Amante Enemigo (DH5)- 1




Hay algunos besos por los que vale la pena morir…



Atlántida.

Legendaria. Mística. Dorada. Misteriosa. Gloriosa y mágica. Hay quienes afirman que nunca existió.

Pero también hay quienes piensan que están a salvo en este moderno mundo de armas y tecnología. A salvo de todos los antiguos demonios. Incluso creen que los hechiceros, los guerreros y los dragones murieron hace tiempo.

Hay tontos que se aferran a su lógica y su ciencia, pensando que ellas van a salvarlos. Nunca serán libres o estarán seguros, no mientras se rehúsen a ver lo que hay delante de sus propios ojos.

Porque todos los antiguos mitos y leyendas tienen origen en la verdad, y a veces la verdad no nos libera. A veces nos esclaviza aún más.

Pero vengan, quienes son imparciales, y escúchenme contar un cuento acerca de la historia del más perfecto paraíso que jamás existió. Más allá de los míticos Pilares de Heracles, en el gran Egeo, hubo una tierra una vez orgullosa que abrigó a una raza mucho más avanzada que cualquier otra anterior o posterior.


Fundada en las antiguas brumas del tiempo por el primordial dios Archon, la Atlántida tomó su nombre de la hija mayor de Archon, Atlantia, cuyo nombre significaba "delicada belleza." Archon conjuró la isla con la ayuda de su tío, el dios del océano Ydor, y su hermana Eda – tierra— para otorgarle la tierra a su esposa Apollymi para que pudieran poblar el continente con sus frutos divinos, que tendrían todo el espacio necesario para crecer y juguetear. Apollymi lloró con tanta alegría ante su regalo, que sus lágrimas inundaron la tierra y convirtieron a la Atlántida en una ciudad dentro de otra ciudad. Islas gemelas rodeadas por cinco canales de agua.

Allí, ella daría a luz a sus hijos inmortales.
Pero pronto se descubrió que la gran Destructora, Apollymi, era estéril. A pedido de Archon, Ydor habló con Eda y juntos crearon una raza de Atlantes para poblar las islas y traer alegría nuevamente al corazón de Apollymi.

Funcionó.

Como era su costumbre, Apolo visitó a la reina Atlante, cuyo rey había fallecido más de un año atrás. Apareció ante ella como un fantasma y engendró a su hijo mientras ella dormía y soñaba con su esposo muerto.

Fue también ese año que los dioses Atlantes se enteraron de sus propios destinos. Porque la reina de los dioses Atlantes, Apollymi, quedó embarazada con el hijo de Archon.

Luego de todos esos siglos de anhelar un hijo propio, finalmente el deseo de la Destructora le había sido concedido. Se dijo que la isla de la Atlántida floreció ese día, y que conoció más prosperidad que nunca antes. La diosa reina celebró gozosamente mientras le contaba la noticia a los demás dioses.

En cuanto los Destinos escucharon su anuncio, observaron a Apollymi y Archon y proclamaron que el hijo no nacido de Apollymi provocaría la muerte de todos ellos.

Uno por uno, los tres Destinos pronunciaron una sola oración de profecía.

"El mundo como lo conocemos, terminará."

"Todos nuestros destinos descansarán en sus manos."

"Como un dios, cada capricho suyo será el dominio supremo."

Aterrado por la predicción, Archon le ordenó a su esposa que matara al infante venidero. Apollymi se rehusó. Había esperado demasiado tiempo para tener su hijo como para verlo innecesariamente muerto debido a las palabras de los celosos Destinos. Con la ayuda de su hermana, dio a luz a su hijo prematuramente y lo escondió en el mundo mortal. Para Archon, ella parió un bebé de piedra.

—He tenido suficiente de tus infidelidades y mentiras, Archon. De hoy en adelante has endurecido mi corazón. Un hijo de piedra es todo lo que tendrás de mí.

Enfurecido, Archon la encerró en Kalosis, un reino inferior entre este mundo y el suyo.

—Ahí te quedarás hasta que tu hijo esté muerto.

Y entonces los dioses Atlantes se volvieron contra la hermana de Apollymi hasta forzar una confesión de ella.

