El Poder del Fuego- Capítulo 16



Leeteuk estaba demasiado cansado para asustarse. No tenía la energía para ello. Especialmente no después de un sexo como ese. Había sido como un cataclismo para él, dando vuelta su mundo y resquebrajando sus bases hasta que ya no sentía como si estuviera sobre suelo sólido.

Había sentido cosas a través de Kangin. Visto a través de sus percepciones. Finalmente había visto lo que Kangin vio cuando lo vio, lisa y suave piel, largas y bien delineadas piernas. Había sido bizarro haberse visto a él mismo, pero no sentir en la forma en que se suponía que se sentía acerca de su cuerpo. Lo había excitado y eso era verdaderamente perturbador. Al menos lo era ahora. En ese momento, lo había amado, revelado en la manera en que podía hacer a Kangin sudar con la necesidad de embestir dentro de él. ¿Cómo podía no amarlo sólo un poco cuando podía ver cuán noble y cuidadoso hombre era? ¿Lo que había sacrificado para proteger la humanidad? ¿Que ni una vez había pensado acerca de lo que debería recibir en retribución por sus esfuerzos?

No, lo que lo asustaba era el hecho de que si lo dejaba llegar demasiado cerca, cuando él muriera, esa cercanía sólo lo haría sufrir, y ya sufría demasiado. No quería eso para él. No quería que lo amara y tuviera que verlo morir de la manera que lo había hecho con Boom, en la manera en que lo había hecho con los incontables rostros que había visto en su mente. No era justo que le hiciera eso sin importar cuánto la idea de ser amado por un hombre como Kangin lo entusiasmara. No se dejaría ser tan egoísta sin importar cuán tentador fuera.

Tenía una responsabilidad para con Kangin de mantener su distancia. No llamaría a lo que habían compartido un error, era demasiado hermoso para eso, pero no podía dejar que volviera a suceder. Esa clase de intimidad era demasiado peligrosa para su resolución de protegerlo.

—Detenlo —su voz retumbó en su oído, que estaba presionado firmemente contra su pecho.
Leeteuk se elevó, sintiendo que su cálida piel se enfriaba al contacto con el aire.

—¿Detener qué?

Una gran mano ahuecó su cabeza y volvió a posarlo sobre su pecho mientras que la otra lo rozaba a lo largo de su espalda en una suave caricia.

—Me estás dejando afuera. No me agrada eso.

No tenía la fuerza para luchar contra su agarre, así que se permitió disfrutar la sensación de estar entre sus brazos, de yacer contra su musculoso pecho. Podía ser la última vez que tuviera para sentir esa sensación de estar seguro y saciado.

—Estoy sintiéndome un poco vulnerable en éste momento.

—Únete al club. Eso fue… increíble.

Oh, bebé. Había sido mucho más que eso, pero no iba a inflar su ego diciéndoselo. Ya iba a ser bastante duro resistirse a él ahora que sabía cómo era. No le iba a dar más munición.

—Y desordenado. —Lo que le recordó—. No usamos protección. No puedo creer que ni siquiera pensé en ello.

Un pequeño chorro de miedo lo hizo tensarse ante la comprensión.

—Está bien —le dijo, sosteniéndolo en el lugar, así no podía alejarse de él—. No puedo enfermarte, como tampoco puedo darte un niño.

—¿Cómo puedes saberlo?

—Somos estériles. Ninguno de los Suju ha tenido hijos por más de doscientos años —su voz era tensa, casi enfadada, pero sus manos eran gentiles sobre su espalda.

Se permitió relajarse contra él, tratando de entender el significado de aquellas pocas palabras.

—¿Eso te hace de más de doscientos años de edad?

—Sí, lo hace.

Está bien, eso era un poquito espeluznante, pero entonces estaba a la par con el curso de las cosas desde que vio a Kangin. Todo de lo que había sido testigo desde la última noche había virado a un espeluznante territorio.

—Cuéntame cómo es.

—¿Ser así de viejo?

—No, vivir una vida como la de ustedes. Todos los monstruos. Portando una espada. Viviendo con magia. Es todo tan… extraño.

Lo sintió encogerse de hombros bajo su mejilla. Sus músculos fluyeron con una ligera fuerza y sin embargo estaba tan agotado para hacer nada acerca de ello, apreciaba su cuerpo y la manera en que le hacía zumbar por dentro sólo el estar cerca a él.

—Nací en la comunidad Centinela. Mis padres fueron Suju enlazados. Crecí peleando contra los Sasaengs durante toda mi vida, así que no conozco otra manera.

