El Poder del Fuego- Capítulo 6



La ventana frontal de Leeteuk estalló dentro del salón. Una astilla de vidrio cortó su mejilla, pero apenas se dio cuenta. Su atención estaba fija en el monstruo parado en el medio del salón. Era vagamente parecido a un lobo, pero dos veces más grande. Su hocico era totalmente erróneo, sin embargo. Tenía la mandíbula ancha de un tiburón, y llena de afilados dientes de sierra.

En donde sus ojos debían estar había vacíos agujeros negros rodeados de carne chamuscada, como si hubiesen sido arrancados fuera de la cabeza con un hierro caliente. Piel color teja cubría su cuerpo, y se sacudía los trozos de cristal roto como un perro se sacudiría las gotas de lluvia.

La sangre corría por la mejilla de Leeteuk, la cosa giró en torno a su cabeza y lo miró fijamente con esos vacíos agujeros negros. Incluso sin ojos, estaba seguro de que lo veía.

Leeteuk gritó.

Estaba todavía de pie en la sala y vio correr a Boom desde la cocina con una reluciente espada en las manos. Su cuerpo le impidió ver al monstruo y le dio la oportunidad de recuperar la compostura.


—¡Fuera del camino! —Gritó Kangin desde atrás, y él se apretó contra la pared para permitir que Kangin y Hyungsik tuvieran espacio para pasar.

Kangin también blandía una espada, una muy pesada y grande que tenía que haber sido más grande que su brazo. Pasó a su lado de un salto mientras un segundo monstruo brincaba por la ventana rota. Kangin se movió a su derecha, de modo que estaba entre eso y él. La cosa miró más allá de Kangin, directo a él, con sus vacías cuencas. Enseñó los dientes de tiburón y dejó escapar un siseo rápido que lo congeló en el lugar.

—Hora de irnos —ordenó Hyungsik.

Lo agarró del brazo y tiró de él por las escaleras hacia la puerta del frente.

—¡La señorita Sora! No podemos dejarla atrás.

Leeteuk se apartó de su mano y la vio levantándose vacilante de una silla de la cocina. Corrió al lado de la anciana para ayudarla a ponerse de pie. Había una puerta que conducía a la terraza, pero la señorita Sora nunca lo haría a tiempo.

Antes de que pudiera gritar pidiendo ayuda, otro monstruo se estrelló contra el vidrio de la puerta de atrás, tratando de romperla, y ya no importaba. Estaban atrapados. Hyungsik estaba allí a su lado otra vez.

—Yo la sacaré. Tú sal de aquí.

Leeteuk asintió. Hyungsik levantó a la señorita Sora en sus brazos, sorprendiéndola con su fuerza. Era demasiado delgado para levantarla tan fácilmente.

El monstruo lanzó su cuerpo contra el cristal de nuevo, y esa vez, el marco alrededor de la puerta se astilló. La puerta se abrió de golpe, y el monstruo entró sobre silenciosas patas.

—Vete. ¡Ahora! —Gritó Hyungsik.

Leeteuk tomó uno de los extinguidores de fuego cercanos y tiró de la clavija que lo sostenía.

—Tú primero.

—Con un demonio —dijo Hyungsik —. ¡Kangin! ¡En la cocina! —Gritó.

El monstruo olfateó el aire, y una vez más Leeteuk estaba en el lado receptor de una mirada sin ojos. Eso estaba a sólo ocho metros de distancia, y parecía que quería acercarse.

Apuntó el extinguidor de fuego y apretó el gatillo. Polvo amarillo salió a borbotones, golpeando a la cosa directamente en la cara. Eso soltó un rugido de dolor, abriendo la ancha boca de tiburón.

Kangin corrió dentro de la cocina, y Leeteuk vio algo aceitoso y negro goteando en la hoja de la espada. Él dio un paso en delante de ellos, enfrentando al monstruo. Sus hombros eran anchos, los músculos de su espalda y brazos en espiral y listos para atacar. No estaba asustado o con la respiración dificultosa, como él. De hecho, parecía como si eso fuese otro día normal para él. Levantarse. Ir a trabajar. Matar algunos monstruos. Ir a casa. No era gran cosa.

