Mío -Capítulo 13




Hyukjae se inclinó hacia Donghae despacio, tan despacio que se le cortó la respiración. Sus ojos oscuros brillaban con llamas de pasión y le miraron fijamente hasta hacerla estremecer. Las vibraciones que transmitía eran tan intensas que su cuerpo reaccionó de forma instintiva. Acercó la boca a su oreja y Donghae sintió en el cuello y en la mejilla la calidez de su aliento.

Aquella amenaza en forma de susurro le produjo un escalofrío que le recorrió la columna vertebral de un extremo al otro. No sentía miedo, sino un anhelo que le abatió el cuerpo entero con la fuerza de un huracán.

Cuando una enfermera de mediana edad entró en el cuarto, Donghae exhaló un suspiro trémulo y Hyukjae tuvo que incorporarse y alejarse de la cama. La mujer le proporcionó a Donghae la medicina, antes de medirle las constantes vitales con gran eficiencia. Tras realizar una evaluación rápida y preguntar si necesitaban algo más, se marchó.

—Me extraña no estar compartiendo habitación —murmuró Donghae una vez que la enfermera hubo salido—. Este hospital suele estar bastante lleno.

Había hecho prácticas en ese centro y sabía que las habitaciones siempre estaban ocupadas en esa época del año.

Hyukjae dio la vuelta a la silla y se sentó al revés, con los brazos apoyados sobre el respaldo de madera. Por primera vez desde que Donghae había abierto los ojos sonrió.

—Ser un multimillonario que casualmente dona generosas sumas de dinero a ONG relacionadas con la sanidad tiene sus ventajas.

La silla estaba muy cerca de la cama, por lo que Donghae vio sus ojos traviesos en la penumbra.

—¿Así que como colaboras con la causa pides una habitación privada? —intentó reprenderle, pero sus labios no pudieron contener una sonrisa.

Hyukjae se encogió de hombros.

—Yo, no. Kangin se encargó de la habitación mientras yo me estaba duchando. Y dudo de que fuera una petición.

Donghae puso los ojos en blanco, convencido de que Kim Kangin rara vez pedía algo. Él siempre exigía y esperaba que la gente hiciera todo lo que ordenaba. Sin embargo, al igual que su hermano, bajo las capas de hielo Kangin escondía un corazón de oro.

Le empezaron a pesar los párpados a causa de la potente medicación. Bostezó mientras Hyukjae lo cogía de la mano y rozaba su palma con el pulgar.

—Es el analgésico. No estoy acostumbrado —masculló. De pronto se sentía agotado.

—Duerme. No me moveré de aquí —respondió con voz ronca y tono de preocupación.

—Deberías irte a casa a dormir. Llevas aquí toda la noche. Estoy bien.

—No me iré a casa hasta que puedas acompañarme —repuso cerrándose en banda.

—No voy a ir a casa contigo —masculló aleteando los párpados.

—Eso ya lo veremos. Ahora duerme —susurró con suavidad.

Su entonación relajante y calmada no lo engañó ni por un instante. Sabía que cuando se despertara volvería a la carga con toda la artillería.

Como en ese momento no le quedaban ni fuerzas ni ganas para pelearse con él, cedió al sueño.



Horas después Hyukjae utilizó todos los recursos a su alcance para convencerlo de que volver a su casa era la mejor opción.

Recibió visitas de Leeteuk, Boah, Kangin, el médico y el agente Changmin. Todos subrayaron lo importante que era que se encontrara en un entorno seguro e insistieron en que el piso de Hyukjae sería el lugar en el que estaría más protegido. Leeteuk se lo aconsejó a regañadientes; obviamente la idea no le hacía mucha gracia, pero pensaba que era el lugar en el que estaría más a salvo.

«¿Qué habrá hecho para que el agente Changmin y el médico insistan en que su casa es la mejor opción?».

