Mio -Capítulo 9




Hyukjae empezó a despotricar mientras se enrollaba una toalla blanca alrededor de la cintura. Después de haber estado haciendo ejercicio se había metido del tirón a la ducha que tenía en el gimnasio y se había olvidado por completo de traer ropa limpia del dormitorio. Estaba cabreado porque la maldita toalla apenas le tapaba las partes nobles.

Miró con asco el chándal sudado y maloliente. Ahora que estaba limpito, no se lo pensaba volver a poner.

Donghae aún no había llegado a casa, así que, en principio, le daría tiempo a llegar hasta su cuarto. Se peinó con los dedos el pelo mojado y abrió la puerta del baño, listo para bajar corriendo las escaleras.

Sintió un golpe de aire frío al salir del baño lleno de vapor. ¡En el gimnasio hacía un frío que pelaba! Había bajado la temperatura para hacer deporte y ahora estaba congelado.

—Hyukjae, ¿estás…?

La voz lo cogió por sorpresa y se quedó inmóvil en medio del gimnasio. El corazón empezó a latirle a gran velocidad cuando Donghae entró en la sala de máquinas con total normalidad.

Mientras Donghae le recorría con los ojos, él se estremeció esperando una mirada de repugnancia… o algo peor. Las cicatrices que tenía en el pecho y el abdomen estaban a la vista, algo que trataba de evitar por todos los medios posibles. Siempre las ocultaba.

Trató de mover los pies para dar media vuelta y volver al baño, pero, cuando sus ojos se toparon con los de Donghae, se quedó paralizado.

Se estaba acercando a él muy despacio con los ojos abiertos como platos, pero no parecía horrorizado, sino… ávido. Sacó la lengua para lamerse los labios y susurró extasiado:

—Madre mía, eres enorme. ¡Qué músculos! Sabía que estabas tremendo, pero no que a tu lado un estríper parecería un tirillas.

Al llegar a su altura Donghae tiró la mochila al suelo y Hyukjae tragó saliva:

—Tengo cicatrices.

«¡Como si no se hubiera dado cuenta!».

Lo tenía tan cerca que lo podía oler. Empezó a empalmarse a medida que inhalaba su dulce fragancia y Donghae estiró el cuello para mirarlo a los ojos con una expresión de deseo que le golpeó las entrañas como un tren de mercancías a gran velocidad.

Aunque le temblaba la voz, Donghae logró pronunciar entre jadeos:

—Por favor, Hyukjae, no me pidas que no te toque. Necesito tocarte. Si no me dejas, creo que me moriré.

Hyukjae se había imaginado todo tipo de reacciones…, menos esta. La necesidad de sentir esas manos.

¿Cómo podía mirarlo con tanto deseo?

—No me gusta que me toquen —replicó con voz grave.

—¿No te gusta o no estás acostumbrado? —preguntó con delicadeza.

¡Menudo mentiroso estaba hecho! En ese momento nada le apetecía más que sentir las manos de Donghae sobre su cuerpo. En ese preciso instante.

—No lo sé —respondió con sinceridad, aturdido por la reacción que había desatado en Donghae.

—Tienes un cuerpo muy bonito, Hyukjae —le dijo levantando las manos para tocarle el pecho.

Hyukjae se armó de valor mientras las manos de Donghae le acariciaban el pecho y se deslizaban por su piel. El contacto era tan erótico, tan sensual, que era como estar haciendo el amor, y todo su ser empezó a arder. Apretó los dientes forzando a su cuerpo a relajarse…, pero no había manera. Donghae deslizó los dedos despacio por su vientre hasta que a Hyukjae se le cortó la respiración.

—Estás tan duro.

Así era. Estaba duro. Por todas partes.

—¡Donghae!

Hyukjae empezó a jadear cuando los labios húmedos de Donghae se unieron a los intrépidos dedos y la lengua empezó a lamerle el pecho.

