Mio -Capítulo 8




Todo bien?

Donghae sonrió al leer el mensaje de Hyukjae. Se dirigía a Boah Place en coche con Kyuhyun, que conducía muy serio. Llevaba varios días sin hablar con Boah y habían quedado para tomar un café. Como su amiga no soportaba alejarse del restaurante, Donghae solía pasarse un rato después de clase, cuando había menos gente.

Contestó con otro mensaje:  Sí, papi. Todo va bien.

Era viernes, casi había pasado una semana desde el incidente de la clínica. Hyukjae le escribía a diario —varias veces, de hecho— para asegurarse de que todo iba bien. Aunque le vacilara diciéndole que parecía un padre sobreprotector, en el fondo le conmovía que se preocupara por su seguridad.

No habían tenido contacto físico desde la noche del incidente de la clínica. Bromeaban y charlaban, pero no follaban. Era como si a los dos les diera miedo que lo que había ocurrido no se pudiera repetir. O quizá temían lo que pudiera pasar. Él sin duda lo sentía así, pues jamás había vivido una experiencia tan intensa.

Volvió a sonarle el teléfono.

Ten cuidado. Avísame cuando te marches. Ya estás allí?

Llegando. A sus órdenes, señor.


Cuando el coche se detuvo delante del restaurante de Boah, el móvil volvió a sonar.

Más quisiera yo, pero tú solo estás a mis órdenes en mis sueños.

Le entró la risa porque prácticamente podía oír a Hyukjae pronunciando esas palabras de mal humor. Se metió el teléfono en el bolsillo del pantalón y, antes de abrir la puerta, sonrió al amable conductor:

—Gracias, Kyuhyun. Te veo en un ratito.

Él le devolvió una sonrisa de oreja a oreja.

—Disfrute del café, joven Donghae. La estaré esperando aquí mismo. Dé saludos a Boah de mi parte.

Kyuhyun llevaba muchos años trabajando para la familia y conocía a todo el mundo.

—Lo haré.

Salió del vehículo y saludó a Kyuhyun con la mano antes de abrir la puerta del restaurante.

En Boah Place había clientes a todas horas. El sitio era conocido en la zona por ofrecer comida excelente a precios razonables. Donghae avanzó hasta una mesa que había en una esquina y, cuando estaba a punto de sentarse, Boah salió a toda prisa por la puerta de atrás con una amplia sonrisa y los brazos abiertos de par en par.

Donghae la abrazó con fuerza y respiró hondo para inhalar el agradable aroma a vainilla que siempre parecía irradiar la mujer.

Boah se apartó para coger a Donghae por los hombros.

—¿Qué tal te está tratando mi hijo? Tienes buen aspecto. Se te ve descansado.

—Espera, voy a servirnos un café.

Donghae se metió a la barra para llenar dos tazas de café humeante. Al volver a la mesa cogió una jarrita de leche.

—Estoy bien. Las clases van estupendamente, pero se acerca la hora de la verdad.

Dejó una taza delante de Boah antes de sentarse enfrente de ella.

—No hace falta que sirvas el café, cielito. Ya no trabajas aquí.

Boah le dedicó una sonrisa tan parecida a la de Hyukjae que, por un momento, a Donghae se le fue el santo al cielo: se apoyó en el respaldo y analizó el rostro de su amiga en busca de otras similitudes con su hijo. No había muchas. Después de haber visto cientos de fotos de los hermanos con su madre Donghae había llegado a la conclusión de que Hyukjae debía de parecerse a su padre aunque no había visto ninguna foto de él. Boah y Kangin se parecían mucho.

—Necesitaba mi chute de cafeína. —Sirvió la leche en el líquido humeante—. Y aproveché el viaje para traerte otro a ti. —Añadió azúcar y removió la mezcla con una cucharilla—. Hyukjae me trata bien. Más que bien. De maravilla. Es un gran… amigo.

Donghae casi se atraganta al pronunciar la última palabra, pero al fin y al cabo es lo que era, un amigo.

Boah suspiró:

—Parece muy feliz. Hablo con él casi todos los días y hacía tiempo que no se mostraba tan optimista. Está enamorado.

