Mío -Capítulo 12




—¡Cállate, zorra! —exigió una voz aterradora y amenazante poco antes de que Donghae le pegara una patada en la rodilla.

En respuesta a ese golpe y sin dejar de arrastrarlo ni por un instante, le propinaron un puñetazo en la cara. El guantazo fue tan fuerte que, por un momento, Donghae se quedó helado e indeciso.

«Resístete, joder. Defiéndete».

Los drogadictos lo cogieron en volandas para meterlo en el coche, pero él levantó las piernas y puso un pie en la puerta y el otro en la carrocería, junto a la puerta abierta.

«Que no consigan meterte en el coche. De lo contrario, estás muerto».

Los pies se le empezaron a resbalar y uno de los hombres lo cogió del pelo y comenzó a golpearle la cabeza contra la chapa de metal de la puerta abierta. El sonido que producía su cráneo al chocar con el metal era ensordecedor y empezó a darle vueltas la cabeza y a nublársele la vista.

«Debería haberle dicho a Hyukjae que estoy enamorado de él».

—¡Cabrones! —gritó una voz que Donghae reconoció.

Un brazo lo agarró de la cintura y lo apoyó contra un pecho para librarlo de los dos matones. Aunque la cabeza le daba vueltas como si acabara de bajarse de una atracción de feria, levantó la mirada y pudo distinguir a Kim Kangin, que lo dejó en la acera antes de echar a correr enfurecido hacia el coche. A Donghae le entró un ataque de pánico al darse cuenta de que se proponía atacar él solo a los dos tipos. Por increíble que parezca los dos hombres no supieron cómo reaccionar. Kangin era más grande que ellos, pero ellos eran dos.

«Tengo que ayudarlo. Tengo que levantarme».

No podía permitir que mataran a Kangin después de que le hubiera salvado la vida. Donghae se puso de rodillas y trató sin éxito de recuperar la visión. Como no lograba ponerse de pie, empezó a arrastrarse hacia el coche mientras Kangin atacaba a uno de los hombres golpeándole con fuerza en la cara.

Sintió unas pisadas fuertes que se le aproximaban por la acera y vio cómo dos desconocidos se metían en la pelea: cogieron a Kangin por el brazo y aplacaron al hombre al que estaba golpeando.

—No le hagan daño a Kangin —gimoteó temiendo que le hirieran con la confusión.

—Disculpe, señor. No lo había reconocido —se excusó el hombre mientras soltaba a Kangin.

Uno de los desconocidos que se había unido a la refriega tenía a un drogata tumbado en el suelo boca abajo. El otro delincuente corrió a refugiarse en el asiento del conductor mientras apuntaba con una pistola temblorosa a Kangin y al otro rescatador.

—No. No.

El corazón de Donghae se le iba a salir del pecho mientras rogaba en silencio que ni Kangin ni el otro hombre provocaran al yonqui.

Kangin se abalanzó hacia el delincuente, pero este ya había pisado el acelerador y el vehículo arrancó a toda velocidad. La puerta se cerró mientras el coche derrapaba por la calle oscura y desaparecía de su vista en un abrir y cerrar de ojos.

Donghae observó la escena aterrado y vio que tanto sus dos rescatadores como Kangin estaban ilesos. El hermano de Hyukjae corrió hacia él soltando una retahíla de barbaridades.

—¡Donghae! ¿Estás bien? ¡Joder! Estás sangrando por la cabeza. ¿Qué intentabas hacer?

Kangin lo tendió sobre la acera y trató de calmarlo con susurros mientras le apartaba el pelo de la cara.

—Quería ayudarte —logró decir con la garganta seca.

—Estás como un cencerro. —Kangin negaba con la cabeza, pero su voz era dulce y cariñosa. Entonces, con un tono autoritario y seco ordenó—: Llamad a una ambulancia. Ahora mismo. Está herido.

La oscuridad empezó a nublarle la visión por completo, pero Donghae se resistía a perder el conocimiento:

—Dile a Hyukjae…

No pudo continuar, pues tenía la boca tan seca que la lengua se le quedaba pegada en el paladar. Trataba sin éxito de mantener los párpados abiertos. Intentó centrarse en Kangin, pero no veía más que un borrón desenfocado.

