Hyukjae daba
vueltas en la sala de informática como un tigre enjaulado.
Sabía que
seguramente era un poco exagerado pensar que Donghae lo iba a abandonar, pero
en ese momento no estaba siendo racional precisamente. Durante un rato se había
encontrado mejor, pues su hermano Kangin le había hecho entrar en razón, pero
después había recibido un mensaje de Donghae diciéndole que llegaría a casa más
tarde de lo normal, y eso había vuelto a disparar las alarmas y a ponerlo de
los nervios.
La forma en la que Donghae había contestado a sus mensajes —con
respuestas de lo más evasivas— no lo había tranquilizado en absoluto. Lo único
que le consolaba un poco era que le había enviado un mensaje para decirle que
lo quería:
«Te quiero
muchísimo. No tardaré en volver a casa».
Hyukjae se detuvo
para leer de nuevo el mensaje con la esperanza de que lo animara un poco y le
quitara los malos rollos de la cabeza. Quizá lo habría logrado si en ese
momento no hubiera visto por
el rabillo del
ojo el maldito acuerdo prenupcial.
«Si esto es lo
que quiere, quizá debería firmarlo y santas pascuas. ¿Qué más da? ¿Qué
importancia tiene un estúpido trozo de papel?».
Siempre cuidaría
de Donghae, hubiera contrato de por medio o no.
Hyukjae cogió el
acuerdo de la mesa y lo hojeó. Apretó los dientes, cogió un bolígrafo y firmó
utilizando más fuerza de la necesaria. Tiró el boli sobre los papeles y
masculló:
—Ya está.
El mundo no se termina por que haya firmado esa pendejada. —Él no pensaba
dejarlo en la vida y removería cielo y tierra para que él no lo abandonara.
Esos asquerosos papeles cogerían polvo en el despacho de algún picapleitos
mientras Hyukjae pasaba la vida junto al joven que amaba—. Lo único que quiero
es que sea feliz —susurró con rabia, esperando que esa firma aliviara la
tristeza de Donghae.
La forma en que
se estaba comportando últimamente lo estaba volviendo loco. A pesar de lo dura
que había sido la vida con él, su chico era una persona serena, optimista y
positiva, por lo que siempre estaba sonriendo y las pocas veces que no lo hacía
Hyukjae lo pasaba fatal.
Si lo que
necesitaba para quedarse tranquilo era un acuerdo prenupcial, firmaría todos
los que quisiera. Obviamente no le hacía gracia que Donghae tuviera dudas sobre
su relación y que se planteara una separación en el futuro, pero haría todo lo
que estuviera en su mano para convencerlo de que estaba equivocado.
Quizá lo único
que necesitaba era tiempo. Donghae le había dado muchísimas cosas ese último
año, pero las más importantes eran su apoyo y su amor incondicional. Si era
capaz de aguantarlo cuando se ponía gruñón e irascible —y casi siempre sin
quejarse—, él podía firmar un absurdo papel.
»Debería haberlo
hecho antes —comentó en voz baja, enfadado consigo mismo por haber discutido
tanto por un tema tan trivial. Sabía lo mucho que afectaba a Donghae la
diferencia económica que existía entre ellos. Esperaba que lo superara y que
empezara a hacerse a la idea de que todo lo que era suyo también le pertenecía
a él, pero suponía que aún no había llegado ese momento.
—¿El qué?
La aterciopelada
voz le rozó con suavidad la espalda como una tela de seda fina. Hyukjae se dio
media vuelta y se quedó embelesado contemplando al joven que amaba mientras el
corazón se le aceleraba.
—Debería haber
firmado el documento cuando me lo pediste en lugar de haberte echado la bronca
—le explicó con voz ronca mientras sentía la apremiante necesidad de rodear con
los brazos aquel uniforme color azul cielo para sentir junto a su piel la
cálida suavidad de Donghae.
Como llevaba
zapatillas de deporte, rodeó la mesa sin hacer ruido y, al coger los papeles,
el bolígrafo con el que Hyukjae había firmado los documentos rodó por el
escritorio.
—¿Lo has firmado?
—parecía sorprendido, atónito.
—Sí. Siento lo
que te dije.
Y Hyukjae lo
sentía de verdad; más de lo que era capaz de expresar, pues nunca se le habían
dado bien los discursos elocuentes ni elegir las palabras adecuadas para Donghae.
