Mio -Capítulo 16




—Sí. Estuve yendo a la consulta del doctor Yesung más de un año —comentó con un tono vacilante y seco, como si sus instintos libraran una batalla contra sus sentimientos—. Mi madre quería asegurarse de que estaba bien emocionalmente.

Donghae volvió a colocarse en la bañera presionando su cuerpo contra el de él para acercarse todo lo posible. Deslizó las manos por los brazos hasta encontrar las suyas, que estaban bajo el agua, y entrelazó los dedos con los de él.

Hyukjae inhaló su aroma, que lo embargó por completo, cuando Donghae inclinó la cabeza para apoyarse en su mandíbula.

—¿Hyukjae? —susurró con suavidad.

—¿Sí? —preguntó apretándole los dedos con delicadeza.

—Te quiero. —Lo dijo tan bajito que él apenas la oyó—. Me encanta todo tu ser, adoro cada parte de ti. Nada de lo que te haya ocurrido en el pasado cambiará eso. Te quiero hasta cuando te vuelves mandón.

—Yo no soy mandón —repuso como por reflejo mientras las paredes del corazón se le desmoronaban para que pudiera salir volando. ¡Madre mía! Llevaba tiempo queriendo oír esas palabras de su boca, pero jamás se había imaginado que ese momento sería tan maravilloso. No tenía muy claro qué había hecho para merecer a alguien como él, pero no era idiota; se lo pensaba quedar—. Sabes que no dejaré que me abandones en la vida, ¿verdad?

En realidad no le estaba haciendo una pregunta, sino dejando claras sus intenciones.

—No te lo he dicho para ponerte en un compromiso. Tan solo quería que lo supieras. —Con una entonación más relajada añadió—: Y sí que eres un mandón. Venga, cuéntame lo del doctor Yesung.

¿En un compromiso? Donghae no era ningún compromiso. Era su vida entera. Emocionado, lo estrechó entre los brazos con fuerza.

«¡Me quiere!».

Empezó a sentirse relajado a medida que la tensión abandonaba su cuerpo. De pronto hablar del pasado no le parecía tan difícil. Obviamente, preferiría llevarse a este joven a la cama y mostrarle lo mucho que lo idolatraba, pero quería hacerlo habiéndose sincerado. Necesitaba explicarle lo que había ocurrido la otra noche y la única manera de hacerlo era hablando del pasado.

«¡Me quiere!».

Se dispuso a contarle toda la verdad.

—Antes de llegar a la parte del doctor Yesung supongo que debería comenzar por el principio.

Donghae asintió con la cabeza para no interrumpir su discurso con preguntas o comentarios. Confesarle que lo amaba no había sido una decisión premeditada, pero no se había podido contener, no había sido capaz de reprimir las palabras. Y no se arrepentía. Estaba harto de tratar de ocultarlo y el hombre que más merecía ser amado en el mundo era Hyukjae.

—Mi padre murió un mes antes del incidente. De sobredosis. Una mezcla de drogas y alcohol. El muy idiota robó a uno de los narcotraficantes más importantes de la costa oeste, un tío para el que hacía recados y vendía mercancía a cambio de drogas y alcohol para consumo propio. Casi nunca le pagaba con dinero y, aunque lo hubiera hecho, mi padre no lo habría gastado en comida para su familia—susurró lleno de desprecio hacia el hombre que le había dado la vida—. Mi madre hizo todo lo que estuvo en su mano, pero de joven había dejado el instituto y en los únicos trabajos que conseguía pagaban el salario mínimo. Se deslomaba para conseguir comida e intentaba por todos los medios que los trapicheos del viejo no llegaran a nuestro apartamento de mierda ni a Kangin ni a mí. Su estrategia para que no nos fuéramos por el mal camino era demostrarnos que podíamos salir de ahí y ser lo que nos propusiéramos. —Se le quebró la voz, haciendo aún más palpable la adoración que sentía por su madre.

