El Poder del Fuego- Capítulo 13



Cuando Kangin dijo “nido” Leeteuk se había imaginado una enorme pila de palos y hojas asentadas en algún lugar sobre el suelo. Igual que un nido de un hámster gigante o algo así.
No se había imaginado las negras fauces abiertas de una olvidada mina situada en medio de ninguna parte.

La comida que había remplazado a la barra que había comido durante el viaje estaba considerando la oportunidad de escapar para no tener que quedarse en su estomago

—No tienes claustrofobia, ¿verdad? —Preguntó Kangin.

—Ahora sí —dijo, incapaz de imaginarse yendo más abajo en ese negro agujero.

Boom apagó el motor de la furgoneta, dejando las llaves en el contacto. Para una partida rápida, sin duda. Eso hizo poco por aliviar la creciente ansiedad de Leeteuk. Boom lo miró con algo que bordeaba el disgusto.

—Si va a ser una carga, puede malditamente bien quedarse en la furgoneta.

Ser una carga sonaba malditamente bien ahora mismo, incluso si eso fuera la salida de los cobardes.

—Lo harás bien —la calmó Kangin. Le deslizó la mano sobre el pelo. Le hacía sentir bien el que su palma le tocara. Estaba empezando a acostumbrarse a tenerle alrededor, tocándolo como si tuviera derecho a hacerlo. Era agradable. Consolador. Y ahora mismo podía utilizar cada deshecho de amabilidad que pudiera encontrar.

—Cuéntame otra vez qué estamos haciendo aquí. —Quizás el plan sonaría incluso mejor la tercera vez que lo oyera.

Boom puso los ojos en blanco y salió de la furgoneta, cerrando la puerta con fuerza detrás de él.

Leeteuk se sentía igual que un estúpido chiquillo. Kangin ya le había dicho qué esperar. Dos veces. Pero si estaba tan frustrado por su ansiedad como lo estaba Boom, no lo mostró. En vez de eso, lo cogió de las manos y le acarició las palmas con los pulgares.

—Yo iré primero, tú en medio y Boom cerrará la retaguardia. La mayoría de los Sasaengs saldrán a cazar durante una o dos horas, así que tendremos tiempo suficiente para encontrar la espada. La recuperaremos y saldremos de aquí. Ni sudaremos.

—¿Y estás seguro de que está aquí?

—Tan seguro como podemos estarlo.

Ellos habían utilizado algun artilugio electrónico que era un cruce entre un GPS y un monitor de glucosa en la sangre. Kangin había tomado una muestra de la sangre negra que había traído con él en un pequeño frasco y puso una gota en la máquina. Apareció un mapa sobre una pequeña pantalla a color, mostrando la localización de la mina. Menos de una hora al sur de Olathe.

—De todas formas, ¿cómo funciona eso?

—No tengo idea de cómo funciona. Es algo que sacaron Zhoumi y uno de los Zea. Está constituido por magia principalmente y también por algo de electrónica asesina. Pero puedo decirte lo que hace. Ponemos una gota de sangre de los Sasaeng en ella y rastrea al monstruo del que procede.

—¿Me estás diciendo que sabes que hay uno de esos monstruos en esa mina?

—Me temo que sí.

—Vale, tengo que preguntarlo. ¿Cómo conseguiste la sangre? Dudo que la cosa se sentase y se enrollara la manga.

La cara se Kangin se torció en una mueca.

—No estoy seguro de que quieras saberlo.

—Estoy seguro de que no saberlo es lo único que hará que mi imaginación enloquezca, lo cual me asustará mucho más.

Kangin suspiró y descorrió la cremallera de la bolsa de lona. Sacó tres máscaras de plástico, como las que a veces se utilizan en cirugía.

—El Suju que estaba con Kang cuando lo asesinaron fue envenenado. Todavía no estamos seguros de si va a vivir —lo dijo como si tuviera que significar algo para Leeteuk.

—Todavía no lo entiendo. ¿Había sangre o algo en él?

—Fue envenenado con sangre Sasaeng. Fue inyectado en su cuerpo a través de los colmillos del monstruo.

