El Poder del Fuego- Capítulo 4



Leeteuk no podía respirar. No porque el cuerpo de Kangin estuviera tan pegado al suyo que no pudiera coger aliento, sino porque estaba tan apretado contra el suyo que podía sentir como el calor de él le llegaba a través de la ropa, junto a algo más. Algo delicioso y poderoso. Esas extrañas fibras serpenteantes de energía fluyendo hacia él, haciendo que la cabeza la diera vueltas y que los ojos se la cerraran a la deriva.

Aquello se sentía bien y lo asustaba endemoniadamente.

"Confía en mí".

Sí, claro. No era un genio, pero sabía que no debía rendirse ante esto. El único problema era que a pesar de que su mente estuviera embarcada en esta cosa de no confiar en él, su cuerpo no lo estaba. Independientemente de lo que él le estuviera haciendo, estaba provocando un cortocircuito en su sistema, haciendo que se derritiera por dentro. Estando tan cerca de él era como deslizarse dentro de un baño caliente en una noche fría. Esto le provocaba escalofríos y Leeteuk sólo quería hundirse en él hasta dar prioridad a su mente. Mucha prioridad.

Esto no podía ser bueno. Quien quiera que él fuese, no era normal. Él iba a observarlo morir, por amor de dios. ¿Cómo podía caer en esta clase de seducción?

Leeteuk se esforzó en abrir los ojos y al instante deseó no haberlo hecho. Él estaba mirándole fijamente la boca, lamiéndose los labios como si estuviera pensando en besarlo. Tan pronto como Leeteuk percibió la idea cruzar por su cara, comenzó a pensar un poco en esa dirección también. Muy bien, tal vez más de un poco.

Besarlo sonaba adorable. Kangin sólo se quedó mirándole la boca fijamente.
Leeteuk tenía algo que tratar, algo que iba a decir o hacer, pero por su vida que no podía recordar qué era. Ya no parecía ser relevante. La única cosa que parecía mantener importancia alguna era si podía o no tenerlo un poco más cerca. Si le daría o no espacio suficiente para ponerse de puntillas y llegar a su boca porque él no estaba dando el primer paso con la rapidez suficiente para satisfacerle.

Kangin tenía un tic en el ojo, luego su mandíbula se tensó y su calida mirada le recorrió de los ojos a la boca y de regreso a los ojos otra vez.

—No vamos a hacer esto —dijo, aunque sonaba como si se estuviera tratando de convencer a sí mismo.

—¿No vamos a hacerlo? —preguntó, sonando decepcionado y sin aliento.

—No, no lo harán —dijo una voz baja y culta. Alguien nuevo—. Al menos no hasta que sepamos más acerca vuestra… situación.

—Tu sincronización apesta, Hyungsik —dijo Kangin.

Alejó el cuerpo de Leeteuk escasamente una pulgada, dándole espacio para tomar aliento profundamente. Esto no ayudó. La cabeza aun estaba dándole vueltas y seguía pensando sobre cómo se sentiría la boca de Kangin contra la suya. No había sido besado desde hacía mucho tiempo. Demasiado para su gusto, y él tenía una linda boca. Grande, firme y con un leve toque de suavidad.

—Kangin, ¿te gustaría presentarme a tu amigo? —preguntó el nuevo.

—No realmente —dijo Kangin, aún sin quitarle los ojos —. Pero supongo que no tengo mucha elección, ¿o sí?

—Por lo que me han dicho, no la tienes.

Kangin retrocedió medio paso, pero no fue más lejos. Deslizó el pulgar por su hombro desnudo, acariciándolo como si tuviera derecho de hacerlo. Y él no quería que se detuviera. Ni siquiera le importaba que tuvieran audiencia, lo que debió haber supuesto su propia campanada gigantesca de alarma.

Leeteuk escuchó al hombre aclararse la garganta y finalmente se las arregló para alejarse de Kangin lo suficiente para observar al recién llegado.

Él era hermoso. Extremadamente. Guapísimo como un modelo de perfumes. Era más alto que Kangin por un par de pulgadas, sólo que más delgado, pero hacía que la delgadez se luciera bien. Sus rasgos faciales eran tan perfectos, tan simétricos y equilibrados. Su piel era pálida y sin defectos, haciéndolo parecer inhumano en su perfección.

—Bueno, infiernos —masculló Kangin — ¿Haces eso a todos los humanos?