Todo lo que le había contado Boah ahora cobraba sentido. Su amiga se culpaba por no haber sido capaz de ofrecer a sus hijos una infancia mejor. Donghae frunció el ceño recordando la aflicción que vio en los ojos de Boah cuando le contó la difícil infancia que habían tenido sus hijos. ¿No se daba cuenta de que les había dado algo a lo que aferrarse, algo que era crucial para que los niños crecieran sanos? Les había dado amor y esperanza.

La voz de Hyukjae cobró fuerza para proseguir:

—Junsu era un amigo de la infancia. Bueno, en realidad, mi único amigo aparte de Kangin. Vivía en el apartamento de al lado y tenía un año más que yo. —Incómodo, cambió de postura y empezó a mover los pies en el agua como si estuviera nervioso—. Éramos amigos íntimos, uña y carne, hasta que se me dispararon las hormonas y empecé a verlo como un jovencito. Me importaba mucho y creía que yo también le importaba a él.

—¿Entonces sí que tuviste novio cuando eras adolescente?

Donghae no entendía qué tenía que ver todo aquello con sus traumas, pero dedujo que era importante para la historia.

—Sí y no. Supongo. Nos besábamos y paseábamos cogidos de la mano. Como buen adolescente, tenía sueños húmedos con él todas las noches. Quería perder la virginidad y no era un chico muy atractivo, que digamos: era callado y escuálido; vamos, que no llamaba nada la atención. Encima, era superpatoso y leía sin parar. Mi madre siempre nos traía libros de la biblioteca y de las iniciativas que había en el barrio para animar a la lectura. Sin embargo, a pesar de ser un niño tirando a feo y empollón a Junsu parecía gustarle.

Donghae sintió un vuelco en el corazón, tratando de imaginarse a ese Hyukjae adolescente y rarito. Apostaría a que había sido adorable.

—Cuando cumplió diecisiete años, empezó a cambiar. Abandonó el instituto, comenzó a salir con los colegas de mi padre y dejó de dirigirme la palabra, o bien se mostraba tan distante que me hacía sentir como si fuera un don nadie.

Donghae le apretó las manos.

—Debió de ser muy duro.

—Sí —admitió con sinceridad—. Además, sabía que se estaba drogando. Solía ir tan fumado que la mayor parte del tiempo no se enteraba ni de dónde estaba. Le rogué que me dejara ayudarlo, pero no me hizo caso. Se reía de mí y me decía que no podía hacer nada porque era igual de pobre que él. Y tenía razón, ¡joder! Pero quería ayudarlo a salir de la droga y a dejar de currar en las esquinas.

—¿Se hizo prostituto?

«¡Dios mío, pobre Hyukjae!».

Aunque no lo veía Donghae notó que se encogía de hombros.

—Tenía que pagar su adicción de algún modo y también le pasaba algo de dinero a la madre para ayudarla a mantener a su hermano pequeño.

—No te rendiste, ¿verdad?

No hacía falta que le diera una respuesta, Donghae ya la sabía. Hyukjae era tenaz y testarudo, y su inclinación al rescate seguía vivita y coleando. La resignación no encajaba con su personalidad.

—No. Quería creer que el Junsu que yo conocía no había desaparecido y que acabaría volviendo — bufó enfadado—. Me daba igual las veces que me evitara o me mandara a freír espárragos, yo seguía intentándolo. Supongo que era bastante ingenuo.

«No, no lo eras. Aunque la vida te hubiera maltratado, eras buena persona. Eras un soñador que creía que todo el mundo merecía una segunda oportunidad. Seguro que eras igual de inocente, sincero y directo de lo que eres ahora. Solo que entonces no eras capaz de ocultarlo igual de bien».

—Tener esperanza no te convierte en un ingenuo, Hyukjae. Se rio burlándose de sí mismo.