—Él nacerá cuando la luna trague al sol y la Atlántida sea bañada por una oscuridad total. Su majestuosa madre llorará por miedo a su nacimiento.

Los dioses fueron a la reina Atlante, ya que el nacimiento de su hijo era inminente. Como había sido predicho, la luna eclipsó al sol mientras ella luchaba por dar a luz, y cuando su hijo nació, Archon ordenó que el bebé fuera asesinado.

La reina lloró y le rogó a Apolo que la auxiliara. Seguramente su amante no permitiría que su hijo fuera asesinado por los dioses más ancianos.

Pero Apolo la ignoró y ella vio desamparadamente cómo mataban a su hijo recién nacido frente a sus ojos.

Lo que la reina no sabía era que Apolo ya había sido informado de lo que sucedería y no era su hijo el que ella llevaba, sino otro niño que él había cambiado en su vientre para salvar al propio.

Con la ayuda de su hermana, Artemisa, Apolo había llevado a su hijo a casa, en Delfos, donde el niño fue criado entre las sacerdotisas de Apolo.

Como los años pasaron y Apolo no regresó a la reina Atlante para engendrar otro heredero, su odio por él creció. Despreciaba al dios Griego que no podía ser molestado para darle un hijo que reemplazara al que había perdido.

Veintiún años después de haber presenciado el sacrificio de su único hijo, la reina se enteró de otro hijo engendrado por el dios Griego Apolo.

Este había nacido de una princesa Griega que había sido otorgada al dios como una ofrenda, con esperanza de inclinar la bendición del dios hacia los Griegos, que estaban en guerra con los Atlantes.

En cuanto las noticias llegaron a la reina, su amargura interna aumentó hasta que su corriente la abrumó.

Convocó a sus propias sacerdotisas para preguntarles dónde podría ser encontrado el heredero de su imperio.

—El heredero de la Atlántida reside en la casa de Ancles. La misma casa donde había nacido el nuevo hijo de Apolo.

La reina gritó indignada ante la proclamación, sabiendo que Apolo había traicionado a su propio hijo. Ellos habían sido olvidados mientras él forjaba una nueva raza para reemplazarlos.

Llamando a sus guardias personales, la reina los envió a Grecia, para asegurarse de que la amante de Apolo y su hijo fueran asesinados. Jamás permitiría que ninguno de ellos se sentara en su amado trono.

—Asegúrense de desgarrarlos, para que los Griegos crean que fue hecho por un animal salvaje. No quiero que quede nada que los haga mirar hacia nuestras orillas por esto. Pero como con todos los actos de venganza, este también fue revelado.

Angustiado, Apolo, sin pensarlo, maldijo a su raza una vez elegida.

"Una plaga a todos aquellos que nazcan Apolitas. Que cosechen todo lo que han sembrado este día. Ninguno de ustedes vivirá más allá de la edad de mi preciosa Ryssa. Todos perecerán dolorosamente el día de su vigesimoséptimo cumpleaños. Como actuaron como animales, se convertirán en ellos. Encontrarán alimento sólo en la sangre de sus iguales. Y nunca jamás podrán caminar por mi reino, donde los veré y seré forzado a recordar qué fue lo que hicieron para traicionarme."

No fue hasta que hubo pronunciado la maldición que Apolo recordó a su propio hijo que estaba en Delfos. Un hijo al cual había maldecido estúpidamente junto con los otros. Porque una vez dichas, esas cosas jamás pueden ser deshechas.

Pero más que eso, él había sembrado las semillas de su propia destrucción. El día de la boda de su hijo con su más atesorada sacerdotisa, Apolo le había confiado a su hijo todo lo que valoraba en la vida.
—En tus manos está mi futuro. Tu sangre es mía y es a través de ti y tus futuros hijos que yo vivo.

Con esas palabras de atadura, y en un ataque de rabia, Apolo se condenó a sí mismo a la extinción. Porque una vez que la descendencia de su hijo muriera, también lo haría Apolo, y con él, el mismo sol.

Como ven, Apolo no es simplemente un dios. Él es la esencia del sol y tiene en sus manos el equilibrio del universo.

