Hyungsik yació de lado, quieto y silencioso. Tenía el
brazo metido debajo de la cabeza mientras sus ojos danzaban alrededor de la
habitación como si, si no mirara a todas las sombras, cobrarían vida y lo
atacarían.
Y aún así, se las arregló para parecerle encantador.
Incluso con el cabello enmarañado y la barba descuidada. Aunque su cuerpo fuera
mucho más delgado, aún enviaba una sacudida de deseo a través de ella.
—¿En qué estás pensando?
Esos ojos oscuros encontraron los suyos y lo hechizaron.
También le quitaron el aliento.
—En lo agradecido que estoy de que no te rindieras.
Tomó su mano en la de Minwoo y la apretó suavemente.
—Los lobos no son los únicos que son leales, ¿sabes?
Nosotros los osos tenemos una buena reputación en ese departamento también.
Taeyang llamó a la puerta ligeramente antes de abrirla.
Se quedó con la boca abierta cuando vio a Hyungsik despierto.
—Santa mierda. El lobo vive.
Minwoo se incorporó para tomar la bandeja de sus manos y
colocarla sobre el tocador.
—¿Por qué crees que pedí caldo?
—Pensé que habías sufrido una lesión en la cabeza o algo.
Minwoo rodó los ojos.
Taeyang cerró la puerta y avanzó hasta estar al lado de
la cama de Hyungsik.
—¿Así que cuándo recuperaste la última?
—Hace algunos minutos.
Su mirada se endureció.
—¿Solo?
—No. Jeup estaba conmigo.
Eso no ayudó con su mirada en absoluto. De hecho, la
intensificó.
—Maldita sea, Minwoo. ¿Arriesgaste al cachorro?
—No es solamente un cachorro.
—Tienes razón. Él es un pasajero que se ha caído del mini
bus. Maldición, Minwoo, de todas las personas que pudiste llevar contigo en una
pelea…
—¡Taeyang! —Lo interrumpió, su propio enfado encendiéndose.
No estaba de humor para su reprimenda.
Él sacudió la cabeza.
—Conoces al chico. No piensa la mayoría del tiempo
exactamente. Es el albañil que dejó la mitad de las herramientas en la fábrica.
Irritado, apuntó hacia la puerta.
—Lárgate.
Cuando se rehusó a hacer lo que le dijo, lo empujó a
través de la puerta, luego la cerró de un portazo en su cara.
—Eso fue de verdad muy grosero, hermano —gritó desde el
corredor—. Realmente heriste mis delicados sentimientos —su voz sonó como la de
un niño.
—No tienes sentimientos, Ha Taeyang. Ese autobús te
rebasó hace mucho tiempo.
—Oh, sí. Lo olvidé. Bien. Que así sea. Tengo cosas más
importantes que hacer de cualquier forma. Tengo un padrastro que necesita mi
atención.
Minwoo puso nuevamente los ojos en blanco mientras tomaba
el caldo de la bandeja para Hyungsik, quien había estado extraordinariamente
silencioso durante su discusión.
—¿Siempre es así?
Deseó poder decir lo contrario, pero no podía.
—Básicamente, sí.
Hyungsik le quitó el cuenco y sorbió de él como si fuera
una taza.
—Es increíble que no lo hayas asesinado.
—¿Lo es, verdad?
Se detuvo como si se diera cuenta de lo que estaba
haciendo. Le lanzó una mirada avergonzada.
—¿Se supone que tengo que usar algo para comer esto, no?
Esa pregunta le conmovió profundamente. El que pudiera
estar preocupado acerca de ofenderlo después de todo lo que había pasado. Era
inesperado y eso le reconfortó.
—No te preocupes. Sé que estás muerto de hambre.
Hyungsik asintió. Estaba en lo cierto. Su estómago le
dolía tanto que fue todo lo que pudo hacer para no atacar. Terminó la sopa
rápidamente y luego le cambió el cuenco por el vaso con agua.
—Sabes, de verdad podría devorar un filete ahora mismo.
