Enero, 2004
El Empire, Nueva Orleáns
—Así que este es el infame Empire…
—¿Qué os está llevando tanto tiempo? —Dongjoon se detuvo
al lado de Hyungsik, irritado por el retraso.
No tan alto como Hyungsik, Dongjoon era delgado y arisco.
Deslizándose la mochila sobre un hombro, Hyungsik le lanzó una burla con la que
le decía lo que pensaba sobre el lobo… no del todo.
—Estoy guardando mi moto, pendejo. ¿Quieres que te la
guarde de modo que sepas que estará aquí cuando vuelva?
Las pupilas de Dongjoon se entrecerraron.
—Me gustaría verte intentarlo.
Antes de que Hyungsik pudiera lanzarse a él, Kevin se
metió entre ellos.
—Abajo.
Dongjoon se apartó pasando de él mientras los otros
cruzaban la calle.
Él y Kevin cerraron la retaguardia.
Hyungsik señaló a Dongjoon con un gesto de la barbilla.
—Realmente odio al bastardo.
—No lo mates todavía. Tiene su utilidad.
Quizás. Pero no la bastante para que Hyungsik no se
alegrara de poner a Dongjoon en un lado de la pared. No es que tuviese una
pared, pero si la tuviera, Dongjoon sería una agradable y peluda decoración.
—Así que, ¿por qué estamos realmente aquí?
Kevin se encogió de hombros.
—Juhak quería que nos registráramos con los Osos. Ya que
tenemos tantas parejas preñadas, quizás necesitemos la ayuda de su médico.
Sí, su hermana Yewoon y otra media docena de parejas
darían a luz en cualquier minuto.
Fueron detenidos en la puerta del Empire por el portero
del Club. Sus ojos los escudriñaron cuidadosamente.
—¿Clan?
Kevin dio un paso adelante.
—Kim Regis Lykos... Katagaria.
El Oso arqueó las cejas como si estuviese impresionado
con su pedigrí. Regis significaba que su padre tenía un asiento en el Omegrión
—el concilio que observaba y hacía las leyes que gobernaban a todos los
Were-Hunters.
—¿Alguno de vosotros lleva el apellido Kim?
—Yo y mi hermano.
Kevin señaló a Hyungsik.
El Oso asintió cuando cruzó los brazos sobre el pecho y
se colocó allí.
—Somos los Ha. Mi madre, Mew, es la Regis Ursulan
Katagaria, así que no empieces ninguna mierda y no serás ninguna mierda. Una
rápida regla a tener en cuenta. Nada de peleas, nada de golpes y nada de magia.
Romped las reglas, os haremos pedacitos y os echaremos de aquí… estáis avisados
—pasó una significativa mirada a los cachorros—. En resumen, ven en paz o
márchate en pedazos. ¿Lo tenéis?
Hyungsik levantó la mano para contestarle, pero Kevin le
cogió la muñeca antes de que pudiera hacerlo.
—Lo tenemos.
Siseando por el daño que Kevin le había hecho, Hyungsik
se liberó del agarre de su hermano.
Kevin lo fulminó con la mirada.
Mantén la boca
cerrada y tus gestos para ti mismo, le proyectó mentalmente.
No acepto órdenes
de Osos.
No, pero las
aceptarás de mí. Compórtate, Hyungsik o te patearé el culo hasta la Edad de
Piedra.
Kevin le agarró por la manga de la chaqueta y le arrastró
al bar.
Hyungsik le apartó. A menos que lo venciera con magia, Kevin
no era ni de cerca tan fuerte como él.
—No soy tu perra, chico.
Kevin se volvió a él con una mirada que decía que estaba
a un paso de darle su mejor golpe.
—Entonces hazlo por Yewoon. Quizás necesitemos que nos
ayuden si ella tiene problemas con su camada.
Eso era un golpe bajo y la única cosa que Kevin sabía con
la que él no lucharía. Yewoon era de su sangre. Por ella, harían cualquier
cosa.
