Amante del Aristócrata- Capítulo 23



La tensa expresión de Shindong se relajó. Incluso parecía un poco avergonzado también él.

    —Empiezo a comprender —dijo con voz ronca—.Lamento que no haya solución en este asunto. Tengo la sensación de que habrías sido un excelente esposo para Kangin, si a él le fuera posible casarse contigo.

    —Gracias. Pero me esforzaré por hacerle feliz... sin matrimonio.

Shindong suspiró.

    —Jamás le habría deseado mi propia situación a mi hijo... pero me alegro de que te tenga a ti.

    Aquél era el mejor cumplido que podía haber recibido de él. No se quedó a azorarles a ambos con nuevas expresiones de sus sentimientos. En realidad se marchó a toda prisa, probablemente porque no quería tropezarse con Kangin. Pero Leeteuk supuso que Kangin ya lo sabía, que debía haber visto a su padre en el vestíbulo, cuando volvieron a llamar a la puerta, a los pocos minutos de la partida de Shindong.


     Pero tampoco esta vez era Kangin, ni Shindong había decidido que tenía más cosas que decirle. Esta vez era la madre de Kangin. Pero Leeteuk no lo supo al principio, hasta que tuvo ocasión de advertir hasta qué punto eran idénticos algunos de sus gestos y expresiones, como la  misma sonrisa, y lo preocupada que estaba la mujer.

    —Lamento molestarlo a altas horas, joven Park —empezó la mujer.

    —¿Nos conocemos?

    —No. —La mujer sonrió—. Soy Jung Nari, ama de llaves de SM. Acabo de descubrir que usted... Y Kangin acaba de descubrir que su padre y yo... Y, bueno, necesito hablar con él.

    Leeteuk volvía a ruborizarse. Era evidente que el maldito anuncio de Kangin ya había circulado también entre la servidumbre, pero...

    —¿Usted y su padre? —La respuesta se le ocurrió a Leeteuk antes de acabar de formular la pregunta—. ¡Oh! Discúlpeme. No tiene que darme explicaciones. Pero Kangin no está aquí.

    —¿No? Lo vi salir de SM. Pensé que vendría directamente a verlo a usted.

    —Y supuso que me encontraría en las proximidades.

    —Pues sí, eso hice.

Leeteuk sacudió la cabeza con incredulidad. ¿Todos los hombres viajaban con sus amantes? ¿O sólo era práctica habitual entre los Kim?

    —Bueno, si no está en SM, no tengo ni idea de dónde está.

    —Entonces habrá salido para estar solo —dijo Nari, retorciéndose las manos—. Me lo temía. Es lo que siempre hacía de niño cuando estaba trastornado. Salía solo para lamentarse.

    —¿Por que cree que estaba trastornado? —preguntó Leeteuk—. Últimamente se moría de curiosidad por descubrir quién era usted, es decir, por saber con quién su padre... En fin, supongo que se sentirá aliviado al saberlo.

    —No debió enterarse nunca, joven Park. No debería haberlo averiguado. Pero como ya lo sabe, bueno, no quiero ahora que piense mal de mí.

    Leeteuk frunció el ceño, sin comprender muy bien la preocupación de la mujer.

    —Sería un poco hipócrita por parte de Kangin, ¿no cree?

    —No necesariamente —replicó Nari—. Hay otros factores... pero eso no es importante. Esperaré y hablaré con él otro día. —Y después también ella se marchó.

    Cuando volvieron a llamar a la puerta, Leeteuk ya no esperaba que fuera Kangin. Pero era él, y tenía un brazo escondido detrás de la espalda. Lo llevó al frente para ofrecerle varias rosas exquisitas.

    Leeteuk sonrió, complacido.

    —Increíble, ¿dónde las has encontrado, en esta época del año?

    —He asaltado el invernadero de mi padre.

    —Oh, Kangin, no has debido hacerlo.

    El sonrió, rodeándolo con sus brazos para abrazarlo estrechamente.

    —No las echará de menos, con los centenares de variedades que tiene. Pero yo sí que te he echado de menos hoy.

    Leeteuk se envaró, recordando sus anteriores visitas.

    —Me sorprende que hayas tenido tiempo, sabiendo que has tenido un día lleno de actividades.

    Kangin lo miró con expresión cautelosa.

