El Poder del Fuego- Capítulo 8

-Hora de levantarse, dormilon.

Leeteuk escuchó la voz de Kangin en su cabeza tanto como la oía en sus oídos. Era una extraña sensación, un tipo de resonante eco que vibraba en su cerebro. Podía sentir su toque dentro de él al mismo tiempo que por fuera, gentiles dedos acariciando su rostro y brazos, gentiles pensamientos acariciando su mente.

—Vamos. Tenemos que asearte. Sacarte de esas ropas.

Sintió un tirón en su cinturón y el botón siendo abierto. Le estaba quitando sus pantalones.
Eso hizo que su mente se avivara. Se despertó, con sus brazos cayendo para alejar las manos de él. Forzó a sus pesados párpados a abrirse y se encontró en el baño, sentado en su regazo. Sus duros muslos eran cálidos debajo de su trasero y un ancho brazo estaba alrededor envolviéndolo, evitando que se deslizara hasta el suelo.

El baño era grande, viejo y un poco derruido, pero limpio. Leeteuk miró fijamente el agua con anhelo. Estaba seguro en el agua, y al tiempo que los recuerdos de la noche lo inundaban de nuevo, lo que realmente quería era sentirse a salvo. Saber que la señorita Sora y Sungmin estaban a salvo. Que Kangin estaba a salvo, no horriblemente ardiendo y muriendo.

Pero si él se estaba muriendo, ¿quién lo sostenía en su regazo? Confundido, Leeteuk alzó la mirada hacia Kangin. Él estaba entero, ni una quemadura o una cicatriz a la vista. Incluso su cabello había vuelto a crecer.

¿Estaba soñando? ¿O el ataque había sido un sueño? Su cabeza aún estaba obnubilada por el sueño y parecía que no podía encontrarle sentido a lo que estaba ocurriendo.

—Shhhh —él deslizó una mano por su cabello como si quisiera calmarlo— No trates de solucionar las cosas aún. Realmente saliste de ello, gracias a Hyungsik. Date una oportunidad de despertarte, primero.

—Te quemaron.


—Sí, pero estoy bien ahora. No estaba tan mal como parecía.

—Mentiroso.

—Hablaremos luego. Ahora mismo necesitamos limpiar esta sangre.

Leeteuk descendió la mirada hacia su cuerpo. Estaba sucio. Había manchas de sangre sobre sus ropas y piel y algo que se veía como aceite. Lo que se veía como tal, pero que no era. Era sangre de aquellos monstruos. Tenía su sangre sobre él. Era demasiado asqueroso para ponerlo en palabras.

Sintió una oleada de náuseas que le recorría. Trató de luchar contra ésta. Apretó sus dientes y respiró por la nariz.

—Estás bien —le dijo—. Sólo respira.

Leeteuk necesitaba asearse. Ese era el siguiente pensamiento racional que apareció en su cabeza. Quería cada pulgada de esta… cosa –la que no iba a nombrar- fuera de él.

—Estoy bien ahora —le dijo—. Sólo dame algunos minutos para bañarme.

Él alzó su brazo para mostrarle sus largos dedos envueltos alrededor de su muñeca.

—Lo siento. Estamos conectados de nuevo. No te preocupes. Seré un buen chico y cerraré los ojos.

—¿No puedes alejarte de nuevo? ¿Cómo hiciste antes?

—Podría, pero dolería. Y no quieres que me duela, ¿cierto?

Estaba jugando con él, tratando de hacerlo sentir culpable. Y estaba funcionando.
Leeteuk se giró y alzó su mirada hacia él. Los afilados ángulos de su rostro estaban altamente iluminados por la luz de la descubierta bombilla sobre el lavabo. Su camiseta ya no estaba, y podía ver el tatuaje sobre su pecho, claramente, ahora.

Era un árbol que se situaba por todo su costado izquierdo. Las raíces serpenteaban hasta debajo de su cinturón y las ramas llegaban hasta arriba, hasta que algunas de ellas se extendían sobre su hombro y parcialmente a lo largo de su brazo izquierdo. Las ramas estaban mayormente desnudas, con sólo algunas pocas hojas y el trabajo artístico era tan perfectamente vívido que se imaginaba que podía ver las hojas oscilar con cada aliento que él tomaba. Sorprendente.

Hermoso.

