Ryeowook se despertó del sueño con su corazón
martillando. Yacía en su cama, rodeado por la oscuridad a la que estaba
acostumbrado, mientras el dolor de Yesung le inundaba.
Nunca había sentido tanta desesperación. Tal necesidad.
Tal repugnancia.
Yesung odiaba a todo el mundo, pero sobre todo, se odiaba
a sí mismo.
No era extraño que el hombre estuviera demente. ¿Cómo
podía haber vivido con tal sufrimiento?
—¿M'Adoc? —murmuró.
—Aquí —se sentó a su lado.
—Déjame algo más del suero para mí y suero de Loto,
también.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Yesung se despertó poco después del mediodía. Él muy
raras veces dormía durante el día. Era más como una siesta. En el verano hacía
demasiado calor en su cabaña para dormir cómodamente y en el invierno hacía
demasiado frío.
Pero en su mayor parte era porque sus sueños nunca lo
dejaban dormir mucho tiempo. El pasado lo perseguía en demasía como para tener
paz, y mientras estaba inconsciente, no podía mantener esos recuerdos alejados.
Pero mientras abría los ojos y oía el viento rugiendo
afuera, recordó dónde estaba.
La cabaña de Ryeowook.
Había corrido las cortinas la noche anterior así que no
podía saber si todavía estaba nevando afuera o no. No es que tuviese
importancia. Durante la luz del día, estaba atrapado aquí.
Atrapado con él.
Salió de la cama y caminó por el vestíbulo, hacia la
cocina. Cómo deseaba estar en su casa. Realmente necesitaba una bebida
sustanciosa. No era que el vodka realmente espantara los sueños que consumían
su mente. Pero la quemazón que producía lo distraía un poco.
—¿Yesung?
Giró ante la voz suave, que descendió por él como una
caricia sedosa. Su cuerpo reaccionó instantáneamente a eso.
Todo lo que tenía que hacer era pensar en su nombre y eso
lo hacía poner duro, como una piedra, de necesidad.
—¿Qué? —no supo por qué le contestó cuando normalmente no
lo habría hecho.
—¿Estás bien?
Él bufó ante eso. Nunca en su vida lo había estado.
—¿Tienes algo para beber en este lugar?
—Tengo jugo y té.
—Licor, Príncipe. ¿Tienes cualquier cosa en este lugar
que muerda un poco?
—Sólo N y tú, por supuesto.
Yesung recorrió con la mirada los cortes crueles en su
brazo donde su mascota lo había atacado. Si él fuera cualquier otro Cazador
Oscuro esas heridas ya no estarían. Pero con suerte sólo estarían ahí por unos
pocos días más.
Así como el agujero en su espalda.
Suspirando, alcanzó la heladera y sacó el jugo de
naranja. Abrió la parte superior y casi tenía el envase en sus labios cuando
recordó que no era suyo y éste no era su lugar.
Su lado cruel le dijo que continuara y bebiera, él nunca
lo sabría, pero no escuchó esa voz.
Fue al aparador y sacó un vaso, luego lo llenó.
Ryeowook sólo podía oír débiles signos que le decían que Yesung
todavía estaba en la cocina. Estaba tan quieto que tuvo que esforzarse para
estar seguro.
Caminando hacia delante, se dirigió hacia el fregadero.
—¿Tienes hambre?
Fuera de costumbre, extendió sus manos y rozó una cadera
caliente y desnuda.
Era suave, invitadora. Llena de vida.
Atontado por la inesperada sensación de su mano sobre su
carne desnuda, bajó la mano por su pierna antes de percatarse que Yesung no
llevaba ropas puestas.
El hombre estaba completamente desnudo en su cocina. Su
corazón martillaba.
Yesung se alejó de él.
—No me toques.
Ryeowook tembló ante la cólera en su voz.
—¿Dónde están tus ropas?
—No duermo con jeans.
Su mano ardió ante recuerdo de su piel.
—Bien, deberías ponértelos antes de venir aquí.
—¿Por qué? Estas ciego. No es como si me pudieras ver.
Verdad, pero si N estuviera despierto, habría tenido un
ataque por esto.
—No necesito que me recuerdes mis defectos, Príncipe
Encantado. Créeme, soy muy consciente del hecho que no puedo verte.
—Bien, entonces, cuentas tus bendiciones.
—¿Por qué?
—Porque no vale la pena mirarme.
Su mandíbula se aflojó ante la sinceridad que oyó en su
voz. El hombre que había visto a través de los ojos de N bien valía la pena de
ser mirado. Él era bellísimo.