Se imaginó una enorme serpiente, y esa imagen era ahora la número tres de su lista “Cosas Más Repugnantes Que Nunca”.

Kangin continuó.

—Uno de los Zea se las arregló para extraer bastante sangre para que diéramos caza a la cosa, pero esto sólo aguanta bien unas veinticuatro horas. Ahora estamos dos por debajo de eso. —Kangin le dio una de las máscaras protectoras—. Póntela. Algunos escupen. Y cuando digo escupir, me refiero a ácido.

No, ésta era la número tres.

—Esto se está poniendo más feo por minutos.

—Si no quieres hacerlo, sólo dilo. No te obligaré.

Quedarse atrás era una seria tentación. Leeteuk no era un héroe. Sólo los retrasaría sin importar cuantas rocas pudiera levantar.

—¿Sería seguro para mí el quedarme aquí? Quiero decir, No acabaría asediado por un puñado de esas cosas huyendo de los masculinos hombres que manejan espadas, ¿verdad?

Su boca se crispó con una sonrisa, pero esta se fue un segundo después.

—Estarás perfectamente a salvo porque yo estaría aquí mismo contigo. No hay forma de que vaya a dejarte deambular por aquí solo. Demasiadas cosas podrían ir mal. Incluyendo el ser sobrepasados por un enjambre de Sasaengs.

—Pero Boom necesita que vayas a ayudarle.

—Boom conoce los riesgos. Tú no. Además, ambos te hicimos un juramento y así será.

—¿Quieres decir esa cosa de mi vida por la tuya?

—Exactamente.

—¿Realmente quisisteis decir eso?

—Cada palabra.

Se le quedó mirando durante un largo momento, esperando ver algún indicio de que estuviera bromeando. No lo estaba. Estaba mortalmente serio. Y estaba esperando su decisión.

—No quiero ir. También sé que si algo le sucede a Boom porque no estás allí para ayudarle, no me lo perdonaría a mí mismo. Así que vamos.

Los labios de Kangin se curvaron en una orgullosa sonrisa.

—Eres un infierno de hombre. Me alegro de haberte encontrado primero.

Lo atrajo cerca y le dio un rápido beso en la boca, el cual alejó todos los desagradables pensamientos de su cabeza tan rápido que lo marearon.

Amaba su boca, suave, firme y caliente, incluso si esta estaba contra la suya por un breve segundo. Ese rápido beso hizo más por Leeteuk que una hora de sexo con la mayoría de los hombres con los que había estado. No estaba seguro de si eso le hacía afortunado o desgraciado. Pero sabía que si atravesar esa mina con vida era todo lo que tenía que hacer para conseguir más de su boca sobre la de él, entonces encontraría la manera de convertirse en Super Man. Lo que quiera que fuera que le costase, quería más de Kangin y sus deliciosos besos.

Él abrió las puertas de atrás de la furgoneta, arrastrando la bolsa con él. Boom estaba agachado cerca de la entrada a la mina, mirando fijamente el suelo. Su espada estaba en sus manos, brillando con letal intención bajo la luz de la luna.

Kangin le tendió una de las máscaras y se apresuró a su propio lugar.

—¿Alguna idea de lo que hay ahí abajo? —Preguntó a Boom.

—Al menos tres sgath. Cuatro, quizás cinco haest. Ningún malkaia que pueda detectar, gracias a Dios.

—¿Algún anguis?

—No.

—Bien. Sería difícil respirar ahí abajo si ellos succionaran todo el oxígeno.

Leeteuk no quería saber qué significaba. Ir bajo tierra para luchar con monstruos ya era bastante malo. Hacerlo mientras te preocupabas por tener suficiente oxígeno era aterrador.

—¿Ustedes dos están seguros de que esto es necesario? Quiero decir, ¿si son liberadas las almas de todos esos monstruos, no irían al infierno?

Boom dio un amenazante paso hacia delante y Kangin deslizó el cuerpo en el camino del avance del grandullón.

—No lo entiende. No es su culpa. Fue criado como humano.

