El Poder del Fuego- Capítulo 9

Leeteuk Parecía que se acababa de dar cuenta que estaba allí de pie desnudo, presionándose contra él desde las rodillas al pecho, e intentó apartarse y cubrirse. Kangin no estaba dispuesto a dejar que eso sucediera. Todavía no. Mantuvo una mano en su curvado trasero y la otra entre sus omóplatos. No iba a ir a ninguna parte hasta que lo dejara.

—No voy a dejar que te vuelvas tímido ahora —le dijo—. Tan pronto como haya terminado este trabajo, tú y yo vamos a regresar aquí mismo y terminar lo que hemos empezado. Quiero que recuerdes donde lo dejamos. Tú desnudo. Yo casi. Graba a fuego esta imagen en tu cabeza porque es justo como te quiero cuando volvamos.

Un profundo rubor se deslizó a su cuello y rostro.

—Esto no está pasando.

Kangin le dio un pequeño apretón en el trasero.

—Se siente como si me estuviera pasando.

—Te aseguro que es un error. Un temporal lapso de falta de juicio de mi parte. No volverá a suceder.

—Te gustó.

—Sí, bueno, eso fue parte del lapso.

—Te gustará de nuevo —le prometió.

Leeteuk cerró los ojos y dejó caer la cabeza sobre su pecho.

—Sólo si soy lo suficientemente estúpido como para desnudarme mientras estás alrededor. Creo que es la hora de que tomemos caminos separados. Permanentemente esta vez.

—No quieres decir eso. —No podía decir eso. Kangin no podía soportar la idea de ser el único que quedara ahí excluido colgando en lujurilandia. Lo necesitaba justo allí, con él, deseándole tanto como él lo deseaba.


—Nunca he querido decir algo tan en serio en mi vida. —Iba en serio. Toda la suavidad se había drenado fuera y estaba rígido en sus brazos. Asustado.

Bueno, infiernos. Eso en cuanto a sus planes de reanudarlo más tarde. Odiaba verlo así y sólo deseaba que pudieran volver donde él le estaba pidiendo que le hiciera sentir bien otra vez. Pero por la forma en que se estaba cerrando más cada segundo, desnudo en sus brazos, no creyó que fuera a suceder. Mierda.

Y tenía que encontrar la espada de Kang. No podría hacerlo bien con él ahí. Podría salir herido si iba con él, y si no iba, Boom podría salir herido.

Era el momento de morder la bala. La hora de apartarse y asumir el dolor como un hombre.

—No te muevas —le ordenó, sonando más áspero de lo que había previsto.

Cerró los ojos, apartando a un lado su deseo, ignorando su maldita erección, y dio un paso atrás. Mantuvo sus ojos cerrados y deslizó las puntas de los dedos por sus brazos, facilitándolo lentamente como le había enseñado Hyungsik. Cuando la única cosa en contacto entre ellos fue la punta de los dedos en el dorso de su mano, dio una profunda respiración y se apartó.

El dolor rasgó a través de él y se sintió como si fuera a partirse en un millón de piezas en llamas. Un frío nudo de agonía se apoderó de su estómago y tuvo que luchar para mantenerse erguido. Podía sentir la piel bajo su luceria y su anillo, ardiente y ampollada y tuvo que apretar los dientes contra la compulsión de alcanzar a Leeteuk, forzarlo a hacer que detuviera su dolor.

Kangin se aferró a su control por un fino hilo y aceptó el dolor, convirtiéndolo en parte de él hasta que definía su resistencia. Todo lo que sentía era dolor. Hirviente, ardiente, triturante dolor. Nada más.

Lentamente, su cuerpo se ajustó y su mente comenzó a funcionar de nuevo. Cuando abrió los ojos, Leeteuk lo miraba fijamente. Su brazo estaba extendido como si le hubiera intentado alcanzarlo, pero su mano estaba cerrada en un apretado puño. Sus ojos castaños estaban abiertos destacando su preocupación por él.

