El Poder del Fuego- Capítulo 15



Leeteuk despertó horas más tarde con la sensación de que algo iba mal. Abrió los ojos, pero se quedó quieto, escuchando. Le tomó un minuto recordar su entorno. Le tomó al menos el doble de tiempo recordar por qué estaba allí y los acontecimientos que le condujeron a ese punto.

Todo le llegó de vuelta rápidamente, y tuvo que ahogar un gemido. Tanto dolor, sangre y muerte. No sabía cómo Kangin podía soportar vivir una vida como ésa.

El parpadeo de inquietud que lo había despertado aumentó e intentó averiguar qué era. Algo iba mal y necesitaba arreglarlo.

La habitación estaba en penumbra por las cortinas oscuras. Aún tenía el pelo húmedo de la ducha rápida que había tomado. No había tenido la energía para vestirse después de usar sus últimas fuerzas para ducharse, así que había cerrado la puerta del dormitorio, se metió en la cama desnudo, y se desmayó.

No podía oír ningún ruido, pero todavía sentía la misma inquietud picándole en la mente. Se puso la gran bata de franela que había encontrado colgando en el baño y silenciosamente abrió la puerta.

Al otro lado del pasillo, la puerta de la habitación de Kangin estaba abierta. Le vio arrodillado en el suelo. Su pecho y sus pies estaban desnudos y podía ver que el árbol que cubría el lado izquierdo de su cuerpo había cambiado de algún modo. Incluso más hojas nuevas y brillantes habían surgido de las ramas y estaba seguro de que podía verlas meciéndose con algún viento invisible.

No había señal alguna de que se hubiera cortado jamás, ni siquiera había una costra. A su lado estaban su cinturón y su vaina, la cual podía ver ahora que no estaba pegada a su cuerpo. En frente de él yacía la espada, brillando en la penumbra de la habitación.

Sus ojos estaban cerrados y se mantenía en una posición casi de oración. Tal vez estaba rezando. No estaba seguro. Por lo que sabía, podía ser así como dormía.

De lo que estaba seguro era de que había encontrado la fuente de su inquietud. Era un dolor moderado con la aceptación y venía de Kangin, goteando en él a través de la luceria que rodeaba su cuello. Se dolía por la pérdida de su amigo, y podía sentir la cruda y palpitante herida que dejó en su interior. Ahora mismo quería más que nada encontrar una manera de aliviar su dolor.

Leeteuk se acercó y acarició la banda flexible, maravillándose de lo que la magia había creado. En la mina, había estado seguro de que había creado ampollas en su garganta, pero se había mirado en el espejo y su piel estaba bien. Debería haber imaginado las quemaduras o exagerado lo que pensaba había sentido.

Todavía no estaba seguro de cuanto le gustaba la idea de saber que podía sentir sus emociones a través de la cosa, pero ahora estaba agradecido de la conexión. Sin ella, nunca habría sido capaz de sentir la profundidad de su dolor. Nada de eso le llegaba a través de su expresión e instintivamente supo que iba a intentar ocultarle esa parte de sí mismo.

Apenas le conocía, pero la necesidad de darle consuelo era abrumadora. Había sufrido tanto a lo largo de su vida, que no quería que sufriera más. Necesitaba sostenerle y darle el consuelo animal básico del contacto humano. Hacerle saber que no estaba solo.

—Estás despierto —dijo sin abrir los ojos. Su profunda voz lo envolvió e hizo que el aire en sus pulmones resonara en respuesta.

Leeteuk sintió un pequeño escalofrío recorriéndole la piel.

—Yo… te sentí. Sentí tu dolor.

—Lo siento. No quería compartirlo contigo. Estaba intentando bloquearme hacia ti.

Leeteuk podía ver una sutil tensión atravesándole los miembros como si se estuviera esforzando contra un gran peso. No podía entender por qué se esforzaba, pero podía sentir cuan firmemente sostenía su control. No estaba seguro de por qué lo estaba apartando, pero lo que quiera que fuera, era lo suficientemente poderoso como para hacer temblar su fuerte cuerpo.

