Zhou Mi se había sentido tan raro estando en el Inferno
esta noche. Su mente regresaba una y otra vez a la noche anterior. Hasta Hyungjoon
sentía su incomodidad.
Había dos voces luchando en su cabeza. Una que le decía
que se fuera inmediatamente, y otra diciéndole que se quedara.
Estaba comenzando a temer que estuviese esquizofrénico o
algo así. Jia y su novio se acercaron a ellos.
—Hey, chicos, odio dejarlos plantados, pero nos vamos a
algún sitio tranquilo a conversar, ¿está bien?
Zhou Mi les sonrió.
—Seguro. Diviértanse —En cuanto se fueron, miró a Hyungjoon—.
No hay necesidad de que nos quedemos, ¿eh?
—¿Estás seguro de que quieres irte?
—Sí, creo que sí.
Zhou Mi se levantó de la silla. Mientras se ponía el
abrigo no prestó atención a nada, hasta que chocó con alguien que estaba quieto
como una pared.
—Oh, lo lamen… —sus palabras se detuvieron cuando miró y
se encontró con el rostro que había rondado sus sueños.
¡Era él!
Conocía cada centímetro de ese sólido y espléndido cuerpo
masculino en el sentido bíblico.
—¿Henry?
Henry quedó estupefacto más allá de lo comprensible
cuando escuchó su nombre en sus labios.
—¿Me conoces?
Un atractivo rubor coloreó su rostro y fue entonces que
él lo supo… No habían sido sueños.
Zhou Mi comenzó a alejarse de él.
—Zhou Mi, espera.
Zhou Mi se quedó helado al escuchar su nombre en los
labios de él. Él sabía su nombre…
“¡Corre!” Sonó como la voz de su madre en su cabeza, pero
la orden fue ahogada por la parte de él que no quería apartarse de Henry.
Henry estiró la mano hacia él.
Zhou Mi no podía respirar mientras lo miraba fijamente,
deseando su contacto. Su verdadero contacto. Antes de poder detenerse, se estiró hacia él.
Justo cuando estaba a punto de tocarlo, un resplandor
sobre el hombro de Henry le llamó la atención.
Miró más allá de él y se encontró con que una extraña
imagen parecida a un espejo aparecía en la pista de baile. Del medio de la
misma salió un hombre que era la encarnación del mal. Vestía de negro y con el
corto cabello color ébano que enmarcaba el rostro de la perfección. Era tan
apuesto como Henry. Y al igual que Henry, llevaba un par de anteojos de sol
oscuros. El único color que llevaba era un brillante sol amarillo con un dragón
negro en el centro, pintado en el frente de su chaqueta de motociclista.
A pesar de su cabello negro, era un Daimon. Lo sabía, con
cada instinto Apolita que poseía. Y además, fue seguido a través de la apertura
por más Daimons. Los cuales eran todos rubios y vestían de negro. Exudaban una atracción y virilidades inhumanas. Más que
nada, exudaban una precisión mortal.
No estaban aquí para alimentarse. Estaban aquí para
matar. Dio un paso atrás con un jadeo.
Henry giró para ver qué había sobresaltado a Zhou Mi.
Sintió que se le aflojaba la mandíbula mientras veía a los Daimons salir de una
puerta astral en el centro del club.
Siwan llegó corriendo del frente en forma humana, y se
transformó en pantera mientras corría. Antes de que pudiera acercarse, el
Daimon de cabello oscuro lanzó un rayo divino directo hacia él.
El kattagaria cayó al suelo con un grito mientras el rayo
eléctricamente cargado lo transformaba de pantera a humano nuevamente.
El bar se enloqueció.
—¡Escuden mentalmente a los humanos! –gritó el DJ por el
intercomunicador, alertando a los kattagaria que estaban presentes de que los
humanos necesitaban ser reunidos y sus recuerdos de la noche debían ser
reorganizados y/o purgados, como hacían rutinariamente cada vez que algo
“extraño” sucedía en su club.
Más que nada, los humanos necesitaban ser protegidos.
Los Daimons se abrieron en abanico, rodeando el club y
atacando a cualquier kattagaria que se acercara a ellos.
Henry se lanzó a través de la multitud para atacar.
