Hyukjae
empezó a despotricar mientras se enrollaba una toalla blanca alrededor de la
cintura. Después de haber estado haciendo ejercicio se había metido del tirón a
la ducha que tenía en el gimnasio y se había olvidado por completo de traer
ropa limpia del dormitorio. Estaba cabreado porque la maldita toalla apenas le
tapaba las partes nobles.
Miró con asco
el chándal sudado y maloliente. Ahora que estaba limpito, no se lo pensaba
volver a poner.
Donghae aún
no había llegado a casa, así que, en principio, le daría tiempo a llegar hasta
su cuarto. Se peinó con los dedos el pelo mojado y abrió la puerta del baño,
listo para bajar corriendo las escaleras.
Sintió un
golpe de aire frío al salir del baño lleno de vapor. ¡En el gimnasio hacía un
frío que pelaba! Había bajado la temperatura para hacer deporte y ahora estaba
congelado.
—Hyukjae,
¿estás…?
La voz lo
cogió por sorpresa y se quedó inmóvil en medio del gimnasio. El corazón empezó
a latirle a gran velocidad cuando Donghae entró en la sala de máquinas con
total normalidad.
Mientras Donghae
le recorría con los ojos, él se estremeció esperando una mirada de repugnancia…
o algo peor. Las cicatrices que tenía en el pecho y el abdomen estaban a la
vista, algo que trataba de evitar por todos los medios posibles. Siempre las
ocultaba.
Trató de
mover los pies para dar media vuelta y volver al baño, pero, cuando sus ojos se
toparon con los de Donghae, se quedó paralizado.
Se estaba
acercando a él muy despacio con los ojos abiertos como platos, pero no parecía
horrorizado, sino… ávido. Sacó la lengua para lamerse los labios y susurró
extasiado:
—Madre mía,
eres enorme. ¡Qué músculos! Sabía que estabas tremendo, pero no que a tu lado
un estríper parecería un tirillas.
Al llegar a
su altura Donghae tiró la mochila al suelo y Hyukjae tragó saliva:
—Tengo
cicatrices.
«¡Como si no
se hubiera dado cuenta!».
Lo tenía tan
cerca que lo podía oler. Empezó a empalmarse a medida que inhalaba su dulce
fragancia y Donghae estiró el cuello para mirarlo a los ojos con una expresión
de deseo que le golpeó las entrañas como un tren de mercancías a gran
velocidad.
Aunque le
temblaba la voz, Donghae logró pronunciar entre jadeos:
—Por favor, Hyukjae,
no me pidas que no te toque. Necesito tocarte. Si no me dejas, creo que me
moriré.
Hyukjae se
había imaginado todo tipo de reacciones…, menos esta. La necesidad de sentir
esas manos.
¿Cómo podía
mirarlo con tanto deseo?
—No me gusta
que me toquen —replicó con voz grave.
—¿No te gusta
o no estás acostumbrado? —preguntó con delicadeza.
¡Menudo
mentiroso estaba hecho! En ese momento nada le apetecía más que sentir las
manos de Donghae sobre su cuerpo. En ese preciso instante.
—No lo sé
—respondió con sinceridad, aturdido por la reacción que había desatado en Donghae.
—Tienes un
cuerpo muy bonito, Hyukjae —le dijo levantando las manos para tocarle el pecho.
Hyukjae se
armó de valor mientras las manos de Donghae le acariciaban el pecho y se
deslizaban por su piel. El contacto era tan erótico, tan sensual, que era como
estar haciendo el amor, y todo su ser empezó a arder. Apretó los dientes
forzando a su cuerpo a relajarse…, pero no había manera. Donghae deslizó los
dedos despacio por su vientre hasta que a Hyukjae se le cortó la respiración.
—Estás tan
duro.
Así era.
Estaba duro. Por todas partes.
—¡Donghae!
Hyukjae
empezó a jadear cuando los labios húmedos de Donghae se unieron a los
intrépidos dedos y la lengua empezó a lamerle el pecho.