—Bien. Sólo estoy irritable por la falta de sueño.
—¿Por qué no has dormido?
Estaba protegiéndote… Algunos de los lobos habían estado
merodeando la pasada noche y Hyungsik se había imaginado que tropezarían con
la posición de Kevin mientras dormía. Así que se había quedado haciendo guardia
para asegurarse que la esencia y el olor de Kevin no fueran descubiertos.
Pero él nunca le diría la verdad a su hermano. A Kevin le
avergonzaría el pensar que su hermano pequeño tenía que protegerle.
—No sé. Sólo no podía.
—Así que, ¿quién es?
Hyungsik puso los ojos en blanco.
—¿Por qué asumes que es una pareja?
Kevin alzó las manos.
—No sabía que fueras aficionado a los varones. Anotaré
eso dentro de mi carpeta especial para Hyungsik.
Ignorándole, Hyungsik echó un vistazo alrededor del
infame y oscuro club que no estaba demasiado atestado por la tarde. Unos pocos
humanos ocupaban las mesas, más jugaban al billar o a los videojuegos en la
parte de atrás. Ante el escenario se situaba una vacía sala de baile con el
nombre Zea grabado en azul oscuro y blanco sobre la pared del fondo.
Hyungsik tiró su mochila en el suelo y tomó asiento para
estirar sus largas piernas. Apoyándose contra la pared, se ajustó sus gafas de
sol y cerró los ojos para echar una rápida siesta, mientras se lanzaban mierda
entre ellos. Si pudiera tener sólo diez minutos ininterrumpidos para sentarse y
no pensar en nada, sería un Lobo nuevo....
—Acaba de llegar una manada de lobos.
Con un nudo deslizándose en su estómago, Ha Minwoo echó
un vistazo sobre el libro de contabilidad en el que apuntaba las nuevas
entradas. Su madre, Ha Mew, se congeló ante la seca declaración de su hijo.
Encontró la mirada perpleja de Minwoo mientras se
levantaba desde detrás del gran escritorio marrón. Aunque se acercaba a los
ochocientos años, parecía no ser mayor que una humana de cuarenta años. Vestida
con un traje azul ejecutivo y con su pelo rubio en un apretado moño, se veía Delgada
y apropiada, a diferencia de Minwoo, que estaba vestido con una camiseta y unos
vaqueros.
—¿Slayers o Strati?
Los Strati eran los guerreros Katagaria más feroces del
grupo y, por lo general, se enfadaban con rapidez. Los cachorros, debido a los
cambios hormonales que eran aún peores que en los humanos, eran aún más
feroces. Pero, por lo general, carecían del poder y la fuerza para respaldar
sus egos. Los Slayers por otra parte, eran asesinos indiscriminados que mataban
a todo el que se cruzar en su camino. Los Arcadianns aplicaban este último
término a cualquier soldado Katagaria como una justificación de por qué era
necesario matarlos.
Si este grupo de lobos eran realmente Slayers, su
presencia en el bar era como un barril de dinamita que reposa sobre un fogón en
un furioso incendio.
Taeyang se rascó detrás del cuello.
—Ellos son técnicamente Strati, pero estos son casos
excepcionales. No les llevaría mucho hacerse Slayers.
Minwoo se levantó.
—Iré a ver que quieren.
Taeyang bloqueó su salida.
—Jaehee ya les tomó nota.
Minwoo se horrorizó por su imprudencia.
—¿Confiaste en un humano para que los atendiera?
¿Estaba loco?
Taeyang parecía imperturbable ante su propia estupidez.
—Jaehee es demasiado apacible y dulce. Dudo incluso que
un verdadero Slayer pudiera hacerle algo. Además, sé cómo te sientes con los
lobos y pensé en ahorrarte el tener que tratar con ellos. No necesitamos más
problemas aquí por un tiempo.
