Mío -Capítulo 4




—¿Aquí te sientes solo? —preguntó perplejo mientras sus ojos oscuros lo miraban fijamente. Prosiguió con tono de preocupación—: ¿No te gusta vivir aquí?

—Sí, sí… La casa es preciosa, Hyukjae. ¿Cómo no iba a estar feliz? —Tomó aire y trató de explicarse mejor—. Es que estaba acostumbrado a no tener tiempo para pensar, a no tener tiempo para mí. Lleva tiempo acostumbrarse a dejar de vivir a un ritmo frenético.

—Más bien suicida —repuso con cierta crispación—. Ese estilo de vida te estaba matando por dentro, Donghae.

—Lo sé. Y de verdad que te agradezco todo lo que estás haciendo por mí. En serio. Lo único que pasa es que mi vida ha cambiado mucho —insistió para que no la tomara por un desagradecido. Joder, si no fuera por su generosidad, ahora mismo estaría en la calle, pero aun así…—. Me resultaría más agradable si pudiera pasar tiempo aquí contigo.

—¿Quieres pasar tiempo conmigo? —preguntó asombrado examinando el rostro de Donghae.

—Claro que sí. Pero sé que estás muy liado y pensé que quizá me estabas evitando después…,bueno, después de…

—¿Después de que te dijera que quería follarte? —preguntó sin andarse con rodeos, apresando los ojos de Donghae con la mirada.

—Sí —susurró.

La franqueza de Hyukjae le había sorprendido, pero se alegraba de que hubiera sacado el tema a la luz porque era algo que estaba latente y eso le generaba ansiedad.

—No te estaba evitando, Donghae. Quiero verte, quiero estar contigo, tanto si te apetece que follemos como si no —afirmó con decisión.

—¿Ah, sí? —preguntó con cierto asombro—. ¿Por qué?

—Yo también me siento solo a veces. Me gusta estar contigo.

Donghae respiró hondo tratando de desacelerar el latido de su corazón. «Quiero que me folles. Quiero que me la metas en todas las posturas y que después volvamos a empezar».

Suspiró mientras recorría el cuerpo de Hyukjae con la mirada. Le bastaba imaginar aquel cuerpo dominante y sólido encima de él, dentro de él, para perder los estribos. Se moría por tocar el rostro que tenía tan cerca, por acariciar aquella barbilla tan sexy y esa barbita de dos días que ocultaba prácticamente por completo sus cicatrices. Era curioso que aquellas pequeñas cicatrices lo hicieran aún más seductor, más masculino, más irresistible.

«No, Donghae. Ni lo pienses. La cena. Has venido para preguntarle qué quiere de cena. Kim Hyukjae está fuera de tu alcance».

—Ha… había venido para preguntarte qué quieres de cena —logró comentar con voz temblorosa y balbuceante.

Estar tan cerca de Hyukjae estaba empezando a afectarle, su compañía ya no satisfacía sus deseos ni de lejos. Echó la silla hacia atrás, se secó las sudorosas manos en los vaqueros y se levantó nervioso. No sirvió de mucho. Hyukjae también se puso de pie. Le sacaba una cabeza.

—Te ayudo. He terminado por hoy.

Donghae tragó saliva pensando si habría sitio para ambos en la inmensa cocina. Quería estar cerca de él, pero no tanto como para ser incapaz de controlar el deseo que sentía.

—Venga. Vamos a ver qué hacemos de cenar.

Donghae avanzó con paso ligero y grandes zancadas hacia la cocina. Estaba feliz porque iban a pasar un rato juntos, pero no tenía claro cómo lidiar con el traidor de su cuerpo ni con su forma de reaccionar ante Hyukjae.

«Sumisión absoluta».

¿A qué se refería exactamente? ¿De verdad quería averiguarlo?