—Mmmm…, hueles tan bien. Y sabes aún mejor.

Cuando le mordisqueó un pezón casi se corrió allí mismo. Acto seguido, le pegó un sensual lengüetazo que le hizo estremecer el cuerpo entero, que ya estaba al borde de la combustión.

—Para —gruñó. «No, no pares».

Le agarró de la toalla y tiró de ella. El trozo de tela no opuso gran resistencia y Donghae lo lanzó al suelo.

—Me encanta cómo sabes, Hyukjae. No me hagas parar —le rogó cogiéndole el miembro empalmado—. Quiero catarte.

¿En serio?

¿Se refería a…?

—Enterito.

Pues, sí, se refería a eso.

Sus ojos se tornaron más intenso cuando le dedicaron una mirada suplicante. Dios mío, no había escapatoria. Tenía más necesidad de que aquellos suculentos labios se posaran en su polla que de respirar.

—Donghae… Yo nunca… Yo no…

Siempre había necesitado ser el dominante y atar a sus amantes. Nunca había querido meterles la polla en la boca cuando yacían indefensos debajo de su cuerpo. Y tampoco ninguno de ellos había querido que lo hiciera.

—Mejor. Así no te darás cuenta si no lo hago bien del todo.

La mirada de vulnerabilidad que Donghae le dedicó lo dejó sin respuesta y le hizo olvidar las cicatrices que cruzaban su cuerpo y que lo hacían sentir tan inseguro. Le entraron ganas de ir a buscar al ex de Donghae para darle una somanta de palos.



—Es imposible que contigo no sea extraordinario —repuso con una mezcla de rudeza y pasión desenfrenada.

Le apoyó la mano en la nuca para acercarse a su boca mientras le agarraba del culo con la otra mano para atraerle aún más hacia él.

«Mis cicatrices le dan igual. Aun así me desea. No hay alguien sobre la faz de la tierra capaz de fingir esa reacción».

Le embistió la boca una y otra vez, tratando de mostrarle de esa manera lo que había significado para él que le aceptara tal y como era. Donghae le devolvió el beso con una fogosidad que lo puso a cien. Sus lenguas se entrelazaron y Donghae emitió uno de sus dulces gemiditos dentro de su boca; un sonido que casi logra que Hyukjae pierda la cabeza.

Donghae separó la boca de la de Hyukjae y se fue agachando hasta ponerse de rodillas. A medida que descendía fue recorriendo con la lengua el pecho y el abdomen. ¡Madre de Dios! Hyukjae no tenía claro si podría aguantarlo.

Perlas de sudor se le acumularon en la frente y comenzaron a caerle por el rostro mientras la sangre le golpeaba los oídos, atacados a su vez por el ensordecedor latido de su corazón. Lo único que podía hacer era sentir.

El primer roce de su lengua fue algo sublime. Le chupó la punta, que estaba extrasensible, y lamió una gota de semen que la coronaba como si fuera un delicioso caramelo.

—Donghae...

Le soltó el pelo y enterró las manos en la suave melena, que se desparramó formando suaves ondas sobre sus manos. Respiró hondo cuando Donghae introdujo la polla en la boca, en la cavidad cálida y húmeda a la que daban paso sus labios. Se la metió hasta el fondo de la garganta, tratando de llegar lo más lejos posible de aquel mástil erecto.

Hyukjae jamás había experimentado una sensación tan exquisita como la que le producía aquella talentosa lengua, que se deslizaba por su miembro y lo lamía con un placer tan erótico que tenía la impresión de que en cualquier momento le iba a estallar la tapa de los sesos. Donghae siguió chupando, lamiendo, probando y enroscando la lengua hasta que Hyukjae sintió que se iba a volver loco.

—¡Madre mía!

Las palabras se le escaparon de la boca con una voz atormentada que no reconoció como suya. Bajó la mirada para ver cómo le devoraba la polla con un placer más que evidente. Donghae abrió los ojos y, cuando sus ardientes miradas se cruzaron, se quedaron enganchadas.