La verdad era que se pasaba
la mayor parte
del tiempo obsesionado con poseerlo o con protegerlo. La ternura y las palabras
dulces no eran precisamente su punto fuerte.
La mirada de Donghae
se dirigió a su rostro para examinarlo con detenimiento como quien busca algo.
—¿Por qué? Pensé
que no querías.
—Y no quiero. —Se
encogió de hombros—. Pero deseo que seas feliz y sé que el tema del dinero te
molesta. —Lo fulminó con una oscura mirada—. Lo he firmado por ti. Pero no me
vas a dejar aunque lo haya hecho. En la vida.
Jamás usarían
esos papeles ni tendrían importancia alguna. Para Hyukjae aquellos documentos
no eran más que una triste forma de malgastar árboles.
Donghae esbozó
una sonrisa y, sin dejar de mirarlo a los ojos, cogió el acuerdo y lo rompió en
dos. Y después otra vez. Y otra vez.
—Tienes razón. No
te voy a dejar. Al menos no mientras me ames.
A Hyukjae se le
aceleró el pulso y repuso:
—Te amaré
mientras me lata el corazón. ¿Por qué lo has hecho? —preguntó contemplando los
trocitos de papel desperdigados por la mesa.
—Porque jamás
debí permitir que el dinero se interpusiera entre nosotros. Lo siento, Hyukjae.
Lo siento de veras. —Se le quebró la voz mientras rodeaba el escritorio para
lanzarse a sus brazos.
Hyukjae lo abrazó
con fuerza y cerró los ojos con alivio, extasiado por tenerlo tan cerca. Lo
besó en la sien y en la mejilla, apretándolo contra su piel, pero sin llegar a
aplastarlo.
—No debí decir lo
que dije.
—No, soy yo el
que te he hecho daño por culpa de mis inseguridades. Nunca has dejado que el dinero sea un
problema entre nosotros y yo tampoco debí hacerlo. Tenías razón y yo me he
equivocado —masculló apoyada en su pecho.
Hyukjae posó con
delicadeza la cabeza de Donghae en su hombro para que se apoyara en él con
comodidad . «Este es su sitio. Siempre lo será».
—Te quiero. Lo
único que deseo es que vuelvas a ser feliz. Estás triste y no me gusta.
Donghae se retiró
lo justo para poder mirarle a los ojos.
—No estoy triste.
Estoy sensible.
—Pues prefiero
verte sensible en plan feliz que en plan triste —bramó antes de besarle con
cariño la punta de la nariz.
Donghae lo cogió
de la barbilla con dulzura y respondió:
—Eres un hombre
increíble, Kim Hyukjae. Siempre te estás preocupando por que esté feliz y a
salvo. Siempre dispuesto a sacrificarte por mí. Te quiero tanto que a veces me
da miedo.
Hyukjae le cogió
la mano y se la llevó a los labios para besarle la palma:
—Nunca he
sacrificado nada por ti. Te quiero y tú puedes quererme todo lo que quieras. Te
aseguro que no me quejaré.
Hyukjae no pudo
reprimir una sonrisa al pensar que jamás se cansaría de que le dijera lo mucho
que lo amaba aunque lo repitiera cien veces al día. Donghae también esbozó una
tímida sonrisa:
—Hoy he gastado
dinero. Tu dinero. Esto…, o sea, nuestro dinero. He decidido que necesito un
coche. O quizá un monovolumen. Y quiero una luna de miel larga. ¿Podemos coger
el avión?
—Por supuesto. A
donde tú quieras. —«Gracias a Dios». Hyukjae sonrió de oreja a oreja mientras
preguntaba con picardía—: ¿Te ha dolido?
Donghae no tuvo
que preguntar a qué se refería. Hyukjae la entendía a la perfección.
—Muchísimo.
Empecé buscando en las ofertas, pero no encontraba nada que me gustara, así que
fui a los artículos de temporada.
—¡Au, eso duele!
—«¡Lo adoro!»—. ¿Y qué tal fue?
—Bien. La mano
solo me tembló un poquito al pasar la tarjeta de débito —admitió con desazón—.
Y luego me fui a hacerme la manicura y la pedicura. ¡Nunca me las había hecho!
Fue… raro…, pero quería probarlo.
