama que había sobre su cabeza.
Si sólo pudiera envolverlas… alrededor…
Golpeó ligeramente la madera con el pie descalzo. La
corteza contra la que se arrastro su suave empeine estaba fría y quebradiza.
Ahueco su tobillo alrededor de la madera.
Solo un poco… un trocito…
Más.
Hyungsik le gruño:
—Eres tan idiota.
Bien, eso en cuanto a la creatividad.
Kevin centró su atención en sus propios latidos rápidos y
se negó a escuchar los insultos de Hyungsik.
Cabeza abajo, envolvió una pierna alrededor de la rama y
soltó el aliento. Kevin gruñó aliviado mientras se quitaba la mayor parte del
peso de sus muñecas palpitantes, ensangrentadas. Jadeó por ello mientras Hyungsik
continuaba con su diatriba sin ser escuchado.
La rama crujió peligrosamente.
Kevin contuvo de nuevo el aliento, con miedo a moverse no
fuera a ser que eso provocara que la rama se partiera y le enviara en una caída
en picado al pantano podrido, de aguas verdes bajo él.
Repentinamente, los caimanes se agitaron en el agua,
entonces se fueron rápidamente.
—Oh, mierda —silbó Kevin.
Esa no era una buena señal.
Por lo que sabía, solo existían dos cosas que alejaran a
los caimanes. Una era que Kyuhyun o Shindong los refrenaran. Pero desde que Kyuhyun
estaba esa noche en French Quarter salvando el mundo y no en el pantano parecía
extremadamente improbable. En cuanto a Shindong, no tenía ni idea de adonde
había ido.
La otra opción mucho menos atractiva eran los Daimons…
aquellos que eran muertos anSiwans, maldecidos a matar para mantener sus vidas
artificialmente alargadas. Lo único de lo que se enorgullecían más de matar que
a los humanos era a los Were-Hunter Katagaria. Teniendo en cuenta que las vidas
de los Were-Hunter se extendían durante siglos y poseían habilidades mágicas,
sus almas podrían mantener a un Daimon diez veces más que un humano promedio.
Incluso más impresionante que eso, una vez que el alma
del Were-Hunter era reclamada, sus habilidades mágicas eran absorbidas dentro
de los cuerpos de los Daimons quienes podían utilizar esos poderes contra
otros.
Era un don especial ser el pequeño deleite de los no
muertos.
Solo había una razón por la que los Daimons estarían
aquí. Sólo un modo de que pudieran encontrarles a él y a Hyungsik en ese
aislado pantano que los Daimons no pisaban sin una razón. Alguien había
ofrecido a ambos como sacrificio de modo que los Daimons olvidaran a su jauría
Katagaria.
Y no había dudas en su mente sobre quien había hecho esa
llamada.
—¡Maldito! —gruñó Kevin en la oscuridad, sabiendo que su
padre no podía oírle. Pero necesitando desahogarse de algún modo.
—¿Qué te hice? —Preguntó indignado Hyungsik—. Aparte de
conseguir de todos modos que te maten.
—Tú no —dijo Kevin mientras ponía todo su esfuerzo en
conseguir subir su otra pierna de modo que pudiera liberar sus manos.
Algo saltó desde el pantano al árbol por encima de él.
Kevin retorció su cuerpo para ver al alto y delgado
Daimon que estaba justamente sobre él, recorriéndolo con la mirada con un
brillo divertido en sus ojos hambrientos.
Completamente vestido de negro, el Daimon chasqueó la
lengua.
—Deberías estar encantado de vernos, lobo. Después de
todo, sólo queremos liberarte.
—¡Vete al infierno! —gruñó Kevin.
El Daimon se rió.
Hyungsik aulló cuando un Daimon hundió sus colmillos en
su hombro. Probó a dar un cabezazo. Fue un asco. Se apiñaron sobre él como si
fueran hormigas mientras no tenía forma de detenerles. Trató de patear y
morder… cualquier cosa para atacarlos.
Nada funcionó.
Estaba impotente para protegerse.
Estaba impotente para proteger a Kevin. Ese conocimiento
le dejó totalmente helado. Nunca había conocido ese sentimiento de completo
desamparo. Era un luchador. Un soldado.
¿Cómo podía no ser capaz de proteger las cosas que más
amaba? Yewoon se había ido y ahora Kevin…
—¡Apartad la mierda de mi! —le gruñó a los Daimons,
haciendo su mejor intento para liberarse.
Hundieron los colmillos profundamente, desgarrando su
carne. El dolor era insoportable. Tenía la impresión de que le estaban comiendo
vivo.