—Mmmm…,
hueles tan bien. Y sabes aún mejor.
Cuando le
mordisqueó un pezón casi se corrió allí mismo. Acto seguido, le pegó un sensual
lengüetazo que le hizo estremecer el cuerpo entero, que ya estaba al borde de
la combustión.
—Para —gruñó.
«No, no pares».
Le agarró de
la toalla y tiró de ella. El trozo de tela no opuso gran resistencia y Donghae
lo lanzó al suelo.
—Me encanta
cómo sabes, Hyukjae. No me hagas parar —le rogó cogiéndole el miembro
empalmado—. Quiero catarte.
¿En serio?
¿Se refería
a…?
—Enterito.
Pues, sí, se
refería a eso.
Sus ojos se
tornaron más intenso cuando le dedicaron una mirada suplicante. Dios mío, no
había escapatoria. Tenía más necesidad de que aquellos suculentos labios se
posaran en su polla que de respirar.
—Donghae… Yo
nunca… Yo no…
Siempre había
necesitado ser el dominante y atar a sus amantes. Nunca había querido meterles
la polla en la boca cuando yacían indefensos debajo de su cuerpo. Y tampoco
ninguno de ellos había querido que lo hiciera.
—Mejor. Así
no te darás cuenta si no lo hago bien del todo.
La mirada de
vulnerabilidad que Donghae le dedicó lo dejó sin respuesta y le hizo olvidar
las cicatrices que cruzaban su cuerpo y que lo hacían sentir tan inseguro. Le
entraron ganas de ir a buscar al ex de Donghae para darle una somanta de palos.
—Es imposible
que contigo no sea extraordinario —repuso con una mezcla de rudeza y pasión
desenfrenada.
Le apoyó la
mano en la nuca para acercarse a su boca mientras le agarraba del culo con la
otra mano para atraerle aún más hacia él.
«Mis
cicatrices le dan igual. Aun así me desea. No hay alguien sobre la faz de la
tierra capaz de fingir esa reacción».
Le embistió
la boca una y otra vez, tratando de mostrarle de esa manera lo que había
significado para él que le aceptara tal y como era. Donghae le devolvió el beso
con una fogosidad que lo puso a cien. Sus lenguas se entrelazaron y Donghae
emitió uno de sus dulces gemiditos dentro de su boca; un sonido que casi logra
que Hyukjae pierda la cabeza.
Donghae
separó la boca de la de Hyukjae y se fue agachando hasta ponerse de rodillas. A
medida que descendía fue recorriendo con la lengua el pecho y el abdomen.
¡Madre de Dios! Hyukjae no tenía claro si podría aguantarlo.
Perlas de
sudor se le acumularon en la frente y comenzaron a caerle por el rostro
mientras la sangre le golpeaba los oídos, atacados a su vez por el ensordecedor
latido de su corazón. Lo único que podía hacer era sentir.
El primer
roce de su lengua fue algo sublime. Le chupó la punta, que estaba
extrasensible, y lamió una gota de semen que la coronaba como si fuera un
delicioso caramelo.
—Donghae...
Le soltó el
pelo y enterró las manos en la suave melena, que se desparramó formando suaves
ondas sobre sus manos. Respiró hondo cuando Donghae introdujo la polla en la
boca, en la cavidad cálida y húmeda a la que daban paso sus labios. Se la metió
hasta el fondo de la garganta, tratando de llegar lo más lejos posible de aquel
mástil erecto.
Hyukjae jamás
había experimentado una sensación tan exquisita como la que le producía aquella
talentosa lengua, que se deslizaba por su miembro y lo lamía con un placer tan
erótico que tenía la impresión de que en cualquier momento le iba a estallar la
tapa de los sesos. Donghae siguió chupando, lamiendo, probando y enroscando la
lengua hasta que Hyukjae sintió que se iba a volver loco.
—¡Madre mía!
Las palabras
se le escaparon de la boca con una voz atormentada que no reconoció como suya.