—Era muy ingenuo. Cuando mi padre murió, estuve un mes sin verle y de pronto una noche apareció en la puerta de casa muy sexy y con una amplia sonrisa. Para un adolescente que aún no había perdido la virginidad aquello era el no va más. Mamá estaba en el trabajo y Kangin ya se había marchado a otra ciudad a trabajar en la construcción. De hecho, había ahorrado suficiente dinero como para llevarnos a mi madre y a mí en cuanto yo acabara el instituto.

—¿Ibas a acabar el instituto con dieciséis años?

—Me salté un curso. Bueno, dos. El colegio nunca me resultó difícil —respondió con timidez, como si le diera vergüenza ser tan inteligente.

¿Por qué a Donghae no le sorprendía que de niño ya fuera un genio?

—Bueno, entonces, ¿qué pasó cuando entró?

—Se abalanzó sobre mí con pasión y frenesí. Yo reaccioné como cualquier chico de dieciséis años que aún no se ha acostado con nadie. En pocos minutos me había llevado a mi cuarto. Tenía experiencia y le dejé las riendas. Me bajó la bragueta, me la sacó y me puso un condón antes de que supiera siquiera lo que estaba ocurriendo. —Se rio con una carcajada hueca carente de gracia—. Tampoco es que yo opusiera resistencia. Se me había puesto encima una preciosidad dispuesto a follarme hasta perder el sentido y, como buen adolescente, estaba en pleno éxtasis.

«Santo Dios…».

Horrorizado, reprimió un grito ahogado. Tenía que estar equivocado. No podía haber pasado lo que sospechaba que había pasado.

—Llevaba un cuchillo escondido —explicó Hyukjae con voz temblorosa.

Estar en lo cierto le provocó una arcada.

—Y allí estaba yo, echando mi primer polvo, tan absorto en aquel erotismo embriagador que ni se me pasó por la cabeza que la situación era un tanto sospechosa. Cogió el cuchillo y comenzó a apuñalarme justo cuando empecé a correrme. Me cogió por sorpresa. Para cuando me percaté de lo que estaba pasando ya me había metido tantas puñaladas que no pude ni defenderme —explicó con voz entrecortada mientras se le hinchaba y deshinchaba el pecho.

La emoción hizo estremecer a Donghae, que se giró entre sus brazos para colocar una pierna a cada lado de sus muslos y rodearle el cuello con los brazos.

—¿Por qué? —preguntó en una especie de sollozo—. ¿Por qué hizo algo así?

Enterró la cara en su cuello. No podía quitarse de la cabeza la imagen de un Hyukjae adolescente y vulnerable ahogándose en un charco de sangre por haber cometido el delito de comportarse como un chico normal.

Hyukjae lo estrechó entre los brazos y respondió con voz ronca:

—Por venganza. Mi padre murió antes de que el jefe del cartel pudiera castigarlo por haberle robado. Quería enviar un mensaje a todo el mundo: «Esto es lo que le pasa a tu familia o a ti si tratas de robarnos». No podían permitir que la insolencia de mi padre quedara impune. Murió antes de que le mandaran el mensaje y yo fui su sustituto.

—¿Por qué Junsu?

—El jefazo sabía que éramos amigos desde la infancia y quiso poner a prueba su lealtad. Estaba bastante metido en la organización y amenazaron con liquidar a su madre y a su hermano si no me mataba.

Por extraño que parezca, no había rencor en su voz. Donghae, que se sentía tremendamente abatido, preguntó:

—¿Está en la cárcel?

—Está muerto —respondió Hyukjae sin mostrar emoción alguna—. Cuando me desmayé por la pérdida de sangre, huyó como alma que lleva el diablo. Obviamente, dio por hecho que yo no sobreviviría. Se fue corriendo a una callejuela, se metió una cantidad de droga letal y se rajó las muñecas con el mismo cuchillo que había utilizado para apuñalarme. Llevaba en el bolsillo una nota de despedida y la confesión del crimen. Nos imploraba perdón a su madre y a mí, diciendo que había tenido que hacerlo para proteger a su familia. Nunca supo que sobreviví. Pocos minutos después de la agresión mi madre entró en casa. Si no hubiera llegado en ese momento, ahora estaría muerto.