Era verdad. Sus encuentros con los lobos nunca habían ido
bien. Minwoo no podía explicarlo, pero compartía la aversión de su madre a los
de esa clase. Los lobos eran violentos y asquerosos. Arrogantes al extremo.
Sobre todo, afectaban a su sensibilidad “osera”.
Mew se levantó.
—Minwoo, ve y vigílalos. Asegúrate de que no causen
ningún problema mientras están aquí. No quiero otro espectáculo. Si intentan
algo, aunque sólo sea respirar de forma incorrecta, los echas fuera.
El inclinó la cabeza a su madre.
Taeyang se hizo a un lado para dejarla pasar.
—Si necesitas una mano, estaré allí con ayuda más rápido
de lo que puedas decir “mancha de lobo”.
Minwoo se contuvo de susurrar un insulto a su sobre
protector hermano. Él le conocía bien. Pero había momentos en los que se sentía
completamente asfixiado por su familia.
Aún así, los amaba. Con defectos y todo.
Dándole una palmadita en el brazo, caminó por el pasillo
hacia la cocina donde la gente, inconscientemente, se mezclaba con el personal
Were-Hunter. Ellos pensaban que esto era un bar y un restaurante normal. Si
supieran la verdad…
Cogió su delantal y lo ató a la cintura antes de agarrar
su bandeja.
—¿Dónde has estado?
Hizo una pausa en la barra donde se encontraba su hermano
Donghyun. Idéntico a Taeyang, no era ninguna sorpresa ya que eran dos de los
cuatrillizos que Mama había dado a luz, él había heredado toda la cólera ruda
de sus otros tres hermanos combinados.
Además de que apenas le toleraba.
—Con Mama, ordenando la comida y la bebida. Nada que sea
de tu interés.
Donghyun bordeó la mesa de acero inoxidable industrial
para meterse en su espacio personal de una forma que la hizo querer darle un
fuerte rodillazo en su orgullo de hombre.
—Sí, pues hay una manada de lobos.
—Taeyang ya me lo dijo.
—Entonces saca tu culo de aquí y vigílalos.
Se burló de él.
—Buena actitud, Donghyun. Realmente, deberías pensar en
poner una demanda al idiota que te la vendió.
Su hermano se lanzó contra él.
Minwoo le apartó con su bandeja y le empujó de nuevo.
—No, hermano. No estoy de humor.
Él le dio un empujón por la espalda.
—¡Donghyun!
Él se congeló cuando su padre entró en la cocina. Con más
de dos metros de altura y bien musculoso, Papá Oso era una visión aterradora,
incluso para los hijos que sabían que nunca les haría daño.
—Deja a tu hermano en paz. Ahora, ve a lavar los platos
hasta que te enfríes.
Donghyun lo miró airadamente.
—El me provocó.
Papá suspiró.
—Todo el mundo te provoca, mon fils. Ahora ve y haz lo
que te he dicho.
Minwoo le ofreció a su padre una reconciliadora sonrisa.
—Es sólo un leve desacuerdo, papá. Donghyun tiene esa
necesidad de respirar, dentro y fuera, que me molesta. Si sólo dejara de
respirar, estaría bien.
Su padre le lanzó una mirada triste.
—Nunca me digas eso, Chere. Ya he enterrado suficientes
hijos y hermanos. Ahora discúlpate ante Donghyun.
Completamente arrepentido, Minwoo se acercó a su hermano.
Su padre tenía razón, no quería que le sucediera nada a nadie de su familia.
Incluso, tan arisco como era Donghyun, todavía lo amaba más que a nada y lo
protegería con su vida.
—Lo siento.
—Así debe ser.
Minwoo gruñó ante su personalidad hostil. ¿Por qué tenía
que pelear con todos? Miró airadamente a su padre.
—Sabes, es una pena que los osos Katagaria no se coman a
sus crías, especialmente a los más molestos.