—Lo siento —dijo—. Nunca creí que te lastimaría así. Si hubiera otra manera…

—Lo sé. —Y de alguna manera, saber que a Leeteuk le importaba, hacía que le doliera menos.



Leeteuk se salpicó agua fría en la cara esperando que le aclarara la cabeza. ¿En qué había estado pensando para dejar que Kangin le besara así? Y más importante, ¿qué había estado pensando cuando le devolvió el beso? Y, oh, hombre, le había devuelto el beso. La boca abierta, las lenguas entrelazadas, piel desnuda contra piel desnuda. Sólo pensarlo hacia que se le curvaran los dedos de los pies.

No iba a sobrevivir a otro ataque de lujuria como ese. No tenía una oportunidad. Su única opción era mantener las distancias y esperar nunca volver a verlo de nuevo hasta el día de su muerte.

Una vez vestido salió del baño para ver si los llevarían a él y la señorita Sora a un hotel esa noche para mañana poder comenzar a limpiar los restos de su vida.

Iba a necesitar encontrar a alguien que pudiera llevarle alimentos a la gente que él suministraba hasta que pudiera averiguar qué había pasado con su coche. Y luego iba a tener que ir a enfrentar al inspector de incendios y la compañía aseguradora. De nuevo. Iban a ser todo tipo de diversiones.

Se fue por el estrecho pasillo. Se detuvo ante la puerta de la habitación donde la señorita Sora estaba durmiendo. Se la veía pálida y frágil y Leeteuk quiso patearse por arrastrar a la pobre mujer a ese lío. Ahora la señorita Sora ni siquiera podía moverse por sí misma, lo que iba a irritar su sentido de la independencia y solo recordarle cuan frágil era en realidad.

Iba a tener a la señorita Sora de vuelta sobre sus dos pies tan pronto como fuera posible para evitar cualquier insulto a su orgullo.

Leeteuk oyó voces por el pasillo y fue a reunirse con ellas. Entró en una cocina que no había sido re decorada desde 1965. El papel de las paredes de naranja y amarillo desvanecido. Una pesada mesa deteriorada se extendía a lo largo de una pared y a pesar de que estaba rallada y abollada, parecía lo suficientemente fuerte para quedarse durante otros cuarenta años de duro uso.

Kangin se apoyaba contra una pared cercana a la mesa, hablando con Boom, y tan pronto como entró en la habitación, se quedó en silencio y sus ojos se clavaron en Leeteuk. Vio cambiar su expresión relajada, los ojos se le oscurecieron a un rico marrón y su mandíbula se tensó. No estaba seguro de si su mirada se debía a la ira, al deseo o un poco de ambos, pero lo que fuera, estaba haciéndole desear quedarse en ese lado de la habitación, lo suficientemente lejos para estar fuera de su alcance.

Boom se alejó de la mesa y del mapa que había extendido frente a él. Lo consideró con una fija mirada, pero algo en la forma que le miraba era diferente. Había algo triste en sus ojos, algún tipo de dolor que no entendía. Asintió con la cabeza en señal de saludo y tendió la mano hacia un asiento vacío.

—¿Quieres un café?

—Probablemente quiere cenar —dijo Kangin— La suya se interrumpió.

Interrumpida. Esa era una manera de decirlo.

—Estoy en ello —dijo uno de los dos hombres jóvenes. Abrió un armario y se asomó dentro.

—¿Quieres picar algo? —Le preguntó.

Leeteuk miró ciegamente las filas de productos enlatados y cogió algo al azar.

—¿Remolachas en escabeche? —Le preguntó, curvando un labio con disgusto.

Eeew. No.

—Lo siento. —Leyó las etiquetas esta vez y cogió una lata de pasta precocinada.

