Luna Negra (DH10)-17




Minwoo se detuvo al entrar en la habitación vacía de Hyungsik. El edredón blanco aún estaba desaliñado y las almohadas torcidas, como si recién hubiera salido de la cama.

—¿Hyungsik?

Nadie respondió.

Frunció el ceño, sabía que no estaba en el baño, pues recién venía de allí. ¿A dónde habría ido? Registró la Casa Ha y el Empire con sus poderes y aún no había señales de él.

¿Habría salido a buscar a su hermano?

Cerrando los ojos, dejó sus poderes vagar por el éter, hasta que lo encontró. Estaba en Distrito Warehouse, caminando por la calle, como si no acabara de regresar del infierno. Los negocios de antigüedades alojados, antaño, en los edificios de depósito cerraban por la noche, mientras él pasaba frente a ellos.

¿Qué diablos hacía allí?

Observó, en tanto él se recostaba contra un edificio gris de ladrillos, como si tratara de recuperar el aliento. Envolviendo un brazo alrededor de sus costillas, se enderezó y continúo bajando por la calle. Por la cabeza agachada y los movimientos predatorios, podía ver que estaba rastreando a alguien.

¿Por qué haría algo tan estúpido? Se había tomado un motón de molestias para salvarlo, para que ahora él diera la vuelta y lo acuchillaran en un callejón oscuro cuando debería estar en cama descansando.

—¿Qué crees que haces, lobo?

No estaba en condiciones de ir tras alguien o algo. Y antes de que pudiera detenerse a sí mismo, se transportó para estar justo a su lado.

Hyungsik se giró hacia él con un gruñido tan feroz que le hizo dar un paso atrás por temor. Había olvidado cuán imponente podía ser. Delgado y débil, era aún tan feroz como cualquier Slayer que hubiera visto. Su cabello largo caía sobre unos ojos salvajes y la espada que blandía se movió tan rápido que todo lo que pudo hacer fue contener el aliento y alzar las manos.

La espada se detuvo tan cerca que sintió cuando le producía un pequeño raspón en sus manos levantadas.

—¿Qué haces aquí? —exigió Hyungsik, con la voz apretada por el enfado.

—Lo mismo digo, amigo. Sabes, la última vez que nos vimos, como veinte minutos atrás, no estabas precisamente en forma como para salir a pasear. —Teniendo cuidado de no cortarse la mano, hizo la espada a un lado—. No digamos ya para luchar contra algo para lo que necesites eso —miró hacia abajo, a su arma—, para llamarle la atención. ¿Sabes, al menos, cómo usar una espada?

Él se burló de su enfado.

—No es muy difícil. Son bastante fáciles de entender. Se usa el extremo afilado para hincar al oponente.

—Sí, seguro… no son tan fáciles de usar, te lo dice alguien con siglos de experiencia.

Deslizando una corredera en la empuñadura retrajo la hoja.

—Aprendo rápido, te lo dice alguien que pasó los últimos meses dependiendo de ellas para mantenerse con vida.

Tal vez era cierto, pero aún así no lo quería solo, en la calle, hasta que no estuviera en óptimas condiciones para luchar.

—¿Qué haces aquí, Hyungsik?

Quería contestarle, de verdad quería. Pero ¿cómo explicarle que lo había salvado, ofreciendo su alma a cambio? No era algo que fuese a agradecer. Conociéndole, lo iba a maldecir por ello. Si había algo que Minwoo no quería, era que la gente tratara de protegerlo.

Pero qué diablos, parado allí, frente a él, con la luz de la calle reflejándose en su cabello claro y el ceño fruncido de preocupación por él, era la cosa más hermosa que jamás hubiera visto.

Como le gustaría un mordisco de esa manzana…

Forzando sus pensamientos a alejarse de ese desastre, se aclaró la garganta.

—Necesito unos minutos a solas. ¿Te importaría?

