Las manos de Donghae
se movían despacio, acariciando sus anchos y fornidos hombros, palpando cada
centímetro de sus sólidos músculos y saboreando la fuerza que irradiaba su
poderoso cuerpo. Recorrió la columna vertebral con las manos hasta alcanzar la
nuca. Le tiró del pelo para que inclinara la cabeza y le recorrió la clavícula
con besos ligeros mientras lo peinaba con los dedos. Gimió levemente antes de llevar
la boca a su palpitante cuello y, al inhalar su aroma, una calidez erótica se
propagó por todo su cuerpo. Respiró hondo para que su fragancia le consumiera
mientras el sensual latido que galopaba bajo sus labios le aseguraba que sentía
la misma necesidad que él.
Hyukjae
emitió un gruñido antes de poner en marcha su fornido cuerpo. El duro miembro
encontró entre los muslos de Donghae un cálido lugar en el que reposar y su
suave verga se deslizó. Sintió que cada una de sus terminaciones nerviosas
entraba en combustión en el momento en que Donghae abrió más las piernas,
rogándole en silencio que lo saciara, que satisficiera ese anhelo acuciante que
le arañaba por dentro sin descanso.
Él se
incorporó sin previo aviso y Donghae gimoteó al sentirse privado del calor que
desprendía. Hyukjae buscó el dobladillo de su camiseta, se la quitó por la
cabeza y lo tiró al suelo.
—Así ya no
hay nada entre nosotros —bramó antes de volver a inclinarse sobre él.
Donghae gimió
al sentir de nuevo su ardiente cuerpo contra el suyo, desde el pecho hasta la
ingle, y saboreó la dulce sensación de rozar piel con piel.
—Mío. Eres mío.
Dilo. —Se le escapó la exigencia entre los labios como si no fuera capaz de
contenerse.
Hyukjae el
Dominante había vuelto para la revancha y Donghae se estremeció. Estaba claro
que le encantaba controlar la situación, pero eso no tenía nada que ver con su
pasado. Era, simplemente, Hyukjae en todo su esplendor.
Metió la mano
entre los cuerpos y colocó su pene audaz ante la abertura de su cavidad para
empezar a penetrarlo con gozosa lentitud.
—Dilo
—repitió con mayor exigencia y un tono más posesivo. ¡Dios mío, adoraba esa
potencia, ese dominio!
—Soy tuyo. Te
necesito.
Para
recompensarlo empujó las caderas y le metió la polla hasta el fondo, llenándolo
por completo. El momento era tan carnal que a Donghae le faltó poco para
alcanzar el clímax.
—¡Joder!
¡Cómo me pones! —Se alejó ligeramente para volver a penetrarlo y empujó aún más
las caderas para meterle hasta el último centímetro—. No sé si sé hacer el
amor. Lo único que sé es follar.
Donghae se
aferró a sus hombros en busca de algo de equilibrio y cordura.
—Yo tampoco
sé si lo sé hacer. Supongo que tendremos que aprender juntos —respondió con el
escaso aliento que le quedaba.
Le abrazó la
cintura con las piernas tratando de acercarse aún más a él. Hyukjae emitió un
sonido gutural que reverberó en su garganta, mientras echaba las caderas de
nuevo hacia atrás para volver a embestirlo. Una y otra vez.
Agachó la
cabeza para buscarlo con los labios y conquistarla con la lengua y, al hacerlo,
capturó con la boca su gimoteo. Cada roce de su lengua, cada embestida de su
polla lo marcaba a fuego y lo reclamaba como suyo. Y Donghae poco podía hacer
ante eso más que rendirse.
Arrancó su
boca para tomar aire, algo que los dos necesitaban, y sus caderas continuaron
embistiéndole mientras gritaba:
—¡Eres mío!
Cuando le
mordisqueó el cuello, un deseo animal hizo estremecer el cuerpo de Donghae, que
levantó las caderas para salir a su encuentro. Donghae gimió mientras deslizaba
los dedos por su cabello antes de clavárselos en la espalda. Le hincó sus
cortas uñas cuando Hyukjae cambió de postura sin disminuir en lo más mínimo el
ritmo frenético y apasionado con el que empujaba con furia sus caderas.
