El Poder del Fuego- Capítulo 12



—¿Estás seguro de que quieres ir con Boom? —Le preguntó.

—Sí. Nos necesita.

—De acuerdo entonces. Iremos, pero vas a tener que confiar en mí. Si hubiéramos sabido que eras un Suju, habrías estado aprendiendo sobre tus habilidades y lo que podías hacer con ellas desde el momento en que aprendiste a hablar. No tienes ningún entrenamiento y todo el tiempo que tenemos es el que le lleve a Booom rastrear el nido de los Sasaengs.

—¿De qué estás hablando? ¿Qué poder?

Infiernos, le iba a llevar una eternidad explicárselo. ¿Cómo podía llevarlo de que ni siquiera supiese que la magia era real a ser capaz de manejar todo eso en una sola tarde? No parecía posible.

Le tomó la mano.

—Ven conmigo. Va a ser más fácil, más rápido, mostrártelo que decírtelo.

Kangin lo condujo al exterior, bien alejados de los vehículos y la casa.

—De acuerdo, ¿ves ese tocón de allí? —Le preguntó, señalando a través del campo.

—No. Está demasiado oscuro.

Cierto. Lo olvidó. Ni siquiera sabía cómo sacar el suficiente poder de él para ver en la oscuridad.

—De acuerdo, lo primero es lo primero. Así es como funciona. En mi interior está éste depósito de energía, pero yo no puedo hacer mucho con ello. Todo lo que puedo hacer es almacenarlo. Tú, por otro lado, eres capaz de sacar esa energía de mí y utilizarla, pero no puedes almacenarla como propia. Es como un sistema de controles y balance de modo que ninguna persona esgrima demasiado poder.

—¿Poder para hacer qué?

—Lo que quieras. Puedo decirte que he visto lo que han hecho antes las parejas Suju, pero sólo te predispondría contra tus propios instintos y posibilidades. Cada pareja tiene su propia y única habilidad, cosas en las que sería mejor que los otros.

—Entonces, puede que necesites predisponerme, porque no tengo ni idea de a qué te refieres.

Kangin se negó a frustrarse. Leeteuk le había salvado la vida, lo menos que podía hacer era darle su paciencia.

—Comenzaremos con algo pequeño. Dime algo que puedes ver.

Leeteuk indicó una roca a unos veinte pies de distancia. Demasiado cerca para su comodidad, pero tendría que valer.

—De acuerdo, quiero que te imagines la roca elevándose del suelo. Voy a tocar con mi anillo tu collar para fortalecer el vínculo y asegurar que sea más fácil para ti el extraer el poder de mí.

—Ni siquiera sé por dónde empezar a hacer algo como eso. —Kangin podía sentir la confusión e incertidumbre. Le estaba empujando demasiado deprisa. Esperando demasiado.
Maldición. No se suponía que fuese así. El vínculo se suponía que sería fácil. Natural. Quizás fuera mejor si lo llevase al complejo y fuese él mismo con Boom.

—No. No te dejaré ir solo.

Kangin sintió una pequeña explosión de entusiasmo atravesándole.

—¿Oíste ese pensamiento?

Leeteuk frunció el ceño.

—No sé si “oír” es la palabra correcta, pero sí. Sabía lo que estabas pensando.

—Eso es bueno. Intenta hacerlo de nuevo, sólo que esta vez, voy a mostrarte lo que necesito que hagas, ¿vale?

Leeteuk asintió y Kangin cerró los ojos, intentando formar la imagen de lo que necesitaba de él en la mente. Formó la imagen de su poder como un ligero, brillante charco de energía en su interior. Colocó la mano sobre su garganta de modo que el anillo hiciera firme contacto con el collar.

Inmediatamente, sintió el flujo de energía saliendo de él. Esa luz se vertió en Leeteuk a través de la luceria hasta que la piel brilló con la fuerza de esta.

Lo oyó hacer un sonido de asombro, pero no abrió los ojos. En vez de eso, visualizó la imagen de su mano cogiendo la de Leeteuk y extendiéndola hacia la roca. Envió la luz irradiando de su mano hasta que ésta engullese la roca; entonces lentamente, levantó la mano, haciendo que la roca flotara hacia arriba en el interior de la luz.