No podía soportar su sufrimiento, pero no estaba seguro de cómo ayudarlo. No estaba incluso seguro de que pudiera hacerlo.

—Tal vez deberías compartirlo.

—No esto, Leeteuk. Las buenas cosas, sí, pero no esto. No soy muy experto en el bloqueo de la conexión que tenemos todavía, pero estoy mejorando.

No estaba seguro de si estaba más preocupado por esa noticia o agradecido.

—No he intentado bloquearlo, ni siquiera sé cómo podría.

Todavía no había abierto los ojos y estaba comenzando a preguntarse si había interrumpido algo, tal vez algún ritual. Estaba a punto de excusarse y dejarle con lo que quiera que estuviera haciendo cuando él habló.

—Realmente no deberías intentar mantenerme fuera.

—Así que está bien que tú lo hagas, ¿pero no yo?

Leeteuk intentó no sonar indignado, pero no podía evitarlo.

—Precisamente.

—Suena un poco machista para mí.

—No machista. Práctico. Ese vínculo está ahí por una razón.

—¿Qué razón podría existir para una conexión mental entre nosotros que sólo va en un camino? Suena como algún tipo de monitor para bebés y no soy un bebé.

Kangin abrió los ojos y lo miró. Realmente lo miró. Su mirada fue desde su cabeza a sus pies desnudos y de vuelta, para el momento en que terminó con su paseo, sus ojos se habían oscurecido.

—No. Eres todo un hombre, Leeteuk. No creas que no lo he notado.

No iba a responder a eso con nada que no lo avergonzara más, así que se quedó en silencio.

Kangin continuó.

—Se supone que debo ser capaz de leer tus pensamientos en batalla así podré posicionarme más efectivamente, anticipando tus actos. Si no conozco tu mente, ¿cómo podría saber donde quieres que vaya?

—¿Crees que voy a ser capaz de decirte donde ir? ¿En una batalla? Que idea más ridícula.

—Sí. Tal vez no todavía, pero un día lo harás.

—Tienes demasiada fe en mí.

Y estaba hablando sobre un día, lo que lo hacía sonar como si fueran a estar juntos mucho tiempo, el tiempo suficiente para convertirse en un genio militar, al parecer. Se suponía que sólo iban a estar juntos lo suficiente para encontrar la espada, pero Kangin parecía dar a entender algo más… duradero. La idea le emocionaba más de lo que debería.

Y Kangin sentía esa emoción. Lo vio en su cara, en la forma en que sus angulosos pómulos se elevaron en una sonrisa de satisfacción.

—No, tú eres el único con un montón de fe caminando alrededor cubierto con nada más que un pedazo de tela endeble. Seguramente sabes cuánto te deseo. No es exactamente un gran secreto.

De repente, sintió una parte de lo que había estado reteniendo, una caliente ola de lujuria. Se estrelló contra Leeteuk, casi lo tira de rodillas. Al instante su cuerpo comenzó a calentarse y suavizarse, preparándolo para que lo tomara.

Leeteuk contuvo con la boca cerrada un suave gemido de necesidad.

Kangin se puso en pie, viéndose más grande de lo que recordaba. Más poderoso. Tal vez era porque su pecho estaba desnudo y podía ver fácilmente los pesados bloques de músculo deslizándose bajo su piel. Sus brazos eran gruesos y duros, especialmente los antebrazos, que se habían desarrollado en apretados cordones de músculos que la mayoría de los hombres no tenían. Músculos de manejar espadas.

Sólo verlo tan gloriosamente desnudo como estaba le daba ganas de sentir cada centímetro de su torso descubierto bajo sus dedos.

—Lo oí —dijo Kangin. Una seductora sonrisa se amplió en su boca y dio un largo paso hacia él.

Leeteuk sintió sus pezones endurecerse y un lento calor se expandió por su vientre. Apenas lo conocía, pero eso no parecía detener a su cuerpo de querer acercarse más. Desnudo y más cerca.

En su lugar, hizo lo más cobarde, dio un paso atrás y chocó contra el marco de la puerta.

