Amante del Aristócrata- Capítulo 17



     La casa grande y húmeda parecía deshabitada. Los pocos muebles que se veían a través de las puertas entornadas estaban cubiertos con sábanas. Las cortinas echadas impedían el paso de la luz y hacían necesario el uso de una lámpara para alumbrar el camino. En todos los rincones había telarañas.

     Pero un anciano les abrió la puerta, de modo que la casa estaba habitada. Sin embargo, tras mirarlo mejor, Leeteuk comprendió que aquel hombre no era viejo, sino deforme y muy, muy feo. Tenía un brazo más largo que el otro o quizá sólo lo pareciera a causa de su cuerpo contrahecho. Y su grotesca cara estaba desfigurada: le habían cortado la nariz y sus carrillos abultados hacían que se asemejara a un cerdo. El cabello cano lo hacía pasar por un viejo, cuando en realidad no lo era.

     Al verlo, la primera idea que cruzó por la mente de Leeteuk fue que Shangho  era el responsable de esas deformidades. Luego prestó atención a lo que decían mientras la arrastraban por un pasillo.


     El casero, que respondía al nombre de Jung, parecía adorar a Shangho por haberle dado un empleo cuando nadie más quería hacerlo. Aunque Leeteuk imaginó cuál era ese empleo, pues Jung no se sorprendió en lo más mínimo al ver que Shangho traía consigo a un joven atado y amordazado.

    —¿Una nueva belleza para su colección, señor? —preguntó.

    —Así es, Jung, y muy difícil de obtener, por cierto.

    Llegaron ante unas escaleras que descendían hacia la más siniestra oscuridad. Jung bajó en primer lugar para alumbrarles el camino. Cruzaron un sótano grande y llegaron a otra escalera que descendía a las entrañas de la casa... Y entonces oyó gemidos.

    Era como una prisión. Leeteuk se convenció de que lo era cuando cruzaron puerta tras puerta con barrotes y grandes candados. El hedor que emanaba de las celdas le producía náuseas. La única luz la arrojaba una antorcha adosada a la pared al final del pasillo. No se veía el más mínimo resplandor a través de los barrotes.

    Al fondo del pasillo había señales de que estaban construyendo más celdas. Leeteuk había contado cuatro celdas. ¿Estaban todas ocupadas? Lo empujaron al interior de la quinta celda.

    Jung ya estaba dentro. Había dejado la lámpara en el suelo. En el centro de la pequeña habitación había una cama cubierta con una sola sábana. La celda era nueva, estaba limpia y olía a madera. Contra la pared había cuatro cubos... ¿para lavar la sangre?

    —Muy bonita, Jung —dijo Shangho mirando alrededor—. Y la has terminado justo a tiempo.

    —Gracias, señor. Podría haber terminado antes si hubiera tenido ayuda, pero entiendo que aquí no puede entrar nadie más.

    —Te las apañas muy bien solo, Jung. Si tuvieras ayuda, tendrías que compartir tu sueldo.

    —No, no quiero compartirlo. Terminaré la próxima habitación a fin de mes.

    —Estupendo.

    Leeteuk no los escuchaba. Miraba horrorizado la cama situada en el centro de la habitación, que tenía correas de piel con gruesas hebillas en las cuatro esquinas. Al ver las correas le asaltó el pánico. Si lo amarraban con ellas, nunca conseguiría escapar, y sin duda eso era lo que pretendía Shangho.

    Había intentado dar una patada a la puerta del coche, pero sólo había conseguido hacerse daño en el pie y divertir a Shangho. El maldito se había reído de su frustrado intento de fuga. Y ahora le sujetaba el brazo con tanta fuerza como al principio, impidiéndole escapar. Pero tenía que hacer algo. Ahora que estaban enfrascados en la conversación y no lo miraban era la oportunidad perfecta...

    Cayó sobre Shangho como si hubiera tropezado casualmente. Era la única estratagema que se le había ocurrido para que él aflojara la presión en su brazo. También podría haber fingido un desmayo, pero no habría podido levantarse con facilidad, pues aún tenía las manos atadas a la espalda.

    Shangho le soltó el brazo, aunque para apartarlo de su lado. Lo empujó con tanta fuerza que Leeteuk comprendió que no soportaba su contacto, cosa que le habría extrañado mucho si hubiera tenido tiempo para reflexionar.

