—¿Aquí te
sientes solo? —preguntó perplejo mientras sus ojos oscuros lo miraban
fijamente. Prosiguió con tono de preocupación—: ¿No te gusta vivir aquí?
—Sí, sí… La
casa es preciosa, Hyukjae. ¿Cómo no iba a estar feliz? —Tomó aire y trató de
explicarse mejor—. Es que estaba acostumbrado a no tener tiempo para pensar, a
no tener tiempo para mí. Lleva tiempo acostumbrarse a dejar de vivir a un ritmo
frenético.
—Más bien
suicida —repuso con cierta crispación—. Ese estilo de vida te estaba matando
por dentro, Donghae.
—Lo sé. Y de
verdad que te agradezco todo lo que estás haciendo por mí. En serio. Lo único
que pasa es que mi vida ha cambiado mucho —insistió para que no la tomara por
un desagradecido. Joder, si no fuera por su generosidad, ahora mismo estaría en
la calle, pero aun así…—. Me resultaría más agradable si pudiera pasar tiempo
aquí contigo.
—¿Quieres
pasar tiempo conmigo? —preguntó asombrado examinando el rostro de Donghae.
—Claro que
sí. Pero sé que estás muy liado y pensé que quizá me estabas evitando después…,bueno, después de…
—¿Después de
que te dijera que quería follarte? —preguntó sin andarse con rodeos, apresando
los ojos de Donghae con la mirada.
—Sí —susurró.
La franqueza
de Hyukjae le había sorprendido, pero se alegraba de que hubiera sacado el tema
a la luz porque era algo que estaba latente y eso le generaba ansiedad.
—No te estaba
evitando, Donghae. Quiero verte, quiero estar contigo, tanto si te apetece que
follemos como si no —afirmó con decisión.
—¿Ah, sí?
—preguntó con cierto asombro—. ¿Por qué?
—Yo también
me siento solo a veces. Me gusta estar contigo.
Donghae
respiró hondo tratando de desacelerar el latido de su corazón. «Quiero que me folles.
Quiero que me la metas en todas las posturas y que después volvamos a empezar».
Suspiró
mientras recorría el cuerpo de Hyukjae con la mirada. Le bastaba imaginar aquel
cuerpo dominante y sólido encima de él, dentro de él, para perder los estribos.
Se moría por tocar el rostro que tenía tan cerca, por acariciar aquella
barbilla tan sexy y esa barbita de dos días que ocultaba prácticamente por
completo sus cicatrices. Era curioso que aquellas pequeñas cicatrices lo
hicieran aún más seductor, más masculino, más irresistible.
«No, Donghae.
Ni lo pienses. La cena. Has venido para preguntarle qué quiere de cena. Kim Hyukjae
está fuera de tu alcance».
—Ha… había
venido para preguntarte qué quieres de cena —logró comentar con voz temblorosa
y balbuceante.
Estar tan
cerca de Hyukjae estaba empezando a afectarle, su compañía ya no satisfacía sus
deseos ni de lejos. Echó la silla hacia atrás, se secó las sudorosas manos en
los vaqueros y se levantó nervioso. No sirvió de mucho. Hyukjae también se puso
de pie. Le sacaba una cabeza.
—Te ayudo. He
terminado por hoy.
Donghae tragó
saliva pensando si habría sitio para ambos en la inmensa cocina. Quería estar
cerca de él, pero no tanto como para ser incapaz de controlar el deseo que
sentía.
—Venga. Vamos
a ver qué hacemos de cenar.
Donghae
avanzó con paso ligero y grandes zancadas hacia la cocina. Estaba feliz porque
iban a pasar un rato juntos, pero no tenía claro cómo lidiar con el traidor de
su cuerpo ni con su forma de reaccionar ante Hyukjae.
«Sumisión
absoluta».
¿A qué se
refería exactamente? ¿De verdad quería averiguarlo?
