Hyungsik se puso de pie en cuanto vio a la manada
saliendo del bar. Kevin fue el primero en llegar a él.
—Aquí.
Kevin le arrojó su mochila y a continuación, le entregó
una bolsa con algo dulce y rico.
—El joven oso quería asegurarse de que tienes todo para Yewoon.
Dijo que había algo allí para ti.
Eso lo impresionó completamente. Nunca nadie le había
hecho regalos.
—¿Para mí?
Kevin se encogió de hombros.
—No entiendo los procesos de pensamiento de los osos. La
mayoría de los días apenas comprendo los nuestros.
Hyungsik tenía que darle la razón, él tampoco los entendía.
Metió la bolsa en su mochila y el resto de los lobos montaron sus motos y se
marcharon. Anduvieron en silencio todo el camino de regreso al pantano donde
habían hecho su campamento para que las parejas dieran a luz a sus cachorros en
condiciones de paz y protección.
En cuanto volvieron, su padre los encontró en su forma de
lobo. Juhak cambió a humano solamente para burlarse de ellos.
—¿Por qué tardaste tanto tiempo en regresar con las parejas?
Cuando Hyungsik abrió la boca para decir algo inteligente,
Kevin le lanzó una mirada de advertencia.
—Fui a visitar la clínica y así tener la información del
contacto en caso de que requieren de nuestra ayuda.
Juhak curvó sus labios. A pesar de que los había enviado
allí, tenía que portarse como un idiota.
—En mis días en que dejé en manos de incapaces a nuestras
jóvenes parejas, ellas morían en el parto.
Hyungsik se mofó.
—Entonces es algo bueno que estemos en el siglo XXI y no
en la Edad Media, ¿no?
Kevin sacudió la cabeza mientras que su padre le gruñía
como si estuviera a punto de atacarlo.
Esta vez Hyungsik se negó a retractarse.
—Pruébalo, viejo —dijo, utilizando un término que sabía
enfurecería a su padre ya que siendo un Katagaria despreciaba su naturaleza
humana—. Te arrancaré la garganta y será el inicio de una nueva era de
liderazgo para esta manada.
Podía ver el deseo de hacerlo en los ojos de Juhak, pero
el señor de los lobos sabía lo que hacía. En una pelea, Hyungsik ganaría.
Su padre no era el mismo lobo que había matado a su
propio hermano para ser el Regis de su manada. Se había vuelto débil con la
edad y sabía que no tenía muchos años más antes de que Hyungsik o Kevin
asumieran el puesto.
De una u otra manera.
Hyungsik prefería estar sobre el cadáver del viejo. Pero
otras disposiciones también le valdrían.
Esa era otra de las razones por la cual su padre los
odiaba. Sabía que su mandato había pasado y que ellos sólo estaban acercándose
al propio.
Juhak estrechó su mirada de modo amenazador.
—Un día, cachorro, vas a cruzarte en mi camino y tu
hermano no estará aquí para impedirme matarte. Cuando ese día llegue, será
mejor que reces por tu salvación.
La mirada de Hyungsik se volvió maligna.
—No necesito salvación. No hay un lobo aquí que no limpie
mi trasero. Tú lo sabes. Yo lo sé y lo más importante, todos lo saben.
Kevin arqueó una ceja frente a su comentario como si no
aprobara sus palabras.
Hyungsik le dedicó una sonrisa un poco torcida.
—Tú no cuentas, hermano. Pienso más en ti como para
intentarlo.
Juhak los rastrilló retorciendo de manera repugnante sus
labios.
—Ambos me ponéis enfermo.
Hyungsik dijo con un bufido.
—Vivo para eso… padre —no podía resistir usar el título
que sabía disgustaba a rebosar al viejo—. Tu eterna repugnancia me alimenta
como la leche materna.
Juhak se transformó en un lobo y se alejó de un salto.
Kevin se volvió contra él.