Lo necesitaba
con tal desesperación que estaba a punto de ponerse a gritar de frustración,
pero entonces Hyukjae comenzó a frotar con fogosidad su ingle, de modo que con
cada profunda penetración estimulaba a la vez su necesitado miembro. Donghae
sintió que se partía en dos y pronunció un grito que le desgarró la garganta,
pero la boca de Hyukjae se lo tragó a cambio de un gemido, que vibró en su
boca, mientras su cavidad latía alrededor de la suave verga.
Posó la boca
en su hombro y empezó a jadear como un descosido:
—Notar que te
corres conmigo dentro es la mejor sensación del mundo.
Se la metió
hasta dentro y la conexión de sus cuerpos fue aún más profunda, como si se
estuvieran fundiendo el uno en el otro. Sin dejar de estremecerse a causa de la
explosión orgásmica Donghae sintió que los músculos de Hyukjae se tensaban y
que su fornido cuerpo empezaba a temblar a medida que lo inundaba con un calor
abrasador.
«Te quiero».
Lo abrazó con
fuerza sintiendo que no quería soltarlo jamás. Donghae reprimió con un grito
ahogado, luchando con todas sus fuerzas contra la arrolladora necesidad de
decir esas palabras en voz alta.
—¿Estás bien?
—le preguntó preocupado y jadeante.
Hyukjae se
echó a un lado y él, aunque no soportaba esa mínima distancia entre ellos, lo
soltó a regañadientes para permitirle que se tumbara a su lado.
—Estoy bien.
Obviamente
había pensado que lo estaba aplastando. ¡Ni que fuera una delicada flor!.
Mientras
suspiraba lo atrajo hacia él sin hacer un gran esfuerzo y tapó con las sábanas
sus cuerpos enredados. Donghae se acurrucó junto a él, dejó caer la cabeza
sobre su hombro y apoyó un brazo en sus marcados pectorales. Hyukjae lo acercó
aún más, cogiéndolo de la cintura con su fornido brazo.
—Hemos hecho
el amor —refunfuñó con voz cansada.
Donghae
esbozó una leve sonrisa al percibir contrariedad en sus palabras y se limitó a
responder un simple «sí».
Hacer el amor
no tenía tanto que ver con los movimientos como con las emociones; aunque debía
admitir que la parte física del acto a Hyukjae se le daba estupendamente. No
importaba cómo se tocaran o qué hicieran para alcanzar el orgasmo; lo que
conmocionaba a Donghae era la intensidad de la experiencia y las emociones que
le generaba.
En realidad
el sexo de aquella noche no había diferido en absoluto del que habían tenido
hasta entonces: había sido igual de explosivo, emotivo y arrollador. Cada vez
que lo hacían se le ponía el mundo patas arriba. Nunca habían echado un polvo
indiferente o distante. Siempre habían hecho el amor de un modo salvaje,
apasionado e intenso. Al menos eso le parecía a él.
«Ojalá
confiara en mí».
Supo que
estaba dormido porque respiraba profundamente y a un ritmo regular. «Pasito a
pasito».
Hyukjae jamás
dormía con alguien ni permitía que nadie se metiera en su cama cuando se sentía
vulnerable. El hecho de que estuviera durmiendo plácidamente con él pegado a su
cuerpo como una calcomanía no era un pasito, era más bien una gran zancada.
Se apartó un
poco para ponerse cómodo y el corazón le dio un vuelco cuando Hyukjae reaccionó
mascullando una protesta y atrayéndolo de nuevo hacia él.
Sí. Mañana
tendrían que hablar de sus traumas. Donghae necesitaba saber qué le había
ocurrido de adolescente para que ahora reaccionara así. Le resultaba imposible
luchar con un fantasma del pasado que ni veía ni entendía.
No quería
volver a ver jamás a Hyukjae sufriendo un ataque de pánico, perdido en un miedo
desconocido. Verlo tan vulnerable le había partido el corazón y, cuando cerró
los ojos agotado, sintió un implacable instinto de protegerlo.
«Me evitará y
tratará de eludir el tema. No querrá hablar de ello».
Si no estaba
preparado para contárselo, de acuerdo. Esperaría hasta que se fiara lo
suficiente como para hacerlo.
