—Solo quiero
una cosa a cambio, Donghae—le susurró con voz sugerente mientras parecía
olfatear su aroma.
Lo tenía
rodeado, apresado como a un esclavo. Donghae se derritió por dentro, deseando
someterse a su dominación y dejarse caer en sus brazos. «Pero ¿qué…?». ¿Qué
querría de él?
Hyukjae se
acercó aún más y Donghae se estremeció al sentir el calor que irradiaba su
cuerpo. Descalzo medía metro setenta, pero él le superaba en altura, fuerza y
potencia. Hyukjae agachó la cabeza y le rozó la oreja con los labios.
—Tú. En mi
cama. Una noche. Es todo lo que quiero, todo lo que necesito.
Una llamarada
de fuego recorrió el cuerpo entero de Donghae al oír aquel susurro seductor.
—¿Yo? —Se le
escapó un chillido mientras los labios hambrientos de Hyukjae le recorrían el
cuello y el anhelo le hacía estremecerse por dentro.
—Tú. Una
noche —repitió bajando las manos hasta sus caderas, acariciando la bata de seda,
explorando con avidez sus formas.
Donghae dejó
caer la cabeza a un lado dándole vía libre para explorar la sensible piel de su
cuello. Santo Dios, cuánto placer. Y qué bien olía. Cuando la boca de Hyukjae
descendió hacia la suya, perdió por completo la capacidad de pensar.
Hyukjae no
preguntaba, exigía. Empujó con la lengua la puerta de sus labios hasta que
cedieron. El se dejó hacer y Hyukjae se apropió de su boca con exigentes
lengüetazos. A Donghae se le escapó un gemido; aquel beso le hacía sentir
extasiado y abrumado, y su reacción impulsiva fue de deseo. Empujó la lengua y
la enroscó con la suya, explorándolo, catándolo…
Siguió
abrazándole con pasión mientras le desataba la bata y amasaba imperioso su
cuerpo entero, pero sobre todo sus pezones duros, que reaccionaban con
entusiasmo. Para aumentar su deseo fue combinando las caricias con los
pellizcos hasta que logró que perdiera el control por completo. Le metió entre
las piernas el muslo, aquel fornido músculo enfundado en unos vaqueros, y Donghae
se frotó contra él, atormentado por el deseo. Recorrió su cabello oscuro con
las manos y, cuando la ola de placer se hizo aún más intensa, se agarró a él
con fuerza. Hyukjae separó su boca y empezó a jadear como si acabara de correr
un maratón.
—Madre mía, Donghae,
me pones a cien. Eres brutal. ¡Y tan receptivo!
A Donghae le
palpitaba el cuerpo entero y Hyukjae le posó la mano en su pubis, antes de
repetir:
—Quiero una
noche.
Donghae pegó
un respingo cuando los dedos de Hyukjae le tocaron su miembro, que estaba empalmado
y goteando. Retiró el muslo para explorarlo con más facilidad y poder estimular
a sus anchas.
—Estás tan duro
y húmedo, tan dispuesto… —susurró—. Huelo tu excitación y me estoy poniendo a
mil. Quiero tenerte.
—Oh, sí… Por
favor.
Donghae se
dejó llevar por las sensaciones. Le ardía cada terminación nerviosa de su
cuerpo y, para no perder el equilibrio y poder mantenerse de pie, apoyó las
manos en los robustos hombros de Hyukjae.
—Eres tan
dulce… —le murmuró Hyukjae al oído.
Entonces
empezó a lamerle el cuello a un ritmo que imitaba lo que le gustaría hacer en
otro sitio; exactamente en el mismo sitio al que Donghae deseaba que llegara
pronto, pues ardía en deseos de sentir aquella lengua de terciopelo entre sus
muslos. Tanto lo deseaba que comenzó a bambolear las caderas para lograr que el
contacto fuera más intenso, para sentir más el roce de aquellos dedos
maravillosos que lo estaban volviendo loca.
—Hyukjae,
necesito…
—Sé lo que
necesitas. ¡Exactamente lo mismo que yo! Pero de momento solo puedo ofrecerte
esto.
Donghae empezó
a jadear cada vez más alto a medida que él aumentaba el ritmo y la intensidad.
