No tuve que levantar la vista cuando sus botas golpearon en la parte inferior de las escaleras del porche para saber que mi hermano había encontrado el camino hacia donde yo estaba. De alguna manera, siempre se las arreglaba para aparecer cuando más lo necesitaba.
Al
principio había dejado Seúl sin decirle nada a nadie. No le dije a Siwon que me
iba, y no llamé a Zhoumi para hacerle saber qué estaba pasando. Solo tomó que
bajara del avión y tomara un taxi a la oficina del abogado de mi padre para que
cambiara de opinión. Estuve inmediatamente inundado de tanta información, se me
dieron tantas decisiones por tomar, que tuve que tomarme un segundo para
ordenar mi mente y darme cuenta que no podía cerrar la puerta sobre dónde había
estado y quién había sido por mí mismo. Necesitaba que Zhoumi me ayudara a
hacerlo de una vez por todas.
Llamé
a mi hermano pequeño y lo puse al día, lo que por supuesto llevó a que me
gritara durante cinco minutos por tratar de manejar todo esto yo solo. Supe tan
pronto como colgué el teléfono que estaría haciendo una aparición tan pronto
como pudiera organizar volver a un lugar al que ninguno de los dos quería
volver a ver jamás.
Llamé
a Siwon y también le di un pequeño resumen. Lo tomó más estoicamente y me dijo
que me tomara tanto tiempo como necesitara. También me recordó que estaba allí,
que todos estaban allí si necesitaba algo, y me dijo que no me olvidara de ese
hecho. Le dije que estaba lejos de tomar las cosas buenas en mi vida por
sentado, y que le haría saber cómo resultaba todo.
Los
pasos de Zhoumi resonaron en los escalones de madera que adornaban el elegante
porche de la casa. No levanté la mirada hacia él. En su lugar, cerré mis ojos
mientras se sentaba a mi lado en el escalón más alto y enganchaba un brazo con
el mío mientras apoyaba su cabeza en mi hombro.
—Estoy
sorprendido de que Henry te dejara venir solo aquí. —Eché mi cabeza un poco
hacia un lado para que estuviera apoyada en la suya. Nunca habíamos sido
capaces de hacer esto cuando éramos niños. Solo ser nosotros. Siempre era una
lucha sobrevivir sin tiempo de tranquilidad para simplemente apreciar la vida y
el paisaje.
—Él no
pertenece a este lugar. —Su voz ronca era tranquila y no podía estar más de
acuerdo con él.
—No.
Nos
sentamos en silencio y apreciamos la enormidad de estar en un lugar en el que
ninguno de nosotros pensamos que seríamos capaces de estar, en nuestra tierra
natal. Era surrealista y estoy seguro que era tan abrumador para él como lo era
para mí.
—Entonces,
¿qué vas a hacer ahora? —Conocía a Zhoumi lo suficiente para saber que no me
estaba preguntando por la granja.
Dejé
que mis ojos se cerraran y respiré hondo. Era al único a quien se lo iba a
decir, a quien le confiaría toda la sórdida historia. Sabía que Zhoumi guardaría
mis secretos y protegería al joven por el que tanto me preocupaba, así que le
expuse todo. La mamá de Leeteuk, la proposición, estar atrapado entre mentirle
al único joven que alguna vez iba a amar, con el fin de estar con él o en
cambio decirle la verdad y herirlo, destrozando su mundo.
Sabía
que Zhoumi vería la imposibilidad de todo eso, y mientras la historia se
desarrollaba, lo oía dar gritos ahogados y maldecir mientras iba más profundo.
Le conté sobre los juegos que me gustaba jugar, más que nada porque no pude
evitar hacerlo y cómo Leeteuk fue lo suficientemente rápido y valiente para
gritarme por mi mierda cada una de las veces.