Hyukjae era
consciente de que, poco a poco y de manera discreta, estaba empezando a perder
los papeles. Se le iba la cabeza adonde no se le debería ir y había tenido que
hacer horas extras varios días simplemente porque no podía dejar de pensar en
que Donghae estaba aquí, en su casa, arrastrándolo hacia la locura.
«Si no me lo
tiro pronto, me voy a volver loco».
Se alegró de
que Donghae fuera por delante, pues así no podría ver lo empalmado que estaba.
Mientras lo seguía a la cocina, se quedó contemplando el balanceo de sus
caderas bajo los vaqueros que le marcaban el trasero. Su cuerpo emanaba un
fresco aroma seductor y, loco por esa fragancia, la inhaló como haría un hombre
privado de oxígeno. Percibía su olor en todos los sitios, hasta en el
dormitorio.
Tenía la
sensación de que el aroma de Donghae se aferraba a cada centímetro de su casa
para recordarle su presencia. ¡Como si pudiera olvidarlo! ¿Qué tendría este
joven que le fascinaba tanto? Era evidente que no se había propuesto resultarle
irresistible, pero lo tenía completamente cautivado.
—¿Cómo es que
no tienes novio? —le preguntó con curiosidad—. ¿No hubiera sido más fácil hacer
la carrera teniendo una pareja en tu vida?
Habían
llegado a la cocina y Donghae estaba sacando lechuga, pimientos y otras
verduras de la nevera.
—¿Me ayudas a
hacer una ensalada? Voy a preparar unos filetes al horno. —Sacó carne de la
nevera antes de
añadir—: ¿Para qué iba a querer un novio mientras estoy estudiando?
Donghae le
dedicó una mirada de perplejidad antes de colocar en la encimera una tabla de
cortar y darle un cuchillo.
—Para tener a
alguien que te eche una mano —respondió mientras lavaba las verduras—. ¿No te
hubiera resultado más fácil?
Hyukjae
comenzó a cortar las hortalizas de una forma peculiar y casi se rebanó un dedo.
Obviamente cocinar no era una de sus virtudes. Donghae rio y respondió:
—Mi
experiencia me dice que los novios no son de gran ayuda.
Aunque
parecía estar pasándoselo bien, Hyukjae advirtió en su voz que aún estaba
dolido.
—¿Tuviste una
mala experiencia?
—Sí.
—¿Qué
ocurrió?
Colocó los
filetes en la parrilla del horno y empujó a Hyukjae para poder abrir la nevera.
Sacó una cerveza, le quitó la chapa y se la dio, invitándolo a que se sentara
junto a la isla de la cocina.
—Ya lo corto
yo. Si sigues así, te amputarás un dedo o dos.
Hyukjae
frunció el ceño mientras se sentaba y se quedó contemplando a Donghae cortar y
trocear las verduras como una auténtica profesional.
—Bueno,
entonces, ¿qué ocurrió?
Donghae
suspiró antes de decidirse a contar la historia:
—Salí cinco
años con Minjin. Pensaba que acabaríamos casándonos, pero, por desgracia, un
día salí antes del trabajo y al llegar a casa lo pillé en la cama con la
persona que yo creía que era mi mejor amigo.
«¿Ese tío
está zumbado? ¿Se acostaba con Donghae todas las noches y quería tirarse a otro?».
—Menudo
imbécil.
—No estábamos
hechos el uno para el otro. Menos mal que al menos no nos habíamos casado.
—Aún estás
dolido.
Donghae se
encogió de hombros.
—Ocurrió hace
mucho tiempo.
—¡Menudo
cabrón! —Hyukjae no pudo reprimirse más, le habían entrado ganas de pegar una
paliza al gilipollas ese.
—¿Y tú?
Le lanzó una
mirada mientras echaba los trocitos de pimiento verde en la ensaladera.
—¿Yo?
—¿Tienes pareja?
Me da apuro estar complicándote la vida, o sea, que el hecho de que yo viva
aquí te esté complicando la vida —comentó sin mirarlo mientras se ponía a cortar
los tomates.
Hyukjae se
encogió de hombros.
—Nunca he
tenido.