—No lo está —zanjó Donghae de inmediato y casi se le va el café por el lado que no era—. No lo estamos. Es decir, somos amigos.

Dios mío, no podía permitir que Boah creyera que su relación con Hyukjae iba para largo.

—Ya, ya. Y Hyukjae se pasa el día hablándome de ti porque…, ¿por qué?

Boah le dedicó una mirada burlona por encima de la taza y Donghae se encogió de hombros. ¿Tanto hablaba de él? ¿En serio?

—Vivo en su casa y me está ayudando. Es normal que hable de su compañero de piso. Nos vemos todos los días.

Boah resopló.

—Cielito, Hyukjae también ve a Kangin todos los días y te aseguro que no se pone tan pesado con él. Además, hasta ahora nunca me había hablado de ningún joven.

Donghae trató de apaciguar a su esperanzado corazón: el hecho de que Hyukjae lo mencionara en las conversaciones con su madre no significaba nada.

—Kangin y él no viven en la misma casa.

—A ti te gusta él. Y a él le gustas tú. Mucho.

Dejó caer los hombros mientras colocaba la taza en la mesa y se ponía a jugar con una servilleta. Nunca se le había dado bien ocultar cosas a Boah.

—Sí que me gusta, pero no quiero hacerme ilusiones. A Hyukjae no le agradan los compromisos. Y lo entiendo. Más o menos. Ni siquiera ha tenido pareja.

Boah estiró el brazo y puso la mano sobre los dedos de Donghae, que estaban dejando la servilleta hecha trizas.

—Eso no significa ni que no pueda tenerla ni que jamás la vaya a tener. —Boah suspiró—. A Hyukjae le ocurrió una cosa a los dieciséis años que lo cambió para siempre. Mi niñito se pasaba las horas enfrascado en libros, era muy callado y todo lo aplicado que una madre podría desear. Pero además era muy compasivo; el tipo de niño que se dedica a rescatar a perritos perdidos. Recuerdo lo mucho que le vacilaba Kangin a costa de su tierno corazoncito. Prácticamente todos los días Hyukjae aparecía en casa con algún animal extraviado o se proponía remediar alguna injusticia. —Boah, incómoda, cambió de postura—. Creo que dejó de ser así cuando tenía dieciséis años.

Donghae apretó la mano de Boah.

—No ha dejado de ser así. Sigue siéndolo. Fíjate en cómo me está ayudando a mí. Aunque desconozco los detalles, sé que le ocurrió algo, pero, en cualquier caso, sigue siendo igual de dulce que de niño.

—A eso voy. No era así antes de conocerte. Eres la única persona que no es de la familia por la que se ha preocupado en un montón de años. Eso me da esperanza.

Donghae se estremeció.

—No te emociones, por favor. Solo somos amigos. Eso es todo. Considérame un perrito extraviado.

Boah sonrió satisfecha, mientras retiraba la mano de la de Donghae para coger la taza de café. Dedicándole una mirada de complicidad, comentó:

—Ya, bueno, pues en ese caso eres el primer perrito que ha acogido en casi dieciséis años. En mi opinión es bastante significativo.

Donghae echó cuentas con el corazón acelerado. ¡La fiesta! «Mañana Hyukjae cumple treinta y dos años».

—Seguro que no soy el primero. Lo que pasa es que no te lo habrá contado.

Era imposible que él fuera la primera persona a la que hubiera ayudado desde aquel misterioso incidente que lo transformó a los dieciséis años.

Boah se echó a reír y repuso enigmáticamente:

—Soy su madre. Tengo ojos en la nuca. Pregúntaselo a mis chicos. Les da mucha rabia que lo sepa todo, incluso cosas que no me han contado.

«¿Sabes que Hyukjae solo puede tener relaciones sexuales cuando su pareja está atada y con los ojos vendados?».

Donghae estaba bastante convencido de que Boah no estaba al corriente de esa información y, obviamente, tampoco se lo pensaba decir. Hay cosas que era mejor que una madre no supiera.

Empezó a dar vueltas a los años de aislamiento durante los cuales Hyukjae había reprimido sus instintos solidarios y se le encogió el pecho al preguntarse qué le habría ocurrido, qué habría transformado a ese dulce niño en un adulto solitario e impasible.