—Mejor —dijo el hombre

También se encontraba la joven en la cocina y Leeteuk reconoció una mirada en su cara, una que proclamaba que sus hormonas adolescentes arrasaban a través de ella.
Boom estaba completamente ajeno a la mirada de Yoojin. Presa desprevenida.

—Así que, ¿un tanto raro, huh? —Preguntó el joven de una manera amistosa— ¿Toda esa magia y cosas monstruosas?

—Uh, sí. Raro. —El eufemismo del siglo.

—Lo sé. Quiero decir, he sabido de todo esto desde que era un niño, nuestra propia familia ha trabajado para los Centinelas durante generaciones, pero la primera vez que lo ves, es como whoa, ¿sabes?

Chico, él lo hacía siempre.

—¿Centinelas?

—Tú sabes. Esos tipos.

—Y, ¿qué haces por ellos? Además de donar sangre.

El joven se encogió de hombros.

—Montones de cosas. Cuidamos de sus propiedades, vigilamos a los Sasaengs. Informamos de cualquier rareza. Ese tipo de cosas.

—¿Qué es un Sasaeng?

Él sonrió y movió las cejas.

—Monstruos. Demonios. Bestias. Las cosas que se arrastran en la oscuridad y comen…

—Leeteuk —dijo Kangin cruzando la habitación, interrumpiendo la cada vez más inquietante lista—. Debes venir a sentarte. Tienes una decisión que tomar.

Uh-oh, eso no sonaba bien.

—¿Qué decisión? —Se deslizó en un banco junto a Boom, y la boca de Kangin se apretó. Su elección de asiento probablemente no estaba haciendo a Yoojin nada feliz, tampoco.

—Puedes venir o bien con Boom y conmigo o bien los Elf te llevaran a nuestra casa.

Leeteuk había estado pensando más en la línea de coger una habitación de hotel, por lo que esto la sorprendió un poco.

—Cogeré lo que haya tras la puerta número tres.

—No hay puerta número tres —dijo Kangin, con la expresión dura e inflexible.

—Claro que existe. Es en la que nos llevas a la señorita Sora y a mí de vuelta y vivimos felices para siempre.

—La señorita Sora puede volver tan pronto como hayamos asegurado su seguridad. Tú, por otra parte, no puedes.

—Sí, mira, aquí está la cosa. Soy lo que llaman un adulto. —Hizo comillas en el aire con los dedos solo para molestarle—. Lo que significa que puedo tomar mis propias decisiones. Si no estás dispuesto a llevarme de vuelta a la ciudad, entonces con mucho gusto llamaré a un taxi.

Kangin dio un paso adelante, entonces se detuvo, cerrando sus manos en puños a los lados.

—Hubiera pensado que habías visto esta noche suficiente para sacar toda la estupidez fuera de ti, pero al parecer, estaba equivocado.

—No es estúpido que me quiera ir a casa.

—No tienes casa. Todo lo que tienes es un montón de cenizas y escombros ennegrecidos.

Leeteuk se estremeció ante las palabras, sintiendo un enfermizo retortijón en la boca del estómago. Tenía razón, y lo sabía, pero eso no lo hacía parecer más fácil.

—No seas un asno insensible, Kangin —le reprendió Boom— Me doy cuenta de lo que te estás jugando aquí, pero esa no es la manera para conseguir un acuerdo con Leeteuk.

—¿Qué acuerdo? —Preguntó—. No sé nada sobre ningún acuerdo.

El microondas sonó y le pusieron un humeante cuenco de ravioles en frente. Leeteuk comió algo porque necesitaba la comida más de lo que la quería.

Kangin se pasó una mano a través del pelo por la frustración.

—Vas a necesitar algo de ayuda para volver a continuar con tu vida —dijo como si fuera el comienzo de un discurso que hubiera practicado frente al espejo—. Y quiero ayudarte a hacerlo.

—Aprecio la oferta, pero estaré bien. Tengo obligaciones. Necesito volver a la ciudad así podré hacer los arreglos para las comidas y las visitas de mañana.