Queriendo poner distancia entre ellos, salió por la puerta,
hacia el área de la barra donde la camarera humana, Choi Jaehee, llenaba unas
bebidas. Menuda y castaña, Jaehee tenía la inclinación más amable que cualquier
otra persona con la que Minwoo se hubiera encontrado en sus trescientos años de
vida. Las criaturas como ella eran raras y Minwoo deseaba ser más como ella.
Lamentablemente, había demasiado de Donghyun en él, por
esa razón no podía soportar a su hermano la mayoría de los días. Eran dos
guisantes en una vaina que juntos la hacían explotar.
—Oye, Minwoo —dijo Jaehee con una brillante sonrisa que
enseguida la animó—. ¿Estás bien, nene? Pareces irritado.
—Estoy bien.
Jaehee le dirigió una fija mirada cuando cubrió su mano y
le dio un apretón de apoyo.
—¿Otra vez peleando con tu hermano?
A veces podría jurar que la humana tenía poderes
sobrenaturales.
—¿No lo hacemos siempre?
Imperturbable, Jaehee puso los vasos sobre su bandeja.
—Bien, para eso está la familia. Pero sabes que si
alguien te amenazara, Donghyun tendría su trasero para la cena y tú harías
lo mismo por él. Ese chico te ama más que a su vida. Nunca olvides eso.
Jaehee comenzó a recoger la bandeja.
—Yo lo haré.
Minwoo se colocó frente a ella.
Jaehee frunció el ceño.
—¿Estás seguro?
—Absolutamente. Además, este es tu momento de descanso.
Con una expresión escéptica, Jaehee se alejó.
—Vale, entonces. Estaré sólo a un grito por si se llena
de repente. Esto es para la mesa treinta.
Minwoo levantó la bandeja del mostrador y maldijo lo
pesadas que eran las ocho cervezas y las tazas de helado Coke. Era algo bueno
que se lo hubiera cogido a la humana. Tan diminuta y frágil como era Jaehee,
habría tenido problemas para llevarlo. Pero lo cierto es que la humana nunca
pronunciaría una sola queja. Jaehee nunca decía nada malo de nada o nadie.
Minwoo se dirigió cuidadosamente desde la barra hasta las
mesas en las que los lobos se habían sentado. Cuando dobló la esquina, soltó un
aliento estrangulado.
Por supuesto que parecían la escoria del reino animal.
Brutos, desaliñados y usando cuero.
Aunque cuando los vio más de cerca, pudo notar que el del
pelo largo era muy guapo. Su cabello oscuro estaba compuesto por una multitud
de colores. Rojo, caoba, marrón, negro, incluso algunos rubios. Era tan
asombroso como sus ojos oscuros.
El único de ellos realmente notable era el que llevaba
una chaqueta de motorista negra, que estaba inclinado en su silla con sus
increíblemente largas piernas estiradas en frente de él. Su negra camiseta se
estiraba sobre su apretado estómago que parecía roca dura y plana. Con el pelo
corto oscuro y una evidente actitud desagradable, era difícil que pasara
desapercibido. Sus duros rasgos estaban cubiertos con una barba incipiente de
varios días y sus ojos estaban completamente ocultos detrás de un par de gafas
de sol oscuras.
Había algo en él que gritaba poder. Algo letal. Mortal.
Crudo. El animal en su interior podía apreciar cómo era capaz de impresionar al
mismo tiempo que parecía estar totalmente a gusto. Esto también puso en alerta
sus instintos, haciéndole extremadamente cauteloso con ese grupo.
Sí, un lobo que daba a la palabra Slayer todo un nuevo
significado. Miró por la habitación para localiJuntae a sus aliados. Estaba
rodeado por si era necesario.
Saliendo de su “enroscada” aura, cerró la distancia entre
ellos.
Tan pronto como le vieron acercarse, los lobos se
pusieron de pie. . . excepto el que parecía el peor de todos. Continuó
recostado con sus brazos cruzados sobre su pecho.
—¡Hyungsik!