—No. Por lo general a estas alturas ya han empezado a quitarse la ropa. El está empezando a herir mis sentimientos.

Leeteuk tuvo que parpadear un par de veces antes de poder dejar de mirar fijamente y sintió que se ruborizaba con vergüenza. No había sitio donde mirar que no estuviera lleno, bien por hombres hermosos, o bien por hombres varoniles, así que decidió que era mejor observar el suelo de la cocina.

—Leeteuk, este es Hyungsik —dijo Kangin —. Está aquí para ayudar.

Bueno, él definitivamente necesitaba ayuda. Eso era seguro.

—Diría “gusto en conocerte,” pero estaría mintiendo.

—Entiendo bastante eso —dijo Hyungsik.

—¿Podemos apurar las cosas aquí? —Preguntó Kangin — Podríamos tener visitantes en cualquier momento y me gustaría poder ocuparme de ellos cuando lleguen.

—¿Visitantes? —preguntó Leeteuk.

—¿Se lo has dicho? —le preguntó Hyungsik a Kangin.

—¿Decirme qué?

Kangin ignoró su pregunta

—Cuanto menos sepa, mejor.

—¿Discúlpame? —Dijo Leeteuk — Realmente desearía que dejaran de hablar de mí como si no estuviera parado justo aquí.

Kangin apretó la mandíbula con frustración, se inclinó hacia delante hasta que Leeteuk tuvo que echar la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos. Había algo realmente aterrador acechando allí, algún oscuro poder o conocimiento que no podía ni siquiera empezar a entender. Y no estaba seguro de querer hacerlo.

Su voz era un murmullo bajo.

—Entiendo que toda esta situación es confusa para ti, pero realmente estoy tratando de hacer lo que es mejor para todos. Nos estamos enfrentando a serias limitaciones de tiempo, por no mencionar las cosas malas que pueden llegar a tu puerta en cualquier momento, y si prefieres vivir el resto de tu vida sin mí como una compañía permanente, entonces cooperarás, y dejarás que Hyungsik haga su trabajo.

Un montón de cosas raras habían pasado esta noche, pero Leeteuk estaba empezando a pensar que aquello era apenas la punta del iceberg.

Todo lo que realmente quería era que lo dejara en paz para poder volver a su vida normal y tratar de pretender que nada de esto había pasado alguna vez. Si eso significaba cooperar con niño lindo, entonces realmente no veía otra opción.

—Muy bien. Seré bueno.

—Excelente —dijo Hyungsik. Él giró los hombros, haciendo que el cuero del largo abrigo crujiera.

¿Un abrigo? ¿Con este calor? Algo estaba mal en esa imagen, pero Leeteuk estimó que ese era el menor de sus problemas.

—¿Te dijo Boom qué había pasado? —preguntó Kangin.

—Sólo vagamente. Preferiría verlo por mí mismo, si no te importa.

Leeteuk no sabía lo que Hyungsik quería decir, pero a Kangin definitivamente parecía que le importaba.

—¿No puedo simplemente contártelo?

—Podrías. También podrías distorsionar los hechos o dejar algo fuera que no consideres que sea importante. Y está todo este asunto del tiempo que tenemos ahora. A mi manera es más rápido.

Kangin suspiró.

—Bien. Lo haremos a tu manera.

—¿Está bien para ti? —le preguntó Hyungsik a Leeteuk.

—No tengo idea de qué estás hablando.

El pulgar de Kangin se deslizó por su brazo en un relajante arco

—Él quiere ver tus recuerdos de esta noche para poder entender qué nos está sucediendo.
¿Ver sus recuerdos?

—¿Cómo es eso incluso posible?

—Simplemente lo es —dijo Kangin.

—Te prometo que no dolerá —dijo Hyungsik — y sólo tomará un momento.

Tener a alguien merodeando dentro de la cabeza estaba casi en la cabeza de su lista de cosas que no quería que pasaran. Justo por debajo de estar permanentemente vinculado a Kangin, lo cual estaba justo debajo de ser quemado vivo.

—Lo que sea. Sólo terminemos con esto.

—Necesitaremos un cuarto tranquilo —dijo Hyungsik.

—Mi dormitorio está al final del pasillo. ¿Eso servirá?

Hyungsik asintió.

Leeteuk condujo a ambos hombres por el pasillo hasta su habitación. Podía sentir el peso de la presencia de Kangin a la espalda, el fuerte agarre de sus dedos alrededor de la muñeca.