Minwoo no cedió en lo más mínimo.

—¿Para hacer qué? Y si vas a decir algo desagradable, como haría Taeyang para escandalizarme, ahórratelo.

—¿Todo tiene que ser una discusión contigo? —preguntó, dejando salir un suspiro exasperado.

—Te hice una simple pregunta. —Contuvo la respiración, con expresión ofendida.

—Que tiene una respuesta extremadamente complicada. Ahora…

Sus palabras fueron interrumpidas por un grito estridente. Hyungsik soltó una maldición al reconocer que provenía de la dirección hacia donde pretendía dirigirse.

Era el demonio. Podía sentirlo. Si había aprendido algo en el reino de las tinieblas era a sentir uno apenas estando cerca.

—Por favor, Minwoo. Vete.

Como era de esperarse, se negó. Incluso se dirigió a toda prisa hacia el lugar donde oyeron el grito.

Hyungsik sacudió la cabeza disgustado, en tanto se transportaba hasta el demonio, en un callejón oscuro, llegando apenas antes que Minwoo. ¿No se suponía que las mulas eran las testarudas?

Se paró en seco en cuanto divisó una montaña de bestia. Al menos dos metros quince de alto, el demonio tenía cabello negro, largo y suelto, y ojos sin pupilas ni blanco discernibles. Un par de piedras negras, en un rostro retorcido por el placer proveniente de infringir dolor.

La humana parecía tener unos veinticinco años. Bonita y pequeña, vestía el uniforme azul de un restaurante. Su cara había sido desgarrada por las zarpas del demonio.

En cuanto Phrixis se dio cuenta que no estaban solos, la soltó y se giró en torno a Hyungsik.
Éste, desplegando la espada, se transportó entre la humana y Phrixis.

—Sácala de aquí.

Minwoo asintió, mientras abrazaba a la mujer histérica y la alejaba del peligro.

Phrixis rió al arrastrar una mirada repugnante sobre el cuerpo de Hyungsik.

—¿Qué clase de criatura patética eres tú?

—Patético no es una palabra que vaya conmigo.

—¿No? —La bestia le lanzó una descarga.

Hyungsik esquivó el golpe y lanzó la espada directo a la garganta del demonio.
Phrixis rió.

—¿Tan débil e inútil crees que soy? —Un sólido golpe dio de lleno en el costado de Hyungsik.

Fue tan duro que podía jurar que le crujieron las costillas.

El dolor lo dejó sin aire. Hyungsik cayó sobre una rodilla, pero se negó a caer del todo. Era un lobo y Phrixis estaba a punto de aprender lo que eso significaba. Cambiando de formas, atacó.

El demonio retrocedió estupefacto en tanto Hyungsik le clavaba los dientes en el brazo y lo desgarraba.

Phrixis lo azotó contra la pared, con toda la fuerza de un camión Mack.

Hyungsik sintió que su agarre cedía ante el golpazo. Cuando el demonio se movió para atraparlo, se apoyó en sus patas y cruzó entre las piernas de la bestia, saliendo detrás de él. Cambiando a forma humana, rodó para poder tomar la espada del suelo.

Phrixis giró para enfrentarlo.

Cuando lo hizo, Hyungsik le atravesó el corazón, hundiendo la espada hasta la empuñadura. Luego la retiró y la volvió a clavar una vez más.

Phrixis comenzó a reír.

—¿Crees que…?

Hyungsik interrumpió su discurso con un golpe de revés, que le cercenó la cabeza del cuerpo, por completo.

El demonio se derrumbó lentamente hacia el pavimento, donde cayó como un bulto, con la sangre saliendo a chorros.

Hyungsik escupió sobre sus restos.

—Dime otra vez cuán bueno eres, idiota. Nada peor que un enema de acero para arruinar hasta tu mejor día. —Con el cuerpo debilitado y tembloroso, se recostó contra una pared mientras luchaba por respirar con sus costillas dañadas.