Bajó la mirada para ver cómo le devoraba la polla con un placer más que
evidente. Donghae abrió los ojos y, cuando sus ardientes miradas se cruzaron,
se quedaron enganchadas.
Hyukjae
sintió que se le tensaban los huevos y que la presión aumentaba en la base de
su mástil. Estaba a punto de correrse… e iba a hacerlo pero bien. Echó la
cabeza hacia atrás y perdieron el contacto visual, pero él le guio con las
manos para que mantuviera un ritmo acelerado.
Donghae lo
agarró del culo y rozando la zona más sensible de su piel. Hyukjae apenas era
capaz de hablar, pero hizo el esfuerzo de mascullar un «Sí… Me voy a correr»,
porque sabía que tenía que avisar a Donghae de que estaba a punto de explotar
como una bomba nuclear.
Él no se
apartó, sino que siguió gimiendo sobre su miembro, lo que produjo unas
vibraciones que arrastraron a Hyukjae al límite. Le clavó las uñas en el culo para
atraerlo aún más y prácticamente se la metió entera en la boca. Entonces Hyukjae
se dejó ir con un alarido atormentado al que se unieron sus músculos, que se
tensaron y destensaron ante aquel intenso orgasmo.
Hyukjae
empezó a jadear mientras Donghae continuaba dándole lengüetazos y lamiendo con
una languidez sensual hasta la última gota. Quería besarlo, lo necesitaba, pero
estaba jadeando tanto que no lograba recuperar el aliento, así que se limitó a
levantarlo del suelo y rodear su dulce cuerpo con los brazos mientras Donghae
se acurrucaba en su cuello.
Hyukjae tragó
saliva tratando de meter aire en los pulmones, que le ardían, mientras Donghae
adhería su dulce cuerpo al de él.
—¿Ha estado
bien? —le preguntó con timidez escondiendo la boca en su cuello. Hyukjae se
echó a reír y respondió sin resuello:
—Cariño, si
llega a ser mejor, me habrías matado.
Dios mío, qué
joven tan especial, tal dulce, tan sexy, tan… suyo. «Mío».
Le invadió un
intenso deseo de poseerlo y lo abrazó con más fuerza.
—En realidad
había subido a preguntarte qué querías de cena —le comentó con un tono tan
pragmático que Hyukjae dedujo que sus miedos a no hacerlo bien se habían
desvanecido—. Pero al verte desnudo se me pasó el hambre. A lo único que me
apetecía pegarle un mordisquito era a este cuerpo tan espectacular.
Recorrió su
piel con las manos y a Hyukjae se le encogió el corazón al darse cuenta de que
el anhelo que sentía Donghae era auténtico. Deseaba su cuerpo aunque estuviera
lleno de cicatrices.
—No estaba
desnudo hasta que me quitaste la toalla —puntualizó para refrescarle la
memoria.
—¿Y cómo
esperabas que me resistiera? Eres una tentación andante. —bufó Donghae riéndose
por dentro.
Hyukjae se
rio entre dientes rozándose con su pelo. No pudo reprimirse. Donghae era
excepcional. Y era suyo.
—¿Y si el que
te pega un mordisquito ahora soy yo?—bromeó Hyukjae, que estaba de sobra
preparado para empuñar las armas y lanzarse al ataque.
Donghae se
apartó de él para recoger la toalla del suelo y le golpeó en el abdomen
mientras respondía:
—De eso nada,
caballero. Estoy muerto de hambre. Aleja eso de mí. Es peligroso.
Le tiró la
toalla a la altura del pecho y se echó a reír. Hyukjae cogió la toalla en el
aire y se la ató a la cintura para taparse la polla, que ya se estaba poniendo
dura para Donghae.
Le resultaba
extraño sentirse tan cómodo estando en bolas delante de él y seguía sin
comprender que a Donghae pudiera gustarle tanto su cuerpo desnudo, pero no
pensaba darle más vueltas a algo que le hacía más feliz que… Vamos, más feliz
que nunca.
—Venga,
precioso. Solo un mordisquito —insistió acercándose peligrosamente a él.