Le
dije que ya ni siquiera veía la placa y que la idea de estar enamorado de un
policía ni siquiera me perturbaba porque sabía, simplemente sabía, que nunca
jamás iba a volver a aquel lugar donde iba a ser un peligro para mí o para
otros. Amar a Leeteuk me había dado la fuerza suficiente para dejar atrás el pasado
y dejar de intentar predecir el futuro. Todo lo que me preocupaba era el aquí y
ahora.
Cuando
todas las palabras fueron dichas, cuando todo fue purgado fuera de mí, me di
cuenta que Zhoumi tenía lágrimas silenciosas corriendo por su rostro. Sacudió
su cabeza hacia mí y se inclinó para rozar su húmeda mejilla en el hombro de mi
camiseta, lo que me hizo reír.
Tan
bajo que casi no lo escuché, me dijo:
—Brilla
fuera de ti, Kangin.
Estaba
hablando de lo bueno, y finalmente pensé que quizás tenía razón.
—Dejé
que el Estado cremara a mi padre. Voy a llevar sus cenizas al campo y las voy a
esparcir por allí. Luego voy a llamar al abogado de bienes raíces y voy a
decirle que junte las ofertas que ha recibido por este lugar desde que los
padres de mi papá murieron. Al parecer, esta propiedad es mercancía caliente y
la gente de por aquí ha estado esperando ansiosamente que vaya al mercado por
años.
Hizo
un ruido con la garganta.
—¿Estás
seguro de que no quieres quedártela? Es hermosa. Reí secamente.
—No es
mía. No pertenezco aquí, y ambos sabemos que la belleza no lo es todo. Además,
los números que el abogado estaba lanzando no estaban nada mal. Puedo pagar las
facturas médicas que aún debo. Puedo darte el dinero suficiente para que pagues
tu posgrado. —Levantó su cabeza en sorpresa y me miró boquiabierto. Le sonreí—.
Puedo comprar este nuevo local en el que Siwon me pidió que me asociara con él.
Puedo arreglar el Nova. Puedo considerar comprar mi propio bar y mudarme de mi
apartamento de mierda. Es dinero suficiente para realmente empezar de nuevo con
un borrón y cuenta nueva.
—Guau…
¿todo eso por un montón de malas hierbas?
Me
reí.
—Has
estado fuera del campo por demasiado tiempo. De buena fe ahora eres un chico de
la ciudad.
Se
encogió de hombros.
—Es
cierto. —Compartimos una sonrisa y me dijo de todo corazón, que hizo que
doliera mi pecho—: Solo quiero que hagas lo que sea que te haga feliz.
Eso
fue exactamente lo que le había dicho cuando dijo que se iba a ir de Seúl para
tener más tiempo con Henry.
—Tuve
una oportunidad de ser feliz. Realmente no funcionó para mí.
Suspiró
de nuevo y se puso de pie mientras yo hacía lo mismo. Tomé la escueta urna que
estaba en los escalones junto a mis pies y levanté una ceja hacia él. Asintió
solemnemente y me siguió mientras comenzaba a dirigirme hacia uno de los campos
de tabaco.
—No
puedes simplemente dejar las cosas con Leeteuk tal como están, Kangin. Ambos se
merecen algo mejor que eso, y él es inteligente. Una vez que su corazón deje de
doler tanto, va a comenzar a poner las piezas juntas por sí solo.
Nos
merecíamos algo mejor, y quizás Leeteuk lo descubriría todo con el tiempo, pero
no tenía una respuesta a cómo arreglarlo mientras el tiempo pasaba, así que
simplemente pasé un brazo alrededor de los hombros de Zhoumi mientras
caminábamos silenciosamente hacia uno de los campos para cerrar la puerta del pasado
y todas las cosas malas y los demonios que vivían allí en la oscuridad… para
siempre. No había un antes y un después. Estaba solo este momento; aunque
apestaba y se sentía horrible, aun así era el único momento en el que quería
estar.