—¿Por qué haces eso?
—¿Hacer qué?
—¿Joder a todo el mundo con quien tienes contacto? Sólo
por una vez, ¿podrías cerrar la boca?
—Es una habilidad.
—Bueno, desearía que la olvidaras.
Hyungsik resopló, irritado por el maldito tema que lo
molestaba desde hacía trescientos años. No era la clase de lobo que lo
soportara. La mayor parte del tiempo daba lo mejor de sí.
—Va en contra de mis principios. Deja de ser una anciana.
Dio la vuelta y se dirigió hacia el borde del campamento
que Yewoon había escogido como guarida con su compañero.
Hyungsik siempre tenía que morderse la lengua a su
alrededor. Odiaba al lobo que los Destinos habían escogido para su hermana.
Ella se merecía algo mejor que aquel tonto, pero lamentablemente, eso no estaba
en sus manos. Los Destinos escogían a sus compañeros y ellos solo podían
someterse o el macho viviría toda su vida completamente impotente y la pareja
estéril.
En el caso de sus padres, su madre se había negado y
ahora su padre había quedado impotente y perpetuamente cabreado.
No es que Hyungsik culpara al viejo por eso.
Probablemente, él estaría demasiado insufrible si pasara siglos sin sexo. Pero
eso era la única parte de su padre que entendía. El resto del lobo era un
completo misterio para él.
Afortunadamente la pareja de Yewoon no estaba con ella.
Yewoon estaba tumbada sobre el césped en la mortecina luz
del sol, sus ojos apenas abiertos, una ligera brisa agitaba su suave piel blanca.
Su barriga estaba hinchada y podía verse a los cachorros moverse dentro de
ella.
Era bastante vulgar, pero no iba a insultarla de esa
forma.
Ya volvisteis…
Sonrió ante la suave voz en su cabeza.
—Sí y…
Tomó la bolsa y se la alcanzó.
Ella se sentó de inmediato y trotó hacia él.
¿Qué trajiste?
Hociqueó la bolsa como tratando de ver a través de ella
con su hocico.
Hyungsik se sentó y la abrió para mostrar lo que les
había dado Minwoo. En el momento en que lo hizo, su corazón se aceleró. Había
agregado dos filetes, baklava, beignets y galletas. También había una pequeña
nota en el fondo.
Sacó las galletas y las sostuvo para Yewoon mientras leía
la letra fluida de Minwoo.
Realmente aprecio
lo que hiciste y espero que tu hermana disfrute de la comida. Hermanos como tu
deberían ser siempre apreciados. Cada vez que necesites un bistec, ya sabes
dónde estamos.
No entendía por qué una nota tan pequeña e inofensiva le
llegaba tan hondo, pero lo hacía. No pudo evitar sonreír mientras una imagen de
él se introdujo en su mente.
Deja de comportarte
como un loco.
Sí, algo definitivamente estaba mal con él. Tal vez
necesitaba ver a uno de esos psicólogos de animales o algo así. O quizás haría
que Kevin le diera una fuerte patada en el trasero.
¿Huele a oso?
Metió la nota en su bolsillo.
—Es del personal del Empire
Ella negó con la cabeza y estornudó en la tierra.
Gah, ¿podrían oler
peor?
Hyungsik no estuvo de acuerdo. Él no olía a oso, solo
olía a Minwoo y era una esencia dWoorangciosa.
—Probablemente, ellos piensan lo mismo de nosotros.
Yewoon se detuvo para observarlo.
¿Que dijiste?
Hyungsik se aclaró la garganta como si no hubiera
defendido a otra especie.
—Nada.
Ella le lamió los dedos mientras él le daba más galletas.
Una sombra cayó sobre ellos. Mirando hacia arriba, vio a Kevin
ahí de pie con el ceño fruncido.
—¿No debería ser su compañero quien hiciera eso por ella?
Hyungsik se encogió de hombros.