—No puedes volver a la ciudad —dijo uno de los jóvenes detrás suyo—. Te buscan como una “persona de interés” en relación con los fuegos de esta noche.

—¿Me qué? —No tenía intención de gritarlo, pero era sólo demasiado malditamente malo.

La amistosa sonrisa del chico desapareció de su cara, dejando un franco aspecto de rasgos planos.

—Lo oí en las noticias. Encontraron tu coche en el comedor. Entonces cuando tu casa ardió… supongo que la policía pensó que deberían encontrarte. El reportero dijo que no era el primer fuego conectado con tu nombre. Quiero decir, no lo dijeron ni nada, pero lo hicieron sonar como si fueras buscado por pirómano.

Bueno, no era eso sólo la crema batida encima de la pila de mierda que había sido su día. No había manera de que fuera capaz de explicarle a la policía que había pasado sin ser acusado de pirómano o arrojado a un manicomio. O ambas.

De pronto se sintió demasiado cansado para moverse. Se dejó caer y apoyó la cabeza en las palmas de las manos, mirando el cuenco de humeante comida de niño. Una cálida mano fuerte se puso sobre su espalda y supo instantáneamente que no era de Kangin.

—Quita tus manos de él, Boom —gruñó Kangin. Casi podía oír el sonido de sus dientes rechinando en sus palabras.

—Que te jodan. El hombre necesita consuelo.

Leeteuk necesitaba mucho más que eso, pero mantuvo la boca cerrada. No tenía suficiente energía para quejarse. Apenas tenía suficiente energía para preocuparse de que su mundo entero hubiera sido vuelto del revés. Si no fuera por todas esas personas que contaban con él, podría sólo encontrar un bonito y cómodo sitio en el suelo y escapar de sus problemas en el olvido del sueño.

—¿Alguno de vosotros me prestará un coche o no?

—No —dijo Kangin—. Pero me aseguraré que las personas que cuidas estén a salvo.

Leeteuk levantó la mirada.

—¿Cómo? Pensé que tenías que tener alguna espada para continuar o algo. ¿Realmente crees que tendrás unas pocas horas para pasarlas preparando y entregando alimentos a ancianos confinados?

—los Elf pueden hacerlo mañana, ¿verdad? —Miró fijamente a los dos hombres jóvenes, ambos asintiendo con la cabeza y sonriendo, dispuestos a ayudar.

—Yo, también —dijo Yoojin.

—¿Eres lo suficiente mayor para conducir? —Preguntó Boom, echándole una escéptica mirada.

Yoojin le disparó una mirada llena de hormonas, vidriosa de lujuria.

—Tengo dieciocho, lo suficientemente mayor para cualquier servicio que pudieras necesitar que te proporcionara, Suju.

Oh, sí. Yoojin estaba de camino hacia Boom, pero ninguno parecía darse cuenta.

—Bien —dijo Kangin— Entonces puedes ayudar también.

Yoojin esbozó una lenta sonrisa sexy y los ojos de Boom se estrecharon de confusión cuando la miró. Inclinó la cabeza de un lado a otro como un perro intentando entender una palabra nueva. Una fracción de segundo más tarde, sus ojos se abrieron ampliamente conmocionados y el rubor se deslizó hasta su grueso cuello.

Boom lo había descubierto. Finalmente. Al menos se había dado cuenta de que Yoojin se había enamorado de él. Si había descubierto qué hacer al respecto o no era enteramente otra historia.

Boom volvió a su mapa lentamente y lo miró como si ahí estuviera el significado de la vida.

—¿Qué pasa con la señorita Sora? —Preguntó—. Necesita un nuevo andador y volver a casa.

—Necesita más que eso —dijo Boom, tomando el tema como un salvavidas—. Va a necesitar que los recuerdos de esta noche sean borrados de su mente.