El monstruo merodeaba hacia delante, pero Kangin se mantenía firme.

—Sácalo de aquí.

Hyungsik no tenía las manos libres para cogerlo, pero la señorita Sora lo hizo. Agarró la manga de la camiseta de Leeteuk y no la soltó, así que él tenía que o seguirlos o bien arriesgarse a herir a la señorita Sora. Hyungsik se dirigió a la puerta principal, pero a través de la estrecha ventana lateral, Leeteuk podía ver al menos tres monstruos husmeando alrededor, buscando una manera de entrar.

No iban a poder salir de ahí. De ninguna manera.

—Vamos a salir por el garaje —le dijo Hyungsik —. Mi camioneta está justo afuera y las llaves están en el encendido. Si puedes escapar, no nos esperes. Sólo vete.

—No voy a dejarlos atrás. —Leeteuk cogió su bolso de la mesa.

—Sabemos cómo cuidarnos. Si te quedas, sólo te atravesarás en nuestro camino.

Antes de que tuviera la oportunidad de responder, la puerta de madera que llevaba a su garaje tembló bajo el peso de un asalto. No iban a escapar por allí, tampoco.

—¿Alguna otra salida? —preguntó Hyungsik.

—Sólo a través de la ventana del dormitorio.

—¿Qué tan alto está?

—Dos o tres metros, tal vez.

Miró a la señorita Sora.

—Eso no va a funcionar.

—No se atrevan a quedarse por mí —dijo Sora—. He tenido una buena carrera. Sólo dame uno de esos extinguidores de incendios y los contendré para que puedan salir.

El corazón de Leeteuk se rompió un poco al ver el rostro de desinteresado valor de la señorita Sora. Pensaba que porque era vieja, su vida tenía menos valor que la de los demás. Por lo que Leeteuk sabía, la señorita Sora tenía muchos años más para vivir que él.

—No va a suceder —replicó Leeteuk.

—Todos vamos a salir de aquí.

—Nuevo plan —dijo Hyungsik —. Ustedes dos escóndanse en el baño hasta que podamos abrir un camino.

No había ventanas en su cuarto de baño, ninguna manera de que los monstruos entraran excepto por la puerta. Le parecía una buena idea.

Al pasar por la puerta principal, uno de los monstruos arremetió contra ella. La delgada vaina de metal se clavó en la puerta dejando un tajo a la altura de la cintura. Leeteuk gritó y trepó por las escaleras, casi chocándose contra Boom, que estaba aguantando a una de las bestias.

Tres cuerpos peludos yacían en su alfombra, perdiendo negra sangre. Un cuarto monstruo saltó a la garganta de Boom y él lo cortó con su pesada espada. Kangin había matado a otros dos en la cocina, y un tercero pasó por encima de sus hermanos caídos a fin de golpear la cara de Kangin con su garra.

La garganta de Leeteuk se cerró en un grito, y su cuerpo se tensó.
Por favor, Dios, no dejes que le hagan daño.

Kangin esquivó el golpe, su espada brilló, y la cortada garra del monstruo golpeó la pared de la cocina, rebotando.

El monstruo que Kangin había mutilado dejó escapar un grito que sonó casi humano.

Escalofríos corrieron a través de sus miembros, y Leeteuk se congeló en el lugar. Lo que probablemente era lo mejor, ya que en ese momento Boom dio un gran paso atrás. Se agachó hacia un peludo cuerpo, metió su espada en su vientre, y se puso de pie, arrojándolo sobre su cabeza. Estuvo a sólo centímetros de atropellarlo.

El monstruo quedó tendido en el pasillo, inmóvil, empapando la alfombra con su sangre y… algo más que se filtraba de su abdomen herido.