    —¿Cómo puedes saber cómo ha sido mi día?

    —Tu padre ha estado aquí.

    Lo soltó para pasarse los dedos entre los cabellos.

    —Maldición. Te ha molestado, ¿verdad?

    —No, ¿por qué iba a molestarme que le hayas contado lo nuestro a toda tu familia? Y en cuanto a tu padre, sólo necesitaba algunas garantías de que yo no me casaría contigo.

    —Maldición —repitió Kangin, exasperado.

    Y antes de que lo hubiera digerido por completo, Leeteuk añadió:

    —Tu madre también ha estado aquí.

    —¡Mi madre!

    —Sí, estaba preocupada por si tú estabas enfadado por lo que has descubierto esta noche.

    —¿Descubierto? Oh, ¿hablas de Nari? Pero ella no es... mi... ¡No! No puede ser. ¡Él me dijo que mi madre había muerto!

    Leeteuk palideció al oírlo.

    —Oh, Kangin, lo siento tanto... Había supuesto que sabías quién era tu madre, pero que no sabías que ella era la amante de tu padre. Pero, por favor, sólo ha sido una conjetura mía.... y evidentemente, errónea. Ella no dijo que fuera tu madre.

    —No, jamás lo diría. Al parecer, yo no debía enterarme. Pero ahora lo veo con toda claridad. Ella es mi madre, no hay duda. Y malditos sean los dos por habérmelo ocultado.



    Kangin estaba absolutamente furioso. Su madre estaba viva... y no sólo eso: había estado viviendo todos aquellos años allí mismo, en SM. Y no les había parecido conveniente decírselo a él. Dejaron que creyera que Nari no era más que una sirvienta. Dejaron que creyera que su madre había muerto.

    Eso no podía perdonarse. Shindong podía haberle dicho cualquier otra cosa, que se había fugado con otro hombre, que estaba demasiado avergonzada para revelar su identidad, que no quería saber nada del hijo que había alumbrado. Cualquier cosa habría sido más fácil de digerir que el hecho de que su madre había estado allí desde el principio y nunca se lo habían dicho. 

    Fue a buscar a su padre. Imaginaba que primero debía concederse un poco de tiempo para serenarse. Leeteuk se lo había sugerido, había tratado de impedir que volviera a SM esa noche.

    Pero estaba demasiado furioso para atender a razones. Y cuanto más pensaba en ello, mayor era su enfado. No se tranquilizaría, al menos hasta que tuviera algunas respuestas.

    No encontró a su padre en sus habitaciones, ni en ningún otro lugar del bloque principal de la casa.

O no estaba allí... o bien estaba con Nari. Kangin sospechaba esto último y bajó al pabellón de la servidumbre para averiguarlo. No necesitaba preguntar cuál era la habitación de Nari. Había estado en ella muchas veces, de niño, cuando cayó en el hábito de ir a contarle sus penas a la mujer. Y ahora que lo pensaba, hacerlo le había parecido lo más natural del mundo.

    Y estaba en lo cierto. Pudo oír sus voces en el interior de la habitación antes de llamar a la puerta. Después, el silencio, lo cual fue aún más revelador.

    Nari abrió la puerta, y su sorpresa fue evidente.

    —¡Kangin! ¿Te ha dicho Leeteuk que yo quería hablar contigo?

    Kangin entró en la habitación. No había ni rastro de Shindong, y no parecía haber ningún sitio donde esconder a un hombre de su corpulencia. Pero él había oído la voz de su padre. No se lo había imaginado.

    Clavó la vista en Nari.

    —No, ¿tenía que habérmelo dicho?

    —Bueno, no —dijo la mujer, advirtiendo finalmente por la tensión a duras penas contenida de la expresión de Kangin que algo iba decididamente mal—. Pero entonces, ¿qué haces aquí a estas horas?

    Kangin no le respondió. En su lugar, le gritó al resto de la habitación:

    —No tienes que seguir escondiéndote, padre. Sé que estás aquí.

    Nari contuvo el aliento. Pasaron unos largos segundos mientras Shindong decidía si salir a la luz o no. Y entonces se abrió una sección de la pared, que a Kangin le recordó la puerta oculta de la mansión de los horrores de Shangho.