—Siempre fue un cabrón egoísta.
Yewoon le mordió con fuerza los dedos.
Cuidado, hermano,
es del padre de mis cachorros de quien estás hablando.
Hyungsik se mofó de su tono protector.
—¡Uno elegido por un trío de perras psicópatas… ay!
Saltó cuando Yewoon hundió sus dientes profundamente en
la parte carnosa de su mano. Maldijo cuando vio como la sangre chorreaba como
agua de la herida que le había hecho.
Ella estrechó su mirada.
De nuevo, él es mi
compañero y lo respetarás.
Kevin le dio unos golpecitos en la parte trasera de la
cabeza.
—Chico, ¿es que no aprendes?
Hyungsik se mordió el labio para abstenerse de lanzarles
un mordisco a ambos. Odiaba cuando lo trataban como a un deficiente mental.
Como si sus opiniones no tuviesen importancia. En cualquier momento que abriera
la boca, uno de ellos le diría que la cerrara.
Honestamente, estaba bastante cansado de ese trato. Todos
lo veían como a la fuerza que necesitaban. Un arma cargada para ser utilizada
en contra de sus enemigos. El resto del tiempo, querían meterlo en una caja,
completamente silencioso y discreto.
Como sea.
Transformándose en un lobo, los dejó antes de que dijese
algo que todos lamentarían.
Pero un día…
Un día les haría saber simplemente qué tan cansado estaba
de ser su lobo omega.
Minwoo se detuvo en la mesa donde los lobos habían
estado. En la esquina había un par olvidadas gafas oscuras. Se inclinó y los
recogió sólo para percibir la esencia de su dueño.
Hyungsik.
Una leve sonrisa sobrevoló en los bordes de sus labios
cuando recordó la forma en que se veía inclinado en su silla. Relajado y letal.
—¿Qué es eso?
Saltó cuando Taeheon habló justo detrás de él. Mirándole
sobre el hombro, sonrió al joven tigre. Guapo y delgado, tenía largos mechones
rubios con flequillo que caían sobre sus ojos, escudándolos del mundo. Minwoo era
una de las pocas personas a quienes él les hablaba.
Sostuvo en alto las oscuras gafas a fin de que pudiera
verlas.
—Uno de los lobos los dejó.
Él se rascó su barbuda mejilla.
—¿Quieres que los ponga entre los objetos perdidos?
—Está bien. Lo haré yo.
Él asintió con la cabeza antes de que siguiese adelante
para cobrar a otra mesa.
Minwoo cerró los ojos y apretó las gafas. Cuando lo hizo,
vio una perfecta imagen de Hyungsik en forma de lobo atravesando el pantano
corriendo.
Alguien estornudó.
Se sobresaltó, mirando rápidamente a su alrededor con
miedo de que alguien la atrapara usando un poder que nadie sabía que tenía. Era
algo que sólo unos de los más poderosos Aristos podía manejar y el hecho que él
lo tuviese…
Era tanto un peligro como un regalo.
Y era un poder que le había costado la vida de dos de sus
hermanos. Por esa sola razón, nunca debía permitir que alguien supiera lo que
podía hacer.
Pero hoy esos poderes no le daban miedo. Le permitirían
encontrar a Hyungsik y devolverle sus gafas.
Verificó el reloj en su muñeca.
En treinta minutos tendría libertad para tomar un
descanso del trabajo y buscar al lobo…
Minwoo se detuvo junto al ciprés que se proyectaba en el
agua y se torcía hacia el cielo.
El sol poniente se avivaba entorno a las ramas, emitiendo
un resplandor majestuoso que también se reflejaba en la brillante agua negra.
Era extraño y bello. Hechizante.
Si bien había vivido en Nueva Orleáns más de un siglo,
nunca había prestado mucha atención al pantano o los riachuelos. Había olvidado
qué tan bellos podían ser.