Tenía la sensación de que, si no lo penetraba de inmediato, se moriría, y tuvo
que expresar su frustración con un gimoteo, pues Hyukjae no cejaba en aquella
erótica tortura.
—Sí, oh, sí…
Aunque Donghae
sabía que esa voz ardiente y excitada era la suya, le costaba reconocerla. Esa
voz aguda imploraba que le satisficiera, pero la boca de Hyukjae se tragó sus
gemidos como si quisiera poseer cada ápice de su gozo. Donghae reaccionó
mordiéndole el labio y se abrió de piernas para invitarlo a que lo poseyera,
para entregarse en cuerpo y alma. Apretó las entrañas y sintió que el inminente
clímax se acercaba desde la punta de los pies. Arrancó su boca de la de él,
dejó caer la cabeza hacia atrás y gimió desatado, invadido por un potente
orgasmo, engullido por unas olas de placer que jamás había experimentado.
Apoyó la
cabeza en el hombro de él mientras las olas de placer continuaban produciéndole espasmos.
—Dios mío,
¿qué ha sido eso? —jadeó mientras Hyukjae le cerraba la bata y apoyaba su
exhausto cuerpo contra el de él.
—Placer.
Acabas de catar una muestra de lo que podríamos experimentar en la cama
—respondió con tranquilidad mientras lo mecía balanceando ligeramente su
musculoso cuerpo—. Me gustaría pasar una noche contigo, Donghae. No estás
obligado a hacerlo, pero tú también lo deseas. Te ayudaré sea cual sea tu
decisión. Tú decides si estás dispuesto a concederme lo que deseo. Pero te
advierto una cosa… Me gusta controlar la situación.
Donghae, que
aún no se había recuperado y era incapaz de pensar con claridad, preguntó
vacilante:
—¿Qué quieres
decir exactamente?
—Sumisión
absoluta —susurró con una voz sugerente y vibrante que revelaba una pasión
desenfrenada—. Piénsatelo. Dime que sí y te daré todo el placer que soy capaz
de ofrecer.
—Pero es que…
no tengo mucha experiencia. Te defraudaré.
Llevaba más
de cinco años sin acostarse con nadie y solo había mantenido relaciones
sexuales con una persona: su exnovio. Después de salir cinco años juntos habían
acabado muy mal.
—No quiero
acostarme con alguien experimentado; quiero acostarme contigo —afirmó con
rotundidad mientras se apartaba un poco para dejarle espacio.
Donghae se
fijó en la tensión que reflejaban los ojos de Hyukjae y en los surcos que
perfilaban su boca. Bajó la mirada a su entrepierna y vio que el paquete apenas
le cabía en los vaqueros. Hyukjae se inclinó hacia delante y lo besó en la
frente.
—Ya lo
decidirás más tarde. Hoy has tenido un día muy largo y necesitas recuperarte de
la enfermedad. Descansa. Come. Relájate. Estaré arriba, en la sala de
informática, si me necesitas. Sora no tardará en llegar con tu ropa. Puedes
quedarte con la bata. Te sienta muy bien. Pero que sepas que me empalmo cada
vez que te la veo puesta. Fantasearé con las deliciosas reacciones con las que
has respondido a cada una de mis caricias y con todos los dulces sonidos que has
emitido mientras te corrías en mis brazos.
Donghae se
aferró a la encimera que tenía a sus espaldas con tanta fuerza que los nudillos
se le quedaron blancos. Hyukjae se dio media vuelta, se alejó sin prisa y salió
de la cocina como si no hubiera pasado nada, tensando y destensando los
perfectos músculos del trasero y de la espalda.
«¿De verdad
acaba de pasar lo que acaba de pasar?», susurró perplejo con la esperanza de
que el día entero no fuera más que una pesadilla de la que se despertaría en la
cama de su minúsculo piso.
Kim Hyukjae
era un peligro para su salud y tenía que alejarse de él; cuanto más, mejor.
Cuatro meses.
¿Sería capaz de superar esta prueba? Estiró la columna y se ajustó la bata. Era
un superviviente y sobreviviría. Hyukjae le había explicado que acostarse con
él no era una condición sine qua non. No tenía por qué ocurrir.