Ahora los cinco estaban juntos en la parte superior de la escalera donde el vestíbulo, el salón y la cocina se unían. Había monstruos golpeando la puerta principal, casi a través de ella, y más estaban subiendo por la rota puerta trasera y la ventana delantera, arrastrándose sobre los cadáveres.

—Necesitamos una salida —dijo Hyungsik en un calmado tono.

—Trabajo en ello —dijo Boom.

Kangin mantuvo sus ojos en el monstruo que luchaba para subir encima de los cuerpos resbaladizos de los muertos.

—Tenemos quizá dos minutos hasta que los Handlers aparezcan. Luego las cosas se van a poner feas.

¿Ponerse feas? No sabía qué estaba mirando él, pero desde donde estaba parado, rodeado de monstruos muertos goteando sangre negra, nunca había visto nada más feo. Ni siquiera quería pensar en algo más feo.

Sintió el pánico empezar a asentarse ahora que no se movía, y tenía que luchar contra ello con fuerza de voluntad. No podía permitirse el lujo de perderla hasta conseguir poner a la señorita Sora a salvo.

—La Van está en frente —dijo Hyungsik—. No vamos a hacerlo a pie junto con los humanos.

—¿Boom? —Preguntó Kangin.

—Estoy en ello —respondió.

—¿Cuánto necesitas?.

Leeteuk no tenía idea de lo que estaban hablando, pero no se detuvo a hacer preguntas. La hoja de metal en el interior de la puerta principal estaba abriéndose un poco más con cada golpe. Podía ver una amplia gama de mandíbulas peludas intentando morderla a través de la grieta. De ninguna manera iba a distraerlos de asegurarse de que esos dientes de tiburón no lo cogieran a él y la señorita Sora.

Boom dio un paso adelante para enfrentarse al monstruo que acababa de pasar por encima de la pila, siseando y pateando los cuerpos peludos.

—Sesenta segundos —fue la respuesta a la pregunta de Kangin.

—Los tienes. —Con esto, Kangin y Boom giraron a la acción, sus potentes cuerpos haciendo un rápido trabajo con el resto de los monstruos.

Nunca había visto nada tan hermoso, tan mortal, como ellos dos armados con su espada.
Con una mano, Kangin levantó la mesa de la cocina sobre el montón de cadáveres y la utilizó para cubrir el agujero donde la puerta de atrás solía estar. Apoyó su mano izquierda contra ella, sosteniéndola en su lugar mientras mantenía la mano derecha, listo para atacar. Miró a Leeteuk, le dio una sonrisa tranquilizadora y un guiño.

—Sigue a Hyungsik fuera. Te llevará a la Van.

—No quiero dejarte.

—No lo estás haciendo. Estaré detrás de ti. ¡Ahora vete!

Leeteuk sintió un tirón en su camiseta, los dedos de la señorita Sora alrededor, y fue detrás de Hyungsik. Boom se había vuelto una fiera, y estaba acuchillando monstruo tras monstruo como si se estuviera cortando trigo. Tan pronto como uno se abría paso por la ventana, lo cortaba o lo hacía volar. El sudor le oscurecía el cabello y pegaba la camisa a la espalda.

Hyungsik lo llevó sobre los cadáveres, y trató de no pensar en la sensación del pelaje en su pierna desnuda, o el chapoteo de la sangre bajo su pie. Leeteuk se preguntó brevemente si sus vecinos estaban viendo ese show completo. No era que le importara. Mientras todos salieran con vida, ya pensaría algo que decirles. Ataque de perros, tal vez. No iba a seguir viviendo allí, de todos modos. No después de esa noche. Que los vecinos pensaran lo que quisieran.

No estaba seguro de cómo lo hizo Boom, pero se las arregló para mantener su espada entre ellos y cada monstruo que los siguió. Y había muchos. No se detuvo a contar, pero Boom ya había matado a un montón y había al menos cuatro más viniendo por ellos. Boom les abrió camino hasta la Van estacionada en su camino de entrada.