Kangin abrió los ojos para ver si entendía. No sólo lo había entendido, si no que lo estaba haciendo.

No había luz brillante, pero la mano estaba extendida y la roca asomaba a tres pies por encima del suelo.

—Lo hiciste —murmuró, no queriendo romper su concentración. Su labio inferior estaba atrapado entre los dientes y temblaba por el esfuerzo. Una línea de sudor brotaba a lo largo su cara, y su pecho, su adorable pecho, estaba subiendo y bajando en rápida sucesión, haciendo estragos con su concentración.

El brazo bajó hasta que la roca volvió al suelo, y aunque estaba sin respiración, lo miró con una luz de excitación en los ojos. La boca se curvó en una orgullosa sonrisa y dejó escapar una risueña risa.

—¡Puedo utilizar la magia!

Entre la felicidad que brillaba en sus facciones y el calor de su alegría llenándolo a través de su vínculo, no pudo sino reír con él.

—Claro que puedes.

—Es la cosa más cool que haya hecho. —Gritó en un círculo y por primera vez desde que lo había encontrado, la separación física no lo hirió. Ya no tenía que tocarlo para liberarlo de su dolor. El vínculo de su luceria era aparentemente suficiente conexión. No estaba seguro si estaba aliviado por que era mucho más convincente, o extrañaba tener la excusa para tocarlo.

Tenía que encontrar otra excusa porque no estaba seguro de que fuera a dejar de tocarlo.

—Quiero intentar algo —dijo Leeteuk.

—¿Algo como qué?

—No lo sé. ¿Qué puedo hacer?

—Honestamente no tengo idea. Vas a tener que descubrirlo por ti mismo. Cada pareja es diferente y tiene su propia fuerza y debilidad.

—¿Cuántos hay como yo?

—No muchos.

—¿Puedo conocerlos?

—Conocerás a Changmin tan pronto como volvamos a mi hogar.

Esa hermosa sonrisa suya hizo que se le quedara atascada la respiración en la garganta. Leeteuk era tan precioso regalo y no tenía idea de lo agradecido que estaba por salvarle.

—Lo sé —le dijo, como si respondiera a sus pensamientos. Deslizó las manos sobre sus hombros y tiró su cabeza hacia abajo. La boca se cerró sobre la suya en un tierno beso, y el gentil toque de los suaves labios apartó todos los otros pensamientos de su cabeza.

La ternura no era suficiente para él. Ni remotamente. Quería más. Envolvió los brazos alrededor de Leeteuk y lo acercó de modo que no hubiese espacio entre ellos. El aroma del jabón de baño de lilas le llenó la nariz, y debajo de ese calmante olor estaba una mucho más excitante esencia calida. Él acarició sus labios abiertos con la lengua hasta que le permitió acceder a su boca. No perdió tiempo en reclamar el lugar como suyo, aprendiendo cada liso contorno y agudo borde. Saboreó el suspiro de placer y le ofreció uno propio.

Su piel ardía tanto que hasta el sol del verano se sentía fresco deslizándose contra él. La sangre golpeaba a través de su cuerpo, caliente y lista por más. Lo dejó sentir su lujuria, forzándola a través del enlace de modo de no tuvo elección si no sentirla. Quería que supiese cuánto Kangin lo deseaba. Quería dejar que su propia necesidad magnificase la suya. Lo quería desesperado por él. Lo anhelaba.

Leeteuk dejó escapar un gemido de necesidad y todo su cuerpo se suavizó en sus brazos.
Una embriagadora acometida de victoria se cerró de golpe sobre él, haciendo que le sujetara con más fuerza para soportar la potencia de ésta. Perderse a sí mismo en Leeteuk era tan fácil, se sentía tan bien. Estaba caliente, anhelante, hambriento y era suyo para tomarlo. Y tomarlo era exactamente lo que tenía en mente.