Incapaz de soportarlo más, Donghae se echó a llorar en brazos de Hyukjae. ¿Cómo podía alguien superar semejante traición? Sobre todo viniendo de un amigo, de alguien a quien adoraba.

—Cuánto lo siento.

—¿Por qué? —preguntó con perplejidad—. No me apuñalaste tú. —Le frotó la espalda con la mano —. No llores. No me gusta.

Lo dijo con un tono severo, pero apoyó la cabeza en la suya y siguió acariciándole la espalda con una delicadeza reconfortante.

Donghae esbozó una sonrisa triste esforzándose por controlar las emociones. Ese comentario era tan… de Hyukjae: no entendía por qué lloraba por él, por qué el dolor de él era también el suyo. Que lo amara una persona que no fuera de la familia era una situación totalmente desconocida para él.

—¿Qué pasó tras la agresión?

—Tenía heridas por arma blanca. Muchas. —En su voz había una pizca de burla. Se detuvo y preguntó con voz vacilante y ronca—: ¿Vas a volver a llorar si te lo cuento?

«Santo Dios. Me está contando el momento más traumático de su vida ¿y lo que le preocupa es si me echo a llorar o no?».

—Intentaré contenerme. Sigue.

—Pasé una temporada en el hospital. Tuve la suerte de que a Junsu no se le daba nada bien matar. Apenas tocó mis órganos vitales y algunas heridas eran poco profundas. Tuvieron que operarme de varios órganos, pero sobreviví al quirófano. En cuanto me dieron el alta Kangin nos trajo a mi madre y a mí a Ilsan.

—¿Pasaste miedo? —susurró junto a su cuello sin dejar de imaginarse al joven Hyukjae asustado y herido.

Lo abrazó con fuerza, deseando haber estado ahí para consolarlo.

—Si te digo la verdad, no me acuerdo de casi nada. —Sacudió levemente la cabeza—. Kangin me ha contado que mi madre estaba devastada. Lo único que recuerdo es que cuando recuperé la conciencia me sentí muy avergonzado. Y también triste porque Junsu había muerto.

Atónito, echó la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos y preguntó confundido:

—¿Por qué? Tú no hiciste nada malo.

—Me puse cachondo y caí en una trampa. Estaba pensando con la parte inferior de mi cuerpo en lugar de con la cabeza. No tenía sentido que Junsu viniera a casa a seducirme. No tenía ni pies ni cabeza. Debería haber sospechado. ¡Hay que ser imbécil! ¡Pero si durante meses solo me había dirigido la palabra para mandarme al carajo! Debería haberme dado cuenta de que tramaba algo, pero en lo único en lo que pensaba era en acostarme con él. —Tenía una expresión taciturna y atormentada—. Estaba cabreado conmigo mismo por haber sido tan idiota y por hacerles pasar un infierno a mi madre y a Kangin. Me dejé engañar. Me había criado en un barrio peligroso y sabía de sobra cómo cubrirme las espaldas.

Donghae posó la mano en su cara para acariciarle la barbilla mientras pensaba que en el momento de la agresión Hyukjae era un hombre con cuerpo de niño que esperaba tomar decisiones racionales aunque todas sus hormonas estuvieran alteradas. ¿No se daba cuenta de que, aunque ya tuviera la inteligencia de un adulto, su cuerpo era aún joven y tenía la madurez de un chico de dieciséis años?

—Hyukjae, tenías dieciséis años. ¡Eras un niño! Aunque ya fueras un genio, no eras más que un adolescente.

—Ya, y no me convertí precisamente en un hombre…, eh…, normal.