Mi
primer instinto fue aparecerme en la puerta de Kangin cinco segundos después de
que me dejara y exigirle respuestas a la vez que lo golpeaba con fuerza.
Mi
segundo instinto fue acurrucarme como una bolita y llorar hasta secar mis ojos
durante días, porque incluso si esto simplemente era una de sus retorcidos
juegos, había terminado de jugar con él. Así que acepté solo parte de lo que
había querido originalmente y lo llamé cada día durante una semana, rezando
para que respondiera y alternativamente esperando que simplemente se apareciera
en mi puerta con una brillante excusa llena de lindas palabras que arreglarían
las cosas. Hice todo eso mientras estaba escondido en el apartamento de Jongkook
o era secuestrado por mi cama con Sungmin a mi lado tratando de ayudarme a
encontrar una salida.
Ninguno
de mis trastornos emocionales se vio favorecido por el hecho de que mi madre de
repente estuviera todo el tiempo sobre mí tratando de ganar el premio a la
madre del año. No podía darme vuelta sin que me preguntara cómo estaba, sin que
me dijera que había un millón de peces en el mar, sin que me dijera que un tipo
como Kangin no valía ni un segundo de mi tiempo, y mucho menos un pedacito de
mi tristeza. Estaba tratando de distraerme, pero lo único que logró fue
enojarme mucho.
Estaba
desesperado y furioso, sobre todo porque sabía que había pasado algo, algo que
no entendía. Algo lo había obligado a alejarse de mí, y necesitaba saber qué
era ese algo si alguna vez iba a tener la oportunidad de llegar a un acuerdo
con el hecho de que Kangin había arrancado mi corazón de mi pecho a propósito y
me lo había devuelto.
Cuando
se hizo absolutamente obvio que Kangin no iba a responder a ninguna de mis
llamadas, lloré hasta mi última lágrima y decidí que había terminado. Había
terminado de preocuparme sobre cuáles fueron sus razones. Había terminado de
justificar sus razones por lo que sea que fueran. Había terminado de ser
lastimado por un hambre que solo había prometido herirme desde el principio.
Había cumplido muy bien su palabra.
Enterré
todo lo que estaba sintiendo en una pequeña bola e hice mi mejor esfuerzo para
ignorarlo mientras me lanzaba de nuevo al trabajo. Todo lo que hacía era
trabajar e ir a casa, trabajar e ir a casa, y luego trabajar un poco más. Mi
nuevo compañero me preguntó cientos de veces si estaba bien y yo simplemente lo
despedía.
Por
suerte, casi en el mismo momento en que decidí ser un androide sin emociones,
Barrett y yo fuimos seleccionados por nuestro teniente para estar en un grupo
de trabajo especial para investigar una serie de robos que involucraban todos
los diferentes tipos de dispensarios de marihuana médica que habían surgido en Seúl
desde que el fármaco había sido legalizado. Era una excusa perfecta para
cerrarme al resto de todo e ignorar a todos cuando me estaban comprobando.
Simplemente me perdí en el trabajo y fingí como si nunca hubiera oído de Wang Kangin.
Estaba
funcionando muy bien… bueno, aparte del hecho de que me estaba dando una
úlcera, despertándome a mitad de la noche con lágrimas corriendo por mi rostro,
y mi corazón apretado tan fuerte que sentía como si hubiera un puño alrededor
de este.
Estaba
fingiendo lo suficientemente bien, ya que mi mamá finalmente dio marcha atrás y
Kook dejó de amenazarme con mudarse a mi sofá hasta que me liberara de mi
mierda. La mentira de que estaba bien ya salía de mis labios tan fácilmente
como la verdad. Lo decía tantas veces que cuando estaba despierta casi podía
creérmelo.
Tenía
un ritmo de negación y deflexión en su lugar, resignado a que así iba a ser el
resto de mi existencia, cuando Sungmin se apareció una noche con una botella de
vino y noticias sorprendentes. Me dijo durante la primera copa que Kyuhyun le
había hecho una visita a Kangin y le había reportado que el camarero rubio se
veía y sonaba horrible.