—Tu cuerpo no está habituado a la comida real. Carson te
ha mantenido con intravenosas y te hemos alimentado manualmente con líquidos
todo este tiempo. No quiero que te enfermes por comer algo sólido antes de que
hable con él.
Hyungsik miró hacia abajo y se dio cuenta de cuán delgado
estaba.
—Maldición. Estoy de la mitad de mi tamaño.
—No del todo, pero te tomará tiempo sanar.
De todas formas, se estremeció. No le gustaba verse así.
Sobre todo no le gustaba ése débil sentimiento. Era un luchador, no un
inválido.
—Necesito un baño.
—¿Puedes levantarte?
La pregunta lo ofendió gravemente.
—No estoy indefenso.
—¡Oh, mira! —Minwoo exclamó en un exagerado falsete—. El
Señor Macho está de vuelta en toda su gloria. Hola, Señor Macho, no es
estupendo verle nuevamente. Pero sabe, Señor Macho, que ha estado postrado en
cama hasta el punto de que sus piernas no están acostumbradas a soportar su
peso y no es precisamente humano. Así que si quiere levantarse y caer, los
Dioses prohíban que haga cualquier cosa para detenerlo. Después de todo, vivo
para Los Vídeos Más Divertidos de América. ¿Debería ir a buscar la videocámara
ahora?
Quiso enfadarse con él. Por lo menos ofenderse, y sin
embargo se encontró extrañamente entretenido.
—Cállate y ayúdame a llegar al baño.
—Okay, pero podría ser que quisieras ponerte algunas
ropas encima antes que Mama, Papá o Taeyang tengan una apoplejía. En segundo
lugar, queremos que Taeyang tenga una, pero por mi suerte serán sólo Mama o
Papá quienes nos vean y eso no sería bueno para ninguno de nosotros.
Sonriendo ante su humor, se vistió a sí mismo con un par
de jeans y una camisa. Y mientras trataba de ponerse de pie se dio cuenta de cuánta
razón tenía. Sus miembros se sentían como si caminara sobre tallarines húmedos.
Pero con su ayuda, fue capaz de llegar al baño y dentro de la bañera. Disolvió
las ropas mientras Minwoo encendía el agua y ajustaba la temperatura.
—¿Debería preguntar acerca de cuán cómodo estás conmigo
desnudo?
Tomó una toalla y la colocó junto a la bañera.
—Tengo demasiados hermanos.
—¿Los has visto desnudos?
Metió la mano en el agua para comprobar la temperatura.
—Los osos se desnudan demasiado durante el día y más
veces de las que me han importado. Además, ayudo a Carson en la clínica.
Cruzó los brazos sobre el borde de la alta bañera con
patas en forma de garra y descansó la barbilla sobre las manos. Era una pose
adorable y lo hizo desear tener la fuerza para tirar de él al interior de la
bañera y aliviar el dolor de su entrepierna.
—Si esto alivia tu ego, eres un lobo muy atractivo —le
acercó una toallita y una barra de jabón, luego le puso una maquinilla de
afeitar, espuma y un espejo en el suelo al alcance de su mano—. Sin embargo,
tengo que irme antes de que Mama o Papá casualmente me atrapen a solas contigo.
Ninguno estará feliz y he pasado por mucho para salvarte la vida como para que
ellos la acaben ahora.
Hyungsik realmente no quería estar solo de nuevo. Había
pasado demasiado tiempo de esa manera en los últimos meses, pero sabía que
tenía razón. Lo último que quería era meterlo en problemas.
—Si me necesitas, llama.
Asintió mientras Minwoo salía caminando por la puerta
como una persona normal. Pero no era normal y tampoco lo era él. Eran dos
animales que no tenían ningún asunto que los relacionara el uno con el otro.
Suspirando, enjabonó la toallita y se dispuso a lavarse
para así no ofender a sus propias glándulas olfatorias. Gah, ¿Cómo pudo
aguantar Minwoo a su lado? Estaba asqueado de su propio olor.
Afeitarse fue un poco más difícil que bañarse. Nunca lo
había dominado muy bien en su mejor día.
