Donghae cerró
a sus espaldas la pesada puerta de madera del despacho del gerente de un
restaurante. Se apoyó en ella y suspiró al borde de la desesperación. Era la
undécima entrevista que hacía en diez días y todas, incluida esta, habían sido
una auténtica pérdida de tiempo. Nadie quería contratar a un universitario que
tardaría pocos meses en acabar la carrera. Ningún restaurante estaba interesado
en un camarero que posiblemente dejara el trabajo en seis meses para buscar un
puesto relacionado con su vocación. Donghae no podía culparlos por ello, pero
necesitaba un trabajo con el que comer.
Volvió a
salir avergonzado del despacho de otro gerente que no estaba dispuesto a
contratarlo ni siquiera a media jornada y, al pasar por la parte trasera del
restaurante, escuchó sonidos que le resultaron extremadamente familiares: el
ruido de platos al chocar, los bufidos de los cocineros y los comentarios
mordaces de los camareros.
Vale, tampoco
se iba a morir de hambre. Aún tenía diez mil dólares en su cuenta, el préstamo
que se había quedado de Hyukjae. Se mordió el labio inferior al sentir de nuevo
el terrible dolor que le invadía cada vez que pensaba en él. Abrió la puerta
principal del restaurante y se apoyó en el frío ladrillo para poner sus pensamientos
en orden tras la catastrófica entrevista.
En realidad
tenía más de diez mil dólares en su cuenta: nueve días antes, en su cumpleaños,
Hyukjae había contratado a varios hombres y un mensajero para que llevaran a la
casa de Leeteuk todos los objetos que Donghae había dejado en su piso. Los
porteadores apenas podían cargar con todas sus posesiones —todas regalo de Hyukjae—,
y el mensajero le entregó un ramo enorme con docenas de rosas rojas y un sobre
con una nota.
Donghae,
Te devuelvo el cheque. Por favor, acéptalo
como un regalo de cumpleaños de mi parte y no te pelees con los porteadores.
Les he ordenado que dejen las cajas donde tú les digas o en la misma puerta.
Como trabajan para mí, obedecerán mis instrucciones.
Lamento lo ocurrido con Kangin. Vuelve a
casa, por favor. Feliz cumpleaños. Ojalá pudiéramos pasarlo juntos. Con mucho
cariño,
Hyukjae
Al recordar
la escena Donghae inconscientemente se frotó la parte superior del muslo para
sentir el papel de la nota, que siempre llevaba en el bolsillo.
«Voy a tener
que hablar con él».
Donghae había
confiado en que con el tiempo se sentiría más estable y menos propenso a la
depresión, pero le había ocurrido todo lo contrario: cada día que pasaba sin
verlo le parecía una eternidad y se estaba engañando a sí mismo si pensaba que
con una semana o dos lograría superar el anhelo que sentía. De hecho, con cada
día que pasaba se hundía más en la oscuridad.
«Tengo que
hablar con él. Debe aceptar el cheque. Hay que aclarar cómo le voy a devolver
el dinero que me ha prestado. Tengo que devolverle todo lo que me ha comprado».
Donghae se
había puesto a berrear como un bebé cuando había abierto el portátil que Hyukjae
le había regalado y había visto que le había descargado todos los juegos a los
que él había jugado en la sala de informática.
Furioso
consigo mismo por no saber contenerse, se secó con brusquedad una lágrima que
le corría por la mejilla. Sabía que tenía que dejar de pensar en Kim Hyukjae,
lo que no sabía era cómo lo iba a lograr. Se emocionaba cada vez que pensaba en
todos los detalles que Hyukjae había tenido —como dedicar su tiempo a descargar
todos esos juegos—, pues demostraban lo atento que había sido con él. Pero
entonces se acordaba de la supermodelo rubia acercándose a los labios de Hyukjae
en el porche de Kangin y se volvía a cabrear. ¿Cómo podía un hombre ser tan
atento y tan picha brava a la vez?