—¿Por qué corres? —Preguntó—. Sé que quieres esto tanto como yo.

—He venido aquí para abrazarte. Consolarte.

Elevó sus oscuras cejas.

—¿Es así?

Leeteuk asintió.

—Si me abrazas, no seré capaz de contenerme de tomar más de ti. Nos dejaré a ambos desnudos y nos haré olvidar por qué estamos aquí. Ese es el tipo de consuelo que quiero, Leeteuk.

Y Leeteuk lo quería, también. Tan loco como era.

—No te conozco. —Pero lo quería. Tanto.

—Sabes más de mí que casi cualquier persona viva. Has visto dentro de mi cabeza y puedes sentir lo que siento. ¿Tengo alguna intención malvada hacia ti?

Tenía un tanto.

—No.

Dio otro paso, lo cual le llevó justo enfrente suyo. Podía oler el champú que había usado y ver el brillo de su mandíbula recién afeitada. Frotó la parte posterior de sus dedos contra su mejilla en una caricia insoportablemente tierna.

—Tan suave —ronroneó—. Me encanta lo suave que eres. Me hace querer tocar más de ti. Saborearte.

Leeteuk se estremeció y no pudo dejar de inclinarse hacia su caricia. Se sentía demasiado bien como para no hacerlo. Le hizo tener hambre de más caricias, pero aún se contuvo, negándose a dejarle ir en la dirección que sabía Kangin quería. La dirección que él quería. Sólo quería ofrecer consuelo, aliviar el dolor con su presencia. Nada más. No podía llegar a intimar con un hombre que había conocido menos de veinticuatro horas antes.

¿O sí?

Que insidiosa pregunta tentadora. Se quedó atrapada en su cerebro, circulando a través de un bucle una y otra vez.

—¿Crees que quiero hacerte daño? —Le preguntó en un sedoso tono profundo.

Se deslizó por sus sentidos, retumbando en su interior, convirtiéndose en parte de él.

Abrió su mente a él, dejándole sentir lo que sentía. Otra embriagadora explosión de lujuria se estrelló contra Leeteuk a través de su vínculo, haciendolo gemir y apretar los muslos. Lo había hecho con un propósito. Lo sentía, también. Quería que supiera cuanto le deseaba.
Como si su erección elevando el frente de sus vaqueros no fuera prueba suficiente.

—¿Bien? —Preguntó, dejando que las puntas de sus dedos le rozaran suavemente la boca—. ¿Crees que quiero hacerte daño?

—Nunca.

Lo supo a un instintivo profundo nivel en los huesos. No sólo no le dañaría, sino que mataría a cualquiera que lo intentara. Lo había visto, también -un breve vistazo de su honor- un caballero ligado que le había dado su voto.

—Entonces, ¿qué más necesitas saber, amor? ¿Qué más puedo decirte o mostrarte para conseguir que creas en mí? ¿Abrirte a mí?

Su mano continuó su descenso por la línea de su mandíbula hasta su garganta. Podía sentir cuan cerca estaba su anillo del collar. Ambas partes de la luceria vibraban con la necesidad de unirse.

—Confío en ti —acertó a decir.

Era verdad. Lo hacía. No le había conocido durante un día completo, pero confiaba en él como no lo hacía en otra persona. Kangin había arriesgado su vida por él. Había protegido a la señorita Sora. Se había asegurado que sus amigos mayores fueran alimentados cuando él no estuviera allí para hacerlo. Era prueba suficiente de que era un buen hombre.

—¿Entonces por qué retrocedes? Puedo sentir que me deseas.

Le deseaba, de acuerdo. Más de lo que nunca hubiera deseado a ningún hombre en su vida. Eso sólo era una idea aterradora.

—No tienes que preocuparte —le dijo con una voz oscura como el pecado—. Voy a cuidar bien de ti.