Donghae soltó
el cuchillo asombrado y se quedó mirándolo boquiabierta.
—¿En serio?
Hyukjae no
mencionó a la única pareja que, cuando tenía dieciséis años, le había cambiado
la vida para siempre. Llevaba años sin pronunciar su nombre ni hablarlo con
nadie.
—En serio. No
soy muy sociable. El ligón profesional es Kangin. Es el guapo de la familia —
respondió secamente antes de pegarle un trago a la cerveza.
Donghae
murmuró algo inaudible.
—¿Qué has
dicho? —preguntó Hyukjae sin entender por qué se estaba poniendo rojo como un
tomate.
—He dicho que
tú eres más guapo.
A Hyukjae se
le resbaló la cerveza de las manos, pero logró cogerla justo antes de que se le
cayera en el regazo.
—¿Has visto a
Kangin?
Donghae se
fue al comedor a llevar la ensaladera y gritó desde el pasillo:
—¡Claro!
Tienes fotos de Boah y de él por toda la casa.
Se quedó con
la boca abierta y esperó a que volviera a echarle un ojo a los filetes para
contestar con brusquedad:
—En ese caso
sabes que lo que dices no es cierto.
—Para mi
gusto sí —insistió con tozudez—. Pero que no se te suba a la cabeza.
Hyukjae
sonrió. Donghae era la única persona capaz de hacerle un cumplido y bajarle los
humos de inmediato. Aun así, no se creía que de verdad le pareciera atractivo.
—¿Qué hay de
mis cicatrices? Kangin parece una estrella de Hollywood. A los jóvenes y les
encanta.
A ellos les
encantaba Kangin… y a Kangin le encantaban. ¡Todos! Seducía a jóvenes y mujeres
de todas las edades. Lo malo es que esa adoración se esfumaba poco después de
que empezaran a salir.
—Supongo que
me gustan más los hombres altos y gruñones —le dijo como si nada mientras
sacaba los filetes del horno.
Hyukjae se
puso una manopla y esbozó una sonrisa cada vez mayor mientras le quitaba la
bandeja a Donghae y servía los filetes en sendos platos. Lo miró con los ojos
entrecerrados tratando de averiguar si le estaba tirando los tejos. No tenía ni
la menor idea. Quizá solo estaba siendo simpático. Al fin y al cabo, ni siquiera conocía a Kangin y estaba viviendo en su
casa.
En cualquier
caso, el comentario de Donghae le hizo sentirse arropado, especial. Nadie que
lo hubiera comparado con Kangin lo había considerado guapo, excepto quizá su
madre. Las parejas que se acostaban con él lo hacían por motivos económicos; se
trataba de un acuerdo mutuo que le había convenido… ¡hasta ahora!
Con Donghae
era otra historia. Su instinto le advertía de que llegar con él a un trato
similar lo mataría por dentro.
Cuando se
sentaron a la mesa del comedor, Hyukjae se acordó de que tenía que darle una
cosa.
—Tengo algo
para ti.
Casi suelta
una carcajada al ver su reacción, que frunció el ceño, negó con la cabeza y
respondió:
—Hyukjae, no
voy a aceptar nada más. Ya has hecho bastante por mí. Demasiado.
Aunque a él
no le parecía que hubiera hecho bastante, se limitó a replicar:
—Esto sí lo
aceptarás.
—Que no.
Madre mía,
¡se moría de la risa cuando se ponía tan cabezota! Echó la silla hacia atrás y
se metió la mano en el bolsillo delantero de los vaqueros. Extendió la mano
pero, como Donghae seguía negando con la cabeza con obstinación, dejó el objeto
sobre la mesa.
—Dios mío…
—susurró Donghae con una voz llena de asombro y deleite. Cogió el anillo con
dedos temblorosos y se lo puso despacio—. ¡El anillo de mi madre! Pensé que no
volvería a verlo. ¿Dónde lo has encontrado?