Convencido de
que todo saldría bien, bostezó feliz junto al musculoso cuerpo de Hyukjae y su
respiración no tardó en acompasarse a la de él. Aquella vez durmió a pierna
suelta sin tener un solo sueño en toda la noche.
Tres días
después Hyukjae garabateó su firma en el último de los documentos que su
secretaria había apilado sobre
la mesa esa misma mañana. Tiró el bolígrafo dorado con más fuerza de la
necesaria sobre el montón de papeles que prácticamente llegaba al techo y se
reclinó en la butaca de cuero suspirando frustrado mientras pensaba cuántos
días más podría aguantar la tensión que había entre Donghae y él.
«No nos
acostamos juntos. No nos tocamos. No me despierto con su irresistible cuerpo
abrazado al mío como si fuera una sábana de seda».
¡Manda
narices! Hacía tres días se había levantado con la impresión de que aquella
sería la mejor mañana de su vida, pero, por desgracia, lo que había ocurrido en
el desayuno había convertido aquel día en uno de los peores de su vida.
Donghae había
querido hablar de lo sucedido la noche anterior. Él, no.
Vamos, se
había mostrado más que dispuesto a hablar sobre lo que había pasado después de
que le diera el ataque —a comentarlo y a repetirlo, claro—, pero del ataque en
sí… no, de eso no había tenido tantas ganas de hablar.
Se peinó el
pelo con los dedos y se reclinó en la butaca tratando de relajar el cuerpo. En
realidad la distancia que había entre los dos no era culpa de Donghae. No del
todo. Donghae no se había tomado mal que él no tuviera ninguna gana de hablar
del tema, de hecho, le había dedicado una de sus dulces sonrisas y le había
dicho que esperaría hasta que estuviera listo para hacerlo, pero entonces…,
justo cuando él estaba pensando que ya podía esperar sentado porque
posiblemente le saldrían canas y sería vieja antes de que a él le entraran
ganas de sacar el tema, había soltado la bomba:
«No puedo
hacer el amor contigo, Hyukjae. No hasta que confíes en mí lo suficiente como
para contarme lo que ocurrió. Es que no puedo».
Entonces,
después de haberle puesto el mundo del revés con aquel comentario, lo había
besado en la frente como si fuera un niño pequeño, le había deseado un buen día
y se había marchado contoneando su lindo trasero. Y todo eso lo había hecho sin
borrar la sonrisa. Alucinante.
En su favor había
que decir que no le había puesto las cosas difíciles, ni había levantado la
voz, ni había montado un escenita. ¡Ojalá lo hubiera hecho! De esa forma igual
le habría cogido un poco de manía y le habría resultado más fácil superar este
tormento.
Lo único que
le molestaba de veras era que sí que confiaba en él. Lo que pasaba es que no
quería hablar de ese tema.
—¡Vaya cara!
¡Ni que estuvieran a punto de llevarte a la horca! ¿Qué te pasa, hermanito? ¿Te
empiezas a aburrir de Donghae? Porque en ese caso a mí no me importaría…
—Si lo tocas,
te mato. —Hyukjae se echó hacia delante, posó los puños apretados sobre la mesa
y, mientras contemplaba cómo su hermano se paseaba por el despacho, lo amenazó
con una mirada fratricida—. ¿Es que no sabes llamar a la puerta?
Sabía que Kangin
solo estaba intentando hacerlo rabiar. En realidad su hermano jamás volvería a
acercarse a Donghae. Se lo había jurado y perjurado cuando había ido a pedirle
perdón por lo que había hecho en la
fiesta. Sin embargo, eso no le impedía utilizar el tema para sacar a Hyukjae de
sus casillas. Kangin le dedicó una sonrisa vanidosa y se sentó en una silla
delante de la mesa de Hyukjae.
—¿Por qué iba
a hacerlo? Soy el dueño de la empresa.
Hyukjae pensó
que lo único que era peor que compartir la propiedad de la empresa Kim con Kangin
era que sus despachos estuvieron en el mismo piso.
—La última
vez que lo comprobé yo también era el dueño —repuso de malos modos, pues no
estaba de humor para las tonterías de su hermano mayor.
—Soy mayor
que tú. Por tanto, tengo más antigüedad.
Kangin puso
los pies encima de la mesa de Hyukjae, que esperó con paciencia a que su
hermano se acomodara en la silla. Menudo caradura. Hyukjae se inclinó hacia
delante y pegó un brusco manotazo a los zapatos de cuero italiano, que acabaron
por los aires.