Forzó una imagen mental a través de la luceria, no dándole otra opción que verla. Leeteuk se vio a sí mismo extendido desnudo en la cama, cubierto con una fina pátina de sudor. Sus piernas estaban abiertas obscenamente, sus grandes manos sosteniendo sus muslos separados. La cabeza oscura se movía entre ellos y podía casi sentir su boca sobre él, su lengua caliente saboreando su miembro.

Una oleada de vertiginosa lujuria se apoderó de él y se acercó para mantener el equilibrio. Las manos se presionaron contra su pecho, lo único estable en su mundo giratorio.

Cada hoja de su tatuaje se estremeció al contacto de piel sobre piel y Kangin tomó un áspero aliento.

—Si sigues tocándome, no voy a darte más elección.

Sí. Eso era lo que quería. Sin elecciones. Sin decisiones. Sin responsabilidades. Sólo el placer de un hombre que sabía darle, suficiente placer para lavar todas las cosas malas de su vida durante un pequeño lapso. Sin muerte o sangre o sufrimiento. Sin fuego. Sólo placer.

—Tus deseos son mis órdenes.

Cambió la mano para que el anillo y el collar finalmente conectaran, bloqueándose entre ellos como imanes.

Una chispeante corriente de electricidad zigzagueó a través de Leeteuk, haciéndole arquearse. Las imágenes se estrellaban contra él, una tras otra, haciendo un rápido collage de fuego de todas las cosas que él quería hacerle. Cosas que nunca había considerado, que nunca había creído posibles, perversas cosas salvajes que lo dejaron temblando con una mezcla de excitación y aprensión. Era demasiado. Quería muchas cosas de él, cosas que lo quemarían vivo.

Antes de que pudiera expresar su preocupación, su boca cubrió la de Leeteuk en un beso que robaba el aliento y ya no le importó si quería demasiado. Quería ser el que se lo diera. El único.

Acogió con agrado su lengua en la boca, recibió con beneplácito el resbaladizo avance y retroceso que le obligó a pensar en lo que estaba por venir. Su mano todavía rodeaba su garganta y supo que podía sentir cada gemido desesperado de necesidad que emitió, cada frenético latido golpeando contra su palma.

El cinturón de su bata no era más que una molestia pasajera. Un rápido tirón y las solapas se abrieron para él. Se apartó de su boca, lo sujetó por el cuello contra el marco de la puerta cuando se le abrió la bata y miró su cuerpo. Su agarre era cuidadoso, pero irrompible, y no podía hacer nada para detener su escrutinio.

Normalmente, bajo tan estrecho control, habría pensado en todas sus zonas problemáticas y todos los defectos físicos que eran demasiados para nombrarlos. Pero esto estaba lejos de ser normal. Su mirada caliente, la forma en que se agitaban las aletas de su nariz, y el profundo tinte de lujuria pintado en lo alto de sus mejillas eran suficientes para apartar cualquier duda de sí mismo de su mente. Lo miraba como si fuera la cosa más sexy que jamás hubiera visto, como si pudiera morir si tuviera que apartar la vista.

—Tan hermoso —gruñó con una voz que le hizo enroscar los dedos de los pies contra la alfombra—. Casi no puedo esperar por ver como te corres.

Un gemido salió de sus labios.

Kangin lo sostuvo inmóvil mientras bajaba la boca hacia su pecho. La punta de la lengua se acercó y lamió el endurecido pezón.

Leeteuk jadeó y su cuerpo se arqueó hacia él.

—Justo así, amor. Enséñame como te gusta.

Lo hizo. Utilizó su ejemplo y empujó una imagen a través de su vínculo, mostrándole lo que quería.

Kangin gimió, haciendo un sonido casi animal de necesidad.

—Lo que quiera que desees, Leeteuk. Todo lo que quieras.

El calor húmedo de su boca se aferró a él, tomando su pezón más profundamente en la boca. Un rayó atravesó sus nervios, haciendo que su vientre se apretara y su cuerpo se humedeciera más.

Su mano derecha se deslizó debajo de la bata suelta y abarcó su trasero. Sus dedos lo apretaron posesivamente, moldeando la carne a su gusto. Leeteuk se sintió inestable y débil, se aferró a su gruesa muñeca para mantener el equilibrio. Quiso una cama bajo él y Kangin encima rozando su bonito pecho desnudo contra el suyo.