Cuando se quedaron a solas, Hyukjae le dijo que, si se negaba a ir con él, se lo cargaría al hombro y se lo llevaría en volandas sin importarle lo mucho que gritara o pataleara.

Lo que le convenció para subirse en el auto y permitir que Kyuhyun los llevara al piso no fue la amenaza de Hyukjae ni el hecho de que no tuviera adónde ir, sino la mirada salvaje a caballo entre el agotamiento y la desesperación que le dedicó Hyukjae cuando le pidió que se fuera con él.

Tenía pinta de no haber pegado ojo ninguna noche: llevaba una desaliñada barba de tres días y en su atractivo rostro hacían mella el cansancio y el estrés.

«Tiene miedo. Se preocupa por mí».

Le parecía tan tierno que se le partía el corazón con solo pensar en lo mucho que se inquietaría si no iba con él a su casa, así que dio su brazo a torcer.

Ya se preocuparía más adelante por el dolor adicional que sentiría cuando volviera a llegar la hora de separarse. De momento lo único que tenía en mente era que Hyukjae se relajara, durmiera y comiera. La mirada de desesperación en el rostro de Hyukjae le hacía más daño que cualquier dolor que pudiera sentir en el futuro.

«Tendré que superarlo».

En realidad, ¿qué opciones tenía? Podía quedarse de brazos cruzados mientras Hyukjae sufría o preocuparse más adelante por el dolor.

Eligió la segunda opción y la cara de alivio de Hyukjae compensó todo el dolor que pudiera padecer en el futuro.



Varias noches después Hyukjae estuvo dando vueltas y cambiando de postura en su inmensa cama hasta que quedó tumbado de espaldas mirando el techo. Se sentía frustrado y tenía los ojos abiertos de par en par cuando deberían estar cerrados para compensar lo que no había dormido los días previos. Desde que Donghae lo había abandonado tan solo conseguía dormir unas pocas horas al día y, ahora que había regresado, seguía sin lograr conciliar el sueño.

«Te quiero».

La confesión que le había hecho en forma de susurro resonaba en su mente cada minuto del día. ¿Lo había dicho en serio? ¿Se estaba dirigiendo a él? ¿A Hyukjae? En Urgencias Donghae había estado tan confuso y desorientado que no tenía claro ni dónde se hallaba. Hyukjae ni siquiera sabía si recordaba haber pronunciado esas palabras, así que ¿cómo iba a estar seguro de qué quería decir con ellas? Quizá tan solo se trataba de un balbuceo inconsciente como consecuencia de la agresión. Además, tampoco sabía si quería que esas palabras se dirigieran a él.

«¡Pues claro que sí!».

Gruñó en voz baja, se puso otra almohada bajo la cabeza e intentó hacer caso omiso de su verga que, empalmada bajo las sábanas, formaba una gran tienda de campaña que palpitaba. ¿Es que no podía pensar en Donghae sin que se le pusieran los huevos morados?

En realidad, sí; sabía que sí podía. Después de la agresión había estado tan asustado que se había olvidado por completo del sexo. Verlo frágil, pálido e indefenso en la cama de un hospital lo había destrozado y le habían dolido partes del cuerpo situadas por encima de la cintura. Durante varios días la apremiante necesidad que sentía de protegerlo y defenderlo había sido su principal motivación.

Esbozó una tímida sonrisa al recordar lo mucho que se había ofendido Donghae al enterarse de que había llamado a la universidad para explicar la situación y había logrado que aceptaran que se ausentara durante una semana para descansar. Él lo había hecho para echarle un cable, para que no tuviera que preocuparse por nada y dispusiera de tiempo para recuperarse, pero el loco de su chico había dado por hecho que volvería a la universidad en cuanto le dieran el alta en el hospital. Le había plantado cara y lo había puesto a parir por interferir en su vida.