—Soy humano —dijo Leeteuk. Y estaba apegado a su historia. De ninguna manera iba a dejar que estos tíos le dijeran lo contrario, no mientras estaba ocupado en dirigirse a un húmedo nido de monstruos.

Boom gruñó y Leeteuk pudo ver un parpadeo de algo aterrador y salvaje brillando en sus ojos. Algo definitivamente no humano.

Kangin era un tío enorme, pero Boom era aterradoramente grande. Kangin tuvo que inclinar todo su peso contra Boom para evitar que siguiera adelante, e incluso entonces, patinó sobre el suelo un par de metros antes de detenerle.

—Déjalo ir, Boom. Céntrate en el trabajo.

Leeteuk retrocedió varios pasos asustado.

—Debería tener más respeto —gruñó Boom.

—Lo tendrá una vez que entienda. Retrocede. No quieres hacer esto.

El cuerpo de Boom se estremeció y los ojos se cerraron. Cuando los abrió de nuevo, ese salvajismo inhumano se había ido y le ofreció a Leeteuk una mueca de disculpa.

—Lo siento. No soy… yo mismo.

—Se nos agota el tiempo —dijo Kangin — Tenemos que movernos.

—Estoy listo —dijo Boom.

Ambos hombres se volvieron a Leeteuk con miradas expectantes. Éste luchó con la urgencia de volver a la furgoneta y alejarse conduciendo. Habría sido más fácil que dar el primer paso hacia delante.

—Yo también estoy listo. —Que mentira más grande era esa.

—De acuerdo entonces. Pongámonos en movimiento —dijo Boom.

Kangin tomó la mano de Leeteuk y le dio un rápido apretón.

—Estarás fantástico. Solo escucha a tus instintos y confía en mí. Si digo al suelo o corre, no pierdas el tiempo en hacer preguntas. Sólo hazlo. ¿De acuerdo?

Leeteuk asintió, sintiendo entumecerse su interior.
Kangin le colocó el escudo de la visera en su lugar y le entregó una pequeña linterna.

—Puedes necesitarla. Al menos hasta que descubras como ver en la oscuridad.

—¿Puedo hacer eso?

Kangin asintió.

—Claro que puedes. Desearía haber tenido más tiempo para enseñarte. Lo siento por eso.


El también lo sentía, pero se lo guardó para sí mismo. Tenía que concentrarse en ser lo bastante valiente para no salir corriendo. El poner un pie frente al otro le estaba costando toda su concentración.

Entraron en la mina y siguieron un túnel artificial que se inclinaba hacia abajo en un ángulo constante. La linterna le mostró donde poner los pies y mantuvo los dedos de la mano izquierda alrededor del cinturón de Kangin para evitar rezagarse. No iba a quedarse solo en un lugar como este. Ya sólo la idea era suficiente para enviar el miedo retemblando a través de su sistema nervioso.

—Respira profundamente, Leeteuk—la voz de Kangin era calmada y segura y le ayudaba a mantenerse bajo control.

El suelo bajo ellos era una mezcla de suciedad, rocas y materia negra en la que no iba a pararse a pensar. Algo putrefacto, estancado y opresivo.

Después de andar cerca de quince metros, llegaron a una intersección. Kangin comprobó el buscador del monstruo y giró a la izquierda. Detrás de Leeteuk, oyó el ruido de algo raspante y se giró. Boom estaba raspando una flecha en la suciedad con las botas, que apuntaba por donde habían venido.

Hombre con recursos.

—¿Eres capaz de verlo? —Le preguntó.

Leeteuk asintió.

—Dejaré una cada vez que giremos. Si te quedas solo, al menos sabrás el camino.

Ni siquiera quería pensar acerca de por qué debería quedarse solo. Estar flanqueado por dos competentes expertos en el manejo de espada era una cosa; deambular por ahí abajo solo era completamente diferente. Completamente aterrador.

Kangin se estiró hacia atrás y apretó la mano curvada alrededor del cinturón.

—Sólo aguanta. Lo estás haciendo fantástico.

—No me siento fantástico.