Su mundo giró y cuando el vértigo se asentó, estaba justo donde quería estar sobre la gran cama. Kangin estaba sobre él, sosteniendo su peso para no aplastarlo. Su cara estaba tensa por la lujuria, una hambrienta mirada depredadora que le hizo sentir vulnerable y seguro al mismo tiempo. No pudo entender cómo lo hizo, ni tenía intención de gastar preciosos segundos en preocuparse. No cuando era finalmente libre para tener lo que deseaba.

Presionó las manos contra su pecho, cerró los ojos, y dejó que se deslizaran alrededor, bebiendo la sensación de él. Suave piel sobre duro músculo. Una fina capa de pelo. Sudor frio que atestiguaba su autocontrol.

Estaba refrenándose. Manteniendo su control para no asustarlo. Lo notó en las rígidas líneas de su cuerpo, lo sintió fluyendo a través de la conexión que tenían entre ellos. Era dulce, pero no era todo lo que quería. No quería que se retuviera. Lo quería todo de él. Crudo, potente y lo suficientemente caliente para quemar su alma.

Uno de sus gruesos muslos presionaba entre sus piernas, y elevó las caderas, frotándose contra el suave denim que cubría el duro músculo.

Kangin siseó y cayó pesadamente sobre él, tomando su boca en un fiero beso. Le forzó a abrir los labios y le clavó la lengua. Su mano se deslizó bajo su culo y lo ayudó a encontrar su ritmo mientras montaba su pierna. La fricción de la tela vaquera contra su miembro hizo que se contrajera y sus nervios chisporrotearan. Nunca había estado tan cerca de llegar al orgasmo con tanta rapidez en su vida.

Trató de frenar, pero Kangin tenía otras ideas. Su boca se perdía en calientes besos húmedos sobre su mandíbula, bajando por su cuello. Se detuvo para jugar un momento con la luceria antes de moverse hacia abajo. Le mordisqueó la clavícula, dejando el escozor de los pequeños mordiscos en su estela, cada uno haciendo a Leeteuk estremecerse y empujar su montículo más fuerte contra su muslo.

—Vamos, mi amor —susurró contra su piel—. Dame lo que quiero.

Los labios encontraron su pecho y se arqueó tratando de hacerle ir a donde quería. Le deseaba introduciendo su pezón de nuevo en la boca, sabiendo que la sensación añadida lo enviaría por el borde. Su lengua se arremolinaba sobre la blanda parte inferior de su pecho, dejando un frío camino a lo largo de su piel caliente.

Leeteuk deslizó las manos hacia abajo entre ellos hasta que pudo sentir el largo abultamiento de su erección bajo los dedos. El ligero roce le hizo aspirar una bocanada de aire y ponerse rígido. Le gustó tanto su respuesta, que lo hizo de nuevo, sólo que esta vez, presionó más firmemente. Su profundo gemido fue la recompensa y repercutió en su interior, haciéndolo estremecerse de satisfacción.

Kangin dejó que más de su peso lo presionara. No sólo lo hizo atrapando sus caprichosas manos, también frotaba su miembro contras el suyo. Su boca se cerró sobre el pezón, chupando profunda y fuertemente. No podía contenerse de chocar contra su separación. Ni siquiera lo intentó.

Su orgasmo lo arrasó en olas de luminosa sensación. Cada músculo tenso en respuesta de las poderosas demandas de su cuerpo. Leeteuk existía sólo en el placer y nada más podía penetrar en él. No había nada aquí excepto luz, calor y brillante gozo abrasador.

Cuando el placer retrocedió, se desplomó y Kangin se apartó lentamente, dándole suaves toques cálidos con la lengua sobre su piel. Estaba demasiado flojo para hacer otra cosa que dejarle hacer lo que quisiera, su mente demasiado nebulosa para incluso considerar hacer lo contrario.