Sin percatarse de lo que estaba haciendo, alzó una mano y deslizó su dedo sobre las ramas, a lo largo del tronco hasta que se convirtió en espesas raíces. Calor y poder hirviendo debajo de su dedo y se sintió volverse más fuerte, más despierto, con cada segundo.

El estómago de Kangin se tensó hasta que pudo ver una cordillera de músculos elevándose, y la mano de él se posó sobre la suya, atrapándola entre sus músculos. Agradable.

—Si vas más abajo, no serás el único que vaya a desnudarse, cariño.

Por un loco momento, sonó como una gran idea, llegar a ver toda esa carne desnuda, cercana y personal. Y luego recordó dónde estaba. Quién era él. Se estaba excitando con un hombre que era peor que meramente incorrecto para él. Él estaría allí cuando muriera. Pronto.

El rostro de Leeteuk se ruborizó junto con el resto de su cuerpo y tuvo que suprimir un estremecimiento. Él le estaba mirando fijamente y podía jurar que aquellos ojos estaban brillando. Su mirada observó su rubor, siguiéndolo a lo largo de su cuello y más abajo, donde podía sentir sus pezones endurecerse.

Los músculos de la mandíbula de él se tensaron y sus fosas nasales se ampliaron al tiempo que respiraba profundamente.

—Es seguro que sabes cómo tentar a un hombre —le dijo con voz ronca—. Y estoy más que feliz de entrar a esa tina contigo y asegurarme de que estés bien limpio por todos lados, pero no podemos esperar más tiempo para sacarte de esas ropas.

Oh, hombre. Todo ello sonaba bien, cada loca parte de ello. Había transcurrido un largo tiempo desde que se había sentido así por un hombre. Quizás nunca se había sentido tal cual así. Incluso entonces, no iba a permitirse involucrarse con un hombre que iba a observarle morir.

De alguna manera, ese pensamiento hacía a toda la visión aún más horrible, dándole un giro que nunca había pensado antes. Una cosa era tener a un extraño observarle morir. Era completamente diferente si la persona parada allí fuera alguien que le interesara, una que se suponía que se interesaba por él.

Un golpe sonó a la puerta y la voz de Boom se oyó a través de la ancha madera.

—He encendido un fuego. Necesitamos quemar sus ropas ahora.

Leeteuk sintió su cuerpo tensarse ante la mención del fuego. Había tenido suficiente de eso por una noche. El fuego en el restaurante y otro en su casa. El cuerpo quemado de Kangin. Era demasiado, así que sólo dejó de pensar en ello.

Le tomó a Leeteuk un momento aclarar su cabeza y recapitular lo que él acababa de decir. ¿Quemar sus ropas?

La sangre. Dirigió a los monstruos hasta ellos.
A Leeteuk ya no le importaba tener audiencia. Se quitó la ropa y se la entregó a Kangin. Alejó la mano de él con prisa y él jadeó de dolor antes de recapturar su muñeca.

—Lo siento —le dijo con una mueca—. No quería herirte.

Él asintió con conocimiento, abrió la puerta de un golpe y tiró las ropas fuera. Leeteuk descendió la mirada a su ropa interior, buscando signos de sangre.

—No veo más sangre, ¿y tú?

No poseia un cuerpo espectacular, pero aunque estaba tan cubierto como hubiera estado en un traje de baño, aún así se sentía desnudo. Expuesto.

La mandíbula de Kangin volvió a tensarse al tiempo que lo miraba fijamente. Sus manos encontraron su cintura y se establecieron allí, asiendo y liberando como si estuviera atrapado en un círculo, tratando de decidir qué hacer. Estaba mirando su pecho, sus piernas. Seguro, le había pedido que comprobara si tenía sangre, pero lo que estaba haciendo era más que sólo una casual mirada.

Leeteuk nunca había visto a nadie mirarlo de esa manera anteriormente, ni siquiera los hombres con lo que había compartido la cama, que eran pocos. Kangin le estaba mirando como si su vida dependiera de ello, como si el mundo entero estuviera allí y nada más importara.

—Dios, eres hermoso.

De todas las cosas que había esperado oírle decir, esa no estaba incluida en la lista. Se quedó sin palabras ante su absurda afirmación.

—Um —fue todo lo que se las arregló para decir.

—¿Algo más? —Boom preguntó al otro lado de la puerta, sonando impaciente.

Los ojos de Kangin llamearon con esperanza.

—¿Ves más sangre? —Preguntó de nuevo Leeteuk.

—Date la vuelta —le ordenó en un ronco tono cargado de pecado.