El día que Apolo muera, morirá la tierra y todos los que aquí habitan.

Ahora es el año 2003 d.c. y sólo queda un hijo Apolita que lleva la sangre del antiguo dios…




Febrero 2003

St. Paul, Minnesota


—Oh, querido, gran alerta de semental a las tres en punto.

Zhou Mi se rió del tono lascivo de Jia mientras se daba vuelta dentro del atestado bar para ver a un hombre de cabello oscuro y apariencia normal que miraba hacia el escenario donde estaba tocando su banda local favorita, SJM. Balanceándose al ritmo de la música mientras bebía sorbos de su té helado Long Island, Zhou Mi lo estudió durante un minuto.

—Es un Lechero –decidió luego de un detallado examen de sus “atributos” que constaba su apariencia, su porte y su atavío de leñador.

Jia sacudió la cabeza.

—No, señor, definitivamente es una Cracker.

Zhou Mi sonrió al pensar en su sistema de clasificación, que dependía de las cosas por las que no sacarían a un hombre de la cama. Lechero significaba que era atractivo de un modo inusual y que podía traer un vaso de leche a la cama en cualquier momento. Las Crackers estaban un paso arriba, y las Galletitas eran dioses.

Pero lo máximo en aspecto apetecedor era calificado como una Rosquilla Espolvoreada. Una Rosquilla Espolvoreada no sólo era caótica, sino que también violaba su perpetua mentalidad dietética y le rogaba que la mordiera.

Hasta la fecha, ninguno de ellos había conocido a una Rosquilla Espolvoreada en carne y hueso. Aún así, no perdían la esperanza.

Jia le dio un golpecito a Fei y a Hyungjoon en el hombro y señaló discretamente al hombre que estaba inspeccionando.

—¿Galletita?

Hyungjoon negó con la cabeza.

—Cracker.

—Definitivamente Cracker –confirmó Fei.

—Oh, ¿qué sabes tú? Tienes un novio formal –le dijo Jia a Fei cuando la banda terminaba su canción y tomaba un descanso—. Dios, ustedes son demasiado críticos.

Zhou Mi miró nuevamente al chico, que estaba hablando con su amigo y tomando una cerveza. No hacía que su corazón se acelerara, pero la verdad es que muy pocos hombres lo conseguían. Aún así, tenía una actitud sencilla, abierta y una sonrisa agradable y amistosa. Podía ver porqué a Jia le gustaba.

—De cualquier modo, ¿por qué tendría que importarte lo que nosotros pensamos? –le preguntó a Jia—. Si a ti te gusta, entonces ve y preséntate.

Jia estaba horrorizada.

—No puedo hacer eso.

—¿Por qué no? –preguntó Zhou Mi. 

—¿Qué hago si piensa que soy gorda o fea?

Zhou Mi puso los ojos en blanco. Jia era una chica castaña muy delgada que estaba lejos de ser fea.

—La vida es corta, Jia. Demasiado corta. Por lo que sabemos, él podría ser el hombre de tus sueños, pero si te quedas aquí, babeando y sin hacer nada, jamás lo sabrás.

—Dios –susurró Jia—, cómo te envidio por esa actitud de vivo—el—día—a—día. Pero no puedo.

Zhou Mi la tomó de la mano y la arrastró a través del gentío, hacia el hombre. Le tocó el hombro.

Sobresaltado, él se dio vuelta.

Sus ojos se ensancharon al mirar hacia arriba a Zhou Mi. Con un metro ochenta y cinco, estaba acostumbrado a ser un monstruo de la naturaleza. A su favor, el tipo no pareció ofendido por el hecho de que ella era cinco centímetros más alta que él.

Luego observó a Jia, que medía un normal metro sesenta y cuatro.

—Hola –dijo Zhou Mi, atrayendo nuevamente su mirada a él—. Estoy haciendo una encuesta rápida. ¿Estás casado?

Él frunció el ceño.

—No.

—¿Saliendo con alguien?

El tipo miró desconcertado a su amigo.

—No.

Zhou Mi apretó fuerte la mano de Jia cuando ella intentó escaparse corriendo.

—Te gustan las mujeres?

