El Poder del Fuego- Capítulo 17



Era más que una pequeña intimidación el ser el foco de tanta determinación.

—Sungmin no hubiera huido de un hombre que le hubiera golpeado. Hubiera o arrojado su culo en la cárcel o devuelto el golpe.

—No bromees. —Kyuhyun frotó su brazo donde la herida de la puñalada que Sungmin le había dado estaba casi curada.

Leeteuk se preguntaba si Hyungsik había tenido oportunidad de curarlo a él también. Parecía demasiado pronto para que la marca hubiera desaparecido dejando piel nueva en su lugar.

—¿Piensas que está en peligro? —Le preguntó Leeteuk a Kangin.
Rogaba que no. No quería a ninguno de sus amigos heridos. Con la pobre señorita Sora ya era demasiado.


Kangin bajó la mochila que estaba portando y lo atrajo contra él en un gentil abrazo. No luchó para librarse, aunque sabía que debía hacerlo. Depender de él para que le consolara los acercaba un paso más. Le acercaba un paso más a enamorarse de él.

—Necesito encontrarlo, Leeteuk. Lo necesito.

La cabeza de Kangin se alzó demasiado rápido para que Leeteuk no lo notara.

—¿Lo necesitas cómo?

Los pálidos ojos de Kyuhyun se deslizaron hacia él.

—Necesito tocarlo. Estar cerca de él. No lo entiendo, pero eso no parece importar. Lo necesito.

—Sé exactamente cómo te sientes. —Cada palabra fue lenta y precisa—. Así es como me sentí cuando vi a Leeteuk. No puede ser una coincidencia.

—¿Qué puede ser? —Preguntó Leeteuk, confundido.

—Quiero creerlo, pero si estás equivocado, no estoy seguro de poder enfrentarlo —dijo Kyuhyun.

—Debes averiguarlo —replicó Kangin.

—¿Averiguar qué? —Preguntó Leeteuk.

—Si Sungmin es como tú. Como nosotros.

Kyuhyun pasó una ancha mano por su rostro.

—Hombre, ni siquiera lo digas. Traerás mala suerte.

La comisura de la boca de Kangin se elevó en una media sonrisa.

—¿Eres supersticioso ahora?

—Si funciona, infiernos sí. —Kyuhyun miró a Leeteuk —. Tienes que ayudarme a encontrarlo.

—No sé cómo. Desearía hacerlo. No me gusta la idea de él dando vueltas por ahí, solo.

Kyuhyun presionó una mano en su pecho como si éste doliera.

—Tampoco a mí.

—Quizás Zhoumi pueda ayudar.

—No ha sido capaz hasta ahora. Estaba contando con que Leeteuk supiera algo más.

Leeteuk sintió un remordimiento de culpa que no podía evitar, y una enorme preocupación por Kyuhyun. Se veía salvajemente desesperado y un poco enfermo del estómago.

—Lo siento. Desearía saber algo.

—Si piensas en algo más, incluso algo pequeño, ¿me lo dirás?

—Lo prometo.

Una gentil comprensión surgió a su alrededor. La había sentido antes de que le hubiera dado su palabra. Era extraño.

—Tienes que dejar de hacer eso —le advirtió Kangin —. Te vas a buscar problemas realizando tantas promesas.

—No te escuché quejarte cuando eras el que las recibía —le recordó.

—Sí, bien, hay un montón de cosas que puedes hacer conmigo que no quiero que hagas con otro hombre. —Una deliciosa y traviesa luz calentó sus ojos, y Leeteuk sintió que su cuerpo de suavizaba en respuesta.

Iba a tener que elevar serias barreras si pensaba tener la oportunidad de mantener la distancia. Una mirada como esa de parte de Kangin y estaba listo para encontrar un agradable y tranquilo lugar y desnudarse con él por unas pocas horas.

—Me gustaría —le dijo en una oscura voz que derretía su interior.

Kangin deslizó un dedo sobre su mejilla y por su labio inferior. Los ojos de Leeteuk se cerraron contra su voluntad, y su lengua salió para alcanzarlo.

Un hombre que no conocía caminó hacia ellos y aclaró su garganta.

—Están esperando por él.

Kangin suspiró pesadamente.

—Correcto. La ceremonia.