Hyungsik lanzó una maldición tan sucia, que realmente le
hizo ruborizarse. Tuvo al que ladró su nombre en sus manos antes de que
pareciese darse cuenta de lo que había hecho.
—¿Kevin?
—Sí, idiota, suéltame.
El lobo alto más cercano a Hyungsik bajó la cabeza
amenazadoramente.
—¿Estabas dormido?
Hyungsik liberó a Kevin y se dirigió al que había hablado
con una burla que demostraba que no sólo odiaba al otro lobo sino que pensaba
que era un idiota.
—¿Yo era lobo o humano?
—Humano.
—Entonces no estaba dormido ¿verdad, Scooby?
Minwoo arrugó su frente ante el insulto. A los lobos no
les gustaba ser comparados con perros y menos si se refería a un perro de una
historieta conocido por sus payasadas y su falta de ingenio en la pelea.
El hecho de que el lobo no saltase sobre él corroboraba
la ferocidad de Hyungsik como nada más podría hacerlo.
Hyungsik se levantó y se subió las gafas de sol como si
tratara de ser respetuoso con la presencia de Minwoo, algo que le pareció
incongruente y aún así... Estos lobos no eran para nada como él se esperaba.
Y sus ojos…
Eran de un hermoso color marrón con un toque de hierro en
ellos. Sin embargo, era el dolor y la inteligencia que mostraban lo que le
llegaba a él. Un dolor que parecía ilimitado.
Bostezando, Hyungsik se rascó su barbilla.
—Aunque no fue por falta de intentarlo.
Un cachorro de lobo se acercó.
—Déjame ayudarte con eso.
—Lo tengo —dijo suavemente, sorprendido por lo bien
educados que estaban estos lobos.
Los que había conocido en el pasado habían estado en los
más bajos peldaños de la escala evolutiva.
Tan pronto como bajó la bandeja, todos cogieron sus
bebidas sin esperar a que las repartiera.
Kevin tomó su trapo y secó la bandeja antes de devolvérsela.
Minwoo le sonrió.
—Gracias.
Fue realmente desconcertante ver que los lobos parecían
tener modales. No estaba seguro de cómo tratar con ellos.
Cuando comenzó alejarse, el que se llamaba Hyungsik lo
detuvo con un gentil toque.
—Se te cayó esto.
Él se inclinó a recoger su libreta, que debió habérsele
caído del bolsillo de su delantal.
Cuando se levantó, se dio cuenta de lo grande que era. No
fornido como los osos a los que estaba acostumbrado, él era más delgado.
Y era duro. Sólido como el acero.
—Gracias.
Hyungsik no podía hablar mientras miraba los ojos miel
más claro que había visto nunca. Estaban en el rostro de un ángel rubio. Uno al
que se le marcaba un hoyuelo en la mejilla derecha cuando hablaba. Su piel era
tan suave que parecía de terciopelo y, por alguna razón que no podía
comprender, quería pasar el dorso de sus dedos contra su mejilla para ver si
era tan suave como parecía.
Y su olor. . . era a lila y lavanda. Normalmente, el olor
de otra especie es repugnante a los sentidos aumentados del lobo. Pero no el
suyo. El joven rubio olía cálido y dulce. Tan dulce, que hacía todo lo posible
por no frotar su cara contra su cuello para oler más de él. Cuando su mano le
rozó, su cuerpo estalló con el calor.
Sin una palabra, se metió la libreta en el bolsillo y se
dio la vuelta.
Hyungsik tuvo que controlarse para no ir detrás de él.
Kevin le entregó su cerveza, desviando su atención. Al
volver a mirar, ya se había ido.
—¿Estás bien?
Hyungsik asintió ante la pregunta de Kevin.
—Sólo cansado.
En el momento en que empezó a sentarse, el joven oso regresó.
Todos ellos se volvieron a levantar. Los lobos protegían a sus parejas con más
fuerza que cualquier otro Were-Hunter.