Atrapó al Daimon que tenía una coleta rubia y lo hizo
girar. El Daimon saltó hacia atrás, apartándose de su alcance.
—Esta no es tu guerra, Cazador Oscuro.
Henry extrajo dos de sus largas dagas de adentro de las
botas.
—Me parece que sí lo es.
Atacó, pero para su asombro, el Daimon se movió como un
rayo. Cada movimiento que Henry hacía para atacar era contrarrestado y
devuelto.
Mierda. Jamás en su vida había visto que los Daimons se
movieran así.
—¿Qué eres? –le preguntó Henry.
El Daimon rubio rió.
—Somos Spathis, Cazador Oscuro. Somos lo único que es
verdaderamente mortal en la oscuridad de la noche. Mientras que tú… —dio una
repugnante mirada al cuerpo de Henry—. Tú eres sólo un simulador.
El Daimon lo tomó del cuello y lo tiró al piso. Henry se
tumbó con fuerza. Perdió el aliento con un violento woof mientras los cuchillos
volaban de sus manos.
El Daimon saltó encima suyo, aporreándolo como si fuese
un bebé indefenso.
Henry se lo quitó de encima, pero fue difícil. Había
peleas por todo el lugar mientras los Were-Hunters libraban combate con los
Daimons.
Preocupado por Zhou Mi, miró y lo encontró escondido con
un joven en un rincón lejano.
Tenía que sacarlo de ahí.
El Daimon con el que estaba luchando miró hacia donde
Henry había observado.
—Padre —gritó—el heredero —. Señaló directamente a Zhou
Mi.
Henry tomó ventaja de su distracción y pateó al Daimon.
Como una unidad cohesiva, los Spathi abandonaron a sus
oponentes y saltaron desde sus lugares al sitio donde Zhou Mi y el joven rubio
estaban escondidos.
Literalmente cayeron del cielo y aterrizaron en
formación.
Henry corrió hacia ellos, pero antes de que pudiera
alcanzarlos, el joven que estaba acuclillado con Zhou Mi se puso de pie.
El líder Daimon se quedó helado instantáneamente.
El joven estiró los brazos como para mantener alejados a
los Daimons de Zhou Mi. De repente, un viento de origen desconocido azotó el
club.
Los Daimons quedaron petrificados.
Otra brillante puerta se abrió en la pista de baile.
—Es la laminas –dijo con desprecio el Daimon que había
estado peleando con Henry. Giró hacia el joven y lo miró con rabia.
Con los rostros enfurecidos, los Spathi desarmaron la
formación y caminaron uno por uno de regreso a través de la puerta.
Excepto el líder.
Con una mirada sin titubeos, observó furiosamente al
joven.
—Esto no ha terminado —gruñó.
Él no se movió ni retrocedió. Era como si estuviese hecho
de piedra. O en un coma.
El líder Daimon dio la vuelta, y caminó lentamente a
través del portal. Desapareció en el instante en que lo atravesó.
—¿Hyungjoon? –preguntó Zhou Mi mientras se ponía de pie. El
joven se tambaleó hacia atrás.
—Oh, dios, pensé que estaba muerto —susurró Hyungjoon,
con el cuerpo temblando—. ¿Los viste? — Zhou Mi asintió mientras Henry se les
unía—. ¿Qué eran? –preguntó Hyungjoon.
—Daimons Spathi —susurró Zhou Mi. Miró incrédula a su
acompañante—. ¿Qué les hiciste?
—Nada –dijo Hyungjoon, con una expresión inocente—.
Simplemente me paré ahí. Tú me viste. ¿Por qué se fueron?
Henry miró a Hyungjoon sospechosamente. No había razón
para que se fueran. Habían estado ganando la pelea.
Por primera vez en su vida, en realidad había sentido una
duda momentánea sobre su habilidad para derrotarlos.
Bin se acercó a ellos.
—¿Atrapaste a alguno? —Henry negó con la cabeza,
preguntándose cuándo había regresado Bin. Ni siquiera se había dado cuenta del
desgaste de sus poderes, pero dado el modo en que los Spathis estaban pateando
su trasero, no era nada raro. Bin se frotó el hombro como si estuviera
lastimada por la pelea—. Yo tampoco.
El impacto de esa declaración no pasó desapercibido para
ninguno de ellos. Los dos giraron hacia Zhou Mi.