—En una casa
de empeños —respondió satisfecho de haber hecho que sus empleados rastrearan la
zona hasta encontrarlo—. Sabía que era la única cosa que te había entristecido
perder.
—No tiene
mucho valor, pero para mí significa mucho. Es lo único que tengo de mi madre. —
Estaba tan emocionado que se le quebró la voz.
Hyukjae no le
confesaría jamás que su compañero de piso tan solo había sacado un par de
dólares. El anillo era de muy poco valor, pero Hyukjae sabía que a Donghae le
dolía haberlo perdido.
—Me alegra
que lo hayamos encontrado.
Hyukjae ni lo
vio venir. Donghae se levantó de la silla de un brinco, posó su apetecible
trasero en su regazo y le rodeó el cuello con los brazos. Le sujetó por la
cintura para que no se cayera mientras lo cubría de besos: en la cara, en el
pelo…, en lo que se le pusiera por delante. Hyukjae sentía la emoción que
irradiaba su cuerpo, la dicha que emanaba de cada poro de su piel.
—Gracias, Hyukjae.
¡Eres el hombre más maravilloso del mundo!
¡Santo Dios!
Le encantaba que estuviera tan emocionado, le extasiaba haberle hecho tan
feliz, pero como no dejara de rozar su irresistible trasero contra su regazo,
se acabaría corriendo con los pantalones puestos. Al oler su aroma le entraban
ganas de devorarla. Hasta el último centímetro.
—Creo que me
merezco un beso de verdad. Te dije que esto sí lo aceptarías —susurró con una
voz sensual.
Donghae lo
peinó con los dedos y lo tiró del pelo obligándolo a inclinar la cabeza hasta
que sus miradas se cruzaron. El corazón de Hyukjae se quedó parado un instante
al ver la pasión y el anhelo que transmitía la refulgente mirada de Donghae.
A medida que
acercaba su boca a la de él Donghae fue cerrando los párpados despacio. Hyukjae
también cerró los ojos antes de posarle una mano en la nuca. Suspiró al
acariciar la suavidad sedosa de su cabello. Hyukjae
respondió con un deseo irrefrenable que lo arrastró hasta el límite. Donghae jugueteaba
con su lengua y le daba mordisquitos en los labios, que lo hacían desearlo aún
más, necesitarlo más. Él le empujó la cabeza para comerle la boca, quería sumergirse
y explorar cada centímetro de esa dulce caverna. Deslizó la mano de la cadera
al trasero para rozarse con cada milímetro de su cuerpo y, mientras sus lenguas
se cataban y se batían en duelo, jadeó dentro de la boca de Donghae.
Se mostraba
tan fogoso, tan eufórico que Hyukjae se olvidó del mundo por un momento y se
perdió en aquel cuerpo delicioso sin preocuparse por encontrar el camino de
regreso. «Donghae, Donghae…». El eco de su nombre le golpeaba el cráneo mientras
se empeñaba en devorarlo, en hacerlo suyo. Cegado por un deseo salvaje de
poseerlo, metía y sacaba la lengua de su boca y la deslizaba sensualmente por
la de él.
Donghae se
retiró jadeando, enterró el rostro en el cuello de Hyukjae y empezó a lamerlo y
a mordisquearlo. Hyukjae sentía su cálido aliento en el oído.
—Donghae, no
soy un santo.
¡Joder, no
podría seguir así mucho tiempo! Tenía la polla dura como una roca y todos sus
instintos le gritaban que se lanzara a por él.
—Te deseo, Hyukjae.
Desesperadamente.
Hyukjae gimió
al oír aquella voz entrecortada y sensual. Le estaba pidiendo que se lo follara
y él se moría por penetrarlo. Pero aun así…
—No lo hagas
para demostrar tu gratitud —gruñó.
Donghae se
apartó para mirarlo a los ojos con una expresión que reflejaba el ardiente
deseo que sentía.
—Jamás haría
eso por gratitud. Estoy harto de tratar de frenar la atracción que hay entre
nosotros. Quiero mi
noche. La noche que me ofreciste.