Hyukjae era consciente de que, poco a poco y de manera discreta, estaba empezando a perder los papeles. Se le iba la cabeza adonde no se le debería ir y había tenido que hacer horas extras varios días simplemente porque no podía dejar de pensar en que Donghae estaba aquí, en su casa, arrastrándolo hacia la locura.

«Si no me lo tiro pronto, me voy a volver loco».

Se alegró de que Donghae fuera por delante, pues así no podría ver lo empalmado que estaba. Mientras lo seguía a la cocina, se quedó contemplando el balanceo de sus caderas bajo los vaqueros que le marcaban el trasero. Su cuerpo emanaba un fresco aroma seductor y, loco por esa fragancia, la inhaló como haría un hombre privado de oxígeno. Percibía su olor en todos los sitios, hasta en el dormitorio.

Tenía la sensación de que el aroma de Donghae se aferraba a cada centímetro de su casa para recordarle su presencia. ¡Como si pudiera olvidarlo! ¿Qué tendría este joven que le fascinaba tanto? Era evidente que no se había propuesto resultarle irresistible, pero lo tenía completamente cautivado.

—¿Cómo es que no tienes novio? —le preguntó con curiosidad—. ¿No hubiera sido más fácil hacer la carrera teniendo una pareja en tu vida?

Habían llegado a la cocina y Donghae estaba sacando lechuga, pimientos y otras verduras de la nevera.

—¿Me ayudas a hacer una ensalada? Voy a preparar unos filetes al horno. —Sacó carne de la nevera antes de añadir—: ¿Para qué iba a querer un novio mientras estoy estudiando?

Donghae le dedicó una mirada de perplejidad antes de colocar en la encimera una tabla de cortar y darle un cuchillo.

—Para tener a alguien que te eche una mano —respondió mientras lavaba las verduras—. ¿No te hubiera resultado más fácil?

Hyukjae comenzó a cortar las hortalizas de una forma peculiar y casi se rebanó un dedo. Obviamente cocinar no era una de sus virtudes. Donghae rio y respondió:

—Mi experiencia me dice que los novios no son de gran ayuda.

Aunque parecía estar pasándoselo bien, Hyukjae advirtió en su voz que aún estaba dolido.

—¿Tuviste una mala experiencia?

—Sí.

—¿Qué ocurrió?

Colocó los filetes en la parrilla del horno y empujó a Hyukjae para poder abrir la nevera. Sacó una cerveza, le quitó la chapa y se la dio, invitándolo a que se sentara junto a la isla de la cocina.

—Ya lo corto yo. Si sigues así, te amputarás un dedo o dos.

Hyukjae frunció el ceño mientras se sentaba y se quedó contemplando a Donghae cortar y trocear las verduras como una auténtica profesional.

—Bueno, entonces, ¿qué ocurrió?

Donghae suspiró antes de decidirse a contar la historia:

—Salí cinco años con Minjin. Pensaba que acabaríamos casándonos, pero, por desgracia, un día salí antes del trabajo y al llegar a casa lo pillé en la cama con la persona que yo creía que era mi mejor amigo.

«¿Ese tío está zumbado? ¿Se acostaba con Donghae todas las noches y quería tirarse a otro?».

—Menudo imbécil.

—No estábamos hechos el uno para el otro. Menos mal que al menos no nos habíamos casado.

—Aún estás dolido.

Donghae se encogió de hombros.

—Ocurrió hace mucho tiempo.

—¡Menudo cabrón! —Hyukjae no pudo reprimirse más, le habían entrado ganas de pegar una paliza al gilipollas ese.

—¿Y tú?

Le lanzó una mirada mientras echaba los trocitos de pimiento verde en la ensaladera.

—¿Yo?

—¿Tienes pareja? Me da apuro estar complicándote la vida, o sea, que el hecho de que yo viva aquí te esté complicando la vida —comentó sin mirarlo mientras se ponía a cortar los tomates.

Hyukjae se encogió de hombros.

—Nunca he tenido.