El estómago de Leeteuk se tensó en un súbito ataque de ansiedad.

—¿Qué ceremonia? Nadie me dijo nada acerca de una ceremonia.

Estaba vestido con un par de pantalones de gimnasia prestados y una chapucera camiseta. No era exactamente el atuendo para una ceremonia.

—No tomará mucho —le aseguró Kangin —. Los Suju quieren conocerte y darte la bienvenida a nuestra familia.

Bien, eso no sonaba demasiado malo. De hecho, sonaba como algo agradable.

No fue bonito en absoluto. La ceremonia fue una combinación de hombres medio desnudos, sangre y culpa.

—Te voy a matar por esto —susurró Leeteuk en voz baja a Kangin.

Él se limitó a sonreír, exhibiéndose orgulloso por haber tenido la oportunidad de mostrarlo frente su improvisada -provisional- familia

Sin embargo, otro hombre sin camisa y con un árbol tatuado se adelantó hacia la parte en donde estaba junto a Kangin. Sacó su espada, se arrodilló a sus pies y la deslizó cortando su pecho, prometiendo…

—Mi vida por la tuya.

… en un tono reverente.

Había cerca de una docena de Suju allí y cada uno de ellos pasó por el mismo proceso. Cada vez que pronunciaban esas palabras, sentía que le agobiaban. La promesa de cada hombre de dar su vida en defensa de la de él no era en vano.

Boom le había demostrado que estaba más allá de toda duda. Esos hombres morirían por salvarlo y lo odiaba. Quería gritarles que dejaran de ser estúpidos. Su vida estaba a punto de terminar y no valía la pena salvarlo. Incluso si no estuviera destinado a morir pronto, todavía habría odiado sus violentas promesas. Eran mucho más fuertes que él. Más valientes. Más capaces de luchar contra los Sasaengs. El mundo les necesitaba mucho más de lo que lo necesitaba a él.

Kangin se inclinó y le susurró al oído:

—Eres más valioso de lo que te puedas imaginar. Te lo voy a demostrar.

Sí, justo después de enseñar a los cerdos a volar.

Otro hombre se adelantó. Era más delgado que Kangin, pero todavía agradablemente musculoso. Tenía el pelo oscuro y resplandecientes ojos que brillaban con inteligencia. Como la mayoría de los hombres allí, sólo unas pocas hojas colgaban de su árbol, su marca de vida la había llamado Kangin.

A diferencia de los otros hombres, le sonrió.

—Gracias por elegir unirte a nosotros —dijo.

—¿Elegir?

Leeteuk puso los ojos en blanco. No había tenido más elección que asistir a la ceremonia, pero no se lo iba a decir.

El hombre frunció el ceño hacia Kangin.

—¿Lo obligaste?

Kangin se tensó y Leeteuk pudo sentir un único pulso vibrante de ira empujarle antes de que él bloqueara su vínculo.

—La decisión final de llevar mi luceria fue de él.

—¿Y sabe lo que significa? ¿Tanto para él como para ti?

La mandíbula de Kangin se apretó y permaneció en silencio.

—¿De qué está hablando, Kangin?

El hombre se giró hacia Leeteuk y sus ojos se deslizaron hacia la luceria. Se dio cuenta de que un montón de hombres miraban hacia allí y no estaba seguro de cómo sentirse al respecto.

—¿Te explicó Kangin qué significa llevar la luceria? ¿No sólo para él, sino para todos nosotros?

—Uh. De algún modo.

Pudo oír a Kangin apretando los dientes.

—¿Te dijo lo que le pasaría si te lo quitas?

La cabeza de Leeteuk se movió a tiempo de captar el enrojecimiento furioso de Kangin. Estaba más que enfadado, estaba colérico.

—¡Basta! —Ladró—. Este no es tu lugar, Siwon.

—Infiernos si no lo es. Alguien tiene que decirle qué está pasando. Debería haberlo sabido antes de hacer su compromiso.

—No había tiempo.

—Siempre hay tiempo para permitirle a alguien el libre albedrío. Lo violaste —dijo Siwon.

Leeteuk no se sentía violado. ¿Asustado? Seguro. ¿Confuso? Absolutamente. Pero no violado.