Durante
la segundo copa me informó que a Heechul se le había escapado que Siwon había
forzado a Kangin a tomarse unos días libres en el trabajo porque estaba en un
estado demasiado lamentable, y fue durante la tercera copa que me hizo saber
que el padre de Kangin había muerto en prisión, por lo que él había regresado a
su pueblo en China para liquidar los bienes del hombre. También mencionó que
esta noche era su primera noche de regreso en el Bar, así que un grupo de los
chicos se había dirigido hacia allí para chequear cómo estaba. Solo había
bebido unos pocos sorbos de mi primera copa porque estaba tan atrapado en
cualquier bocado de información que él tenía sobre mi encantador de ojos color
whisky, que incluso me olvidé que estaba sosteniendo una copa en mi mano.
Estaba
tan sorprendido por las noticias del papá de Kangin que casi dejé caer la copa
de mis dedos súbitamente inertes. No quería sentirlo por él. No quería que la
compasión y la necesidad de ver si estaba bien me llenaran en el interior, pero
lo hicieron. Bebimos la botella y Sungmin me dio un abrazo y me dijo que estaba
bien sentirse herido por alguien a quien aún amaba, lo que hizo que quisiera
romper el frío glacial en el que me había rodeado y comenzara a llorar y estar
histérico de nuevo.
Me
tomó alrededor de medio minuto desde el momento en el que Sungmin cruzó la sala
hacia su propio apartamento para que agarrara las llaves de mi auto. Estaba
operando en piloto automático. Kangin no me había dado ninguna indicación de
que quisiera verme, de que le importara de una u otra manera que hubiéramos
roto, pero todo dentro de mí me estaba arrastrando de nuevo hacia él. Parecía
que él siempre iba a ser el norte magnético al cual apuntara mi brújula.
Fue
justo después de medianoche cuando entré en el estacionamiento
sorprendentemente vacío. Mientras saltaba fuera de mi auto, noté a Dixie y al
nuevo gorila saliendo por la puerta principal. La linda camarera se detuvo
cuando me reconoció y le asintió al gran e imponente hombre para que
continuara. Él me dio una mirada rápida y luego se dirigió a una motocicleta.
Dixie retorció uno de sus rizos rubios-rojizos en su dedo y me sonrió
dulcemente.
—Todos
han pasado para checar cómo está esta noche. No puedo decir que estoy
sorprendido de que seas el último en pasar.
Me
mordí el labio y me removí incómodo sobre mis pies.
—¿Cómo
está?
Se
encogió de hombros y levantó la mano para girarla hacia atrás y adelante en un
movimiento de más-o-menos.
—Es Kangin,
por lo que es un poco difícil de decir. Creo que está contento de estar de
regreso en casa, pero sea lo que sea que pasó entre ustedes dos todavía es una
gran carga sobre sus hombros. Lo esconde todo bastante bien, pero he trabajado
con él tan de cerca durante tanto tiempo que lo puedo ver. Sus ojos ya no
brillan.
Eso
hizo que tomara una respiración con fuerza y que mis dedos se retorcieran en
cada mano.
—Solo
quería ver si estaba bien. Sabía que no era cercano a su padre en absoluto…
pero aun así.
Asintió.
—Creo
que estará feliz de verte. Fue una noche bastante lenta. Jjong y Minho eran los
dos últimos que quedaban en el bar y se fueron unos diez minutos antes de que Big
Boss y yo saliéramos. Probablemente esté preparando todo para cerrar si quieres
asomarte un minuto antes de que cierre la puerta. —Extendió una mano y le dio a
mi brazo un pequeño apretón—. No sé por qué hizo lo que hizo, Leeteuk, pero sí
sé que hacerlo lo hizo miserable y lo lastimó tanto como a ti.