Quería sentirlo nuevamente desnudo en sus brazos, sólo esta vez, quería terminar de explorar su cuerpo y darle placer. Quería saborear cada lisa pulgada hasta que estuviera temblando en sus brazos, rogándole por terminar. Una astilla de cordura lo detuvo.

Se apartó del beso y aspiró profundamente el aire de la media noche. La boca se movió a un nuevo territorio, dejando una línea de calientes besos bajando por su cuello. Los dedos se enredaron en su pelo y si no tenía cuidado, se iba a quedar calvo al separarlos.

Tanto como lo quería, no había tiempo para el cuidadoso amor que tenía en mente, e incluso si lo había, él y Boom habían sangrado dándole su juramento. La esencia de sus sangres no dudaba que atraerían a los Sasaengs de cualquier oscuro agujero en el que se ocultaran.

—Tenemos que detenernos antes de que no podamos —le dijo. Su respiración era pesada y su cuerpo temblaba en resentimiento por tener que dejarlo ir.

Leeteuk estaba todavía ido y se dio cuenta demasiado tarde de que había dejado que muchos de sus pensamientos fluyeran a través del vínculo.

Sabía que los Sasaengs vendrían por ellos y no se había preocupado en ocultarle ese conocimiento. Había sentido su ansiedad y esto se había vuelto en su interior, borrando todos los rastros de lujuria.

Leeteuk se apartó, pero no encontró su mirada.

—No puedo creer que esté haciendo esto. Besarte mientras esperamos a que los monstruos aparezcan. Deseando que hiciéramos mucho más que besarnos mientras hay una casa llena de gente a ni siquiera veinte yardas de distancia. ¿En qué estaba pensando?

—Ninguno de los dos estaba pensando demasiado.

—Sí, bueno, al menos tuviste bastante sentido común para detenerte —se apartó el pelo de la cara con una temblorosa mano—. Siento haberme dejado llevar.

Estaba avergonzado. No necesitaba el vínculo entre ellos para imaginárselo. Las manchas de rubor en las mejillas era suficiente evidencia.

—Nunca lo sientas por eso. Me encanta que te dejes llevar. Me hace sentir completamente masculino.

Un indicio de sonrisa jugó en la esquina de su boca y bajó la mirada a su ingle, donde la erección apretaba la cremallera de los pantalones vaqueros.

—Si fueras más masculino, me asustarías.

—Si no dejas de hablar de esto, no se irá.

—¿Y eso sería malo porque…?

Sólo había un camino donde podía conducir esa conversación y era al césped con ambos desnudos y amándose.

—Debemos volver a la furgoneta. No me extrañaría que Boom intentara irse sin nosotros.

—¿A dónde vamos a ir?

—Encontramos un rastro que conduce al nido donde pensamos que los Sasaengs llevaron la espada de Kang. Está a las afueras de Spring Hill, no muy lejos de aquí.

—Y vamos a seguirlos y recuperar la espada, ¿correcto?

—Exactamente. Si tenemos suerte, los Sasaengs estarán de caza y no tendremos que luchar con todo el nido para recuperar la espada.

—Dijiste que era invisible. ¿Cómo vamos a encontrarla?

—Sólo es invisible cuando está enfundada. Changmin infundió todas nuestras espadas con ese poder de modo que pudiéramos llevarlas sin la interferencia de las autoridades humanas.

—¿Eso es por lo que tu espada aparece justamente de ningún lado? —le preguntó.

—Si. ¿Quieres sentirla?

Leeteuk arqueó una oscura ceja.

—Por favor dime que no acabas de decirme que sienta tu espada.

Kangin dejó escapar una carcajada. Le hacía sentirse bien el reírse y no podía recordar la última vez que había disfrutado de tan simple placer. Meses, quizás años.

Cogió su mano y enlazó sus dedos mientras caminaban sobre el césped hacia la furgoneta.
Boom estaba ayudando a colocar a la señorita Sora en la camioneta de los Elf mientras Yoojin estaba hablando en voz baja con uno de sus primos. Él no parecía feliz, pero le dio un duro abrazo y la observó cuando ella se alejó en su propio desvencijado vehículo.