    —Qué cómodo —se burló Kangin—. ¿Debo suponer que conduce directamente a tu dormitorio? —preguntó a su padre, y recibió un breve cabeceo de asentimiento como respuesta—. Bueno, eso explica cómo has conseguido mantener todo este asunto en secreto durante tanto tiempo.

    —¿Estás enfadado porque he ido a hablar con el chico? —preguntó Shindong.

    —No. Habría preferido que no lo molestaras, pero no me sorprendió que tuvieras necesidad de hacerlo.

    —¿Entonces estás enfadado porque yo fui a verte a ti? —preguntó Nari.

    —En absoluto.

    —Kangin, es condenadamente obvio que estás enfadado —observó Shindong.

    —Oh, sí, eso sí —dijo Kangin con voz fría, tensamente controlada—. A decir verdad, no recuerdo haber estado nunca tan enfadado. Pero no ocurre todos los días que la madre que te dijeron que había muerto...¡no ha muerto!

    Shindong suspiró, y sonó como una triste derrota. Nari palideció.

    —¿Cómo te has enterado? —preguntó ella en un susurro.

    —Leeteuk se percató de nuestro parecido cuando hablaste con él esta noche, y yo no le había dicho que creía que mi madre había muerto. Supongo que alguien de fuera, que no nos conozca de antemano, puede ver similitudes que los que nos conocen desde hace muchos años no verían. —Y entonces miró a su padre con ojos llameantes—. ¿Por qué no me lo habías dicho?

    Fue Nari quien respondió.

    —Yo se lo prohibí.

    —No te engañes, Nari... ¿O debería llamarte madre? Nadie prohíbe a Kim Shindong hacer lo que considere que tiene derecho a hacer.

    —Kangin, piensas en generalidades, cuando había muchos factores implicados. Tu padre quería contarte la verdad, créeme. Incluso hace poco, cuando Shinyoung le amenazó con revelártelo a menos que le concediera el divorcio, él quiso decírtelo.

    —¿Shinyoung lo sabía?

    —Parece que sí, aunque el Señor sabe cómo o cuándo lo averiguó. Pero yo lo convencí de que ahora era demasiado tarde para cambiar la historia.

    —¿Fue por eso que le concediste el divorcio? —preguntó Kangin a su padre—. ¿Porque Shinyoung te estaba chantajeando? Y yo que pensaba que eras muy generoso dejando en libertad a la vieja.

    Shindong dio un respingo ante el tono burlón de Kangin. Por otra parte, Nari  perdió los estribos.

    —¿Cómo te atreves a hablarle así a tu padre? —preguntó en tono imperioso—. No tienes ni idea del infierno por el que le obligué a pasar hasta obligarle a mantener mi identidad en secreto por ti. No tienes ni la menor idea del infierno por el que pasé yo hasta decidir que eso sería lo mejor... para ti.

    —¿Lo mejor? —dijo Kangin con incredulidad—. Me negasteis una madre. ¿Cómo diablos puedes creer que eso era lo mejor para mí, maldita sea?

    —¿Y crees que yo deseaba renunciar a ser tu madre? Lo eras todo para mí. Te amé desde el momento en que supe que habías sido concebido.

    —¿Por qué, entonces?

    —Kangin, eso ocurrió hace veinticinco años. Yo era joven e inculta. Hablaba como un deshollinador londinense. Entonces no se me había ocurrido que podía educarme. Era tan ignorante que ni siquiera sabía que eso fuera posible. Y desde el día en que tu padre decidió nombrarte su heredero oficial, me horrorizaba pensar que el futuro marqués de Suju se avergonzaría si supiera, si todo el mundo supiera, que su madre era una simple doncella que ni siquiera sabía leer y escribir. Mi hijo iba a ser un lord, un miembro de la aristocracia. No quería que se avergonzara de mí, y tú seguro que lo habrías hecho.

    —¿De modo que también te arrogaste la facultad de predecir mis sentimientos? —dijo Kangin, meneando la cabeza, y después lanzó una mirada acusadora a su padre—. ¿Y tú dejaste que te dominara con suposiciones como ésa?

    Nari habló sin darle tiempo a Shindong.