—Que no. Ni
de coña. Esconde eso. Necesito comer. —Soltó una carcajada corriendo hacia la puerta.
Él empezó a
rugir y lo persiguió por las escaleras hasta llegar a la cocina mientras la
risa de Donghae retumbaba en todas las esquinas de su casa vacía.
Y llenaba
hasta el último centímetro de su corazón vacío.
Al día
siguiente Donghae estaba en su dormitorio contemplando su aspecto en un espejo
de cuerpo entero.
Hyukjae no
tenía ninguna gana de ir a la celebración; de hecho, odiaba las fiestas de
cumpleaños que le organizaba su hermano todos los años.
«¿Quién odia
celebrar su cumpleaños?».
Donghae
frunció el ceño mientras se giraba a un lado y a otro tratando de decidir si
iba demasiado elegante o si se quedaba corto. Cuando Hyukjae sacó los
pantalones y aquella camisa del armario, a Donghae casi le da un patatús al ver
la etiqueta del precio, que aún estaba puesta. ¿Quién se compra ropa que cuesta
como una compra semestral en el súper? Al ver aquella cantidad desorbitada le
habían entrado ganas de guardarlo de nuevo en el armario, pero no lo había
hecho porque no tenía nada que ponerse para una ocasión así.
Volvió a
dirigir la mirada al espejo y se fijó en lo grandes que parecían sus ojos con
maquillaje. Casi nunca se maquillaba. Hacía tantos años que no iba a una fiesta
que ni recordaba cuándo había sido la última vez. Seguramente, cuando sus
padres aún estaban vivos. Después del accidente su vida se había limitado a
trabajar y a sobrevivir.
Echó los
hombros hacia atrás para ponerse recto y se dijo a sí mismo que no se sentiría
intimidado. Hyukjae le había pedido que fuera porque quería que él estuviera
allí y no pensaba defraudarle. Lo más fácil sería comportarse como una gallina
y decirle a Hyukjae que no podía ir porque no se encontraba bien, pero no podía
hacerle algo así. Hyukjae se había portado muy bien con él; de hecho, le había
salvado la vida. Literalmente.
Dirigió una
última mirada al espejo y salió hacia la cocina. Se puso una mano sobre el
vientre tratando de apaciguar las mariposas que parecían haberle invadido el
estómago.
«Relájate, Donghae.
Tan solo es una fiesta de cumpleaños. No es nada del otro mundo».
Se detuvo a
la entrada de la cocina al ver a Hyukjae, que ya estaba listo para salir,
aunque no parecía muy entusiasmado. Se hallaba de pie delante de un armario y
llevaba unos pantalones de vestir marrones y un precioso jersey de punto color
crema. Iba muy bien peinado y llevaba una barbita de dos días. Estaba para
comérselo.
«Eso ya lo
has hecho. Ayer, precisamente».
Donghae se
sonrojó y le entraron los calores del infierno al recordar lo que había
ocurrido el día anterior. Nunca se comportaba así. ¡Había sido tan descarado!
Pero es que ver a Hyukjae en todo su esplendor y que se mostrara inseguro, como
si se sintiera atrapado, había sido demasiado para él. El instinto de
protección y la osadía que le había suscitado el verlo así lo habían
sorprendido hasta a él.
En realidad
era bastante mojigato, el tipo de persona que jamás le entraría a un tío como Hyukjae.
Sin embargo, verlo tan inseguro lo había empujado a insinuarle lo buenísimo que
estaba, a proponerse como objetivo demostrarle lo tentador que era en realidad.
Porque lo era. Claro que tenía cicatrices en el pecho y en el vientre —algunas
pequeñas, otras no tanto, todas de un color blanco que contrastaba con su piel
oscura—, pero, madre de Dios, marcharse sin tocar aquel cuerpo fornido y terso
habría sido superior a sus fuerzas. Las cicatrices no le restaban atractivo
sexual. Hyukjae era simplemente… soberbio.
—¡Ah,
estupendo! Ya estás aquí. Iba a…
Al levantar
la mirada y verlo entrar en la cocina Hyukjae se detuvo a mitad de frase.
