Mio -Capítulo 3




—Solo quiero una cosa a cambio, Donghae—le susurró con voz sugerente mientras parecía olfatear su aroma.

Lo tenía rodeado, apresado como a un esclavo. Donghae se derritió por dentro, deseando someterse a su dominación y dejarse caer en sus brazos. «Pero ¿qué…?». ¿Qué querría de él?

Hyukjae se acercó aún más y Donghae se estremeció al sentir el calor que irradiaba su cuerpo. Descalzo medía metro setenta, pero él le superaba en altura, fuerza y potencia. Hyukjae agachó la cabeza y le rozó la oreja con los labios.

—Tú. En mi cama. Una noche. Es todo lo que quiero, todo lo que necesito.

Una llamarada de fuego recorrió el cuerpo entero de Donghae al oír aquel susurro seductor.

—¿Yo? —Se le escapó un chillido mientras los labios hambrientos de Hyukjae le recorrían el cuello y el anhelo le hacía estremecerse por dentro.

—Tú. Una noche —repitió bajando las manos hasta sus caderas, acariciando la bata de seda, explorando con avidez sus formas.

Donghae dejó caer la cabeza a un lado dándole vía libre para explorar la sensible piel de su cuello. Santo Dios, cuánto placer. Y qué bien olía. Cuando la boca de Hyukjae descendió hacia la suya, perdió por completo la capacidad de pensar.

Hyukjae no preguntaba, exigía. Empujó con la lengua la puerta de sus labios hasta que cedieron. El se dejó hacer y Hyukjae se apropió de su boca con exigentes lengüetazos. A Donghae se le escapó un gemido; aquel beso le hacía sentir extasiado y abrumado, y su reacción impulsiva fue de deseo. Empujó la lengua y la enroscó con la suya, explorándolo, catándolo…

Siguió abrazándole con pasión mientras le desataba la bata y amasaba imperioso su cuerpo entero, pero sobre todo sus pezones duros, que reaccionaban con entusiasmo. Para aumentar su deseo fue combinando las caricias con los pellizcos hasta que logró que perdiera el control por completo. Le metió entre las piernas el muslo, aquel fornido músculo enfundado en unos vaqueros, y Donghae se frotó contra él, atormentado por el deseo. Recorrió su cabello oscuro con las manos y, cuando la ola de placer se hizo aún más intensa, se agarró a él con fuerza. Hyukjae separó su boca y empezó a jadear como si acabara de correr un maratón.

—Madre mía, Donghae, me pones a cien. Eres brutal. ¡Y tan receptivo!

A Donghae le palpitaba el cuerpo entero y Hyukjae le posó la mano en su pubis, antes de repetir:

—Quiero una noche.

Donghae pegó un respingo cuando los dedos de Hyukjae le tocaron su miembro, que estaba empalmado y goteando. Retiró el muslo para explorarlo con más facilidad y poder estimular a sus anchas.

—Estás tan duro y húmedo, tan dispuesto… —susurró—. Huelo tu excitación y me estoy poniendo a mil. Quiero tenerte.

—Oh, sí… Por favor.

Donghae se dejó llevar por las sensaciones. Le ardía cada terminación nerviosa de su cuerpo y, para no perder el equilibrio y poder mantenerse de pie, apoyó las manos en los robustos hombros de Hyukjae.

—Eres tan dulce… —le murmuró Hyukjae al oído.

Entonces empezó a lamerle el cuello a un ritmo que imitaba lo que le gustaría hacer en otro sitio; exactamente en el mismo sitio al que Donghae deseaba que llegara pronto, pues ardía en deseos de sentir aquella lengua de terciopelo entre sus muslos. Tanto lo deseaba que comenzó a bambolear las caderas para lograr que el contacto fuera más intenso, para sentir más el roce de aquellos dedos maravillosos que lo estaban volviendo loca.

—Hyukjae, necesito…

—Sé lo que necesitas. ¡Exactamente lo mismo que yo! Pero de momento solo puedo ofrecerte esto.

Donghae empezó a jadear cada vez más alto a medida que él aumentaba el ritmo y la intensidad. Tenía la sensación de que, si no lo penetraba de inmediato, se moriría, y tuvo que expresar su frustración con un gimoteo, pues Hyukjae no cejaba en aquella erótica tortura.