Al menos había sido más fácil de matar que los demonios en el reino de las tinieblas. Jadeante, sacó el teléfono de su bolsillo y llamó a Jiyong.

—Está hecho. Lo maté.

Para su sorpresa, éste apareció al instante a su lado.

—¿Qué diablos hiciste?

—Fantástica actitud, cabrón.

Jiyong dejó escapar un sonido, mezcla de indignación y rabia. Sus ropas cambiaron del traje azul de empresario a una armadura, rojo brillante, en tanto su pelo parecía en llamas.

—No te dije que lo mataras, imbécil. Dije que lo enviaras de regreso al lugar de donde vino.

—Es lo que hice.

Jiyong pateó al demonio tirado en el suelo y maldijo.

—No. Lo mataste.

Obviamente le estaba faltando una pieza importante en ese rompecabezas, porque en su universo, matar a un demonio no era considerado como algo malo. La mayoría de los días era considerado como un servicio público.

—En mi mundo esas dos cosas son sinónimos.

Jiyong inspiró profundamente, apretando los dientes. Sostenía sus manos, como tratando de refrenarse, a sí mismo, de matar a Hyungsik.

—Sabes, de hecho, no es muy difícil matar a un demonio, en especial con la marca que te hice. Cualquier criatura sobrenatural con medio cerebro puede hacerlo. Lo que necesitaba que hicieras, era regresarlo a su reino. Eso es un poco más sofisticado y cien veces más difícil.

—¿Entonces para qué me diste una espada?

—¿La miraste antes de usarla?

—Sí.

Jiyong le dirigió una mirada llena de dudas.

—Repito. ¿La-Miraste-Antes-De-Usarla?

Arrebatando la empuñadura de las manos de Hyungsik, la sostuvo frente a sus ojos para que viera las palabras inscriptas en ella.

Golpea fuerte. Golpea rápido. Golpea tres veces. Avast.

Quién iba a pensar que Jiyong fuera un pirata. Hyungsik abandonó esa línea de pensamiento. Avast era, sin ofender al forjador de la espada, una palabra tan antigua que él no la había usado siquiera cuando vivía en su tierra.

No pudo quitar el sarcasmo de su respuesta.

—Y en tu mundo, Capitán Tenebroso, ¿eso quiere decir…?

—Lo golpeas tres veces y luego te detienes. Es inglés. Diablos, es en tu inglés. Naciste
allí.

Hyungsik señaló hacia el cuerpo del demonio, en esos momentos en descomposición.

—Ese fue mi tercer golpe.

Jiyong se cubrió el ojo izquierdo con la mano derecha, como si una terrible migraña se estuviera gestando.

—Tengo un tumor. Sé que tengo un tumor. Ojalá fuera mortal, así podría matarme.

Frustrado, Hyungsik puso los ojos en blanco ante el dolor de Jiyong.

—Aún no comprendo qué hice mal con… —Sus palabras fueron ahogadas por una ola de insoportable dolor.

—Espera, lobo. —Jiyong lo señaló con sarcasmo—. Estás a punto de ser ilustrado. Va a apestar ser tú, mein freund .

Hyungsik gritó cuando la más segadora punzada de agonía imaginable le atravesó el cuerpo entero. Sentía como si estuviera siendo partido en dos. No podía moverse o respirar.

—¿Qué me está ocurriendo?

—Estás absorbiendo los poderes de ese demonio.

—¿Eh?

Jiyong asintió.

—Sip. Y no sólo sus poderes. Tu alma se está fundiendo con la esencia del demonio muerto. Todo lo que él fue, está ahora penetrando en lo que tú eres. Los demonios son inmortales sin alma. Cuando mueren, como sea, sus fuerzas vitales saltan al que destruyó su cuerpo, y tratará de adueñarse de ti de ahora en adelante.

—¿Qué quieres decir? ¿Necesito un exorcismo?