Kevin vio como un grupo de diez Daimons descolgaba a Hyungsik
del árbol. ¡Maldita sea! Su hermano era un lobo. No sabía cómo luchar contra
ellos en forma humana. Al menos no mientras Hyungsik llevara puesto el collar.
Enfurecido, Kevin pateó con sus piernas. La rama se
rompió al instante, lanzándole directo al agua estancada bajo él. Contuvo el
aliento cuando el sabor pútrido, invadió su cabeza. Intento patalear hacía la
superficie, pero no pudo.
No es que eso importara. Alguien le agarró por el pelo y
tiró hasta la superficie.
Tan pronto como su cabeza estuvo por encima del agua, un
Daimon hundió sus colmillos en el hombro desnudo de Kevin. Gruñendo furioso, Kevin
codeó al Daimon en las costillas y utilizó sus dientes para devolver el
mordisco.
El Daimon gritó y le soltó.
—Éste pelea —dijo una hembra mientras se dirigía hacia
él—. Nos sostendrá más que el otro.
Kevin le pateó las piernas antes de que pudiera alcanzarle.
Utilizó el cuerpo de ella como si fuera un trampolín para salir del agua. Como
cualquier buen lobo, sus piernas eran lo bastante fuertes como para que le lanzaran
desde el agua al tocón de un ciprés cercano.
Su pelo oscuro y mojado colgaba delante de su cara mientras
su cuerpo latía por la pelea y la paliza que su jauría le había dado. La luz de
la luna centelleó sobre su musculoso cuerpo mojado, mientras se agachaba con
una mano sobre el viejo tocón de madera que se delineaba contra el telón de
fondo del pantano. La oscura Barba Española colgaba de los árboles y la madera
resaltada por la luna llena, escondida en la niebla, reflejando misteriosas
hondas negras en las terciopeladas aguas.
Como el animal que era, Kevin observó a sus enemigos
cerrar filas a su alrededor. No estaba cerca de entregarse a si mismo o a Hyungsik
a esos bastardos. Podía no estar muerto, pero estaba igual de maldito que ellos
e incluso más enfadado con el destino.
Subiendo las manos hasta la boca, Kevin utilizó los
dientes para cortar la cuerda que rodeaba sus muñecas y liberar sus manos.
—Pagarás por esto —dijo un Daimon varón mientras se movía
hacía él.
Con las manos libres, Kevin retrocedió lanzándose desde
el tronco cortado hasta el agua. Se tiró a las profundidades turbias del agua
hasta que consiguió arrancar un trozo de madera de un árbol caído que estaba
allí sepultado. Se impulsó de camino de vuelta hasta la zona donde Hyungsik
estaba siendo sujetado.
Salió del agua justo al lado de su hermano para encontrar
a diez Daimons diferentes alimentándose de la sangre de Hyungsik.
Pateó una espalda, agarró a otro por el cuello y clavó la
estaca improvisada en el corazón del Daimon. La criatura se desintegró al
instante.
Los demás se volvieron hacía él.
—Coged número —les gruñó Kevin—. Hay lo suficiente de
esto para todos.
El Daimon que estaba cerca de él se rió.
—Tus poderes están atados.
—Díselo al director de pompas fúnebres —dijo Kevin
mientras se lanzaba hacía él. El Daimon saltó hacía atrás, pero no lo bastante
lejos. Acostumbrado a luchar contra humanos, el Daimon no tuvo en cuenta que Kevin
podía saltar diez veces más lejos.
Kevin no necesitaba sus poderes psíquicos. Su fuerza
animal era suficiente para terminar esto. Apuñaló al Daimon y se giró para
enfrentar a los demás mientras el Daimon se evaporaba.
Se apresuraron hacía él, pero no surtió efecto. La mitad
del poder de un Daimon era la habilidad para golpear desprevenidamente y hacer
que su víctima entrara en pánico.
Eso funcionaría si, como primo de los Daimons, Kevin no
hubiera sido adiestrado en esa estrategia desde la cuna. No había nada acerca
de ellos que le hiciera aterrorizarse.
Todo lo que su táctica hizo fue volverle frió y
determinado.
Y, finalmente, eso le haría vencedor.
Kevin desgarró a dos más con su estaca mientras Hyungsik
permanecía quieto en el agua. Su miedo comenzó a crecer, pero lo forzó a bajar.
Mantenerse tranquilo era el único modo de ganar una
pelea.
Uno de los Daimons lo sorprendió con una explosión que le
lanzó en espiral a través del agua. Kevin chocó contra un tronco cortado y
gimió por el dolor que explotó en su espalda.
