Hyukjae se
inclinó hacia Donghae despacio, tan despacio que se le cortó la respiración.
Sus ojos oscuros brillaban con llamas de pasión y le miraron fijamente hasta
hacerla estremecer. Las vibraciones que transmitía eran tan intensas que su
cuerpo reaccionó de forma instintiva. Acercó la boca a su oreja y Donghae
sintió en el cuello y en la mejilla la calidez de su aliento.
Aquella
amenaza en forma de susurro le produjo un escalofrío que le recorrió la columna
vertebral de un extremo al otro. No sentía miedo, sino un anhelo que le abatió
el cuerpo entero con la fuerza de un huracán.
Cuando una
enfermera de mediana edad entró en el cuarto, Donghae exhaló un suspiro trémulo
y Hyukjae tuvo que incorporarse y alejarse de la cama. La mujer le proporcionó
a Donghae la medicina, antes de medirle las constantes vitales con gran
eficiencia. Tras realizar una evaluación rápida y preguntar si necesitaban algo
más, se marchó.
—Me extraña
no estar compartiendo habitación —murmuró Donghae una vez que la enfermera hubo
salido—. Este hospital suele estar bastante lleno.
Había hecho
prácticas en ese centro y sabía que las habitaciones siempre estaban ocupadas
en esa época del año.
Hyukjae dio
la vuelta a la silla y se sentó al revés, con los brazos apoyados sobre el
respaldo de madera. Por primera vez desde que Donghae había abierto los ojos
sonrió.
—Ser un
multimillonario que casualmente dona generosas sumas de dinero a ONG
relacionadas con la sanidad tiene sus ventajas.
La silla
estaba muy cerca de la cama, por lo que Donghae vio sus ojos traviesos en la
penumbra.
—¿Así que
como colaboras con la causa pides una habitación privada? —intentó reprenderle,
pero sus labios no pudieron contener una sonrisa.
Hyukjae se
encogió de hombros.
—Yo, no. Kangin
se encargó de la habitación mientras yo me estaba duchando. Y dudo de que fuera
una petición.
Donghae puso
los ojos en blanco, convencido de que Kim Kangin rara vez pedía algo. Él
siempre exigía y esperaba que la gente hiciera todo lo que ordenaba. Sin
embargo, al igual que su hermano, bajo las capas de hielo Kangin escondía un
corazón de oro.
Le empezaron
a pesar los párpados a causa de la potente medicación. Bostezó mientras Hyukjae
lo cogía de la mano y rozaba su palma con el pulgar.
—Es el analgésico.
No estoy acostumbrado —masculló. De pronto se sentía agotado.
—Duerme. No
me moveré de aquí —respondió con voz ronca y tono de preocupación.
—Deberías
irte a casa a dormir. Llevas aquí toda la noche. Estoy bien.
—No me iré a
casa hasta que puedas acompañarme —repuso cerrándose en banda.
—No voy a ir
a casa contigo —masculló aleteando los párpados.
—Eso ya lo
veremos. Ahora duerme —susurró con suavidad.
Su entonación
relajante y calmada no lo engañó ni por un instante. Sabía que cuando se
despertara volvería a la carga con toda la artillería.
Como en ese
momento no le quedaban ni fuerzas ni ganas para pelearse con él, cedió al
sueño.
Horas después
Hyukjae utilizó todos los recursos a su alcance para convencerlo de que volver
a su casa era la mejor opción.
Recibió
visitas de Leeteuk, Boah, Kangin, el médico y el agente Changmin. Todos
subrayaron lo importante que era que se encontrara en un entorno seguro e
insistieron en que el piso de Hyukjae sería el lugar en el que estaría más
protegido. Leeteuk se lo aconsejó a regañadientes; obviamente la idea no le
hacía mucha gracia, pero pensaba que era el lugar en el que estaría más a
salvo.
«¿Qué habrá
hecho para que el agente Changmin y el médico insistan en que su casa es la
mejor opción?».