—No. No hay cuerpo al que pueda retornar. Tienes que cargar con él. ¡Mazel tov! — Jiyong lo felicitó, con una voz exageradamente feliz. Se fue poniendo serio, mientras su cuerpo regresaba a la normalidad, con excepción de los ojos. Eran rojos, con unas finas pupilas amarillas que le recordaron a Hyungsik a una serpiente—. Y es por lo que tratamos, con ahínco, de no matar a ninguno. No es una bonita realidad.

Hyungsik sintió cómo su visión cambiaba. Se volvía más aguda. Más clara. El olor a sangre impregnaba su cabeza y podía oírla correr, no sólo por sus venas, sino por las de Jiyong.

—¿Qué está sucediendo?

Jiyong lo agarró de los hombros y sonrió cruelmente.

—Es el sabor de lo maléfico, fluyendo denso por tus venas. Seductor e invitante, te tentará de aquí en adelante. Y ahora ya sabes por qué no soy un campante feliz, la mayoría de los días. Es la batalla que lucho a cada segundo de cada minuto de mi vida. Como te dije, ahora apesta ser tú.

Antes que pudiera evitarlo, Hyungsik vomitó en la acera. Agg, nada digno. Sin mencionar el dolor de hacerlo, al sentir que sus entrañas cobraban vida, como si se estuvieran retorciendo.

Jiyong no se inmutó en lo más mínimo y retrocedió para darle espacio.

—No te preocupes. Tus tripas no saldrán, aunque así lo sientas. Tu estómago se asentará, eventualmente. Sin embargo, la necesidad que tienes de sangre y muerte, que está creciendo dentro de ti, nunca desaparecerá.

Haciendo una mueca, Hyungsik envolvió los brazos alrededor de su estómago y se apoyó contra la pared para recuperar el aliento. Levantando la cabeza miró a Jiyong.

—Honestamente, no pensé que en tu corriente estado de debilidad pudieras matarlo. Imaginé que al tercer golpe de la espada, o bien estarías muerto o él estaría desterrado… déjame volver atrás, a la parte donde éste demonio en particular había eliminado algunos de mis mejores hombres en el pasado. Debí haber evaluado tus habilidades con más precisión. Error mío.

—Te odio, Jiyong.

Éste se encogió de hombros, indiferente.

—Todas las criaturas lo hacen, y en verdad no me importa. Por cierto, tu novio está regresando hacia aquí. Trata de no comértelo, aunque la sed de sangre va a ser muy difícil de resistir.

Hyungsik se deslizó por la pared, tratando de calmar su estómago y sus nervios. Pero no era fácil. Aún sentía como si estuviera siendo desgarrado de adentro hacia afuera.

Dioses, ¿qué voy a hacer?

Minwoo apareció a su lado unos minutos después, mientras él se recostaba hacia atrás, con la cabeza apoyada en la pared y los ojos cerrados.

—¿Hyungsik? —La mano que tocó su frente era fresca—. Estás ardiendo.

Su única respuesta fue sujetarle la mano contra su mejilla, en tanto el suave aroma a lavanda de su muñeca lo calmaba. Pero Jiyong había tenido razón, podía oler la sangre en sus venas y quería abrirle la muñeca para saborearla.

—¿Puedes llevarme a casa? —susurró, temeroso de usar sus propios poderes en esos momentos.

—Desde luego. —Lo ayudó a ponerse en pie y sólo entonces se dio cuenta que el demonio se había desintegrado.

No quedaba nada, excepto un vago contorno negro. ¿Pasaría lo mismo con él, si muriera ahora?

Maldito seas Jiyong, por no decirme todo.

Minwoo los transportó de regreso a la cama de Hyungsik y lo ayudó a recostarse.

—Voy a buscar a Carson.

Lo tomó de la mano y lo retuvo a su lado.