Donghae
respiró hondo tratando de relajarse. Haría todo lo que estuviera en su mano
para ayudar a Hyukjae excepto acostarse con él. Cocinaría, limpiaría y le
echaría una mano en todo lo que necesitara. Seguro que encontraba otras maneras
de recompensarlo.
«Quieres
hacerlo. En el fondo sabes que le deseas».
Agitó la
cabeza tratando de silenciar sus díscolos pensamientos. Tener una relación con Kim
Hyukjae no era una buena idea. El genio multimillonario era la clase de tío que
lo dejaría hecha polvo. Aquí tenía la prueba: ni siquiera se habían acostado y
ya le había puesto el mundo del revés.
«Lo malo es
que ahora sabes que sería una noche increíble que jamás olvidarías».
Sí, sería
increíble. De eso era precisamente de lo que tenía miedo Donghae. De que fuera
demasiado memorable.
Negó con la
cabeza y entonces se acordó de que debería haber ido a la clínica por la
mañana. «¡Mierda! Tengo que llamar a Leeteuk. ¿Cómo he podido olvidarme?».
Todos los
sábados por la mañana Donghae acudía como voluntario a la clínica infantil
gratuita de la doctor Park Leeteuk. Había empezado un año antes y no había
faltado ni un solo sábado. Aunque aún no tenía licencia para ejercer como
enfermero, echaba una mano en todas las tareas para las que estaba capacitado y, de ese modo, Leeteuk podía atender a más
niños.
Donghae se
abalanzó sobre un teléfono inalámbrico que había en la encimera de la cocina y
marcó a toda prisa el número de la clínica. Le explicó a Leeteuk lo que le
había ocurrido y le pidió disculpas por no haber ido.
—Aunque
obviamente valoro mucho que vengas a ayudarme, no tienes las obligaciones de un
empleado, Donghae. ¿Estás bien? ¿Necesitas alojamiento?
La voz de Leeteuk
transmitía preocupación y Donghae se sintió arropado. No quería complicarle la
vida a su amigo. Leeteuk invertía todo el dinero que podía en la clínica
gratuita y eso que prácticamente acababa de terminar la carrera de Medicina. Su
amigo le había comentado más de una vez, medio en broma, medio en serio, que
cuando se jubilara seguiría pagando los créditos que había solicitado para
poder hacer la carrera.
—No. Estoy
bien. Un… amigo me está echando un cable —respondió con la esperanza de que su
voz no lo traicionara.
Se hizo un
silencio tras el cual Leeteuk afirmó con gravedad.
—Si necesitas
algo, me llamas. Lo harás, ¿verdad?
—Sí, te lo
prometo. ¡Hasta el sábado!
—Cuídate. Si
por casualidad te encuentras con la zorra de tu excompañero de piso, no dudes
en llamarme. Le pegaré una buena paliza —dijo Leeteuk indignado.
Donghae se
echó a reír.
—Vas a tener
que hacer cola porque estoy tan cabreado que la paliza se la daré yo.
Tras insistir
un par de veces en que se las apañaría sin problemas Donghae colgó el teléfono.
Seguidamente cogió aire y se dispuso a ir a su piso para ver qué quedaba de sus
bienes.
«Saldrás de
esta. Has luchado mucho para llegar hasta aquí. Cuatro meses son pan comido. Ya
habrá tiempo para recuperar lo que te han quitado».
Mientras
buscaba la habitación de invitados en la que estaban sus pocas pertenencias, un
cosquilleo le recorrió la espina dorsal, pues presentía que los cuatro meses
que tenía por delante supondrían un desafío mayor que los retos a los que se
había enfrentado hasta ese momento.
¡Pobreza!
¡Soledad!
¡Rechazo!
¡Inestabilidad!
¡Miedo!
Todo eso
parecía fácil comparado con pasar varios meses junto a Kim Hyukjae. Le iba a
costar mucho resistirse a la tentación.
Durante los
siguientes seis días Donghae descubrió que convivir con Hyukjae era fácil…
siempre y cuando le dejara salirse con la suya. Le daba rabia su actitud
autoritaria y las estratagemas que empleaba con el fin de dominar todas las
situaciones, pero no podía negar que era un hombre generoso, hasta el punto de
que habían tenido varias discusiones y rabietas por todo el dinero que se
gastaba en él: ropa, un portátil, un iPhone, un iPod, un iPad.