Hyukjae sintió que se le tensaban los huevos y que la presión aumentaba en la base de su mástil. Estaba a punto de correrse… e iba a hacerlo pero bien. Echó la cabeza hacia atrás y perdieron el contacto visual, pero él le guio con las manos para que mantuviera un ritmo acelerado.

Donghae lo agarró del culo y rozando la zona más sensible de su piel. Hyukjae apenas era capaz de hablar, pero hizo el esfuerzo de mascullar un «Sí… Me voy a correr», porque sabía que tenía que avisar a Donghae de que estaba a punto de explotar como una bomba nuclear.

Él no se apartó, sino que siguió gimiendo sobre su miembro, lo que produjo unas vibraciones que arrastraron a Hyukjae al límite. Le clavó las uñas en el culo para atraerlo aún más y prácticamente se la metió entera en la boca. Entonces Hyukjae se dejó ir con un alarido atormentado al que se unieron sus músculos, que se tensaron y destensaron ante aquel intenso orgasmo.

Hyukjae empezó a jadear mientras Donghae continuaba dándole lengüetazos y lamiendo con una languidez sensual hasta la última gota. Quería besarlo, lo necesitaba, pero estaba jadeando tanto que no lograba recuperar el aliento, así que se limitó a levantarlo del suelo y rodear su dulce cuerpo con los brazos mientras Donghae se acurrucaba en su cuello.

Hyukjae tragó saliva tratando de meter aire en los pulmones, que le ardían, mientras Donghae adhería su dulce cuerpo al de él.

—¿Ha estado bien? —le preguntó con timidez escondiendo la boca en su cuello. Hyukjae se echó a reír y respondió sin resuello:

—Cariño, si llega a ser mejor, me habrías matado.

Dios mío, qué joven tan especial, tal dulce, tan sexy, tan… suyo. «Mío».

Le invadió un intenso deseo de poseerlo y lo abrazó con más fuerza.

—En realidad había subido a preguntarte qué querías de cena —le comentó con un tono tan pragmático que Hyukjae dedujo que sus miedos a no hacerlo bien se habían desvanecido—. Pero al verte desnudo se me pasó el hambre. A lo único que me apetecía pegarle un mordisquito era a este cuerpo tan espectacular.

Recorrió su piel con las manos y a Hyukjae se le encogió el corazón al darse cuenta de que el anhelo que sentía Donghae era auténtico. Deseaba su cuerpo aunque estuviera lleno de cicatrices.

—No estaba desnudo hasta que me quitaste la toalla —puntualizó para refrescarle la memoria.

—¿Y cómo esperabas que me resistiera? Eres una tentación andante. —bufó Donghae riéndose por dentro.

Hyukjae se rio entre dientes rozándose con su pelo. No pudo reprimirse. Donghae era excepcional. Y era suyo.

—¿Y si el que te pega un mordisquito ahora soy yo?—bromeó Hyukjae, que estaba de sobra preparado para empuñar las armas y lanzarse al ataque.

Donghae se apartó de él para recoger la toalla del suelo y le golpeó en el abdomen mientras respondía:

—De eso nada, caballero. Estoy muerto de hambre. Aleja eso de mí. Es peligroso.

Le tiró la toalla a la altura del pecho y se echó a reír. Hyukjae cogió la toalla en el aire y se la ató a la cintura para taparse la polla, que ya se estaba poniendo dura para Donghae.

Le resultaba extraño sentirse tan cómodo estando en bolas delante de él y seguía sin comprender que a Donghae pudiera gustarle tanto su cuerpo desnudo, pero no pensaba darle más vueltas a algo que le hacía más feliz que… Vamos, más feliz que nunca.

—Venga, precioso. Solo un mordisquito —insistió acercándose peligrosamente a él.