Donghae suspiró cuando Kangin lo cogió de la mano y refunfuñó:

—Puedes decírselo tú mismo. Está de camino y tiene un cabreo que no te imaginas.

«¿Hyukjae está de camino?».

Se le paró el corazón por un instante y apretó débilmente la mano de Kangin. Un zumbido apareció de la nada y fue aumentando de volumen hasta que le resultó tan ensordecedor que apenas pudo distinguir el alarido de las sirenas que se acercaban en la noche.

—Donghae. ¿Sigues aquí conmigo? —Kangin parecía asustado, desesperado… y lejano.

Cuando el ensordecedor zumbido alcanzó su punto álgido, un manto de oscuridad lo cubrió por completo.

—Hyukjae —susurró su nombre sin saber siquiera si alguien lo oiría y, entonces, cayó en la oscuridad más absoluta y se sumió en un plácido silencio.



Donghae abrió los ojos despacito y parpadeó varias veces tratando de despejar la vista. Tenía la desagradable impresión de que le estaban atornillando el cráneo y se sentía desorientado. Se llevó la mano a la cabeza para darse unos golpecitos de prueba y entonces se percató de que tenía la frente envuelta en una gasa. ¿Y eso?

Empezó a recuperar la memoria y poco a poco fue rescatando fragmentos de lo que había ocurrido: la disculpa de Kangin, la agresión, Kangin y los dos desconocidos salvándole la vida.

Recordó haberse despertado varias veces en urgencias y que en esos breves lapsos de tiempo Hyukjae había estado a su lado, cogiéndole de la mano, murmurando palabras de ánimo, mientras él… ¡Ay, Dios! ¿De verdad le había vomitado encima?

Después de la agresión todo había sido muy intenso: los vértigos, las náuseas, la visión nublada, el deseo de volver a dejarse llevar por la oscuridad y por el bendito alivio que le proporcionaba el sueño.

Gracias a la luz que provenía de un pequeño foco cuadrado colocado sobre la puerta llegó a la conclusión de que se encontraba en una habitación de hospital. Observó el cuarto en penumbra: se trataba de una habitación doble, pero la cama contigua estaba vacía y sin deshacer.

En urgencias se había encontrado tan mal que, en comparación, el agudo dolor de cabeza que sentía ahora le parecía una nimiedad. Tenía el estómago un poco revuelto y, obviamente, una herida abierta en la frente, pero estaba vivo. Tembloroso, tomó una profunda bocanada de aire para ir soltándolo poco a poco mientras una ola de adrenalina le recorría el cuerpo entero. Era evidente que estaba sufriendo un trastorno de ansiedad provocado por lo que había ocurrido hace…, eh…, ¿hace cuánto?

«¡Maldita sea! ¡Necesito saber qué ha ocurrido!».

Miró de reojo el reloj y vio que eran las cuatro de la mañana. Habían pasado nueve horas desde la terrorífica experiencia que lo había dejado solo en una habitación de hospital. Daba las gracias por seguir en el mundo de los vivos.

Al mover el brazo izquierdo sintió un dolor punzante en el dorso de la mano y, al mirar, se percató de que tenía una vía. «¡Qué daño!». Volvió a poner el brazo en la misma posición que antes y trató de estirar el otro con cuidado, pero entonces se dio cuenta de que estaba metido en una cápsula cálida, aprisionado en una cárcel.

—Hyukjae —susurró con dulzura al darse cuenta de que no estaba solo.

Posó los ojos en el lugar en el que sus pieles estaban en contacto y vio que tenían los dedos entrelazados y que él apoyaba la cabeza en ellos con los ojos cerrados.

El corazón le dio un vuelco mientras lo recorría con la mirada y contemplaba cada centímetro de aquel rostro perfecto tan amado. Se regodeó en aquella vista con la sensación de que llevaba una vida entera sin ver sus atractivas facciones. Parecía tenso y agresivo incluso cuando dormía y lo único que suavizaba sus rasgos era un mechón de pelo rebelde que le caía por la frente.