—Lo sé. Saldremos de aquí en unos pocos minutos. Casi estamos allí.

Kangin fue más lento y giró de lado de modo que su cuerpo estuviese presionado contra una pared. Leeteuk y Boom hicieron el mismo movimiento. Por instinto, apagó la linterna, temiendo que esta delatara su posición. La oscuridad lo tragó y sintió que una burbuja de pánico se rompió en su interior. Se fortaleció ante la necesidad de huir y se centró en respirar por la boca. Sólo respira. Casi podía oír la voz de Kangin acariciándole la mente en una calmante caricia, y la luceria se hizo más cálida contra su garganta.

Necesitaba ver. Si sólo hubieran tenido más tiempo y él hubiese sido capaz de enseñarle cómo ver en la oscuridad. Le había dicho que podría hacerlo. Necesitaba descubrir cómo. Un hilo de energía asomó entre ellos, una conexión invisible corriendo desde su anillo al collar. Tiró de ese hilo, empujando algo de su poder a su interior en un esfuerzo por descubrir cómo aprovecharlo. Los ojos eran el problema, así que redirigió algo de poder a su interior.

Instantáneamente, el mundo destelló en un brillante enfoque. Podía ver el túnel en el que estaban con perfecta claridad. Era como mirar bajo un microscopio. Asombroso.

Estaba tan distraído por su nuevo descubrimiento que el repentino tirón del cinturón de Kangin en los dedos lo asustó. Tropezó en su espalda y sintió la enorme mano de Boom rodeándole el brazo para sostenerlo.

—Lo siento —susurró.

Por encima de sus cabezas, algo se movió en respuesta al ruido.
Oh, mierda. Eso no era bueno.

Kangin alcanzó la espalda y lo presionó contra la pared, aplastando también su propio cuerpo. En una voz tan baja que apenas podía oír, dijo:

—Dos haest, alimentándose. Pared sur.

Leeteuk tenía idea de cuál era el sur. O que era un haest.

—Iré solo —susurró Boom — Puedo encargarme de los dos.

Kangin sacudió la cabeza y Leeteuk pudo ver la severidad de su boca con su nueva perfecta visión.

—Hay más túneles que se ramifican. Esos dos no pueden estar solos.

—¿Ves la espada? —Preguntó Boom.

—No.

—Déjame mirar —dijo Leeteuk, antes de que las palabras pudieran filtrarse a través de su cerebro.

—Y un infierno —dijo Kangin.

—Le hice algo a mis ojos. Ahora puedo ver perfectamente.

Kangin se quedó en silencio por un momento como decidiendo.

—Si ha extraído tu poder, puede ser más fuerte que tú y yo juntos —dijo Boom—. Deja que lo intente.

Leeteuk no estaba seguro acerca de eso, pero con una silenciosa maldición sobre los labios, Kangin retrocedió para dejarlo deslizarse a su posición al inicio del túnel. Encontró el valor de inclinarse hacia delante lo suficiente para mirar. Era un área abierta que era cerca de tres veces más ancha que el túnel y quince metros y medio más alta. Podía ver diminutas manchas de metal todavía aferrándose a alguna roca.

El suelo estaba cubierto con pedacitos de piel, hueso y hojas secas. El gran material estaba amontonado cerca de las paredes. Podía ver cosas moviéndose bajo los deshechos, pequeñas cosas -pequeñas bolas peludas con espinas- que uno nunca habría visto exhibidas en un zoológico.

Reprimió un estremecimiento de repulsión, pero no por mucho tiempo. A lo largo de lo que suponía era la pared sur había dos gigantes criaturas parecidas a mosquitos, tan altas como un hombre. Cada uno de ellos tenía dos largos y pronunciados colmillos saliéndole de la cabeza. Los otros extremos de los colmillos estaban clavados en el vientre de una vaca muerta. Uno hizo un sonido de chasquido, el cual fue devuelto por el otro. Entonces al unísono, empezaron a succionar algo negro de la vaca -una mezcla de sangre y trozos de músculo y hueso. El estómago de la vaca se derrumbó hasta parecer quedar en los huesos y las dos cosas empezaron el proceso de nuevo.