—¿Vas a qué? —Demandó Leeteuk. Se puso en pie bruscamente.

—Uh, lo siento —dijo Boom, mirando entre él y Kangin y viceversa—. Pensé que lo sabías.

—¿Que vas a joder la mente de mi amiga? Creo que habría recordado eso. A menos que hayas hecho algo con mis recuerdos, también. —La sola idea le hacía enfermar. Era una violación tan íntima, y nada en su experiencia le daba ninguna manera de justificar una cosa tan horrible.

—Nadie ha alterado tus recuerdos —aseguró Kangin.

—Si, como si pudiera confiar que me dijeras la verdad. ¿Cómo puede alguien confiar en un grupo de personas que pueden borrar recuerdos? Es como confiar en un grupo de pedófilos para trabajar en una guardería.

Kangin rodeó la mesa, con la boca apretada de ira, pero antes de que pudiera alcanzarlo, Boom empujó a Leeteuk detrás de su gran cuerpo.

—Me dijiste que no te dejara tocarlo de nuevo. ¿Recuerdas el dolor?

Kangin escupió una sibilante maldición, retrocedió un paso y se metió las manos en los bolsillos. Cuando habló, sus palabras fueron cortantes y precisas, llenas de rabia.

—No compares lo que hacemos con pervertidos como esos. No tienes ni idea de los sacrificios que hemos hecho para mantener a gente como la señorita Sora a salvo. He visto a cientos de personas que quiero morir para proteger a los humanos. Cientos.

Leeteuk no tenía nada que decir a eso. Había hablado con ira, pero tal vez había juzgado demasiado rápido. Tenía razón acerca de que no tenía ni idea sobre como era su vida. ¿Cómo podría? Todo lo que había visto esa noche estaba completamente fuera de su esfera de la realidad.

—Siento haberte comparado con un pervertido, pero no puedo permitir que lastimes a la señorita Sora. No puedo dejarte hacer un lío con su mente.

Él tomó un profundo aliento y lo dejó salir lentamente como si expeliera su frustración.

—Es importante, Leeteuk. Tenemos que quitarle los recuerdos de los Sasaengs y de nosotros mismos. No puede saber nada de ninguno de nosotros. No sería seguro para ella.

—¿Por qué? ¿Porque es demasiado vieja para hacerle frente a esto?

—No, porque el recuerdo de esos demonios deja detrás una huella psíquica, una especie de faro que tiene el potencial de atraer más Sasaeng hacia ella. No quieren que los humanos sepan que existen. Es más fácil moverse y alimentarse de los humanos si no están siendo cazados por ellos. Una vez que los humanos saben sobre los Sasaengs, estos los sienten y tratan de matarlo antes de que puedan difundir el mensaje de que los monstruos son reales. Incluso un pequeño recuerdo puede actuar como señuelo, y si uno de ellos encuentra a la señorita Sora, nunca sobrevivirá.

El miedo se deslizó a través de Leeteuk y sintió que sus piernas comenzaban a ceder. Alcanzó la mesa para sostenerse, y Boom, hombre cortés donde los hubiera, lo tomó del brazo y le ayudó a sentarse.

—¿Estás diciendo que el sólo saber que esos monstruos existen puede hacer que vayan hacia ti?

—Exactamente.

—¿Cómo cojones es eso?

Tras él, uno de los chicos se rió.

—No es una broma —advirtió Kangin con una severa reprimenda—. Cuanto más esperemos para retirar sus recuerdos, más profundo tendremos que excavar y más difícil será para ella. Y a pesar que me golpearía en la cabeza de nuevo si me oyera decir esto, es frágil. Va a necesitar a alguien que la cuide unos días. Estará desorientada, mareada.

Pobre señorita Sora.

—¿Estás seguro de que es necesario?

—Lo siento —dijo Kangin, oyéndose sincero.