¿De verdad estaba cambiando? Era cierto que a veces se mostraba distante y muy poco
sociable, pero a Donghae no le parecía un ermitaño. Esas reacciones no eran más que… cosas de Hyukjae.

Brusco…, sí. Gruñón…, sí. Mandón…, sí.

Controlador…, a veces.

Atento…, ¡ya te digo! Bajo su apariencia ruda escondía un corazón de oro. Sexy…, sí, sí y sí.

Además era ingenioso, inteligente e irresistible en muchos aspectos.

—Ojalá algún día me confiese lo que le ocurrió —susurró Donghae para sus adentros.

—Eso espero. Necesita desahogarse y pasar página —respondió Boah en voz baja.

¡Coño! ¡La madre de Hyukjae lo había oído! No solo tenía ojos en la nuca, ¡también contaba con un oído supersónico!

—¿Sabes qué ocurrió? —le preguntó Donghae con curiosidad.

La pregunta pareció incomodar a su amiga, pero aun así respondió:

—A grandes rasgos. Sé que estuvo al borde de la muerte. Me faltan muchos detalles. — Boah parecía atormentada.

—Siento haberte preguntado por un recuerdo tan doloroso.

Donghae se juró no volver a mencionarle el tema. No soportaba ver tan descorazonada a la mujer que se había convertido en una segunda madre para él.

—Muchos recuerdos del pasado lejano son dolorosos y no siempre logro quitármelos de la cabeza. Mis chicos vivieron una infancia que jamás deberían haber vivido, que ningún niño debería vivir. Yo debería haber actuado más y haberles protegido mejor.

Los ojos de Boah transmitían un dolor atormentado, como si estuviera recordando el angustioso pasado que habían sufrido los tres y lo mucho que les había afectado.

—Basta. Para de inmediato. Hyukjae y Kangin están perfectamente. Puedes estar orgullosa de tus hijos, Boah. Lo hiciste lo mejor que pudiste y se nota. —Donghae no soportaba verla tan afligida—. No tienes que tener una infancia idílica para convertirte en un adulto maravilloso. Mírame a mí.

Donghae sonrió de oreja a oreja para intentar contagiar a Boah, que esbozó una tímida sonrisa.

—A veces se me olvidan las penurias que has vivido, cielito. Tus padres se fueron demasiado pronto, pero te criaron como es debido.

—Y tú a tus hijos. No conozco a Kangin, pero a Hyukjae sí. Es un hombre maravilloso —le dijo con toda franqueza.

Donghae decidió cambiar de tema para que su amiga recuperara la alegría y dejara de martirizarse con la idea de que tenía que haber criado a sus hijos de otro modo. Donghae conocía bien a Boah y estaba convencido de que, fueran cuales fueran las circunstancias, había hecho todo lo que había estado en sus manos para educar a sus dos hijos.

—Hyukjae me ha invitado a la fiesta que celebra Kangin mañana.

Boah se echó a reír.

—La fiesta de cumpleaños que le organiza su querido hermano todos los años. Vas a ir, ¿no?

—Sí. Hyukjae quiere que vaya. ¿Habrá mucha gente? —Donghae no logró ocultar la aprensión que sentía.

¿Cómo rayos iba a relacionarse con todos esos millonarios? Le había sorprendido que Hyukjae lo invitara al evento. Para empezar ni siquiera sabía que iba a ser su cumpleaños y, para más inri, el cumpleaños de Donghae era precisamente un día después.

—¿Estás nervioso? —Boah alzó las cejas y dedicó a Donghae una mirada inquisitiva. Mierda. ¿Es que no podía ocultar nada a Boah?

—Un poco. No estoy acostumbrado a juntarme con ese tipo de gente.

Pero no era solo eso. Tampoco estaba acostumbrado a acudir a eventos sociales para divertirse o relajarse. Entre el trabajo y la universidad nunca había tenido tiempo para eso.
La risa alegre de Boah inundó el aire alrededor.

—Con los años he aprendido que en realidad los ricos no difieren mucho de la gente normal. Algunos son agradables. Otros no tanto. Ya te las apañarás. Tener dinero no les hace mejores personas que tú, cielito.