A Donghae no le daba miedo decirle las cosas a la cara y a él esa actitud le resultaba de lo más provocativa. Quizá —solo quizá— a una parte de él incluso le gustara. Jamás alguien se había negado a obedecerle, ni le había cuestionado sus actos o su modo de comportarse. Siempre lo habían utilizado y, a cambio, le habían dejado que él usara sus cuerpos. A ninguno le había importado lo suficiente como para echarle nada en cara.

«Estoy coladito por él. No hay vuelta atrás».

Sentía que algo se estaba revolviendo por dentro y no le parecía una sensación agradable. «Follar. Pagar. Pasar al siguiente».

Así es como se había relacionado desde que tenía uso de razón, pero Donghae estaba cambiando todo eso y le estaba tentando a que se fiara de él. ¡Y vaya si estaba tentado! Aunque le resultara muy doloroso cuando lo miraba como si fuera capaz de leerle el alma, saber que se preocupaba por él como para hacerlo le cautivaba hasta la intoxicación.

A él le importaban un bledo sus cicatrices, su dinero y su elevada posición social. «Y piensa que estoy tan bueno que me comería enterito».

Kangin le había contado todo lo que le había dicho Donghae; entre otras cosas, que Hyukjae era el que estaba más bueno de los Kim. Su hermano y él nunca habían competido. Todo lo contrario: siempre habían trabajado juntos; primero para sobrevivir y después para prosperar. Aunque discutieran a menudo Hyukjae adoraba a su hermano. Con todo su ser. Vale, Kangin era un capullo con las parejas, pero no podía echarle eso en cara porque él era igual. Puede que incluso peor. Sin embargo, tenía que admitir que se había alegrado al enterarse de que Donghae le había echado un jarro de agua fría a su hermano cuando tomaron un café antes de la agresión.

«Te quiero».

Le chirriaron los dientes y se tumbó de lado. Ahuecó la almohada para tratar de ponerse cómodo. Tenía que olvidarse de todo eso, reprimir sus sentimientos y dejar de desear algo más que su presencia. Debía contentarse con saber que estaba a salvo. ¿Acaso no era suficiente? Al menos ya no se subía por las paredes por no saber dónde se encontraba o si se hallaba en peligro.

Un aullido desgarrador lo hizo incorporarse sobresaltado con todos los músculos en tensión y el corazón a mil por hora.

«¡Donghae!».

Se quedó varios segundos paralizado por el pánico mientras los chillidos aumentaban en volumen e intensidad.

Apoyó los pies en el suelo y echó a correr hacia su dormitorio a oscuras por el pasillo mientras el instinto de protegerla enviaba adrenalina a cada centímetro de su cuerpo. Encendió la luz sin detenerse un instante y frenó en seco a los pies de la cama.

Donghae se estaba abrazando a sí mismo como si tratara de protegerse de una amenaza. Las lágrimas corrían como ríos por su rostro, tenía el pelo enmarañado y la cabeza gacha. Gimoteaba y respiraba con dificultad.

—¿Qué ha pasado, cariño? —preguntó sentándose a su lado.

Las sábanas estaban revueltas en una maraña, como si la tercera guerra mundial se acabara de librar en ese colchón.

—Estaba soñando —susurró como si todavía no se lo creyera del todo y tuviera que convencerse a sí mismo—. He tenido una pesadilla.

Hyukjae lo cogió en brazos, atrayendo el cuerpo sumiso y tembloroso hacia el suyo para transmitirle calor y serenidad. Lo estrechó entre los brazos con el corazón acelerado y le apoyó la cabeza en su cuello.

—¿Con qué estabas soñando?

Le acarició, deslizando las yemas de los dedos entre los sedosos mechones de cabello mientras él respiraba hondo para tratar de apaciguar su alterado corazón.

—Con la agresión. Parecía tan real… —murmuró estremeciéndose junto a su cuerpo.

—Ya ha pasado. Estás a salvo. Siempre lo estarás.

«Aquí. Conmigo».