Por costumbre, golpeó con sus poderes sólo para sentir
que el collar se apretaba y le electrocutaba. Maldijo por el nuevo dolor,
entonces lo ignoró.
Levantándose, arremetió contra los dos varones que se
dirigían hacía su hermano.
—Date ya por vencido —gruñó uno de los Daimons.
—¿Por qué no lo haces tú?
El Daimon se abalanzó. Kevin se metió rápidamente bajo el
agua y tiró de los pies del Daimon bajo él. Pelearon en el agua hasta que Kevin
le sorprendió con la estaca en el pecho.
El resto se fue corriendo.
Kevin estaba en la oscuridad, escuchándolos salpicar
lejos de él. Con el corazón golpeando sus oídos dejó que la furia le
consumiera. Echando la cabeza hacia atrás, dejó salir el aullido de su lobo que
resonó misteriosamente a través del brumoso bayou.
Inhumano y maligno, era el tipo de sonido que hacía que
incluso las sacerdotisas del vudú corrieran en busca de refugio.
Seguro ahora de que los Daimons se habían marchado, Kevin
peinó su pelo mojado apartándolo de sus ojos mientras hacia el camino hasta Hyungsik,
quien aún no se había movido.
Estrangulado por la pena tropezó mientras se movía
ciegamente a través del agua con un único pensamiento en mente… que no esté
muerto.
Una y otra vez, vio en su mente el cuerpo sin vida de su
hermana. Sintió su frialdad contra su piel. No los podía perder a los dos. No
podía.
Eso le mataría.
Por primera vez en su vida, deseo oír uno de los
estúpidos comentarios de Hyungsik.
Nada.
Las imágenes pasaron como un relámpago por su mente
cuando recordó la muerte de su hermana. Un inimaginable dolor se desgarró a
través de él. Hyungsik tenía que estar vivo. Tenía que estarlo.
—Por favor, dioses, por favor —respiró al cerrar la distancia
entre ellos. No podía perder a su hermano.
Esto no…
Los ojos de Hyungsik estaban abiertos, con la mirada
perdida en la luna llena que les habría permitido saltar en el tiempo fuera del
pantano si no hubieran llevado ambos los collares.
Tenía heridas abiertas de mordiscos por todo el cuerpo.
Una intensa y profunda pena se desgarró a través de Kevin,
rompiendo en pedazos su corazón.
—Vamos, Hyungsik, no estés muerto —dijo, rompiéndose su
voz cuando se esforzó por no llorar. En cambio, gruñó—. No te mueras sobre mí,
tonto.
Tiró de su hermano hacía él y descubrió que Hyungsik no
estaba muerto. Aun respiraba y temblaba incontrolablemente. Superficial y
abrasiva, el vacío cavernoso de la respiración de Hyungsik fue una sinfonía en
los oídos de Kevin.
Las lágrimas se revelaron mientras el alivio lo
perforaba. Meció cuidadosamente a Hyungsik entre sus brazos.
—Vamos, Hyungsik —dijo con tranquilidad—. Di algo
estúpido para mí.
Pero Hyungsik no habló. Sólo yació allí en un completo
shock mientras temblaba entre los brazos de Kevin.
Al menos estaba vivo.
Por el momento.
Kevin rechinó los dientes mientras la cólera lo consumía.
Tenía que sacar a su hermano de aquí. Tenía que encontrar un refugio para
ambos.
Si semejante lugar existiera.
Con su rabia suelta, hizo lo imposible, desgarro el
collar de Hyungsik quitándolo de su garganta con las manos desnudas. Al
segundo, Hyungsik se convirtió en lobo.
Aún así, Hyungsik no volvió. No parpadeó o habló.
Kevin se tragó el nudo de dolor de la garganta y luchó contra
las lágrimas que escocían sus ojos.
—Está bien, hermanito —murmuró al oído de Hyungsik
mientras lo recogía de la maloliente agua. El peso del lobo marrón era
doloroso, pero a Kevin no le importó. Ignoró el dolor de su cuerpo que
protestaba al llevar a Hyungsik.
Mientras hubiera un hálito de vida en su cuerpo, nadie
volvería a dañar a alguien al que Kevin cuidase.
Y llevaría la muerte a quienquiera que alguna vez lo
intentara.
TT___TT
ResponderEliminarRecordar esta escena es tan doloroso!!!!
Ahhh
Noooo
Jodidos chupa sangre!!!!
Ay~ -se va a su rincón a llorar-
hyungsik no te mueras tu me caes muy bien esa padre tuyo es un maldito espero y lo mate tu madre
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