—No. No hay nada que él pueda hacer

—Pero Hyungsik…

—Minwoo, confía en mí. Sólo necesito descansar un momento, ¿de acuerdo?

Podía ver el debate en sus ojos mientras él le apretaba la mano con más fuerza. Después de unos segundos, asintió.

—Apenas me necesites…

—Te llamaré. Lo prometo.

Minwoo acarició su mano antes de soltarse.

—De acuerdo. Que descanses.

Hyungsik no se relajó hasta que lo vio dejar la habitación. Sólo entonces se recostó y sucumbió a las emociones conflictivas que lo laceraban. Quería matar algo.

Cualquier cosa.

Pero sabía que no podía.

Lo único que no sabía era cuánto tiempo sería capaz de contener al demonio en su interior. Por cómo se sentía, iba a convertirse en un Slayer. Un verdadero Slayer.

Y eso, en su mundo, acarreaba sentencia de muerte.

Hyungsik yacía en su cama como un lobo, su mente estaba atrapada por los poderosos demonios que se enfrentaban dentro de él mientras convertían su cuerpo aún más. Sólo era vagamente consciente de los sonidos del mundo exterior.

Ahora veía las cosas en infrarrojo mientras dormía. Cada diminuto insecto en su cuarto. Cada criatura que caminaba por delante de su cuarto en el corredor. Era consciente de todo a un nivel que nunca había imaginado, pero estaba incapacitado para responder. Parecía un espectador externo que no podía traspasar la vitrina sin importar con cuánta fuerza la golpeara.

—¿Hyungsik?

Kevin. Reconocería esa voz profunda de barítono en cualquier parte. Pero en la mente de Hyungsik, Kevin no era nada más que una silueta rojiza de pie al lado de su cama. Había alguien con él. Alguien que olía dulce y del todo a humano. Se mantenía tan cerca de Kevin que parecía arropado por él.

Hyungsik trató de tender la mano a su hermano, pero no pudo. Era casi como estar de vuelta en el Reino de las Tinieblas donde sólo las voces podían alcanzarle. Sólo que ahora él no podía entender las palabras que su hermano le estaba diciendo. Éstas estaban desordenadas y mal construidas cuando él y la mujer las decían.

Agachando la cabeza, Hyungsik suspiró cansadamente.

—¡Ay! ¿Qué va mal, lobito? ¿No puedes despertarte?

Hyungsik se quedó rígido como una baqueta al oír la voz chirriante de un demonio.

—Alastor.

No sabía cómo es que conocía el nombre de la criatura, no obstante lo sabía.

Su cuerpo directamente adoptó el comportamiento de un depredador letal. Hyungsik bajó la cabeza y miró al demonio acercarse con su visión periférica, preparado para abatirle con precisión mortal cuando llegara el momento.

Pequeño y nervudo, el demonio era feo y tenía la piel grisácea. Y lo peor, apestaba a azufre y sangre. Su nariz aguileña y la cabeza calva le hacían parecer una gárgola. En la oscuridad de su ensueño algo plateado destelló.

Hyungsik reaccionó por instinto. Agarró la mano del demonio para ver una daga sostenida allí. Riéndose de la audacia, o más bien de la estupidez, envolvió su otra mano alrededor de la garganta del demonio y le levantó de sus pies.

En el momento en que lo hizo, vio los pensamientos de Alastor en su mente. Oyó a su propia madre convenciendo al demonio para que secuestrara al compañero de Kevin y se lo llevara a ella, de modo que Kwanghee no pudiera completar el ritual de apareamiento con Kevin. Este era un pacto que su madre había hecho con el demonio para capturar a todos sus compañeros para impedir que tuvieran ni siquiera una pequeña posibilidad de ser felices.

O para ser más directos, para impedirles procrear y propagar sus naturalezas animales las cuales su madre despreciaba tanto.

Una furia cruda explotó en su interior.

—Tú, bastardo putrefacto —gruñó mientras la sed de sangre de su demonio se abría paso en su interior rugiendo a la vida.