Tan bien parecido como ningún otro hombre que alguna vez
hubiera visto. Luego recordó su sueño. En la forma que las otras personas lo
habían mirado.
En su mente, él todavía era el desgraciado herido que
otras personas habían golpeado y habían maldecido.
Y eso le hacía querer llorar por él.
—En cierta forma lo dudo —su murmullo logró pasar el nudo
que tenía en la garganta.
—No lo dudes.
Lo escuchó caminar coléricamente delante de él, por el
vestíbulo. Cerró de un golpe la puerta.
Ryeowook se quedó parado en la cocina, debatiendo qué
hacer. Él estaba tan perdido.
Entendía eso ahora.
No, se corrigió a sí mismo. Realmente no lo entendía para
nada. ¿Cómo podría?
Nadie nunca se había atrevido a tratarlo de la forma en
que lo habían tratado a él. Su madre y sus hermanos habrían matado a cualquiera
que se atreviera a mirarlo por debajo de la nariz. Siempre lo habían protegido
del mundo, aún mientras él luchaba para escaparse de ellos.
Yesung nunca había conocido un contacto cariñoso. Nunca
conocido el calor de una familia.
Abrumado por las nuevas emociones que sentía, no estaba
seguro de lo que debía hacer. Pero quería ayudarlo.
Caminó por el vestíbulo sólo para descubrir que había
cerrado la puerta.
—¿Yesung?
Él se rehusó a contestarle otra vez.
Suspirando, presionó su cabeza contra la puerta y se
preguntó si habría alguna forma con la que pudiera alcanzarlo alguna vez.
Alguna forma de salvar a un hombre que no quería ser
salvado.
Thanatos estaba furioso con la orden de Artemisa.
—Retírate, mi trasero —no tenía intención de retirarse.
Por novecientos años había esperado esta directiva.
Esperando la oportunidad para igualar los tantos con Yesung
de Moesia. Nadie, y más especialmente no Artemisa, se interpondría en su camino
ahora. Tendría a Yesung o moriría haciendo el intento.
Thanatos sonrió por eso. Artemisa no tenía tanto poder
como ella pensaba. Al fin, sería su voluntad la que ganaría el día.
No la de ella.
Ella no era nada para él. Nada menos que un medio para
conseguir un fin que él reclamaba.
La venganza finalmente sería suya.
Thanatos golpeó a la puerta de la remota cabaña. Al otro
lado de la puerta, pudo oír voces bajas llenas de pánico. Apolitas,
apresurándose a esconder a sus mujeres y sus niños.
Apolitas que vivían con el miedo de cualquiera que
viniera buscándolos.
—Soy la luz de la lira —dijo Thanatos, diciendo palabras
que solo los Apolitas o Daimon conocerían. Palabras que eran usadas cuando un
Daimon o Apolita buscaba a otro de los suyos para refugiarse. La frase era una
referencia a su parentesco con Apolo, el dios del sol, quien los había
maldecido y abandonado.
—¿Cómo es que puedes caminar bajo la luz del día? —era la
voz de una mujer. Una llena de miedo.
—Soy el Dayslayer. Abre la puerta.
—¿Cómo sabemos eso? —esta vez fue un hombre el que habló.
Thanatos gruñó por lo bajo.
¿Por qué quería ayudar a estas personas? Eran
despreciables.
Pero claro, él lo sabía. Una vez, hacía mucho, había sido
uno de ellos. También había estado escondiéndose, asustado de los Escuderos y
los Cazadores Oscuros. Asustado de la lastimosa humanidad que venía por ellos a
la luz del día...
Cómo los odiaba a todos ellos.
—Voy a abrir esta puerta —les advirtió Thanatos. —La
única razón por la que golpeé era a fin de que ustedes la destrabaran y se
salieran del camino de la luz del día antes de que entrase. Ahora destrábenla o
la patearé hasta tirarla.
Oyó el chasquido del cerrojo.
Haciendo una respiración profunda, tranquilizadora,
empujó la puerta lentamente.
Tan pronto como entró y cerró la puerta, una pala llegó a
su cabeza. Thanatos la agarró y la sacudió con fuerza, arrancando a una mujer
de las sombras.
—¡No dejaré que lastime a mis niños!
Él tomó la pala y la miró con resentimiento.
—Confía en mí, si quisiera lastimarlos, no me podrías
detener. Nadie podría. Pero no estoy aquí para eso. Estoy aquí para matar al
Cazador Oscuro que cazó a tus parientes.
El alivio inundó su bella cara mientras lo miraba como si
él fuese un ángel.