Donghae retiró la mano con cuidado y le acarició el cabello desaliñado, recreándose con la textura de su grueso pelo.

¿Había pasado la noche aquí? ¿Se había ido en algún momento del hospital?

Llevaba un uniforme de enfermero de color azul claro; prueba irrefutable de que el recuerdo que
tenía de vomitarle encima del jersey, que seguramente era carísimo, debía ser cierto.

«Te quiero».

Al recordar que había pronunciado esas palabras justo después de sufrir una terrible arcada y justo antes de creer que se iba a morir, sintió tal ansiedad que se le puso el cuerpo entero en tensión y dejó de acariciarle el pelo.

«Dios mío. ¿De verdad le he dicho eso?».

Sí, se lo había dicho. Eso lo recordaba con una nitidez absoluta. Entonces, al ser consciente de que le había balbuceado esa frase, alejó la mano de la de él, preguntándose cómo se habría tomado esas palabras, si es que había llegado a oírlas. En urgencias había temido tanto por su vida que había sentido la necesidad de decírselo, de hacerle saber lo que sentía por él. Como no tenía ni idea de lo graves que eran las heridas, no había dudado en confesárselo. Necesitaba que supiera lo mucho que le importaba por si le ocurría algo.

Ahora que sabía que iba a sobrevivir, no tenía tan claro que declarársele, que desnudar así su alma, hubiera sido una buena idea.

—¡Donghae! —Hyukjae se incorporó de inmediato y, como si fuera un acto reflejo, volvió a cogerlo de la mano y a entrelazar los dedos con los suyos. Se había despejado por completo y lo observaba sin ocultar su preocupación—. Estás despierto.

Donghae tenía la garganta seca y con la sensación de que la lengua estaba tan hinchada que apenas le cabía en la boca. Estiró el brazo para coger un vaso de agua que había en la mesita de noche, pero Hyukjae se le adelantó levantándose de un salto. Quitó el envoltorio a una pajita y la metió en el vaso de plástico antes de acercárselo a la boca. Tomó varios sorbos y posó la mano sobre la de él mientras el líquido se deslizaba despacio por la lengua.

—¿Dónde estoy? —preguntó en voz baja, lamiéndose los labios húmedos.

Hyukjae le dio explicaciones sobre el hospital en el que se encontraban y sobre los resultados dentro de la normalidad del TAC, pero que tenía que pasar la noche en observación.

—Tienes varios puntos en la frente. Por lo que me ha contado Kangin, tuviste suerte de que no te partieran el cráneo —le comentó con la voz ronca y cierta irritación.

—Tengo la cabeza muy dura —respondió para quitar hierro al asunto.

Se acordaba perfectamente de lo fuerte que le habían golpeado y le sorprendió que las únicas consecuencias fueran un par de puntos en la frente y un dolor de cabeza agudo.

Hyukjae lo miró molesto.

—Ya me había dado cuenta. —Posó el vaso en la mesilla y se lo quedó mirando—. No volverás a alejarte de mí. De ahora en adelante siempre estarás a mi lado.

A Donghae se le cortó la respiración, mientras lo miraba fascinada, incapaz de interrumpir esa apasionante comunicación silenciosa.

—Siempre es mucho tiempo —respondió al no encontrar una respuesta más inteligente.

Los ojos de Hyukjae empezaron a echar chispas, como cuando estaba a punto de ponerse testarudo.

—Me importa un pimiento. Vas a volver a casa conmigo. No pienso confiar tu seguridad a un puñado de incompetentes. Si Kangin no hubiera estado…

—Me salvó la vida, Hyukjae. Tu hermano arriesgó la vida por mí —murmuró agradeciendo a Kangin en silencio que hubiera estado allí y que hubiera logrado evitar que esos hombres la metieran en el coche —. Si no llega a ser por él, estaría muerto.

Incapaz de ocultar la frustración, Hyukjae se peinó la manoseada melena con los dedos antes de refunfuñar:

—Kangin debería haberte acompañado a casa. Los escoltas no tenían suficiente experiencia. Deberían haber estado tan cerca de ti que hubieran oído hasta tu respiración. El tiempo que tardaron en reaccionar es inaceptable.