    —Puedo ser muy convincente, y era reacia a que tú lo supieras. Pero, sobre todo, tu padre cedió a mi insistencia porque me ama. Y tú ya tenías que vivir con tu ilegitimidad, Kangin. Yo sabía que no iba a ser fácil para ti, y no lo fue. Pero al menos todo el mundo asumió que eras de sangre azul por ambos lados. Habría sido mucho peor si se hubiera sabido quién era tu verdadera madre.

    —Aun así, podíais habérmelo dicho. Podíais haberlo mantenido en secreto ante el resto del mundo si lo considerabais necesario, pero podíais habérmelo dicho a mí. Tenía derecho a saberlo. Y el hecho es, Nari, que no siento absolutamente ninguna vergüenza al saber que eres mi madre. Tu suposición era sólo eso, una suposición. Lo que sí siento, sin embargo, es rabia porque nunca has sido mi madre, porque has tratado conmigo todos estos años sabiendo que era tu hijo pero sin proporcionarme a mí el mismo conocimiento. Permitiste que creyera que no eras nadie para mí. ¡Me dejaste creer que mi madre había muerto!

    No pudo continuar. Se ahogó demasiado con sus emociones, sobre todo cuando vio lágrimas asomando a los ojos de la mujer. Salió de la habitación antes de sucumbir al llanto también él.

    Shindong acogió a Nari en sus brazos al oírla sollozar.

    —¡Oh, Dios! ¿Qué he hecho? —gimió la mujer, y al punto rompió a llorar.

    Shindong se hacía la misma pregunta, pero lo único que pudo responderle fue:

—Todos cometemos errores cuando somos jóvenes, Nari. Éste fue uno de los nuestros. Concédele tiempo para que se acostumbre a la verdad. En cuanto reflexione, cuando reflexione de verdad, comprenderá que siempre has sido una madre para él, que siempre estuviste allí para compartir todos sus dolores y penas mientras él crecía, que contribuíste a convertirle en el hombre de bien que es hoy.




    —Ojalá hubiera estado yo presente para oírlo —dijo Heechul a su marido, al tiempo que le tendía a Siwan —: Toma, es tu turno de pasearlo.

    —Hola, corazón —dijo Siwon a su hijo mientras le daba un sonoro beso en la mejilla—. Hoy no estamos muy finos, ¿verdad? —A continuación se volvió hacia su esposo—. Alégrate de no haber estado presente. Fue condenadamente embarazoso.

    —¿Embarazoso? ¿Entre la familia? —exclamó Heechul con sorna.

    Siwon enarcó una ceja, intrigado.

    —¿Qué podías haber aportado tú?

    Ya le había relatado la discusión completa, pero Heechul seguía resistiéndose a creer que Park Leeteuk no fuera el joven señor que aparentaba ser.

    —Le habría dicho a tu hermano lo anticuada que estaba su prohibición.

    Siwon sonrió forzadamente.

    —Detesto mencionar esto. Hee, pero Shindong es anticuado.

    —Entonces no lo menciones —le contestó—.Pero ¿qué es más importante aquí, el amor o la opinión pública?

    —¿Es una pregunta capciosa?

    —No tiene gracia. Siwon —le reconvino su esposo—. El amor es más importante, y tú lo sabes. ¿O me estás diciendo que no te habrías casado conmigo si yo no tuviera unos cuantos condes y terratenientes en mi árbol genealógico?

    —¿Tengo que responder a eso?

    —Empezaré a sacudirte a base de bien, amorcito, si no te pones serio —dijo Heechul, empleando su acento escocés.

    Él se rió.

    —No mientras tengo a Siwan, no puedes... eh, espera —añadió al verlo avanzar hacia él. Luego dijo a regañadientes—: Oh, muy bien, sí, me habría casado contigo de todos modos, pero, afortunadamente, no tuve que preocuparme por tu idoneidad. Y además, te olvidas que compró a esa chico en una subasta de una casa de prostitución. Eso, querido, va un poco más allá de la simple opinión pública.

    —Sólo lo saben unas cuantas personas —señaló Heechul objetivamente.

    —Estás de guasa —replicó él—. ¿Un bocado tan jugoso como ése? La noticia probablemente habrá corrido de boca en boca.

A varias habitaciones de distancia. Hyukjae y su esposo hablaban del mismo tema, tendidos en la cama y con las piernas entrelazadas. Como mínimo Donghae intentaba hablar de eso. Hyukjae tenía otras cosas en la cabeza en aquel momento, y sus manos inquietas dejaban pocas dudas respecto a qué.