—Entonces realmente es el Dayslayer —la voz era
masculina.
Thanatos volteó su cabeza para ver un Daimon masculino
dejando las sombras. El Daimon no aparentaba ser mayor de veinte años. Como
todos los de su raza, el Daimon era un modelo de excelencia en perfección
física. Bello en su juventud y su compostura física, su largo cabello rubio
estaba trenzado a su espalda. Su mejilla derecha estaba marcada con tres
lágrimas rojas como la sangre que habían sido tatuadas allí.
Thanatos supo cual era su raza instantáneamente.
El Daimon era uno de los raros guerreros Spathi que
Thanatos había venido buscando.
—¿Son lágrimas por sus niños?
El Daimon hizo una brusca inclinación de cabeza.
—Cada uno fue muerto por un Dark Hunter. Y yo a mi vez
maté al Hunter.
Thanatos sintió dolor por el hombre. Los Apolitas no
tenían una oportunidad real y aun así eran castigados porque ellos escogían la
vida sobre la muerte. Se preguntó lo que la humanidad y los Cazadores Oscuros
harían si les dijeran que tenían una de dos elecciones: morir dolorosamente en
medio de su joven vida, o tomar almas humanas y vivir.
Como un mero Apolita, Thanatos había estado preparado para
morir.
Como su esposa...
Yesung le había quitado incluso esa opción a su familia.
Demente, él había venido a su pueblo, arrasando a todos
los que estaban allí. El hombre apenas había podido esconder a la mujer y a los
niños antes de que Yesung los hubiera destruido a todos ellos.
Nadie que se hubiese cruzado en el camino de Yesung había
permanecido vivo. Nadie.
Yesung había matado a Apolitas y Daimons indiscriminadamente.
Y por ese delito su único castigo había sido el exilio.
¡Desterrado!
La furia se extendió en él. Cómo demonios Yesung continuó
viviendo con comodidad durante todos estos siglos mientras el recuerdo de esa
noche supuraría eternamente en el corazón de Thanatos.
Pero se forzó a dejar ese odio a un lado. No era el
momento de dejar que su cólera lo dirigiese. Era el momento de ser tan frío y
calculador como su enemigo.
—¿Qué edad tienes, Daimon? —preguntó Thanatos al Spathi.
—Noventa y cuatro.
Thanatos arqueó una ceja.
—Lo has hecho bien.
—Sí, lo he hecho. Me cansé de ocultarme.
Él conocía el sentimiento. No había nada peor que verse
forzado a vivir en la oscuridad. Vivir la vida confinado.
—No tengas miedo. Ningún Cazador Oscuro irá tras de ti.
Estoy aquí para asegurarme de eso.
El hombre sonrió.
—Pensamos que eras un mito.
—Todos los buenos mitos tienen sus raíces en la realidad
y la verdad. ¿No te enseñó tu madre eso?
Los ojos del Spathi se pusieron oscuros, embrujados.
—Tenía solo tres años cuando ella cumplió veintisiete. No
tuvo tiempo de enseñarme nada de nada.
Thanatos colocó una mano reconfortante sobre el hombro
del hombre.
—Retomaremos este planeta, hermano. Pierde cuidado,
nuestro día ha llegado otra vez. Convocaré a los demás de tu especie y uniremos
a nuestros ejércitos. La humanidad no tendrá a nadie que los pueda proteger.
—¿Qué hay de los Cazadores Oscuros? —preguntó la mujer.
Thanatos sonrió.
—Están circunscriptos a la noche. Yo no lo estoy. Los
puedo asechar cuando quiera —se rió. —Soy inmune a sus heridas. Soy La Muerte
para todos ellos y ahora estoy en casa otra vez, con mi gente. Juntos,
regiremos esta tierra y todo lo que habita en ella.
Yesung se despertó con el olor del paraíso. Habría
pensado que estaba soñando, pero sus sueños nunca eran tan agradables.
Quedándose en la cama, tuvo miedo de moverse. Asustado de
que el aroma delicioso resultara ser una invención de su imaginación.
Su estómago rugió.
Él oyó el ladrido del lobo.
—Silencio, N. Despertarás a nuestro invitado.
Yesung abrió sus ojos. Invitado. Nunca nadie más que Ryeowook
lo había llamado así. Sus pensamientos se dirigieron a la semana que había
pasado en Nueva Orleáns.
—¿Estoy quedándome contigo y Kangin o con Minho?
—Pensamos que era mejor que tuvieras tu propio lugar.
Las palabras de Shindong habían pateado algo dentro de él
que no sabía que todavía tenía.