—Sí –dijo él.

—Bien, porque mi amiga Jia aquí presente piensa que eres excepcionalmente lindo y le gustaría conocerte – empujó a su amiga en medio de los dos—. Jia, este es…

Él sonrió al encontrarse con la mirada sorprendida de Jia.

—Cody.

—Cody – repitió Zhou Mi— esta es Jia.

—Hola –saludó él, extendiendo su mano hacia ella.

Por la expresión de su amiga, Zhou Mi podía decir que su amiga no estaba segura de si debía estrangularlo o agradecerle.

—Hola –dijo Jia, dándole la mano.

Una vez que se aseguró de que eran semicompatibles y de que él no la mordería en la primera cita, Zhou Mi los abandonó y se encaminó de regreso a Fei y Hyungjoon, quienes estaban con la boca abierta mientras lo miraban incrédulos.

—No puedo creer que le hicieras eso. –Dijo Hyungjoon tan pronto como Zhou Mi se les unió— Va a matarte más tarde.

Fei se encogió.

—Si alguna vez me haces eso, voy a matarte.

Hyungjoon pasó un brazo por los hombros de Fei y le dio un abrazo afectuoso.

—Puedes gritarle todo lo que desees, querida, pero no puedo dejar que tú lo mates.

Fei se rió ante el comentario de Hyungjoon, sin saber que él hablaba de corazón. Era el guardaespalda secreto de Zhou Mi y ya hacía cinco años que estaba con él. Un record. La mayoría de los guardaespaldas de Zhou Mi tenían una esperanza de trabajo de aproximadamente ocho meses.

Terminaban muertos o renunciando en el instante en que alcanzaban a ver exactamente quién y qué era lo que estaba detrás de él. A su modo de pensar, no valía la pena correr el riesgo, ni siquiera por la exorbitante cantidad de dinero que su padre les pagaba para mantener con vida a su hijo.

Pero Hyungjoon no. El tenía más tenacidad que cualquier otra persona que Zhou Mi hubiera conocido.

—Sabes –le dijo Fei a Zhou Mi mientras observaba a Coby y Jia hablando y riendo —. Daría cualquier cosa por tener tu confianza. ¿Alguna vez dudas de ti mismo?

Zhou Mi respondió sinceramente.

—Todo el tiempo.

—Nunca lo demuestras.

Eso era porque, a diferencia de sus acompañantes, había sólo una pequeñísima posibilidad de que a Zhou Mi pudieran quedarle otros ocho meses de vida. No podía permitirse estar asustado o ser tímido en la vida. Su lema era tomar todo con las dos manos, y salir corriendo. Pero había estado corriendo toda su vida. Escapando de aquellos que lo matarían si tuvieran la oportunidad.

Pero más que nada, había estado escapando de su destino, esperando que de algún modo, de alguna forma, pudiera apartarse de lo inevitable.

Aunque había recorrido el mundo desde que tenía seis años, no estaba más cerca de descubrir la verdad, acerca de su herencia, más de lo que lo había estado su madre antes que él.

Aún así, con el amanecer de cada día, tenía esperanzas. Esperanzas de que alguien le dijera que su vida no tenía que terminar en su vigesimoséptimo cumpleaños. Esperanzas de que pudiera quedarse en algún lugar por más de unos pocos meses o incluso días.

—¡Epa! – Dijo Fei con los ojos abiertos, mientras miraba hacia la entrada—. ¡Creo que encontré a nuestras Galletitas! Y, señores, hay tres de ellos.

Riendo ante su tono maravillado, Zhou Mi giró para ver a tres hombres increíblemente sexy entrando al club.

Su risa murió instantáneamente, mientras sentía un horrible y fuerte estremecimiento recorriéndole. Era una sensación con la que estaba demasiado familiarizado.

Y que sembraba el terror en su corazón.

Vestidos con costosos suéteres, jeans y chaquetas de esquiar, los tres hombres recorrieron con la mirada a los ocupantes del bar, como los mortales depredadores que eran. Zhou Mi tembló. Las personas del bar no tenían idea de en cuánto peligro estaban.

Ninguno de ellos. Oh, dios santo…

—Hey, Mi –dijo Fei—. Ve y preséntamelos a mí.