Cuando se
quedaron a solas, Hyukjae le dijo que, si se negaba a ir con él, se lo cargaría
al hombro y se lo llevaría en volandas sin importarle lo mucho que gritara o
pataleara.
Lo que le
convenció para subirse en el auto y permitir que Kyuhyun los llevara al piso no
fue la amenaza de Hyukjae ni el hecho de que no tuviera adónde ir, sino la
mirada salvaje a caballo entre el agotamiento y la desesperación que le dedicó Hyukjae
cuando le pidió que se fuera con él.
Tenía pinta
de no haber pegado ojo ninguna noche: llevaba una desaliñada barba de tres días
y en su atractivo rostro hacían mella el cansancio y el estrés.
«Tiene miedo.
Se preocupa por mí».
Le parecía
tan tierno que se le partía el corazón con solo pensar en lo mucho que se
inquietaría si no iba con él a su casa, así que dio su brazo a torcer.
Ya se
preocuparía más adelante por el dolor adicional que sentiría cuando volviera a
llegar la hora de separarse. De momento lo único que tenía en mente era que Hyukjae
se relajara, durmiera y comiera. La mirada de desesperación en el rostro de Hyukjae
le hacía más daño que cualquier dolor que pudiera sentir en el futuro.
«Tendré que
superarlo».
En realidad,
¿qué opciones tenía? Podía quedarse de brazos cruzados mientras Hyukjae sufría
o preocuparse más adelante por el dolor.
Eligió la
segunda opción y la cara de alivio de Hyukjae compensó todo el dolor que
pudiera padecer en el futuro.
Varias noches
después Hyukjae estuvo dando vueltas y cambiando de postura en su inmensa cama hasta que
quedó tumbado de espaldas mirando el techo. Se sentía frustrado y tenía los
ojos abiertos de par en par cuando deberían estar cerrados para compensar lo
que no había dormido los días previos. Desde que Donghae lo había abandonado tan
solo conseguía dormir unas pocas horas al día y, ahora que había regresado,
seguía sin lograr conciliar el sueño.
«Te quiero».
La confesión
que le había hecho en forma de susurro resonaba en su mente cada minuto del
día. ¿Lo había dicho en serio? ¿Se estaba dirigiendo a él? ¿A Hyukjae? En
Urgencias Donghae había estado tan confuso y desorientado que no tenía claro ni
dónde se hallaba. Hyukjae ni siquiera sabía si recordaba haber pronunciado esas
palabras, así que ¿cómo iba a estar seguro de qué quería decir con ellas? Quizá
tan solo se trataba de un balbuceo inconsciente como consecuencia de la
agresión. Además, tampoco sabía si quería que esas palabras se dirigieran a él.
«¡Pues claro
que sí!».
Gruñó en voz
baja, se puso otra almohada bajo la cabeza e intentó hacer caso omiso de su
verga que, empalmada bajo las sábanas, formaba una gran tienda de campaña que
palpitaba. ¿Es que no podía pensar en Donghae sin que se le pusieran los huevos
morados?
En realidad,
sí; sabía que sí podía. Después de la agresión había estado tan asustado que se
había olvidado por completo del sexo. Verlo frágil, pálido e indefenso en la
cama de un hospital lo había destrozado y le habían dolido partes del cuerpo
situadas por encima de la cintura. Durante varios días la apremiante necesidad
que sentía de protegerlo y defenderlo había sido su principal motivación.
Esbozó una
tímida sonrisa al recordar lo mucho que se había ofendido Donghae al enterarse
de que había llamado a la universidad para explicar la situación y había
logrado que aceptaran que se ausentara durante una semana para descansar. Él lo
había hecho para echarle un cable, para que no tuviera que preocuparse por nada
y dispusiera de tiempo para recuperarse, pero el loco de su chico había dado
por hecho que volvería a la universidad en cuanto le dieran el alta en el
hospital. Le había plantado cara y lo había puesto a parir por interferir en su
vida.