Nunca nadie lo había querido cerca.
Él pensó que había aprendido a que no le importara. Y aún
así las palabras simples de Ryeowook tocaron la misma parte extraña que Shindong
había tocado.
Saliendo de la cama, se vistió y fue a buscarlo.
Yesung se paró en la entrada, observando como hacía
panqueques en el horno a microondas. El era asombrosamente autosuficiente a
pesar de su ceguera.
El lobo lo miró y gruñó.
Ryeowook levantó la cabeza como tratando de ver si podía
oírlo.
—¿Yesung? ¿Estás en la habitación?
—En la puerta —. No supo por qué le respondió. No sabía
por qué él estaba todavía aquí.
Concedido, la tormenta era todavía feroz, pero había
viajado a través de muchas tormentas durante los siglos cuando había vivido
aquí sin las comodidades modernas. Hubo una época, no hacía mucho tiempo, que
él había tenido que buscar comida en lo más recio del invierno. Derretir nieve
a fin de tener algo que beber.
—He hecho panqueques. No sé si a ti te gustan, pero tengo
jarabe de arce y arándanos o fresas frescas si lo prefieres.
Él fue a la mesada y alcanzó un plato.
—Siéntate, te lo traeré.
—No, Joven Príncipe –dijo él agudamente. Habiendo sido
forzado a servir a otros, se rehusaba a tener a alguien sirviéndolo a él.
—Puedo arreglarme solo.
Ryeowook levantó las manos en señal de rendición.
—Muy Bien, Príncipe Encantado. Si hay algo que respeto,
son aquellos que pueden cuidarse solos.
—¿Por qué sigues llamándome así? ¿Estás burlándote de mí?
Ryeowook se encogió de hombros.
–Tu me llamas “Joven Príncipe”, yo te llamo “Príncipe
Encantado”. Imagino que es justo.
Concediéndole una mayor cantidad de respeto, alcanzó el
tocino que había en un platito sobre la cocina.
—¿Cómo fríes esto cuando no puedes ver?
—Horno de microondas. Sólo marco el tiempo para fritos.
El lobo se acercó y comenzó a oler su pierna. Lo
contempló como si estuviera ofendido y comenzó a ladrarle.
—Cállate, scooby — gruñó. —No quiero escuchar sobre mi
higiene de alguien que lame sus propias pelotas.
—¡Yesung! —Ryeowook se quedó boquiabierta. —No puedo creer
hayas dicho eso.
Él apretó sus dientes. Bien, ya no hablaría más. El
silencio era lo más conveniente de cualquier manera. El lobo lloriqueó y ladró.
—Shh —lo serenó Ryeowook. —Si él no quiere tomar un baño,
entonces no es asunto nuestro.
Su apetito se había ido, Yesung colocó su plato en la
mesa y regresó a su cuarto donde no los podría ofender más.
Ryeowook anduvo a tientas hacia la mesa, esperando
encontrar a Yesung allí. Todo lo que encontró fue su plato con comida sin
tocar.
—¿Que sucedió? —preguntó a N.
— Si él tuviese sentimientos, entonces diría que lo
heriste. Como no los tiene, él se regresó al cuarto para encontrar un arma y
así poder matarnos.
—¡N! Dime qué sucedió ahora mismo.
—Ok, bajó el plato y salió.
—¿Cómo parecía estar?
—Nada. No exteriorizó ningún tipo de emoción.
Eso no le ayudó para nada. Fue tras de Yesung.
—Vete –le gruñó después que él golpeara la puerta y la
empujara para abrirla.
Ryeowook se paró en la entrada, deseando poder verlo.
—¿Qué quieres, Yesung?
—Yo... —su voz se apagó.
—¿Tu qué?
Yesung no podía decir la verdad. Él quería tener calor.
Una sola vez en su vida, quería calidez. No sólo física sino calidez mental.
—Quiero irme.
Ryeowook suspiró ante sus palabras.
—Morirás si sales allí.
—¿Y qué si lo hago?
—¿Tu vida verdaderamente no tiene valor o importancia
para ti?
—No, no la tiene.
—¿Entonces por que no te has suicidado?
Él bufó.
—¿Por qué debería? El único disfrute que tengo en mi vida
es saber que disgusto mucho a todo el mundo a mí alrededor. Si estuviera
muerto, entonces los haría felices a todos ellos. Dios prohíba que alguna vez
haga eso.
Para su sorpresa, Ryeowook se rió.
—Desearía poder ver tu cara para saber si estás bromeando
o no.