Zhou Mi negó con la cabeza mientras hacía contacto visual con Hyungjoon para advertirlo. El intentó conducir a Fei lejos de los hombres y de sus miradas oscuras y hambrientas.

—No son nada bueno, Fei. Realmente nada bueno.

La única virtud de ser medio Apolita era su habilidad de ubicar a otros de la especie de su madre. Y algo en sus entrañas le decía que los hombres que caminaban en medio de la gente ya no eran simples Apolitas.

Eran Daimons, una viciosa casta de Apolitas que elegían prolongar sus cortas vidas matando humanos y robando sus almas.

Su carisma de Daimons, único y poderoso, y su sed de almas brotaba de cada poro de sus cuerpos.

Estaban aquí en busca de víctimas.

Zhou Mi se tragó su pánico. Tenía que encontrar un modo de salir de ahí antes de que se acercaran demasiado y descubrieran quién era él en realidad.

Tomó el pequeño revólver de su bolsa, y buscó una salida de escape.

—Por el fondo –dijo Hyungjoon, empujándolo hacia la parte trasera del club.

—¿Qué está sucediendo? –preguntó Fei.

De pronto, el más alto de los Daimons se detuvo en seco. Giró para mirarlas de frente.

Sus acerados ojos se estrecharon con un intenso interés al ver a Zhou Mi, y él pudo sentirlo intentando penetrar en su mente. Bloqueó su intrusión, pero era demasiado tarde. Tomó del brazo a sus amigos e inclinó la cabeza hacia ellas.

Diablos. Esto apestaba. Literalmente.

Con la gente del bar, no podía abrir fuego, y tampoco podía hacerlo Hyungjoon. Las granadas de mano estaban en el auto y Zhou Mi había optado por dejar las dagas debajo del asiento.

Zhou Mi sintió que Hyungjoon metía algo frío en su mano. Al mirar hacia abajo, vio el abanico uchiwa de lucha cerrado. Hecho de acero, el abanico estaba afilado en uno de los lados, por lo que era tan peligroso como un cuchillo Ginsu. Doblado, y con sólo veintisiete centímetros de largo, se veía como un inofensivo abanico de mano japonés, pero en manos de Hyungjoon o Zhou Mi, era letal.

Zhou Mi afirmó su agarre al abanico mientras Hyungjoon lo llevaba hacia el escenario, donde había una salida para incendios. Se dejó llevar por la multitud hacia la salida, lejos de los Daimons, y lejos de Fei antes de que se pusiera en peligro estando cerca suyo cuando los Daimons atacaran.

Maldijo la altura de ambos al darse cuenta de que no había modo de esconderse. No había manera de evitar que los Daimons los viesen incluso entre esa gran cantidad de gente, cuando Hyungjoon y él sobresalían tanto entre los demás.

Hyungjoon se detuvo en seco cuando otro hombre alto y rubio obstruyó su única vía de escape. Dos segundos más tarde, se desató el infierno en su lado del club, cuando se percataron de que había más de tres Daimons en el bar.

Había al menos una docena de ellos.

Hyungjoon empujó a Zhou Mi hacia la salida, luego pateó al Daimon hacia atrás, contra un grupo de personas que gritaron y chillaron ante la perturbación.

Zhou Mi abrió su abanico mientras otro Daimon iba hacia él con un cuchillo de caza. Atrapó la hoja entre las tablillas y lo arrancó de sus manos, luego usó el cuchillo para apuñalar al Daimon en el pecho.

Se desintegró instantáneamente.

—Pagarás por eso, perra –gruñó uno de los Daimons mientras acometía contra él. Varios hombres que estaban en la barra se movieron para ayudarlo, pero los Daimons se ocuparon rápidamente de ellos mientras otros clientes se encaminaban hacia la salida. Cuatro Daimons rodearon a Hyungjoon.

Zhou Mi intentó acercarse a él para ayudarle a quitárselos de encima, pero no pudo. Uno de los Daimons atrapó a su guardaespaldas con un violento soplido que envió a Hyungjoon volando hasta una pared cercana.