Cogió la mano de Donghae, que estaba recorriendo su barba incipiente, y se la llevó a la boca para besarla con delicadeza. Entrelazaron los dedos y dejaron las manos unidas sobre su corazón.

—No, normal no. Eres un hombre extraordinario. Es lógico que te cueste confiar en la gente. ¿Qué ocurrió con el doctor Yesung?

Sí, ahora necesitaba tener el control de las cosas, pero después de sufrir esa terrible experiencia era normal que le quedaran traumas. Él sin duda los tendría.

—Me hacía hablar. Lo odiaba a muerte, pero iba todas las semanas por mi madre. Con el tiempo me dejó de resultar tan difícil. Me ayudó a gestionar mis sentimientos tras la muerte de Junsu y la de mi padre. Pero jamás le conté toda la historia. Era incapaz. No podía contársela a nadie. Todo el mundo creía que Junsu se había colado en casa porque la puerta no estaba cerrada con llave y que me había apuñalado mientras dormía… y yo dejé que lo siguieran pensando. Parecía más fácil. —Se le puso todo el cuerpo en tensión—. Fue una solución muy cobarde.

—¿No quedaron indicios en la habitación? El preservativo y…

—Al parecer, Junsu sí que sentía algo por mí y tuvo remordimientos. Se llevó el preservativo y me la volvió a meter en los pantalones. Nadie puso en duda jamás que me hubiera atacado mientras dormía como venganza por lo que había hecho mi padre. Eres la única persona que sabe la verdad. Ni siquiera he podido contárselo a Kangin. —Su voz fue bajando de volumen hasta convertirse en un suspiro grave.

Le dolía el corazón y necesitaba consolar a Hyukjae de algún modo. Apartó la mano de la suya para ponerse cara a cara y lo obligó a mirarla a los ojos.

—Escúchame bien. Te agredieron cuando eras un chico vulnerable. No hay razón alguna para que te sientas culpable o avergonzado. Nada de lo que ocurrió fue por tu culpa. Entiendo que te cueste confiar en la gente. Entiendo por qué te entró un ataque de pánico la otra noche. —Al ver que sus ojos mostraban duda se enfadó—: Pero tienes que meterte esto en la cabeza. Sobreviviste a esa agresión y, a pesar de haber tenido tan mala suerte de joven, ahora eres un hombre atractivo, encantador y brillante. Eres el hombre más increíble que he conocido en la vida. ¿Lo entiendes?

Estaba furibundo y le salían chispas de los ojos. Tenía que comprender y asumir que era especial. Lo miró con calidez y esbozó una sonrisa.

—Sí. Lo entiendo. ¿Puedes repetir lo de que soy atractivo?

Puso los ojos en blanco. Solo Hyukjae se quedaría exclusivamente con la insinuación sexual del mensaje.

—¿Esa es la única parte a la que le has prestado atención? —repuso perdiendo la paciencia.

—No. Pero es la más interesante —le dedicó una sonrisilla sin pudor alguno.

Frustrado, cogió toda el agua que le cabía en la mano y se la tiró por la cabeza.

—Estoy tratando de explicarte algo. No sé si me entiendes.

Le agarró de la muñeca y volvió a atraerlo hacia él con fuerza, de modo que una ola cruzó la bañera entera y les lamió la piel como una suave caricia. Le dedicó una mirada intensa y apasionada que transmitía lo mucho que le gustaría poseerlo para siempre; un anhelo mucho más profundo que el deseo sexual.

—¿Quieres saber lo que entiendo?