Una noche. El
corazón de Hyukjae comenzó a latir con gran estruendo.
—¿Sumisión
absoluta?
—No estoy
seguro de lo que significa…, pero sí…, sumisión absoluta. Sé que jamás me
harías daño.
Hyukjae
estuvo tentado de ponerse de rodillas ante aquella muestra de confianza. Donghae
no sabía a lo que se enfrentaba, pero lo deseaba lo suficiente como para
aceptar sus condiciones. Se acercó a la oreja de Donghae para susurrarle con
sensualidad:
—Significa
que necesito tener el control. Quiero atarte a mi cama, vendarte los ojos y
follarte hasta que nos quedemos sin aliento.
Donghae se
estremeció, pero aun así respondió con dulzura:
—Entonces,
hazlo. Llévame a la cama.
No podía
creer que Donghae estuviera entre sus brazos y que se mostrara decidido a
cumplir su deseo. Se levantó y lo llevó a su dormitorio con la esperanza de no
despertar del mejor sueño húmedo que había tenido jamás.
Donghae temblaba.
¿Acababa de decirle que lo llevara a la cama y le hiciera lo que quisiera? Sí,
se lo había dicho y la idea le hacía estremecerse. Le había dicho la verdad.
Estaba harto de intentar frenar la atracción que sentía por él; una atracción
mucho más intensa que la química. Teniendo en cuenta que nunca se había sentido
así por alguien, la lucha era en vano y el resultado, inevitable. Ardía en deseos
de sentirlo. Él y nadie más que él.
Se había
buscado la vida y tenía dos dedos de frente, así que lo normal habría sido que
hubiera sabido resistirse a la tentación, pero a Donghae nunca le había atraído
un hombre como Kim Hyukjae. Para él era un enigma, un misterio por resolver.
Brusco, abrupto, astuto…, pero también considerado, atento y, de vez en cuando,
vulnerable; cada vez que dejaba entrever esa cualidad a Donghae le entraban
ganas de abrazarlo fuerte para consolar su alma atormentada. Estaba convencido
de que a Kim Hyukjae le habían hecho daño en algún momento de su vida. ¡Y
mucho! ¿Cómo podía resistir el anhelo que sentía por él? Necesitaba pasar una
noche con él, experimentar un deseo auténtico. Sabía que, si no aprovechaba
esta oportunidad, se arrepentiría el resto de su vida. Aunque solo fuera un
presentimiento, las duras circunstancias en las que se había criado de niño le
habían enseñado a hacer caso a su intuición.
Y esta noche
su intuición no había parado de implorarle a gritos que aceptara la propuesta
de Hyukjae, de repetirle que aprovechara la oportunidad de experimentar una
pasión y un deseo muy superiores a los que había sentido hasta ese momento y
que era probable que nunca volviera a sentir.
Sus pies
rozaron la suave alfombra del dormitorio de Hyukjae. Mientras inclinaba la
cabeza para besarlo, Hyukjae tenía un gesto apremiante y los ojos rebosaban de
sed y deseo. Una necesidad acuciante le abrasó por dentro y estrechó los brazos
alrededor de su cuello. Él le saqueó la boca, enterró los dedos entre su cabello
y lo atrajo. Bajó una mano para agarrarlo del trasero y frotarlo contra su pene
erecto y duro. Donghae gimió dentro de su boca deseando que le penetrara.
Estaba lista para que lo poseyera.
Donghae
necesitaba mayor contacto, se moría por tocar su piel desnuda, así que lo cogió
de la camisa para quitársela.
—No —ladró
apartando la boca de la suya y sujetándolo de la muñeca.
—Necesito
tocarte —jadeó perplejo ante su radical cambio de actitud.
—Tienes que
desnudarte. Tenemos que hacerlo a mi manera —le susurró—. Te dije lo que quería
y lo dije en serio.