Donghae soltó el cuchillo asombrado y se quedó mirándolo boquiabierta.

—¿En serio?

Hyukjae no mencionó a la única pareja que, cuando tenía dieciséis años, le había cambiado la vida para siempre. Llevaba años sin pronunciar su nombre ni hablarlo con nadie.

—En serio. No soy muy sociable. El ligón profesional es Kangin. Es el guapo de la familia — respondió secamente antes de pegarle un trago a la cerveza.

Donghae murmuró algo inaudible.

—¿Qué has dicho? —preguntó Hyukjae sin entender por qué se estaba poniendo rojo como un tomate.

—He dicho que tú eres más guapo.

A Hyukjae se le resbaló la cerveza de las manos, pero logró cogerla justo antes de que se le cayera en el regazo.

—¿Has visto a Kangin?

Donghae se fue al comedor a llevar la ensaladera y gritó desde el pasillo:

—¡Claro! Tienes fotos de Boah y de él por toda la casa.

Se quedó con la boca abierta y esperó a que volviera a echarle un ojo a los filetes para contestar con brusquedad:

—En ese caso sabes que lo que dices no es cierto.

—Para mi gusto sí —insistió con tozudez—. Pero que no se te suba a la cabeza.

Hyukjae sonrió. Donghae era la única persona capaz de hacerle un cumplido y bajarle los humos de inmediato. Aun así, no se creía que de verdad le pareciera atractivo.

—¿Qué hay de mis cicatrices? Kangin parece una estrella de Hollywood. A los jóvenes y les encanta.

A ellos les encantaba Kangin… y a Kangin le encantaban. ¡Todos! Seducía a jóvenes y mujeres de todas las edades. Lo malo es que esa adoración se esfumaba poco después de que empezaran a salir.

—Supongo que me gustan más los hombres altos y gruñones —le dijo como si nada mientras sacaba los filetes del horno.

Hyukjae se puso una manopla y esbozó una sonrisa cada vez mayor mientras le quitaba la bandeja a Donghae y servía los filetes en sendos platos. Lo miró con los ojos entrecerrados tratando de averiguar si le estaba tirando los tejos. No tenía ni la menor idea. Quizá solo estaba siendo simpático. Al fin y al cabo, ni siquiera conocía a Kangin y estaba viviendo en su casa.

En cualquier caso, el comentario de Donghae le hizo sentirse arropado, especial. Nadie que lo hubiera comparado con Kangin lo había considerado guapo, excepto quizá su madre. Las parejas que se acostaban con él lo hacían por motivos económicos; se trataba de un acuerdo mutuo que le había convenido… ¡hasta ahora!

Con Donghae era otra historia. Su instinto le advertía de que llegar con él a un trato similar lo mataría por dentro.

Cuando se sentaron a la mesa del comedor, Hyukjae se acordó de que tenía que darle una cosa.

—Tengo algo para ti.

Casi suelta una carcajada al ver su reacción, que frunció el ceño, negó con la cabeza y respondió:

—Hyukjae, no voy a aceptar nada más. Ya has hecho bastante por mí. Demasiado.

Aunque a él no le parecía que hubiera hecho bastante, se limitó a replicar:

—Esto sí lo aceptarás.

—Que no.

Madre mía, ¡se moría de la risa cuando se ponía tan cabezota! Echó la silla hacia atrás y se metió la mano en el bolsillo delantero de los vaqueros. Extendió la mano pero, como Donghae seguía negando con la cabeza con obstinación, dejó el objeto sobre la mesa.

—Dios mío… —susurró Donghae con una voz llena de asombro y deleite. Cogió el anillo con dedos temblorosos y se lo puso despacio—. ¡El anillo de mi madre! Pensé que no volvería a verlo. ¿Dónde lo has encontrado?

—En una casa de empeños —respondió satisfecho de haber hecho que sus empleados rastrearan la zona hasta encontrarlo—. Sabía que era la única cosa que te había entristecido perder.