—Realmente no creo que este sea ni el momento ni el lugar para tener esta discusión —les dijo—. Todavía hay tres hombres más esperando su momento para sangrar y verdaderamente me gustaría terminar con esto.

Siwon volvió a mirarlo y bajó la cabeza.

—Por supuesto, mi señor.

¿Señor? ¿De dónde había salido eso?

Antes de que pudiera preguntarlo, Siwon sacó su espada, se arrodilló y le hizo su juramento de morir por él. De todas las promesas que le habían sido dadas hoy, era la de más peso. No tenía ni idea de por qué.

Entonces Siwon levantó su mano hacia él. El anillo de su mano izquierda vibraba visiblemente y comenzaba a arremolinarse con más color rojo que cualquier otro color.

—Podría reclamarlo también, Kangin. Recuérdalo cuando le digas el resto de la verdad. Puede decidir elegir un hombre que nunca le mentiría.

—Nunca he mentido a Leeteuk —espetó Kangin.

—No le has dado la verdad completa. Es lo mismo.

Leeteuk estaba sintiéndose rápidamente incómodo. Agarró el brazo de Kangin.

—¿De qué está hablando?

Kangin lo miró con algo parecido al miedo en sus ojos.

—Te prometo que te lo diré todo, pero ahora no es el momento.

Siwon le lanzó a Kangin una sonrisa burlona.

—No. Estoy seguro que no piensas hacerlo.

—Déjanos —ordenó Kangin.

Siwon miró a Leeteuk con sus bondadosos ojos y sintió un pequeño tirón extraño.

—Me iré, pero no muy lejos. Todo lo que tienes que hacer es decir mi nombre y te escucharé, Leeteuk. Te oiré y vendré por ti.



Siwon salió corriendo de la habitación mientras todavía podía caminar. Una vez fuera en el pasillo -fuera de la vista- se dejó caer contra la pared para apoyarse y presionó el talón de su mano contra su pecho. El sudor brotaba de su piel y sus rodillas ya no quisieron sostener su peso. El dolor le golpeaba contra las costillas con cada latido de su corazón hasta que incluso la respiración le era difícil.

Leeteuk podría haber sido suyo. Podría haberle salvado a él. Pero Kangin lo había encontrado primero.

Después de vidas de dolor y soledad, su gente había encontrado una pareja Suju que podía poner fin a su sufrimiento y que había elegido a otro hombre.

No era que Kangin le hubiera dado demasiadas opciones, aparentemente. Por otra parte, era difícil culpar a Kangin por sus acciones cuando una parte de Siwon quería precipitarse de nuevo a la ceremonia y reducir a Kangin donde estaba. Entonces Leeteuk sería libre para unirse a él. Terminar con su dolor.

Una aguda y punzante sensación en su pecho se llevó el aliento de su cuerpo. Cayó sobre una rodilla y se miró el pecho todavía desnudo, medio esperado ver una hoja saliendo de sus costillas. En cambio, vio como una hoja de su marca de vida cayó y aterrizó sobre el siempre creciente montón en la base de su árbol.

Su alma estaba muriendo. Se estaba quedando sin tiempo.

—Puedo ayudarte —una voz profunda le llegó desde el oscuro umbral a través del pasillo.

Siwon levantó la mirada y encontró a Hyungsik acechando a no más de tres metros de distancia. Los plateados ojos del Zea brillaban con un hambre depredadora y la mano de Siwon se desplazó hasta su espada.

Había estado evitando a Hyungsik durante días, desde que Sunny -que tenía visiones del futuro- le había dicho que debía aceptar la oferta del Zea cuando llegara. No quería nada que Hyungsik tuviera para ofrecer. No se fiaba de ninguno de los Zea, especialmente de Hyungsik. En lo que a él concernía, los Zea venderían a cada uno de los Suju si les convenía.

Hyungsik levantó las manos en señal de rendición.

—No hay necesidad de violencia. Pareces un poco indispuesto. Simplemente quería ofrecerte mi ayuda.

Tan débil como estaba, Siwon encontró la fuerza para burlarse de la sanguijuela. Los del tipo de Hyungsik estaban más desesperados cada día y a pesar de que muchos Centinelas estaba convencidos que una raza tan hermosa y encantadora nunca les haría daño, Siwon no se dejaba engañar. Los Zea eran tan peligrosos como astutos. La paz que sus pueblos disfrutaban ahora no sería una paz duradera.