Donghae se estremeció al sentir que los brazos de Hyukjae lo rodeaban con más fuerza y lo apretaban contra su cuerpo. Incapaz de pronunciar palabra, asintió con la cabeza, a lo que él respondió con un susurro grave:

—Entiendo que soy el tipo con más suerte del planeta porque me amas y me aceptas tal y como soy. Es más, creo que hasta me entiendes y eso es un milagro porque a veces no me entiendo ni yo. No sé cómo recompensarte como debería, pero eso no significa que no quiera hacerlo; es solo que no sé cómo hacerlo. Ahora entiendo que antes de conocerte vivía en un mundo muy pequeño y que, no sé cómo, has logrado sacarme hacia fuera y hacerme mirar alrededor, y he visto cosas que no había visto jamás. Sé que me haces ser mejor persona. —Le rodeó el cuello con una mano y lo besó apasionadamente, como si quisiera poseerlo. Después se retiró con brusquedad y lo cogió de la barbilla para mirarlo fijamente—. ¿Te parece que entiendo lo suficiente?

A Donghae se le había cortado la respiración y se quedó mirándolo totalmente cautivado. Puede que no hubiera repetido exactamente lo que él había querido transmitirle, pero era un comienzo. Estaba aprendiendo a ser amado. Enterró el rostro en su hombro y murmuró junto a su piel:

—Es suficiente. Por ahora.

—Te necesito, Donghae. No vuelvas a dejarme —pidió mientras restregaba la cara por su pelo.

No le había dicho que lo amaba, pero le había confiado sus secretos, había desnudado su alma y estaba aprendiendo a expresar sus emociones. Y lo había hecho por él. Así que, sí, por ahora era más que suficiente.

—No voy a ir a ninguna parte.

—Ni de coña —gruñó.

Donghae sonrió porque, aunque se dirigiera a él con brusquedad, lo mecía contra su cuerpo y lo abrazaba como un amante cariñoso. Se equivocaba al decir que no sabía cómo recompensarle. Le mostraba lo mucho que le importaba en multitud de detalles, que a Donghae le parecían magníficos, le resultaban adictivos y lo seducían. Era como si hubiera encontrado una pieza que encajaba perfectamente en el puzle hasta entonces incompleto de su alma.

—¿Lo amabas? —Era consciente de que debería dejar el tema, pero quería saberlo.

—¿A quién?

—¿A Junsu? ¿Lo amabas?

—No. —Hyukjae no dudó un segundo la respuesta—. Me preocupaba por Junsu porque era mi amigo y porque estaba coladito por él, pero no lo amaba. No quería que falleciera. Lo más triste de todo es que su muerte fue en vano. Pocos días después de que se suicidara las autoridades desmantelaron la organización. El jefazo y todos los canallas que estaban metidos en el cartel se están pudriendo en la cárcel.

Su voz transmitía franqueza y aceptación de lo ocurrido. No estaba furioso ni amargado.

—¿El terapeuta era bueno?

—Sin duda. El doctor Yesung era el mejor. De vez en cuando quedamos para cenar. Creo que todavía está tratando de averiguar lo que escondo.

Soltó una carcajada sincera.

Donghae sonrió apoyada en su hombro.

—Eres un sujeto fascinante.

—¿Me estás llamando rarito? —gruñó sobre su cuello.

—Eh... No lo tengo claro.

Se zafó de su abrazo y se puso de pie. No tenía ninguna gana de alejarse de su cuerpo, pero se moría por beber algo. Llevaba un buen rato en una habitación llena de vapor y tenía muchísima sed. No pudo resistirse a echar la vista atrás mientras subía los escalones de la bañera y recorrió con ojos hambrientos su cuerpo fornido y su atractivo rostro.

—Creo que necesito estudiarte un poco más antes de extraer conclusiones.

Hyukjae se puso de pie con agilidad y esbozó una sonrisa traviesa.

—Como sigas contoneando ese irresistible cuerpo delante de mí, voy a tener que hacer mi propia investigación, encanto. —Su cuerpo avanzó por el agua con facilidad cuando comenzó a seguirlo con una sonrisa amplia y los ojos entornados—. Y examinaré los datos a conciencia.

Donghae cogió una toalla de una pila que había junto a la bañera y salió corriendo del baño con Hyukjae pisándole los talones. Se echó a reír porque logró cogerlo de la cintura antes de que lograra salir del dormitorio.