    —No sé qué importancia puede tener que sea de clase baja. Tú te casaste conmigo, ¿no? —le recordó Donghae—. Y te aseguro que no tengo ningún título estúpido unido a mi apellido... es decir, no lo tenía hasta que me casé contigo.

—Tú eres americano, Donnie. Ser de otro país supone una diferencia condenadamente grande, y él no lo es. Habla como un joven duque, delatando su nacionalidad con cada palabra que sale de su boca. Además, no soy yo quien tiene que engendrar a la próxima generación de marqueses, o las dos siguientes. Esa responsabilidad, querido mío, recae sobre los hombros de Kangin. Para mí no había ninguna necesidad ni siquiera de casarme, cosa que, como sabes, no pensaba hacer... hasta que te metiste en mi cama.

    —Yo no hice nada semejante —replicó Donghae rápidamente—. Tal como yo lo recuerdo, tú me arrastraste hasta tu cama.

    Hyukjae soltó una risita y acercó la boca al oído de su esposo.

    —¿Eso hice? —susurró—. Qué listo fui, si yo también lo digo.

    —Mmm, sí... ¡No, estáte quieto! Estoy intentando hablar en serio.

    Hyukjae suspiró.

    —Sí, ya me he dado cuenta. Es una lástima.

    —Pues bien, quiero que hagas algo respecto a este asunto —insistió Donghae.

    —Excelente idea, Donnie —dijo, y lo estrechó entre sus brazos para besarlo apasionadamente.

    —No ese asunto —consiguió balbucear por fin el joven, y enseguida se corrigió—Al menos, no todavía. Estoy hablando de la actitud de Shindong. No te haría ningún daño hablar con él, hacerle ver que no está siendo nada razonable.

    —¿Yo? ¿Darle consejos a uno de los ancianos? —Y se echó a reír a carcajadas.

    —No tiene gracia.

    —Sí la tiene. Los ancianos están demasiado apegados a sus costumbres. No aceptan consejos, los dan. Y Shindong sabe que en esta situación tiene ese derecho. Para el caso, igual que el joven. No va a casarse con Kangin, Donnie, de modo que toda esta discusión es gratuita.

    —¿Y si su negativa se debe a que conoce los sentimientos del padre al respecto?

    —Entonces es lo bastante listo para saber que su matrimonio no sería feliz si va en contra de los deseos de Shindong. En cualquier caso, no tienen solución. Así que no le des más vueltas. No hay nada que podamos hacer por esos dos, como no fuera proporcionarle una nueva identidad al jovencito, y ni siquiera eso es posible. La subasta fue demasiado notoria. Maldición, si hubiera sido de otro modo, quizá podría idearse algún apaño, pero no es el caso.

    Donghae masculló algo para su coleto. Hyukjae sonrió.

    —No puedes solucionar los problemas de todo el mundo, mi querido niño. Algunos son sencillamente insolucionables.

    —¿Por qué no tratas de hacérmelo olvidar? —sugirió Donghae.

    —Eso sí puedo hacerlo —dijo él, y procedió a besarlo de nuevo apasionadamente.


En el pabellón más próximo, en el bloque siguiente, Cho Kyuhyun estaba hablando con su esposo.

    —Tú sabes más de este asunto de lo que aparentas, ¿me equivoco?

    —Un poco —reconoció Sungmin.

    —Y no vas a darme ninguna pista de qué sabes, ¿verdad?

    El negó con la cabeza.

    —No puedo. Tuve que prometer que no diría nada.

    —Confío en que sepas que esto es muy ofensivo, Min —se quejó él.

    El asintió, en completo acuerdo.

    —Es peor que eso, es trágico. No deberían prohibirles que se casen. Se aman. Y me voy a volver loco si no se puede hacer nada al respecto.

    Kyuhyun lo rodeó con sus brazos.

    —No es problema tuyo, amor mío.

    —Kangin es para mí más un hermano que un primo. Nos criamos juntos, Kyuhyun.

    —Lo sé, pero de verdad que tú no puedes hacer nada para ayudarle.

    —Bueno, no creo que eso me impida intentarlo, ¿tú silo crees?


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...