Él se había
armado de paciencia y había intentado explicarle más de una vez que ya vivía
bien antes de tener todas esas cosas, pero Hyukjae se limitaba a responder con
gruñidos y no tardaba en aparecer con otro artículo que le parecía
imprescindible y a él, innecesario.
La única
batalla que Donghae había ganado era que no le comprara un coche. Se había
negado en redondo y había insistido en que prefería coger el autobús. En
realidad, esa batalla tampoco la había ganado, pues la única razón por la que Hyukjae
había cedido en esta discusión era que su chófer —un hombre encantador que se
llamaba Kyuhyun— lo llevaba y lo recogía de las clases y las prácticas todos
los días.
La primera
vez que Donghae vio aquel coche tan elegante y lujoso, un Audi A5, casi se
atraganta.
Estaba
impresionado porque hasta entonces solo lo había contemplado en fotos, pero Hyukjae
se limitó a encogerse de hombros y a comentarle que Kangin tenía otro, pero que
el de Kangin era más nuevo, un dato que parecía irritarle. Donghae puso los
ojos en blanco y se marchó. En el fondo era como un niño…, solo que tenía más
dinero —mucho más dinero— y que sus juguetes eran muchísimo más caros.
El sábado a
primera hora Sora le trajo ropa nueva, ropa que obviamente no habían sacado de
un Walmart ni de ningún hipermercado del estilo. Por el amor de Dios, ¡hasta
los vaqueros eran de un diseñador de renombre! Hyukjae había sacado la ropa
manchada de su mochila para ver qué talla tenía.
El incidente
de la ropa fue el primero de muchos episodios en los que Donghae se dio cuenta
de que Hyukjae siempre hacía todo a lo grande.
Al ver el
dinero que había transferido a su cuenta corriente se negó en redondo. ¿De
dónde diablos habría sacado el número de su cuenta? Una vez más Hyukjae se
limitó a encogerse de hombros y a pedirle que le avisara cuando necesitara
financiación adicional.
¿Financiación
adicional? ¡Le había hecho una transferencia de cien mil dólares! Cuando Donghae
consultó el remanente de su cuenta casi le da un paro cardiaco. Hasta ese
momento su saldo solía ocupar un solo dígito.
Intentó devolverle
la mayor parte del dinero, pero Hyukjae masculló algún juramento, murmuró algo
de que era un cabezota e hizo caso omiso de su petición. Acabó poniendo el grito en el cielo y
marchándose resignado, cuchicheando algo sobre un hombre arrogante
y terco. Al salir de la habitación oyó una risita sofocada, pero se resistió a
echar la vista atrás para comprobar si Hyukjae estaba sonriendo.
En realidad
le alegraba que por lo menos se lo pasara bien con él, porque era incapaz de
encontrar algo en lo que echarle una mano, y la mayor parte del tiempo se
sentía culpable por aprovecharse de su generosidad.
Lo único que
podía hacer Donghae era cocinar y disponía de tiempo de sobra para realizar esa
tarea. Aunque preparar platos y postres era prácticamente lo único en lo que
podía ayudar, cada vez que le hacía la cena Hyukjae reaccionaba como si hubiera
llevado a cabo un gran esfuerzo equiparable a salvarle la vida. Al parecer él
jamás cocinaba y, cuando estaba en casa, sobrevivía a base de sándwiches, pues
nunca había querido contratar a un cocinero a tiempo completo. Sora se ocupaba
de comprar la comida, una tarea de la que ahora, para gran alivio de su
asistente personal, se encargaba Donghae.
Sora estaba
harta de recibir semana tras semana la misma lista de la compra, había
exclamado entusiasmada «¡Aleluya, por fin, comerá como Dios manda!», y le había
entregado a Donghae la lista de la compra.
Cuando Donghae
terminó de estudiar, mirando al techo pensó que debería preguntar a Hyukjae qué
le apetecía para cenar, aunque ya sabía su respuesta: «Lo que sea mientras no
haya que cocinar».
Hyukjae solía
pasar las mañanas en la oficina y las tardes en la sala de informática que
tenía instalada en el piso superior. El dúplex era tan grande que Donghae se
preguntaba si algún día sabría llegar de una estancia a otra sin perderse.
