Una vez dentro
de la tienda, Jackson dejó sus armas sobre el sucio suelo.
—Date la
vuelta —mientras le desataba las muñecas le susurró—: Seguro que nos están
escuchando. Si ven que me importas estaremos perdidos. Lo emplearán para acabar
conmigo.
Tiró la cuerda
al suelo antes de girarla hacia él y quitarle la mordaza. Después lo abrazó
contra su pecho.
—Repréndeme si
quieres, pero no alces la voz.
—Ha matado a Huitaek.
—Mark mírame.
La mirada que
le dirigió estaba cargada de lágrimas contenidas. Él le acarició la mejilla.
—¿Huitaek
merecía morir?
—Sí, pero no
de esa forma.