La señorita Sora había perdido el agarre sobre su camiseta en algún lugar del camino, y ella y Hyungsik estaban a pocos metros delante suyo. Leeteuk saltó de la ventana, y miró por encima de su hombro con la esperanza de ver a Kangin. En su lugar, vio su cuerpo volar fuera de la cocina, seguido de cerca por la mesa de la misma. Su cuerpo se desplomó en el suelo y la mesa de la cocina se estrelló contra él, sujetándolo allí. Entonces, nada se movió. No se levantó.

Frenético, Leeteuk se levantó sosteniéndose de la ventana, sintiendo pedazos de vidrio cortar sus palmas de las manos, y pasó por encima de los cuerpos para llegar a él. Era grande, pero podía sacarlo. Eran sólo unos pocos metros. Podía hacerlo.

Leeteuk empujó la mesa y Kangin dejo escapar un gemido. Abrió los ojos y movió la cabeza, como para despejarla. Sólo tomó un par de segundos para que fuera coherente de nuevo, y cuando lo hizo, lo miró cabreado.

Abrió la boca para decirle algo, pero luego su mirada se deslizó más allá de él, y Leeteuk volvió la cabeza para que ver qué estaba viendo.

Eso era alto, dos metros, fácilmente. Caminaba erguido como un humano, pero no estaba ni siquiera cerca de ser humano. La cabeza de la cosa era demasiado larga, le faltaba la nariz, y los labios cubrían las aberturas de su cráneo. Los puntiagudos dientes relucían y goteaban saliva. Sus piernas estaban dobladas en el lado equivocado. Su piel era de color blanco nieve, totalmente sin pelo, y para vestir, llevaba una capa hecha de piel del color rojizo de los monstruos. En una mano sostenía un látigo hecho de eslabones finos de cadena, y en la otra una barra de metal roja-caliente de tres pies de largo. Pequeñas llamas bailaban desde la punta de la vara.

Fuego.

Oh, Dios, no.

Sintió sus músculos bloquearse de terror. La cosa dio un paso adelante en sus extrañamente articuladas piernas, parecía no tener ninguna prisa.

Kangin cambió el control sobre su espada, y se empujó sobre las rodillas. Lo oyó ahogar un gemido de dolor, y quería llegar a él, pero no podía. No podía moverse. No podía pensar.
La cosa restalló el látigo, golpeando la baranda sobre el hombro de Kangin. La madera estalló en llamas e incluso a un metro de distancia Leeteuk podía sentir el calor mortal. La baranda no necesitó tiempo para coger el fuego. Ese fuego no era normal.

Kangin aún estaba tratando de ponerse en pie. Su pierna estaba gravemente rota. No había forma de que fuera capaz de levantarse, muchos menos de pelear.

Quería decírselo, pero su garganta estaba demasiado apretada para hablar, demasiado apretada para respirar.

La cosa levantó la varilla candente y apuntó hacia Leeteuk.

—¡No! —Gritó Kangin.

En algún lugar, encontró la fuerza necesaria para ponerse de pie y embestir a la cosa. Su espada cortó alto, arrancado el brazo que sostenía la varilla.

El fuego surgió desde el lugar en que su brazo solía estar. Kangin lanzó su cuerpo sobre el de él, tirándolo al suelo bajo él.

Leeteuk sintió una ráfaga de calor y sonido, pero no podía ver nada. Su rostro estaba enterrado en la grasosa piel de uno de los monstruos muertos.

Podía sentir el peso de Kangin encima de él. El cuerpo de Kangin se tensó, y dejó escapar un gemido de dolor cada vez más fuerte hasta que se convirtió en un grito. Entonces, cayó en silencio y sin fuerzas encima de él.

El calor disminuyó y el peso desapareció. Leeteuk se levantó. Todo lo que quería era poner su hombro bajo el de Kangin y ayudarle a salir de allí, pierna rota o no.

Pero era demasiado tarde.