Siseando, se encogió al tiempo que se cortaba el mentón.
Minwoo estuvo ahí de inmediato.
—¿Qué ocurre?
Sorprendido, frunció el ceño. ¿Lo había estado
escuchando?
—Me corté.
Hizo una mueca ante la visión del charco de sangre.
Sostuvo un pedazo de papel y lo cubrió.
—Dios, lobo. ¿No puedo dejarte solo por tres segundos?
—Nunca pude hacer esta mier… cosa bien.
Le quitó la cuchilla y la pasó cuidadosamente sobre su
mejilla.
—No es tan difícil.
Esperó hasta que alejó la cuchilla para aclararla antes
de hablar.
—Y nuevamente, te pregunto cómo es que eres tan bueno
afeitando hombres.
Minwoo rió.
—Soy un oso y tengo mucha más área que afeitar que tan
solo la cara.
Arqueó una ceja ante el comentario, entonces inclinó la
cabeza para mirar hacia sus piernas como si tratara de imaginar cómo lucirían
debajo de los jeans.
—Sí, la tienes.
Minwoo tomó su barbilla con la mano y lo forzó a inclinar
la cabeza hacia atrás para así poder afeitar su cuello. Su mirada se deslizó
siguiendo los músculos ondulantes hasta donde su erección era evidentemente
visible bajo el agua. El calor cubrió sus mejillas. Si bien podía estar cómodo
con su desnudez, ése era otro asunto completamente distinto. Y era algo que
nunca había visto antes.
Desde que jamás había sentido la aceleración, nunca se
había emparejado con un macho. No es que fuera ingenuo e ignorante acerca de lo
que los machos y las parejas hacían. Conocía todos los matices del sexo a medida
que sus hermanos se habían sentido libres de compartir los más vergonzosos
hechos de sus hazañas pre maritales, pero…
Nunca las había experimentado por sí mismo.
Y hasta Hyungsik, nunca se sintió del todo curioso acerca
de lo que se estaba perdiendo. Pero ahora no podía evitar preguntarse cómo
sería probar a Hyungsik. Cómo se sentiría dentro de él. Incluso aunque fuera
feroz, sabía que sería delicado. Cariñoso.
Forzando a volver su atención de vuelta a su cuello,
admiró las perfectas curvas que formaban la línea de la mandíbula. Realmente
era un hombre hermoso. Incluso demacrado y debilitado.
Concéntrate, Minwoo.
El problema era que estaba concentrado. Sólo que no en lo
que necesitaba estar concentrado.
Hyungsik se lamió los labios mientras terminaba de
afeitarlo. Trató de mantener las manos sobre la parte rígida de sí mismo y rogó
a los Dioses que Minwoo no fuera capaz de verlo. Pero era difícil y sentía un
dolor insoportable allí.
Apartándose, colocó la maquinilla de afeitar sobre el
lavabo.
—Sé que no estás indefenso, ¿pero necesitas que te ayude
a secarte?
La simple oferta hizo que su polla se sacudiese con
expectativa.
—Um, no, creo que puedo hacerlo.
—¿Seguro?
Se sintió endurecerse incluso más.
—Bastante. Sí.
—Está bien. ¿Puedes usar tus poderes para llevarte de
vuelta a la cama mientras me apresuro a limpiar aquí dentro?
¿Y mantenerlo alejado de ver cuánto deseaba probarlo?
—Absolutamente.
Minwoo frunció el ceño ante la palabra que había salido
como un extraño chillido.
—¿Estás bien?
Hyungsik se maldijo silenciosamente.
—Bien.
O al menos tan bien como un hombre muriendo por
intoxicación de testosterona podría estar.
Le dirigió una mirada recelosa.
—No pareces estar bien. Pareces un poquito agitado.
—Estoy absolutamente estupendo.
Destelló fuera de ahí tan rápido que olvidó secarse.
Se maldijo mientras se daba cuenta del desastre en que
había convertido su cama. Gruñéndose a sí mismo, usó sus poderes para acomodar
todo en su lugar antes de conjurarse un par de pantalones de pijama de franela.