    Pero no lo tuvo. Aprovechó ese precioso instante de libertad para huir de la habitación. A su espalda, oyó que Shangho reía y decía algo ininteligible. Pero ni él ni su casero corrieron tras Leeteuk. Leeteuk comprendió el motivo cuando llegó a la escalera y tropezó en el primer escalón, cayendo sobre los demás.

    Con las manos atadas a la espalda, le resultaba difícil levantarse y subir. Pero no se detendría. Seguiría subiendo, aunque quizá no tan rápidamente como hubiera deseado. Llegó al sótano y luego a las escaleras de arriba que conducían a la primera planta.

    Había conseguido llegar tan lejos, que estaba convencido de que escaparía. Pero encontró la puerta principal cerrada con un cerrojo. Se volvió de espaldas y logró mover el picaporte, pese a sus dedos entumecidos, pero el cerrojo estaba demasiado alto y no pudo alcanzarlo.

    Tal era su decepción que estuvo a punto de dejarse caer, derrotado. Pero tenía que haber otras puertas en la casa. No podía haber cerrojos en todas. Aunque no tenía mucho tiempo para buscarlas y el dolor en sus manos, ahora que la sangre circulaba otra vez, prácticamente lo inmovilizaba.

    Debería haber buscado la cocina, donde podría encontrar un cuchillo para cortar las cuerdas mientras se escondía... Tenía que esconderse. Pero era demasiado tarde para buscar la cocina, que sin duda estaría en la parte trasera de la casa, en la misma zona donde estaba el sótano y donde pronto aparecería Shangho.

     La oscuridad era una bendición, o al menos eso esperaba Leeteuk. Pero ¿cómo esconderse cuando las habitaciones de la planta baja tenían tan pocos muebles? No tenía tiempo para cerciorarse.

     Debía subir las escaleras que conducían a la planta alta. Corrió hacia ellas. Escaleras otra vez, ¿pero qué otra posibilidad tenía? En cualquier momento le cerrarían el paso a la parte trasera de la casa y a cualquier otra puerta que condujera al exterior.

     Había hecho una buena elección. Oyó a Shangho a su espalda antes de llegar a lo alto de las escaleras. Pero aunque él mirara hacia arriba, no lo vería. Llevaba la lámpara pegada al cuerpo, de modo que su luz no lo alcanzaba y sólo conseguía proyectar tantas sombras como las que dispersaba.

     —Ha llegado el momento de tu castigo, bonito. No podrás escapar. Debes pagar por los pecados de él, como han hecho tantos otros.

    ¿El? ¿Había una razón para su locura? ¿Quién diantres era “el”?

    Todas las puertas de la planta alta estaban cerradas. Leeteuk procuró abrir la primera y descubrió que sus dedos habían vuelto a entumecerse. Se encogió al sentir aquellos horribles pinchazos. Y la maldita habitación no tenía un solo mueble.

    La segunda habitación estaba tan atestada de objetos que era evidente que alguien vivía en ella. ¿El detestable casero? Pero entraba demasiada luz a través de las deshilachadas cortinas, y sería fácil descubrirlo aunque se escondiera detrás de un mueble. No podía meterse debajo de la cama. Sería una trampa mortal, el primer lugar donde lo buscaría Shangho.

    La tercera habitación estaba tan oscura que Leeteuk se preguntó si tendría ventanas. Caminó a tientas, pegado a la pared, hasta que encontró unas cortinas y las apartó con el hombro. Nada. Estaba vacía como la primera.

    No le quedaba mucho tiempo. Shangho lo buscaría primero abajo, convencido de que no se arriesgaría a subir más escaleras. Pero en cuanto terminara de registrar la planta baja, subiría tras él. Había ganado unos minutos, no más.

    —Te prometo que esta tontería tuya endurecerá el castigo. Te conviene salir de tu escondite ahora mismo.

    Su voz sonó lejana, como si procediera de una de las habitaciones de la planta baja. Aún le quedaban unos instantes...

    Leeteuk corrió hacia la puerta siguiente. Un armario vacío. Y a la siguiente... ¡más escaleras! ¿Acaso lo conducirían a un desván? Un desván sería el sitio perfecto para esconderse, pues sin duda estaría lleno de objetos y muebles viejos.