Lo hizo y cerró fuertemente los ojos con la esperanza de que toda esta situación embarazosa desapareciera. Estaba seguro de poder sentir a Kangin mirando fijamente su culo. Como si no fuera a verlo.

—Tus ropas están bien —dijo con una nota distintiva de decepción. Luego, más alto, hacia la puerta—: Eso es todo. Gracias.

Leeteuk podía ver su rostro en el espejo del baño. Él aún estaba mirando hacia abajo, con una expresión que hubiera llamado lujuria en cualquier otra circunstancia, o si él estuviera mirando a alguna otra persona. Pero le estaba mirando a él, seguía mirando y no se detenía. Leeteuk sintió un rubor cubriendo su piel, o quizás era sólo el cálido y húmedo aire que le había recalentado.

Aún tenía un suelto agarre en su muñeca izquierda y lo usó para empujar su espalada contra su pecho desnudo. Oh, Dios. Un rápido calor lo llenó, un completo enjambre de aquellas serpentinas de energía que hacía a su cuerpo cantar.

Presionó su mano sobre sus costillas y lo sostuvo fuertemente. Leeteuk podía ver sus dedos desplegados sobre su pálida piel a través del espejo. Sujetó su muñeca tras su espalda, atrapada entre sus cuerpos. Su agarre era demasiado íntimo. Demasiado posesivo.
Y, hombre, le gustaba. No quería moverse.

Le observaba en el espejo al tiempo que descendía su cabeza hasta que su boca apenas rozó su cuello. Él no se movió, no le besó, sólo respiró profundamente.
Masculló algo contra su piel.

—¿Qué? —Fue apenas un susurró, pero le oyó igual.

Miró hacia arriba, sólo elevando su rostro lo suficiente para mirarlo en el espejo. Luego sonrió, una oscura y sensual sonrisa que le decía que sabía que había estado observando.

—Hueles como lilas. Siempre me han gustado las lilas.

¿Qué podía decir ante eso?

—Uh, gracias.

Al tiempo que dio la respuesta, su tono fue un diez en la escala de ronquez.
Él simplemente se rió y Leeteuk sintió el profundo sonido reverberar en su pecho. Kangin se apartó un poco, pero sus manos permanecieron sobre él, dispersando sus pensamientos.

—Debemos detenernos antes de que me olvide por qué estamos aquí.

—¿Aquí dónde? —Preguntó, pasmado.

—En el cuarto de baño. Para un baño.

—Oh, cierto.

Se había olvidado, pero tenía una excusa. Un hermoso hombre le estaba mirando como si fuera un modelo. Nunca le había sucedido aquello antes y no estaba del todo seguro de cómo reaccionar.

—Deberías irte ahora, así puedo desvestirme.

—No va a suceder. He pasado bastante tiempo con dolor esta noche. Pero prometo no mirar. A menos que quieras que lo haga —esa era una oferta que ni siquiera Leeteuk podía rechazar.

—No. Mirar es definitivamente una mala idea.

—Suena como una gran idea para mí, pero prometo jugar limpio —cerró sus ojos, pero mantuvo su muñeca cautiva.

—Voy a tenerlo difícil desvistiéndome sin mi mano.

—Estoy feliz de ayudarte.

—Gracias. Qué gentil.

Él rió.

—Está bien, está bien. Ya está —posó sus manos sobre su cintura de nuevo, portando una agradable sonrisa—. Ahora tus manos están libres.

—Estás disfrutando esto, ¿cierto?

—Ni siquiera tanto como lo haría con mis ojos abiertos, pero vales el sacrificio.

Leeteuk sacudió la cabeza, pero no pudo evitar la sonrisa que curvó su boca. Le gustaba este lado de Kangin, su lado tentador y juguetón, que nunca hubiera adivinado que existía.
Terminó de desvestirse, entró en el agua cálida. Estaba perfecta y dejó salir un pequeño suspiro.

—No es justo —le dijo él—. Sonidos como ese me hacen querer ver.

—No te atrevas.

—Aguafiestas.

—Pervertido —retrucó.

Kangin rió y tensó su agarre sobre él.
La tina era profunda y se hundió hasta el cuello. Pura efervescente felicidad. No pudo evitar gemir de placer.

—Me estás matando con esos sonidos, Leeteuk. Ten algo de piedad.

—Lo siento.