Leeteuk deseó que no fuera tan compasivo. Por lo menos si era un gilipollas podría entender por qué se hacía a un lado y lo miraba morir sin hacer nada. Toda esa bondad lo confundía hasta el punto en que quería que lo tomara en sus brazos y le dijera que todo era una broma de mal gusto. Que ellos le habían plantado esa visión en la cabeza. Que no era real.

Los buenos deseos no le estaban haciendo llegar a ninguna parte, así que los hizo a un lado y se centró en lo que tenía que hacer.

—Me quedaré con la señorita Sora hasta que esté mejor. No tener casa me da una buena excusa para quedarme en la suya por un tiempo así no dañaré su orgullo.

—No puedes quedarte con ella. Tienes que venir con nosotros.

—Ésta es la parte que no pillas —le dijo a Kangin— Coge mis recuerdos, también, si es necesario, pero de ninguna manera me voy a ningún sitio contigo.

—Por favor, no me hagas obligarte, Leeteuk.

—¿Así que estás admitiendo que me obligarás? ¿Frente a todos estos testigos? —Señaló a los jóvenes que estaban detrás de él.

—No son testigos, son Elf. Son leales a nosotros.

Leeteuk se giró a mirarlos, convencido de ver una mirada de horror en sus caras ante lo que Kangin estaba sugiriendo. Robar recuerdos, secuestros. En su lugar, cada uno permaneció inmóvil, mirando a Kangin como si esperaran instrucciones.

—¿Es verdad? —Les preguntó—. ¿Realmente le dejaríais secuestrarme?

El mayor cruzó los brazos sobre el pecho. Sin la sonrisa entibiándole los rasgos, parecía frio, casi siniestro.

—Haremos lo que el Suju diga. Es nuestro trabajo.

No estaba mintiendo. Lo harían. Incluyendo a Kangin y Boom, eran cinco de ellos y él solo uno y tenía que proteger a la señorita Sora también. No había manera en que pudiera vencer ese tipo de adversidades.

—No me gusta esto —dijo Boom—. Debería tener elección.

Kangin elevó una oscura ceja.

—¿Sentirías lo mismo si estuviera vinculado contigo?

Boom apretó la boca y sus ojos resplandecieron con ira.

—Debería tener elección —repitió, esta vez con los dientes apretados.

—Tiene tanta elección como nosotros tuvimos. Es un Suju. Tiene que tomar el lugar que le corresponde.

—El ni siquiera sabe de qué demonios estáis hablando —dijo Leeteuk — ¿Qué es un Suju y por qué crees que soy uno?

La mirada de Kangin se cruzó con la suya y la sostuvo.

—¿Sabes lo que sientes cuando nos tocamos?

Chico, lo hacía.

—Sí.

—Así es como sé qué eres. Hyungsik lo sintió también. Eres como Boom y yo. Somos Suju. Luchamos contra los Sasaengs -esos monstruos- protegiendo a los humanos de ellos.

—¿Y crees que soy uno, también? —Preguntó, sin ocultar su incredulidad.

—Sé que lo eres —dijo Kangin.

—Pero creía que todas las parejas Suju habían sido asesinados hace doscientos años —dijo Yoojin.

—Lo fueron —respondió Kangin—. No sé cómo ha llegado Leeteuk hasta aquí, pero es una de las cosas que vamos a averiguar.

Leeteuk se puso en pie, cansado de que hablaran de él cuando deberían estar hablándole a él.

—Perdona, pero he llegado aquí de un modo normal. Algún tipo dejó a mi mamá encinta y ta da, aquí estoy. No hay un gran misterio ahí.

—Pero no deberías existir —dijo Kangin.

—Entonces tal vez no lo hago. Tal vez sólo soy un gran invento de tu imaginación, en cuyo caso, no deberías preocuparte si me voy o no con la señorita Sora.

Kangin dejó escapar un desesperado suspiro.