—¿Si tus padres fueron Suju y te tuvieron a ti, entonces qué te hace pensar que los Suju no pueden tener hijos?

—Hemos hecho estudios. Todos nuestros hombres son infértiles. Nunca hemos sido un pueblo muy prolífico, así que es difícil determinar cuándo o cómo ocurrió. La teoría Zea es que es algo que los Sasaengs nos hicieron sin nuestro conocimiento, alguna clase de envenenamiento, quizás.

Esa era una idea horrible. No podía evitar tratar de darle algo de consuelo.

Acarició su pecho y sintió la calidez de la luceria. Hasta que sintió el calor, no se había percatado que había estado tratando de alcanzarla para él, tratando de consolarlo de esa manera también. Usando el enlace que era cada vez más natural para él. Iba a tener que ser cuidadoso, porque era tal la conexión íntima, algo que nunca había compartido con nadie anteriormente.

Leeteuk necesitaba poner algo de distancia entre ellos. Necesitaba algo de privacidad y una oportunidad para aclarar sus pensamientos. Su mundo estaba patas para arriba y necesitaba algo de espacio para enderezarlo.

—Voy a arreglarme.

Kangin lentamente lo soltó, como si le diera la libertad de mala gana. Dejó salir un suspiro de pena.

—Necesitamos ponernos en movimiento de nuevo, de todos modos. Quiero estar en casa antes del anochecer.

—Cuando los monstruos salen —se recordó.

Se sentó y cepilló su enredado cabello apartándolo de su rostro.

—Eso, y el hecho de que quiero encontrarte algo de ayuda con tu visión. Sé que crees que es real, de que vas a arder hasta la muerte, pero no puedo creerlo. No quiero que lo creas, tampoco. Tanto tiempo como creas que vas a morir, vas a tenerme a la distancia de un brazo, y eso ni siquiera es lo bastante cerca para mí.

Leeteuk vio una luz posesiva brillar en sus ojos, recordándole todas las cosas que le había mostrado que quería hacerle, todas las traviesamente maravillosas cosas que le esperaban. Un profundo calor pulsaba abajo en su vientre. Tenía que recordarse respirar.

—¿No lo es? —Se las arregló para pronunciar.

—Tengo planes para ti, Leeteuk, y la mayoría de ellos nos involucran estando muy cerca y muy desnudos por un largo, largo tiempo. Es mejor para ambos si sólo te acostumbras a la idea.

—No estoy seguro de que pueda acostumbrarme a alguna de esas ideas tuyas.

La sonrisa que le dio era puro y letal pecado.

—Amarás cada una de ellas. Me aseguraré de ello.

Leeteuk durmió de camino a la casa de Kangin. Se despertó cuando la camioneta aminoró al tiempo que se acercaba a lo que sólo podía pensar como una fortaleza. Un espeso muro de piedra rodeaba más acres de los que podía ver. Todos los árboles cercanos al muro habían sido podados.

El muro tenía que tener quince metros de altura, y a lo largo de su cima había un enredado alambre de púas y anchos picos de metal que se veían bien afilados. El único camino que podía ver era una enorme entrada de hierro.

Kangin se dirigió a esa entrada y presionó su mano en un panel luminoso. Al menos tres lentes de cámaras se enfocaron en ellos.

—ID —dijo una profunda voz desde un parlante montado en el panel.

—Soy Kangin, idiota. Abre.

—No estás solo.

—¿Celoso, Zhoumi?

—Absolutamente. Le dejaré saber a Shindong que estás aquí.

La puerta gigante se abrió más rápidamente de lo que hubiera pensado dado su tamaño. Kangin manejó a través de ella, y la cosa se volvió a cerrar antes de que su parachoques despejara la entrada.

No estaba seguro si esa clase de atención a los detalles en cuanto a la seguridad lo hacía sentir mejor o mucho, mucho peor.

—Estamos seguros aquí —le dijo Kangin, echándole un rápido vistazo.

Leeteuk evitó mirar a sus ojos. Desde que había salido de su cama, Kangin le había estado observando como si midiera sus emociones. Había mantenido un fuerte asimiento en la agarradera entre ellos y podía decir que estaba empezando a irritarlo.

Que mal. Iba a tener que aprender a manejarlo. Al menos hasta que encontraran la espada de Kang. O hasta que él muriera. Lo que fuera que ocurriera primero.

Leeteuk miró por la ventana. La tierra allí era salvaje y muy crecida en algunos lugares y cuidadosamente recortada en otros. Antiguos y altos árboles sombreaban todo, protegiendo el área del caluroso sol veraniego.