—Voy a decirle adiós a la señorita Sora —dijo Leeteuk.

Casi iba a decirle que lo hiciera rápidamente, pero se contuvo. No les haría daño esperar un minuto más para que Leeteuk se asegurara que todo iba a estar bien con la anciana. Iba a necesitar tener la mente libre de distracciones durante las próximas pocas horas.

Kangin siguió a Boom al interior del rancho, donde reunió una brazada de herramientas que habían sacado de la furgoneta. Su amigo ni siquiera encontró su mirada cuando le dijo:

—Cámbiate de camiseta antes de que consigas que nos maten a todos… No te rindas todavía, Boom. Todavía hay tiempo para que encontremos a otro como Leeteuk. No puede ser el único.

—Sé lo mucho que te gusta jugar a la animadora, pero no voy a comprar tu mierda. Así que déjalo.

—Así que… ¿Qué? ¿He tenido suerte y ya ni siquiera puedes ser mi amigo? ¿Es eso?

Boom se detuvo en seco en sus tareas y dejó que todo lo que llevaba en los brazos cayera al suelo. Y llevaba mucho.

Se volvió lentamente, llevando una mirada que Kangin nunca había visto en su rostro. Sin esperanza. Desesperación.

—Quisiera estar feliz por ti, Kangin, pero es demasiado tarde para eso.

—El infierno que lo es. Somos como hermanos. Tan pronto encontremos la espada, Leeteuk y yo te ayudaremos a encontrar a tu pareja. Sé que querrá hacerlo por ti.

—¿Qué parte de “es demasiado tarde” no captas? —Boom apretó los dientes en un obvio esfuerzo por controlarse y cuando habló de nuevo, vio un vislumbre del hombre que recordaba. Gentil. Amable. Paciente. La voz era un bajo susurro de derrota y presionó la mano sobre su marca de vida como si le doliese—. Estoy fuera de tiempo. Ya puedo sentir el cambio viniendo por mí. Está sucediendo más rápido de lo que pensaba y no puedo controlarlo.

—No —dijo Kangin, negándose a creer que fuera verdad—. No puedes darte todavía por vencido. Leeteuk lo cambia todo.

—Para ti, sí. No para mí.

—Prométeme que aguantarás hasta que encontremos a tu Leeteuk.

—No.

—¡Maldición! ¡Prométemelo!

Boom no dijo nada. Recogió las cosas que había dejado caer y siguió hacia el rancho en silencio.

Con cada enojado paso, podía ver más del amable hombre que había sido desvaneciéndose lentamente. Boom estaba fuera de tiempo y no había nada que pudiera hacer para detenerlo.



Kyuhyun quiso gritar. No, el gritar no habría hecho nada para calmar su rabia. Quería hacer pedazos el SUV con las manos desnudas y lanzar cada pedazo al lago. Eso quizás lo alejara del borde.

Sungmin se había ido. No que se marchase y lo hubiese encontrado después. Él se había esfumado. Realmente esfumado. No había rastro de él.

Lo había marcado con una marca de sangre un tipo de dispositivo de rastreo biológico que debería haber sido capaz de localizarlo a medio camino al otro lado del planeta, y sabía que no se había ido tan lejos. Incluso si había saltado a un avión, debería haber sido capaz de sentir al menos la dirección que había tomado.

El viento de la noche barrió a través de la ventanilla abierta, trayendo consigo el sonido de los grillos. No se había preocupado en lavarse la sangre del brazo, aunque había tirado la camiseta por la ventana hacía unas pocas horas en otra igualmente desértica carretera.

No había quedado mucha sangre que pudiera atraer a ningún Sasaeng, e incluso si lo hacía, estaba deseoso por una lucha. Infiernos, quizás le ayudase a quemar algo de la ansiosa tensión que había estado creciendo en él a cada segundo.

¿Cómo se había liberado tan fácilmente? No parecía posible.

Kyuhyun llamó a Zhoumi, esperando hacer algún progreso en otro camino.