—No necesito nada de ti, sanguijuela.

Hyungsik ni se inmutó ante el insulto, continuamente lo había oído antes.

—¿Estás seguro? —Sus ojos se deslizaron a la marca de vida de Siwon y de vuelta a su rostro—. Parece lo contrario. Si mi suposición es correcta, después del breve contacto que has tenido con Leeteuk probablemente va a acelerar la velocidad en la que tu marca de vida se está desprendiendo de sus hojas. Según mis cuentas, te quedan seis. Eso no te deja mucho tiempo.

Una punzada de pánico le revolvió el estomago a Siwon. ¿Y si estaba en lo correcto? Los rumores decían que Hyungsik en realidad había mirado en la mente de Leeteuk. ¿Qué había visto ahí? ¿Era tan hermoso en su interior como en su exterior? ¿Se interesaba realmente por Kangin o tenía Siwon una oportunidad? Por primera vez en su vida, Siwon envidió a uno de los Zea.

—Tan dotado como puedas ser como sanador, ni siquiera tú puedes cambiar eso.

—No. Pero puedo ser capaz de ayudarte de todos modos.

—¿Cómo?

—Soy un Cazador de sangre.

Siwon se puso de pie, intentando ocultar su asombro. Aunque todos sabían que los Zea tenían Cazadores de sangre entre sus filas -hombres que rastreaban líneas de sangre sólo por el aroma- nadie sabía quiénes eran. Era un secreto cuidadosamente guardado.

—¿Y? ¿Por qué debería importarme?

—Porque bebí la sangre de Leeteuk.

Esa admisión enfadó a Siwon y de nuevo buscó su espada. No quería a nadie tocando la sangre de Leeteuk. Era demasiado preciosa.

Siwon empujó a Hyungsik contra la pared y puso el borde de su espada contra la garganta del Zea.

—Nunca vuelvas a hacer eso.

Hyungsik sólo sonrió como si Siwon fuera un niño haciendo algo bonito.

—Deberías darme las gracias, Suju. Ahora que he probado su sangre, si hay más ahí afuera relacionados con él, puedo encontrarlos.

La esperanza estalló brillante en el interior de Siwon, haciéndole detenerse mientras intentaba absorber completamente las importantes palabras de Hyungsik.

—¿Me ayudarías a buscar a otro como Leeteuk ? ¿Una pareja que pudiera ser mía?

—Sí.

¿Era algún tipo de truco? Siwon buscó señales de trampas, pero su entusiasmo le estaba distrayendo.

—Incluso si encontramos otro como Leeteuk, eso no garantiza que sea capaz de unirse a mí.

—No, pero si Leeteuk es compatible contigo y tu poder, entonces es lógico pensar que otro de su línea de sangre podría serlo también.

—Nadie parece saber de dónde viene. ¿Sabemos incluso si hay otros ahí fuera como él?

La voz de Hyungsik cayó a un seductor tono oscuro.

—No, ¿pero no preferirías ser tu quien lo encontrara en primer lugar en lugar de uno de los otros hombres?

Todos sus hermanos buscarían un pareja para sí. No había ninguna duda sobre eso. Lo único que apartaba a Siwon de planear hacer lo mismo era Leeteuk. Quería estar cerca de él. Sólo en el caso de que le necesitara.

Siwon se empujó lejos de Hyungsik y guardó su espada. Tenía que pensar, averiguar por qué el Zea quería ayudarle.

—Nunca harías algo por nada. ¿Qué hay en esto para ti?

Hyungsik se encogió de hombros como si se preparara para no pedir nada más que una bagatela.

—Mi pueblo muere de hambre. Me muero de hambre. Sólo pido tu sangre, tanta como puedas dar con seguridad cada vez que tenga necesidad.

—¿Un juramento de sangre? Ese tipo de vínculo te daría demasiado poder sobre mí. Serías capaz de obligarme a hacer cosas que de otro modo no haría.

—Es cierto, pero no soy una especie de monstruo. No tengo ninguna intención de usar tus servicios de maneras nefastas. Y no olvides que tu marca de vida está desnuda y tu alma se marchita, no necesitarás que nadie te obligue a hacer cosas que ahora encuentras… de mal gusto. Harás cualquier cosa que te haga sentir bien. Los dos lo hemos visto antes.