Hyungjoon la golpeó con un ruido sordo, luego aterrizó en el suelo hecha un montón. Zhou Mi quería ayudarlo, pero el mejor modo de hacerlo era llevando a los Daimons fuera del bar y lejos de su amigo.

Se dio vuelta para salir corriendo, sólo para encontrarse con dos Daimons más parados directamente detrás suyo.

La colisión de sus cuerpos lo distrajo lo suficiente para que uno de los Daimons le pudiera quitar el cuchillo y el abanico de sus manos de un tirón.

Puso sus brazos alrededor de Zhou Mi para evitar que se cayera.

Alto, rubio y apuesto, el Daimon poseía una extraña aura sexual que atraía a cualquiera hacia él. Era esa esencia la que les permitía apresar eficazmente a los humanos.

—¿Ibas a algún sitio, príncipe? –le preguntó, tomando sus muñecas con sus manos y bloqueando la posibilidad de luchar por su arma.

Zhou Mi intentó hablar, pero sus oscuros y profundos ojos lo tenían completamente cautivado. Sintió los poderes llegando hasta su mente, adormeciendo su habilidad para escapar.

Los otros se le unieron.

Aún así, el que estaba frente a él mantuvo las manos en sus muñecas, su hipnótica mirada en la suya.

—Bueno, bueno –dijo el más alto, mientras arrastraba un frío dedo por su mejilla—. Cuando vine a alimentarme esta noche, lo último que esperaba era encontrar a nuestro heredero perdido.

Zhou Mi alejó la cabeza de su toque.

—Matarme no va a liberarlos –le dijo—. Es sólo un mito.

El que lo estaba sosteniendo la dio vuelta para que enfrentara a su líder. El líder Daimon rió.

—¿No lo somos todos? Pregúntale a cualquier humano en este bar si los vampiros existen y, ¿qué dirán? –él pasó su lengua por los largos dientes caninos mientras la observaba malvadamente—. Ahora, ven afuera y muere solo, o haremos un banquete con tus amigos.

Deslizó su mirada de depredador hacia Jia, quien estaba bastante lejos y tan cautivada por Coby que ni siquiera estaba al tanto de la pelea que había tomado lugar en el lado de Zhou Mi dentro del atestado bar.

—La castaña es fuerte. Su alma sola debería mantenernos al menos por seis meses. Y en cuanto a la rubia…

Su mirada se desvió hacia el lugar donde Hyungjoon yacía rodeado por humanos que no parecían comprender cómo se había lastimado. No cabían dudas de que los Daimons estaban usando sus poderes para nublar la mente de los humanos alrededor de ellos, para evitar que interfiriesen.

—Bueno –continuó, siniestramente—, un pequeño bocado nunca lastimó a nadie. Tomó su brazo al mismo tiempo que el Daimon que lo sostenía le dejaba ir.

Renuente a ir tranquilo hacia su exterminio, Zhou Mi regresó a su estricto e intensivo entrenamiento. Regresó a los brazos del Daimon que estaba detrás de él y le clavó una patada en el empeine.

Él maldijo.

Enterró su puño en el estómago del Daimon parado delante suyo, y luego se movió rápidamente entre los otros dos y se encaminó hacia la puerta.

Con su velocidad inhumana, el Daimon más alto lo bloqueó a mitad de camino. Una cruel sonrisa curvó sus labios mientras lo empujaba salvajemente para detenerlo.

Lo pateó, pero él impidió que lo lastimara.

—No lo hagas.

Su profunda voz era hipnótica y estaba llena de promesas de daño letal si lo desobedecía.


Varias personas en el bar se dieron vuelta para observarlos, pero con una sola mirada violenta del Daimon todos desviaron la vista.

Nadie lo ayudaría. Nadie se atrevía.

Pero aún no había terminado… Zhou Mi jamás se rendiría ante ellos.

Antes de poder atacar nuevamente, la puerta de entrada del club se abrió con una ráfaga glacial.

Como si hubiera detectado algo incluso más peligroso que él mismo, el Daimon giró su cabeza hacia la puerta.

Sus ojos se ensancharon con terror.