Sonriéndole a la imagen, manifestó su cámara y comenzó a
fotografiarla. No había nada que amara más que capturar la naturaleza en sus
formas más puras.
El agua turbia chapoteaba alrededor de sus pies cuando se
movía. Por el rabillo del ojo, vio a un pájaro alzar el vuelo. Comenzó a
capturar eso igualmente, pero cuando se movió, oyó algo…
Un gruñido bajo, agudo.
Antes de que pudiese reaccionar, un lobo lo atacó.
Reaccionando con puro instinto, Minwoo dejó caer la
cámara y manifestó un largo cayado. Se agachó, esperando el ataque. Pero al
verdadero estilo del lobo, él no atacó solo. Esperó a que tres más se unieran
al grupo. Por sus aromas, sabía que ninguno de ellos eran los lobos que había
visto anteriormente en el Empire.
Estos eran salvajes y viles.
Verdaderos asesinos…
Y él era su presa.
Minwoo hizo girar el arma, preparándose para
enfrentarlos. Si querían una pelea, podría y definitivamente iba a darles una.
Algunas veces eran ellos los que se comían al oso, pero hoy el oso iba a tomar
un jugoso bocado de ellos.
Gruñendo y chasqueando los dientes, lo rodearon.
El sacudió la cabeza ante su bravuconada.
—Créedme, chicos, no queréis catar al oso. Este muerde
con el triple de fuerza que vosotros.
Eso no evitó que el líder cargara.
Minwoo le dio por un costado con el cayado y lo envió por
los aires. Los otros dos saltaron hacia delante. Enterró la vara en el suelo y
levantó su cuerpo para patear un lomo antes de girar y usar su bastón para
golpear al otro en los cuartos traseros.
Él reveló un furioso gimoteo.
—Lloriqueando por mamá, Gran Lobo Malo. La Pequeña
Caperucita Roja está a punto de servirse tu piel para cenar.
«¿Crees que puedes atraparnos?»
Minwoo se dio la vuelta para contestar al líder.
—Oh, pequeñín, puedes irte directamente al infierno. —Al
menos esa era lo que pensaba hasta que cuatro más corrieron hacia él.
Las posibilidades ahora…
No eran tan buenas.
Gruñendo y chasqueando las mandíbulas, avanzaron lenta y
amenazadoramente. Al tiempo que retrocedía, Minwoo consideró transformarse para
pelear, pero no sería tan rápido en su forma de oso. Ellos tendrían mucha mejor
maniobrabilidad y eso lo haría perder.
Perder ante alguien era algo que no estaba dispuesto a
hacer.
No, manejaría esto como un joven.
«Sabes, la mejor arma contra ellos sería una pistola…»
Frunció el ceño cuando escuchó la voz de Hyungsik en la
cabeza. Sin embargo no le tenía cerca.
El líder se lanzó.
Minwoo se agachó y justo cuando llegaba a él… justo
cuando sintió su calor, el aliento apestoso en su piel, un gran lobo marrón lo
interceptó y lo envió volando en la dirección contraria.
Hyungsik.
Gracias a la imagen que había visto en su visión, supo
que era él. Rasgó la garganta del lobo que había iniciado el ataque contra él. Minwoo
habría seguido luchando, pero los otros retrocedieron confusos.
Un gran lobo blanco se puso entre él y los demás
transformándose en Kevin.
—¿Estáis locos? —Gruñó a los lobos—. Él es uno de los
osos Ha.
Uno por uno los lobos se transformaron en humanos. A
excepción de Hyungsik y aquel contra el que luchaba.
—¡Heejun! —gritó Kevin con cólera.
En vez de retirarse, Heejun se lanzó hacia Kevin. Hyungsik
lo cogió violentamente de la garganta mientras los dos lobos seguían luchando y
retorciéndose. Minwoo se encogió ante la cólera salvaje que demostraba que los
dos se odiaban apasionadamente el uno al otro. Viejos recuerdos se alzaron
mientras ellos se gruñían y se atacaban, rasgándose mutuamente la carne. La
visión de esto la puso enferma.