—Hola, Donghae.
Una voz
cavernosa retumbó a su lado y, al girar la mirada, vio a Kim Kangin apoyado en
la pared. Reaccionó de manera instintiva, retrocediendo varios pasos para poner
distancia entre él y un hombre que no le gustaba y en el que no confiaba.
Kangin avanzó
varios pasos, pero sin acercarse demasiado.
—¿Qué
quieres? —preguntó Donghae con brusquedad, interponiendo una mano entre ellos
para evitar que se aproximara más.
Kangin elevó
una ceja al verlo comportarse a la defensiva.
—Solo quiero
hablar.
Aunque
llevaba unos vaqueros y una sencilla camiseta negra, tenía el mismo aire de
arrogancia que en la fiesta. Sin embrago, notó cierto remordimiento en sus
palabras y sus brillantes ojos verdes parecían sinceros.
»Por favor.
Viniendo de Kangin,
esa petición sonó dolorosa, como si le hubiera costado pronunciarla.
—No te
conozco y no tengo nada que decirte —le respondió ansioso por alejarse de él.
Lo último que le
apetecía en el mundo era mantener una conversación con Kim Kangin.
—No pienso
marcharme hasta que hables conmigo, así que supongo que lo mejor es que lo
hagamos ya y así acabamos con esto.
Se sentía tan
frustrado que le entraron ganas de pegar un pisotón en el suelo, pero se negaba
a darle esa satisfacción.
—Dime lo que
hayas venido a decirme y lárgate.
Kangin señaló
la puerta del restaurante.
—Un café no
me vendría nada mal. He tenido un día muy largo.
Donghae negó
con la cabeza.
—Acabo de
hacer una entrevista ahí. No me apetece lo más mínimo volver a entrar.
Kangin señaló
un restaurante al otro lado de la calle:
—Podemos ir a
ese.
Donghae puso
los ojos en blanco y respondió:
—Ahí también
he estado, otra entrevista. He pedido trabajo en todos los locales de este
barrio.
Kangin lo
cogió del brazo y lo llevó al sitio de comida rápida que les quedaba más cerca.
Donghae se zafó de su brazo, pero lo siguió, pues estaba claro que no lo
dejaría en paz hasta que no le dijera lo que se había propuesto decirle. Tenía
la mirada obstinada típica de los Kim, la que ponía Hyukjae cuando no estaba
dispuesto a dar su brazo a torcer.
Pidieron dos
cafés en la barra y Kangin eligió una mesa discreta en una esquina. Antes de
sentarse frente a él Donghae se detuvo para echarse leche y azúcar. Estuvo un
rato toqueteando la taza de cartón antes de levantar la mirada y entonces vio
que Kangin lo estaba observando con la intensidad de un halcón dispuesto a
atacar a su presa. Se revolvió inquieto en la silla, pero decidió mantener la
mirada.
El rostro de Kangin
no insinuaba nada sexual; más bien parecía estar examinando un curioso microbio
con una lupa. Si se proponía realizar una investigación exhaustiva de su personalidad,
adelante; él no había hecho nada malo, su único fallo había sido enamorarse de Kim
Hyukjae.
Le sorprendió
que quien cediera fuera Kangin.
—Lo siento
—murmuró desviando la mirada. Era una disculpa sincera que, obviamente, no
estaba acostumbrado a pronunciar—. Me comporté como un gilipollas en el
cumpleaños de Hyukjae. Estaba tan borracho que apenas lograba mantenerme en
pie, pero eso no es excusa. Un hombre tiene que responsabilizarse de sus
acciones, esté borracho o no.
—¿Por qué lo
hiciste? ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Te ha dicho Boah que vengas a pedirme
perdón? No le he contado nada. No sé cómo se habrá enterado.
Desde aquella
noche Donghae solo había hablado una vez con la madre de Kangin y no le había
mencionado su impresentable actitud.