—Eso es todo. He terminado de intentar razonar contigo. Voy a poner esto agradable y limpio para que no haya ninguna confusión.

A Leeteuk no le gustó como sonaba eso en absoluto. Tampoco le gustó la forma en que
Kangin rondaba más cerca de donde él estaba. Dio un paso más cerca de Boom.

—No quieres hacer esto, Kangin—advirtió Boom.

—Sí, lo sé. Nos estamos quedando sin tiempo y si no encontramos la guarida esta noche, podrían pasar semanas antes de que cojamos la pista de nuevo. ¿Realmente quieres la espada de Kang por ahí? Asumiendo que seamos capaces de encontrar algo.

—Sabes que no, pero esta no es la manera de tratar con él. Lo llevaremos de vuelta a SM y dejaremos a Shindong enderezar esto.

—Shindong iría directamente al Zea. No voy a dejar a ninguna de esas sanguijuelas cerca de él. No después de lo que hizo Hyungsik.

Leeteuk estaba de acuerdo con él en eso. No quería ninguna sanguijuela, quién o lo que quiera que fueran, cerca suyo, tampoco. Un frágil recuerdo parpadeó en su cabeza. Algo acerca de él ofreciéndose a dar sangre.

Boom colocó un pesado brazo frente a Leeteuk como si se estuviera preparando para empujarlo detrás de él de nuevo.

—No tienes derecho a hacer esto.

—Estoy reclamando mi derecho —dijo Kangin, pero no estaba hablándole a Boom, estaba mirándolo a él, lanzándole una mirada tan hambrienta que le hizo preguntarse qué exactamente quería decir con reclamar.

Kangin dio un depredador paso hacia adelante y Boom empujó a Leeteuk tras su espalda, alejándolo.

—No puedes. Podría haber otros Suju compatibles con él que lo necesitaran más.

—Lo encontré. Lo estoy conservando.

—De acuerdo —dijo Leeteuk— Nadie me conserva y eso es definitivo. Esta rutina de hombre de las cavernas ha ido demasiado lejos. Alguien va a empezar a responder preguntas o me voy de aquí ahora mismo, incluso si tengo que llevar en brazos a la señorita Sora.

—No tenemos tiempo —dijo Kangin.

—Haz tiempo.

Boom dijo:

—Tiene derecho a saber en qué se está metiendo.

Kangin apretó la mandíbula.

—Ambos sabemos que podría tomar años que lo supiera todo.

—¿Qué tal sobre comenzar con algunos conceptos básicos? —Dijo Leeteuk — ¿Qué queréis exactamente que haga?

—Ayudarnos a encontrar la espada perdida de nuestro amigo muerto.

—¿Por qué? ¿Qué es tan importante sobre ella?

—Es peligrosa —dijo Kangin.

—¿Peligrosa en otras maneras que la obvia?

—Si un humano se cruza con ella, le llevará a todo tipo de inconvenientes preguntas sobre su origen, preguntas que podrían hacer que muriera gente inocente. Y si un Saesang la encuentra, podría romper la hoja y liberar las retorcidas almas de incontables criaturas malvadas, que Kang había matado en sus seis siglos y medio de batallas. La balanza ya está demasiado inclinada a favor de los Sasaengs. La perdida de la suma del trabajo de toda la vida de Kang sería devastadora.

¿Seis siglos y medio de batallas?

—Lo haces sonar como si estuvieras en guerra —dijo Leeteuk.

—Lo estamos.

—¿Y todavía nadie lo sabe? Parece difícil de creer.

—Eso es porque estamos haciendo bien nuestro trabajo, ocultándole la guerra a los humanos lo mejor que podemos.

—Si le ocultan la guerra a los humanos, entonces, ¿ por qué crees que un insignificante humano como yo podría hacer para encontrar una espada que vosotros grandes hombres varoniles no podéis?

La boca de Kangin se torció como si no quisiera decir las palabras.

—Creemos que eres especial.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...