—Eso fue hermoso —le dijo él. Podía sentir su aliento barriendo a lo largo de su estómago, que aún temblaba por las réplicas de su orgasmo—. Creo que me gustaría verlo de nuevo.


Oh, no. No tan pronto. Estaba demasiado sensible y agotado del orgasmo para incluso comenzar a considerar otro.

Y entonces sintió la lengua aleteando sobre la carne demasiado sensible entre sus muslos y supo que se había equivocado. No era demasiado pronto. No para lo que Kangin le estaba haciendo. Su cuerpo se unió con el fugaz toque con hambre. Necesidad voraz.

—Mmm. Así es, amor.

Su aliento sobre sus muslos lo excitó aún más y lo hizo girar las caderas. Kangin las cubrió, sosteniéndolas apretadamente con sus grandes manos.

—Vas a quedarte quieto mientras te saboreo.

No quería quedarse quieto. Quería tocarle, y sabía que no debía dejarle dirigirlo así, pero al siguiente instante, su lengua estaba lisa y caliente contra su miembro y no pudo pensar en nada más excepto en lo bien que se sentía. Podía hacerle lo que quisiera siempre y cuando continuara haciendo eso.

De un solo movimiento introdujo el caliente miembro de Leeteuk en su boca para empezar a masturbarlo lentamente. Quien al ver como Kangin lo tocaba de esa forma, lo hizo que se fundiera en un mar de sensaciones que nunca antes había experimentado. Y jadeó al sentir que como Kangin le soplaba sobre la punta mientras se colocaba a cuatro patas para estar más cómodo.

Leeteuk bajó la mirada agarrado a sus hombros con una mano, se encontró con los ojos profundos de Kangin; que sin previo aviso sacó la lengua y trazó un camino desde la base a la punta de su miembro, para después meterse la punta en la boca y trazar círculos con la lengua en ella.

Echando la cabeza hacia atrás al sentir una oleada de placer intenso recorrerle el cuerpo y hacer hervir su sangre, Leeteuk gimió para placer de Kangin. Sonrió al escucharlo disfrutar del placer que le brindaba. Con intención de escuchar más de él, se metió por completo el miembro en la boca, enrollando la lengua a su alrededor y haciendo presión con ella, moviéndola sin cesar en lo que comenzaba a sacarla de nuevo lentamente.

Kangin no iba a durar mucho más tiempo. No con Leeteuk haciendo todos esos pequeños gemidos de necesidad. Se estaba volviendo loco con el ruido. Su sabor. Siempre había disfrutado de darle placer a su pareja con la boca, pero con Leeteuk, iba más allá del disfrute, era la perfección.

Su lengua continuaba atormentandolo, saboreo su marca de nacimiento en lo alto de la cara interna del muslo, el anillo de color rojo profundo que le identificaba como un Suju. Cada vez que lo lamía, absorbía un sorprendido aliento como si el placer lo sobresaltara. Su reacción lo impulsaba salvajemente.

Su anillo hacía mucho tiempo que se había puesto caliente por la tensión que ponía sobre su vínculo, manteniendo el control sobre su placer. Leeteuk estaba cegado por ello, desesperado por lo que Kangin quisiera hacerle. Y quería hacerle tantas cosas.

Le había mostrado sólo unas pocas de ellas. Las cosas más dóciles que pensó que podía manejar. Sus necesidades más bajas las mantuvo para sí mismo, guardándoselas para cuando hubiera establecido un reclamo permanente sobre Leeteuk.

Y lo haría. No había elección sobre esa parte ahora. No podía dejarlo ir sabiendo cuan perfectamente se adaptaba a él. Tanto que Leeteuk necesitaba lo que sólo él podía darle y viceversa.

La erección de Kangin latía dolorosamente. Necesitaba estar dentro de él, necesitaba introducirse profundamente hasta que no hubiera ningún espacio entre ellos. Ya se había deslizado en su mente. Era el momento de que su cuerpo siguiera su ejemplo.