—Estoy listo
—le informó tratando de parecer segura de sí mismo. —Eh…, ¿estoy bien?
—Estás
deslumbrante —repuso con voz queda cuando sus ojos alcanzaron por fin el rostro
de Donghae. —No sé si quiero que otros hombres te vean así. —Hyukjae dio un
paso al frente y se detuvo a pocos centímetros de él. —. Eres una tentación muy
difícil de resistir.
Donghae, que
sin darse cuenta había estado aguantando la respiración, exhaló un suspiro de
alivio al saber que Hyukjae daba el visto bueno a su atuendo.
—Eres el
único hombre que piensa eso, Hyukjae. Deberías ir al oculista.
—Eres tan
guapo que mirarte me hace daño —susurró rozándole la sien con los labios—. Me
he empalmado en cuanto has entrado por la puerta.
Le cogió la
mano para que palpara su excitación. Estaba tan duro que a Donghae se le hizo
un nudo en el estómago.
«Madre mía,
qué bien huele este hombre».
Donghae le
besó la barbita de dos días e inhaló su embriagador aroma. Estiró los dedos
sobre su paquete, incapaz de reprimir las ganas de palpar su miembro abultado.
—Donghae, me
vuelves loco —susurró Hyukjae mientras atrapaba su mano aventurera y se la
llevaba a los labios para darle un beso cálido y lento en la palma—. Si
empezamos así, no llegaremos a la fiesta. Aunque a mí me da igual… —rezongó.
—Es tu fiesta
—respondió divertida ante su actitud—. No puedes faltar.
—Bésame y te
demostraré lo que puedo y lo que no puedo hacer —respondió provocándolo
mientras le rodeaba la cintura con un brazo.
Donghae
sentía su cálido aroma sobre la mejilla. Su boca estaba tan cerca, tan
sumamente cerca que resistirse a esa tentación le pareció una tortura.
—Tu madre no
me lo perdonaría jamás. Vamos, cumpleañero.
Hyukjae
empezó a hacer pucheros como un niño al que le quitan su juguete favorito, si
bien las palabras que salieron de su boca no tenían nada de infantil.
—Tienes que
ponerte una chaqueta —le advirtió con un tono protector y exigente.
—Tengo una.
Voy a por ella. De todos modos, seguro que en casa de Kangin hace calor —
comentó en voz baja.
Kim Kangin
vivía en una lujosa mansión en una zona tan rica que Donghae, a pesar de haber
crecido en la ciudad, nunca había pisado. Cuando Kyuhyun detuvo el coche en la
glorieta que daba acceso a la entrada principal de la residencia palaciega, Donghae
estaba tan atónito que le costaba cerrar la boca.
—Es…
espectacular —le susurró a Hyukjae.
—¿Ahora
entiendes por qué no he traído el coche? —preguntó con desgana observando la
gran cantidad de ostentosos vehículos que estaban aparcados en fila.
—Atrae a las
masas, señor Kim —le susurró Donghae al oído mientras recorría con los ojos su
rostro—. Feliz cumpleaños. Tengo un regalo para ti, pero te lo daré luego.
Se le iluminó
la cara con una sonrisa traviesa y picarona mientras le dedicaba una mirada
fogosa.
—Pensé que ya
me lo habías dado anoche.
—¡Hyukjae!
—Vale, vale…
Pero, si quieres volver a hacerlo, yo no opondré resistencia. De hecho, podemos
volver a casa ahora y…
—Entra ahora
mismo, cumpleañero.
Donghae se
echó a reír mientras él le cogía de la cintura y lo guiaba hacia la puerta con
una tímida sonrisa de satisfacción en los labios.
—Mañana por
la noche saldremos los dos solos —masculló agarrándolo con más fuerza mientras
lo guiaba hacia la puerta principal.
—¿Mañana?
—preguntó confuso.
—Por tu
cumpleaños. Te invito a cenar. Los dos solos.