—Que no. Ni de coña. Esconde eso. Necesito comer. —Soltó una carcajada corriendo hacia la puerta.

Él empezó a rugir y lo persiguió por las escaleras hasta llegar a la cocina mientras la risa de Donghae retumbaba en todas las esquinas de su casa vacía.

Y llenaba hasta el último centímetro de su corazón vacío.


Al día siguiente Donghae estaba en su dormitorio contemplando su aspecto en un espejo de cuerpo entero.

Hyukjae no tenía ninguna gana de ir a la celebración; de hecho, odiaba las fiestas de cumpleaños que le organizaba su hermano todos los años.

«¿Quién odia celebrar su cumpleaños?».

Donghae frunció el ceño mientras se giraba a un lado y a otro tratando de decidir si iba demasiado elegante o si se quedaba corto. Cuando Hyukjae sacó los pantalones y aquella camisa del armario, a Donghae casi le da un patatús al ver la etiqueta del precio, que aún estaba puesta. ¿Quién se compra ropa que cuesta como una compra semestral en el súper? Al ver aquella cantidad desorbitada le habían entrado ganas de guardarlo de nuevo en el armario, pero no lo había hecho porque no tenía nada que ponerse para una ocasión así.

Volvió a dirigir la mirada al espejo y se fijó en lo grandes que parecían sus ojos con maquillaje. Casi nunca se maquillaba. Hacía tantos años que no iba a una fiesta que ni recordaba cuándo había sido la última vez. Seguramente, cuando sus padres aún estaban vivos. Después del accidente su vida se había limitado a trabajar y a sobrevivir.

Echó los hombros hacia atrás para ponerse recto y se dijo a sí mismo que no se sentiría intimidado. Hyukjae le había pedido que fuera porque quería que él estuviera allí y no pensaba defraudarle. Lo más fácil sería comportarse como una gallina y decirle a Hyukjae que no podía ir porque no se encontraba bien, pero no podía hacerle algo así. Hyukjae se había portado muy bien con él; de hecho, le había salvado la vida. Literalmente.

Dirigió una última mirada al espejo y salió hacia la cocina. Se puso una mano sobre el vientre tratando de apaciguar las mariposas que parecían haberle invadido el estómago.

«Relájate, Donghae. Tan solo es una fiesta de cumpleaños. No es nada del otro mundo».

Se detuvo a la entrada de la cocina al ver a Hyukjae, que ya estaba listo para salir, aunque no parecía muy entusiasmado. Se hallaba de pie delante de un armario y llevaba unos pantalones de vestir marrones y un precioso jersey de punto color crema. Iba muy bien peinado y llevaba una barbita de dos días. Estaba para comérselo.

«Eso ya lo has hecho. Ayer, precisamente».

Donghae se sonrojó y le entraron los calores del infierno al recordar lo que había ocurrido el día anterior. Nunca se comportaba así. ¡Había sido tan descarado! Pero es que ver a Hyukjae en todo su esplendor y que se mostrara inseguro, como si se sintiera atrapado, había sido demasiado para él. El instinto de protección y la osadía que le había suscitado el verlo así lo habían sorprendido hasta a él.

En realidad era bastante mojigato, el tipo de persona que jamás le entraría a un tío como Hyukjae. Sin embargo, verlo tan inseguro lo había empujado a insinuarle lo buenísimo que estaba, a proponerse como objetivo demostrarle lo tentador que era en realidad. Porque lo era. Claro que tenía cicatrices en el pecho y en el vientre —algunas pequeñas, otras no tanto, todas de un color blanco que contrastaba con su piel oscura—, pero, madre de Dios, marcharse sin tocar aquel cuerpo fornido y terso habría sido superior a sus fuerzas. Las cicatrices no le restaban atractivo sexual. Hyukjae era simplemente… soberbio.

—¡Ah, estupendo! Ya estás aquí. Iba a…

Al levantar la mirada y verlo entrar en la cocina Hyukjae se detuvo a mitad de frase.