Estaba cubierto del cuello a los dedos de los pies con burbujas, así que dijo:

—Sólo toma asiento y terminaré lo más rápido que pueda.

Kangin se sentó en el suelo con su espalda contra la tina y posó los dedos de Leeteuk sobre su hombro desnudo.

—Tienes que mantener un agarre sobre mí por una vez.

Leeteuk miró fijamente su mano. Sobre su hombro. No era gran cosa, ¿cierto? Era un hombre adulto y había tocado bastantes hombros de hombres en su vida. Incluso algunos desnudos. De acuerdo, nunca uno tan ancho o bien esculpido como el de Kangin, y ciertamente ninguno con ramas intrincadamente tatuadas sobre ellos, pero eso no quería decir que tuviera alguna razón para estar mirando fijamente, incapaz de moverse o incluso parpadear. Era sólo un hombro. Ni siquiera era una parte íntima.

Lo que trajo una completa colección de imágenes a su cabeza. Partes íntimas, de hecho. Partes íntimas de un desnudo Kangin.

Estoy perdiendo la cordura. Era una afirmación de un hecho a esta altura.

—No escucho ningún chapoteo allí atrás —dijo él—. ¿Necesitas alguna ayuda?

Mucha ayuda. De la variedad psiquiátrica. Más de la que él podría darle.

—Estoy bien —le salió como un chirrido y Leeteuk dio un respingo.

—No suenas bien —comenzó a girar la cabeza.

—¡No mires!

Kangin dejó salir un doloroso jadeo y se dobló sobre sí mismo.
Mierda. Lo había soltado.

—Lo siento —chilló, y gateó hasta sentarse lo suficientemente cerca para alcanzarlo. El agua se derramó por un costado de la bañera, haciendo un charco en el suelo. Presionó una goteante mano contra la baja espalda de Kangin –lo más cercano a él- y éste inspiró un profundo aliento.

—¡Hijo de puta!

—Lo siento tanto, Kangin —acarició su espina, esperando aliviar su dolor.

Respiraba con dificultad y una fina capa de sudor había emanado sobre su espalda. Le tomó un par de minutos recuperarse, pero Leeteuk no trató de apresurarlo. Ya se sentía lo bastante mal por olvidar que él necesitaba que mantuviera el contacto. Después de que pusiera su cuerpo entre él y el monstruo de fuego blandiente, era lo mínimo que podía hacer. Se sentía horrible por haberlo olvidado.

—Ya estoy bien —dijo, pero sonaba como una mentira. Aún estaba rígido, sosteniendo sus brazos alrededor de su cintura como si el estómago le doliera.

Se inclinó hacia atrás y Leeteuk lo acarició durante un minuto, haciendo lentas pasadas sobre su espalda desnuda. Eso parecía ayudar a relajarlo, así que dejó a su mano seguir deslizándose arriba por su espina hasta situarla en la nuca. Pudo sentir la resbaladiza anchura de la iridiscente gargantilla que llevaba. No había ningún cierre que pudiera detectar y se preguntaba cómo se la quitaba.

—Voy a buscar en el agua y sostener tu tobillo, y juro por Dios que si quitas tu mano o te asustas de nuevo voy a entrar en esa tina contigo y asegurarme que bastante de nuestra piel este tocándose así no haya posibilidad de otro error. ¿Entendiste?

Oh, sí. Había entendido esa imagen en todo su húmedo y resbaladizo detalle. Habría un fuerte forcejeo, para hacerlo entrar en la tina con él, pero estaba bastante seguro de que podían llegar a ser lo suficientemente creativos como para arreglárselas.

—No me asustaré.

Sin girarse, alzó su mano hacia atrás y encontró su tobillo dentro del agua cálida. Sus dedos se curvaron alrededor de éste y sólo entonces dejó salir un suspiro de alivio.

—¿Crees que puedes hacerlo rápido? Todo esto de tenerte desnudo es un poco más duro para mí de lo que había pensado.

Leeteuk se puso en movimiento en el proceso del aseo, frotándose de la cabeza a los pies, y había terminado en menos de tres minutos justos. Su cabello estaba aún goteando sobre su rostro cuando alcanzó la toalla que había dejado al lado de la bañera.

Destapó la tina y se elevó un poco torpemente sobre sus pies. Tuvo cuidado de no quitar la mano de Kangin mientras hacía un rápido trabajo secándose. Todo desde las rodillas para abajo aún estaba goteando.

—Está bien. Estoy cubierto.