Al acercarse más, podía ver que el edificio en frente era sólo una parte de la enorme estructura. Detrás de él había alas gemelas disparadas desde la parte trasera, y cada una de aquellas tenía dos alas sobresaliendo a su vez.

—¿Qué es éste lugar?

—Mi hogar. Lo llamamos la SM. Es también el hogar de cerca de quinientos Centinelas y humanos.

—Es enorme.

—Tiene que serlo. De lo contrario nos mataríamos entre nosotros —sonaba serio—. ¿Ves el ala norte?

Asintió, sabiendo para dónde estaba el norte sólo debido a que el sol se estaba poniendo tras ellos.

—Allí es dónde los Suju vivimos. Mi suite es la tercera desde el final.

Manejó hacia un edificio separado, un garaje lo bastante grande para albergar al menos un par de cientos de autos.

—Lo que sea que suceda aquí, es importante que sepas que estoy de tu lado —su voz era sombría.

—Eso suena un poco ominoso.

—No todos van a estar contentos de que te haya encontrado. Nuestros varones están muriendo, Leeteuk. Algunos de ellos te verán como un signo de esperanza de que haya otros allí afuera como tú, pero no todos. Algunos verán sólo lo que no pueden tener. Es importante que no vagues alrededor solo. Es… doloroso ser un varón Suju sin ninguna manera de liberar todo ese poder. No todos pueden controlar sus impulsos cuando se enfrentan con tanto dolor.

—¿Estás diciendo que intentarían lastimarme?

—No. Tratarían de tomarte para ellos, pero al hacerlo, te lastimarían. Permanece cerca de mí. O de Yunho.

—¿Quién es Yunho?

—El esposo de Changmin. El único otro Suju enlazado aquí. Tiene ojos sólo para Changmin, así que estarás a salvo con él.

No le agradaba cómo sonaba nada de eso.

—¿Cuánto tiempo tenemos que quedarnos aquí?

—El tiempo suficiente para descubrir qué es lo que tu visión está tratando de decirte y para elegir la siguiente dirección sobre la espada de Kang.

Y para colgar la espada de Boom en el Salón de los Caídos.

Escuchó el pensamiento de él dentro de su cabeza, enlazado con una profunda y dolorosa pena que no podía esconder.

Ya no le importaba que estuviera tratando de mantener la distancia. No podía dejarlo sufrir su dolor en soledad.

Desabrochó su cinturón de seguridad y se arrastró hasta su regazo, despreocupado de cuán difícilmente cabía tras del volante. Kangin necesitaba consuelo, maldición, e iba a dárselo.

Le sostuvo en silencio mientras acariciaba su pecho, dándole el pequeño apoyo que podía.
Kangin volvió a cerrar fuertemente su mente, pero podía sentirlo luchar contra su dolor de otras maneras. Estaba rígido y sosteniéndolo en un casi desesperado abrazo, como si no pudiera soportar la idea de dejarlo ir. Nunca.

Por un loco momento, Leeteuk quería eso más de lo que había querido cualquier otra cosa en su vida. Se estaba enamorando de él demasiado rápido, demasiado profundamente. Su sufrimiento silencioso lo estaba matando. Sabía que era lo suficiente fuerte como para sobrevivir, pero no lo quería apenas sobreviviendo. Lo quería feliz. Lo quería siendo amado. Quería que tuviera todas las cosas de la vida que estaba protegiendo para otros. Familia, seguridad, paz.

Kangin le dio un duro apretón y podía sentirlo empujando su control de nuevo a su alrededor como un manto. El cuerpo de él se relajó, aspiró un profundo aliento, y lo dejó salir en un suspiro de aceptación.

—Están esperando por nosotros. Deberíamos ponernos en movimiento.

—¿Quién está esperando?

—Ya verás. Vamos.

Lo guió a un túnel subterráneo que se dirigía al enorme edificio en el que vivía. Fueron a través de un corredor que se abría a una enorme habitación. Un cielo raso de vidrio de quince metros de altura dejaba entrar la luz del atardecer. Altas plantas verdes estaban en grupos aquí y allá, creciendo bajo la generosa luz del sol que la habitación tenía durante el día.

La mayor parte de la habitación era un área comedor con un revoltijo de mesas y sillas.
Unas pocas personas se encontraban sentadas a las mesas bebiendo café o leyendo libros, viéndose tan cómodas como si hubieran estado en sus casas privadas. El resto de la habitación era para entretenimiento. Había una mesa de pool y cuatro televisores de alta tecnología, cada uno rodeado por un par de sofás y varias sillas aparentemente cómodas.