—Confía en mí, no lo estoy.
—Entonces lo siento por ti. Desearía que tuvieras algo
que te hiciera feliz.
Yesung apartó la vista. Feliz. Él ni siquiera podía
entender esa palabra.
Era tan extraña como bondad. Compasión. Amor.
Esa era una palabra que nunca entró en su vocabulario. Él
no podía imaginar qué debían sentir los otros.
Por amor, Kyuhyun casi había muerto a fin de que Sungmin
pudiera vivir. Por amor, Sungmin había canjeado su alma para liberar a Kyuhyun.
Todo lo que él conocía era odio, cólera. Era lo único que
lo mantenía caliente. Lo único que lo mantenía viviendo.
Siempre que odiara, tendría una razón para vivir.
—¿Por qué quieres vivir aquí solo en esta cabaña?
El se encogió de hombros.
—Me gusta tener mi lugar. Mi familia me visita a menudo,
por lo que raramente estoy solo.
—¿Por qué?
—Porque odio ser mimado. Mi madre y mis hermanos actúan
como si estuviera desvalido. Quieren hacer todo por mí.
Ryeowook esperó que le dijera algo más. No lo hizo.
—¿Te gustaría tomar un baño? —preguntó después de una
corta espera.
—¿Te molesto?
Ryeowook negó con la cabeza.
—Para nada. Depende enteramente de ti.
Yesung nunca había tenido que preocuparse por cosas como
bañarse. Cuando era un esclavo, a nadie le importaba si estaba limpio o no, y
en verdad se había quedado sucio a fin de que nadie quisiera acercarse más de
lo que era necesario.
Como Dark Hunter, había estado completamente solo incluso
antes de su exilio en Alaska. Y una vez aquí había sido tan difícil hacer algo
tan simple como bañarse, que casi lo había abandonado.
Su corta estadía en Nueva Orleáns había sido una
atesorada delicia de hacer correr agua caliente y fría y duchas que podían
durar una hora entera antes de que el agua se volviera fría.
Si Ryeowook le hubiera ordenado tomar un baño, entonces
no lo habría considerado. Como se lo había ofrecido como una opción, se dirigió
hacia el cuarto de baño.
—Las toallas están en el armario del vestíbulo.
Yesung se detuvo ante el armario fuera del cuarto de baño
y abrió la puerta. Como todo en la casa, estaba adecuadamente ordenado. Todas
las toallas estaban dobladas pulcramente. Demonios, eran de colores que hacían
juego con el resto de la casa.
Agarró una grande de color rojo y bien mullida y fue a
tomar un baño. Ryeowook oyó correr el agua. Tomo una respiración profunda y
fortificante. Extraño, hasta que N lo había mencionado, no se había percatado
que Yesung no se había bañado. Él no había olido ni nada y se lavaba las manos
tan seguido que asumió que el resto de él también estaba limpio.
TT___TT
ResponderEliminarYo quiero beso~
Que complicado es tratar de entender a las personas y mas si solo juzgas sin ver atraz de ellas me da gusto saber qye wookie no es asi y a todo le da el derecho de la duda
ResponderEliminarOh cielos Yota esta increible, cuentame si haz actualizado este fic es maravilloso, Yesung esta tan lastimado no siente mas que odio, espeo que Wokkie, le muestre que si existe el amor...No pude encontrar mas capitulos asi es que supongo que no haz actualizado. Saludos..
ResponderEliminarVa al día, ese cap fue publicado hoy
EliminarEspero que Wookie pueda enseñar a Yesung lo que es ser feliz y amar a alguien, cariño y amor es todo lo que ese hombre necesita, entre toda la maldad que ha recibido u.u
ResponderEliminarLo que me preocupa es ese Thanatos, la tonta de Artemisa ni se imagina los planes que él tiene y lo peor de todo es que piensa empezar con Yesung y eso pone en peligro a Wookie también, creo que la lucha va a empezar pronto.
Gracias por el cap :D
Justo me habia preguntado por thanatos.....y justo ahora viene a salir,solo para enterarme que la cabeza de yesung tiene un precio y bastante alto. Y que ademas...thanatos no es solo un daimon.....pobre de mi yesung.
ResponderEliminarAaaaaawwwwww......"joven principe"......"principe encantado"......estos son tan lindos y ellos sin saberlo.
Mi yesung no sabe como recibir la verdadera preocupacion que alguien tienehacia el.....pero no se le puede culpar,nadie lo habia hecho nunca.
Si andar sin bañarse se ve GRRRRRR.....bañidito y perfumado ♥.♥