Kangin la
fulminó con una mirada oscura.
—Mi madre lo
sabe todo, pero te agradezco que no lo hayas mencionado. Estabas en tu derecho.
Hyukjae no tardó en atar cabos y, cuando se lo confesé, me pegó una buena
paliza. Poco después de que te fueras entré a casa y la subsiguiente pelea de
taberna dio la fiesta por concluida. —Titubeó antes de tomar un sorbo de café—.
Y no, no me ha enviado mi madre. Estoy aquí porque quiero. Estoy aquí porque Hyukjae
está hecho polvo y porque me comporté mal. No sabe que he venido y
probablemente me daría otra paliza si supiera que me he acercado a ti.
Kangin giró
la cabeza para mirar por la ventana. Donghae se quedó mirándolo y se percató de
los moratones que aún tenía sobre el ojo izquierdo y la mejilla derecha. Para que
diez días después de la pelea aún tuviera marcas en la cara que no había visto
antes por falta de atención
Hyukjae debió
de haberlo dejado hecho un cuadro.
—¿Por qué?
¿Por qué haría Hyukjae algo así? En la fiesta estaba ligando con una tipa,
intentando añadir una más a su colección. Cuando salí al jardín lo vi besarla
en la terraza. No tiene sentido.
Kangin giró
la cabeza para mirarlo:
—No estaba
ligando con nadie. ¿Cómo era la chica?
—Baja,
delgada, rubia y maquilladísima, aunque seguramente sin maquillaje estaría
igual de guapa. —Donghae frunció el ceño—. Era preciosa.
Kangin
asintió con la cabeza.
—Jieun. La vi
entrar cuando salí de la fiesta. Quise seguirte cuando te vi salir a la terraza,
pero no pude porque un cliente me entretuvo unos minutos. Si te hace sentir
mejor, Hyukjae no aceptó su oferta. Ella volvió a la fiesta hecha un basilisco
y Hyukjae ya no estaba en la terraza. —Kangin bajó la mirada y empezó a
trastear con la taza medio vacía—. Hyukjae jamás se la tiraría. Está casada con
un hombre que podría ser su abuelo, pero el tipo no es muy generoso con su
dinero. Mi hermano no se acuesta con pareja casada. Y si estaba foll…, o sea…
Si tenía una relación contigo, te aseguro que no estaría iniciando otra. Puede
que Hyukjae no se comprometa con las parejas, pero solo está con una a la vez.
Donghae se
atragantó y casi escupe el café. No se esperaba el comentario sobre la falta de
compromiso de Hyukjae. Sí creía que Hyukjae no tuviera aventuras con parejas casadas.
Por alguna razón sabía que él no haría algo así. Puede que Hyukjae no creyera
en las relaciones ni en el matrimonio en lo que a él respectaba, pero no tenía
pinta de ser el tipo de hombre que traspasa esos límites. Pero ¿acaso
importaba? Puede que se sintiera mejor sabiendo que Hyukjae no se había pasado
las últimas noches atando, tapando los ojos y metiéndole caña a la rubia del
póster central de una revista porno que lo había besado en la fiesta, pero, aun
así, seguía sin creer en las relaciones. Sentía tal conexión con Hyukjae que le
costaba respirar. A largo plazo, cuando consiguiera pasar página, acabaría
hecha polvo.
—Gracias por
contármelo. Y por pedirme disculpas —dijo Donghae tratando de ocultar la
emoción de su voz.
Kangin lo
miraba juntando las cejas con cara de preocupación.
—Le importas.
Yo no estaba al corriente de eso; de lo contrario, no te habría hecho esa
oferta.
—¿Por qué me
la hiciste? Seguro que hay un montón que te tiran los trastos a diario.