Pero no hicieron nada para ocultar su erección que ahora formaba una sólida
tienda en su ingle.
Ponlo fuera de tu mente.
Sí, correcto. Su toque era como si marcara sus sentidos
con su esencia y no había alivio a la vista.
Mátadme…
Suspiró y se obligó a darse la vuelta. Pero en el momento
que lo hizo, sintió un poderoso cambio en el aire. Uno que sólo podría anunciar
la llegada de una entidad extremadamente poderosa.
Listo para la batalla, se agachó en la cama para
encontrar a Jiyong parado justo dentro de la puerta.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Jiyong le obsequió una mirada penetrante.
—Es hora de que te ganes tu manutención, lobo. ¿Listo?
—¿Ganarme el pan? —preguntó Hyungsik muy lentamente,
enunciando cada palabra con
claridad, para asegurarse de haber entendido bien a Jiyong—.
¿Te has vuelto completamente loco? Acabo de regresar y apenas puedo mantenerme
en pie. ¿Qué quieres que haga? ¿Que sangre sobre ellos?
Jiyong rió.
—Suenas saludable para mí.
Qué diablos. El hombre estaba alucinando si creía, aunque
sea por un segundo, que Hyungsik podía hacer algo más de lo que estaba haciendo
justo ahora. Estar sentado. Jiyong se había fumado algo, sin dudas.
Volviendo a recostarse en la cama lo miró seriamente.
—¿Qué quieres exactamente?
—Que acaben con el maltrato a los pequeños y esponjosos
conejitos de polvo. Pero eso no parece factible de momento, así que en vez de
eso quiero que sepas que si bien Ronin y compañía pueden haberlos ayudado a Minwoo
y a ti, no dejan de ser demonios que deben ser vigilados y ejecutados de ser
necesario.
Sip, eso sonaba como algo que iba a estar ansioso de
hacer. Anótadme para… jamás.
—Si significan tanto problema, ¿por qué no los envías de
vuelta a Kalosis?
Jiyong se veía muy desilusionado
—En realidad no están bajo mi jurisdicción. Los demonios
Caronte son de otra entidad y tienen un panteón aparte al que responden. Eso no
quiere decir que hagamos la vista gorda con ellos, pero mientras se lo tomen
con calma, es decir, sólo se coman a los corruptos y no a los ciudadanos
honrados, y sus dioses los mantengan a raya, no nos preocupamos, demasiado, por
ellos.
Haciendo aparecer una foto de 13x18, Jiyong se la
entregó. Mostraba un hombre de unos veinte años cuyo corazón había sido
arrancado del pecho.
—Esto, por otro lado, es lo que nos concierne. Más
puntualmente, a mí y por ende a ti.
Si bien era horrenda, era una escena que Hyungsik había
visto en varias ocasiones desde su llegada a Nueva Orleans.
—Se ve como un típico sacrificio vudú.
—Bueno, golpéame y llámame Sally si no eres un chico
listo. Es parte de un ritual de llamamiento para un Grand Laruae.
Ese no era un término que un were-lobo escuchaba todos
los días. De hecho él nunca lo había escuchado.
—¿Un qué?
Las facciones de Jiyong se mantuvieron imperturbables.
—Un demonio cabrón con complejo de superioridad, que se
monda los dientes con huesos de infantes. Mantengámoslo simple y digamos que es
un demonio que quiero fuera del reino humano cuanto antes.
—¿Y por qué no puedes ir tú tras él?
Jiyong pareció profundamente perturbado por su pregunta.
—Es una larga historia, para una de esas noches donde
esté borracho como una cuba. Por el momento, la historia más corta y
simplificada es: política, la cual me produce escozor en el culo. Créeme, esto
no me gusta más que a ti. De hecho, nada me gustaría más que clavar el cuero
verrugoso de ese bastardo al árbol más cercano, preferiblemente un roble… pero
no vayamos por ahí. Desafortunadamente, yo, en persona, no puedo tocarlo sin
desatar una guerra.