—Sí, oh, sí…

Aunque Donghae sabía que esa voz ardiente y excitada era la suya, le costaba reconocerla. Esa voz aguda imploraba que le satisficiera, pero la boca de Hyukjae se tragó sus gemidos como si quisiera poseer cada ápice de su gozo. Donghae reaccionó mordiéndole el labio y se abrió de piernas para invitarlo a que lo poseyera, para entregarse en cuerpo y alma. Apretó las entrañas y sintió que el inminente clímax se acercaba desde la punta de los pies. Arrancó su boca de la de él, dejó caer la cabeza hacia atrás y gimió desatado, invadido por un potente orgasmo, engullido por unas olas de placer que jamás había experimentado.

Apoyó la cabeza en el hombro de él mientras las olas de placer continuaban produciéndole espasmos.

—Dios mío, ¿qué ha sido eso? —jadeó mientras Hyukjae le cerraba la bata y apoyaba su exhausto cuerpo contra el de él.

—Placer. Acabas de catar una muestra de lo que podríamos experimentar en la cama —respondió con tranquilidad mientras lo mecía balanceando ligeramente su musculoso cuerpo—. Me gustaría pasar una noche contigo, Donghae. No estás obligado a hacerlo, pero tú también lo deseas. Te ayudaré sea cual sea tu decisión. Tú decides si estás dispuesto a concederme lo que deseo. Pero te advierto una cosa… Me gusta controlar la situación.

Donghae, que aún no se había recuperado y era incapaz de pensar con claridad, preguntó vacilante:

—¿Qué quieres decir exactamente?

—Sumisión absoluta —susurró con una voz sugerente y vibrante que revelaba una pasión desenfrenada—. Piénsatelo. Dime que sí y te daré todo el placer que soy capaz de ofrecer.

—Pero es que… no tengo mucha experiencia. Te defraudaré.

Llevaba más de cinco años sin acostarse con nadie y solo había mantenido relaciones sexuales con una persona: su exnovio. Después de salir cinco años juntos habían acabado muy mal.

—No quiero acostarme con alguien experimentado; quiero acostarme contigo —afirmó con rotundidad mientras se apartaba un poco para dejarle espacio.

Donghae se fijó en la tensión que reflejaban los ojos de Hyukjae y en los surcos que perfilaban su boca. Bajó la mirada a su entrepierna y vio que el paquete apenas le cabía en los vaqueros. Hyukjae se inclinó hacia delante y lo besó en la frente.

—Ya lo decidirás más tarde. Hoy has tenido un día muy largo y necesitas recuperarte de la enfermedad. Descansa. Come. Relájate. Estaré arriba, en la sala de informática, si me necesitas. Sora no tardará en llegar con tu ropa. Puedes quedarte con la bata. Te sienta muy bien. Pero que sepas que me empalmo cada vez que te la veo puesta. Fantasearé con las deliciosas reacciones con las que has respondido a cada una de mis caricias y con todos los dulces sonidos que has emitido mientras te corrías en mis brazos.

Donghae se aferró a la encimera que tenía a sus espaldas con tanta fuerza que los nudillos se le quedaron blancos. Hyukjae se dio media vuelta, se alejó sin prisa y salió de la cocina como si no hubiera pasado nada, tensando y destensando los perfectos músculos del trasero y de la espalda.

«¿De verdad acaba de pasar lo que acaba de pasar?», susurró perplejo con la esperanza de que el día entero no fuera más que una pesadilla de la que se despertaría en la cama de su minúsculo piso.

Kim Hyukjae era un peligro para su salud y tenía que alejarse de él; cuanto más, mejor.

Cuatro meses. ¿Sería capaz de superar esta prueba? Estiró la columna y se ajustó la bata. Era un superviviente y sobreviviría. Hyukjae le había explicado que acostarse con él no era una condición sine qua non. No tenía por qué ocurrir.

Donghae respiró hondo tratando de relajarse. Haría todo lo que estuviera en su mano para ayudar a Hyukjae excepto acostarse con él. Cocinaría, limpiaría y le echaría una mano en todo lo que necesitara. Seguro que encontraba otras maneras de recompensarlo.