—No tiene mucho valor, pero para mí significa mucho. Es lo único que tengo de mi madre. — Estaba tan emocionado que se le quebró la voz.

Hyukjae no le confesaría jamás que su compañero de piso tan solo había sacado un par de dólares. El anillo era de muy poco valor, pero Hyukjae sabía que a Donghae le dolía haberlo perdido.

—Me alegra que lo hayamos encontrado.

Hyukjae ni lo vio venir. Donghae se levantó de la silla de un brinco, posó su apetecible trasero en su regazo y le rodeó el cuello con los brazos. Le sujetó por la cintura para que no se cayera mientras lo cubría de besos: en la cara, en el pelo…, en lo que se le pusiera por delante. Hyukjae sentía la emoción que irradiaba su cuerpo, la dicha que emanaba de cada poro de su piel.

—Gracias, Hyukjae. ¡Eres el hombre más maravilloso del mundo!

¡Santo Dios! Le encantaba que estuviera tan emocionado, le extasiaba haberle hecho tan feliz, pero como no dejara de rozar su irresistible trasero contra su regazo, se acabaría corriendo con los pantalones puestos. Al oler su aroma le entraban ganas de devorarla. Hasta el último centímetro.

—Creo que me merezco un beso de verdad. Te dije que esto sí lo aceptarías —susurró con una voz sensual.

Donghae lo peinó con los dedos y lo tiró del pelo obligándolo a inclinar la cabeza hasta que sus miradas se cruzaron. El corazón de Hyukjae se quedó parado un instante al ver la pasión y el anhelo que transmitía la refulgente mirada de Donghae.

A medida que acercaba su boca a la de él Donghae fue cerrando los párpados despacio. Hyukjae también cerró los ojos antes de posarle una mano en la nuca. Suspiró al acariciar la suavidad sedosa de su cabello. Hyukjae respondió con un deseo irrefrenable que lo arrastró hasta el límite. Donghae jugueteaba con su lengua y le daba mordisquitos en los labios, que lo hacían desearlo aún más, necesitarlo más. Él le empujó la cabeza para comerle la boca, quería sumergirse y explorar cada centímetro de esa dulce caverna. Deslizó la mano de la cadera al trasero para rozarse con cada milímetro de su cuerpo y, mientras sus lenguas se cataban y se batían en duelo, jadeó dentro de la boca de Donghae.

Se mostraba tan fogoso, tan eufórico que Hyukjae se olvidó del mundo por un momento y se perdió en aquel cuerpo delicioso sin preocuparse por encontrar el camino de regreso. «Donghae, Donghae…». El eco de su nombre le golpeaba el cráneo mientras se empeñaba en devorarlo, en hacerlo suyo. Cegado por un deseo salvaje de poseerlo, metía y sacaba la lengua de su boca y la deslizaba sensualmente por la de él.

Donghae se retiró jadeando, enterró el rostro en el cuello de Hyukjae y empezó a lamerlo y a mordisquearlo. Hyukjae sentía su cálido aliento en el oído.

—Donghae, no soy un santo.

¡Joder, no podría seguir así mucho tiempo! Tenía la polla dura como una roca y todos sus instintos le gritaban que se lanzara a por él.

—Te deseo, Hyukjae. Desesperadamente.

Hyukjae gimió al oír aquella voz entrecortada y sensual. Le estaba pidiendo que se lo follara y él se moría por penetrarlo. Pero aun así…

—No lo hagas para demostrar tu gratitud —gruñó.

Donghae se apartó para mirarlo a los ojos con una expresión que reflejaba el ardiente deseo que sentía.

—Jamás haría eso por gratitud. Estoy harto de tratar de frenar la atracción que hay entre nosotros. Quiero mi noche. La noche que me ofreciste.

Una noche. El corazón de Hyukjae comenzó a latir con gran estruendo.