Con un movimiento de la barbilla señaló la foto.
—Phrixis ha eliminado algunos de mis mejores hombres a
través de los siglos y daría nada menos que mi alma por sacarlo de servicio de
una vez por todas.
Hyungsik volvió a observar la cara del muchacho en la
fotografía. Sus rasgos estaban desfigurados por el miedo. El pobre chico nunca
tuvo oportunidad y eso encendió su propia ira. Algo que Hyungsik nunca había
podido soportar era a quien abusaba de los más débiles. Jiyong tenía razón.
Había que detener al imbécil.
Jiyong lo inmovilizó con una mirada letal.
—Tú, mi pequeño loup-garou, eres la mejor arma en ésta
batalla, puesto que ni nuestra experta en Vudú, ni Phrixis, te verán venir.
—¿Qué hay de la sacerdotisa? —Preguntó, ya que Jiyong
sacó el tema—. ¿Qué quieres que haga con ella?
—De esa me encargo yo. No hay ningún tratado en lo que a
ella concierne, así que tengo carta blanca para hacer con ella lo que quiera.
La ramera lamentará el día que decidió liberar a Phrixis en el mundo.
Hyungsik arqueó las cejas, divertido. Esa era una frase
que no se oía todos los días.
—¿”Lamentará el día”?
Jiyong se encogió de hombros.
—Soy lo suficientemente viejo como para hacerte ver como
un embrión. En ocasiones se me nota. Tienes veinticuatro horas para encontrar a
Phrixis o te enviaré de regreso al reino de las tinieblas.
Esa amenaza, dicha en ese tono, era como meter sal en la
herida. Hyungsik le lanzó una mirada feroz.
—¡Vete a la mierda, imbécil!
Los ojos de Jiyong se tornaron rojos. Un rojo profundo y
ardiente que destelló como sangre fluyendo bajo una luz tenue. Por alguna razón
que no podía nombrar, una imagen de Jiyong con alas y vistiendo armadura negra
cruzó por su mente. Pero se fue tan rápido que no estaba seguro de qué la
causó.
—Te recomiendo que no uses ese tono conmigo, lobo. A
pesar de ser muy bueno domando a la bestia en mi interior, no siempre lo
consigo. Y, definitivamente, no quieres ver esa parte de mí. De hecho, deberías
estar agradecido de tener las veinticuatro horas. Si estuvieras del todo
recuperado y no fuera tu primera asignación, no sería tan indulgente.
—No me gusta recibir órdenes.
—Y a mí no me gusta repetirlas. —Tras mirar a la puerta
por donde Minwoo había salido momentos antes, inmovilizó a Hyungsik con una
mirada inmisericorde—. Ofreciste tu alma a quien fuera que te ayudara a salvar
a Minwoo. Yo respondí y ahora me perteneces. En cuerpo y alma. Haz lo que se te
ordenó, lobo, o ambos pasareis la eternidad en un lugar que hará que el Reino
de las Tinieblas parezca Disneylandia.
Los pelos del lomo de Hyungsik se erizaron. Odiaba el
tono y la amenaza, pero Jiyong estaba en lo cierto. Fue él quien hizo el trato,
por voluntad propia, y a él se atendría.
Aunque significara su muerte.
—Tienes serios problemas en relacionarte con las
personas.
El rojo fue desapareciendo de los ojos de Jiyong a medida
que una sonrisa insidiosa curvaba sus labios.
—Y me suspendieron del curso de control de la ira después
de arrojar al consejero a través de una pared de piedra. Tal vez quieras
tenerlo en mente.
Los músculos de la mandíbula de Hyungsik se tensaron.
—Desde ya puedo ver que nos vamos a llevar tan bien como Batman
y el Joker.
—Sólo recuerda una cosa, lobo. Soy el mejor amigo que
jamás tendrás o el último enemigo que harás.
Porque no viviría el tiempo suficiente para hacer otro. Jiyong
no dijo esas palabras, pero su tono lo implicaba.
Entregó otra fotografía a Hyungsik junto a un trozo de
tela que conservaba el hedor a demonio.