Leales y mortales, se les enseñaba desde su nacimiento a
mostrar respeto a las parejas, independientemente de las especies. El hecho de
que este joven oso estaba relacionado con los dueños de la barra le hizo aún
más respetado.
El joven oso sacó su libreta de nuevo.
—Mi nombre es Minwoo. Me olvidé de tomar vuestro pedido.
Minwoo... era un hermoso nombre, suave y perfecto para él.
Aunque él no lo dijera en voz alta, sabía que su lengua lo paladearía cual fino
whisky.
—Carne —dijo Kevin—. Tan cruda como sea posible.
El lo anotó.
—Imagino que todos querréis lo mismo.
Liam se acomodó en la silla.
—Sí, por favor.
Minwoo asintió y contuvo la risa ante la petición más
habitual de la clientela katagaria. A todos los animales les gustaba la carne
que apenas era calentada por los humanos en la cocina, los cuales no podían
entender por qué tenían tantas órdenes parecidas.
—Muy bien, dos docenas de especialidades de la casa.
¿Alguno quiere vivir peligrosamente y probar la verdura?
—¿Acaso te parecemos conejos?
Kevin golpeó en el hombro al lobo sentado a su derecha.
—Ya basta, Dongjoon.
El lobo le miró molesto, pero se frenó. Como lobos, todos
ellos estaban con el alfa, incluso aunque les mortificara, lo harían. Por
supuesto, también luchaban a muerte por su manada. Pero no importaba lo mucho
que lucharan entre sí, al final del día siempre estaban unidos en contra de
cualquier persona ajena. Era lo que los hacía tan peligrosos. Los lobos
nunca luchaban solos. Luchaban como una manada. Rabiosos. Fríos. Letales. Y
juntos podían matar a casi todo lo que viviera. . . o incluso a los que no.
—¿Tienes algo dulce?
Minwoo centró su atención en Hyungsik ante su pedido poco
común.
A los osos les gustan los dulces, pero a los lobos
generalmente les gustaba la carne.
—¿Te gustan los dulces?
—A mí no. Es para nuestra hermana. Está preñada y tiene
antojo de dulces.
Esta vez su sonrisa se filtró en forma de calor a través
de él.
—¿Y quieres llevarle algunos?
Él asintió.
Qué mono podía ser. Minwoo se congeló ante la puñalada de
dolor que sintió ante un pensamiento que le vino a la mente. Incluso a pesar de
que inmediatamente los cortaba. Siempre hacía lo posible por no pensar en sus
hermanos muertos. Aún así, estaban en sus pensamientos muchas veces al día.
—Hecho. Voy a pedir en un par de carnes y postres para
ella.
—Muchas gracias.
Por alguna razón que no podía explicar, Minwoo quería
seguir ahí y hablar con el lobo. Si ninguna otra razón que escuchar el timbre
profundo de su voz cuando hablaba. Tenía un ligero acento como si hubiera
vivido en Inglaterra en algún momento de su vida. Era realmente seductor...
¿Qué está mal en mí? Odio a los lobos.
Eran rudos. Incómodos. Malolientes y siempre en busca de
problemas.
Sin embargo, había algo sobre esto que no le convencía.
El hecho de que pensara de su hermana.
Por lo menos tenía corazón. Eso sólo lo puso millas por
delante de los demás de su especie.
Cuando se fue de nuevo, no pudo resistir el mirar hacia
atrás. Ahora se daba golpes con Dongjoon mientras Kevin los separaba como un
padre con dos hijos pequeños.
Minwoo sacudió la cabeza.
Eso le confirmó el por qué no podía fiarse de los lobos.
Algo sobre los colmillos, siempre eran mordaces y directos con todos y cada uno
de los suficientemente tontos que se acercaban a ellos.
Si ya quiero leer otro capitulo de esta nueva saga
ResponderEliminarAssdfggfdsa
ResponderEliminarAhora sabremos como inició todo!!!
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Que genial!!!
:)