—Me marché sin dar la oportunidad a Kangin de ofrecerse a llevarme a casa. Empezó a hacerme preguntas sobre Leeteuk y me sentí incómodo. Los guardaespaldas no tardaron en llegar, pero los desalmados esos actuaron muy rápido. Ocurrió todo en cuestión de segundos.

«Aunque a mí me parecieran horas».

—Si Kangin no hubiera ido a buscarte a la salida de ese restaurante, habrías llegado a casa sano y salvo.

Hyukjae estaba tan alterado que le vibrada hasta el pecho. Donghae le apretó la mano.

—Eso no lo sabes. Puede que me hubieran alcanzado de todos modos. Si Kangin no hubiera estado allí, habría sido peor. Por favor, no culpes ni a Kangin ni a los guardaespaldas. Estoy muy agradecido a todos.

—Bueno, dejémoslo estar. Mañana vendrás a casa conmigo y a partir de ahora tendrás más escoltas que el presidente. Leeteuk también piensa que estarás más seguro en mi piso. Aunque no tengo claro que le haga especial ilusión que vivas tan cerca de un Kim.

Volvió a sentarse en la silla sin dejar de apretarle la mano ni relajar la intensa mirada de inquietud.

—¿Ha venido Leeteuk? —preguntó sorprendido, pues no sabía cómo se habría enterado de que lo habían agredido.

—Se fue hace una hora o dos. Lo llamé yo. Ha pasado toda la tarde aquí. ¿No lo recuerdas?

Negó con la cabeza.

—Después de la agresión lo único que recuerdo son fragmentos sueltos e inconexos. ¿Te he vomitado encima?

—¿De eso sí te acuerdas? —Le observó la cara en busca de algo, como si quisiera adivinar qué recordaba y qué no—. Cuando te metieron en la habitación, Leeteuk me trajo este uniforme de enfermero y me indicó un lugar donde ducharme.

—¡Madre mía! ¡Cuánto lo siento!

¿Había algo más bochornoso que vomitar encima a un hombre como Kim Hyukjae?

—¿Por qué? No lo hiciste a propósito. Además, me sentí aliviado porque al menos estabas despierto.

Donghae estaba sorprendido de que hubiera permanecido a su lado mientras tenía arcadas y que, además, hubiera estado sujetándole una palangana sin morirse del asco.

—¿Kangin se encuentra bien?

—Sí. —Soltó una escueta carcajada carente de gracia—. El único problema es que ha tenido que permanecer en la misma habitación que Park Leeteuk. Estaba nerviosísimo y Leeteuk lo miraba como si tuviera ganas de matarlo con algún método lento y doloroso.

—Ojalá supiera qué pasó entre ellos —comentó pensativo.

Hizo una mueca de dolor al comprobar que el pinchazo que sentía en la cabeza iba en aumento, y acabó teniendo la sensación de que una enorme boa constrictora le apretaba el cráneo sin piedad.
Hyukjae frunció el ceño.

—¿Quieres un analgésico? Llamaré a la enfermera. —Estiró el brazo para pulsar el timbre.

—No. Espera. —Respiró hondo tratando de coger fuerzas para decirle lo que le tenía que decir: volver a su piso con él no estaba en sus planes—. No puedo ir a casa contigo, Hyukjae. Volveré a la de Leeteuk. No pasará nada. Han arrestado a uno de los tipos y lo más probable es que el otro esté huyendo despavorido. Dudo de que ir a por mí sea su prioridad en este momento.

A Hyukjae se le tensó el cuerpo entero, desde el semblante hasta los dedos, que apretaron con más fuerza la mano de Donghae.

—No hay discusión que valga. —Le clavó una mirada amenazante—.Vas a venir conmigo —repuso enfadado marcando cada una de las palabras.

Donghae soltó un bufido de frustración.

—No eres mi guardia particular. No necesito que nadie me proteja. Llevo solo mucho tiempo. Solo, añorando a Hyukjae, si bien en aquella época aún no sabía a quién añoraba.