—Me
gustaría que eso me hiciera sentir mejor. —Hizo un ruido simpático y luego se
despidió mientras se dirigía a su pequeño auto deportivo.
Mi
mano temblaba cuando me acerqué para abrir la puerta del Bar. No sabía si era
mejor que estuviera solo en el interior o si verlo por primera vez desde que me
demolió sería más fácil con el amortiguador de otras personas a su alrededor.
Me imaginaba que de esta manera si me echaba a llorar, o hacía el ridículo de
cualquier otra manera, por lo menos sería el único testigo y él ya me había
visto en varias etapas de lo peor de mí.
Kangin
estaba detrás de la barra y se había dado la vuelta para ver quién estaba
entrando cuando las puertas se abrieron. Todo en lo que podía pensar era que
Dixie estaba totalmente equivocada. Sus ojos brillaban más que el sol y más
calientes que los letreros de neón en la pared detrás de él desde la distancia
que nos separaba. Era un faro dorado brillando intensamente con todo lo que
siempre quise, y estaba mirándome mientras me quedaba clavado en el lugar.
Parecía
un poco desaliñado. Había perdido un poco de peso y su cabello normalmente
corto y rubio había invadido territorio completamente enmarañado. Tenía más de
una pelusa dorada en su rostro, y donde generalmente vivía una sonrisa coqueta en
su boca había finas líneas blancas enmarcando un ceño apretado. Tomé una
respiración profunda y me dije que aunque me había hecho daño, aunque todavía
estaba jugando algún tipo de juego horrible, era una persona lo suficientemente
grande como para asegurarme de que estaba bien. Podía vivir mi vida sin Wang Kangin
en ella aunque quisiera. Cuando empecé a caminar hacia la barra, lo vi tensarse
mientras se movía hacia adelante y se apoyaba en el lado opuesto con los brazos
extendidos muy separados.
—¿Qué
estás haciendo aquí, Pelirrojo? —No sonaba molesto de que estuviera aquí, pero
tampoco parecía feliz de verme.
Me
dirigí hasta la barra y empujé un par de los taburetes fuera del camino para
poder ponerme de pie justo enfrente de él con la madera de la barra superior
presionando en mi cintura.
—Me
enteré de lo de tu papá, así que solo quería ver cómo estabas.
Solo
me miró fijamente durante un largo momento, luego se alejó de la barra y se dio
la vuelta para tomar un par de copas y luego procedió a verter unas medidas de
líquido ámbar en estos. Me di cuenta por el turboso y humeante olor que era
whisky. Mis mejillas al instante ardieron de un rojo brillante y mi aliento se
entrecortó cuando recordé la última vez que habíamos compartido un whisky en
esta barra. Empujó la copa delante de mí y, vacilante, curvé los dedos
alrededor de esta.
—Me
siento como la mierda cada segundo de cada día, pero no tiene nada que ver con
que mi padre falleciera.
Tanta
brutal honestidad después de un mes de silencio fue casi suficiente para
ponerme de rodillas. Sentí que mis dientes traseros se apretaban y algo de la
rabia con la que estaba sobreviviendo subió a la superficie.
—No me
fui a ninguna parte, Kangin. —Dios, quería que se explicara más de lo que
quería otra cosa en el mundo entero. Quería que abriera su boca e hiciera todo
mejor, pero no lo hizo. Solo siguió y siguió mirándome fijamente.
Extendió
la mano por su propia copa y la levantó hasta que tocó sus labios. Pude ver los
recuerdos brillando a lo largo del calor fundido en su mirada mientras tragaba
todo el licor y seguía mirándome en silencio.