Hyungsik había sido el que lo levantó, y ahora podía ver las quemaduras corriendo por el lado derecho del cuerpo de Kangin. Su pelo y parte de su ropa había sido quemada, revelando ampollas bajo la carne.

La bonita cara de Hyungsik se había convertido en una máscara de dolor y pena, y Leeteuk sabía entonces que incluso si Kangin estaba vivo, no sería así por mucho tiempo. Había utilizado su cuerpo para protegerle del fuego, y ahora iba a morir.



Boom se aseguró de que el monstruo estaba muerto mientras Hyungsik levantaba a Kangin. No le gustaba dejar a la señorita Sora en la Van sin protección, pero Leeteuk era el que importaba allí. Tenía que averiguar cómo había sido capaz de absorber el poder de Kangin. Podía ser la clave para detener la muerte lenta de toda la raza Centinela.

Era tan jodidamente injusto que Hyungsik quería ayudar. Tener la habilidad de curar a su aliado, pero no la fuerza, lo ponía furioso

Los anchos hombros de Boom bloquearon la luz del techo, forzando a Hyungsik a mirar hacia arriba.

—¿Qué tan grave es? —Preguntó Boom, su voz profunda espesa de rabia.

Hyungsik sólo sacudió la cabeza.

—Puedo aliviar su dolor. No durará mucho tiempo.

—No —dijo Leeteuk. Su voz era débil, aguda y sin aliento—. No va a morir.

Negación. Siempre sucedía.

—Lo siento, Leeteuk.

—No lo entiendes. No puede morir. Tiene que verme morir.

Hyungsik no tenía idea de lo que estaba hablando, pero algo en sus palabras, tiró de su memoria.

—No tenemos tiempo para esto ahora —dijo Boom — Tenemos que salir de aquí.

Detrás de ellos, la casa de Leeteuk fue rápidamente engullida por las llamas. Afortunadamente, estaba demasiado preocupado por Kangin para realmente darse cuenta. Un pequeño favor.

Sirenas gritaban en la distancia. Las autoridades humanas venían. Era hora de irse. Pusieron a Kangin en la parte trasera de la camioneta sobre una manta blanca y limpia. Ni siquiera un gemido. El hedor de la carne quemada picó la nariz de Hyungsik e hizo a su estómago vacío torcerse con náuseas.

Leeteuk se revolvió tras él, y llegó a Kangin, pero Hyungsik se lo impidió.

—No lo toques. Tiene suficiente dolor así como está.



En un balanceó de la camioneta al doblar una esquina, Leeteuk golpeó su cabeza contra la pared de metal.

—Cuidado —dijo Hyungsik —. Va a ser un viaje lleno de baches.

Leeteuk ni siquiera sintió el impacto. Estaba entumecido. Sobrecargado. No podía con todo eso. Los monstruos, su casa ardiendo. Otra vez. Las horribles quemaduras de Kangin. Todo era demasiado, y algo dentro de él se acababa de cerrar. La única cosa que destacaba sobre todo lo borroso era la certeza de que Kangin viviría. Se aferró a eso, sabiendo que era la única cosa que ahora le mantendría. Y tenía que seguir adelante. La señorita Sora todavía lo necesitaba para enfocarse, para tener su hogar a salvo.

—¿Serán capaces de ayudarle en el hospital? —Preguntó a Hyungsik.

La piel de él había perdido todo el color, y se veía más demacrado que antes. Todavía seguía siendo hermoso, pero ahora había una fragilidad que no había estado allí antes. Parecía cansado. Frágil. Incluso la voz sonaba débil.

—No vamos al hospital.

—Tenemos que hacerlo. Necesita ayuda.

—No pueden ayudarle, Leeteuk. Boom sabe dónde ir.

Leeteuk pensó en discutir, pero se mordió la lengua. Aquí estaba fuera de su elemento. Estaba forcejeando sobre intentar averiguar qué estaba pasando en su mundo normal y ordenado.

—¿Cómo va todo ahí atrás? —Preguntó Boom. Estaba conduciendo la camioneta un poco demasiado rápido, pero las grandes manos mantenían el control de las ruedas sin esfuerzo.