Hyukjae rio
mientras abrazaba a Donghae con fuerza. El pobre había tenido poquísimos
caprichos en la vida y no había disfrutado de muchas de las cosas que otros hacían
a diario sin darle la menor importancia.
—¿Qué has
comprado?
—Alguna cosilla…,
eh…, ropa. De talla grande —comentó en voz baja con nerviosismo.
—¿Te propones
engordar?
A él no le
importaba. Podía tener la talla que quisiera, lo único que ocurriría si metiera
más carne a ese cuerpo serrano es que sus curvas serían aún más exuberantes.
—Temporalmente.
Es que… ¡No lo soporto más! Será mejor que te lo diga de una vez. —Se retiró
para colocarle una mano a cada lado de la cabeza y posó sus ojos pensativos en
la mirada aún traviesa de Hyukjae—. Estoy embarazado. Vamos a tener un bebé.
Por eso estoy tan sensible. Las hormonas se están apoderando de mi cerebro.
Hyukjae se quedó
boquiabierto, con cara de asombro y, con la mirada clavada en los ojos de Donghae,
empezó a mover la boca sin pronunciar sonido alguno.
«¿Embarazado? ¿Va
a tener un bebé?».
Las emociones se
le empezaron a agolpar en su interior una tras otra. Miedo.
Felicidad.
Ansiedad.
Y una sana dosis
de necesidad de poseerlo.
—¿Cómo? ¿Por qué?
Eran preguntas
estúpidas, pero aun así le salieron de la boca, pues en ese momento su cerebro
iba más despacio que su corazón.
Donghae se echó a
llorar, le caían lagrimones por las mejillas mientras se le retorcía la cara de
remordimiento.
—Lo siento. Debió
de ocurrir cuando estuve enfermo. Mi sistema no debió de asimilar la píldora
porque me pasaba el día vomitando. Tendría que haber sido más cuidadoso. Sé que
ahora mismo no quieres ser padre, pero es que ya adoro a nuestro bebé…
«Nuestro bebé.
Nuestro. Un bebé».
Sintiendo que el
corazón se le iba a salir del pecho, lo abrazó con todas sus fuerzas mientras
lo mecía con delicadeza.
—Chsss… Todo
saldrá bien. Yo…, ¡madre mía! ¡Voy a ser padre! —Sintió un torbellino de júbilo
en su interior y se le hinchó el corazón de tal modo que tuvo la sensación de
que le iba a estallar.
—Lo siento —se
lamentó apoyado en su hombro.
—No lo sientas,
cariño. No es por tu culpa. ¿Estás preparado para ser appa? —Tartamudeó al
final de la frase, pues todavía no se creía que estuviera embarazado de su
hijo; un bebé concebido con tanto amor que iba a explotar de orgullo.
—Sí. Estoy loco
por tenerlo, pero sé que tú no porque nunca has querido hablar del tema y lo
único que has dicho al respecto es que quieres esperar. —Se sorbió la nariz y
se acurrucó junto a él.
—No es que no
quiera tener un hijo contigo. Es que no quiero que sufras tanto dolor ni que te
ocurra nada. Es peligroso. Hay jóvenes que mueren en el parto.
No soportaba la
idea de que sufriera, fuera por la razón que fuera. No se había dado cuenta hasta
entonces de que con esa actitud había cortado las alas a Donghae, pero es que
era incapaz de aceptar que tuviera que aguantar todo ese dolor para tener a su
hijo. Se estremeció solo con volver a pensarlo.
Las emociones
libraron una batalla en su interior, pues, aunque deseaba que fuera el appa de
sus hijos con un anhelo tan intenso que lo estaba matando por dentro, la idea
de que pudiera ocurrirle algo malo le hacía perder los estribos y volverse
completamente loco. Hyukjae quería tenerlo siempre protegido y no perderlo de
vista ni por un instante. Quizá lo lograra. Al menos la mayor parte del tiempo.
—No es peligroso,
Hyukjae. Niños nacen todos los días. El dolor se te olvida en cuanto estrechas
al bebé entre los brazos —dijo esperanzado y con la voz vacilante—. ¿No te
importa?