Lo apartó de su regazo y se dispuso a levantarse, pero sus brazos se tensaron alrededor de su cuello para sujetarlo con todas sus fuerzas.

—¡No! ¡No te vayas todavía, por favor!

Aquel grito de vulnerabilidad se le clavó en las entrañas como un cuchillo. «Me necesita».

—Tranquilo. No me voy. No te dejo solo.

«Jamás te dejaré solo».

Donghae siguió sujetándolo del cuello, Hyukjae lo tomó salió del dormitorio y recorrió el pasillo para dirigirse a su cuarto con el ser al que más apreciaba en la vida entre los brazos. Una vez en él lo dejó en la inmensa cama.

El pavor empezó a remitir y Donghae relajó los brazos, de modo que Hyukjae pudo taparlo con las sábanas y el edredón. Se metió en la cama a su lado y lo abrazó con todo su cuerpo, envolviéndolo y protegiéndolo con sus cálidos y fornidos brazos. Donghae suspiró y se relajó en la calidez que le proporcionaba Hyukjae, posando la cabeza en su hombro y saboreando la seguridad que ofrecía su recio cuerpo viril.

—¿Te encuentras mejor? —preguntó con voz queda y, al hacerlo, lo despeinó con el aliento.

—Sí. Siento haberte despertado. Volveré enseguida a mi cama.

Donghae no quería irse de allí, quería quedarse tal y como estaba —calentito y a salvo en sus brazos—, pero respetaba que Hyukjae necesitara su espacio para dormir.

—No irás a ninguna parte —replicó.

—Pero así no conseguirás dormir —protestó sintiéndose egoísta por querer quedarse.

—Al revés. No conseguiré pegar ojo si no estás aquí. Estas dos últimas semanas no he dormido un carajo.

Hyukjae lo atrajo hacia él cogiéndolo por la cintura y, como no dejó ni un hueco entre sus cuerpos, Donghae notó un bulto en el trasero.

—Estás desnudo.

—Sí, siempre duermo desnudo. Tendrás que acostumbrarte, cariño —murmuró con sensualidad—. ¿Quieres contarme lo que has soñado?

Aunque en realidad lo que quería era olvidar esa pesadilla, se dio media vuelta entre sus brazos, desesperado por abrazar aquel cuerpo cálido y viril. Donghae no era un joven pequeño ni frágil, pero, cuando enterró la cara en su pecho sólido y musculoso, se sintió como tal.

—Estaba soñando con lo que pasó, pero en la pesadilla sí lograban meterme en el coche. Iban a violarme antes de pegarme un tiro en la cabeza. Me resistí con todas mis fuerzas, pero lograron arrancarme la ropa. Eran mucho más fuertes que yo. Lo único en lo que pensaba era en que quería morirme antes de que me violaran, pero el que logró escapar se me subió encima mientras el otro me apuntaba con una pistola en la sien. —Sacudió la cabeza tratando de no alterarse. Tan solo había sido una pesadilla. No había ocurrido de verdad—. ¡Parecía tan real! Sentía su olor corporal, veía sus ojos perversos… Me desperté justo cuando… —Fue bajando de volumen hasta que su voz se redujo a un suspiro trémulo.

Hyukjae le acarició la espalda con una mano como si estuviera consolando a un niño pequeño.

—Chsss... Tranquilo, cariño. Estás a salvo. Ya no pueden acercarse a ti.

La pesadilla le hacía estremecerse, y lo único que le apetecía hacer en ese momento era olvidarse de todos esos agrios recuerdos, deleitarse en las sensaciones y disfrutar del increíble cuerpo que tenía el hombre que le estaba consolando. El único hombre que, con sus sensuales manos, podía hacerle olvidar

—Hazme el amor. Ayúdame a olvidar —susurró con una voz seductora y temblorosa.