Se levantó de
un brinco de la cama y, al pasar por el elegante salón, se quedó contemplando
la vista que le ofrecía el gran ventanal.
Ojalá Hyukjae reservara algún momento para hacerlo, pero parecía estar
obsesionado con algún proyecto, pues solo salía de la sala de informática para
cenar y no tardaba en volver a toda prisa a sentarse frente al ordenador.
Donghae temía
que lo estuviera evitando y la idea de que quizá se estuviera ocultando en su
propia casa la hacía sentirse culpable. No habían vuelto a mencionar lo que
había ocurrido en la cocina hacía seis días. Guardaban cierta distancia, se
trataban con cortesía y mantenían conversaciones triviales durante la cena.
«¿De qué me
quejo?», se preguntó enfadado consigo mismo. Tenía a su alcance todo tipo de
lujos, todo lo que pudiera necesitar, vivía en una casa de ensueño y el dinero
había dejado de ser una preocupación, pero, a pesar de que ya debería bastarle
con tener un techo y un sinfín de comida que llevarse a la boca, se lamentaba
porque quería que Hyukjae le hiciera más caso.
Se detuvo un
momento frente a la puerta antes de dar un golpecito.
—Adelante.
Sonrío ante
aquella respuesta abrupta y distraída. Era obvio que Hyukjae estaba enfrascado
en algún proyecto.
Entró en la
sala y cerró la puerta tras de sí. ¡Había ordenadores por todos lados! Hyukjae
se movía de uno a otro con agilidad gracias a una silla con ruedas y un
plástico que cubría el suelo. Los pies de Donghae avanzaron por la
aterciopelada alfombra hasta pisar el plástico. Echó un vistazo a las pantallas
y se quedó boquiabierto al reconocer la imagen que mostraba la pantalla más
grande. Entrecerró los ojos para ver mejor y preguntó sin levantar la voz:
—¿Eso es Blue
World?
Levantó la
cabeza sorprendido y lo miró a los ojos.
—¡Sí! ¿Lo
conoces?
—¿Que si lo
conozco? Juego en el nivel experto —respondió ligeramente ofendido porque Hyukjae
pensara que no conocía un juego tan famoso.
Le encantaba
ese juego y siempre que podía, aunque fuera a altas horas de la madrugada,
sacaba un rato para sentarse frente al ordenador de su compañera. Era el único
capricho que se permitía. No podía resistir la tentación de dejarse transportar
a otro mundo, de averiguar sus secretos y pelear con criaturas mitológicas.
Los labios de
Hyukjae empezaron a curvarse hasta dibujar una sonrisa de oreja a oreja que
hizo que a Donghae se le parara el corazón. Era la primera vez que veía una
sonrisa sincera y radiante en su rostro. Hyukjae se deslizó con la silla hasta
la pantalla en la que aparecían las criaturas que Donghae había reconocido y
respondió:
—Es mío. Este
es Blue World II.
—¡Dios mío! A
ver.
Donghae
estaba tan emocionado que se puso delante de Hyukjae. Llevaba una semana sin
ver el juego original y tenía ante sus ojos el nuevo. No podía creer que
estuviera justo aquí, en la casa en la que vivía.
—¿Está
terminado? ¿Puedo jugar? ¡Echo tanto de menos esa vía de escape!
—Es la demo.
Aún no ha salido al mercado. Si quieres, puedes probarlo —respondió Hyukjae con
un tono indulgente y aniñado.
Tocó varias
teclas antes de ponerse de pie y dejarle la silla a Donghae, que se sentó
extasiado con la novedad del juego.
Se parecía al
anterior y a la vez no tenía nada que ver. Donghae se mordió el labio mientras
trataba de averiguar los misterios del juego.
—Lo has
puesto más difícil —le acusó entre risas.
—¿El primero
te pareció fácil? —preguntó Hyukjae animado.
—No. Pero
tampoco era tan difícil —respondió con los ojos pegados a la pantalla.
—Sí que lo
era. Lo que pasa es que aún no le has cogido el tranquillo. —Mientras examinaba
el rostro de Donghae preguntó—: ¿Qué es lo que te gusta del juego?
—La
estrategia, el reto que supone averiguar secretos, el mundo de fantasía… Es
como si te catapultaran a otra dimensión. —Lo miró a los ojos mientras perdía
una vida en la pantalla—. Eres un genio, Hyukjae —afirmó con total sinceridad—.