«Quieres hacerlo. En el fondo sabes que le deseas».

Agitó la cabeza tratando de silenciar sus díscolos pensamientos. Tener una relación con Kim Hyukjae no era una buena idea. El genio multimillonario era la clase de tío que lo dejaría hecha polvo. Aquí tenía la prueba: ni siquiera se habían acostado y ya le había puesto el mundo del revés.

«Lo malo es que ahora sabes que sería una noche increíble que jamás olvidarías».

Sí, sería increíble. De eso era precisamente de lo que tenía miedo Donghae. De que fuera demasiado memorable.

Negó con la cabeza y entonces se acordó de que debería haber ido a la clínica por la mañana. «¡Mierda! Tengo que llamar a Leeteuk. ¿Cómo he podido olvidarme?».

Todos los sábados por la mañana Donghae acudía como voluntario a la clínica infantil gratuita de la doctor Park Leeteuk. Había empezado un año antes y no había faltado ni un solo sábado. Aunque aún no tenía licencia para ejercer como enfermero, echaba una mano en todas las tareas para las que estaba capacitado  y, de ese modo, Leeteuk podía atender a más niños.

Donghae se abalanzó sobre un teléfono inalámbrico que había en la encimera de la cocina y marcó a toda prisa el número de la clínica. Le explicó a Leeteuk lo que le había ocurrido y le pidió disculpas por no haber ido.

—Aunque obviamente valoro mucho que vengas a ayudarme, no tienes las obligaciones de un empleado, Donghae. ¿Estás bien? ¿Necesitas alojamiento?

La voz de Leeteuk transmitía preocupación y Donghae se sintió arropado. No quería complicarle la vida a su amigo. Leeteuk invertía todo el dinero que podía en la clínica gratuita y eso que prácticamente acababa de terminar la carrera de Medicina. Su amigo le había comentado más de una vez, medio en broma, medio en serio, que cuando se jubilara seguiría pagando los créditos que había solicitado para poder hacer la carrera.

—No. Estoy bien. Un… amigo me está echando un cable —respondió con la esperanza de que su voz no lo traicionara.

Se hizo un silencio tras el cual Leeteuk afirmó con gravedad.

—Si necesitas algo, me llamas. Lo harás, ¿verdad?

—Sí, te lo prometo. ¡Hasta el sábado!

—Cuídate. Si por casualidad te encuentras con la zorra de tu excompañero de piso, no dudes en llamarme. Le pegaré una buena paliza —dijo Leeteuk indignado.

Donghae se echó a reír.

—Vas a tener que hacer cola porque estoy tan cabreado que la paliza se la daré yo.

Tras insistir un par de veces en que se las apañaría sin problemas Donghae colgó el teléfono. Seguidamente cogió aire y se dispuso a ir a su piso para ver qué quedaba de sus bienes.

«Saldrás de esta. Has luchado mucho para llegar hasta aquí. Cuatro meses son pan comido. Ya habrá tiempo para recuperar lo que te han quitado».

Mientras buscaba la habitación de invitados en la que estaban sus pocas pertenencias, un cosquilleo le recorrió la espina dorsal, pues presentía que los cuatro meses que tenía por delante supondrían un desafío mayor que los retos a los que se había enfrentado hasta ese momento.

¡Pobreza!

¡Soledad!

¡Rechazo!

¡Inestabilidad!

¡Miedo!

Todo eso parecía fácil comparado con pasar varios meses junto a Kim Hyukjae. Le iba a costar mucho resistirse a la tentación.



Durante los siguientes seis días Donghae descubrió que convivir con Hyukjae era fácil… siempre y cuando le dejara salirse con la suya. Le daba rabia su actitud autoritaria y las estratagemas que empleaba con el fin de dominar todas las situaciones, pero no podía negar que era un hombre generoso, hasta el punto de que habían tenido varias discusiones y rabietas por todo el dinero que se gastaba en él: ropa, un portátil, un iPhone, un iPod, un iPad.