—Estoy listo —le informó tratando de parecer segura de sí mismo. —Eh…, ¿estoy bien?

—Estás deslumbrante —repuso con voz queda cuando sus ojos alcanzaron por fin el rostro de Donghae. —No sé si quiero que otros hombres te vean así. —Hyukjae dio un paso al frente y se detuvo a pocos centímetros de él. —. Eres una tentación muy difícil de resistir.

Donghae, que sin darse cuenta había estado aguantando la respiración, exhaló un suspiro de alivio al saber que Hyukjae daba el visto bueno a su atuendo.

—Eres el único hombre que piensa eso, Hyukjae. Deberías ir al oculista.

—Eres tan guapo que mirarte me hace daño —susurró rozándole la sien con los labios—. Me he empalmado en cuanto has entrado por la puerta.

Le cogió la mano para que palpara su excitación. Estaba tan duro que a Donghae se le hizo un nudo en el estómago.

«Madre mía, qué bien huele este hombre».

Donghae le besó la barbita de dos días e inhaló su embriagador aroma. Estiró los dedos sobre su paquete, incapaz de reprimir las ganas de palpar su miembro abultado.

—Donghae, me vuelves loco —susurró Hyukjae mientras atrapaba su mano aventurera y se la llevaba a los labios para darle un beso cálido y lento en la palma—. Si empezamos así, no llegaremos a la fiesta. Aunque a mí me da igual… —rezongó.

—Es tu fiesta —respondió divertida ante su actitud—. No puedes faltar.

—Bésame y te demostraré lo que puedo y lo que no puedo hacer —respondió provocándolo mientras le rodeaba la cintura con un brazo.

Donghae sentía su cálido aroma sobre la mejilla. Su boca estaba tan cerca, tan sumamente cerca que resistirse a esa tentación le pareció una tortura.

—Tu madre no me lo perdonaría jamás. Vamos, cumpleañero.

Hyukjae empezó a hacer pucheros como un niño al que le quitan su juguete favorito, si bien las palabras que salieron de su boca no tenían nada de infantil.

—Tienes que ponerte una chaqueta —le advirtió con un tono protector y exigente.

—Tengo una. Voy a por ella. De todos modos, seguro que en casa de Kangin hace calor — comentó en voz baja.



Kim Kangin vivía en una lujosa mansión en una zona tan rica que Donghae, a pesar de haber crecido en la ciudad, nunca había pisado. Cuando Kyuhyun detuvo el coche en la glorieta que daba acceso a la entrada principal de la residencia palaciega, Donghae estaba tan atónito que le costaba cerrar la boca.

—Es… espectacular —le susurró a Hyukjae.

—¿Ahora entiendes por qué no he traído el coche? —preguntó con desgana observando la gran cantidad de ostentosos vehículos que estaban aparcados en fila.

—Atrae a las masas, señor Kim —le susurró Donghae al oído mientras recorría con los ojos su rostro—. Feliz cumpleaños. Tengo un regalo para ti, pero te lo daré luego.

Se le iluminó la cara con una sonrisa traviesa y picarona mientras le dedicaba una mirada fogosa.

—Pensé que ya me lo habías dado anoche.

—¡Hyukjae!

—Vale, vale… Pero, si quieres volver a hacerlo, yo no opondré resistencia. De hecho, podemos volver a casa ahora y…

—Entra ahora mismo, cumpleañero.

Donghae se echó a reír mientras él le cogía de la cintura y lo guiaba hacia la puerta con una tímida sonrisa de satisfacción en los labios.

—Mañana por la noche saldremos los dos solos —masculló agarrándolo con más fuerza mientras lo guiaba hacia la puerta principal.

—¿Mañana? —preguntó confuso.

—Por tu cumpleaños. Te invito a cenar. Los dos solos.

Tras subir la escalinata de mármol Donghae se detuvo ante la gran puerta de doble hoja y se giró para mirarlo a los ojos.