A Donghae no
le daba miedo decirle las cosas a la cara y a él esa actitud le resultaba de lo
más provocativa. Quizá —solo quizá— a una parte de él incluso le gustara. Jamás
alguien se había negado a obedecerle, ni le había cuestionado sus actos o su
modo de comportarse. Siempre lo habían utilizado y, a cambio, le habían dejado
que él usara sus cuerpos. A ninguno le había importado lo suficiente como para
echarle nada en cara.
«Estoy
coladito por él. No hay vuelta atrás».
Sentía que
algo se estaba revolviendo por dentro y no le parecía una sensación agradable.
«Follar. Pagar. Pasar al siguiente».
Así es como
se había relacionado desde que tenía uso de razón, pero Donghae estaba
cambiando todo eso y le estaba tentando a que se fiara de él. ¡Y vaya si estaba
tentado! Aunque le resultara muy doloroso cuando lo miraba como si fuera capaz
de leerle el alma, saber que se preocupaba por él como para hacerlo le
cautivaba hasta la intoxicación.
A él le
importaban un bledo sus cicatrices, su dinero y su elevada posición social. «Y
piensa que estoy tan bueno que me comería enterito».
Kangin le
había contado todo lo que le había dicho Donghae; entre otras cosas, que Hyukjae
era el que estaba más bueno de los Kim. Su hermano y él nunca habían competido.
Todo lo contrario: siempre habían trabajado juntos; primero para sobrevivir y
después para prosperar. Aunque discutieran a menudo Hyukjae adoraba a su
hermano. Con todo su ser. Vale, Kangin era un capullo con las parejas, pero no
podía echarle eso en cara porque él era igual. Puede que incluso peor. Sin
embargo, tenía que admitir que se había alegrado al enterarse de que Donghae le
había echado un jarro de agua fría a su hermano cuando tomaron un café antes de
la agresión.
«Te quiero».
Le chirriaron
los dientes y se tumbó de lado. Ahuecó la almohada para tratar de ponerse
cómodo. Tenía que olvidarse de todo eso, reprimir sus sentimientos y dejar de
desear algo más que su presencia. Debía contentarse con saber que estaba a
salvo. ¿Acaso no era suficiente? Al menos ya no se subía por las paredes por no
saber dónde se encontraba o si se hallaba en peligro.
Un aullido desgarrador
lo hizo incorporarse sobresaltado con todos los músculos en tensión y el
corazón a mil por hora.
«¡Donghae!».
Se quedó
varios segundos paralizado por el pánico mientras los chillidos aumentaban en
volumen e intensidad.
Apoyó los
pies en el suelo y echó a correr hacia su dormitorio a oscuras por el pasillo
mientras el instinto de protegerla enviaba adrenalina a cada centímetro de su
cuerpo. Encendió la luz sin detenerse un instante y frenó en seco a los pies de
la cama.
Donghae se estaba
abrazando a sí mismo como si tratara de protegerse de una amenaza. Las lágrimas
corrían como ríos por su rostro, tenía el pelo enmarañado y la cabeza gacha.
Gimoteaba y respiraba con dificultad.
—¿Qué ha
pasado, cariño? —preguntó sentándose a su lado.
Las sábanas
estaban revueltas en una maraña, como si la tercera guerra mundial se acabara
de librar en ese colchón.
—Estaba
soñando —susurró como si todavía no se lo creyera del todo y tuviera que
convencerse a sí mismo—. He tenido una pesadilla.
Hyukjae lo cogió
en brazos, atrayendo el cuerpo sumiso y tembloroso hacia el suyo para
transmitirle calor y serenidad. Lo estrechó entre los brazos con el corazón
acelerado y le apoyó la cabeza en su cuello.
—¿Con qué
estabas soñando?
Le acarició,
deslizando las yemas de los dedos entre los sedosos mechones de cabello
mientras él respiraba hondo para tratar de apaciguar su alterado corazón.
—Con la
agresión. Parecía tan real… —murmuró estremeciéndose junto a su cuerpo.
—Ya ha
pasado. Estás a salvo. Siempre lo estarás.
«Aquí.