—¡Basta! —los atacó con sus poderes.
Hyungsik aulló cuando una ráfaga le golpeó con fuerza en
la cola. El impacto agudo y punzante lo lanzó dando vueltas. Odiaba ser
lastimado, y aún más por alguien que obtuvo lo mejor de él…
Esto lo cabreó como nada más podría hacerlo. Furibundo,
destelló a la forma humana aún cuando fuera difícil de mantenerla.
—¿Qué diablos estás haciendo? —Preguntó al tiempo que iba
cojeando hacia él, con su trasero aún ardiendo.
Minwoo estrechó la mirada sobre él.
—No me gustan las peleas.
—Y a mí no me gusta recibir un duro golpe en el culo.
Minwoo ni retrocedió ni se amilanó.
—Bueno, si hubierais parado cuando Kevin os lo dijo…
—No acepto órdenes de un joven por el que estaba luchando
para proteger.
Minwoo sostuvo la mano en alto como si las palabras de él
fueran una declaración de guerra.
—Bueno, macho.
Para que conste en acta, no necesito tu protección.
Hyungsik se burló de la baladronada fuera de lugar.
—¡Sí, claro! Estuvieron a punto de derrotarte.
—Lo dudo seriamente.
Hyungsik acortó la distancia entre ellos mirándolo con
desaprobación, al tiempo que la furia ardía en cada parte de él. Quería que
entendiera el peligro al que estúpidamente se había expuesto.
—Esto no es el Empire, niñito. Invades nuestro territorio
y tenemos parejas preñadas. ¿En qué estabas pensando? Te mataríamos aquí sin un
parpadeo.
Minwoo hizo una mueca de disgusto.
—¡Ah, acabáramos! Como si diera dos centavos por vuestra
madriguera —sacó las gafas de sol y las empujó hacia él con tanta fuerza que le
obligó a dar un paso atrás—. Sólo quería devolverte lo que es tuyo. Así que
vete a la porra.
Hyungsik se quedó paralizado cuando su mano le golpeó en
el centro del pecho. Instintivamente, cogió las gafas de sol mientras él
desaparecía, sin duda para volver a su casa.
El único problema era que no sabía que le molestaba más,
si el manotazo que le había dado sobre el pecho, que le hubiera sacudido el
culo o el golpe que acaba de darle a su ego.
—¿Cómo nos encontró esa perra? —Masculló Heejun entre los
dientes apretados.
Kevin le dedicó una fija mirada burlona que le decía que
compartía la misma opinión que tenía Hyungsik sobre Heejun… que Heejun era un
idiota de primera categoría.
—Debe haber seguido nuestra esencia.
Hyungsik no dijo nada. Todavía estaba demasiado atontado
por la cólera que el oso sintió por él, cuando todo lo que había estado
tratando de hacer era hacerle entender el peligro. ¿Cómo podía ignorarlo?
Si Heejun no hubiera esperado los refuerzos y Hyungsik no hubiera comprendido a
quién estaban dispuestos a atacar, Minwoo habría sido descuartizado.
Unos pocos minutos más…
Su estómago se contrajo por las imágenes de su mente.
Kevin chasqueó los dedos delante de su cara.
—¿Estás bien?
Hyungsik le empujó.
—Por supuesto que estoy bien.
Heejun avanzó con una mueca en su cara.
—De todas las maneras, ¿Qué quería el oso de ti?
Kevin cogió a Hyungsik antes de que pudiera acercarse al
lobo para atacarlo y lo forzó a alejarse de Heejun.
—Él…
—No le debemos ninguna explicación —masculló Hyungsik,
interrumpiendo a Kevin—. Puede besar mi peludo trasero.
Heejun se abalanzó sobre él.