No me había dado cuenta de que el juego era de Kim.
Donghae hubiera
jurado que Hyukjae estaba sonrojado cuando este giró la cara y respondió con
timidez:
—No es más
que informática. No tiene nada de emocionante.
Donghae
apartó las manos del escritorio y las cruzó sobre el regazo mientras le
explicaba con gran entusiasmo:
—Es
supercreativo, Hyukjae. Obtener un resultado así exige algo más que
conocimientos de programación.
—Te los
instalaré en tu ordenador —le propuso en voz baja.
—Ni se te
ocurra. Si lo haces, seré incapaz de acabar la carrera —bromeó con un tono
juguetón y una mirada traviesa.
—Tienes una
gran capacidad de autocontrol —comentó decepcionado.
—En absoluto.
Con Blue World pierdo completamente el control. ¿Has diseñado más juegos?
—Claro. Un
montón.
—¿Podrías
instalarlos en el ordenador del estudio? —preguntó con indecisión.
—Puedes subir
aquí y jugar en el ordenador de pruebas. —Señaló una esquina en la que había
una gran pantalla y una silla—. Tiene todos mis juegos. Bueno, en realidad,
tiene prácticamente todos los juegos que se te puedan pasar por la cabeza.
Donghae
colocó su mano en el pecho con teatralidad y fingió asombro.
—¡Horror de
los horrores! ¿Tienes juegos de otra gente en ese ordenador?
Hyukjae se le
acercó con una sonrisa pícara.
—A veces
tengo que… vigilar a la competencia.
—¿Y son
buenos? —Levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, entusiasmado con la faceta
infantil de Hyukjae.
—Qué va, pero
tengo que estar al tanto de lo que sale al mercado —respondió con fingida
arrogancia.
Madre mía,
cuando se ponía en ese plan a Donghae le resultaba irresistible. ¡Bueno,
siempre le resultaba irresistible! El aroma masculino con un toque a sándalo la
hacía estremecerse. Ese olor cálido e intenso le provocaba un hormigueo por
todo el cuerpo.
—Si no te
molesta, acepto tu oferta. Estoy acostumbrado a estar ocupado y no me entero de
lo que ponen en la tele. A veces me siento un poco solo. Esta casa es tan
grande. —¿Por qué le había confesado eso?—. Pero no te enfades cuando la cena
no esté preparada a su hora, porque con tus juegos se me pasa el tiempo volando
—bromeó imitando un tono de advertencia aunque lo que realmente estaba
intentando era quitar hierro a lo que acababa de confesar.
Hyukjae se
arrodilló para poner los ojos a la altura de los suyos.
—¿Aquí te
sientes solo? —preguntó perplejo mientras sus ojos oscuros lo miraban
fijamente. Prosiguió con tono de preocupación—: ¿No te gusta vivir aquí?
—Sí, sí… La
casa es preciosa, Hyukjae. ¿Cómo no iba a estar feliz? —Tomó aire y trató de
explicarse mejor—. Es que estaba acostumbrado a no tener tiempo para pensar, a
no tener tiempo para mí. Lleva tiempo acostumbrarse a dejar de vivir a un ritmo
frenético.
—Más bien
suicida —repuso con cierta crispación—. Ese estilo de vida te estaba matando
por dentro, Donghae.
—Lo sé. Y de
verdad que te agradezco todo lo que estás haciendo por mí. En serio. Lo único
que pasa es que mi vida ha cambiado mucho —insistió para que no la tomara por
un desagradecido. Joder, si no fuera por su generosidad, ahora mismo estaría en
la calle, pero aun así…—. Me resultaría más agradable si pudiera pasar tiempo
aquí contigo.
—¿Quieres
pasar tiempo conmigo? —preguntó asombrado examinando el rostro de Donghae.
Asdfghjhgffsadg
ResponderEliminarQue genial!!!
Ese huevo quiere sal!!!
Affgggg
Que genial!!!
Hyuk~ ya!!! Comete al pez!!!
no por que te haces del rogar pecesito si todos sabemos que quieres una noche candente con mi lindo monito
ResponderEliminarCho Kyuhyun chofer? Ajajaja el "Cho-Fer"
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