Podía
ver que esto no iba a ir a ninguna parte. Él no iba a ceder y romper su
silencio. Yo no iba a ser capaz de soportar que se lamiera los labios y me
mirara como si yo fuera su última comida mientras él estaba en el corredor de
la muerte, sin tener que subirme encima de la barra o bien pegarle en la cara o
sentarme es esta… o tal vez ambas. Ninguna me traería algo de paz a la mente
mientras él todavía estaba siendo tan evasivo y reservado. Empujé mi bebida sin
tocar de nuevo hacia él y cerré los ojos un instante.
—¿Así
que esto es todo para nosotros? —Podía oír en mi voz lo mucho que dolía decir
esas palabras.
Hizo
un ruido estrangulado y abrí los ojos mientras se recostaba contra la barra.
Ahora podía ver de qué había estado hablando Dixie. No había más luminosidad,
más brillo o resplandor metálico en su mirada. Solo se veían marrones planos y
aburridos como los de cualquier otro tipo… lo cual Kangin definitivamente no
era.
—Esto es
todo. —Sonaba como si las palabras tuvieran que abrirse paso entre los dragones
y los acantilados para dirigirse fuera de su boca.
Envolví
mis brazos alrededor de mi cintura. Una vez más me dio la sensación de que él
necesitaba un abrazo.
—Valió
la pena cada segundo de angustia. Solo quiero que sepas eso. —Tenía que hacerle
saber que incluso si me arruinó, todo mi tiempo con él había valido la pena al
final. Estaba lleno de momentos que apreciaría para siempre. Sus ojos
parpadearon lejos de mí por un segundo y su cabeza cayó hacia abajo por lo que
estaba mirando la parte superior de la barra.
—Igual
para ti, Leeteuk. —Eso era todo. El final de todo esto cuando una simple
explicación que sabía que no me daría podría arreglar todo.
Dios,
él iba a asesinar a mi corazón y era un crimen del que iba a salir impune.
Estaba dándome la vuelta para irme, y él estaba volviéndose para no tener que
observarme alejándome, cuando la puerta se abrió de golpe y un joven desaliñado
entró apresuradamente.
Había
estado en las calles y en la patrulla lo suficiente para conocer a un
drogadicto cuando veía a uno, y este chico se remontaba más alto que un
centenar de cometas. Estaba nervioso y sudoroso y sus ojos estaban vagando
alrededor del bar de un modo alarmante. Llevaba sucios jeans rasgados y una
sudadera con capucha cuya cremallera estaba cerrada en su totalidad a pesar de
que el clima se dirigía hacia comienzos del verano y había fácilmente dieciocho
grados afuera. Kangin me lanzó una mirada por el rabillo del ojo, pero estaba
frunciendo el ceño al intruso de una manera amenazante y despreocupada.
—Jian
ya no trabaja aquí, Jared. Fue despedido por tu culpa. —La voz de Kangin era
tranquila, pero su acento era grueso en sus palabras, así que sabía que estaba
tratando de echar al chico.
El
drogadicto lanzó sus ojos entre nosotros dos y dio un par más de tambaleantes
pasos a la barra. Su piel era de un alarmante color amarillo y sus pupilas
estaban tan dilatadas que no había color en sus iris, simplemente un espeluznante
negro sin fin.
—Este
es el bar de su padre. Tiene derecho a ese dinero. Tú y ese idiota tipo del
ejército tomaron lo que era legítimamente de él. Que tomara ese dinero no fue
robo.
Kangin
gruñó y movió sus brazos para cruzarlos sobre su pecho. Quería decirle que el
otro chico estaba demasiado estimulado para tratar de razonar con él o para
tratar de intimidarlo físicamente, pero no podía alejar mi atención de lo que
sabía era una gran amenaza. Un drogadicto no se limitaba a vagar por las calles
en medio de una intoxicación tan tarde en la noche para una charla amistosa.
—Sí,
bueno, ¿qué hay de la mercancía que tomaste de tu proveedor que tenía a chicos
presentándose en tu casa para intimidarlo? Supongo que eso tampoco era robar.
Podrían haberlo matado por tu culpa.