Aunque
utilizó un tono exigente Donghae detectó una pizca de vulnerabilidad. En aquel
momento deseaba que le poseyera más que nada en el mundo, así que se apartó y
se quitó la camiseta. Se desabrochó los vaqueros de diseño y se bajó la
cremallera mirándolo a los ojos, sin mostrar timidez o duda alguna. Fue
contoneando las caderas para bajarse los pantalones y, cuando los tenía por los
tobillos, los lanzó al suelo de un puntapié. Se quedó de pie sin dejar de
mirarlo a los ojos, cubierto solo con un diminuto boxer.
—¡Madre mía!
Eres el joven mas hermoso que he visto en la vida —exclamó con veneración mientras le acariciaba la mejilla.
Entonces
deslizó un dedo despacio por su rostro y siguió bajando por el cuello.
—Qué va. Es
la lencería, que es muy cara —respondió con apenas un hilillo de voz, pues Hyukjae
le estaba acariciando el pecho con las yemas de los dedos y aquel roce le hacía
estremecerse de deseo.
—No, eres tú.
Eres perfecto.
Donghae gimió
mientras sus manos le recorrían el cuerpo entero, jugaban con sus pezones
sensibles, como un hierro candente que dejara su marca allá donde tocara.
—Me encantan
esa prenda, pero te las vas a tener que quitar —comentó con voz grave, apenas
un suspiro, mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.
Se quitó el
bóxer en cuestión de segundos; así de intenso era el deseo de sentirlo dentro,
con tanto ardor suplicaban sus entrañas. Pero, mientras permanecía de pie
delante de Hyukjae, desnudo, en su interior el anhelo entró en guerra con la
aprensión.
—Hyukjae,
hace mucho tiempo que no estoy con nadie.
—¿Cuánto
tiempo? —bramó mientras lo agarraba del culo en su afán por poseerlo.
—Cinco años.
Y en aquella época ni siquiera se me daba demasiado bien. Solo he estado con Minjin
y no supe satisfacerle—respondió en voz baja, esforzándose por que las
inseguridades del pasado no la atormentaran.
—¿Eso te dijo
el muy gilipollas?
—Sí. Dijo que
por eso necesitaba estar con otro —se le quebró la voz humillado, pues creía a
pies juntillas lo que Minjin le había dicho.
Aunque para Donghae
él hubiera sido el primero y el único, sabía que en aquella relación faltaba
algo importante.
—Es un
imbécil integral, Donghae. Los deseos de cualquier hombre quedarían más que
satisfechos con un joven como tú. Eres el sueño de todo hombre. Eres justo lo
que necesito. El que tiene el problema es él, no tú —bufó cogiéndole la cabeza
con las manos para apartarle de él y poder mirarlo a los ojos.
—Quiero que
ocurra. De verdad. Te deseo. Pero estoy un poco nervioso —admitió mientras su
cuerpo palpitaba excitado—. No quiero decepcionarte.
—Escúchame
bien —gruñó mientras sus manos se cerraban formando dos puños—. Tú jamás me
decepcionarías. En la vida. Te deseo con tanto fervor que voy a perder la
cabeza. Yo me ocupo de ti. Yo tengo el control. Yo tomo las decisiones. Tú lo
único que tienes que hacer es correrte durante todo el tiempo que te plazca y
gritando tan alto como te venga en gana. El mero hecho de que estés aquí y de
que me desees ya me deleita. Si logro que te corras, estaré eufórico.
Suspiró
aliviado y su cuerpo se relajó. Hyukjae se encargaría de que todo saliera bien.
Sabía que podía confiar en él.
—Entonces haz
que me corra. Llévame a la cama.
oh pecesito calenturiento y monito perverso tal para cual si ya esta contando los capitulos y por fin
ResponderEliminarPobre Hee, en verdad que ese mal nacido lo maltrataba psicológicamente. Espero que las cosas cambien después de estar con Hyun
ResponderEliminarAghhhhhh
ResponderEliminarSeñor del cielo!!!
Estos van a quemar la casa!!!
Maldito exnovio ! Como dice eso del sexy pecesito!!
Ajhh
Hyukkie~ qué escondes!???
Qué te paso a los 16 años???!??