—Una pena —replicó él.

Le sonrió y le ofreció a Kangin una mano. Él, galantemente lo ayudó a salir de la resbaladiza tina, luego entrelazó sus dedos.

—¿Ahora qué? —Le preguntó—. Además de la parte donde dejo de estar desnudo. Obviamente.

Él se veía como si lo hubiera golpeado en los intestinos.

—No voy a sobrevivirte, hombre.

La visión de su muerte apareció durante medio segundo, las llamas y el sonriente rostro de Kangin bloqueando todo lo demás.

—En realidad, estoy bastante seguro de que me sobrevivirás muy bien.

Él le estaba mirando y su cabeza se inclinó para estar al nivel de sus ojos.

—¿Qué se supone que significa eso? ¿Y qué era eso que acabo de sentir –esa oleada de miedo?

—Nada. Sólo olvídalo.

—Como el infierno que lo haré. No es la primera vez que la siento, tampoco. ¿Qué fue eso?

—No es realmente gran cosa.

—Cualquier cosa que te dé tanto miedo tan rápido es una gran cosa. Es mi trabajo matar todo lo que te aterrorice de esa manera. Dime qué es y lo mataré por ti.

Hablaba en serio. Realmente, literalmente, quería decir que mataría algo por él. No estaba seguro si estar disgustado o halagado. Realmente sabía cómo sorprender con una afirmación de cavernícola como esa.

—¿Qué tal si encuentras algo para vestirme, en cambio? —Sugirió.

—Ahora sólo estás tratando de distraerme, recordándome que estás todo húmedo y desnudo.

Oh, sí, como si realmente creyera que un hombre como él podría estar tambaleándose por el pensamiento de su no-tan-caliente cuerpo. Qué ridículo.

—¿Está funcionando? —Bromeó, dándole la oportunidad de reírse.

No lo hizo. De hecho, le hizo retroceder hasta que se encontró contra la puerta. El cuerpo de Kangin empujó el de él y mantuvo sus muñecas contra la puerta, justo arriba de su cabeza.

—La distracción funcionaría mejor si te quitaras la toalla.

—¿Q… qué estás haciendo? —Le preguntó sólo porque no estaba seguro.

—Deseándote. Necesitándote.

—Sí, claro —se burló.

—¿No me crees? —Le preguntó, sedosamente suave.

Sus caderas presionaron hacia adelante, fuerte contra él, y pudo sentir la inconfundible longitud de su dura erección contra su vientre. La suya pronto también seria evidente
Las palabras le fallaron. La respiración le falló, también. Sólo le miró con una mirada de venado-ante-los-faros-de-un-auto porque no podía hacer nada más.

Su mirada se dirigió hacia su boca y se mantuvo allí al tiempo que inclinaba su cabeza, acercándose más y más. Leeteuk sabía que iba a besarlo y que no había nada que pudiera hacer para convencerse de detenerlo.



Kangin se estaba muriendo por besarlo. Quería más que sólo un beso, pero la parte del beso ya no era una opción. Leeteuk sólo le iba a dejar probarlo. Después, podría patalear, gritar y despotricar, pero justo ahora iba a tener que hacerle frente. Iba a besarlo y eso era todo, justo como había estado deseando hacer desde el momento en que se había acercado lo suficiente para ver su boca, esa suave y plena boca suya que ahora estaba abierta con un conmocionado aliento.

Agachó la cabeza y vio sus ojos parpadeando en aceptación. La emoción de la victoria corría a través de él, pero no permitió que le metiera prisa. No con eso. Lo besó, sólo un poco, sólo una suave presión de sus labios contra los de Leeteuk. Casi casto. No debería haber sido suficiente incluso para calentarlo —no lo habría sido con cualquier otro— pero en cambio, la lujuria hirvió a través de él hasta que se sintió caliente, quemado desde el interior como si estuviera ardiendo vivo y amando cada segundo de ello.

Leeteuk hizo un suave sonido de asombro, que le abrió los labios, y Kangin se aprovechó de dicha apertura. Le deslizó la punta de la lengua por su labio superior, logrando una pequeña muestra de él.

Querido, dulce y piadoso cielo, sabía bien. Necesitaba más de él. Todo lo que tuviera para darle.