Conmigo».
Lo apartó de
su regazo y se dispuso a levantarse, pero sus brazos se tensaron alrededor de
su cuello para sujetarlo con todas sus fuerzas.
—¡No! ¡No te
vayas todavía, por favor!
Aquel grito
de vulnerabilidad se le clavó en las entrañas como un cuchillo. «Me necesita».
—Tranquilo.
No me voy. No te dejo solo.
«Jamás te
dejaré solo».
Donghae
siguió sujetándolo del cuello, Hyukjae lo tomó salió del dormitorio y recorrió
el pasillo para dirigirse a su cuarto con el ser al que más apreciaba en la
vida entre los brazos. Una vez en él lo dejó en la inmensa cama.
El pavor
empezó a remitir y Donghae relajó los brazos, de modo que Hyukjae pudo taparlo
con las sábanas y el edredón. Se metió en la cama a su lado y lo abrazó con
todo su cuerpo, envolviéndolo y protegiéndolo con sus cálidos y fornidos
brazos. Donghae suspiró y se relajó en la calidez que le proporcionaba Hyukjae,
posando la cabeza en su hombro y saboreando la seguridad que ofrecía su recio
cuerpo viril.
—¿Te
encuentras mejor? —preguntó con voz queda y, al hacerlo, lo despeinó con el
aliento.
—Sí. Siento
haberte despertado. Volveré enseguida a mi cama.
Donghae no
quería irse de allí, quería quedarse tal y como estaba —calentito y a salvo en
sus brazos—, pero respetaba que Hyukjae necesitara su espacio para dormir.
—No irás a
ninguna parte —replicó.
—Pero así no
conseguirás dormir —protestó sintiéndose egoísta por querer quedarse.
—Al revés. No
conseguiré pegar ojo si no estás aquí. Estas dos últimas semanas no he dormido
un carajo.
Hyukjae lo
atrajo hacia él cogiéndolo por la cintura y, como no dejó ni un hueco entre sus
cuerpos, Donghae notó un bulto en el trasero.
—Estás
desnudo.
—Sí, siempre
duermo desnudo. Tendrás que acostumbrarte, cariño —murmuró con sensualidad—.
¿Quieres contarme lo que has soñado?
Aunque en
realidad lo que quería era olvidar esa pesadilla, se dio media vuelta entre sus
brazos, desesperado por abrazar aquel cuerpo cálido y viril. Donghae no era un
joven pequeño ni frágil, pero, cuando enterró la cara en su pecho sólido y
musculoso, se sintió como tal.
—Estaba
soñando con lo que pasó, pero en la pesadilla sí lograban meterme en el coche.
Iban a violarme antes de pegarme un tiro en la cabeza. Me resistí con todas mis
fuerzas, pero lograron arrancarme la ropa. Eran mucho más fuertes que yo. Lo
único en lo que pensaba era en que quería morirme antes de que me violaran,
pero el que logró escapar se me subió encima mientras el otro me apuntaba con
una pistola en la sien. —Sacudió la cabeza tratando de no alterarse. Tan solo
había sido una pesadilla. No había ocurrido de verdad—. ¡Parecía tan real!
Sentía su olor corporal, veía sus ojos perversos… Me desperté justo cuando…
—Fue bajando de volumen hasta que su voz se redujo a un suspiro trémulo.
Hyukjae le
acarició la espalda con una mano como si estuviera consolando a un niño pequeño.
—Chsss...
Tranquilo, cariño. Estás a salvo. Ya no pueden acercarse a ti.
La pesadilla
le hacía estremecerse, y lo único que le apetecía hacer en ese momento era
olvidarse de todos esos agrios recuerdos, deleitarse en las sensaciones y
disfrutar del increíble cuerpo que tenía el hombre que le estaba consolando. El
único hombre que, con sus sensuales manos, podía hacerle olvidar
—Hazme el
amor. Ayúdame a olvidar —susurró con una voz seductora y temblorosa.