Dos grupos de niños estaban jugando a los videojuegos, desdeñando los muebles así podían sentarse más cerca de los televisores. Tres mujeres repantigadas, disfrutaban una tranquila conversación mientras mantenían una mirada sobre los niños.

—Pensé que dijiste que no podían tener niños —dijo Leeteuk.

—Esos son niños humanos. Hay varias familias humanas viviendo aquí y algunos niños que han sido dejados huérfanos por los Sasaengs.

—¿Quieres decir que hay un montón de humanos que saben acerca de ustedes? Pensaba que era un gran secreto. Dijiste que la señorita Sora no podía saber nunca sobre ustedes, que era peligroso para ella.

—Lo es. Es por lo cual mucha de ésta gente está aquí. A no todos se les pueden borrar los recuerdos de manera efectiva. Su única oportunidad es vivir aquí o tomar sus riegos afuera.

—Con razón necesitan un lugar tan grande.

La boca de Kangin se apretó con frustración.

—Necesitaríamos uno mucho más grande si la gente no fuera tan testaruda. La mayoría de las personas eligen tomar su riesgo.

—¿Qué les ocurre?

—Mueren —su tono era tan sombrío y enfadado que la dejó estupefacta—. A veces somos lo suficiente afortunados para salvar a los niños una vez que los padres son asesinados, pero no lo bastante frecuente.

Leeteuk no podía imaginarse lo que eso debía ser, el advertir a las personas del peligro y que te ignoraran. El que ello sucediera una y otra vez y ser impotente para hacer nada salvo limpiar los pedazos, lo que en ese caso eran niños huérfanos.

Entrelazó sus dedos con los de él y sintió el zumbido en respuesta de su anillo contra su piel.

—Lo siento, Kangin. Tienes tanto horror en tu vida. No sé cómo lo soportas.

Se encogió de hombros, pero fue demasiado rígido como para que pareciera casual.

—Es para lo que fui creado. Tenemos un trabajo que hacer y revolcarse en la autocompasión no va a terminarlo. Además, sí salvamos a algunos de ellos —dijo, sus ojos se volvieron cálidos al tiempo que veía a los niños jugar—, y eso hace que las partes duras sean mucho más fáciles de ser soportadas.

Un pesada puerta de vidrio que daba a un patio se abrió, Kyuhyun entró en la habitación, sin camiseta y brillando por el sudor. Tenía un tatuaje de un árbol como Kangin en su pecho y las pocas hojas ondeaban enojadamente sobre él. Se dirigió directamente hacia Leeteuk con su ancha mandíbula duramente tensa. Sus pálidos ojos estaban fijos en él y brillaban con rabia.

Sintió la tensión de Kangin, quien se adelantó protectoramente frente a él. Su mano se situó en la empuñadura de su espada, y aunque no pudo verla antes, ahora que él estaba tocándola, notó un ondeante brillo de metal entrar y salir de la vista.

Leeteuk realmente esperaba que no tuviera que sacarla. Recordaba demasiado bien de lo que era capaz con esa arma.

—¿Dónde está él? —Gruñó Kyuhyun en un casi sonido animal.

Leeteuk dio un involuntario paso hacia atrás ante la vista de su poderoso enfado. Su mente quedó en blanco y en todo en lo que podía pensar en decir era:

—¿Quién?

—Sungmin. ¿Dónde se está escondiendo?

¿Sungmin? Leeteuk había estado tan envuelto en sus propios problemas que se había olvidado que Sungmin había estado involucrado en ese desastre también. Entonces el significado de sus palabras se asentó y se sintió un poco mejor. Kyuhyun no sabía dónde estaba. Había escapado antes de que hubiera visto a cualquiera de los monstruos, así que su mente estaba a salvo.

—No lo sé.

La boca de Kyuhyun se curvó en un gruñido.

—Estás mintiendo. Dime dónde está. Ahora.

Leeteuk vio que las personas en la enorme habitación se giraron a mirarlos y quería esconderse en un agujero. O quizás no. Allí era donde los monstruos vivían.

—No está mintiendo —dijo Kangin en una baja y calmada voz.

Sostenía en alto su mano izquierda, mostrándole a Kyuhyun el anillo que estaba destellando con brillantes y feroces rojos y anaranjados.

—Lo sabría si lo estuviera haciendo.