—Sí que me
importa, pero en el buen sentido. —Estaba molesto porque no lograba quitarse de
la cabeza el dolor que sufriría Donghae. Pensaba triplicarle la escolta, le
gustara o no. Su chico estaba embarazado y eso le hacía más vulnerable—. Quiero
que sea un jovencito. —Una bonita réplica de su appa —. Tenemos que mudarnos a
una casa en las afueras para que pueda jugar en el jardín. Y tener un perro.
Bueno, lo que sea que le haga feliz. Tenemos que vivir en un barrio en el que
haya buenos colegios. Será tan guapo como tú. No dejaré que salga con chicos
hasta que tenga por lo menos treinta años.
Frunció el ceño
al pensar en un hombre poniendo la mano encima a su hijo. Levantó la cabeza al
oír la risa de Donghae, que se había apartado un poco para dedicarle una
sonrisa.
—Yo quiero un varón.
Uno dulce como su papi.
—Jovencito.
—Varón.
—Niña —bufó él. Donghae
suspiró.
—Que esté sano.
Saltaré de alegría si nuestro bebé está sano y es feliz. Lo demás me da igual.
Lo querremos mucho, sea lo que sea.
Hyukjae sintió
tal júbilo en su interior que pensó que no lo podría soportar y, aunque seguía
obsesionado con que Donghae no sufriera dolor alguno, notó que se le humedecían
los ojos.
—Yo también, mi
vida. Solo espero que se parezca a ti. Amaré a ese bebé con locura y le daré
todo lo que yo nunca tuve. —«Una infancia estable y feliz. Equilibrio y amor»—.
¿Te encuentras bien? Has dicho que estabas sensible. ¿Estás enfermo? Deberíamos
ir a ver al médico. ¿Qué más tenemos que hacer? ¿Qué necesitas? Dímelo y te lo
traeré — exigió con ansiedad y desesperación mientras un instinto visceral de
protegerlo le reconcomía por dentro.
Hyukjae
necesitaba entender cuanto antes los entresijos del embarazo y así descubrir lo
que tenía que hacer Donghae para estar como un roble durante ese periodo. ¿Los
appas no necesitaban cosas cuando estaban en embarazo? ¿Cosas especiales? Madre
mía, no tenía ni puñetera idea de lo que suponía un embarazo, pero necesitaba
cambiar eso de inmediato. ¿Cómo iba a proteger a Donghae si no tenía ni idea de
qué debía hacer para defenderlo?
—Necesito tu
cuerpazo y un helado gigante —respondió con voz seductora—. Pero antes tengo
que pegarme una ducha.
—¿A mí? ¿Me
necesitas a mí? ¿Podemos hacerlo?
Los embarazados
podían tener sexo, ¿verdad? Ay, madre, tenía que investigar todo eso cuanto
antes.
—Claro que sí.
Deberíamos hacerlo sin parar. Estoy cachondo a todas horas. Es por las hormonas
— susurró mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.
«Ay, Dios». Con Donghae
era incapaz de controlar sus instintos y la necesidad de penetrarlo y de
hundirse en su acogedora calidez hizo palpitar todo su ser.
—Deberíamos tener
cuidado —respondió con la mente llena de pensamientos eróticos.
El cavernícola
que llevaba dentro parecía querer ponerse al mando. «Mi pareja. Embarazado. Mi
bebé. Mío. Completamente mío».
—Necesito sexo
apasionado. Hacerlo sin parar. Sexo sudoroso y desbocado —comentó Donghae con
entusiasmo—. Y, ya que me has dejado preñado, espero que satisfagas mis
necesidades.
Era cierto. Lo
había dejado preñado. Había plantado su semilla en su interior y esta había
echado raíces. Le invadió una satisfacción de macho, de animal.
—¿Cómo de
desbocado, exactamente? —Hyukjae se tiró de los vaqueros porque estaba a punto
de reventarlos—. ¿Qué podemos hacer?
—Todo lo que se
me antoje. Tan solo estoy de cinco semanas. Hay embarazados que durante el
primer trimestre están cansados, tienen náuseas o pierden el apetito sexual,
pero yo no. Quiero que nos acostemos por lo menos cinco veces al día. —Donghae
se rozó con sensualidad contra su cuerpo mientras gemía—. Que no te dé miedo
hacer el amor conmigo. No es peligroso. Y te necesito. En todos los sentidos.
En ese momento a Hyukjae
le entraron ganas de saciar todas las necesidades de Donghae, de ponerle en
bandeja todo lo que deseara.