Tras subir la
escalinata de mármol Donghae se detuvo ante la gran puerta de doble hoja y se
giró para mirarlo a los ojos.
—No me vas a
invitar a cenar. Ya has hecho bastante. No hace falta.
—Hace
muchísima falta —respondió Hyukjae con rotundidad—. Quiero hacerlo. Es tu
cumpleaños.
La puerta se
abrió de par en par antes de que Donghae pudiera responder.
—¿Qué pasa,
hermanito? Me alegra que hayas decidido venir a tu fiesta.
Donghae
reconoció de inmediato a Kim Kangin. Hyukjae tenía razón: tenía la belleza
típica de una estrella de cine. Iba vestido con un estilo parecido al de Hyukjae.
Parecía un dios mitológico: rubio, enorme…, pero a Donghae no le parecía ni la
mitad de atractivo que Hyukjae.
Kangin dio un
paso hacia atrás y les indicó con la mano que pasaran. Donghae notó cómo le
pasaba revista, cómo lo analizaba para tratar de encasillarlo. Mientras cruzaba
el vestíbulo de mármol se preguntó qué le habría contado Hyukjae de él.
—Donghae,
este es mi hermano Kangin.
—Vaya,
hermanito, ahora entiendo por qué últimamente no te he visto el pelo —bromeó Kangin
en voz baja.
Donghae
estiró el brazo con educación.
—Es un placer
conocerte, Kangin. Tu madre me ha hablado mucho de ti.
—Lo mismo
digo. —Una mano enorme agarró la de Donghae engulléndola por completo. El
apretón de manos duró un poco más de lo normal—. Mi madre también me ha hablado
mucho de ti. Todo cosas buenas, claro —respondió Kangin con una sonrisa de
oreja a oreja y un tono convincente.
«Se le da
bien. Ahora entiendo por qué Boah dice que cautiva a todo el mundo. Es una pena
que su sonrisa no alcance el brillo de sus ojos».
Donghae tiró
del brazo para zafarse de su mano y lo dejó caer a un costado.
—Coman, beban,
diviértanse… —sugirió Kangin con efusividad mientras daba unas palmaditas en la
espalda a Hyukjae—. Feliz cumpleaños, hermanito.
—Gracias por
la fiesta —refunfuñó Hyukjae fulminándolo con una mirada en plan «Te la
devolveré».
Tras lanzarle
esa mirada que solo puedes dedicar a un hermano Hyukjae empujó a Donghae hacia
la muchedumbre que comía en el salón.
—Me quieres y
lo sabes. —El tono de Kangin era burlón y arrogante al mismo tiempo.
—Hoy no
—renegó Hyukjae.
Kangin soltó
una carcajada traviesa antes de dirigirse a un grupo de invitados que le hacían
gestos para que se acercara.
—Menudo
cabrón —murmuró Hyukjae irritado.
Donghae puso
los ojos en blanco mientras se reía por dentro.
—Es tu
hermano, Hyukjae.
—Hoy no
—repitió acariciándole la espalda, mientras lo empujaba hacia las mesas
repletas de exquisitos canapés y bebidas.
Ajshgahajsjshgaag
ResponderEliminarGenial!
Jodidamente genial!!!
Que mamada la que le pego Hae al monito sexoso~
Jajajajajajajjaja
Le hizo puff~ el cerebro!
Jajajajajajajajaba
De qué serán las cicatrices!???
que bien al menos espero ya no se esconda del lindo pecesito cuando desnudo y kagin ya aparecio tututut
ResponderEliminarSecuelas de su casi muerte
ResponderEliminarDeben ser muuuuchas si le es necesario tener a sus parejas vendadas y amarradas oara que no pudieran verlo y tocarlo...o no sintieran curiosidad y matarlo con preguntas respecto a las cicatrices
Las cuales al parecer a Hae le parecen atractivas o lo único que le importa es Hyuk.
Esas cicatrices deben darle un toque a Hyuk...ya que Hae no pudo resiatirse.
Y bueno...quien puede culparlo *0*
Kangin tan victorioso