—¿Venían por ti? –preguntó Henry. Zhou Mi se veía
extremadamente incómodo—. Ocúpate de Siwan y su equipo –le dijo a Bin—. Yo me
ocupo de esto. —Bin se fue mientras Henry regresaba a los jóvenes—. ¿Cómo
puedes recordarme? —Pero la respuesta era tan obvia que ya lo sabía—. Eres
Apolita, ¿verdad?
Era seguro que no era un Were- Hunter. Tenían un aura
inconfundible. Zhou Mi dejó caer la mirada al piso mientras susurraba:
—Mitad.
Él maldijo. Ya le parecía.
—¿Entonces tú eres el heredero Apolita que tienen que
matar para terminar con su maldición?
—Sí.
—¿Es por eso que has estado jodiendo mis sueños?
¿Pensaste que iba a protegerte?
Ofendido, Zhoumi lo abarcó con una mirada furibunda.
—No he estado haciéndote nada, compañero. Eres tú quien
ha estado viniendo a mí.
Oh, ésa era buena.
—Sí, claro. Bueno, no funcionó. Mi trabajo es matar a los
de tu especie, no protegerte. Estás solo, joven príncipe.
Él giró y se alejó con un paso impresionante.
Zhou Mi estaba atormentado entre el deseo de golpearlo y
llorar. En lugar de eso, fue detrás de él y lo hizo detener.
—Que conste que no te necesito a ti ni a nadie más para
que me proteja, y lo último que haría sería pedirle al Satanás de mi gente que
me ayudara. No eres más que un asesino y ni un poquito mejor que los Daimons a
los que cazas. Al menos ellos aún tienen sus almas.
Con el rostro endurecido, Henry liberó el brazo de su
agarre y partió.
Zhou Mi quería gritar por el modo en que habían salido
las cosas. Y fue entonces cuando se dio cuenta de que una parte de él en
realidad había comenzado a gustar de Henry. Había sido tan tierno en sus
sueños.
Amable.
Y ahí quedaba la idea de preguntarle sobre su gente. No
era el mismo hombre con el que había soñado. En carne y hueso era horrible.
¡Horrible!
Miró alrededor del club donde las mesas habían sido
volcadas, y los Hyungjoonagaria estaban intentando ordenar el lío.
En qué pesadilla se había convertido todo esto.
—Vamos –dijo Hyungjoon—. Vayamos a casa antes de que esos
Daimons regresen.
Sí, quería irse a casa. Quería olvidar que esta noche
había ocurrido, y si Henry venía a él esta noche…
Bueno, si pensaba que los Spathis eran duros con él, no
había visto nada.
Dylan dejó a sus hombres en el salón y fue a ver a
Apollymi. Era el único Spathi que tenía permitido estar en su presencia.
Su templo era el edificio más grande de todo Kalosis.
Adentro, el templo estaba custodiado por un par de violentos ceredons
(criaturas con cabeza de perro, cuerpo de dragón, y cola de escorpión). Los dos
le gruñeron, pero se mantuvieron alejados. Habían aprendido mucho tiempo atrás
que Dylan era uno de los cuatro seres que la Destructora permitía que se le
acercaran.
Encontró a su madre en su sala de estar con dos de sus
demonios Carontes flanqueando su sillón. Los demonios lo observaban de cerca,
pero no se movieron ni hablaron mientras su madre estaba sentada, como perdida
en sus pensamientos.
Las ventanas estaban abiertas y daban hacia un jardín
donde sólo crecían flores negras, en memoria de su hermano muerto. El otro hijo
de la Destructora había perecido indescriptiblemente siglos atrás, y hasta este
día ella lloraba su muerte.
Así como se regocijaba con la vida continuada de Dylan.
—Están intentando liberarme.
Él se detuvo ante sus palabras.
—¿Quién?
—Esos estúpidos griegos. Piensan que me pondré de su lado
por gratitud –rió amargamente. Dylan sonrió irónicamente ante la sola idea. Su
madre odiaba fervorosamente al panteón griego.
—¿Tendrán éxito?
—No. El Elekti los detendrá. Como siempre hace.