Lo empujó con
suavidad para que se tumbara de espaldas y notó cómo su cuerpo entero se
tensaba. Recorrió su pecho con las manos, deleitándose tanto en los duros y
fibrosos músculos como en la piel tensa y caliente. Palpó despacio cada
centímetro de su cuerpo, desde los hombros hasta el vientre.
—¡No podemos
hacerlo! —exclamó Hyukjae frustrado agarrando con fuerza las aventureras manos
de Donghae—. No hay nada más agradable que sentir tus manos por todo mi cuerpo,
pero acaban de darte el alta.
—Me la dieron
hace días y ya no me duele nada. Me encuentro bien. Tan solo tengo un pequeño
corte en la frente. La única parte del cuerpo que me duele está bastante más
abajo. —La mano de Hyukjae no opuso resistencia cuando Donghae separó las
piernas y la colocó en su entrepierna ardiente. Puede que lo estuviera
presionando demasiado, puede que le estuviera pidiendo algo que él no podía
ofrecer, pero le daba igual; necesitaba que Hyukjae lo poseyera, necesitaba
sentirlo dentro
—Por favor
—le rogó con desesperación mientras se zafaba de su mano y bajaba el brazo para
coger su miembro erecto.
—¡No, por
favor! Si me tocas, me corro —explicó con la voz entrecortada mientras cogía la
mano de Donghae y la ponía sobre su pecho. Deslizó la mano de su miembro hasta
sus nalgas y deslizó los dedos con facilidad entre sus pliegues.
Gimió
mientras sus anchos dedos lo exploraban. Un deseo frenético le mordía el cuerpo
entero y no era capaz de pensar, solo de reaccionar a la acuciante necesidad
que palpitaba en su interior, así que se quitó su boxer, lo abandonó entre las
sábanas y se subió encima de él, sentándose a horcajadas. Le puso las manos a
ambos lados de la cara y le besó.
Estaba encima
de él, besándole en los labios y listo para perderse en las sensaciones de su
tacto, pero un instante después… se encontró tumbado boca arriba. Hyukjae le
había dado la vuelta y había arrancado su boca de la suya.
—No. No puedo
—se lamentó con aspecto atormentado—. No puedo, joder.
Hyukjae le
sujetaba las muñecas por encima de la cabeza y lo aplastaba con el torso para
que no pudiera moverse. Respiraba con gran dificultad y, al tratar de
introducir y expulsar aire de los pulmones, emitía sonidos guturales.
Donghae
sacudió la cabeza para disipar la niebla erótica que le había cegado y miró a
la corpulenta figura que lo sujetaba: un hombre que sufría un terrible
tormento.
«Mierda. ¿Qué
he hecho? ¿Le he forzado demasiado?».
La luz de la
luna entraba por la ventana, pero no era suficiente para verle los ojos… aunque
no le hacía falta vérselos. La voz, la respiración, el cuerpo tembloroso y la
manera de sujetarle por las muñecas le decían que acababa de enviarlo de cabeza
a su propia pesadilla.
—Hyukjae, soy
yo: Donghae. —Trató de mover los brazos, pero no logró zafarse de sus manos—.
Háblame.
—Sé quién
eres, pero no puedo hacerlo, joder.
A excepción
de su pecho, que se hinchaba y deshinchaba, el resto de su cuerpo permanecía
inmóvil.
—Bésame.
Donghae
seguía atrapado bajo su cuerpo, sometido a su dominio y sin saber qué podría
mitigar su pavor. No le estaba haciendo daño, pero quería devolverlo al aquí y
al ahora. No sabía qué había hecho, pero lo había herido sin proponérselo y eso
había desatado un ataque de pánico.
Tenía el
corazón a cien por hora y la sensación de que llevaban así una eternidad cuando
por fin Hyukjae agachó la cabeza y posó la boca sobre la suya. Lo besó como
quien acaba de recuperar la compostura y le metió la lengua en la boca como un
látigo, conquistándole una y otra vez.
Su actitud
salvaje y dominante despertó un instinto animal en él. Empujó la lengua contra
la suya y se rindió a su sometimiento, permitiéndole ser el amo.