Él se había armado de paciencia y había intentado explicarle más de una vez que ya vivía bien antes de tener todas esas cosas, pero Hyukjae se limitaba a responder con gruñidos y no tardaba en aparecer con otro artículo que le parecía imprescindible y a él, innecesario.

La única batalla que Donghae había ganado era que no le comprara un coche. Se había negado en redondo y había insistido en que prefería coger el autobús. En realidad, esa batalla tampoco la había ganado, pues la única razón por la que Hyukjae había cedido en esta discusión era que su chófer —un hombre encantador que se llamaba Kyuhyun— lo llevaba y lo recogía de las clases y las prácticas todos los días.

La primera vez que Donghae vio aquel coche tan elegante y lujoso, un Audi A5, casi se atraganta.

Estaba impresionado porque hasta entonces solo lo había contemplado en fotos, pero Hyukjae se limitó a encogerse de hombros y a comentarle que Kangin tenía otro, pero que el de Kangin era más nuevo, un dato que parecía irritarle. Donghae puso los ojos en blanco y se marchó. En el fondo era como un niño…, solo que tenía más dinero —mucho más dinero— y que sus juguetes eran muchísimo más caros.

El sábado a primera hora Sora le trajo ropa nueva, ropa que obviamente no habían sacado de un Walmart ni de ningún hipermercado del estilo. Por el amor de Dios, ¡hasta los vaqueros eran de un diseñador de renombre! Hyukjae había sacado la ropa manchada de su mochila para ver qué talla tenía.

El incidente de la ropa fue el primero de muchos episodios en los que Donghae se dio cuenta de que Hyukjae siempre hacía todo a lo grande.

Al ver el dinero que había transferido a su cuenta corriente se negó en redondo. ¿De dónde diablos habría sacado el número de su cuenta? Una vez más Hyukjae se limitó a encogerse de hombros y a pedirle que le avisara cuando necesitara financiación adicional.

¿Financiación adicional? ¡Le había hecho una transferencia de cien mil dólares! Cuando Donghae consultó el remanente de su cuenta casi le da un paro cardiaco. Hasta ese momento su saldo solía ocupar un solo dígito.

Intentó devolverle la mayor parte del dinero, pero Hyukjae masculló algún juramento, murmuró algo de que era un cabezota e hizo caso omiso de su petición.  Acabó poniendo el grito en el cielo y marchándose resignado, cuchicheando algo sobre un hombre arrogante y terco. Al salir de la habitación oyó una risita sofocada, pero se resistió a echar la vista atrás para comprobar si Hyukjae estaba sonriendo.

En realidad le alegraba que por lo menos se lo pasara bien con él, porque era incapaz de encontrar algo en lo que echarle una mano, y la mayor parte del tiempo se sentía culpable por aprovecharse de su generosidad.

Lo único que podía hacer Donghae era cocinar y disponía de tiempo de sobra para realizar esa tarea. Aunque preparar platos y postres era prácticamente lo único en lo que podía ayudar, cada vez que le hacía la cena Hyukjae reaccionaba como si hubiera llevado a cabo un gran esfuerzo equiparable a salvarle la vida. Al parecer él jamás cocinaba y, cuando estaba en casa, sobrevivía a base de sándwiches, pues nunca había querido contratar a un cocinero a tiempo completo. Sora se ocupaba de comprar la comida, una tarea de la que ahora, para gran alivio de su asistente personal, se encargaba Donghae.

Sora estaba harta de recibir semana tras semana la misma lista de la compra, había exclamado entusiasmada «¡Aleluya, por fin, comerá como Dios manda!», y le había entregado a Donghae la lista de la compra.

Cuando Donghae terminó de estudiar, mirando al techo pensó que debería preguntar a Hyukjae qué le apetecía para cenar, aunque ya sabía su respuesta: «Lo que sea mientras no haya que cocinar».

Hyukjae solía pasar las mañanas en la oficina y las tardes en la sala de informática que tenía instalada en el piso superior. El dúplex era tan grande que Donghae se preguntaba si algún día sabría llegar de una estancia a otra sin perderse.