—¿Sumisión absoluta?

—No estoy seguro de lo que significa…, pero sí…, sumisión absoluta. Sé que jamás me harías daño.

Hyukjae estuvo tentado de ponerse de rodillas ante aquella muestra de confianza. Donghae no sabía a lo que se enfrentaba, pero lo deseaba lo suficiente como para aceptar sus condiciones. Se acercó a la oreja de Donghae para susurrarle con sensualidad:

—Significa que necesito tener el control. Quiero atarte a mi cama, vendarte los ojos y follarte hasta que nos quedemos sin aliento.

Donghae se estremeció, pero aun así respondió con dulzura:

—Entonces, hazlo. Llévame a la cama.

No podía creer que Donghae estuviera entre sus brazos y que se mostrara decidido a cumplir su deseo. Se levantó y lo llevó a su dormitorio con la esperanza de no despertar del mejor sueño húmedo que había tenido jamás.




Donghae temblaba. ¿Acababa de decirle que lo llevara a la cama y le hiciera lo que quisiera? Sí, se lo había dicho y la idea le hacía estremecerse. Le había dicho la verdad. Estaba harto de intentar frenar la atracción que sentía por él; una atracción mucho más intensa que la química. Teniendo en cuenta que nunca se había sentido así por alguien, la lucha era en vano y el resultado, inevitable. Ardía en deseos de sentirlo. Él y nadie más que él.

Se había buscado la vida y tenía dos dedos de frente, así que lo normal habría sido que hubiera sabido resistirse a la tentación, pero a Donghae nunca le había atraído un hombre como Kim Hyukjae. Para él era un enigma, un misterio por resolver. Brusco, abrupto, astuto…, pero también considerado, atento y, de vez en cuando, vulnerable; cada vez que dejaba entrever esa cualidad a Donghae le entraban ganas de abrazarlo fuerte para consolar su alma atormentada. Estaba convencido de que a Kim Hyukjae le habían hecho daño en algún momento de su vida. ¡Y mucho! ¿Cómo podía resistir el anhelo que sentía por él? Necesitaba pasar una noche con él, experimentar un deseo auténtico. Sabía que, si no aprovechaba esta oportunidad, se arrepentiría el resto de su vida. Aunque solo fuera un presentimiento, las duras circunstancias en las que se había criado de niño le habían enseñado a hacer caso a su intuición.

Y esta noche su intuición no había parado de implorarle a gritos que aceptara la propuesta de Hyukjae, de repetirle que aprovechara la oportunidad de experimentar una pasión y un deseo muy superiores a los que había sentido hasta ese momento y que era probable que nunca volviera a sentir.

Sus pies rozaron la suave alfombra del dormitorio de Hyukjae. Mientras inclinaba la cabeza para besarlo, Hyukjae tenía un gesto apremiante y los ojos rebosaban de sed y deseo. Una necesidad acuciante le abrasó por dentro y estrechó los brazos alrededor de su cuello. Él le saqueó la boca, enterró los dedos entre su cabello y lo atrajo. Bajó una mano para agarrarlo del trasero y frotarlo contra su pene erecto y duro. Donghae gimió dentro de su boca deseando que le penetrara. Estaba lista para que lo poseyera.

Donghae necesitaba mayor contacto, se moría por tocar su piel desnuda, así que lo cogió de la camisa para quitársela.

—No —ladró apartando la boca de la suya y sujetándolo de la muñeca.

—Necesito tocarte —jadeó perplejo ante su radical cambio de actitud.

—Tienes que desnudarte. Tenemos que hacerlo a mi manera —le susurró—. Te dije lo que quería y lo dije en serio.