Había pasado mucho tiempo pensando acerca de cómo sería llevar algún hombre apuesto a su cama, pero nunca había imaginado nada como esto. Incluso si tuviera tiempo para citas en este momento, cosa que no tenía, nunca habría traído a un hombre como Kangin a casa. Él era demasiado… depredador para su gusto. Necesitaba un hombre bueno, tranquilo. Un contable, tal vez.

Leeteuk encendió cada luz de la habitación. No se iba a sentar a oscuras con esos dos extraños, sin importar cuán atractivos fueran. Con algo de suerte, Hyungsik arreglaría lo que sea que estuviera mal y todos ellos se irían. Al menos por un rato. Necesitaba más tiempo antes de que Kangin regresara a su vida para observarlo morir. Sólo unos cuantos días. No creía que eso fuera mucho pedir.

Hyungsik cerró la puerta tras ellos y miró a su alrededor.

—¿Estás listo? —preguntó.

—Tanto como podré estarlo —contestó Kangin.

—¿Leeteuk?

Nunca iba a estar listo para lo que sea que ellos fueran a hacer, pero mientras más pronto se hiciera, más pronto se libraría de ellos.

—Terminemos con esto.

Kangin se sentó en el borde de la cama, atrayéndolo a su lado. Le acarició un lado de la cara con apenas un roce de sus dedos. Leeteuk no podía manejar su dulzura, no cuando sabía cómo iban a terminar las cosas entre ellos.

Cubrió la mano de él para detener su caricia, pero en cambio, sólo logró presionar su mano contra la mejilla. La piel se estremeció y una estela de lo que sólo podía describir como electricidad estaba serpenteando por el cuerpo, a través del pecho y estómago, bajando por las piernas hasta que desaparecían por los dedos de los pies.

Kangin le ofreció una sonrisa tranquilizadora.

—Todo estará bien. Lo prometo.

Leeteuk cerró los ojos, luchando contra la picazón de las lágrimas. Él no tenía idea de lo que le iba a hacer. Podía verlo en su cara, en la seriedad de su expresión. Él nunca lo dañaría a propósito. Iba a verlo morir, pero no podía creer que él fuera el que lo asesinara.

Hyungsik se acercó y puso una mano elegante y de largos dedos sobre la cabeza de Kangin, luego, hizo lo mismo con él. Sintió una sacudida de algo que no podía identificar y luego, de repente estaba de regreso en Gulliver’s Diner ayudando a la señorita Sora con su asiento.



Boom no estaba seguro de qué hacer exactamente con la señorita Sora. Ella seguía mirando la puerta de la calle como si pensara que en realidad podía ser capaz de traspasarla. La última cosa que él quería era que se lastimara haciendo algo estúpido.

Boom comprobó el exterior de nuevo, esperando que ninguno de los Sasaengs les hubiera encontrado allí. Si Kyuhyun había derramado tan solo una gota de sangre en el camino de entrada, este lugar pronto sería un hervidero de ellos.

—¿Qué estás buscando? —preguntó ella—. Me estas poniendo nerviosa con toda esa inquietud juguetona.

¿Inquietud juguetona? Sonaba como algo que un niño de dos años haría. Boom trató de no sentirse ofendido.

—Sólo me estoy asegurando de que no nos estén siguiendo.

—¿Por quién?

No quién. Qué. Tratar con humanos era un dolor en el culo. El preferiría muchísimo más simplemente ir a matar algo. Se suponía que esta noche iba a ser el momento ideal de juerga asesina.

Esta área estaba atestada de demonios, aunque nadie había descubierto aún por qué. Y a él particularmente no le importaba. Se estaba quedando casi sin tiempo y quería asegurarse que aprovechaba al máximo lo que le quedaba.

Fuera el viento cambió de dirección y él sintió como en su marca de vida, la última hoja de la imagen de un árbol antiguo grabado en la carne, se balanceaba sobre la piel de su pecho. Quedaba una hoja. Una vez que se hubiera desprendido, su alma moriría y su habilidad de distinguir entre el bien y el mal se desvanecería. A él no le importaría más la gente que había amado. Ya no podría amar.

Una parte de él lo deseaba. No más amor significaba no más dolor, y la pena que él cargaba por Kang se mantenía corroyéndolo, devorándolo desde dentro hacia fuera. Estaba tan jodidamente cansado del dolor. Cansado de ver morir a sus hermanos. Tan pronto como encontraron la espada, iba a dejar el Suju antes de que pudiera herir a alguno de ellos.