Le dieron ganas de arrancarle la cabeza al demonio con sus manos desnudas y darse un banquete con sus entrañas. Nunca había experimentado algo como esto.

—Sólo estaba haciendo lo que me dijiste.

El lloriqueo de la voz del demonio fue como una silla chirriando a través del suelo. Provocó que los pelos de la nuca se le erizasen y no movió un dedo para contener su fiebre de sangre.

Antes incluso de que Hyungsik se diera cuenta de lo que estaba haciendo, hundió los dientes en la garganta del demonio a fin de poder probar su sangre.

¡Para!

El sonido de su conciencia tuvo éxito en alcanzarle. Ahogándose en el líquido espeso que sabía cómo metal caliente, se obligó a retroceder. Alastor se deslizó hasta el suelo, sujetándose el cuello mientras patéticamente rogaba por su vida.

Una parte de Hyungsik exigía que matase a la bestia llorona que estaba a sus pies. Era lo que se merecía. Pero la parte de él que era lobo rechazaba matar por placer.

Los Katagaria sólo mataban para proteger o defender. Nunca mataban por diversión.

Al menos no a menudo.

Pero el lobo en él tampoco podía dejar ir al demonio mientras Alastor plantease siquiera un atisbo de amenaza para su familia, la que los lobos mataron sin remordimiento.

—Tú da caza a alguno de nosotros o a aquellos a los que amamos de nuevo, y te juro que no me detendré hasta que te tengan que recoger en tantos trozos que pensarás que te han pasado por una trituradora.

Alastor se doblegó hasta el suelo mientras le agradecía su misericordia.

—Nunca cazaré otra vez, amo. Lo juro.

Y desapareció al instante.

Hyungsik se enjuagó los labios que todavía estaban cubiertos de la sangre fétida del demonio. Maldijo por lo que había hecho. Pero lo peor, era el deseo que todavía sentía de causar dolor y matar.

El demonio era fuerte dentro de él y era duro resistirlo.

—No lo haré —se gruñó a sí mismo.

Jamás.

Él era un Were-Hunter, no un demonio, y no se abandonaría a ese infierno. No se convertiría en uno de ellos. Por nada. Sin importar la tentación o el hambre. Se mantendría firme.

¡Despiértate!

No podía. Un pánico frío le consumió al tambalearse por la oscuridad que no tenía forma o sustancia, buscando cualquier cosa que lo devolviera a su cuarto. ¿Le habría relegado Jiyong de vuelta al infierno después de todo?

No, esto era peor que el Reino de las Tinieblas. No había cuevas o cualquier otra cosa aquí. Esto le recordaba a una marcha por un desierto interminable que no tenía bordes o límites. El paisaje era de obsidiana y no había tregua.

—¿Hyungsik?

Oyó a Minwoo llamándole, sin embargo no podía localizarlo en el negrura opresiva. Eso fue aún más aterrador para él que estar encerrado allí.

—¿Minwoo?

—¿Hyungsik? Despiértate, cielo.

Aquella preciosa voz...

Si tan sólo pudiera encontrarle otra vez.

—¡Minwoo! —gritó hasta que su garganta estuvo en carne viva, pero no pareció que, esta vez, le oyera.

¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podría haberle ocurrido esto de nuevo?

Algo le golpeó con fuerza detrás de la cabeza.

En un momento, estaba perdido en la oscuridad y, al siguiente, estaba en su cama con Minwoo inclinado sobre él con sus rasgos deformados por el miedo y la preocupación.

Minwoo comenzó a apartarse bruscamente mientras Hyungsik cambiaba de lobo a humano, pero el pánico en sus ojos lo inmovilizó. Con respiración desigual, él se aferró a sus manos como si fueran una cuerda de salvamento para él y temiera que Minwoo la retirara.

Esto le hizo sufrir por él.