Ella giró la cabeza para mirarlo. Sus pálidos, pálidos
ojos no tenían color. El hielo brillaba en sus pestañas, y su translúcida piel
era iridiscente, otorgándole una apariencia frágil y delicada. Pero no había
nada frágil acerca de la Destructora.
Ella era, tal como su nombre lo declaraba, destrucción.
Había consignado a cada miembro de su familia al reino de muerte del cual jamás
regresarían.
Su poder era absoluto y era sólo por la traición que
había terminado aprisionada aquí en Kalosis, desde donde podía observar el
mundo humano, pero no participar en él. Dylan y sus compañeros Daimons podían
usar las aberturas astrales para ir y venir de este reino, pero ella no.
No hasta que el sello de la Atlántida fuese destruido, y Dylan
no tenía idea de cómo hacerlo. Apollymi jamás se lo había revelado.
—¿Por qué no asesinaste al heredero? –le preguntó.
—La Abadonna abrió el portal.
Nuevamente su madre estaba tan quieta que no parecía
real. Luego de varios segundos, ella rió. El sonido era suave y gentil, sonando
a través del aire como música.
—Muy bien, Artemisa –dijo en voz alta—. Estás
aprendiendo. Pero no va a salvarte a ti ni a ese despreciable hermano tuyo al
que proteges. –Se levantó del sillón, depositó el almohadón, y caminó hacia Dylan—.
¿Te lastimaron, m'gios?
—No.
Uno de los demonios se movió para susurrar en el oído de
la Destructora.
—No –dijo en voz alta—. La Abadonna no será tocada. Tiene
lealtades divididas y no tomaré ventaja de su bondadosa naturaleza, a
diferencia de algunas diosas que puedo mencionar. Ella es inocente en esto, y
no la castigaré por eso. —La Destructora tamborileó dos dedos contra su
mentón—. La pregunta es, ¿qué está planeando esa arpía de Artemisa? –Cerró los
ojos—. Hjoon –susurró, llamando a la Abadonna. Luego de algunos segundos,
Apollymi dejó escapar un sonido disgustado—. Se rehúsa a contestar… Bien –dijo
en un tono que Dylan sabía que podía trascender este reino y ser escuchada por la
Abadonna—. Protege al heredero de Artemisa y de Apolo si debes hacerlo. Pero
ahora no puedes detenerme. Nadie puede hacerlo. –Le dio la espalda a Dylan—.
Tendremos que separar a la Abadonna del heredero.
—¿Cómo? Si la Abadonna continúa abriendo el portal,
estamos indefensos. Sabes que debemos atravesarlo cada vez que se abre.
La Destructora rió nuevamente.
—La vida es un juego de ajedrez, Dylan, ¿aún no has
aprendido eso? Cuando te mueves para proteger a los peones, dejas a la reina
abierta al ataque.
—¿Y con eso quieres decir…?
—La Abadonna no puede estar en todos lados al mismo
tiempo. Si no puedes acercarte al heredero, entonces ataca otra cosa que a la
Abadonna le importe.
Él sonrió.
—Estaba esperando que dijeras eso.
Zhou Mi estaba tan enojado que no sabía qué hacer. En
realidad, sí lo sabía. Pero eso incluía tener a Henry atado en una habitación y
él con una enorme escoba en las manos para golpearlo.
¡O mejor aún, un palo con espinas!
Desdichadamente, necesitaría más que Hyungjoon y él para
atar al insoportable patán. Mientras Hyungjoon conducía de regreso a su
apartamento, luchó contra las ganas de gritar y denostar al imbécil que tenía
la misma cantidad de compasión que un puerro.
No se había percatado de cuánto se había abierto al Henry
de sus sueños. Cuánto le había dado de sí mismo. Jamás había sido el tipo de persona
que confiara en alguien, menos que menos en un hombre. Y aún así lo había
acogido en su corazón y en su cuerpo.
Cuánto más…
Detuvo su silenciosa perorata mientras sus pensamientos
cambiaban de rumbo. Esperen…
Él también recordaba sus sueños. Lo había acusado de
intentar…
—¿Por qué no pensé en eso mientras estábamos en el club?
–preguntó Zhou Mi en voz alta.
—¿Pensar en qué?
Miró a Hyungjoon, cuyo rostro estaba iluminado por la luz
del tablero.