—¡No pongas
tus apestosos pies en mi mesa!
«¿Hay algo
más gracioso en el mundo que ver a un hombre con un impoluto traje de diseño
agitando los brazos como un pajarito para no caerse de una silla que está a
punto de volcarse?».
Hyukjae creía
que no. No cuando el que aleteaba como una mariposa era Kangin. Lo único que le
hubiera hecho más gracia aún habría sido que la silla hubiera volcado y que su
hermano se hubiera pegado un buen culazo.
Pero los pies
de Kangin se posaron a tiempo en el suelo y lograron evitar la caída. Se lo
quedó mirando mientras se desabrochaba los botones de la chaqueta, que le
quedaba como un guante, y se inclinó hacia delante para posar los codos sobre
las rodillas.
—¿Era
necesario?
Ahora al que
le tocaba reírse era a Hyukjae, que esbozó una sonrisa malvada.
—Creo que sí.
—No tengo la
culpa de que hayas cometido el error de enamorarte y de que ahora estés hecho
un asco. ¡Joder! ¡Pensé que estarías feliz porque ha vuelto a casa!
Kangin se
puso serio, se reclinó en la silla y puso las manos entrelazadas sobre el
estómago. Hyukjae levantó la cabeza con brusquedad.
—¿Acaso te he
dicho yo que esté enamorado?
Kangin dejó
los ojos en blanco y respondió:
—No hace
falta que me digas nada. Me lo dejaste bastante claro cuando cometí el error de
tocarlo y me metiste tal paliza que casi me dejas ciego.
—Eso no
quiere decir que esté enamorado —farfulló Hyukjae—. Y no fue porque lo tocaras.
Fue por la intención.
—¿Cuándo fue
la última vez que me diste una paliza por haber tocado a un joven?
—Jamás.
—A eso voy.
Hyukjae
suspiró.
—Donghae y yo
tenemos una desavenencia sin importancia.
Vale, para él
sí que tenía importancia, pero tampoco era necesario contar toda la verdad a su
hermano.
—¿Sobre qué?
—Quiere que
confíe en él y que le cuente el incidente que me dejó todas estas cicatrices
—explicó con brusquedad—. Piensa que todavía tengo… —se mostró dubitativo antes
de pJunsuguir— traumas.
Kangin entornó
los ojos y preguntó:
—¿Y es así?
¿Los tienes?
La respuesta
de Hyukjae no se hizo esperar; de hecho, respondió demasiado rápido y demasiado
a la defensiva:
—¡No! ¡Claro
que no! Fue hace más de dieciséis años, ¡por el amor de Dios!
—El tiempo no
lo cura todo, Hyukjae —respondió Kangin pensativo—. Quizá deberías contárselo.
Puede que lo necesites. ¿Te arriesgarías a perderlo por guardarlo en secreto?
Es evidente que te ama y, quieras admitirlo o no, tú también estás enamorado.
Supongo que lo que tienes que decidir es si ese chico merece la pena.—Kangin se
inclinó hacia delante y fulminó a Hyukjae con la mirada—. No la cagues o te
arrepentirás durante el resto de tu vida.
¿Dolor?
¿Remordimiento? ¿Tristeza? Hyukjae vio pasar cada una de esas emociones por los
ojos de su hermano durante un fugaz instante. Tomó aire y, cuando abrió la boca
para preguntarle qué le pasaba, el semblante de Kangin se había tornado
indiferente y apático. Hyukjae volvió a cerrar la boca tras analizar la
expresión de su hermano: no había duda, no quería hablar del tema.
—No atiende a
razones —refunfuñó Hyukjae, volviendo a centrar la atención en su problema. No
presionaría a Kangin para que compartiera su dolor si no quería.
—Admítelo.
Estás enamorado de él. —Kangin se cruzó de brazos y dedicó a su hermano una
mirada cómplice.
—Es muy
cabezona.
—Estás
enamorado de él.
—Confío en él.
Se lo cuento todo, menos eso.
—Estás
enamorado de él.