Lo empujó con suavidad para que se tumbara de espaldas y notó cómo su cuerpo entero se tensaba. Recorrió su pecho con las manos, deleitándose tanto en los duros y fibrosos músculos como en la piel tensa y caliente. Palpó despacio cada centímetro de su cuerpo, desde los hombros hasta el vientre.

—¡No podemos hacerlo! —exclamó Hyukjae frustrado agarrando con fuerza las aventureras manos de Donghae—. No hay nada más agradable que sentir tus manos por todo mi cuerpo, pero acaban de darte el alta.

—Me la dieron hace días y ya no me duele nada. Me encuentro bien. Tan solo tengo un pequeño corte en la frente. La única parte del cuerpo que me duele está bastante más abajo. —La mano de Hyukjae no opuso resistencia cuando Donghae separó las piernas y la colocó en su entrepierna ardiente. Puede que lo estuviera presionando demasiado, puede que le estuviera pidiendo algo que él no podía ofrecer, pero le daba igual; necesitaba que Hyukjae lo poseyera, necesitaba sentirlo dentro

—Por favor —le rogó con desesperación mientras se zafaba de su mano y bajaba el brazo para coger su miembro erecto.

—¡No, por favor! Si me tocas, me corro —explicó con la voz entrecortada mientras cogía la mano de Donghae y la ponía sobre su pecho. Deslizó la mano de su miembro hasta sus nalgas y deslizó los dedos con facilidad entre sus pliegues.

Gimió mientras sus anchos dedos lo exploraban. Un deseo frenético le mordía el cuerpo entero y no era capaz de pensar, solo de reaccionar a la acuciante necesidad que palpitaba en su interior, así que se quitó su boxer, lo abandonó entre las sábanas y se subió encima de él, sentándose a horcajadas. Le puso las manos a ambos lados de la cara y le besó.

Estaba encima de él, besándole en los labios y listo para perderse en las sensaciones de su tacto, pero un instante después… se encontró tumbado boca arriba. Hyukjae le había dado la vuelta y había arrancado su boca de la suya.

—No. No puedo —se lamentó con aspecto atormentado—. No puedo, joder.

Hyukjae le sujetaba las muñecas por encima de la cabeza y lo aplastaba con el torso para que no pudiera moverse. Respiraba con gran dificultad y, al tratar de introducir y expulsar aire de los pulmones, emitía sonidos guturales.

Donghae sacudió la cabeza para disipar la niebla erótica que le había cegado y miró a la corpulenta figura que lo sujetaba: un hombre que sufría un terrible tormento.

«Mierda. ¿Qué he hecho? ¿Le he forzado demasiado?».

La luz de la luna entraba por la ventana, pero no era suficiente para verle los ojos… aunque no le hacía falta vérselos. La voz, la respiración, el cuerpo tembloroso y la manera de sujetarle por las muñecas le decían que acababa de enviarlo de cabeza a su propia pesadilla.

—Hyukjae, soy yo: Donghae. —Trató de mover los brazos, pero no logró zafarse de sus manos—. Háblame.

—Sé quién eres, pero no puedo hacerlo, joder.

A excepción de su pecho, que se hinchaba y deshinchaba, el resto de su cuerpo permanecía inmóvil.

—Bésame.

Donghae seguía atrapado bajo su cuerpo, sometido a su dominio y sin saber qué podría mitigar su pavor. No le estaba haciendo daño, pero quería devolverlo al aquí y al ahora. No sabía qué había hecho, pero lo había herido sin proponérselo y eso había desatado un ataque de pánico.

Tenía el corazón a cien por hora y la sensación de que llevaban así una eternidad cuando por fin Hyukjae agachó la cabeza y posó la boca sobre la suya. Lo besó como quien acaba de recuperar la compostura y le metió la lengua en la boca como un látigo, conquistándole una y otra vez.

Su actitud salvaje y dominante despertó un instinto animal en él. Empujó la lengua contra la suya y se rindió a su sometimiento, permitiéndole ser el amo.