Pero había rogado, implorado, que hubiera otras escaleras que condujeran a la parte trasera de la casa. No veía el final del pasillo, así que ignoraba cuántas puertas le quedaban por abrir. ¿Qué era preferible? ¿Un buen escondite o unas escaleras que condujeran a una puerta que diera al exterior? ¡Cielos, era incapaz de decidirse!

    Su única posibilidad era salir de la casa, que estaba rodeada de bosques. Shangho nunca lo encontraría en el bosque.

    Continuó avanzando. Otra puerta, y en el interior no había cortinas. La radiante luz del día, incluso filtrada a través de los cristales sucios, estuvo a punto de cegarlo. Tardó unos instantes en distinguir una cama rota, un baúl enorme con la tapa abierta, un armario al que le faltaba una puerta. ¿El baúl? No, demasiado previsible, una trampa segura.

    Sin embargo, la luz de esa habitación le permitió ver que sólo quedaba otra puerta al final del pasillo.

    Cuando llegó junto a ella, descubrió que estaba cerrada con llave. Pero perdió demasiado tiempo creyendo que estaba atascada e intentando bajar un poco más el picaporte. Oía pasos en la escalera...

    Regresó corriendo a la habitación iluminada y cerró la puerta para que la luz no llegara al pasillo, aunque dejó apenas una rendija abierta por si necesitaba  salir rápidamente. Si Shangho veía la puerta abierta, sabría que estaba allí. Leeteuk  contuvo el aliento y aguzó el oído con la esperanza de que el hombre volviera a hablar y el sonido de su voz le permitiera localizarlo.

 Pero Shangho no habló. Sólo oía pasos, una pausa, más pasos, otra pausa...

     ¿Acaso él también pretendía localizarlo por el ruido? Quizá. Sus pasos sonaron más fuertes cuando llegó a lo alto de las escaleras. Caminaba a grandes zancadas.

 ¿Lo hacía adrede? ¿Para que él lo oyera y supiera que se aproximaba?

    Leeteuk supo que había entrado en la primera habitación, alumbrándolo con la luz de la lámpara. Entonces recordó que había dejado todas las puertas abiertas, excepto las dos últimas. Lo único que tenía que hacer Shangho era asomar la cabeza al interior. Los pasos cada vez más próximos confirmaron su sospecha.

    No obstante, aún tenía que entrar en la habitación atestada. Miraría bajo la cama y en el armario. Eso le daba unos segundos para salir de la habitación y correr hacia las escaleras. Era probable que abajo se topara con el casero, pero arriba no tenía escapatoria.

    Sin embargo, perdió el poco tiempo que tenía cuando al ir a abrir la puerta ésta se cerró del todo. Y como estaba obligado a volverse de espaldas para bajar el picaporte... No había recorrido ni la mitad del camino hacia la habitación que registraba Shangho cuando oyó sus pasos aproximándose a la puerta.

    Así que se giró hacia el desván y rogó que el miedo que le embargaba no lo hiciera tropezar con los peldaños. Aún le quedaba la esperanza de que el desván fuera grande y estuviera atestado de objetos, para que Shangho tardara un buen rato en registrarlo.

    Entonces tendría ocasión de correr y bajar las escaleras. Cuando llegó a la puerta en lo alto de las escaleras y la cerró a su espalda, tenía los ojos llenos de lágrimas. El desván era una estancia grande y larga, que ocupaba toda la planta superior de la casa... y estaba vacío.    Debió haberlo supuesto, teniendo en cuenta la escasez de muebles en las demás habitaciones de la casa.

 Era obvio que el antiguo propietario del inmueble se había llevado todas sus pertenencias. Y el propietario actual, seguramente Shangho, había traído sólo lo indispensable, porque no tenía intención de residir en la casa. Aprovechaba su aislamiento para practicar sus perversiones sin riesgo de que nadie oyera los gritos de sus víctimas. Era una prisión...

    Leeteuk no tenía escapatoria. Shangho ya subía las escaleras, y en cualquier momento se abriría la puerta. En el desván no había sitio donde ocultarse. Estaba atrapado, acorralado, y seguía atado. Si no fuera por las cuerdas...