Aunque utilizó un tono exigente Donghae detectó una pizca de vulnerabilidad. En aquel momento deseaba que le poseyera más que nada en el mundo, así que se apartó y se quitó la camiseta. Se desabrochó los vaqueros de diseño y se bajó la cremallera mirándolo a los ojos, sin mostrar timidez o duda alguna. Fue contoneando las caderas para bajarse los pantalones y, cuando los tenía por los tobillos, los lanzó al suelo de un puntapié. Se quedó de pie sin dejar de mirarlo a los ojos, cubierto solo con un diminuto boxer.

—¡Madre mía! Eres el joven mas hermoso que he visto en la vida —exclamó con veneración mientras le acariciaba la mejilla.

Entonces deslizó un dedo despacio por su rostro y siguió bajando por el cuello.

—Qué va. Es la lencería, que es muy cara —respondió con apenas un hilillo de voz, pues Hyukjae le estaba acariciando el pecho con las yemas de los dedos y aquel roce le hacía estremecerse de deseo.

—No, eres tú. Eres perfecto.

Donghae gimió mientras sus manos le recorrían el cuerpo entero, jugaban con sus pezones sensibles, como un hierro candente que dejara su marca allá donde tocara.

—Me encantan esa prenda, pero te las vas a tener que quitar —comentó con voz grave, apenas un suspiro, mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

Se quitó el bóxer en cuestión de segundos; así de intenso era el deseo de sentirlo dentro, con tanto ardor suplicaban sus entrañas. Pero, mientras permanecía de pie delante de Hyukjae, desnudo, en su interior el anhelo entró en guerra con la aprensión.

—Hyukjae, hace mucho tiempo que no estoy con nadie.

—¿Cuánto tiempo? —bramó mientras lo agarraba del culo en su afán por poseerlo.

—Cinco años. Y en aquella época ni siquiera se me daba demasiado bien. Solo he estado con Minjin y no supe satisfacerle—respondió en voz baja, esforzándose por que las inseguridades del pasado no la atormentaran.

—¿Eso te dijo el muy gilipollas?

—Sí. Dijo que por eso necesitaba estar con otro —se le quebró la voz humillado, pues creía a pies juntillas lo que Minjin le había dicho.

Aunque para Donghae él hubiera sido el primero y el único, sabía que en aquella relación faltaba algo importante.

—Es un imbécil integral, Donghae. Los deseos de cualquier hombre quedarían más que satisfechos con un joven como tú. Eres el sueño de todo hombre. Eres justo lo que necesito. El que tiene el problema es él, no tú —bufó cogiéndole la cabeza con las manos para apartarle de él y poder mirarlo a los ojos.

—Quiero que ocurra. De verdad. Te deseo. Pero estoy un poco nervioso —admitió mientras su cuerpo palpitaba excitado—. No quiero decepcionarte.

—Escúchame bien —gruñó mientras sus manos se cerraban formando dos puños—. Tú jamás me decepcionarías. En la vida. Te deseo con tanto fervor que voy a perder la cabeza. Yo me ocupo de ti. Yo tengo el control. Yo tomo las decisiones. Tú lo único que tienes que hacer es correrte durante todo el tiempo que te plazca y gritando tan alto como te venga en gana. El mero hecho de que estés aquí y de que me desees ya me deleita. Si logro que te corras, estaré eufórico.

Suspiró aliviado y su cuerpo se relajó. Hyukjae se encargaría de que todo saliera bien. Sabía que podía confiar en él.

—Entonces haz que me corra. Llévame a la cama.




3 comentarios:

  1. oh pecesito calenturiento y monito perverso tal para cual si ya esta contando los capitulos y por fin

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  2. Pobre Hee, en verdad que ese mal nacido lo maltrataba psicológicamente. Espero que las cosas cambien después de estar con Hyun

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  3. Aghhhhhh
    Señor del cielo!!!
    Estos van a quemar la casa!!!
    Maldito exnovio ! Como dice eso del sexy pecesito!!
    Ajhh
    Hyukkie~ qué escondes!???
    Qué te paso a los 16 años???!??

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...