Estaba resbaladizo y caliente bajo su lengua, facilitando deslizar un dedo en el interior de su estrecha entrada. Jadeó ante la pequeña penetración y sus manos se convirtieron en puños sobre la colcha. El sexy gemido que realizó le hizo temblar de necesidad, pero se contuvo. Solo un momento más era todo lo que necesitaba para estar listo para él.

Empujó dos dedos en su interior, sondeándolo, extendiéndolo. Estaba húmedo y perfecto, lo suficientemente relajado de su clímax que estaba seguro que no le haría daño.

Kangin se sacó los vaqueros y estaba de nuevo sobre Leeteuk antes de que hubiera tenido tiempo de preguntarse a donde había ido. Su cara estaba rosada con el deseo, sus ojos estaban cerrados de gozo, y estaba caprichosamente extendido. Nunca lo miraría lo suficiente, tan hermoso y brillante y hecho sólo para él. Estaba convencido de ello ahora. Había sido hecho para tentarle, complacerle y llevarle a la locura con la lujuria. Y amaba cada segundo de ello.

Sus ojos se abrieron y pudo ver dorados fragmentos de pasión brillando en ellos. Le dio una lenta y sexy sonrisa y un segundo más tarde estuvo cegado por burbujeantes olas de deseo. Suyo. Se mezclaba con su propia necesidad rasgada, cortando los bordes hasta que no pudo soportarlo.

Durante un momento, Kangin no pudo tomar aliento. Nunca había sentido nada parecido antes y no estaba seguro de que fuera a sobrevivir. No a menos que pudiera introducirse en Leeteuk. Completamente. Ahora.

Tomó su boca en un beso con la intención de distraerlo, cautivarlo. No estaba seguro de que pudiera ser amable más tiempo y a una parte de él ni siquiera le importaba. Estaba para que lo tomara, abierto y dispuesto. Así que lo tomó. Presionó su erección contra su apertura y deslizó dentro su punta roma.

Leeteuk jadeó y se quedó rígido, pudo sentir su conmoción ante la invasión. Kangin debería haber parado, apartarse, y dejarlo acostumbrarse a él, pero no podía. No ahora. La desenfrenada necesidad de ser parte de él golpeó a través de su cuerpo. Estaba temblando por la fuerza de ello, incapaz de detenerse de presionar adelante, deslizándose más profundo, haciéndolo tomar más de él.

Leeteuk dejó escapar un irregular gemido. Fuera de placer o dolor, Kangin no lo sabía. Su mente estaba yendo sin sentido por la sensación de su resbaladizo calor apretándose alrededor de él lentamente centímetro a centímetro. Le quedaban suficientes restos de honor para abrir un camino a lo largo de la conexión llena de lujuria entre ellos y forzar una orden para que Leeteuk se relajara. Suavizándolo. Dejándole entrar.

Kangin lo sintió pasar. Ambos, su mente y su cuerpo abiertos a él con una aceptación voluntaria. No quería esperar para tomar ventaja. Se apartó apenas un mero centímetro y se deslizó hacia el interior en un lento y poderoso empuje que le introdujo hasta la empuñadura.

Leeteuk suspiró en su boca mientras Kangin se estremecía con la sensación del apretón contra su erección.

Encontró suficiente cordura para preguntar:

—¿Estás bien?

Le dio una relajada casi adormilada mirada. Sin dolor o malestar. Gracias a Dios.

—Sólo si te mueves.

Kangin no necesitaba mayor estimulo. Se movió. Fuertes y profundos embates que hicieron que su aliento se precipitara fuera de su cuerpo. Sus dedos se aferraron a su pelo y forzó su boca hasta su pecho.

Le encantó que no fuera tímido mostrándole lo que quería. Le encantaba la forma en que gemía cuando chupaba sus pezones fuertemente y los sexys jadeos que daba cuando usaba los dientes.

Kangin sabía que no iba a ser capaz de resistirse mucho más, pero quería que Leeteuk se corriera con él. Quería sentir las sedosas contracciones de su cuerpo cuando explotara. Quería escuchar sus desesperados gritos de culminación resonando en sus oídos mientras se derramaba en su interior.