—¿Recuerdas lo que Henry dijo en el bar? Me recordó de
sus sueños y yo lo recordé de los míos. ¿Crees que nuestros sueños podrían ser
reales?
—¿Henry estaba en el bar? –Preguntó Hyungjoon mientras
fruncía el ceño mirando a Zhou Mi—. ¿El Cazador Oscuro con el que has estado
soñando estaba allí esta noche? ¿Cuándo?
—¿No lo viste? – Replicó Zhou Mi—. Vino directo hacia
nosotros después de la pelea y me gritó por ser Apolita.
—La única persona que se acercó a nosotros fue el Daimon.
Zhou Mi abrió la boca para corregirlo, pero entonces recordó
lo que Henry había dicho acerca de que la gente lo olvidaba. Por dios, lo que
sea que fuese había hecho que su guardaespaldas también se olvidara
completamente de él.
—Está bien –dijo, intentando nuevamente—. Olvida que
Henry estuvo ahí y regresemos a la otra pregunta. ¿Crees que los sueños pueden
haber sido reales? ¿Quizás una especie de conciencia alterna o algo así?
Hyungjoon resopló.
—Cinco años atrás no creía que los vampiros fueran
reales. Me has demostrado lo contrario. Querido, considerando tú extraña vida,
diría que casi cualquier cosa es posible.
Cierto.
—Sí, pero nunca escuché de nadie que pudiera hacer esto.
—No lo sé. ¿Recuerdas eso que vimos hoy temprano en línea
acerca de los Cazadores de Sueños? Pueden infiltrarse en los sueños. ¿Crees que
puedan tener algo que ver con esto?
—No lo sé. Tal vez. Pero el sitio de
cazador-de-sueños.com decía que ellos mismos se infiltraban en los sueños. No
había nada allí sobre que reunieran a dos personas en un sueño.
—Sí, pero si son dioses del sueño, es evidente que
podrían reunir a dos personas en su propio territorio.
—¿Qué estás diciendo, Hyungjoon?
—Sólo estoy diciendo que quizás conoces a Henry mejor de
lo que crees. Quizás cada sueño que has tenido con él ha sido real.
Henry no tenía ningún destino en mente mientras conducía
por St. Paul. En lo único que podía concentrarse era en Zhou Mi y la traición
que sentía.
—Ya me parecía –refunfuñó. Todo este tiempo y cuando
finalmente encontraba una pareja adecuada que lo recordara resultaba ser un
Apolita; el único tipo de persona con la que estaba completamente prohibido que
interactuara—. Soy un idiota.
Su teléfono sonó. Henry lo tomó y atendió.
—¿Qué sucedió?
Se sobresaltó al oír la voz fuertemente acentuada de Shindong
del otro lado. Cada vez que Shin se enojaba realmente, revertía a su acento
Atlante.
Henry decidió hacerse el desentendido.
—¿Qué?
—Acabo de recibir una llamada de Siwan sobre el ataque de
esta noche en su club. ¿Qué sucedió exactamente?
Henry dejó escapar un suspiro cansado.
—No lo sé. Se abrió un puerta astral y de él salió un
grupo de Daimons. A propósito, su líder tenía cabello negro. No pensé que eso
fuera posible.
—No es su color natural de cabello. Confía en mí. Dylan
descubrió a L'Oreal algún tiempo atrás.
Henry se apartó de la ruta mientras ese bocado lo
traspasaba como un cuchillo en llamas.
—¿Conoces a ese tipo?
Shindong no respondió.
—Necesito que tú y Bin se aparten de Dylan y sus hombres.
Hubo algo en el tono de Shindong que hizo que la sangre
de Henry se congelara. Si no supiera lo que debía hacer, juraría que había oído
una verdadera advertencia.
—Es sólo un Daimon, Shin.
—No lo es, y no viene a alimentarse como los demás.
—¿Qué quieres decir?
—Es una larga historia. Mira, no puedo irme de Nueva
Orleáns ahora mismo. Tengo suficiente mierda con la que lidiar aquí, y
probablemente es la razón por la que Dylan está sacando sus porquerías ahora.
Sabe que estoy distraído.
—Sí, bueno, no te preocupes por eso. Aún no he conocido a
un Daimon del que no pueda encargarme.
Shindong hizo un sonido de desacuerdo.