El estómago de Leeteuk dio un vuelco, revolviéndose con las náuseas. La número uno en su lista “Cosas Más Repugnantes Que Nunca”.

Cerró los ojos, maldiciendo su perfecta visión por un momento antes de obligarse a sí mismo a mirar nuevamente por la apertura. Escaneó la sala, diciéndose a sí mismo que se enfocara en buscar algo brillante. Varias piezas de cuarzo llamaron su atención, al igual que una botella de cerveza vacía, un trozo de papel de aluminio y los ojos de cristal de una muñeca. Sin cuerpo. Solo la cabeza. Espeluznante.

Sintió la mano de Kangin sobre el cuello como si fuera a tirar de él de vuelta, pero en vez de eso, su anillo tocó el collar y sintió una oleada de energía. Puesto que había canalizado sus poderes a los ojos, ahí fue donde surtió efecto, y por un momento pudo ver a través de todo.

Podía ver el esqueleto de la vaca, las gruesas placas de los cuerpos de los monstruos, los puntiagudos huesos de las escurridizas cosas parecidas a las ratas que se ocultaban en los montones de desperdicios orgánicos. Incluso podía ver las vetas de minerales que discurrían a través de las paredes de la mina.

Enterrado bajo uno de los montones de deshechos estaba la inequívoca forma de una espada. La punta de esta sobresalía hacia fuera, pero estaba cubierta con sangre seca y nada brillante, así que no la había visto antes.

Leeteuk se agazapó de regreso al túnel y se obligó a sí mismo a mantener la voz baja en un escarpado acto de voluntad.

Vibraba con energía y excitación y la emoción de encontrar el tesoro perdido.

—Está aquí —les dijo—. Bajo uno de aquellos montones de piel y cosas. En la pared más alejada. El montón del medio.

Kangin le ofreció una orgullosa sonrisa y desvió los ojos hacia su boca. Pensaba en besarlo y Leeteuk amaba eso de él. Nada como tener un hombre caliente queriendo besarlo para distraerlo de todas las cosas repugnantes del mundo.

—Me ocuparé del haest —dijo Boom— Tú consigue la espada.

Kangin asintió.

—No los molestes a menos que tengas que hacerlo. Acaban de alimentarse. Serán fuertes.

—¿Y yo que hago? —Preguntó Leeteuk. Estaba exaltado por la victoria, la adrenalina y la emoción de saber que pronto saldrían de allí.

—Quédate aquí. Adviértenos si ves algo que nosotros no vemos.

Eso podía hacerlo.

—Mantén un ojo también sobre tu espalda.

Algo de la emoción desapareció con esas palabras, recordándole que todavía no habían salido del peligro.

Kangin se volvió a Boom.

—A tu señal.

Boom se ajustó la visera y agarró su pesada hoja con ambas manos.

—Vamos.

Ambos hombres se movieron a la apertura sobre sus silenciosos pies, cruzando rápidamente la distancia.

Leeteuk miraba por encima del hombro cada tres segundos, pero allí no había nada.

Kangin vio la ennegrecida extremidad de la espada y la empujo con la punta de la bota. El montón estalló en una explosión de movimiento cuando las cosas espinosas parecidas a ratas se escabulleron en todas direcciones.

El haest oyó el ruido y volvió sus colmilludas cabezas hacia el ruido.

Boom sonrió y avanzó hacia delante, cuadrando los pesados hombros para el ataque.
Kangin se inclinó para coger la espalda.

Algo parecido a un charco de alquitrán cayó del techo, engullendo el montón de basura y la espada dentro de él. Kangin siseó y sacó la mano de un tirón. Leeteuk podía sentir ardiendo su propia mano donde lo había tocado el alquitrán.

—¡Kajmelas! —Gritó Kangin en advertencia, pero era demasiado tarde. Una segunda cosa parecida al alquitrán goteó desde el techo y se deslizó hacia Leeteuk.