—¡No, tengo sed!

Cuando Hyukjae lo atrajo hacia él, Donghae notó en la espalda su pecho duro y mojado y se preguntó si de verdad beber agua en ese momento era tan necesario. ¡Dios, qué cuerpazo! Al fundirse con su piel notó la excitación dura e insistente que le presionaba el trasero.

—¿Tienes sed? —El tono de voz había cambiado y transmitía preocupación—. ¿Has comido?

Le quitó la toalla de las manos y empezó a secarlo con cuidado, frotándole primero la espalda y luego los pechos y el vientre. Donghae se mordió el labio mirándolo a los ojos. Hyukjae parecía ansioso y levemente agitado.

—No tengo tanta hambre.



Empezaba a sentir apetito, pero no de comida. Para cuando Hyukjae dio por válido el secado Donghae estaba convencido de que se iba a morir de deseo. Sin duda, el tipo era muy concienzudo.

—Necesitas hidratarte y nutrirte —gruñó dándole la bata de seda negra.

Se secó el cuerpo deprisa y se dirigió al armario para coger algo de ropa. A Donghae le entraron ganas de gimotear cuando la ropa ocultó aquel cuerpo. Se puso la bata negra a regañadientes, sintiendo que el calor que notaba entre los muslos era ya más intenso que la sed. Lo único que le apetecía en ese momento era meterse en la cama con Hyukjae.

—No tengo tanta hambre, de verdad.

Hyukjae lo cogió de la mano y tiró de él para guiarla hacia la cocina.

—Ahora vas a comer. —Se detuvo para fulminarla con una oscura mirada de advertencia—. Mi intención es follarte luego hasta que me supliques clemencia.

El semblante apasionado de Hyukjae le hizo estremecer de deseo y un cosquilleo le recorrió cada centímetro de la piel.

«Sí, suplicaré. Pero no clemencia».

Suspiró frustrado y cedió a que lo llevara a la cocina. Conocía bien esa mirada de determinación. No cejaría en su empeño hasta que no hubiera satisfecho las necesidades de Donghae, hasta que no le hubiera dado todo lo que necesitaba. Si se le ocurría mencionar que tenía sed, Hyukjae iba a por agua. Siempre dejaba de lado sus necesidades y sus deseos para ocuparse primero de los de él.

«¿Y aún no entendía por qué lo quería?».

Hyukjae le apretó la mano mientras lo guiaba con determinación hacia la cocina, y a Donghae le dio un vuelco el corazón. Ese hombre era una mezcla irresistible de hormonas, intensidad, ternura, vulnerabilidad y compasión. El hombre perfecto encarnado por un mandón atractivo e irresistible.

¿Que por qué lo amaba? Más bien la pregunta sería… ¿cómo no iba a amarlo?

Sonrió al darse cuenta de que jamás había tenido la más remota posibilidad de no enamorarse locamente de este hombre. Desde que se conocieron había algo que le atraía de él, algo visceral, incluso animal. Quizá le había dado miedo admitir esa intensa atracción, pero siempre la había sentido. Hyukjae era como una fuerza de la naturaleza: por peligroso que fuera, era imposible resistirse a su ferocidad y a su magnetismo salvaje.

Recordó lo que le había dicho su madre una vez: «El amor de verdad no es para los débiles de corazón, pero las recompensas que ofrece merecen la pena». En aquel momento Donghae era un niño y no había entendido lo que su madre trataba de decirle.

Ahora, gracias a Hyukjae, el significado de esas palabras cobraba sentido y entendía perfectamente lo que había querido expresar su madre. Por fin había encontrado al hombre que merecía la pena.

Envió un agradecimiento silencioso a su madre por las palabras que había tardado tanto tiempo en comprender y, con una sonrisa bobalicona, dejó que Hyukjae lo llevara por el pasillo hacia la cocina.