Encontraría el nido más grande de Saesang que pudiera y se zambulliría de cabeza en el.
Pero antes de que pudiera hacer eso, tenía que asegurarse de que ellos encontraran la espada, y antes de eso, tenían que asegurarse de que Leeteuk y la señorita Sora estaban seguros. Su promesa de proteger a los humanos no exigía menos.

—Escucha —dijo él, tratando de aferrarse a la paciencia, a pesar del dolor y la pena que le roía las entrañas—. Esto es realmente mucho más complicado de lo que parece. ¿Por qué no simplemente comemos un sándwich o algo, vale?

—No te pongas todo insolente conmigo, jovencito.

Jovencito. Boom no podía evitar sonreír. Él podía lucir como si estuviera alrededor de los treinta, pero había pasado su cumpleaños número quinientos hacía unos cuantos años.

—No madam. No hay insolencia aquí. Vamos.

La ayudó a levantarse del sofá y la acomodó tras su andador. Les tomó unos minutos llegar hasta la cocina, y Boom trató de ocultar la impaciencia. No tenía idea de cuánto tiempo tardarían Hyungsik y Kangin, pero mientras más tardaran, más peligrosas se iban a poner las cosas.

Sentó a la señorita Sora a la mesa de la cocina y buscó dentro de la nevera. Había varias pilas de bandejas selladas con tapas transparentes. Dentro de cada una había una comida completa, aunque probablemente necesitaría tres o cuatro de ellas para satisfacerlo. Había más de dos docenas de bandejas y cada una de ellas estaba marcada con fechas y el contenido sobre una tira de cinta adhesiva. Tío, este chica era organizado.

—¿Qué quieres? ¿Pollo y fideos, filete Stroganoff o espagueti con albóndigas?

—No podemos comer eso —dijo ella— son las comidas de mañana.

Boom la observó por encima de la puerta de la nevera.

—No hay forma de que ustedes dos puedan comerse toda esta comida en un día.

—No sólo nosotros. Leeteuk lleva comida por toda la cuidad, entregándola a personas como yo, que tienen problemas para prepararla por su cuenta.

—¿Así que él te trae la comida?

—Cada día. Y salimos al menos una vez a la semana. Me gustaría salir más a menudo, pero él siempre está muy ocupado. Esta noche era nuestra noche de salida, la cual vosotros chicos arruinaron por completo.

De nuevo, Boom tuvo que luchar para no sonreír. La señorita Sora era linda cuando se contrariaba.

—Lo siento por eso. No quería echar a perder tu diversión.

—No sé qué está pasando allá atrás, pero no me gusta ni un poco.

—No te preocupes por ellos. Cuidarán muy bien de él.

La señorita Sora resopló.

—Todo lo que vosotros los hombres, habéis hecho desde que los vimos ha sido acosarnos. Hicieron que Sungmin huyera, por el amor del cielo. No confío en vosotros ni un poco. No me importa qué tan apuestos seáis.

—¿Piensas que soy apuesto, cierto?

Su tono de coqueteo la hizo ruborizarse.

—Eso no fue lo que quise decir.

—Mis disculpas entonces, por malinterpretarte.

Ella se levantó de la silla y pudo verla temblando por el esfuerzo que ello le suponía. La pobre se había agotado con toda la excitación de esta noche.

—Voy a ver cómo está Leeteuk —dijo ella.

Boom cerró la nevera y se interpuso en su camino

—Esa no es una buena idea. Te prometo que él estará bien. Sólo dales algo de tiempo para solucionar las cosas, ¿vale?

—Es mi amigo

—¿Has escuchado gritos? —la preguntó.

—No.

—¿Cualquier ruido accidental o cualquier otra cosa que te lleve a creer que lo están hiriendo?

—No, pero eso no significa…

—El está a salvo. Deja a Hyungsik terminar su trabajo y tú y yo simplemente nos sentaremos aquí a comer un buen sándwich.

—Eres un hombre insolente. ¿Sabes eso, cierto?

—Sí madame. Me lo han dicho una o dos veces.

—No me gusta esto —dijo ella.

—Lo sé.

—Y pienso que todos vosotros no sois buenos en absoluto.

¿Qué otra cosa era nueva?

—Sí, madame.

—Si le hacen daño, os haré pagar por ello. Puedo ser vieja, pero eso no significa que no puedo hacerlos sufrir.

—Eso es malditamente cierto.