«Alejarme de él ha sido tan doloroso que no podría superar otra despedida. Pasar tiempo junto a Hyukjae es peligroso, pues, cuando se vaya de mi lado, me dolerá el doble y, cuando vuelva a estar solo, tendré aún más recuerdos con los que torturarme».

—Ya, bueno, pues tendrás que acostumbrarte a la compañía, cariño —bufó con una mirada posesiva y un gesto salvaje, casi animal—. Mientras corras peligro, no me separaré de ti. Siempre estarás protegido.

Donghae se estremeció tratando de zafarse de su mano. No le estaba haciendo daño, de hecho, ni siquiera le incomodaba la forma en que le estaba agarrando. Más bien lo contrario. Hyukjae le hacía sentirse a salvo, le hacía sentirse querido, y era precisamente eso lo que lo asustaba. Ese miedo lo impulsaba a luchar con todas sus fuerzas contra la posibilidad de acostumbrarse a esa sensación.

—No puedes darme órdenes. Hace tan solo unas semanas que nos conocemos. ¿Por qué te preocupas por mí? —preguntó sin andarse con rodeos, pero incapaz de ocultar una emoción tan intensa que se parecía al pánico.

Tenía que distanciarse, pero le costaba hacerlo. Después del suceso de la noche anterior se sentía desamparado e indefenso, y lo que más le apetecía en el mundo era lanzarse a aquellos brazos cálidos y masculinos para refugiarse allí hasta recuperar el equilibrio.

—¡Llevo más de un año preocupándome por ti, joder! —le soltó con voz aterciopelada y varonil a la par—. No ha habido ni un solo día en todo ese tiempo en el que no me haya obsesionado con si estarías a salvo o no.

—Pero si nos conocemos desde hace unas semanas… —contestó confusa en un murmullo imperceptible.

Exhaló un suspiro irregular y la incertidumbre le transformó el semblante mientras desviaba la mirada hacia un lado y concentraba la atención en la desnuda pared blanca que tenía delante.

—Mi madre hablaba de ti sin parar. Un día, hace más de un año, estábamos en el restaurante y me dijo quién eras. —Suspiró como si renunciara a continuar con la explicación—. No lo puedo explicar porque no lo entiendo ni yo, pero desde aquel momento me sentí en la obligación de cuidar de ti. ¡Hasta te seguía a casa cada noche para asegurarme de que llegabas bien a tu apartamento!

Atónito, preguntó con voz temblorosa:

—¿Como si fuera amigo tuyo porque lo era de tu madre?

Hyukjae se giró hacia él y le dedicó una de sus miradas apasionadas y viriles.

—No. Como una obsesión que era incapaz de controlar. Como si fueras mía y tuviera que protegerte.

Entonces le dedicó su mirada de «Quiero follarte hasta que te vuelvas loca» y Donghae sintió las oleadas de calor que transmitía su cuerpo.

¿Debería enfadarse porque Hyukjae hubiera estado espiándola y siguiéndola como un acosador? Quizá debería estar enfadada, pero no lo estaba. Por extraño que resulte, contemplando su cara acongojada, se sintió totalmente relajada y notó cómo el corazón se le derretía en el pecho. Hyukjae se había mantenido en segundo plano, vigilándola en silencio como un ángel de la guarda sin esperar nada a cambio. Recordó la conversación que había tenido con Boah en el restaurante y se sintió aliviada al comprobar que los instintos protectores del Hyukjae rescatador seguían intactos.

—¿Por qué yo? Seguro que hay un montón de jóvenes y mujeres a los que tu protección les vendría muy bien.

Hyukjae se encogió de hombros, pero su intensa mirada bastó como explicación.

—No tengo ni la menor idea. Eres la única persona del mundo que me ha hecho sentir así.

Pronunció las últimas palabras como si le avergonzaran. Era obvio que ser incapaz de controlar sus sentimientos no le hacía la menor gracia.

Sacudió ligeramente la cabeza intentando asimilar que Hyukjae llevara un año tratando de protegerle. ¿Qué clase de tío hacía algo así? ¿Qué apuesto multimillonario dedicaba su tiempo a preocuparse por un don nadie, por un joven que no llamaba la atención y que, en principio, no estaba a su altura? No es que se considerara inferior a nadie por ser pobre…, pero era realista: los hombres de la clase social de Hyukjae no se fijaban en personas como él. Estaban demasiado ocupados acumulando riqueza y reinando en sus imperios.