Enredó los dedos en el húmedo pelo de Leeteuk y le echó la cabeza hacia atrás como había estado esperando hacer toda la noche. Leeteuk cumplió con entusiasmo, yendo donde lo dirigía hasta que el ángulo fue perfecto para que él atormentase su boca abierta, dándole espacio para saborearlo más profundamente, hundiéndose en su interior y dejando a sus sentidos empaparse.

Chispas de poder saltaron a través de él y fueron absorbidas donde quiera que la piel desnuda tocara piel desnuda. El ímpetu de la sensación le hizo marearse, ávido de más. No quería ninguna barrera entre ellos, ni espacio, ni ropas, nada.

Leeteuk hacía adorables ruiditos desesperados que le tenían a medio camino de la locura por la necesidad. Todo lo que podía pensar era qué sonidos haría una vez lo tuviera extendido desnudo y abierto, y se deslizara en su interior, llenándolo.

¿Se sentirían esas ráfagas de energía como ahí? ¿Sería Leeteuk capaz de soportar la intensidad? ¿Lo haría? ¿O se inclinarían ambos al borde del placer y no volverían nunca más? Estaba más que preparado para descubrirlo.

Los dedos de Leeteuk se hundieron en su hombro y se puso de puntillas, presionando más sus cuerpos. El modo en que encajaba contra él, la manera en que olía, la manera en que sabía. Todo en Leeteuk era perfecto y él no podía tener suficiente.

Sus manos se deslizaron por su espalda hasta que pudo agarrar su suave trasero, completamente desnudo y cálido bajo su control, sentía su miembro despertando. Podría morir ahora y sería feliz por haber tenido precisamente esta gran parte de él. Quería más.

Leeteuk se apartó de su boca y presionó una línea de besos sobre su mandíbula y bajando por su cuello hasta que alcanzó su luceria. La húmeda y caliente ruta que su boca y lengua habían dibujado por su piel le hizo estremecerse y apretó mas fuerte su trasero hasta que estuvo seguro que podía sentir cuan duro estaban. Leeteuk suspiró y meneó las caderas, burlándose de él.

Oh, sí, podría definitivamente morir feliz sabiendo que le deseaba también.
Su lengua se deslizó bajo la luceria, y ese contacto hizo que ambos, el collar y el anillo a juego zumbaran en respuesta. Tanto el poder como el deseo surgían de su interior, mezclándose juntos hasta que no podía distinguir la diferencia entre los dos.

Alguna instintiva parte de Kangin le instaba a dejar salir ese poder, enviarlo fluyendo a Leeteuk. De alguna manera, ese poder le pertenecía y sólo lo había estado guardando el tiempo suficiente para encontrarlo.

Kangin no estaba seguro de lo que estaba haciendo, pero siguió sus instintos y permitió a una oleada inmensa de energía salir de él. Atravesó su cuerpo, concentrándose en el único rayo que corría a lo largo de su principal marca de vida, bajando por su brazo izquierdo, al interior del anillo iridiscente.

Leeteuk jadeó y se apartó de su collar como si hubiera sido sorprendido. Se puso una temblorosa mano sobre la boca y le miró con los oscuros ojos de párpados pesados.

—¿Qué fue eso?

—No lo sé —dijo él, esperando que lo que quiera que fuera, no lo hubiera disgustado o dañado.

Un escalofrío lo sacudió y sintió que apretaba los muslos juntos y sus pezones se perlaron contra su pecho. Le dirigió una mirada tan llena de deseo que casi le derritió el botón metálico de sus vaqueros.

—¿Puedes hacerlo de nuevo?

Kangin dejó escapar un gemido bajo.

—Oh, sí. Cualquier cosa por ti, cariño.

Leeteuk le dio una lenta sonrisa sensual que hizo que sus tripas se anudaran de necesidad.
La puerta del baño se sacudió bajo el peso de un pesado puño golpeándola.

— ¿Vais a salir en algún momento de este siglo, o debería sólo ir a buscar la espada sin ti?
—Preguntó Boom.

Kangin cerró los ojos por la frustración y luchó para recuperar un punto de apoyo para su salud mental. Le tomó demasiado esfuerzo, pero finalmente, encontró lo suficiente de sí mismo para reunir un pensamiento coherente. Boom tenía razón. Tanto como Kangin estaba disfrutando esto, todavía tenía trabajo que hacer.

—Vamos a estar fuera en un segundo. ¿Puedes encontrar algo para que Leeteuk se vista?
—Sólo hacer esa pregunta era como rasgar su propio brazo. Quería que permaneciera desnudo por mucho tiempo. 


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...