—¡Deja de ser insolente! Pasé treinta años enseñando en un colegio y sé todas las mejores formas de castigar a chicos traviesos.

—Ahora simplemente estas tratando de asustarme.

Ella inclinó la cabeza hacia atrás y él se preguntó cómo ese moño se mantenía firme. Parecía como si lo único sosteniéndolo fuera un simple lápiz, pero eso parecía una imposibilidad arquitectónica.

—¿Estás mas allá de la esperanza, cierto?

—Absolutamente. Una causa perdida andante.

La mirada de ella se suavizó y le observó con algo cercano a la lástima. Si ella hubiera sido un hombre, la habría derribado por mirarlo de esa manera. Pero ella no lo era y todo lo que él pudo hacer fue mantenerse allí y aceptarlo.

—¿Tú realmente piensas eso, no es así? ¿Que eres una causa perdida?

No sólo lo pensaba, lo sabía, pero aún así no había razón para tenerle lástima. Juntó una pila de sándwiches y los arrojó sobre la mesa.

Ella miraba expectante la silla vacía de enfrente, luego a él y simplemente se le quedó mirando hasta que se sentó con ella a la mesa. Esperó hasta que él alcanzó un sándwich antes de decir:

—Olvidaste la leche.



Hyungsik amaba caminar a través de los recuerdos de las personas. Tal vez era el voyerista en él, o tal vez era una especie de viaje de poder, pero lo que sea que fuera, no lograba hacerlo con suficiente frecuencia.

El cuerpo estaba en la casa de Leeteuk, pero la conciencia estaba en el pequeño restaurante llamado Gulliver’s Diner. Hyungsik tomó los recuerdos de ambos y los superpuso unos sobre otros hasta que el tiempo estuvo sincronizado.

Cada vez que él caminaba en los recuerdos de alguien así, siempre le hacían sentir nauseas. Él nunca había dejado que nadie caminara por sus recuerdos. Preferiría morirse que arriesgarse a dejar a alguien escarbar en su mente como lo estaba haciendo con Kangin y Leeteuk. Tenía demasiados secretos que ocultar.

Logan alejó el desagradable pensamiento y se enfocó en el trabajo. Adelantó los recuerdos de la pareja hasta que vio a Kangin levantarse de su asiento en el restaurante casi vacío.

Leeteuk estaba tratando de ocultarse tras un menú. El tenía miedo de Kangin, aunque Hyungsik sabía, por haber estado en su mente, que él nunca lo había visto antes.

Se sumergió más profundo dentro de su mente, buscando la fuente de ese miedo, en busca de algún delgado hilo que él pudiera seguir atrás en el tiempo hasta alcanzar el origen de ello.

La mente de Leeteuk estaba lleno de preocupación, miedo. Estaba aterrorizado por el fuego. Había pasado por los incendios de dos casas y había perdido a su madre en el primero de ellos. Él vio los rostros de muchas personas ancianas, algunos que estaban muriendo, algunos ya muertos.

Aquellos que quedaban eran el centro de muchas de sus preocupaciones, pero había una que no encajaba. Una que iba más profundo, que se apartaba de aquellas caras.

Él le siguió, dejando que su mente serpenteara por el sendero, observando la película de su vida repitiéndola hacia atrás a la velocidad de la luz. Lo vio hacerse más joven, sintió el conocimiento escapar de Leeteuk. Perdió la capacidad de hacer cálculos simples, la habilidad de leer, de hablar y aún así el hilo continuaba.

El mundo parecía enorme a través de sus ojos, y el centro de este era el rostro de una mujer. Su madre.

Hyungsik se detuvo, incapaz de retroceder más. Él no tenía idea de dónde lo llevaría este hilo, pero nada de lo que había visto a través de sus recuerdos parecía significar algo ahora. No había marco de referencia para que Leeteuk entendiera lo que estaba pasando, lo que significaba que él tampoco. Leeteuk no tenía experiencia del mundo y no sería capaz de interpretar nada como información que él pudiera usar.

Hyungsik estaba de regreso en Gulliver’s Diner. Dejó que el tiempo rodara hacia delante, viendo la atracción aparentemente inevitable de Kangin hacia Leeteuk. Él sintió el deseo de Kangin por él, algo más allá que mero sexo. Él quería algo de Leeteuk que ni siquiera entendía.

Aún sentía el miedo de Leeteuk, pero ligado a ello había algo nuevo. Algo placentero. Kangin estaba enviando corrientes de poder hacia Leeteuk sin siquiera darse cuenta de que lo estaba haciendo.