—No me vas a invitar a cenar. Ya has hecho bastante. No hace falta.

—Hace muchísima falta —respondió Hyukjae con rotundidad—. Quiero hacerlo. Es tu cumpleaños.

La puerta se abrió de par en par antes de que Donghae pudiera responder.

—¿Qué pasa, hermanito? Me alegra que hayas decidido venir a tu fiesta.

Donghae reconoció de inmediato a Kim Kangin. Hyukjae tenía razón: tenía la belleza típica de una estrella de cine. Iba vestido con un estilo parecido al de Hyukjae. Parecía un dios mitológico: rubio, enorme…, pero a Donghae no le parecía ni la mitad de atractivo que Hyukjae.

Kangin dio un paso hacia atrás y les indicó con la mano que pasaran. Donghae notó cómo le pasaba revista, cómo lo analizaba para tratar de encasillarlo. Mientras cruzaba el vestíbulo de mármol se preguntó qué le habría contado Hyukjae de él.

—Donghae, este es mi hermano Kangin.

—Vaya, hermanito, ahora entiendo por qué últimamente no te he visto el pelo —bromeó Kangin en voz baja.

Donghae estiró el brazo con educación.

—Es un placer conocerte, Kangin. Tu madre me ha hablado mucho de ti.

—Lo mismo digo. —Una mano enorme agarró la de Donghae engulléndola por completo. El apretón de manos duró un poco más de lo normal—. Mi madre también me ha hablado mucho de ti. Todo cosas buenas, claro —respondió Kangin con una sonrisa de oreja a oreja y un tono convincente.

«Se le da bien. Ahora entiendo por qué Boah dice que cautiva a todo el mundo. Es una pena que su sonrisa no alcance el brillo de sus ojos».

Donghae tiró del brazo para zafarse de su mano y lo dejó caer a un costado.

—Coman, beban, diviértanse… —sugirió Kangin con efusividad mientras daba unas palmaditas en la espalda a Hyukjae—. Feliz cumpleaños, hermanito.

—Gracias por la fiesta —refunfuñó Hyukjae fulminándolo con una mirada en plan «Te la devolveré».

Tras lanzarle esa mirada que solo puedes dedicar a un hermano Hyukjae empujó a Donghae hacia la muchedumbre que comía en el salón.

—Me quieres y lo sabes. —El tono de Kangin era burlón y arrogante al mismo tiempo.

—Hoy no —renegó Hyukjae.

Kangin soltó una carcajada traviesa antes de dirigirse a un grupo de invitados que le hacían gestos para que se acercara.

—Menudo cabrón —murmuró Hyukjae irritado.

Donghae puso los ojos en blanco mientras se reía por dentro.

—Es tu hermano, Hyukjae.

—Hoy no —repitió acariciándole la espalda, mientras lo empujaba hacia las mesas repletas de exquisitos canapés y bebidas.




3 comentarios:

  1. Ajshgahajsjshgaag
    Genial!
    Jodidamente genial!!!
    Que mamada la que le pego Hae al monito sexoso~
    Jajajajajajajjaja
    Le hizo puff~ el cerebro!
    Jajajajajajajajaba
    De qué serán las cicatrices!???

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  2. que bien al menos espero ya no se esconda del lindo pecesito cuando desnudo y kagin ya aparecio tututut

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  3. Secuelas de su casi muerte
    Deben ser muuuuchas si le es necesario tener a sus parejas vendadas y amarradas oara que no pudieran verlo y tocarlo...o no sintieran curiosidad y matarlo con preguntas respecto a las cicatrices
    Las cuales al parecer a Hae le parecen atractivas o lo único que le importa es Hyuk.
    Esas cicatrices deben darle un toque a Hyuk...ya que Hae no pudo resiatirse.
    Y bueno...quien puede culparlo *0*
    Kangin tan victorioso

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...