Si lo pensaba fríamente, Donghae sabía que Boah estaba en lo cierto, pero aun así no lograba aplacar los nervios. Estaba ansioso no tanto por lo ricos que eran los invitados, sino porque no quería decepcionar a Hyukjae delante de sus amigos, socios y familiares. Sus habilidades sociales estaban oxidadas después de tantos años de abandono, en los que solo las había practicado con los clientes del restaurante y sus jovencísimos compañeros de clase.

El teléfono de Donghae sonó y lo devolvió a la realidad.

—Es Hyukjae —informó a Boah sonriendo mientras leía el mensaje.

Ya se cansaron de hablar de mí?

¡Pero, bueno! ¡Como si Boah y él no tuvieran temas más interesantes de los que hablar! Sus dedos revolotearon por la pantalla táctil para contestar al mensaje.

Ni siquiera te hemos nombrado, so creído.

La respuesta no se hizo esperar:

No soy ningún creído. Conozco a mi madre. Si no vuelves pronto a casa, me pongo a hacer la cena.

—¡Ay, Dios mío! Tengo que irme. —Sonrió a Boah y puso cara de terror.

—¿Por qué? —preguntó la madre de Hyukjae perpleja.

—Hyukjae me ha amenazado con ponerse a cocinar si no vuelvo pronto.

La risa de Boah tintineó en el aire hasta contagiar a Donghae, que se echó a reír con las mismas ganas. Boah cogió aire y comentó divertida:

—Viniendo de Hyukjae es una amenaza de lo más inquietante. Es muy probable que acabe herido.

—Ya te digo. Si le da por preparar algo que no sea un bocadillo o comida en el micro, será un desastre —respondió Donghae mientras escribía en el móvil: Enseguida voy. Por favor, no cocines—. Qué hombre tan manipulador y tan maquiavélico —murmuró con cariño, levantándose de la mesa.

—Eso es que te echa de menos. ¡Qué romántico! —suspiró Boah con una mirada soñadora mientras se ponía de pie—. Pero no dejes que se salga siempre con la suya.

A Donghae le hizo gracia y, aunque estaba convencido de que Hyukjae le había escrito porque tenía hambre y no le apetecía cenar un sándwich, no quiso echar por tierra las ilusiones de su madre, así que se limitó a abrazarla y responder:

—Te veo mañana por la noche.

Al salir buscó con avidez a Kyuhyun y al Mercedes. Estaba deseando volver al piso con Hyukjae. Quizá no lo estuviera echando de menos de verdad, pero él sí que lo hacía. Su parte favorita del día era la cena, porque pasaban un rato juntos, se contaban lo que habían hecho durante el día y compartían ideas y opiniones. Hablaban de cosas importantes o de trivialidades. Daba igual.

«Dios mío, soy lamentable».

Cuando vio a Kyuhyun, aceleró el paso para acercarse al coche y se dio cuenta espantado de lo solo que había estado antes de conocer a Hyukjae. Era curioso que nunca se hubiera sentido solo. Había pasado los días rodeado de gente: clientes, estudiantes, muchedumbres…, pero la soledad había estado allí —enterrada en el fondo de su ser bajo capas de agotamiento, hambre e instinto de supervivencia—, esperándole pacientemente.

Abrió la puerta del coche y se sentó en el asiento del copiloto junto a Kyuhyun, sin dejar de darle vueltas a por qué no se había dado cuenta hasta ahora de la necesidad que tenía de estar con una pareja.

«Porque no lo necesitaba. No hasta que conocí a Hyukjae. No quiero a cualquier hombre, lo quiero a él».

Esa era la verdad. Hyukjae tenía algo que le atraía, que lo empujaba a acercarse. Sabía que si seguía aproximándose acabaría quemándose, pero no lograba frenar esa atracción ni resistirse a la tentación. Le resultaba imposible ignorar las provocativas y seductoras vibraciones que transmitía Hyukjae.

«¿Por qué me atrae tanto? No nos parecemos en nada».

Negó con la cabeza y, mientras sentía el suave roce del asiento de cuero, se reconoció a sí mismo que diferían en gustos y en otras cosas sin importancia, pero que, en realidad, en muchos otros aspectos se parecían mucho.