—Porque soy
multimillonario —respondió indignado y asqueado consigo mismo—. Vi lo feliz que
estaba Hyukjae desde que te fuiste a vivir con él. También mi madre me había
hablado mucho de ti. Supongo que pensé que, cuando rompieran, podría tener un
pedacito de esa felicidad. Estaba borracho. Mi vida me parecía una mierda. Soy
un gilipollas. Eres el primer joven que le importa a mi hermano y le he
traicionado. Encima, te he insultado. No te lo merecías.
Donghae se
apoyó en el duro respaldo de plástico sin dar crédito a lo que acababa de oír.
—A Hyukjae no
le importo en ese sentido. Pero tengo que admitir que sí que me sentí insultado.
No puedes comprar a todo el que desees, Kangin. Y ni siquiera creo que me
desearas.
Kangin exhaló
un suspiro.
—Deseaba…
tener algo. Supongo que estaba tan borracho y tan deprimido que estaba
dispuesto a todo. En toda mi vida solo he conocido a una persona al que no le
importara mi dinero. Y la cagué. —Su voz estaba llena de dolor, tristeza y
remordimiento—. ¿Aceptas mis disculpas?
Kangin esbozó
otra de sus radiantes sonrisas y se le iluminó la cara; el Adonis que Donghae
había visto en la fiesta estaba de vuelta, pero, curiosamente, ya no le
molestaba. Kim Kangin estaba
consternado y la sonrisa radiante que le estaba dedicando no
era más que la máscara tras la cual se ocultaba un hombre al que le interesaba
mucho más la vida que el beneficio económico. Donghae había encontrado una
pequeña grieta en su fachada impertérrita.
—Sí, las
acepto. Supongo que cuando bebemos todos hacemos y decimos cosas que
normalmente no haríamos. —El comentario le recordó el día que, después de un
par de copas en un restaurante, le había dicho a Hyukjae que tenía un cuerpazo
y que lo deseaba—. Lo que no entiendo es por qué te importa.
Donghae se
dispuso a levantarse para marcharse, pero Kangin lo miró con desesperación
sujetándolo de la muñeca.
—Donghae, a Hyukjae
le importa. Lo ha pasado muy mal y puede que no sepa expresarlo, pero le
importa. No juzgues a mi hermano porque yo me comportara como un gilipollas,
por favor.
Lo estaba
reteniendo, pero lo hacía con delicadeza. Tiró del brazo y él lo soltó
suplicándole con la mirada. Maldita sea. No podía dejar que Kangin pensara que
todo era por su culpa. No lo era. Estaba enamorado de Kim Hyukjae y habría
terminado igual de mal aunque Kangin no hubiera aparecido en escena. Lo único
que había hecho era adelantar la ruptura.
—No es por
ti, Kangin. No es por lo que hiciste…
Donghae negó
con la cabeza y cogió su mochila.
—¿Por qué es?
Cuéntamelo. Lo arreglaré —insistió desesperado.
Donghae soltó
una breve carcajada sin gracia. A fin de cuentas puede que los hermanos no
fueran tan diferentes. Hablaba igual que Hyukjae. ¿Los dos pensaban que todo se
podía arreglar con dinero?
—No puedes.
Pero quiero que quede claro que no ha sido culpa tuya.
«No. Es culpa
mía por ser tan tonto como para enamorarme de Kim Hyukjae».
—No te caigo
bien ni me tienes ningún respeto, ¿verdad? —preguntó con un tono resignado y
abatido.
Con la
mochila al hombro, listo para marcharse, giró el cuerpo hacia Kangin para responderle
—No te
conozco lo suficiente como para decidir si me caes bien o mal. Y te aseguro que
mi respeto no se compra con dinero. —Esbozó una leve sonrisa al ver el asombro
en los ojos de Kangin—. Pero te tengo mucho respeto por querer tanto a tu
hermano.
Se quedó
mirándole mientras respondía con brusquedad:
—¿De dónde
has sacado que lo quiero? Es un coñazo. Me dejó la cara hecha un cromo y no he
podido salir de casa en una semana.