—¿Estás bien?

Lo agarró con fuerza y tiró de él hasta sus brazos donde lo sostuvo en un abrazo aplastante. Minwoo frunció el ceño al darse cuenta de que él estaba temblando por completo. Temiendo por él, envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo para ayudarle lo mejor que podía.

—¿Qué es?

—Nada.

Pero Minwoo no era tonto. Algo había le pasado otra vez. Algo que él no quería compartir.

Hyungsik lo abrazó estrechamente, permitiendo que su olor y sus brazos le anclaran de vuelta en el mundo de la vida. Cerró sus ojos e intentó poner en orden sus nervios y su respiración. Parecía un idiota por actuar de esta forma…

Pero el trauma del Reino de las Tinieblas todavía estaba fresco e hiriente. No quería volver allí jamás. No quería irse a dormir jamás sin contar con un modo de regresar.

Con estrés postraumático y débil, lo que quería era sentirse seguro de nuevo. Pero era como si ya no tuviera ningún control sobre sí mismo. Ningún control sobre nada.

Era un sentimiento que odiaba.

Minwoo se apartó de golpe para mirarle. Le posó la mano en la mejilla mientras exploraba sus ojos con su mirada penetrante.

—Has estado dormido durante dos días. Estaba empezando a preocuparme el que te hubieras perdido otra vez.

Se lo quedó mirando con incredulidad. ¿Dos días? ¿De verdad había sido tanto tiempo?

—¿Qué?

Él asintió con la cabeza.

—Hoy es Acción de Gracias y ya has dormido la mayor parte del día.

Hyungsik sacudió la cabeza cuando aquellas palabras penetraron en él. ¿Cómo es que había pasado tanto tiempo y él no lo había sabido? Tenía la sensación de que sólo se había acostado para descansar.

Minwoo frunció el ceño.

—¿No oíste cuándo Kevin y su compañero entraron para hablar contigo un poco, hace rato?

—No —mintió, no queriendo admitir lo cerca que había estado de caer de vuelta en el estado comatoso en el cual había estado anteriormente—. ¿Están todavía aquí?

Las cejas de Minwoo se alzaron mientras erguía la cabeza con recelo.

—¿No oíste el escándalo en el cuarto contiguo hace unos minutos?

—¿Qué escándalo?

Minwoo hizo señas en dirección a la pared donde un espejo gigantesco estaba montado. Era extraño que nunca hubiese mirado a través de él en su sueño. Sólo a través de la puerta.

—El compañero de Kevin, Kwanghee, tumbó a tu madre en el cuarto de al lado cuando Jiwon vino aquí para matarte. Kwanghee de hecho, la enjauló durante la lucha... ¿de verdad estabas dormido durante todo esto?

Se quedó pasmado con lo que Minwoo describió. ¿Su madre había venido a por él?

¿Era por eso por lo qué había visto a Alastor?

Pero la parte más increíble era que un humano había derrotado a su madre... eso requería coraje y fuerza. Y un cargamento gigantesco de estupidez.

—Supongo que lo estaba.

—He oído de tipos con el sueño pesado antes, pero caramba, lobo. Tú eres especial. — dio un paso atrás—. Kevin y Kwanghee están todavía abajo si te apetece verlos antes de que se marchen.

Puede que tuviera sentimientos encontrados al respecto, pero su hermano necesitaba saber que él estaba vivo y de vuelta en el mundo real. Al menos por el momento.

Al paso que iba, podría ser succionado de vuelta al infierno en un abrir y cerrar de ojos.



2 comentarios:

  1. O.o
    Ay! Gracias por no decir todo!!!
    Cómo no se lo ocurrió decirle que no podía matar a los demonios!!!!
    Ahhhhhhh
    Porqué vio a Alastor!?????
    O.o
    Y porqué durmió dos días!????

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  2. lo mas facil al final es la mas dificil espero y no le culpen por lo que pase

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...