Zhou Mi se dio vuelta para observar qué lo había paralizado y entonces él tampoco pudo apartar la mirada.

El viento y la nieve se arremolinaron en el camino de entrada alrededor de un hombre que a diferencia de la mayoría de la gente que andaba caminando en un clima de doce grados bajo cero, vestía sólo una larga y delgada chaqueta de cuero negro que se ondulaba con el viento. Tenía un sólido suéter negro, botas de motociclista, y un par de ajustados pantalones de cuero negros que se ceñían a un cuerpo delgado y fuerte que atraía con promesas sexuales y salvajes.

Poseía el contoneo confiado y mortal del hombre que sabe que no tiene igual. De un hombre que desafiaba al mundo a hacer el intento y enfrentarlo.

Era el paso de un depredador.

E hizo que la sangre de Zhou Mi se helara.

Si su cabello hubiese sido rubio, hubiera creído que era otro Daimon. Pero este hombre era completamente otra cosa.

Su cabello oscuro estaba apartado de un rostro perfectamente esculpido que hacía que su corazón se acelerara. Sus ojos eran fríos. Acerados. Su cara era resuelta e impasible.

¡El hombre era semejante Rosquilla Espolvoreada que ni siquiera tendría que compartirla en su cama!

Atrayente como un faro, e inconsciente de la multitud del bar, el recién llegado desvió su oscura y mortal mirada de un Daimon al siguiente, hasta que se detuvo en el que estaba al su lado.

Una sonrisa lenta y diabólica se extendió por su apuesto rostro, dejando ver una mínima insinuación de colmillos.

Se encaminó directamente hacia ellos.

El Daimon maldijo, y luego lo colocó delante de él.

Zhou Mi luchó contra su agarre, hasta que él extrajo una pistola de su bolsillo y la sostuvo contra su sien.

Gritos y exclamaciones estallaron en el bar mientras la gente corría a refugiarse.

Los otros Daimons se movieron hasta pararse a su lado en lo que parecía ser una formación de batalla.

El recién llegado rió bajo y siniestramente mientras los evaluaba. La luz de sus ojos permitía ver a Zhou Mi cuánto ansiaba él la pelea.

Su mirada, en realidad, los aguijoneaba.

—Mal modo de tomar un rehén –dijo en una voz profunda y suavemente acentuada que retumbaba como un trueno—. Especialmente cuando saben que, de cualquier manera, voy a matarlos.

En ese instante, Zhou Mi supo quién y qué era el recién llegado.

Era un Cazador Oscuro –un guerrero inmortal que pasaba la eternidad cazando y ejecutando a los Daimons que se alimentaban de almas humanas. Eran los defensores de la humanidad y la personificación de Satán para la gente de Zhou Mi.

Había oído hablar de ellos toda su vida, pero al igual que con el hombre de la bolsa, lo había atribuido a las leyendas urbanas.

Pero el hombre parado frente a él no era un invento de su imaginación. Era real, y se veía tan devastador como en las historias que había escuchado.




6 comentarios:

  1. Super la entrada de henry se espera mucha accion aunque me confundi un poco primero dice atlantes y despues apolitas

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    1. Porque atlantes son hijos de reina atlante pero esos están muerto mientras apolitas son todos los q son hijos de apolo incluyendo el hijo que tuvo con la reina atlante , verdad yota????

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  2. Woooo, genial imagino que es henry, quien hara pedazos a esos diamons, rescatara a Zhoumi?, lo cuidara?, el es el hijo de apolo o su descendiente, por ello morira a los 27, esta increible Yota.

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  3. Vaya herencia que se carga ZhouMi, ser el último descendiente de Apolo y tener la fecha de muerte ya estipulada desde que tienes uso de razón y para colmo los daimons quieren su alma.

    No hay nada mejor que hacer una entrada triunfal y dar una excelente primera impresión y creo que Henry logró ambas, tal parece que será el héroe de ZhouMi o al menos eso espero.

    Gracias por el cap.

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  4. YA QUISIERA YO CONOCER UNA ROSQUILLA EN ALGUN CLUB, JAJAJA
    Bueno Zhoumi Henry sera enemigo de tu raza , pero a que esta muy bueno?

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...