Donghae le
sonrió con tristeza y puso la mano sobre la suya.
—Lo siento.
Sé que Hyukjae y tú son íntimos y por nada del mundo querría ser la causa de
que se distanciaran.
Kangin se
encogió de hombros.
—Hemos tenido
malas rachas antes. Lo superaremos.
Donghae
retiró la mano.
—¿Se hablan?
Kangin se rio
sin fuerzas.
—Intercambiamos
insultos. Es un comienzo.
—¿Sabes qué
le pasó? ¿Por qué tiene esas cicatrices?
Las palabras
se le escaparon de los labios sin que le diera tiempo a retenerlas. Kangin se
quedó con la boca abierta, asombrado.
—¿Le has
visto las cicatrices? ¿Todas? ¿Por eso le estás evitando?
Donghae se
enfureció y le entraron ganas de darle otro golpe.
—¡Madre de Dios!
¿De verdad piensas que todos somos tan superficiales? — Intentó contener la
irritación y prosiguió—: Tu hermano es el hombre más atractivo que he visto en
la vida, con y sin cicatrices. Está tan bueno que me lo comería con patatas. Es
obvio que sufrió un trauma terrible y eso me da mucha pena, pero sus cicatrices
me importan un bledo.
—¿Te parece
más guapo que yo?
Aunque era un
arrogante por hacerle esa pregunta, parecía encantado con que Donghae solo
tuviera ojos para su hermano.
—Sí. No hay
punto de comparación. Lo siento —respondió con brusquedad, pero en el fondo le
parecía conmovedor lo encantado que parecía Kangin. Se quedó ensimismado
pensando en sus cosas y mordiéndose el labio—: ¿Podrías darle a Hyukjae una
cosa de mi parte?
Kangin se
encogió de hombros y lo miró con curiosidad.
—¿El qué?
—Un cheque.
Le debo dinero.
Kangin soltó
una risilla antes de esbozar una sonrisa traviesa:
—¿Tan bueno
era?
—Me ingresó
dinero en la cuenta. Quiero devolverle la mayor parte. Le daré lo que me falta
cuando consiga un trabajo —respondió ignorando la indirecta.
Aunque el
hermano de Hyukjae pareciera un angelito Donghae sabía que sus abundantes
tirabuzones rubios ocultaban cuernos de diablo.
—¿Quieres
darle dinero a Hyukjae? Por si no te habías dado cuenta, ¡noticia de última
hora!: es multimillonario. Si quería que te quedaras con ese dinero, yo no
pienso aceptarlo. —Alzó las manos al aire como si se estuviera defendiendo de
un golpe—. Ya me ha dado una vez para el pelo y sigue de muy mal humor. No
pienso arriesgarme.
Donghae se
encogió de hombros y le dedicó una débil sonrisa.
—Tienes
razón. No lo había pensado. No deseo que se cabree contigo. Solo quería
devolvérselo.
—¿Sin tener
que hacerlo en persona? —Kangin acababa de dar en el clavo—. Me temo que
tendrás que hacerlo tú mismo.
Parecía
entusiasmado con la idea.
—Será mejor
que me ponga en marcha. Tengo que estudiar. —Se puso de pie. Kangin se levantó
y bajó la mirada para mirarle a los ojos—. ¿Vives con Park Leeteuk?.
—Sí —afirmó
sorprendido.
Kangin no
parecía ni la mitad de hostil hacia Leeteuk que su amigo hacia él.
—¿Cómo está?
—preguntó como sin darle importancia, pero Donghae vio un destello de dolor en
sus ojos entornados.
No sabía cómo
responder, pues no quería traicionar a Leeteuk.
—Muy bien.
Tiene una clínica privada y también trabaja en una clínica gratuita para niños.
—Lo logró.
Acabó la carrera de Medicina —lo dijo en voz baja, como si estuviera hablando
consigo
mismo. Parecía admirar a Leeteuk.