No se
podía discutir o razonar con un drogadicto y sabía que Kangin tenía que ser
consciente de ese hecho. Me moví solo un poco para poder mantener un ojo sobre
Jared y todavía ver a Kangin en el espejo detrás de la barra. Estaba sacudiendo
su cabeza hacia un lado mientras hablaba, obviamente tratando de que yo
avanzara hacia la oficina. Entrecerré los ojos hacia él en reflejo y sacudí la
cabeza muy ligeramente en sentido negativo. Lidiaba con tipos como Jared para
ganarme la vida y estaba armado. Tenía mi arma para fuera de servicio escondida
en mi bolsa si la situación lo requería.
—Eso
fue un error. No quería que lo lastimaran. —El chico entró aún más dentro del
bar y su entusiasta atención estaba enfocada únicamente en Kangin.
—Bueno,
lo hicieron todo por culpa tuya y de tu hábito.
—Me
ama. —El drogadicto se pasó una mano por la cara y mi columna vertebral se puso
recta mientras una de sus manos se zambullía en el bolsillo de su sudadera.
Deslicé mi mano dentro de la abertura de mi bolsa. No iba a dejar nada al azar.
—Sí, y
amarlo va a hacer que termine con una bala en la maldita cabeza. Quieres una
solución, entonces deja a tu chico fuera de esto.
El
drogadicto maldijo y un rubor se extendió por su cara. Casi le salía espuma por
la boca como un perro salvaje cuando se tambaleó hacia la barra gritando:
—¡No
sabes nada al respecto!
Kangin
solo se rio, y si hubiera estado más cerca lo habría pateado por antagonizar al
impredecible hombre. Sabía que lo estaba haciendo a propósito, pero aun así.
—Sé
más al respecto de lo que piensas. —La voz de Kangin estaba llena de recuerdos
y advertencia.
Jared
se detuvo en seco y se pasó una mano por la boca. Sus ojos se posaron en mí y
luego de vuelta en Kangin, y dejó escapar un largo y tranquilo suspiro cuando
sacó una pequeña pistola negra del bolsillo de su sudadera.
Apuntó el cañón en el centro del pecho de Kangin,
y todo el mundo dejó de moverse. Todo se redujo al cañón de la pistola y a lo
que estaba apuntando.
Vi que
las cejas de Kangin se levantaban, vi que su boca tiraba firmemente, pero
aparte de eso, no movió un solo músculo.
—Vas a
darme cada centavo que hay en esa caja registradora. Voy a tomar el dinero y a
mi chico y me voy a largar de la ciudad.
Mierda.
Las drogas y la desesperación no eran una buena combinación. Vi que los ojos de
Kangin se levantaban para mirarme por encima de la cabeza del drogadicto.
—¿Jian
sabe que estás haciendo esto? —Apostaba a que la respuesta no iba a hacer muy
feliz a Kangin.
Jared
simplemente rio y agitó el arma con más animación.
—Solo
entrégame el dinero.
Kangin
se volvió lentamente hacia la caja registradora a la vez que llenaba a Jared
con preguntas sobre su novio. Podía ver la agitación levantándose y podía
sentir la tensión en aumento. Tratar con alguien que usaba drogas siempre era
volátil.
Tratar
con alguien que usaba drogas y que estaba buscando una salida a los problemas
en los que se había encontrado me llevaba directamente de nuevo a ese callejón
y la forma en que las cosas habían ido tan horriblemente mal con Jongkook justo
alrededor de la Navidad. Me negaba a vivir una repetición de esa noche. Me
negaba a observar a Kangin saliendo lastimado de esa manera.
Moviéndome
al ritmo de un glaciar, saqué lentamente mi arma para fuera de servicio, con
cuidado de no hacer ningún tipo de ruido o cualquier tipo de gran movimiento
que llamara la atención de Jared.
—¿Eres
tú quien envió al padre de Jian detrás de mí o fue el tipo del ejército?