—Éste es tu objetivo. No me hagas lamentar el haberte
salvado.
Hyungsik se disponía a mostrarle el dedo corazón. De
haber estado más repuesto, probablemente lo hubiera hecho. Pero justo en ese
momento, la idea de atravesar una pared, cuando tendría que salir a cazar un
demonio, no parecía el curso de acción más prudente.
Kevin estaría orgulloso. El Reino de las tinieblas le
había enseñado, finalmente, un atisbo de instinto de supervivencia.
—¿Cuándo empieza a correr mi plazo?
—Hace diez minutos.
Hyungsik resopló.
—Gracias. Es muy generoso de tu parte.
Jiyong parecía imperturbable a su sarcasmo.
—Probablemente debería advertirte que no soy muy dado a
la justicia y tengo bajo-cero tolerancia para la mayoría de las cosas. Haz tu
trabajo. Hazlo bien y no tendremos ningún problema. La cagas y te mato. La
cagas completamente y te torturaré primero.
—¿Algo más que deba saber?
—Sólo esto.
Jiyong se adelantó y lo tomó por la muñeca. Antes de que Hyungsik
pudiera reaccionar, lo tenía boca abajo en la cama, y le presionaba la palma
contra el omóplato.
Hyungsik maldijo mientras su hombro ardía. Sentía como si
estuviera siendo marcado. Trató de luchar, pero no podía moverse. Era como si algo
inhumano e invisible lo sujetara. Cuando Jiyong finalmente lo liberó, vio que
no había estado muy errado. El olor a carne quemada flotaba pesado en el aire y
en su hombro había un círculo con símbolos antiguos.
Estirándose para tocarlo siseó, al aumentar el dolor al
hacerlo.
—¿Qué es eso?
—Protección contra los demonios menores y los hechizos
que los expertos y hechiceros puedan usar contra ti, una vez que descubran que
eres uno de los míos. Créeme, estarás agradecido de tenerlo.
Quizás cuando el dolor cesara, pero justo en ese instante
quería patear el trasero de Jiyong hasta que el bastardo estuviera tan dolorido
como él.
—¿Funcionará con Phrixis?
Jiyong rió.
—Eres gracioso. —Retirándose, le entregó una empuñadura
de oro. Al presionar hacia arriba una piedra de rubí, se proyectaba hacia
afuera una hoja con noventa centímetros de filo—. Ésta es tu espada —dijo en un
tono que implicaba que Hyungsik era menos que inteligente—. Tienes que insertar
el extremo puntiagudo en el enemigo. Trata de no hacer contacto visual con él y
recuerda: escupe veneno invisible.
—Oh, genial.
Jiyong ignoró el comentario y sacó un teléfono celular.
—Llámame cuando termines. Presiona dos y contestaré.
—¿Y si muero?
—Lo sabré y no estaré feliz. Recuerda, lobo, soy uno de
los pocos seres que pueden seguirte y joderte la estancia en el más allá. No me
falles.
—Nota importante, asentada. Gracias, Doctor Morboso.
Jiyong inclinó la cabeza antes de desaparecer.
Hyungsik soltó un profundo suspiro mientras debatía qué
hacer. Pero no había nada qué pensar en realidad. Tenía que empezar a rastrear
al demonio y el reloj estaba corriendo.
Mejor salir de aquí antes que Minwoo regresara.
Levantando el relicario de su pecho, lo apretó fuerte en
el puño. Regresaría.
Pero primero tenía obligaciones.
Respirando hondo, se vistió con jeans, una camiseta y una
chaqueta de cuero antes de acercar el pedazo de tela a su nariz e inspirar
profundamente. Con la peste a demonio ahogándolo, se marchó a rastrearlo.
Ahhhh
ResponderEliminarQue ya se coman eso!!!!
Ahhhh
Ohhhh
No todo podía ser tan genial!!!
Ahhhh no se vale!
Que lo deje respirar! Acaba de regresar de las tinieblas (?)
Ahhhh
oh que lindo jefe pero ni modos a trabajar sea dicho
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