Kevin les gruñó a los dos.
—Juro por los dioses que estoy harto de estar encima de
vosotros para separaros — empujó a Heejun—. La próxima vez no pararé a Hyungsik.
Un insulto más, una mala mirada más, y me apartaré para dejarle que te patee el
culo.
Las fosas nasales de Heejun se dilataron. En lugar de
insistir en ello, chasqueó los dedos para que los demás le siguieran.
Transformándose en lobos, retrocedieron hacia la guarida.
Kevin le enfrentó con una penetrante mirada.
—¿Qué está pasando entre tú y el joven oso?
—Nada.
—¿Nada? ¿Con qué propósito vino aquí, en medio de la
nada, para devolverte unas gafas de sol?
Para evitar que cualquier otra persona fuera capaz de
usar su aroma para rastrearle. No había pasado desapercibida para él la bondad
de Minwoo.
Pero si Kevin no era capaz de entenderlo, no estaba
dispuesto a darle pistas.
—No sé. ¿Desde cuándo las parejas de cualquier especie
tienen sentido?
—Buen punto. Muy bien, entonces regresaré. ¿Vienes?
Hyungsik asintió.
Transformándose en un lobo, Kevin se alejó. Hyungsik
estaba a punto de reunirse con él cuando vio algo en el suelo a pocos metros de
distancia.
Era una cámara.
¿Qué demonios?
Se aproximó para cogerla. En el instante en que lo hizo,
percibió el aroma de Minwoo por todo el objeto. Se preparó para lanzarla al
agua, pero la curiosidad se impuso. Conectándola, avanzó a través de las
imágenes digitales de los osos Ha, a veces en la forma humana, otras como osos.
Él hizo una pausa sobre una del ayudante de camarero que había visto en la
barra alimentando con cacahuetes a su mono mascota. Realmente había capturado
el modo en que la luz de neón incidía sobre él y el mono de manera muy
insólita.
Pero eran las fotos del paisaje de todo Nueva Orleáns las
que eran verdaderamente impresionantes. El joven oso había tenido un
sorprendente buen ojo para captar la luz y las sombras. Incluso un lobo como él
podía apreciarlo.
Simplemente tira la maldita cosa y márchate…
No podía. Era como si estuviera mirando su diario privado
y sabía instintivamente que Minwoo no querría perderla. Estas eran más que
meras fotografías. Parecían formar parte de su alma.
Dásela a Kevin para que la devuelva.
Era lo que debería hacer. El sentido común le decía que
se mantuviera lo más lejos posible del joven oso.
—¿Desde cuándo he tenido alguna vez un pizca de sentido?
Era cierto. El sentido común le había dicho adiós hacía
mucho tiempo.
Apretando el agarre sobre la cámara, destelló desde el
pantano de vuelta al bar.
Hizo una pausa cuando comprendió que había logrado llegar
al último piso… extraño. Era difícil manifestarse en un lugar al que no había
ido antes. Los osos debían tener alguna especie de filtro para dirigirlos a un
tipo de “pista de aterrizaje”.
Lo que explicaba el por qué los chacales habían llegado
antes desde esta dirección. Buena jugada por parte de los osos.
Hyungsik comenzó a bajar por la escalera hacia la barra
donde Taeyang o uno de los hermanos idénticos de Taeyang estaba atendiendo.
—¿Dónde está Minwoo?
El oso se tensó.
—¿Quién diablos eres?
Ay~
ResponderEliminarAasddfggfdssasdfg
Que genial!!
Jajajajaja yo también suelo responder por el solo hecho de molestar a alguien!!
XD
Ahhhh me encanta!!!
Pero.. Porqué dos especies diferentes no se pueden emparejar!???
Bueno.. Un cachorro de oso con lobo sería extraño....pero ahhhhh ellos se aman!!!
del odio al amor solo hay un paso dalo y esos dos seran lindos amantes si
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