Por lo general, liberar poder era imposible para los Suju una vez era almacenado dentro de ellos. Esta era la razón por la que todos ellos sufrían al envejecer. Eran como baterías caminantes, almacenando más y más energía hasta que esta los mataba, consumiéndolos de adentro hacia fuera.

La única salida era a través de su luceria, la combinación de cadena y anillo que ellos usaban. Antes de que la mayoría de las hembras y hombres doncell Suju fueran asesinados, cada uno escogía a alguien como su compañero en la batalla. La mujer o el dondell tomaría la luceria de él y la usaría, enlazándolos.

El collar servía como un conducto, canalizando el poder del hombre hacia su pareja, que entonces ésta podía usar para destruir a los Sasaengs. Un par de Suju vinculados era un espectáculo humillante de observar.

Hyungsik nunca antes había visto nada como esta transferencia de poder. Incluso si Kangin hubiera podido canalizar algo de su poder hacia Leeteuk, hacerlo habría herido o posiblemente matado a cualquier humano. Esto se suponía que era imposible.

Obviamente, esta hipótesis había estado errada, porque no había duda sobre lo que estaba pasando. Él podía sentir que sucedía desde ambos puntos de vista, tanto el de Kangin como el de Leeteuk. Leeteuk estaba absorbiendo el poder de Kangin y ciertamente no estaba muerto. De hecho, lo estaba disfrutando.

Hyungsik sintió la chispa de una teoría formándose, pero parecía demasiado ridícula incluso para considerarla. Necesitaba más información.

Se adelantó en los recuerdos, vio a Kangin besar a Leeteuk, ambos cautivados por su conexión. La señora mayor pegó a Kangin con su andador, lo que hizo sonreír a Hyungsik.

Algo estaba sucediendo entre Kyuhyun y un rubio, pero no había suficiente información de ninguno de sus recuerdos para deducir qué era. Kangin tomó a Leeteuk. El luchó y finalmente se liberó. Kangin se derrumbó por el dolor, Hyungsik no prestó atención al dolor y se concentró en Leeteuk. Kangin estaba casi inconsciente.

Él esperó hasta que Leeteuk se giró para mirar a Kangin y detuvo allí la imagen. Leeteuk estaba frenético, preocupado por alguien llamado Sungmin y por la mujer anciana. Él pasó junto a su miedo, tratando sólo de ver lo que veía, sin la mancha de las emociones.

Hyungsik estudió a Kangin a través de sus ojos. Él estaba paralizado en una dolorosa convulsión, su cuerpo arqueado hacia arriba sobre el suelo. Volutas de humo se elevaban de su mano y cuello, donde él usaba ambas partes de la luceria.

Hyungsik echó un vistazo a la imagen, tratando de averiguar que le molestaba acerca de Leeteuk. A parte del obvio olor a carne quemada.

Luego él lo vio. Solo apenas. Leeteuk no sabía cómo se suponía que debía verse la luceria y Hyungsik nunca prestaba atención a los colores en un recuerdo porque muchas personas los veían diferente. Por eso, casi pasa por alto la sutil diferencia. En lugar de ser una banda plateada iridiscente, la luceria era una mezcla de rojos y amarillos.

La única vez que una luceria cambiaba de color era cuando entraba en contacto con una pareja Suju.

¿Leeteuk? De ninguna manera. El no podía serlo. Casi todos las parejas habían sido asesinadas más de cien años antes de que Leeteuk naciera, y aquellas que quedaron eran cuidadosamente custodiadas. La idea de que alguna pudiera andar por ahí desprotegida parecía ridículo.

Hyungsik estuvo aturdido por el asombro durante un momento antes de que lograra recuperarse. Si esto era cierto y Leeteuk era un Suju, entonces él tenía que probarlo. Necesitaba su sangre.

No había forma de que Kangin fuera a dejar que eso pasara. Hyungsik sabía demasiado bien cuan protector eran los Suju con sus parejas. Incluso si Kangin no sabía que Leeteuk era un Suju, sus instintos aún estarían allí: Guardar y proteger, su vida por la de Leeteuk.

Hyungsik iba a tener que hallar una forma de separarlos y no sólo para que Kangin pudiera tener ambas manos libres para empuñar su espada. Él necesitaba tener a Leeteuk a solas porque esa era la única oportunidad que tendría para obtener una prueba de su sangre.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...