Leeteuk se le quedó mirando, intentando decidir qué hacer. Sentía las piernas pesadas y el cerebro le escupía aterrorizadas órdenes que lo impulsaban a huir, pero las había estado oyendo toda la noche e intentó luchar contra ellas. Tampoco estaba seguro de lo que se suponía tenía que hacer ahora. El tiempo que se tomó para pensar sobre ello hizo la decisión discutible.

Un grueso y aceitoso tentáculo se lanzó hacia él.

Saltó hacia atrás. Ambos hombres cargaron contra ello, pero Boom estaba más cerca suyo. Se lanzó hacia él sobre sus poderosas piernas empujándolo hacia atrás. Tropezó y aterrizó sobre el culo.

La cosa golpeó a Boom en lugar de a él. Esta envolvió un fangoso tentáculo a través de sus piernas. Boom gritó de dolor y redujo radicalmente la cosa con su espada. No sirvió de nada. La espada se deslizó a través de esto, solo para que el corte se cerrara como si nunca hubiese estado allí.

Leeteuk sintió el pánico de Kangin, algo que nunca había sentido antes de él. Esto asentó los comienzos de su propio pánico y tuvo que luchar para permanecer coherente.

Kangin dio un paso hacia Boom y la fangosa cosa disparó un tentáculo hacia sus piernas. Los dos monstruos mosquitos hicieron una serie de excitados sonidos de chasqueo y se abalanzaron sobre el sucio suelo en las flacas patas del insecto.

Kangin quedó atrapado entre ellos.

Leeteuk intentó gritar para que corriera, pero los pulmones se habían expandido y todo lo que salió fue un ahogado chirrido. Kangin mantuvo su posición hasta el último segundo y saltó apartándose del camino. Los monstruos mosquito se la pegaron con la cosa de lodo, la cual comenzó puntualmente a comérselos. Ellos hicieron frenéticos ruidos de chasquidos para intentar ligerarse de la pegajosa bestia, pero no eran rival para el lento avance del montón aceitoso.

Kangin echó un vistazo rápido para ver que su plan había funcionado y corrió al lado de Boom.

Leeteuk no sabía qué hacer o cómo ayudar. Su mente corría por una manera de salvar a Boom, pero no podía pensar en ninguna. Sintió esas vacilantes olas de energía flotando entre ellos y tiró tentativamente de ellas. La energía fluyó en él, pero no tenía idea de qué hacer.

El segundo montón de lodo había absorbido a los dos monstruos mosquito, dejándole solo las larguiruchas piernas del insectoide. Ahora estaba buscando un nuevo objetivo.

Kangin estaba cerca y la cosa se dirigió directamente a él en un montón fluido de limo.
Tenía que detenerlo. No tenía idea de qué iba a hacer, pero no podía quedarse allí parado. Tenía que hacer algo.

Gritó una advertencia en su mente, pero si Kangin la oyó, no respondió. Estaba demasiado ocupado en la palpitante cosa que se comía a Boom.

Leeteuk extrajo más poder de Kangin. Demasiado. Tenía que concentrarse para evitar doblarse por el dolor. La energía fluyó en él en agonizante acometida. Se extendió en su interior hasta que pensó que le rompería las costillas explotándole del pecho. El cuerpo le ardió hasta que los ojos y boca se secaron. Era difícil pensar con ese dolor. Difícil de respirar. Tenía que librarse de la energía antes que le matara.

Envió una rápida plegaria esperando hacer lo correcto y se enfocó sobre la cosa de lodo que se dirigía hacia Kangin. Empujó la energía fuera y construyó un muro invisible alrededor de esta. Hizo que el aire se espesara, forzando las moléculas a juntarse hasta que un cilindro transparente rodeó la cosa.

Leeteuk no sabía qué sucedería si se relajaba, así que mantuvo la concentración, extrayendo más poder de Kangin para mantener la barrera en el lugar.

Respiraba con dificultad y la visión fallaba alrededor de los bordes. La luceria zumbó y se calentó hasta que estuvo seguro de que se harían ampollas bajo la banda.

Ya no podía ver a Kangin, pero podía sentir su desesperación por salvar a Boom.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...