—Donghae —susurró su nombre tras separar la boca de sus labios y enterrar la cabeza en un costado de su cuello.

—Sí. Solo tú y yo, Hyukjae. Solo nosotros.

—Necesito follarte. —Su atronadora voz quedó amortiguada por el contacto con el cuello.

—Hazlo. Tal y como estamos.

Lo que había detonado esa extraña reacción era que él se hubiera puesto encima y hubiera controlado la situación, pero el deseo seguía ahí. Donghae percibía una lujuria voraz que le rozaba el muslo dura como una roca.

—Lo siento, cariño. Me estaba gustando mucho, pero es que no pude…

—Déjalo. Da igual. Ahora solo quiero sentirte dentro de mí. —Separó las piernas y trató de mover los brazos—. ¿Puedes soltarme?

Fue soltándole despacio a medida que se movía entre sus muslos.

—Sí, creo que sí —respondió con un tono que revelaba gran inquietud.

Donghae tuvo sentimientos indecisos mientras liberaba las muñecas de sus manos, que prácticamente le habían soltado de todo, y le rodeaba el cuello con los brazos.

—Solo quiero abrazarte. Tú tienes el control.

—Contigo siempre lo pierdo —murmuró en voz baja mostrándose reacio a resignarse.

—Hazme el amor, Hyukjae.

Ya no le importaba rogarle. El ataque de pavor y la vulnerabilidad de Hyukjae habían acabado de un plumazo con sus instintos de protegerse a sí mismo. Tenía que ayudarlo a liberarse, a borrar ese secreto que lo tenía prisionero. Era un hombre demasiado bueno, una persona demasiado generosa como para permanecer atrapado en el pasado, incapaz de seguir adelante.

«Por no mencionar que lo amo y que lo deseo tanto que me duele».

Hacía tiempo que debería haber dejado de negar la realidad y haber aceptado que era incapaz de no involucrarse sentimentalmente con Hyukjae. Se había comportado con cobardía y egoísmo porque le daba tanto miedo acabar destrozado que había preferido negar el brutal magnetismo que ejercía sobre ella.

Y la sensación era mutua. Donghae no era el único que se estaba resistiendo a esa tentación sin saber cómo enfrentarse a ella. ¡Por el amor de Dios! Hyukjae llevaba más de un año detrás de él, tratando de protegerlo. Le había sacado de la calle, literalmente, y le había puesto en bandeja todas las cosas con las que podría soñar, y no solo materiales. La consolaba cuando estaba disgustado y se quedaba a su lado cuando se encontraba enfermo. Lo escuchaba como si todas sus preocupaciones, sus ideas y sus sueños fueran importantes para él. Era obvio que sentía algo.

La pregunta era: ¿sería la misma atracción irresistible y fascinante que sentía él? Esa química mística y misteriosa que le había seducido había crecido a una velocidad vertiginosa hasta convertirse en un amor que le arañaba las entrañas, le cortaba la respiración… y le robaba hasta el sentido común.

—Tócame, precioso. Por favor.

Más que una petición, su voz arisca y crispada expresaba una orden desesperada motivada por el deseo y el anhelo.




4 comentarios:

  1. TT__TT
    Me duele el corasoncito por mi Hyukkie~
    Que hp le hicieron a mi monito!!!!
    Noo
    Seguro, que cuando este bien, aparece el pasado y lo daña todo!!!

    Ahhhhhhh

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  2. Debió ser muy fuerte lo que le paso a hyukjae para ponerse tan mal de un momento a otro, ojalá donghae lo ayude a superar su teauma

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  3. Debió ser muy fuerte lo que le paso a hyukjae para ponerse tan mal de un momento a otro, ojalá donghae lo ayude a superar su teauma

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  4. oh par de calenturientos pero asì los quiero no me gusta que mi lindo monito este tan traumado

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...