Los ojos de Kyuhyun se dirigieron al anillo y se abrieron de par en par con aturdimiento.

—¿Lo reclamaste? El es… ¿Cómo es posible?

—No lo sé, pero tengo el presentimiento de que Hyungsik está trabajando para descubrirlo
—la voz de Kangin estaba tensa a causa del enojo cuando mencionó el nombre de Hyungsik, aunque Leeteuk no sabía por qué.

Había salvado a Kangin, después de todo.

Kyuhyun miraba de Leeteuk al anillo y de nuevo a él. Las oscuras líneas de su rostro se mudaron del enfado en una desesperada clase de esperanza.

—Tengo que encontrar a Sungmin. Por favor, ayúdame —estaba rogando y podía decir por la ronquera de su voz que no era un hombre acostumbrado a rogar por nada.

Leeteuk sufría por él, por el dolor que sabía que estaba sufriendo, por la frustración que tensaba su gran cuerpo.

—Desearía poder hacerlo, pero no puedo. Éramos amigos, pero nunca me dijo mucho acerca de sí mismo. Tengo la sensación de que estaba huyendo de alguien.

Kyuhyun fue tras su brazo, pero Kangin lo interceptó y sostuvo su gruesa muñeca en un fuerte agarre.

—Sin tocar —dijo.

Kyuhyun le dio un rígido asentimiento y retrocedió su mano.

—¿Qué te hace pensar que está huyendo?

Leeteuk trató de expresar sus razones.

—Estaba híper-vigilante. Estaba al tanto de lo que sucedía a sus alrededores, lo que es una de las cosas que lo hacía tan grandioso mesero. Y… —Leeteuk se calló, teniendo la sensación que de alguna forma estaba traicionando a su amigo.

—¿Y qué? —Demandó Kyuhyun.

Kangin se volteó hacia él y le ahuecó el hombro con su gran mano. La calidez penetró en su piel y no podía evitar inclinar la cabeza hacia un lado, esperando que moviera ese calor, haciéndolo subir por su garganta. Cada vez que el anillo de él estaba cerca de la cinta alrededor del su cuello, sentía la necesidad de ambos de conectarse. Era extraño sentir el empuje magnético de un objeto inanimado, casi como si las cosas pudieran tener deseos por sí mismas.

—Si sabes algo, necesitas decírnoslo. Te juro que Kyuhyun nunca lastimaría a Sungmin.

—Eso lo sé —dijo—. Pero también sé que Sungmin es una persona reservada. Cuales quieran que sean los problemas que tenga, quiere arreglárselas por sí solo.

—Podría no ser capaz de hacerlo —dijo Kangin.

Los ojos de Kyuhyun le imploraban.

—Es sólo una pequeña cosita, Leeteuk. No lo dejes solo allí afuera. Necesito encontrarlo.

—Puede que sea pequeño, pero difícilmente esté indefenso.

—Si los Sasaengs están tras él, lo estará.

Leeteuk no había pensado en eso de esa manera. Quizás tenían razón. Quizás Sungmin sí necesitaba ser encontrado.

—Vivía en su auto. Si huía, tendría todo lo que necesitara para seguir huyendo.

—Hijo de puta —dijo Kyuhyun entre dientes.

Varios jóvenes sonrieron y los adultos que los observaban le fruncieron el ceño.

—Lo siento —murmuró avergonzado.

—¿Puedes pensar en algún lugar al que podría haber ido? ¿Tenía familia? ¿Mencionó alguna vez un pueblo en particular? —Preguntó Kangin.

—No. Nunca habló de sí mismo. Ni siquiera cuando le pregunté. Por un tiempo, creí que estaba huyendo de un esposo abusivo, pero luego empecé a conocerlo.

—¿Y eso te hizo cambiar de parecer? —Preguntó Kyuhyun, dándole toda su atención.

Era más que una pequeña intimidación el ser el foco de tanta determinación.

—Sungmin no hubiera huido de un hombre que le hubiera golpeado. Hubiera o arrojado su culo en la cárcel o devuelto el golpe.

—No bromees. —Kyuhyun frotó su brazo donde la herida de la puñalada que Sungmin le había dado estaba casi curada.

Leeteuk se preguntaba si Hyungsik había tenido oportunidad de curarlo a él también. Parecía demasiado pronto para que la marca hubiera desaparecido dejando piel nueva en su lugar.

—¿Piensas que está en peligro? —Le preguntó Leeteuk a Kangin.

Rogaba que no. No quería a ninguno de sus amigos heridos. Con la pobre señorita Sora ya era demasiado.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...