Después de la traición de Minjin él se había vuelto muy receloso…, igual que Hyukjae. Las causas eran diferentes y, con toda probabilidad, las de Hyukjae habían sido mucho más traumáticas, pero los dos se comportaban como niños asustados que tienen miedo de acercarse y dudan entre ser amigos o enemigos, entre confiar en el otro o desconfiar.

Valoraba enormemente que Hyukjae le hubiera mostrado la suficiente confianza como para hacerlo con él sin recurrir a sus habituales esposas y vendas, pero le gustaría saber la causa de esa desconfianza. ¿Por qué tapaba los ojos si tenía un cuerpazo que quitaba el hipo?

Se estremeció y dedicó una débil sonrisa a Kyuhyun, que se incorporó a la carretera para dirigirse sin prisa hacia el piso.

Suspiró tembloroso mientras rezaba por no estar firmando su sentencia de muerte al involucrarse tanto con un hombre como Hyukjae.

«Déjate llevar. Relájate. Disfruta mientras dure».

Reprimió una risa de desprecio: él ni se relajaba ni se dejaba llevar, y nunca jamás había sabido vivir el momento. No es fácil hacerlo cuando tienes que preocuparte por lo que vas a comer hoy o por si este mes lograrás reunir el dinero para pagar el alquiler. «Pero ya no tienes que preocuparte por todo eso».

No…, ya no. Quizá no durara mucho, pero de momento sabía que tenía una cama en la que dormir, un techo bajo el que refugiarse y un montón de comida que echarse a la boca. Gracias a Hyukjae, disponía de tiempo y espacio para respirar.

Le dio un vuelco el corazón al recordar la escena de Hyukjae en el sofá la semana anterior: tan vulnerable y tan fuerte a la vez. ¿Cómo no iba a admirar la fuerza y determinación que había mostrado para enfrentarse a los misteriosos fantasmas del pasado?

«Lo hizo por mí. Porque yo se lo pedí».

Los recuerdos le dieron fuerza y cogió la mochila con determinación. Había llegado a casa. Kyuhyun lo había traído hasta la puerta del gigantesco edificio.

—Gracias, Kyuhyun.

Dedicó una sonrisa avergonzada al chófer al darse cuenta de que no le había dirigido la palabra en todo el trayecto.

—No hay de qué, joven Donghae. Ya lo sabe. Que tenga una velada agradable.

—Y tú también.

Se levantó del asiento con la mochila en la mano, cerró la puerta y echó una carrera hacia la entrada.

Claro que tendría una velada agradable. No podía ser de otro modo. Un hombre sumamente atractivo lo estaba esperando. Quizá Hyukjae estuviera deseando cenar, pero él pensaba darle mucho más que comida. Había llegado el momento de recompensarle. A fin de cuentas Hyukjae había confiado en él, le había ofrecido refugio y lo había hecho sentir especial.

Esperaba que tuviera hambre, pero no solo de comida.

Saludó al observador portero y se metió en el ascensor que llevaba al ático. «Vive el momento. No pienses en el futuro».

Aunque aquel propósito le resultara totalmente ajeno, estaba decidido a intentarlo.



3 comentarios:

  1. Jajajajaja
    Boah es genial~
    Que ya le diga suegrita~
    Ahhhh
    Y yo que pensaba que ella iba a soltar la lengua y hablar de lo que le paso al monito sexoso~
    Ahhh
    La duda de lo que le sucedió me corroe~
    TT____TT
    Nooooo
    Ay~
    Hae y sus monólogos mentales son espectaculares~
    Jajajajahaja
    Quiero más!!!

    ResponderEliminar
  2. No no no no...en un solo capítulo no pueden poner a un Hae diciendole "papi" y "señor" a un Hyuk tan GRRRRRRR.....y menos cuando el capítulo termina así...sin nada....😬
    Al menos hay gente que medio sabe lo que le paso a Hyuk...ya solo nos falta la historia completa...obviamente fue algo demasiado fuerte...tanto que lo cambiò y estuvo cerca de morir.
    Tuvo que ser algo realmente feo...pobre de mi monito.

    ResponderEliminar
  3. espero y si sea una velada agradable sino me conformo con que la hagan candente

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...