—Sí. Es uno
de los médicos más profesionales y simpáticos que he conocido en la vida. Y
además es un amigo maravilloso.
Donghae se
dio cuenta de que Kangin tenía intención de hacerle más preguntas que él no
quería contestar, así que pasó por delante de él para dirigirse a la puerta.
—Cuídate, Kangin.
Adiós.
Sin aminorar
la marcha tiró el vaso de plástico en la papelera y empujó la pesada puerta de
vidrio. Una vez fuera Donghae se dio cuenta de que había anochecido y suspiró
aliviado al sentir una brisa de aire fresco en el rostro.
Después de su
conversación con Kangin todo había cambiado y todo seguía igual. Se alegraba
mucho de que Hyukjae no hubiera tenido una aventura con la rubia de la fiesta,
pero eso no solucionaba el problema: seguía estando pillado por un hombre que
no estaba interesado en mantener relaciones a largo plazo, por lo que tenía dos
opciones: sufrir ahora o acabar hecho polvo más adelante. Hyukjae era un buen
hombre y Kangin le había dicho que le importaba. Puede que fuera cierto, pero
no era suficiente.
«Vuelve a
casa, por favor».
Esa frase de
la carta de Hyukjae le retumbaba en la cabeza y sentía como si un puño le
apretara el corazón y le impidiera respirar. ¡Madre mía! Lo que daría por
volver a casa junto a Hyukjae. Habían iniciado… algo. Sabía que se había ganado
su confianza porque le había dejado tocar su piel desnuda, ver sus cicatrices y
follar sin ataduras. Ojalá tuviera el valor necesario para seguir ayudando a Hyukjae
a librarse de su pasado, pero Donghae tenía un instinto de supervivencia muy
desarrollado que lo forzaba a alejarse de los peligros y que le repetía una y
otra vez que si ayudaba a Hyukjae, que si lo amaba, acabaría destruyéndose él
mismo.
Hizo un esfuerzo
para poner en marcha su cuerpo magullado con tantas emociones y se dirigió a
casa de Leeteuk. Estaba tan ensimismado y cabizbajo que dejó de prestar
atención a su entorno. Donghae, que había crecido en un barrio conflictivo de
la ciudad, rara vez cometía ese error y pagó cara esa falta de concentración.
Dos hombres
surgieron de la nada y lo rodearon. Lo cogieron por los brazos y lo arrastraron
por la acera antes de que pudiera siquiera darse cuenta de lo que estaba
ocurriendo. Donghae forcejeó y pataleó tratando de zafarse de los bestias que lo
empujaban por la calle. Se quedó petrificado al percatarse de que lo estaban
llevando hacia un vehículo oscuro que lo esperaba con la puerta abierta.
Aunque era de
noche la luz de las farolas le permitió reconocer los rostros de los hombres
que lo habían atracado en la clínica.
«Van a
matarme. Voy a morir. Tengo que defenderme».
Empezó a
gritar para llamar la atención de quien estuviera por la zona y siguió dando
patadas, esta vez apuntando a las zonas más vulnerables.
—¡Cállate,
zorra!.
Hay Noooo!! Espero que los guarias que puso el monito aun estemn siguiendo a Hae y lo ayuden, quien sabe que le podrian hacer al pecesito.
ResponderEliminarEs bueno ver que kagin reconocio su error y se disculpo con Hae.
Gracias por el cap
Ay!
ResponderEliminarMapachito...siempre, todo por las malas!!!
Qué le habrás hecho a Tukkie en el pasado!!???
Jum~
TT___TT
Mi pobre mono sexoso esta sufriendo la falta de su pez!!!
Ahhhh
Nooooo
Hae!! Corre(?) !!!!!
Ahora si se lo llevo el que lo trajo!!!!
No que tenia guardaespaldas!???
hay tonto pez como no te fijas que no vez que vas a hacer sufrir a mi lindo monito
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