Se levantó de un brinco de la cama y, al pasar por el elegante salón, se quedó contemplando la vista que le ofrecía el gran ventanal.  Ojalá Hyukjae reservara algún momento para hacerlo, pero parecía estar obsesionado con algún proyecto, pues solo salía de la sala de informática para cenar y no tardaba en volver a toda prisa a sentarse frente al ordenador.

Donghae temía que lo estuviera evitando y la idea de que quizá se estuviera ocultando en su propia casa la hacía sentirse culpable. No habían vuelto a mencionar lo que había ocurrido en la cocina hacía seis días. Guardaban cierta distancia, se trataban con cortesía y mantenían conversaciones triviales durante la cena.

«¿De qué me quejo?», se preguntó enfadado consigo mismo. Tenía a su alcance todo tipo de lujos, todo lo que pudiera necesitar, vivía en una casa de ensueño y el dinero había dejado de ser una preocupación, pero, a pesar de que ya debería bastarle con tener un techo y un sinfín de comida que llevarse a la boca, se lamentaba porque quería que Hyukjae le hiciera más caso.

Se detuvo un momento frente a la puerta antes de dar un golpecito.

—Adelante.

Sonrío ante aquella respuesta abrupta y distraída. Era obvio que Hyukjae estaba enfrascado en algún proyecto.

Entró en la sala y cerró la puerta tras de sí. ¡Había ordenadores por todos lados! Hyukjae se movía de uno a otro con agilidad gracias a una silla con ruedas y un plástico que cubría el suelo. Los pies de Donghae avanzaron por la aterciopelada alfombra hasta pisar el plástico. Echó un vistazo a las pantallas y se quedó boquiabierto al reconocer la imagen que mostraba la pantalla más grande. Entrecerró los ojos para ver mejor y preguntó sin levantar la voz:

—¿Eso es Blue World?

Levantó la cabeza sorprendido y lo miró a los ojos.

—¡Sí! ¿Lo conoces?

—¿Que si lo conozco? Juego en el nivel experto —respondió ligeramente ofendido porque Hyukjae pensara que no conocía un juego tan famoso.

Le encantaba ese juego y siempre que podía, aunque fuera a altas horas de la madrugada, sacaba un rato para sentarse frente al ordenador de su compañera. Era el único capricho que se permitía. No podía resistir la tentación de dejarse transportar a otro mundo, de averiguar sus secretos y pelear con criaturas mitológicas.

Los labios de Hyukjae empezaron a curvarse hasta dibujar una sonrisa de oreja a oreja que hizo que a Donghae se le parara el corazón. Era la primera vez que veía una sonrisa sincera y radiante en su rostro. Hyukjae se deslizó con la silla hasta la pantalla en la que aparecían las criaturas que Donghae había reconocido y respondió:

—Es mío. Este es Blue World II.

—¡Dios mío! A ver.

Donghae estaba tan emocionado que se puso delante de Hyukjae. Llevaba una semana sin ver el juego original y tenía ante sus ojos el nuevo. No podía creer que estuviera justo aquí, en la casa en la que vivía.

—¿Está terminado? ¿Puedo jugar? ¡Echo tanto de menos esa vía de escape!

—Es la demo. Aún no ha salido al mercado. Si quieres, puedes probarlo —respondió Hyukjae con un tono indulgente y aniñado.

Tocó varias teclas antes de ponerse de pie y dejarle la silla a Donghae, que se sentó extasiado con la novedad del juego.

Se parecía al anterior y a la vez no tenía nada que ver. Donghae se mordió el labio mientras trataba de averiguar los misterios del juego.

—Lo has puesto más difícil —le acusó entre risas.

—¿El primero te pareció fácil? —preguntó Hyukjae animado.

—No. Pero tampoco era tan difícil —respondió con los ojos pegados a la pantalla.

—Sí que lo era. Lo que pasa es que aún no le has cogido el tranquillo. —Mientras examinaba el rostro de Donghae preguntó—: ¿Qué es lo que te gusta del juego?

—La estrategia, el reto que supone averiguar secretos, el mundo de fantasía… Es como si te catapultaran a otra dimensión. —Lo miró a los ojos mientras perdía una vida en la pantalla—. Eres un genio, Hyukjae —afirmó con total sinceridad—. No me había dado cuenta de que el juego era de Kim.