—Yo cuidaré de
ti, cariño. Toda la vida. Y tú siempre me contarás todo lo que sientas, ¿vale?
Si lo que deseaba
era que lo abrazara, que lo idolatrara y que estuviera a su lado, lo haría
encantado. Puede que su bestia interior estuviera echando fuego por la manera
en que Donghae seguía frotándose contra su cuerpo, pero las necesidades de él siempre
serían su prioridad.
—Ahora lo que
quiero es una ducha. Y un orgasmo. Y helado —respondió zafándose de su abrazo y
dirigiéndose hacia la puerta balanceando con sensualidad las caderas.
¿Cómo no iba a actuar
como un maniaco posesivo si iba a casarse con el embarazado más sexy del
planeta?
—Me apunto. —«Yo
y mi cuerpo entero. Se me ha puesto dura como una piedra». Fue tras Donghae y, cuando lo alcanzó
en el rellano, lo abrazó por la espalda acariciándole la tripa, que todavía
estaba como una tabla, y susurró—: Te quiero. Pídeme lo que quieras y lo
tendrás sin que te haga preguntas, sin negarme a nada.
El cuerpo de Donghae
se relajó y se apoyó contra el de él.
—¡Ya te lo he
pedido! —Se echó a reír y entrelazó los dedos con los de él, que seguían protegiéndole
el vientre—. Lo único que deseo… es a ti. Estoy muy caprichoso. Ahora mismo soy
otra persona. No te tomes nada de lo que digo o hago como algo personal. No es
por ti. Es por las hormonas. Se están comiendo mi cerebro.
—Ponte caprichoso.
Ponte gruñon. Ni siquiera te pediré que no llores. —Bueno…, al menos lo
intentaría. Esperaba que no le diera por llorar, porque, en tal caso, para
cuando naciera el bebé Hyukjae estaría hecho un asco—. Pero no me pidas que no
me preocupe, que no trate de protegerte ni que no me raye con tu felicidad o tu
seguridad. No puedo evitarlo —refunfuñó apretándole los dedos.
—¿No te pondrás
mandón?
Hyukjae tragó
saliva.
—No.
Bueno…, quizá con
menos frecuencia.
—¿Ni exigente?
Eh…, podría
contenerse, ¿no?
—No.
—¿Dominante?
¿Controlador?
¡Le estaba dando
en todos sus puntos débiles!
—Lo intentaré
—afirmó con sinceridad.
Donghae se echó a
reír a mandíbula batiente. Hyukjae llevaba más de dos semanas sin oír semejante
carcajada y el cautivador sonido le animó el corazón. Se rio tan fuerte que
acabó resoplando.
—Te doy
veinticuatro horas. Esa forma de ser la llevas en el ADN. No podrías reprimirla
ni un día.
Siguió riéndose
mientras avanzaba hacia el dormitorio. A Hyukjae se le quedó la boca seca al
ver que Donghae se quitaba la parte de arriba del uniforme revelando su suave y
fina piel. Él también se rio porque sabía que seguramente tenía razón, pero aun
así lo intentaría por todos los medios.
—¡Una semana por
lo menos! —gritó con arrogancia.
La risa de Donghae
cobró fuerza y sonoridad y retumbó por el pasillo hasta llegar en forma de eco
a los oídos de Hyukjae, que sonrió de oreja a oreja. Lo conocía demasiado bien.
Moviendo la
cabeza, se dirigió a la cocina para servir un helado a su chico.
Ahhhhhhh
ResponderEliminarLindo!
Lindo!
Lindo!
Que hermoso capítulo!!!
Me gustoooo muchooooo!!!
Ahhhh van a ser papás!!!!!
:)
que bien ya resolvieron sus problemas de pareja y lo mejor ya esta en camino un lindo bebe espero y sean ............. hay que dicil que nazca sano
ResponderEliminarHyukJae no puede negarle nada a Hae...nada mientras esto lo haga feliz y Hae este bien.
ResponderEliminarPor eso cuando supo del bebé y supo que Hae lo quería...solo pudo imaginarse haciendo una familia con Hae y nadie más.
Hyuk tan preocupado que hasta firmo el documento...y Hae entendio que no era necesario
Así de bellos son los dos *0*
Ese bebé sera hermoso