—¡Joder! —Hyukjae
pegó tal puñetazo que la mesa entera tembló a pesar de estar hecha de roble
macizo—. Me vuelve loco. Me hace feliz. Es tan guapo que me pasaría horas
contemplándolo. Es capaz de hacerme perder los estribos en cuestión de
segundos. No le importa un pimiento que sea rico y está más cegato que un topo
porque te juro por Dios que parece que no me ve las cicatrices. Me mira de un
modo que me hace sentir como si midiera más de tres metros. Y me mira a mí. No
mira al multimillonario, ni al empresario triunfador; mira al hombre que hay
detrás de esa fachada. A veces se pone más terco que una mula, pero eso me
gusta porque sabe lo que quiere. Es listo. Bueno. Y me aguanta aunque sea un
gruñón. Me acepta tal y como soy. —Se detuvo a tomar aire porque se estaba
quedando sin aliento. Habiendo malgastado su ira en aquella retahíla, prosiguió
sin fuerzas—. Total, que sí, que si estos sentimientos desenfrenados y absurdos
que siento por él cada minuto del día son amor… estoy jodido. No soy capaz de
imaginar mi vida sin él.
Estaba tan
emocionado que la voz le temblaba y miró a su hermano mayor como si aquello
fuera una tortura.
—Entonces no
lo hagas —respondió Kangin sin más, alzando una ceja y mirándolo a los ojos—.
Esta empresa la montamos juntos, hermanito. Empezamos en un piso cutre de una
sola habitación y ahora tenemos una de las empresas más importantes del mundo y
somos más ricos de lo que jamás hubiéramos soñado. Si has sido capaz de lograr
todo eso, te aseguro que eres capaz de superar esto. — El tono serio de Kangin
cambió para añadir—: Deja de mirarte el ombligo y busca soluciones.
Los labios de
Hyukjae dibujaron una tímida sonrisa. Hacía años que no oía a Kangin decir esa
frase. La repetían a menudo cuando empezaron a montar Kim Corporation. Siempre
que uno de los dos se quedaba encallado el otro le pegaba un empujón diciendo
esas palabras. Se había convertido en una especie de mantra para ellos, pero
hacía mucho tiempo que no lo necesitaban. Tenían un sinfín de trabajadores a su
cargo que cobraban un buen sueldo precisamente para evitar que los problemas
llegaran hasta cualquiera de los dos
—A veces
pienso que preferiría montar una empresa partiendo de cero que tener que
enfrentarme a esto.
Kangin se encogió de hombros.
—Los negocios
son los negocios. A veces no es fácil, pero el resultado es bastante predecible.
Las relaciones son una paranoia. No tienes datos, estadísticas ni nada que
justifique la decisión de lanzarte. Solo emociones.
Kangin se
estremeció como si pensar en comprometerse con alguien fuera un tipo de
tortura.
—Entonces,
¿por qué narices me animas a que lo haga? —Hyukjae fulminó a su hermano con una mirada de
irritación.
—Porque la
necesitas. —Kangin se levantó con brusquedad y se abotonó la americana—. Pero
si alguna vez te cansas de él…
—¡No
empieces! —bramó Hyukjae, pero su voz carecía de veneno.
Ese día se
había dado cuenta de algo: su hermano también tenía secretos. No había superado
a alguien del pasado y, a juzgar por la extraña reacción que había tenido ante el
pelirrojo, posiblemente fuera Leeteuk. Sospechaba que, fuera quien fuera, esa
persona era la razón por la que Kangin se cansaba tan rápido de las parejas e
iba de flor en flor sin que le afectara lo más mínimo. Lo que estaba intentando
era llenar un vacío y olvidar. Hyukjae sacudió la cabeza; su hermano mayor era
lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que esa estrategia no
funcionaría. Cuando alguien se te metía bajo la piel, se quedaba allí para
siempre.
La vida de Hyukjae
giraba ahora en torno a Donghae y ningún otro podría sustituirlo jamás, nadie
podría llenar el terrible vacío que dejaría si algún día lo abandonara.
Kangin
recuperó su cautivadora sonrisa.
—Me quieres y
lo sabes.
—Ahora mismo
no —respondió Hyukjae como por reflejo.
Kangin se
dirigió pavoneándose hacia la puerta con todos los pelos colocados en su sitio
y el traje y la corbata impecables. Nadie se daría cuenta de que su hermano
menor acababa de estar al borde de una crisis nerviosa y que él lo había
presenciado.