Donghae hubiera jurado que Hyukjae estaba sonrojado cuando este giró la cara y respondió con timidez:

—No es más que informática. No tiene nada de emocionante.

Donghae apartó las manos del escritorio y las cruzó sobre el regazo mientras le explicaba con gran entusiasmo:

—Es supercreativo, Hyukjae. Obtener un resultado así exige algo más que conocimientos de programación.

—Te los instalaré en tu ordenador —le propuso en voz baja.

—Ni se te ocurra. Si lo haces, seré incapaz de acabar la carrera —bromeó con un tono juguetón y una mirada traviesa.

—Tienes una gran capacidad de autocontrol —comentó decepcionado.

—En absoluto. Con Blue World pierdo completamente el control. ¿Has diseñado más juegos?

—Claro. Un montón.

—¿Podrías instalarlos en el ordenador del estudio? —preguntó con indecisión.

—Puedes subir aquí y jugar en el ordenador de pruebas. —Señaló una esquina en la que había una gran pantalla y una silla—. Tiene todos mis juegos. Bueno, en realidad, tiene prácticamente todos los juegos que se te puedan pasar por la cabeza.

Donghae colocó su mano en el pecho con teatralidad y fingió asombro.

—¡Horror de los horrores! ¿Tienes juegos de otra gente en ese ordenador?

Hyukjae se le acercó con una sonrisa pícara.

—A veces tengo que… vigilar a la competencia.

—¿Y son buenos? —Levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, entusiasmado con la faceta infantil de Hyukjae.

—Qué va, pero tengo que estar al tanto de lo que sale al mercado —respondió con fingida arrogancia.

Madre mía, cuando se ponía en ese plan a Donghae le resultaba irresistible. ¡Bueno, siempre le resultaba irresistible! El aroma masculino con un toque a sándalo la hacía estremecerse. Ese olor cálido e intenso le provocaba un hormigueo por todo el cuerpo.

—Si no te molesta, acepto tu oferta. Estoy acostumbrado a estar ocupado y no me entero de lo que ponen en la tele. A veces me siento un poco solo. Esta casa es tan grande. —¿Por qué le había confesado eso?—. Pero no te enfades cuando la cena no esté preparada a su hora, porque con tus juegos se me pasa el tiempo volando —bromeó imitando un tono de advertencia aunque lo que realmente estaba intentando era quitar hierro a lo que acababa de confesar.

Hyukjae se arrodilló para poner los ojos a la altura de los suyos.

—¿Aquí te sientes solo? —preguntó perplejo mientras sus ojos oscuros lo miraban fijamente. Prosiguió con tono de preocupación—: ¿No te gusta vivir aquí?

—Sí, sí… La casa es preciosa, Hyukjae. ¿Cómo no iba a estar feliz? —Tomó aire y trató de explicarse mejor—. Es que estaba acostumbrado a no tener tiempo para pensar, a no tener tiempo para mí. Lleva tiempo acostumbrarse a dejar de vivir a un ritmo frenético.

—Más bien suicida —repuso con cierta crispación—. Ese estilo de vida te estaba matando por dentro, Donghae.

—Lo sé. Y de verdad que te agradezco todo lo que estás haciendo por mí. En serio. Lo único que pasa es que mi vida ha cambiado mucho —insistió para que no la tomara por un desagradecido. Joder, si no fuera por su generosidad, ahora mismo estaría en la calle, pero aun así…—. Me resultaría más agradable si pudiera pasar tiempo aquí contigo.

—¿Quieres pasar tiempo conmigo? —preguntó asombrado examinando el rostro de Donghae.






Nota: El tipo de auto que aparece, se toma porque aparentemente es el último que se le vió a Hyuk, no tiene nada que ver con otra novela.


3 comentarios:

  1. Asdfghjhgffsadg
    Que genial!!!
    Ese huevo quiere sal!!!
    Affgggg
    Que genial!!!
    Hyuk~ ya!!! Comete al pez!!!

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  2. no por que te haces del rogar pecesito si todos sabemos que quieres una noche candente con mi lindo monito

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  3. Cho Kyuhyun chofer? Ajajaja el "Cho-Fer"

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...