—Qué hay, Kyuhyun —respondió, sonando lo bastante amigable para joder aún más a Kyuhyun.

—Necesito que pongas todos tus pequeños artilugios rastreadores sobre un camarero llamado Sungmin.

—Yo estoy bien. ¿Y tú?

—Corta esa mierda hombre. Esto es serio.

—Tus gruñidos son mis órdenes. ¿Sungmin quien?

—¿Cómo debería saberlo? Todo lo que conseguí fue el nombre en su placa de identificación.

—¿Has pensado que quizás haya tomado prestada la placa de otro?

Kyuhyun no iba admitir ser tan estúpido. Ni en broma.

—Solo ayúdame, por favor.

Ouch, ese casi ruego había dolido.

—Wow. Debes estar desesperado para usar la palabra con “p”.

—Jódete —farfulló Kyuhyun en voz baja.

—Sí. Ese el Kyuhyun que yo conozco y quiero. Siempre encantador. De acuerdo, ¿qué más puedes darme?

—¿Qué más? Ya te di su nombre.

—Soy bueno, pero incluso yo voy a necesitar un poco más que eso.

—El conducía un viejo Honda Civic.

—¿Matrícula?

—Estaba un poco demasiado ocupado persiguiéndolo a pie para notarlo.

—Habría pagado dinero por ver esa carrera.

—No me hagas volver y herirte.

—Sí, sí. Tú eres enorme, resistente y malo y estoy temblando en mis botas. ¿De qué color?

—Es rubio. Con esos ojos mezcla marrón chocolate y…

—El coche, pendejo. ¿De qué color era el coche?

—Oh. Uh. Rosado oscuro. Quizás un poco azul en algún lado.

—Azul. Vale. ¿Recuerdas de qué estado era la matrícula?

—Kansas.

—Eso ayudará. ¿Algo más que puedas darme? ¿Otros nombres por los que lo llamara la
gente? Quizás hasta puede que te escribiera su número de teléfono en una servilleta y te la deslizara.

—¡Número de teléfono! —Kyuhyun se movió a través del registro de llamadas hasta que encontró el número que había sacado del teléfono móvil de Leeteuk. Estaba registrado veinte veces, de modo que no era difícil de localizar. Le leyó el número a Zhoumi.

Después de algunos golpes de teclado, Zhoumi dijo:

—Prepago. No hay nombre. Pagó en efectivo. Eso no nos sirve de nada. Lo siento.

—Tengo que encontrarlo.

—¿Por qué? ¿Te debe dinero? —Preguntó Zhoumi.

—Gracioso.

—Lo intento.

Kyuhyun controló el pánico. Aterrarse no haría ningún bien a nadie.

—De acuerdo. Pregunta hipotética. Si colocas una marca de sangre sobre alguien y algunas horas después esta desaparece, ¿qué significa?

—¿Pusiste una marca sobre él y desapareció? Eso ni siquiera es posible. Ni siquiera si estuviese muerto.

—Habría dicho lo mismo hace media hora.

Zhoumi emitió un silbido bajo.

—Tienes que llamar a Hyungsik por esto. O a Kevin. Soy bueno con los rastreadores electrónicos, pero si le has puesto una marca de sangre y se deshizo de esta, no tengo pista alguna de cómo ayudarte.

—¿Puedes al menos utilizar tu mojo para ver si puedes encontrarlo a través de su tarjeta de crédito o algo así?

—Puedo intentarlo. Todo lo que tenemos es el modelo de su coche, quizás el color, el estado en el que estaba registrado, y un nombre que tenía puesto en una placa. Nada de eso es sólido, tío, pero haré todo lo que pueda.

—Gracias.

Kyuhyun cortó la llamada y dejó el teléfono antes de lanzarlo contra el interior del parabrisas. No creía que Boom apreciara que jodieran su coche de esa manera.

Subió la ventanilla y accionó el aire acondicionado. Sus opciones eran seguirlo sin saber qué camino había tomado, o ayudar a sus compañeros a patear algunos culos.

No era una difícil elección. Sungmin se había ido y él estaba de un puñetero humor para
patear culos.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...