Y a menudo era feo. Hombres que una vez fueron nobles y generosos se convirtieron en algo irreconocible. Fueron imprudentes con las vidas de otros, interesados sólo en sus propios deseos y dispuestos a hacer todo lo necesario para conseguir lo que querían. No importaba a quién dañaran.

Siwon quería creer que era más fuerte que esos hombres, pero sabía que era una mentira. Se convertiría en lo que muchos de sus hermanos fueron si se permitía vivir tanto tiempo.

Los ojos de Hyungsik se encendieron con una hambrienta y brillante luz.

—Es un intercambio justo, Suju. Salvo tu vida ayudándote a encontrar a tu pareja, y a cambio, tú salvas la mía —sus ojos se movieron deliberadamente hacia la marca de vida de Siwon—. Por el aspecto de ella, si fallo en ayudarte, nuestro juramento de sangre será uno de corta vida.

Hyungsik tenía un tanto.

—¿Qué tienes que perder? —Preguntó Hyungsik.

No mucho.

Podría ser duro apartarse de Leeteuk, pero estaba vinculado a Kangin, y no le había mentido cuando le dijo que le oiría si le llamaba. Sabía que lo haría.

¿Pero qué pasaba si nunca le llamaba?

Su mano frotó su marca de vida. Hyungsik tenía razón. Podía sentirlo, sus hojas marchitándose. Se le estaba acabando el tiempo más rápido que antes. Leeteuk, sin querer, había acelerado la muerte de su alma con su mera presencia.

¿Qué opción tenia Siwon? Estaba sobreviviendo sin esperanza y Hyungsik le ofrecía una rica fuente. Todo lo que tenía que hacer era sangrar un poco. No era gran cosa. Sucedía todo el tiempo con un hombre que luchaba contra los Sasaengs.

—Bien —dijo Siwon—. Voy a aceptar tu trato si le añades una estipulación: si nos encontramos con mi pareja, prométeme que no le harás nada que pueda poner en peligro su seguridad. Nuestro juramento de sangre no puede impedirme hacer mis deberes.

—Por supuesto —acordó Hyungsik. Su sonrisa era un brillante destello de dientes blancos que revelaba sus afilados colmillos gemelos—. Nunca podría pensar en hacer daño a una de nuestras parejas.

—Tomaste la sangre de Leeteuk.

—¿Parece enfermo? ¿Herido?

—No.

—Eso es porque no lo está. Incluso si concibes la idea de que sólo estoy en busca de tu sangre, debes darte cuenta que eso no me sirve para perjudicar a aquellos de los que me alimento. Estoy cansado del disgusto de tu gente por nuestra existencia. No es mi culpa que deba beber sangre más de lo que es la tuya que debas tener una salida para tu poder. Somos como fuimos creados para ser, no importa lo mucho que deseemos ser de otra manera.

Siwon sintió el rubor de culpabilidad subirle hasta la parte posterior del cuello.

—Sé que no es tu culpa que necesites alimentarte. Eso no significa que quiera ser el que te alimente.

Hyungsik ondeó una elegante mano como si lo despreciara.

—¿Tenemos un acuerdo, Suju? ¿Tu sangre a cambio de mi ayuda y que ninguna de mis acciones dañe a tu pareja?

—Es un pacto.

Siwon se preparó para el peso de su voto, pero se estableció suavemente a su alrededor, convirtiéndose en parte de él fácilmente. No tenía ni idea de si Hyungsik había sentido lo mismo, pero si lo hizo, no le había sorprendido.

—¿Cuándo nos vamos? —Preguntó Siwon.

Hyungsik le dio una sonrisa victoriosa que le mostró los colmillos.

—Tan pronto como me haya alimentado.



Kangin quería matar a Siwon. Sólo el hecho de que tuviera razón detenía su mano.

Podía sentir el silencio preocupado de Leeteuk mientras hacían su recorrido por los pasillos.
Había dejado la espada de Boom con Zhoumi con la esperanza de que sería capaz de usar la sangre en ella para encontrar un nuevo camino a la espada de Kang.

El camino de la libertad de Leeteuk de él.