Sus uñas se clavaban en su espalda y arqueó las caderas para recibir sus hambrientos embates. Cada vez que se hundían, soltaba un desesperado grito, cada uno más fuerte que el anterior. Acompasó la succión de su boca con el golpeo de sus caderas, sintiéndose ambos centímetros más cerca del borde de la liberación.

Su mano rodeó su garganta y su anillo se aferró a su collar con un apretón irrompible. La conexión entre ellos ardía y se ampliaba, pudo de repente sentir lo que era para Leeteuk tomarle en el interior de su cuerpo. Podía sentir el modo en que su erección lo estiraba, como el ángulo de su eje afectaba justo en los puntos correctos de su interior. Podía sentir la corriente de calor abrasador fluyendo a través de su vientre cada vez que su boca tiraba de su pezón. Era increíble.

Las sensaciones de Leeteuk se acumularon sobre las suyas propias hasta que fueron demasiado para soportarlas. Sus pelotas se apretaron contra su cuerpo justo cuando la primera contracción le recorrió el vientre. Sintió el orgasmo golpearlo un momento antes del suyo. Se enterró en su interior y dejó escapar un desgarrado gemido mientras su semilla bombeaba en fuertes chorros, llenándolo. Se contrajo alrededor de él con cada uno, ordeñándolo, haciendo la sensación más intensa de lo que nunca había sentido antes.

Sentimientos, emociones, necesidad y satisfacción. Pudo sentirlo todo a la vez. Su cuerpo y el de él, su orgasmo y el de él, su mente y la de él. Le obstruyó el cerebro con placer hasta que no pudo aguantar nada más.

Debía haberse desvanecido durante un segundo, lo cual no era exactamente la cosa más viril que podía haber hecho. Solo que no le importó una mierda. Su cuerpo completo estaba pulsando y zumbando con un gozo alegre, un brillante placer que era parte de ambos. Sólo se dejó flotar en él. Se dejó empapar con él. Podía sentir a Leeteuk haciendo lo mismo, solo que tenía problemas para respirar. Estaba aplastándolo.

Kangin rodó hasta que lo puso sobre él. Estaba débil y saciado, se quedó allí donde lo puso. Se elevaba y caía con su respiración entrecortada, su cabeza era un peso caliente justo encima de su corazón.

Un sentido de satisfacción se movió conmoviéndole y no podía decir si era de Leeteuk, suyo o una combinación de ambos. Pero le gustaba. No era normalmente un hombre sentimental, especialmente después de un alucinante sexo, pero hizo una excepción. Lo que había compartido no había sido solo sexo. Ni siquiera había sido hacer el amor. Era más allá de cualquier cosa que jamás hubiera conocido. Durante unos pocos segundos, habían compartido el espacio, los sentimientos y las emociones. Habían sido tan profundamente parte el uno del otro que no podía decir donde terminaba él y comenzaba Leeteuk.

Algo de eso había sido desconcertante, pero incluso así, la experiencia había sido increíble. De las que cambian la vida.

Kangin finalmente supo lo que Yunho quería decir cuando le dijo que él y Changmin eran verdaderamente uno. No eran físicamente la misma persona, pero si lo que experimentaban era algo como lo que Leeteuk y él habían sentido, era como compartir el alma.

Le había encantado. Quería hacerlo de nuevo, pero todavía podía sentir el placer de Leeteuk desvaneciéndose y a su mente reaccionando. Había sentido lo que él y a pesar que a Leeteuk le había encantado en su momento, no le estaba encantando ahora.
Se cerraba a él, bloqueándole.

Aumentó su abrazo sobre él.

—Lo que acabamos de compartir cambia las cosas entre nosotros. No te dejaré mantenerme fuera.

—No te voy a dar ninguna opción —dijo—. Necesito algo de tiempo a solas para pensar. Mi cabeza ya está bastante llena sin ti hurgando por allí, también.

—No te tomó demasiado tiempo averiguar cómo sacarme fuera.

—Soy un rápido aprendiz—respondió.

Kangin suspiró. Nada era fácil cuando se trataba de parejas.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...