    La puerta se abrió. Con ojos como platos, Leeteuk miró a Shangho, que estaba a escasos metros de distancia. Él sonrió y dejó la lámpara en el suelo. No la necesitaba. El desván estaba iluminado por la luz que se colaba por una serie de ventanucos.

    La sonrisa de Shangho le heló la sangre. Debería estar furioso porque lo había obligado a registrar la casa, pero no parecía enfadado, sino contento, divertido incluso.

    Leeteuk comprendió que su intento de fuga había formado parte de la diversión; le había permitido albergar una esperanza para destruirla poco después. Por eso no lo había seguido de inmediato. El muy maldito quería, que intentara huir, que creyera que tenía una posibilidad, cuando evidentemente no era así. Lo único que había conseguido Leeteuk era postergar lo inevitable.

    —Ven, bonito. —Hizo un ademán, como si de verdad esperara que él se acercara voluntariamente—.Ya has tenido tu pequeña oportunidad.

    Esas palabras confirmaron las sospechas de Leeteuk y  lo enfurecieron. ¿Que no podía pelear? Vaya si no.

    Sin pensárselo dos veces se arrojó contra él, golpeándolo con todas sus fuerzas contra el pecho, sin importarle si caía por las escaleras con él, mientras él también lo hiciera. Shangho cayó. Pero él no. Aunque a Shangho lo había pillado desprevenido, Leeteuk había conseguido recuperar el equilibrio en el último momento.

    Atónito, miró el cuerpo tendido al pie de las escaleras. No estaba muerto, pero sí inconsciente. Voló escaleras abajo y saltó sobre los pies de Shangho en dirección a la otra escalera.

    Ahora sí su esperanza estaba fundada. Quizá el casero estuviera en la planta baja, pero también era probable que siguiera aguardando a su amo en el sótano. Después de todo, Shangho no había querido encontrarlo enseguida para no echar a perder la diversión.

    Pero se equivocaba, y lo descubrió de la peor manera cuando chocó con el casero en el rellano de las segundas escaleras. Esta vez el impacto no arrojó al hombre escaleras abajo, como había ocurrido con Shangho. Leeteuk se quedó sin aliento, pero Jung era más sólido que un toro y ni siquiera se inmutó.



    —No te muevas, inglés. No quiero verme obligado a rebanarte el pescuezo.

    El cuchillo apoyado en su garganta fue la única advertencia que el hombre necesitó. Se detuvo de inmediato, agazapado entre los arbustos.

    —¿Qué... qué quiere de mí?

    —Quiero saber qué haces husmeando por estos bosques.

    —No estaba husmeando... Es decir, bueno, sólo intentaba decidir qué hacer —trató de explicarle el hombre, aunque las palabras no le salían con facilidad bajo la presión del cuchillo.

    —¿Qué hacer acerca de qué?

    —Verá, iba siguiendo a un coche, pero lo he perdido. Un estúpido carro se interpuso en mi camino y me entretuvo. Pero tomó este rumbo, y como esa casa es la única de la zona, quería ver si localizaba ahí el coche. No estaba seguro de si debía llamar a la puerta y preguntarlo directamente, porque hay algo en todo este  asunto que no me gusta.

    El cuchillo, que ya no se apoyaba contra el cuello del hombre, volvió a acercarse.

    —Tienes cinco segundos para explicarme con claridad lo que acabas de decir, inglés.

—¡Espere! Se trata de mi patrón, el joven señor Park. Soy su cochero. Lo dejé en casa de su modista, pero cuando salió, un caballero lo abordó, lo llevó hasta su coche y ambos se marcharon en él. Pero mi patrón sabía que yo lo estaba esperando. Y me vio. Me habría dicho qué estaba ocurriendo, ¿comprende?, antes de marcharse con ese hombre... a menos que no fuera con él por voluntad propia. Y por eso los seguí. Creo que mi patrón está en apuros.

    El cuchillo se apartó y el hombre ayudó al cochero a ponerse en pie.

    —Creo que ambos buscamos lo mismo —dijo Seungin, ofreciéndole su mano y una sonrisa de disculpa.

    —¿Ambos?