—Donghae
—susurró su nombre tras separar la boca de sus labios y enterrar la cabeza en
un costado de su cuello.
—Sí. Solo tú
y yo, Hyukjae. Solo nosotros.
—Necesito
follarte. —Su atronadora voz quedó amortiguada por el contacto con el cuello.
—Hazlo. Tal y
como estamos.
Lo que había
detonado esa extraña reacción era que él se hubiera puesto encima y hubiera
controlado la situación, pero el deseo seguía ahí. Donghae percibía una lujuria
voraz que le rozaba el muslo dura como una roca.
—Lo siento,
cariño. Me estaba gustando mucho, pero es que no pude…
—Déjalo. Da
igual. Ahora solo quiero sentirte dentro de mí. —Separó las piernas y trató de
mover los brazos—. ¿Puedes soltarme?
Fue
soltándole despacio a medida que se movía entre sus muslos.
—Sí, creo que
sí —respondió con un tono que revelaba gran inquietud.
Donghae tuvo
sentimientos indecisos mientras liberaba las muñecas de sus manos, que
prácticamente le habían soltado de todo, y le rodeaba el cuello con los brazos.
—Solo quiero
abrazarte. Tú tienes el control.
—Contigo
siempre lo pierdo —murmuró en voz baja mostrándose reacio a resignarse.
—Hazme el
amor, Hyukjae.
Ya no le
importaba rogarle. El ataque de pavor y la vulnerabilidad de Hyukjae habían
acabado de un plumazo con sus instintos de protegerse a sí mismo. Tenía que
ayudarlo a liberarse, a borrar ese secreto que lo tenía prisionero. Era un
hombre demasiado bueno, una persona demasiado generosa como para permanecer
atrapado en el pasado, incapaz de seguir adelante.
«Por no
mencionar que lo amo y que lo deseo tanto que me duele».
Hacía tiempo
que debería haber dejado de negar la realidad y haber aceptado que era incapaz
de no involucrarse sentimentalmente con Hyukjae. Se había comportado con
cobardía y egoísmo porque le daba tanto miedo acabar destrozado que había
preferido negar el brutal magnetismo que ejercía sobre ella.
Y la
sensación era mutua. Donghae no era el único que se estaba resistiendo a esa
tentación sin saber cómo enfrentarse a ella. ¡Por el amor de Dios! Hyukjae
llevaba más de un año detrás de él, tratando de protegerlo. Le había sacado de
la calle, literalmente, y le había puesto en bandeja todas las cosas con las
que podría soñar, y no solo materiales. La consolaba cuando estaba disgustado y
se quedaba a su lado cuando se encontraba enfermo. Lo escuchaba como si todas
sus preocupaciones, sus ideas y sus sueños fueran importantes para él. Era
obvio que sentía algo.
La pregunta
era: ¿sería la misma atracción irresistible y fascinante que sentía él? Esa
química mística y misteriosa que le había seducido había crecido a una
velocidad vertiginosa hasta convertirse en un amor que le arañaba las entrañas,
le cortaba la respiración… y le robaba hasta el sentido común.
—Tócame,
precioso. Por favor.
Más que una
petición, su voz arisca y crispada expresaba una orden desesperada motivada por
el deseo y el anhelo.
TT__TT
ResponderEliminarMe duele el corasoncito por mi Hyukkie~
Que hp le hicieron a mi monito!!!!
Noo
Seguro, que cuando este bien, aparece el pasado y lo daña todo!!!
Ahhhhhhh
Debió ser muy fuerte lo que le paso a hyukjae para ponerse tan mal de un momento a otro, ojalá donghae lo ayude a superar su teauma
ResponderEliminarDebió ser muy fuerte lo que le paso a hyukjae para ponerse tan mal de un momento a otro, ojalá donghae lo ayude a superar su teauma
ResponderEliminaroh par de calenturientos pero asì los quiero no me gusta que mi lindo monito este tan traumado
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