—No muy bien. ¿Falta mucho? —Inquirió Hyungsik.

—Vamos a estar fuera de la carretera en cinco minutos. En otros quince en la casa. He puesto una llamada de ayuda y deberíamos tener algunos Elf en una hora.

—No va a durar tanto tiempo —contestó. La voz estaba tranquila, pero había una máscara de ira en su rostro que no se molestó en ocultar.

—¿Qué es un Elf? —Preguntó Leeteuk —. ¿Una medicina? ¿Un médico?

Hyungsik presionó la elegante mano contra la frente de Kangin. Tenía quemado más allá del reconocimiento un lado de la cara. Si sobrevivía, las cicatrices serían terribles.

Lo cual no coincidía con su visión. Por primera vez en su vida, Leeteuk estaba comenzando a dudar de que la visión fuera real. Quería tranquilizarse con esa esperanza, pero no si eso significaba que Kangin fuera a sufrir. Solo deseaba saber que era lo que estaba haciendo cuando lo tiró. Lo habría detenido. No estaba seguro de cómo, pero tal vez podría haberle apartado.

—No —replicó Hyungsik — Un Elf en un tipo especial de persona que puede donar sangre para ayudar a Kangin. Aunque no estoy seguro de que incluso eso pueda ayudar en este punto.

—Yo donaré si puede ayudar. ¿Cómo puedo saber si soy uno de esos Elf?

Hyungsik lo miró, y algo terrible pasó por esos ojos. Durante un segundo no se vio hermoso. Parecía mortal. Hambriento. La imagen había desaparecido tan rápido que casi se convenció de que lo había imaginado. Casi.

Hyungsik lanzó una mirada furtiva hacia Boom, luego hacia abajo a Kangin, como si estuviera comprobando que nadie le había visto. Hablo en un susurro bajo, apenas lo suficientemente alto como para oírle por encima del sonido de la caravana.

—¿Compartirías tu sangre?

—¿Ayudaría?

—Absolutamente.

—¿Cómo?

—Soy capaz de usar el poder en tu sangre para curar.

—¿Cómo?

—Es lo que hago. No soy humano, ¿recuerdas?

De acuerdo. No humano. Y él le ofrecía sangre.

Hyungsik se lamió los labios y apartó la mano de la cabeza de Kangin. No había mucho espacio en la parte trasera de la camioneta, pero de repente parecía mucho más pequeña. Hyungsik se inclinó hacia delante con un brillo depredador en sus ojos, extendiendo la mano hacia Leeteuk.

La mano buena de Kangin se disparó, agarrando la muñeca de Hyungsik.

—No —le ordenó. La única palabra rasgó a través de los arruinados labios.

Leeteuk jadeó, no esperaba que Kangin estuviera lo suficientemente consciente para moverse. El dolor le torcía la cara, o tal vez fuera la rabia. No podía estar seguro, pero una cosa estaba clara: Kangin no quería que Hyungsik lo tocara.

—El lo ofreció —dijo Hyungsik—. Es mi derecho.

—No, hoy no lo es —las palabras de Kangin fueron articuladas como si la boca intentara moverse contra la opresión de las quemaduras.

—Necesito su sangre. Te vas a morir si no estoy lo suficientemente fuerte como para salvarte.

—Entonces moriré. No quiero que lo obligues —los ojos de Kangin se apretaron jadeando por aliento.

—No eres tan exigente sin mi bloqueándote el dolor, ¿verdad?

Kangin hizo horribles ruidos de asfixia, y Leeteuk pudo ver que le costaba respirar. Lo que fuera que Hyungsik estaba haciendo, estaba matando a Kangin.

—¡Basta! Deja de maltratarle.

—¿Qué está pasando ahí detrás? —Preguntó Boom mirando sobre el hombro.