    —Es cierto que el joven Park fue conducido a esa casa. Y estoy convencido de que no desea permanecer ahí. El coche que lo trajo hasta aquí regresó a la ciudad, pero no he podido determinar cuántos sirvientes hay en la casa, con los cuales habrá que negociar para rescatar a tu señor. Un amigo mío ha ido en busca de ayuda, pero por desgracia los conducirá a un sitio equivocado.

    —¿Rescatarlo? ¿Y cómo sé yo que usted mismo no ha salido de esa casa? —preguntó el cochero con desconfianza.

    —Si así fuera ahora estarías tendido en el suelo y degollado.

    —¿El corre esa clase de peligro?

    —¿He olvidado mencionarlo?



      Kangin llegó a casa de su tío en el mismo momento en que Hyukjae la abandonaba. Kangin ya estaba ansioso, tras recibir el críptico mensaje, que en realidad no le decía nada. Y la expresión de Hyukjae no hizo otra cosa que incrementar su ansiedad.

    —¡Tu hombre dijo que era urgente! —gritó Kangin cuando se disponía a apearse del carro.

    Hyukjae le indicó por señas que volviera a entrar en el vehículo.

    —Iré contigo y te lo explicaré por el camino. Supuse que no llegarías antes de que yo me marchara.

    Kangin había acudido en su coche porque acababa de llegar a casa en él cuando el lacayo de Hyukjae lo encontró. Hyukjae ya había ordenado que trajeran su montura, con instrucciones de que la ataran detrás del coche de Kangin.

    Sukin aún seguía en el interior del coche que había alquilado cuando él y Seungin seguían a Shangho para comprobar que se dirigía a su casa de la ciudad. Tras dejar a Seungin, había regresado a Berkeley Square para informar a Hyukjae de lo ocurrido, y éste había mandado avisar inmediatamente a Kangin y Siwon.

    Antes de subir al coche de Kangin, Hyukjae ordenó al cochero que siguiera al coche de alquiler.

    —Al parecer, Siwon no llegará a tiempo para reunirse con nosotros —dijo.

    —¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido?

    —Lo que creíamos que no podía ocurrir. Shangho se ha llevado a Leeteuk... al menos el joven que obligó a subir a su coche encaja con su descripción. En realidad Sukin no lo había visto nunca, así que no lo sabe con certeza. Ese estúpido lo ha secuestrado esta mañana a un paso de Bond Street.

    Kangin palideció.

    —Leeteuk iba hoy a Bond Street, a ver a su modista.

    —Aun así es posible que no fuera él, Kangin. Yo me detendría en su casa para asegurarme, pero no creo que tengamos tiempo suficiente para desperdiciarlo de ese modo.

    —Oh, Dios mío —interrumpió Kangin—. Lo mataré.

    —Le reservo otros planes, mucho más apropiados para...

    —Si le ha hecho el más leve rasguño, es hombre muerto —volvió a interrumpir Kangin con tono amenazador.

    Hyukjae suspiró.

    —Como quieras.

    No tardaron mucho en llegar a la residencia de Shangho, pues Kangin no dejó de gritarle al chófer que se diera prisa. Pero registrar la casa les llevó mucho tiempo.

Los sirvientes de Shangho juraron que él no se encontraba en casa, pero Hyukjae no se fiaba de la palabra de ninguno de ellos. Sin embargo, pronto llegó Siwon, que supo dónde encontrarlos gracias a Donghae. Se apresuró a señalar que, con tantos sirvientes de testigos —pues Shangho tenía un pequeño ejército a su servicio—, nunca osaría llevar a su propia casa a un joven del que intentaba abusar, sobre todo porque era más que probable que gritara, pataleara y armara un gran alboroto pidiendo ayuda, a menos que le hubiera amordazado, cosa que llamaría aún más la atención de la servidumbre.

    De hecho, no era una conjetura demasiado descabellada suponer que los sirvientes de lord Shangho no estaban al tanto de sus despreciables costumbres, pues de lo contrario no habrían aceptado trabajar para él... a menos que tuvieran las mismas aficiones. Varios de ellos podían gozar de su absoluta confianza, pero difícilmente todos.

    Para entonces, Kangin estaba frenético. Cada minuto de retraso aumentaba el riesgo de que Shangho estuviera lastimando a Leeteuk, y ya habían desperdiciado treinta minutos registrando la casa.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...