—Adivina de nuevo, hermanito. Acabas de conocer a uno y,
confía en mí, no es parecido a ningún otro que hayas conocido antes. Hace que
Desiderius parezca un hámster.
Henry se recostó en el asiento mientras el tráfico corría
junto a él. Definitivamente había algo más que lo que Shindong estaba
revelando. Por supuesto, el tipo era bueno para eso. Shindong guardaba secretos
de todos los Cazadores Oscuros y jamás revelaba ninguna información personal
sobre sí mismo.
Enigmático, engreído y poderoso, Shindong era el más
viejo de los Cazadores Oscuros y a quien todos recurrían en busca de
información y consejos. Durante dos mil años, Shindong había luchado solo
contra los Daimons, sin otros Cazadores Oscuros. Diablos, el hombre había
existido desde antes de que los Daimons fueran creados.
Shin sabía cosas que ellos sólo podían imaginar. Y ahora
mismo, Henry necesitaba algunas respuestas.
—¿Cómo es que sabes tanto acerca de este y no sabías
mucho de Desiderius? –preguntó Henry.
Como esperaba, Shin no respondió.
—Las panteras dijeron que estuviste con un joven esta
noche. Wang Zhou Mi
—¿También lo conoces?
Nuevamente, Shin ignoró la pregunta.
—Necesito que lo protejas.
—Mierda –dijo Henry bruscamente, enojado por el hecho de
que ya se sentía usado por él. Lo último que deseaba era darle otra oportunidad
de entretenerse con su mente. Jamás le había gustado que alguien jugara con él,
y luego del modo en que Ken lo había usado y traicionado, lo último que
necesitaba era a otro joven que lo jodiera para obtener lo que deseaba—. Él es
Apolita.
—Sé lo que es, y debe ser protegido a toda costa.
—¿Por qué?
Para su asombro, Shindong en realidad le contestó.
—Porque él tiene el destino del mundo en sus manos,
Henry. Si lo matan, los Daimons van a ser el menor de nuestros problemas.
Eso no era lo que quería escuchar esta noche. Henry le
gruñó a Shin.
—Realmente odio cuando dices cosas así. –Se quedó callado
mientras se le ocurría otra idea —. Si él es tan importante, ¿por qué no estás
tú aquí custodiándolo?
—Principalmente porque no hay una sola Puerta del
Infierno que proteger. Estoy metido hasta los codos en este Armagedon aquí en
Nueva Orleáns y ni siquiera yo puedo estar físicamente en dos sitios al mismo
tiempo. Él es tu responsabilidad, Henry. No me decepciones —Contra su opinión,
Henry escuchó que Shin le daba la dirección de Zhou Mi —. Y, ¿Henry?
—¿Sí?
—¿Alguna vez has notado que la salvación, al igual que
las llaves del auto, generalmente suelen estar donde y cuando menos lo esperas?
Frunció el ceño ante las esotéricas palabras de Shin. El
tipo era realmente, realmente raro.
—¿Qué diablos significa eso?
—Ya lo verás. —Shin colgó.
—Realmente odio cuando juega al Oráculo –dijo con los
dientes apretados mientras daba vuelta su SUV y se encaminaba a lo de Zhou Mi.
Esto apestaba. Lo último que deseaba era estar cerca de
un joven que lo había seducido tan completamente.
Un joven al que sabía que jamás podría tocar en carne y
hueso. Que sería un error aún mayor del que ya había cometido. Era Apolita. Y
por los últimos mil doscientos años, él había pasado su vida persiguiendo a su
especie y matándolos.
Y aún así lo atraía de un modo que lo desgarraba.
¿Qué iba a hacer? ¿Cómo podía sostener su código como
Cazador Oscuro y mantenerse alejado de él cuando todo lo que verdaderamente
deseaba hacer era tomarlo en sus brazos y saber si sabía tan bien en la vida
real como en sus sueños…?
Oh lindo henry el sabe mejor de eso no hay duda
ResponderEliminarO.o
ResponderEliminarsi Mimi muere la Destructora será liberada??? Ay ño
Y todavía sigo din entender como esos dos sr ven en sueños???
Esta genial, el es la salvacion del mundo oh siiii, henry por algo el te recuerda, tienen que estar juntitos siiiii, deben amarse.
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