—Observé mientras Jared tomaba el arma y apuntaba la parte posterior de la
cabeza de Kangin mientras él se daba la vuelta manipulando la caja
registradora. Las manos del drogadicto estaban temblando y las drogas que lo
estaban alimentando lo tenían por todo el lugar emocionalmente, pero en esa
corta distancia había pocas posibilidades de que una bala fuera a errar a lo
que fuera que estuviera apuntando si él apretaba el gatillo.
Kangin
dejó de hacer lo que estaba haciendo, pero la caja registradora no se abrió. Se
mantuvo de espaldas durante unos minutos y luego volvió la cabeza un poco y vi
que sus ojos se abrían ante la vista de la pistola nivelada directamente hacia
él.
—¿Qué
diferencia hace? Cada padre debería tener el derecho de enfrentar al idiota que
golpea a su pequeño hijo. Solo espera a que oiga que trataste de robar su bar.
No habrá un agujero lo suficientemente profundo para que te ocultes cuando Eric
se entere de esto.
Kangin
estaba antagonizando al impredecible hombre a un nivel peligroso y no quería
esperar hasta que cruzara la línea. Dejé que mi bolso cayera al suelo con
estrépito y nivelé mi propia arma con el drogadicto. Los ojos de Jared se
agrandaron en su rostro y el arma se apartó de Kangin y terminó apuntándome a
mí. Me negué a mostrar ninguna reacción o mirar hacia otro lado, incluso cuando
Kangin ladró mi nombre como una palabrota.
—Jared,
tienes que escucharme y soltar el arma.
—¡Qué
mierda! —Parecía asustado, lo que no era alentador.
—Baja
el arma, Jared. —Me aseguré de que sonara tranquilo y mantuviera su atención en
mí.
—¿Quién
demonios eres?
—Eso
no es importante. Lo importante es que todos queremos salir de aquí sin que
nadie se lastime.
—Vete
a la mierda, señor. —Escuché a Kangin gruñir y vi que Jared empezaba a girar en
su dirección cuando de pronto las sirenas se oyeron fuera del bar. Jared me
miró a mí y de nuevo a Kangin, quien simplemente se encogió de hombros y
levantó su teléfono celular. En lugar de abrir la caja registradora cuando se
dio la vuelta, había llamado al 911.
—Lo
siento, amigo, no voy a permitir que robes este bar.
Jared
aulló como un animal herido y volvió el arma hacia Kangin. Sabía que iba a
apretar el gatillo, así que no dudé en apretar el mío primero. La explosión de
los dos disparos al mismo tiempo fue tan ensordecedora que hizo que mis oídos
sonaran y mi nariz temblara por la pólvora. Una botella se rompió detrás de la barra
y observé mientras Kangin saltaba de repente por encima de la parte superior de
la larga barra y daba un salto por el aire para bloquear a Jared en el suelo.
No
había dirigido el disparo para matar al joven, solo para conseguir que dejara
caer su arma. La pistola estaba tendida en el suelo a los pies de Jared y él
estaba luchando con el implacable agarre de Kangin mientras sangraba por la
herida de bala que acababa de poner en su brazo.
Me
acerqué para lanzar la pistola a un lado cuando las puertas delanteras se
abrieron y varios de mis compañeros de trabajo irrumpieron en el edificio. Puse
mi propia arma en el suelo y levanté mis manos en el aire, sabiendo que tomaría
un segundo para resolver quién era quién.
Esto sí que estubo bieno , un cap masy acaba,nooo, yo quiero mas
ResponderEliminarQue genial que su resolución fue vender e ir a hacer su vida con sus amigos,que malo que el primer día de su regreso llegue este tipo a arruinarlo todo.
ResponderEliminarEstoy esperando la declaración...Kangin sigue sin decirle nada y continua creyendo que es lo mejor para ambos😕
Es hora de que alguien hable ya