Hyukjae abrió la puerta de la nevera con un movimiento rápido de muñeca.

—¿Refresco o agua?

Cogió la lata directamente, pues ya sabía la respuesta.

—Refresco —respondió distraído.

Abrió la lata y se la dio antes de coger otro para él y beberse la mitad de un trago. No era de extrañar que Donghae tuviera tanta sed. Él no había estado ni la mitad de tiempo en el baño lleno de vapor y ya estaba deshidratado.

Se llevó la lata a los labios y bebió con la mirada fija en el pasillo abovedado que llevaba al comedor.

Hyukjae se había olvidado por completo de los recados que había estado haciendo.

—¡Feliz día de San Valentín!

Se acabó el refresco de un trago y tiró la lata vacía a la basura. Lo siguió al comedor con el ceño fruncido. Donghae no había pronunciado palabra. Quizá Sora y Marcie no habían acertado con los consejos. ¿Le gustaría algo de lo que le había traído?

Había tratado de ordenar bien las cosas: las flores sobre la mesa, los caramelos en las sillas, las joyas y el perfume en el suelo. Vale, había una mezcla de regalos y ositos de peluche desperdigados por el comedor, pero él lo había colocado todo lo mejor que había podido.

—¿No hay nada que te guste?

¡Maldita sea! Pensaba despedir a su ayudante y a su secretaria en cuanto las viera. Le habían dicho que esas eran las cosas que hacían sentir a las parejas especiales y valoradas.

—Ay, Hyukjae, pero ¿qué has hecho?

Donghae acarició la superficie aterciopelada de una rosa roja, empujó con suavidad un globo con forma de corazón y se quedó mirando cómo se balanceaba en el aire.

—¡Voy a poner a esas dos de patitas en la calle!

¡Mierda! Lo único que quería era hacerlo feliz pero, en lugar de eso, parecía traumatizado. Sabía que tenía que haberle comprado más cosas, pero no cabía nada más ni en el auto.

—¿A quién vas a despedir?

Se giró y lo miró atónito.

—A Sora y a Marcie. Me dijeron que este tipo de regalos era el que les hacía felices.

Maldita sea. No podía despedir a ninguna de las dos. Hacían su trabajo demasiado bien. En realidad era culpa de él, que no tenía ni puñetera idea de cómo mostrar su cariño a este joven. Daba igual; pensaba seguir intentándolo hasta lograrlo.

—Podemos ir de compras y así eliges algo que te guste —propuso con la esperanza de que le acompañara y le mostrara el tipo de cosas que a él le parecían románticas.

—¿Pediste consejo a Sora y a Marcie?

—Sí.

—Hyukjae, esto es una pasada. No sé qué decir —comentó con voz temblorosa mientras se agachaba para coger un osito de peluche marrón que sujetó con fuerza contra el pecho—. Creo que Marcie y Sora te estaban dando ideas. No sugerían que lo compraras todo.




4 comentarios:

  1. O.o
    -se trauma y necesita al doctor Yeye(?)-
    Ahhhhhh
    Así que fue eso!!!
    Ya puedo dormir tranquila(?)
    Ahhhh
    Hyukkie bebé ~
    Ahhhhhh
    Bobo...solo eran ideas!! No comprar todo!!!!!

    ResponderEliminar
  2. oh eso si que dolio ser atacado por tu mejor amigo

    ResponderEliminar
  3. Por fin se lo que le pasó, que difícil y doloroso saber que ese amigo al que querías te traicionó y atacó de esa manera... Por otro lado que lindo!!! Le compró todo lo que le aconsejaron jajaja por eso la cara de donghae y el pensando que nada le gustó.

    ResponderEliminar
  4. Por fin se lo que le pasó, que difícil y doloroso saber que ese amigo al que querías te traicionó y atacó de esa manera... Por otro lado que lindo!!! Le compró todo lo que le aconsejaron jajaja por eso la cara de donghae y el pensando que nada le gustó.

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...