Kangin sufrió un brote de desesperación y apretó más fuerte su mano. No podía dejar de tocarlo, ni siquiera el tiempo suficiente para llegar a sus habitaciones. Necesitaba saber que todavía estaba a su lado. Que no había decidido dejarlo por Siwon. Todavía.

El jodido bastardo.

No tenía derecho a meter su nariz en los asuntos de Leeteuk. No importaba cuánto le había fallado por mantenerlo en la oscuridad.

—Tienes que decirme lo que está pasando, Kangin —su voz era dura, pero podía sentir el murmullo de inquietud acechando en su interior, goteando a través de su vínculo.

Kangin abrió la puerta y lo llevó adentro. Sus habitaciones eran como la mayoría de las de ese ala. La sala era grande y el resto era pequeño. Por un corto pasillo, había dos habitaciones con baños privados. A lo largo de la pared interior había una eficiente cocina en miniatura, apenas lo suficientemente grande para que dos personas pudieran comer cómodamente, pero Kangin raramente la usaba. Prefería tomar sus comidas en la zona común con todos los otros cuando estaba en casa.

El salón tenía dos ventanas mirando al este y una puerta corrediza de cristal que llevaba al patio. Todo el vidrio estaba tratado con una capa reflectante para que pudieran tener al Zea visitándolos cuando el sol estaba alto si era necesario.

Estaba completamente oscuro en sus habitaciones, por lo que encendió algunas luces para hacerlas más cómodas para Leeteuk. Podía ver en la oscuridad también, si quisiera, pero no parecía que fuera un buen momento para recordárselo.

—¿Quieres algo de comer? —Le preguntó.

—Sí. Me muero de hambre. También quiero algunas respuestas.

Respuestas. Tenía un montón, sólo que no quería dárselas.

Kangin no tenía demasiado en su frigorífico, así que decidió llamar a los Elf de turno en la
cocina principal.

—Cocina —respondió una joven mujer al otro lado de la línea. No reconoció la voz.

—Me gustaría que me enviaran dos comidas, por favor.

—Sí, señor. Tenemos pollo asado y ha quedado bistec de la cena. ¿Qué prefiere?

—Uno de cada estará bien. Gracias.

—¿Número de la habitación?

—Uno-cero-cuatro.

—Estará en unos pocos minutos, señor.

—Gracias.

Leeteuk le estaba mirando cuando colgó el teléfono.

—Me estás evitando. Eso me pone nervioso.

—No te estoy evitando. Simplemente creo que algunas cosas se manejan mejor con el estómago lleno.

Leeteuk le miró fijamente durante un buen rato y tuvo que luchar contra el deseo de cruzar el espacio que los separaba y atraerlo hacia sus brazos. Podía distraerlo con sus manos, su boca. Podía llevarlo de regreso a su habitación y alejar los pensamientos de cualquier cosa más allá del calor de sus cuerpos unidos. Podía amarlo lentamente y hacerle olvidar todas las preguntas que veía acechando en sus ojos.

Pero al terminar las preguntas todavía estarían allí, y cuanto más esperara para responderlas, más traicionado se sentiría. No podía soportar ese pensamiento.

El aire frío le golpeó los tobillos y se dio cuenta de que todavía tenía abierta la puerta del frigorífico en busca de bebidas frías.

Con una maldición silenciosa, arrancó los ojos de Leeteuk y sacó dos latas de cola. En el momento en que llenó los vasos con hielo y cola y los puso sobre la mesa, llamaron a la puerta.

Le abrió a una mujer joven que no conocía. Ella sonrió, lo que hizo que sus rotundas mejillas se redondearan, y levantó la bandeja de comida.

—Buenas noches, señor.

—Eres nueva aquí. ¿Cómo te llamas?

—Grace, señor.

Kangin sintió el cuerpo de Leeteuk acercarse. El anillo en su mano zumbaba, exigiendo que le tocara, pero se contuvo. Si comenzaba a tocarlo, no se detendría hasta que la comida estuviera fría y el abismo de secretos entre ellos creciera demasiado para cruzarlo. Tenía que mantener su enfoque y protegerlo, incluso si eso significaba protegerlo de sí mismo.
Le ofreció una sonrisa a Grace que estaba seguro que no le tocó los ojos.

—Soy Kim Kangin y esta es mi señor, Park Leeteuk.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...