—Cuidar de mí porque soy amigo de tu madre ha sido muy dulce por tu parte. Pero no puedes protegerme eternamente.

Se levantó de la silla y se sentó con delicadeza en la cama para que estuvieran cara a cara.

—No lo pillas, ¿verdad? No soy un tío dulce. —Sus movimientos contradijeron a sus palabras, pues le colocó un mechón por detrás de la oreja con suma delicadeza mientras le rozaba la sien con el dedo índice y le acariciaba la mejilla con la suavidad de una pluma—. No me he comportado así porque sea generoso o altruista. Quería follarte. A mi modo de ver, es un motivo bastante egoísta —comentó con aridez burlándose de sí mismo.

Donghae reprimió una sonrisa, preguntándose por qué le daba tanta rabia que le dijeran que era dulce.

—Si eso era lo que te motivaba, ¿por qué no lo hiciste? Podías haberme abordado o haber pedido a tu madre que nos presentara. Creo que es bastante obvio que me atraes.

«Es mucho más que atracción».

Hyukjae apartó la mano de su rostro y desvió la mirada.

—Me he olvidado de pedirte el analgésico. Seguro que te duele.

Pulsó el botón para llamar a la enfermera y una voz joven de mujer respondió de inmediato a través del pequeño altavoz situado al lado del timbre:

—¿Qué desea?

Hyukjae se puso de pie para ofrecer una respuesta tajante.

—El joven Lee necesita un analgésico —ordenó.

—Enseguida —respondieron.

Donghae seguía sin entender por qué había ignorado su pregunta de esa manera. ¿O acaso la había evitado a propósito? Inclinó la cabeza para mirarlo a la cara. Tenía el ceño fruncido y una expresión implacable.

Donghae se cruzó de brazos y se enfrentó a su feroz mirada con una leve sonrisa.

—Tu táctica ya no funciona conmigo —le advirtió con tranquilidad.

—¿Qué táctica? —bufó cruzándose de brazos como él para retarle con una expresión indescifrable.

—La táctica que utilizas para que me sienta como Caperucita Roja ante el Lobo Feroz. —Elevó una ceja manteniéndole la mirada.

Hyukjae Kim podía gruñir, refunfuñar y bufar todo lo que quisiera, pero Donghae sabía cómo era en realidad. Bajo esa máscara de borde mandón se ocultaba una capa de compasión y bondad que probablemente jamás mostraría en público. Pero él lo había visto, lo había descubierto: si lo único que hubiera querido hubiera sido tirárselo, podría haberse presentado y haberlo conocido en persona; de ese modo, se habría ahorrado mucho tiempo.




3 comentarios:

  1. O.o
    Casi hacen papilla de pecesito!!!
    Wau~
    La verdad estoy de acuerdo con Hyukkie~
    Dónde hp estaban los guardaespaldas!????
    Ahhhh
    Noooo

    ResponderEliminar
  2. que bueno que kagin fue a ayudarlo si no pecesito muerto lindo monito no lo dejes salir solo ya

    ResponderEliminar
  3. Wow...wow....wow
    Ahora sí que se paso Kangin...debe de estar muy mal como para hacer eso con la pareja de su hermano...ahora sí que..."si ya sabe como es su hermano,para qué lo provoca"
    Se llevo su muy buen regalo de esa noche...y conste que era de otro el cumpleaños jajajajaja
    Posta,y luego van esos maliantes a querer hacerle daño a Hae,lo bueno que Kangin estaba cerca...ese equipo de "seguridad" es muy obsoleto..deben de estar casi encima de Hae...así deben cuidarlo....eish.
    Al parece no paso a mayores,agarraron a un tipo y kangin pudo redimirse ante Hae y su hermano...aparte de decirle a Hae que Hyuk nada tuvo que ver con la rubia.
    Ahira le toca a Hyuk convencerlo.

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...