Hyungsik le ignoró y miró de nuevo a Leeteuk. Ya no había ninguna duda sobre la pregunta de si había visto algo raro en su cara. Lo había visto. No era humano. Ni siquiera de cerca. Hyungsik era algo más. Algo aterrador, poderoso y hambriento.

—Puedes ayudarle, Leeteuk. Todo lo que necesito es un poco de tu sangre.

—No —exhaló Kangin entre jadeos ahogados.

—¿Qué infiernos está pasando? —Gritó Boom.

—Leeteuk, ¿estás bien? —Preguntó la señorita Sora.

—Morirá sin tu ayuda —siguió Hyungsik — Sufrirá horriblemente y después morirá.

Leeteuk no iba a permitir que eso pasara.

—Puedes tomar tanta sangre como sea necesaria.

Una luz de triunfo brilló en los ojos de Hyungsik.

—Júralo.

—No —jadeó Kangin, apenas audible. Se estaba muriendo. Cada segundo más débil.

—Lo juro —Leeteuk sintió el poder de su voto rodeándolo, volviéndose parte de él. Una astilla de su libre voluntad se marchitó volviéndose cenizas. No tenía ni idea de lo que había hecho, pero lo que acababa de suceder le había cambiado la vida para siempre.

Hyungsik sonrió con una fría e inhumana sonrisa. Tan hermoso. No podía dejar de mirarle. Leeteuk sintió cómo se relajaba, quedándose a la deriva. Ya no podía recordar por qué había estado tan molesto. Todo lo que sabía era que el mundo había desaparecido, y lo único que quedaba era el bello rostro de Hyungsik. Esos inquietantes ojos plateados que parecían casi brillar.

—Cierra los ojos —le dijo, alcanzándolo.

Justo antes de que le obedeciera vio los afilados colmillos blancos alargándose entre los labios entreabiertos.

Kangin no se podía mover. Apenas podía respirar. No estaba seguro de si era algo que Hyungsik le había hecho, o era a causa de las heridas, pero no importaba. No podía salvar a Leeteuk. Le había dado su juramento de sangre al Zea, y estaría atado a él durante el resto de su vida.

Kangin se atragantó con la ira, luchando contra la debilidad y el dolor que le atenazaban el cuerpo. Todo lo que podía hacer era mirar como Hyungsik descendía la cabeza contra el cuello de Leeteuk, su hermoso y suave cuello que olía a lilas, y le hundía profundamente los colmillos. Leeteuk ni se inmutó. Su cuerpo estaba inerte en los brazos de Hyungsik, incapaz de luchar. No es que hubiera tenido alguna oportunidad. El juramento se aseguraba de ello. Durante el resto de su vida, Hyungsik sería capaz de alimentarse de él cada vez que quisiera.

Kangin oyó un lastimoso lloriqueo, y se dio cuenta que era suyo. No podía soportar verlo, pero tampoco podía apartar la mirada. Todo lo que podía hacer era dar testimonio de la traición de Hyungsik, y rezar para que se detuviera antes de que fuera demasiado tarde.

—Esto es todo —dijo Boom con la voz tensa de preocupación—. Me estoy acercando.

La camioneta frenó, pero no lo suficiente para hacer una diferencia.

Hyungsik se apartó del cuello de Leeteuk, y un segundo después la herida se cerró como si nunca hubiera estado ahí. No quedó siquiera un punto rosa. Tendió su cuerpo inerte con suavidad en el suelo de la camioneta, y le apartó delicadamente el pelo de la cara. El toque era dulce y tierno, e hizo que el estómago de Kangin se sacudiera desagradablemente.

Hyungsik se giró hacia Kangin, y éste pudo ver algo diferente en él. Ya no estaba tan pálido o demacrado como antes, y tenía una expresión de victoria. Conquista.

Boom ahora estaba con ellos en la parte trasera de la camioneta, pero era demasiado tarde. No había nada que pudiera hacer para ayudar a Leeteuk. El daño ya estaba hecho. Kangin trató de advertir a Boom que Hyungsik les había traicionado, pero no podía hablar.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...