Kangin cogió
el pomo de la puerta para salir, pero entonces Hyukjae lo llamó con suavidad.
Se giró sorprendido.
—¿Sí?
—Gracias por
escucharme.
La mirada que
se dedicaron valía más que mil palabras. Hyukjae quería decir a su hermano lo
mucho que le importaba, pero se le hizo un nudo en la garganta. Discutían a
menudo, como suele pasar entre hermanos, pero Kangin llevaba todos estos años
dejándose la piel en el trabajo y, sobre todo, haciendo muchos sacrificios por
él y por su madre.
—No hay nadie
que merezca tanto la felicidad como tú, hermanito. La tienes al alcance de la
mano. Cógela —respondió Kangin mostrándole una vez más su apoyo incondicional
antes de salir por la puerta sin volver a mediar palabra.
Tras una
exhalación temblorosa Hyukjae se puso de pie y cogió su maletín mientras
contemplaba el elegante despacho. Hace años que tenía ese despacho. Cada mañana
venía al trabajo a ocuparse del negocio y después volvía a su piso para
enfrascarse en sus proyectos en la sala de informática. A veces, al entrar y al
salir del edificio de oficinas, saludaba con apatía a la secretaria y a su
ayudante personal. A veces no. Siempre estaba tan concentrado en el trabajo,
tan inmerso en esa burbuja, que de vez en cuando se olvidaba hasta de decir
hola.
Tiró del nudo
de la corbata color Borgoña para aflojársela y desabrochó el botón del cuello
de la camisa. ¡Odiaba llevar traje!
«Cuidado con
la corbata, ¡es una de las favoritas de Donghae!».
En realidad
no sabía si eso era cierto. No estaba seguro de que tuviera una favorita. Todas
las mañanas, cuando entraba a la cocina vestido con traje y corbata, Donghae le
decía que estaba muy guapo. Pero la primera vez que se lo había dicho llevaba
esa corbata y, desde ese día, le había dado por ponérsela bastante.
Se dirigió
hacia la puerta del despacho sin hacer apenas ruido, pues la alfombra
amortiguaba el sonido de las pisadas. ¡Estaba enamorado! ¿Desde cuándo se
preocupaba por la corbata que se ponía, por la decoración de su despacho o por
si era amable o no con sus empleadas?
Era obvio que
había llegado la hora de irse a casa.
«A casa. Donghae
ha convertido mi piso en un hogar. Ya no es el lugar al que voy cuando acabo de
currar. Su risa, su voz y su mera presencia lo convierten en un hogar».
Ahhh
ResponderEliminarPor el amor del cielo!!!
Jajajaj
Fue un momento hermoso!
Lo ame!
Ahhhh
Ese momento de hermanos fue perfecto!!!
Assdfgdkjagadhd
ResponderEliminarUn momento mágico!!!!
Lo ame!
Y no hablar del momento hermanos machos alfa pecho peludo!!!
Me encanto!
Asskffkjshahaghsjdkxkjs
Ahhhh
Ya quiero saber que le paso!!!!!
Que capítulo tan bonito, ahora que ya reconoció estar completamente enamorado y que no quiere vivir sin el, esperó que ahora si sea capaz de confezar lo que le pasó, y también más importante que ambos se digan que se amán ya que luego por eso llegan los malos entendidos... Me encantó el capítulo gracias.
ResponderEliminarQue capítulo tan bonito, ahora que ya reconoció estar completamente enamorado y que no quiere vivir sin el, esperó que ahora si sea capaz de confezar lo que le pasó, y también más importante que ambos se digan que se amán ya que luego por eso llegan los malos entendidos... Me encantó el capítulo gracias.
ResponderEliminarNadie puede negarse a Hyuk...pero con un poco de persuación se arreglan lqs cosas.
ResponderEliminarQue manera de quitarse el traume...que sicólogos ni que nada....Hyukjae señores....💪
Jajajaja
Hae pone su mundo de cabeza...y lo bueno que kangin es muy cabezota y le d8ce las cosas a Hyuk...así,cuales son...esta enamorado.
Oh kangin...lleva un pesar
Al menos espero que Hyuk lo escuche un poquito...el hermano mayor casi nunca,pero algunas veces tienen razón.